RESEÑAS
Lucas Rebagliati1
La publicación de Abrir puertas a la tierra… en el año 2013, por varias
razones, representó una excelente noticia para los estudiosos del pasado
colonial americano. En primer lugar, acercó a los historiadores una obra
que hasta el momento se hallaba disponible on line pero en idioma francés y
en su versión original, considerablemente más extensa. Ello se debe a que el
libro es una adaptación de la tesis doctoral que el autor defendió en Francia
hace más de una década, en el año 2002. Esta adaptación, tal como explica
Darío Barriera, se limitó a una reducción a fin de adecuarse a determinados
requisitos editoriales y evadió cualquier ejercicio de reactualización bibliográfica
o replanteo de las hipótesis generales. Y en este punto reside otra de sus
virtudes, porque permite advertir que algunas aseveraciones o postulados que
hoy forman parte del consenso historiográfico, en el momento en que fueron
formulados por el autor delinearon sugestivas líneas de investigación. Afortunadamente,
la multiplicación de revistas académicas y espacios de debate
posibilitó que algunos de los aportes de esta investigación vieran la luz tempranamente
en forma de artículos y capítulos de libro. Por último, la lectura
de Abrir puertas a la tierra… permite vislumbrar en toda su plenitud las preguntas
disparadoras, los planteos y un modo de hacer historia de quien se ha
convertido en la actualidad en uno de los referentes del subcampo disciplinar
denominado “historia social de la justicia”.2
El libro se compone de una introducción, trece capítulos que se ordenan
según un criterio más temático que cronológico y las conclusiones. En la
presente reseña no haremos un recorrido exhaustivo por cada uno de ellos
Tampoco nos sumergiremos en las peripecias de la historia santafesina en sus
primeras décadas de existencia, terreno en el cual pecamos de legos. Preferimos
dar cuenta de ciertos nudos problemáticos planteados en el libro, de
enorme importancia para la historiografía hispanoamericana, y situarlos en su
contexto.
La obra apunta a un tema y una etapa escasamente trabajados por la historiografía
argentina, bajo un enfoque igualmente novedoso y fructífero. Claramente
el período colonial no goza de la misma atención que los estudiosos
dedican a los siglos XIX y XX. Incluso entre los colonialistas, la preferencia por
el período abierto por la creación del Virreinato del Río de la Plata es evidente.
Así, la propuesta de abordar el poder político en la etapa temprana colonial
desde “los márgenes” -no centrando el análisis en las grandes capitales sino en
las periferias, en este caso Santa Fe- se revela atrayente desde el inicio. Entonces, ¿es Abrir las puertas a la tierra… un libro de historia política? Si fuéramos
afectos a las categorizaciones simples y reduccionistas deberíamos decir que
sí. Pero la riqueza del relato nos previene contra la supuesta utilidad de tal encasillamiento.
Si el poder está en el centro de las preocupaciones del autor, no
es menos cierto que las disputas políticas no son desocializadas ni analizadas
en sí mismas, sino como expresión y componente del mundo social y cultural
del cual forman parte. Porque la política es entendida en la obra en clave
configuracional y microanalítica. Es decir, se presta atención primordial a los
alineamientos móviles y cambiantes de actores sociales concretos en circunstancias
específicas y a lo largo del tiempo, escapando a la fácil elaboración de
un patrón atemporal que no tome en cuenta la acción humana.
El libro se inicia con un capítulo destinado a abordar las principales
características del desembarco de los europeos en el Río de la Plata y la formación
de Gobernaciones desde donde estructurar el dominio político de la
zona. La construcción del espacio, según expresa el autor, deja entrever distintos
proyectos en tensión y las narrativas de los conquistadores se analizan
como piezas discursivas necesarias para organizar el dominio colonial, más
que como relatos objetivos. El siguiente capítulo indaga la importancia que la
ciudad detentaba como entidad que organizaba el poder en su forma física y
social, dando origen a la estratificación social propia de las ciudades hispanoamericanas
coloniales. La forma que adoptó este proceso, particularmente en
Santa Fe, se aborda en los capítulos III y IV.
Un prolijo repaso por la evidencia arqueológica al respecto, pronto da
paso a una noción que se revela clave a lo largo de la obra: el equipamiento
político del territorio. Este fenómeno consistió a grandes rasgos en el desarrollo
de ciertas tecnologías de gobierno, tales como instituir oficios, consolidar la
institución capitular, definir el trazado urbano, delimitar la jurisdicción, entre
otras. Tecnologías de gobierno que se materializan en la delegación del Rey
de la potestas y la iurisdictio en distintos agentes como el virrey, el gobernador
y su teniente.
La sensibilidad de historiador del autor, lo impulsa a explorar en profundidad
en el capítulo V la administración de justicia de esa ciudad de antiguo
régimen que era Santa Fe, donde dar a cada uno lo suyo era la esencia del
buen gobierno. De esta manera, desde otro punto de partida, llega a interesantes
conclusiones que convergen con los señalamientos de quienes en ese momento
venían renovando la historia del derecho a ambos lados del Atlántico,
escapando a la visión dogmática que reducía en siglos pasados el derecho a
las leyes escritas dictadas por el Rey. A fines del siglo XVI y principios del XVII
no existía una sola justicia, sino muchas varas de justicia que conformaban un
orden político policéntrico donde la delimitación de competencias nunca era
clara ni precisa. Por el contrario, la existencia de jurisdicciones múltiples y
superpuestas daban origen a frecuentes conflictos, ya que gobernadores, adelantados,
tenientes, corregidores, alcaldes, estaban habilitados para administrar
justicia.
En los capítulos VI y VII, destinados a analizar la rebelión de 1580 y la
composición social del Ayuntamiento santafesino entre 1573 y 1595, el autor
despliega con lucidez el enfoque configuracional y microanalítico que actúa
como presupuesto metodológico de todo el libro. Ello le permite aseverar, por
ejemplo, que la rebelión de 1580 no puede explicarse como un antecedente de
la independencia nacional porque supuestamente enfrentó a “hijos de la tierra”
y españoles. Por el contrario, descubre que buena parte de los conjurados no
eran pobres ni estaban marginados de las instancias de poder político, puesto
que ocupaban las regidurías del Cabildo. Muchos de ellos participaron luego
de la represión de la revuelta, constituyéndose en parte de la aristocracia de allí
en adelante a partir de su conversión en beneméritos. El capítulo VIII se ocupa
del intento infructuoso de las autoridades de la ciudad de imponer ciertos pesos
y medidas uniformes. Ello revela, en palabras de Barriera, la inexistencia de
un Estado absoluto que lograba imponer sus designios en todas sus comarcas,
dando cuenta, por el contrario, de una flexibilidad y negociación significativa
entre distintos actores. Fenómeno ya constatado en muchos otros estudios para
diversos lugares y que forma parte del consenso historiográfico actual.
Las perspectivas de análisis abiertas por los capítulos IX y XI, destinados
a analizar las encomiendas de los principales vecinos santafesinos y las disputas
suscitadas en el Cabildo en torno al oficio del alguacil mayor, merecen ser
destacadas. En el primero de ellos, el autor escapa a los términos del debate
que enfrentó durante décadas a los historiadores sobre si las normativas reales
se cumplían o no en las colonias americanas. No solo existían diferentes agentes,
tanto en la península como en América con potestad para dictar normas,
sino que además éstas a veces eran contradictorias, difusas y a priori ninguna
tenía preeminencia sobre otra. Ello permitió que los principales vecinos se
beneficiaran de esta “plástica legalidad”, utilizando variadas normas jurídicas
como recursos en situaciones determinadas, de acuerdo a sus intereses y a las
correlaciones de fuerzas de cada momento. Esta indeterminación del orden
jurídico y la fuerza de las configuraciones sociales también se perciben en las
cambiantes estrategias del Cabildo santafesino para defender su autonomía,
permitiendo en ocasiones que el alguacil mayor tenga voz y voto y en otras
denegándole esta prerrogativa.
Completan el libro un capítulo dedicado a explicar el ascenso económico
de los jesuitas en la región, otro que da cuenta de cómo el fundador de la
ciudad -Juan de Garay- se proveyó de relaciones familiares en pos de crear “un
tejido de lealtades” y, un último capítulo, destinado a estudiar la justicia en acción,
en pos de develar cambiantes relaciones sociales entre distintos actores.
En ellos se trasluce una preocupación esencial del autor también presente en
los demás capítulos: la decisión de enfatizar los márgenes de acción, las posibilidades,
las incertidumbres y los finales inciertos que rodeaban a las relaciones
de esos hombres -de la elite- que tuvieron un papel decisivo en la vida política
de la recién creada ciudad. Este énfasis en las estrategias y comportamientos de
los actores termina por matizar un cuadro que anteriormente estaba dominado
por estudios enfocados en las estructuras y las grandes tendencias.
Luego de este largo recorrido, es hora de hacer un balance. La riqueza
del libro se desprende de la descripción somera que hemos hecho de sus capítulos,
los que revelan un concienzudo trabajo de archivo, un conocimiento
bibliográfico notable y una claridad conceptual inusual. De hecho, esta aproximación
permite ver que el “renacer de la historia política” no fue homogéneo
ni uniforme, y que detrás de este fenómeno se engloban -con cierta inconsistencia-
enfoques muy dispares. También es justo ponderar positivamente la
inclusión de numerosas imágenes, mapas, fuentes y cuadros que acompañan
el relato. Sin duda, pocos se animarían a publicar una obra escrita diez años
antes, dado el peligro de que la misma quede desactualizada, producto de los
rápidos avances historiográficos que se vienen dando en los últimos tiempos.
Pese a ello, los señalamientos que puedan hacérsele a Abrir puertas a la tierra… son escasos, a pesar del tiempo transcurrido entre su escritura y la efectiva
publicación. Un comentario que puede realizar un especialista es que el
libro se hubiera beneficiado con una introducción que explicitara aún más las
opciones metodológicas y teóricas que guiaron la investigación, ampliando las
pocas páginas que se le dedican a la temática en las conclusiones. Así se habría
atenuado la “amputación sin anestesia” -en palabras del autor- que significó el
recorte de partes de la obra que fueron publicadas en forma de artículos.
La solidez de sus principales hipótesis y lo pionero de algunas de sus
afirmaciones, unida a las líneas de investigación abiertas y todavía inexploradas,
nos hablan a las claras de que no estamos ante un mero estudio de caso.
Por el contrario, esta investigación sobre la construcción de un espacio político
en Santa Fe en la etapa tempranocolonial nos ilustra sobre muchos de los dispositivos
que la monarquía desplegó a lo largo y ancho de las nuevas tierras
conquistadas en América para asentar su dominio. En ello reside su principal
mérito.
Notas
1 Universidad de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. Correo electrónico: lucasrebagliati@hotmail.com.
2 Entre las temáticas abordadas por el autor en un nutrido número de artículos se cuentan no solo la problemática del poder en el período temprano colonial sino además las culturas jurídicas rioplatenses, los oficios de alguacil mayor y alcalde de hermandad, y el estudio de las justicias de antiguo régimen, en un amplio marco temporal que va desde el siglo XVI al XIX. A ello se le suman otros aportes donde se desarrollan ricas discusiones teóricas en torno a ciertas corrientes historiográficas y conceptos en particular.