RESEÑAS
Pedro Alberto Berardi1
Los trabajos que nuclea la presente obra cristalizan un estado de síntesis sobre
cómo las problemáticas del delito, las prácticas y los discursos jurídicos, al
igual que los mecanismos de represión ensayados por agencias gubernamentales
y otros grupos sociales, adquirieron paulatinamente mayor atención dentro
de la historiografía local durante la última década. Si bien tales tópicos eran
predominio de los historiadores del derecho, comenzaron a trazarse puentes
de diálogo con una historia social que indagaba en el universo de las fuentes
judiciales, con el objeto de recomponer las voces y las formas de acción de los
actores que transitaban las instancias legales. Estas primeras aproximaciones se
nutrieron además de una literatura sobre el control social, que centrada en la
obra de Michel Foucault y con resonancias muy fuertes dentro de las ciencias
sociales estadounidenses, definieron un campo de estudio sobre los sistemas
penitenciarios, las relaciones de poder y su cruce y dominio con los cuerpos
epicentro de su aplicabilidad.
En los diversos artículos que integran el libro El delito y el orden, se
puede identificar una multiplicidad de enfoques que anclan en los problemas
de la historia social. Pero que introducen además dimensiones de la historia de
las ideas -la producción y circulación de saberes elaborados por especialistas
atentos a velar por el orden y la seguridad, que son al mismo tiempo disputados
y resignificados por “profanos”-, como así también, perspectivas culturalistas
que comprenden el desarrollo y el impacto de las empresas editoriales e
informativas modernas. En conjunto, estas intersecciones posibilitan revisitar
el funcionamiento de instituciones punitivas y de prevención, al igual que la
construcción de una arquitectura legal que se nutre de codificaciones y actores
profesionales, dando cuenta de sus intersticios y de la capacidad de agencia de
las personas que las integran.
Resulta interesante el ejercicio de aunar miradas, a partir de una extensa
periodicidad que comprende desde la etapa posrevolucionaria hasta el último
tercio del siglo XX. Esta temporalidad se completa con un recorrido sobre diferentes
experiencias regionales. Aunque la mayor parte de los artículos toman
como unidad de observación el escenario urbano porteño y la provincia de
Buenos Aires, la obra integra otras miradas atentas a las especificidades sobre
las reacciones de las elites frente al desorden y el crimen, como así también
del diseño de sistemas legales, en ámbitos que hacia mediados del siglo XIX
comienzan a transitar procesos de inserción al orden estatal nacional y al modelo
económico global.
Cabría destacar que, como señalan Ricardo Salvatore y Osvaldo Barreneche,
la obra está permeada por una agenda de debates públicos acerca de
las políticas de seguridad y los problemas que implican el incremento de las
prácticas delictivas. Se inscribe entonces en una constelación de producciones
historiográficas que a nivel latinoamericano tratan de dar una respuesta sobre
las formas y los mecanismos de violencia desarrollados a partir de las etapas
de la transición democrática hasta la actualidad. Para el marco local, ambos
autores clarifican la intención de delinear una postura que, si bien no soslaya
las perspectivas represivas y/o garantistas sostenidas desde los ámbitos judiciales
-pero que han calado socialmente-, presenta lineamientos alternativos
que aportan a la construcción de una mirada más compleja sobre el delito y la
seguridad ciudadana.
La contribución de Eugenia Molina nos muestra como la desarticulación
de la Intendencia General de Cuyo y los enfrentamientos facciosos que signaron
a la provincia durante la década de 1820, promovieron en las elites locales
demandas de restauración del orden institucional y la puesta en práctica de
una serie de mecanismos coactivos en pos de disciplinar a los grupos populares
movilizados en el proceso bélico. Sirviéndose de un amplio universo documental
de causas judiciales, la autora efectúa un análisis cuantitativo sobre el
tipo y las proporciones de delitos desarrollados en el período. Aunque lejos de
afirmar que estas tendencias son globales, demuestra como el incremento de la
criminalidad se halla modulado por etapas locales de gran tensión política. Por
su parte, Marisa Moroni analiza la conformación del andamiaje institucional
legal en el Territorio Nacional de la Pampa durante las primeras décadas del
siglo XX. Moroni atiende a la consolidación de la justicia de primera instancia
y a la forma en que los jueces letrados comienzan a reorganizar la arquitectura
jurídica de dicho espacio -signada por la escasez de recursos y la poca
profesionalidad de las figuras legales-, sirviéndose de un corpus normativo producido
por juristas y criminólogos de Buenos Aires. Este diálogo nos habla de
un proceso de circulación y reapropiación de ideas que pone en entredicho el
lugar periférico que se le otorgaba a los Territorios Nacionales.
La preocupación por la codificación legal y las discusiones en torno a
las reformas procesales, constituyen los aspectos neurálgicos del trabajo de
Gisela Sedeillán, en su observación sobre el sistema penal de la provincia de
Buenos Aires en el temprano siglo XX. La autora se centra en los debates que
reconfiguraron las instancias punitivas, focalizándose principalmente en los
ámbitos carcelarios que habían sido erigidos como faros de castigo en el escenario
bonaerense. La sobrepoblación en las cárceles al igual que los procesos
de extensa duración, sumado a la carencia de personal capacitado, constituyeron
factores fundamentales que inspiraron dentro de la Legislatura la sanción
de reformas procesales destinadas a garantizar la prisión preventiva. Estas tensiones,
materializadas en los escenarios legales, son abordadas también por
Nicolás Duffau a partir de la reconstrucción de la trayectoria criminal del bandido
uruguayo Alejandro Rodríguez, alías “el Clinudo”. En este caso, Duffau
analiza las instancias del proceso judicial recomponiendo las figuraciones y representaciones
que sobre este personaje construyeron los medios periodísticos
y la literatura popular. Estos universos componen para el autor un prisma desde
el cual se pueden observar las representaciones negativas que sobre el mundo
rural tardodecimonónico elaboraron las elites montevideanas.
Las transformaciones finiseculares que tendrán lugar en el margen
occidental del Plata, también concitarán la atención de expertos y criminólogos.
El aporte de Ricardo Salvatore propone una revisitación de La mala vida de
Buenos Aires, obra con la que Eusebio Gómez produjo una detallada radiografía,
con un método casi etnográfico sobre el mundo del delito y la tipología de sus
personajes, en los albores del siglo XX. El elemento central de Salvatore radica
en revalorizar la importancia de los estudios de estas características, con un
fuerte basamento empirista que permite reconstruir a una pléyade de actores
que se las apañan para subsistir por fuera de las instancias formales del trabajo.
Un universo de permanentes movilidades sociales e impactantes tensiones, es
el marco en el que se inscribe el trabajo de Sofía Mantilla. Cinco procesos
judiciales en los que se aplicó la pena de muerte, constituyen la lente para
observar cómo las empresas periodísticas, entre fines del XIX y principios del
XX, elaboran una imagen condenatoria de los acusados, pero al mismo tiempo,
se presentan como mediadoras entre la sociedad y los magistrados al condenar
la espectacularidad de los acontecimientos punitivos.
Dentro de esta agenda de problemas, la policía adquiere un espacio
central en la obra como objeto de análisis. Lejos de perspectivas que enfatizan
los aspectos represivos de esta institución, se intenta mostrar un repertorio
más amplio de funciones, como así también de desplazamientos y formas de
organización que despejan las representaciones de un cuerpo monolítico. Para
Melisa Fernández Marrón, la policía será un agente fundamental en la constitución
territorial de La Pampa. Si bien son múltiples las dificultades que deberá afrontar al promediar la centuria pasada -falta de personal, pauperización edilicia,
entre otras-, su puesta en funcionamiento resultará significativa en la
consolidación de una arquitectura institucional. Desde un enfoque de género,
Diego Galeano y Sabrina Calderón recuperan la experiencia de las brigadas
femeninas durante el primer peronismo. La incorporación de mujeres al cuerpo
policial bonaerense, introducen una serie de tensiones en las que se manifiestan
las desigualdades de género al interior de una institución permeada simbólicamente
por una identidad masculina. Sin embargo, esta “competencia”
posibilitará también la ampliación de una serie de atribuciones y funciones del
personal femenino. Durante los tempranos años de 1970, esa supuesta homogeneidad
será puesta en tensión con el proceso de sindicalización de las capas
subalternas. Así lo demuestra Osvaldo Barreneche en la recuperación del proceso
huelguístico que en 1972 irrumpió al interior de la Jefatura bonaerense.
De acuerdo a la perspectiva que recorre la obra, las instituciones depositarias
del control social están también permeadas por discursos reformistas.
En los últimos artículos que integran la compilación, Claudia Freidenraij toma
como epicentro la Casa de Corrección de Menores Varones para dar cuenta
de las tensiones que se presentaron con respecto al castigo infantil hacia principios
del siglo XX, al desplazarse las políticas coactivas hacia un régimen de
reeducación y regeneración propuesta por las teorías positivistas. Reformas del
mismo tenor se llevaron a cabo en el régimen carcelario en la primera mitad de
la centuria. En este sentido, Jeremías Silva ofrece un interesante cuadro sobre el
conjunto de legislaciones en materia penal y penitenciaría vigente en los años
treinta, que serán reapropiadas y resignificadas durante el peronismo.
Estos enfoques sobre el mundo del delito, los discursos y las normativas
legales y los agentes de control, están permeadas por una mirada multidisciplinaria,
que, como sostiene Lila Caimari en el epílogo del libro, aporta una
visión renovadora sobre la manera de interrogar históricamente la violencia,
el crimen y el orden. Despejándose de conceptos y basamentos teóricos rígidos,
en la apreciación de la autora, esta propuesta permite intervenir sobre las
agendas de políticas ciudadanas y problemas de inseguridad que atraviesan la
coyuntura actual de América Latina y de Argentina. Pero que, al mismo tiempo,
son propicias para problematizar diacrónicamente sobre los usos y las representaciones
de la violencia.
Notas
1 Universidad de San Andrés/Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica. Argentina. Correo electrónico: pedroaberardi@hotmail.com.