DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs0989
ARTÍCULOS
The Communist Party in local key: old strategies in a new political scenario. Río Cuarto, Córdoba (1945-1951)
Rebeca Camaño Semprini1
Resumen: Los estudios realizados sobre las relaciones entre peronismo y comunismo nada dicen sobre las características que éstas asumieron en el interior del país ni sobre las prácticas concretas a que dieron lugar. El presente artículo da cuenta de esto a partir de su abordaje en un espacio local, el de la ciudad de Río Cuarto. Se entiende que tanto las características que asumió la conformación inicial del peronismo allí, como la tradición en las estrategias frentistas y la influencia sobre los gremios locales con que contaba el comunismo, les otorgaron a dichas relaciones una dinámica propia que permitiría complementar y matizar las reconstrucciones que sobre ellas se han hecho desde los espacios historiográficos centrales.
Palabras clave: Partido Comunista; Peronismo; Espacio local; Río Cuarto.
Abstract: The studies on the relationship between peronism and communism are silent on their features in the inland or on the concrete practices that resulted. This article seeks to explain this from its approach in a local area, the city of Rio Cuarto. It is understood that both the particular characteristics of the initial formation of peronism in it, as well as tradition in front-like strategies and the influence over local unions that communism had, provided such relations with its own dynamics that would complement and refine the reconstructions that upon them have been made from central historiographical spaces.
Key words: Communist Party; Peronism; Local places; Río Cuarto.
El Partido Comunista en clave local: viejas estrategias en un nuevo escenario político. Río Cuarto, Córdoba (1945-1951)
Introducción
Mientras que el peronismo ha ocupado un lugar de primacía dentro de la
producción historiográfica argentina,2 es recién en los albores del siglo
XXI que el Partido Comunista (PC) ha comenzado a formar parte de las preocupaciones
de los historiadores nacionales. Estas investigaciones reconocen, no
obstante, relevantes antecedentes tanto en las producciones de los dirigentes
del partido y de los exponentes de la izquierda nacional y exmilitantes como
en aquellos investigadores que estudiaron el movimiento obrero argentino. Entre
los primeros, se encuentran los trabajos de Real (1962) y Codovilla (1964),
centrados en los relatos de las experiencias de militancias personales, y los de
Puiggrós (1956) y Ramos (1962) que, desde una perspectiva crítica, cuestionan
la pérdida de gravitación del partido en el ámbito de las organizaciones
obreras a partir de la década del cuarenta, lo que consideran una consecuencia
de la política frentista implementada por el comunismo bajo las directivas
de Moscú. Dentro de los segundos, hallamos las producciones de Murmis y
Portantiero (1971), Del Campo (1983), Matsushita (1986), Godio (1989), Torre
(1990) y Horowitz (2004) que, con disímiles niveles de enfoque y profundidad,
dan cuenta de la inserción e influencia del comunismo dentro del movimiento
obrero argentino antes de la emergencia del peronismo.
Entre quienes analizaron las relaciones entre una y otra fuerza política
encontramos variedad respecto de la perspectiva adoptada y de la problemática
en la que se pone énfasis. En tanto Campione (2007) dedica unas páginas
en sus apuntes a la trayectoria del PC en la Argentina, Altamirano (2011, pp.
25-29) brinda un panorama general sobre sus posicionamientos ante el “hecho peronista”, y Amaral (2008) profundiza en esta cuestión al estudiar el modo en que el PC respondió entre 1945 y 1955 al problema teórico (y práctico) que le significó el surgimiento del peronismo, y concluye que no pudo resolverlo dentro de los límites de su bagaje teórico y de su propia experiencia histórica.
Gurbanov y Rodríguez (2008) se preocupan por identificar cuáles fueron las fuerzas al interior del PC que determinaron en cada momento las distintas visiones e interpretaciones que hizo del peronismo. Jáuregui (2012) –que retoma estos aportes– busca desnaturalizar los vínculos entre peronismo y cultura de izquierda, y en este sentido plantea, por un lado, que las coincidencias con algunas políticas peronistas eran mayores que las que se reconocían; y por el otro, que las disidencias eran más de grado que de instrumento y objetivo.
Staltari (2014) se ocupa de la línea programática del PC, establecida a partir del XI Congreso, realizado en agosto de 1946, a los fines de dilucidar cuán eficaz resultó esta política y entender el porqué de la imposibilidad que los comunistas tuvieron para llevar adelante un reencuentro con la base social a la que le interesaba interpelar: los obreros y los sectores populares.
No obstante, las importantes respuestas que brindan estos trabajos al problema de las relaciones entre peronismo y comunismo nada dicen respecto a las características que asumieron en el interior del país, ni acerca de las prácticas concretas a que dieron lugar. Aunque ambos partidos presentaron una organización centralizada, lo que impulsaría a presuponer una cierta homogeneidad, cada espacio les imprime su propia dinámica a los procesos históricos más amplios, y es por ello que entendemos que emprender nuestro estudio desde una situación local, la de Río Cuarto, nos permitirá articular los niveles macro y micro y estudiar con un nivel importante de detalle los procesos políticos analizados. En este sentido, el presente trabajo intenta brindar un aporte a la complejización del análisis de las relaciones entre el comunismo y el peronismo, al abordarlas en un espacio donde los sectores obreros no fueron la “columna vertebral” de este último ni la oligarquía su “enemiga natural” (Tcach, 2006, p. 92).
En efecto, para la década de 1940, Río Cuarto –segunda ciudad de la provincia de Córdoba (tanto política como demográfica y económicamente)– tenía cerca de cincuenta mil habitantes, con un marcado predominio de profesionales, comerciantes, productores e industriales por sobre los dependientes y, dentro de éstos, con una preponderancia de los empleados en el sector terciario con respecto a los trabajadores de la industria, actividad que aún no había superado la etapa manufacturera (De Imaz, 1965, pp. 97-99). Ésta se hallaba fuertemente vinculada a la actividad agropecuaria de la región, a la
que proveía de insumos, maquinaria y herramientas por un lado, y por otro, produciendo alimentos para la población, ramas que ocupaban las primeras posiciones en términos de valor de la producción y personal ocupado (Regolini y Vagnola, 1995, pp. 950-951). Consideramos que estos rasgos socioeconómicos constituyen un elemento relevante para comprender las características asumidas por las relaciones entre los partidos comunista y peronista en el ámbito riocuartense. Significaron un predominio del radicalismo renovador dentro de la conformación inicial del peronismo local por sobre el laborismo y, dentro de éste, una preponderancia de los sectores medios y profesionales respecto de los trabajadores.
En trabajos anteriores hemos dado cuenta de cómo la falta de competencia política en el ámbito municipal hasta 1951 condujo a que las estrategias electorales del oficialismo peronista y de los partidos opositores se concentraran en las elecciones provinciales y nacionales. Todas ellas estuvieron atravesadas por el doble discurso oficialista y pregonaban, por una parte, el respeto de las libertades políticas de los ciudadanos, mientras que por la otra efectuaban procedimientos arbitrarios que coartaban las actividades proselitistas de la oposición.
A estas restricciones se les sumaron los cambios introducidos unilateralmente por el oficialismo en las reglas del juego político a través de la sanción de un conjunto de disposiciones legales que modificaron profundamente el escenario político. A la postre, no solo fortalecieron un gobierno basado en la voluntad de la mayoría, sino que también desalentaron el multipartidismo y tendieron a nuclear a los sectores opositores en torno a la Unión Cívica Radical (UCR) (Camaño Semprini, 2014b).
Es en este contexto que la presente investigación busca acercarse a los sucesivos posicionamientos del PC local frente al peronismo, para ello recurrimos fundamentalmente a sus comunicados oficiales, publicados en la prensa local. Al respecto, resulta metodológicamente pertinente aclarar la elección del diario El Pueblo como nuestra fuente principal de información. Debido a la desaparición del diario radical Tribuna en 1943, al alineamiento de Justicia con el peronismo y a que los otros dos diarios de la época (La Voz de Río Cuarto y La Calle) surgieron como voces oficialistas, El Pueblo se convirtió en el “paladín” de la oposición en el ámbito riocuartense. No solo por su tradicional tendencia demócrata sino también porque, dado que durante el período estudiado no se realizaron elecciones municipales y el gobierno local estuvo en manos de comisionados nombrados por el Poder Ejecutivo provincial, el diario constituyó un sustituto de la actividad parlamentaria y de la tribuna pública –como consecuencia de la creciente represión política– para la canalización de la voz de los sectores opositores, entre ellos el PC, a través del cual emitían sus
comunicados públicos (Camaño, 2013). Además, al igual que ocurre con el
resto de los partidos políticos locales,3 no es posible acceder a documentación
propia, dado que no se conservan repositorios partidarios que permitirían una
aproximación a las tensiones y contradicciones internas y no solamente a su
discurso público.4 No obstante, sin dejar de reconocer la importancia que revestiría
poder efectuar un análisis de dichos aspectos, consideramos que los
comunicados oficiales constituyen una dimensión de análisis privilegiada para
alcanzar los objetivos de la presente investigación.
Teniendo en cuenta esto, en primera instancia nos ocupamos de la participación
del PC riocuartense en la campaña electoral con miras a los comicios
de febrero de 1946, atendiendo particularmente a sus vínculos con los
demás partidos opositores al naciente peronismo y con los sectores obreros de
la ciudad. Luego, nos abocamos al estudio de las relaciones entre el PC y el
oficialismo durante el primer gobierno peronista, poniendo especial énfasis en
las diversas estrategias implementadas por ambas fuerzas políticas.
Al igual que en el resto del país, a partir del golpe de Estado de 1943 y
de la posterior disolución de los partidos políticos, se produjo una ruptura en
la vida política riocuartense. Probablemente debido al temor por una posible
represión, las autoridades de los distintos partidos políticos actuantes en Río
Cuarto asistieron en silencio a la clausura de sus locales y a la incautación
de documentación partidaria,5 y permanecieron en esa prudente y expectante
actitud hasta que empezaron a avizorarse en el horizonte político las posibilidades
de una apertura democrática.
Hacia fines de 1944 comenzaron a aparecer en la ciudad panfletos
con consignas que exigían una democracia efectiva y tildaban a las autoridades
nacionales de “naziperonismo”.6 En los meses siguientes, el clima de
movilización política pasó de las demandas cuasianónimas y clandestinas a
un despertar de las actividades partidarias propiamente dichas. A mediados de abril de ese año, El Pueblo atribuía el ritmo cada vez más marcado que adquirían las actividades políticas a diversos factores que permitían vislumbrar una cercana normalización de la vida democrática, entre los que se destacaba la próxima sanción del Estatuto de los Partidos Políticos, tras el cual se suponía sería levantada su disolución y se convocaría a elecciones.
Con el objetivo de formar una coalición para enfrentar la previsible candidatura de Juan Domingo Perón, hacia fines de agosto quedó constituida la Agrupación Pro-Conciliación Nacional (APCN) en Río Cuarto, que –declaraba– reunía a ciudadanos pertenecientes a todos los sectores democráticos de la opinión pública “decididos patrióticamente a que la Argentina vuelva a los cauces de la historia, mediante el restablecimiento pleno del régimen constitucional, conscientes del deber de la hora que reclama para el país conquistas efectivas”.7
La participación del PC en esta agrupación que contaba en su Junta Ejecutiva con exponentes locales con trascendencia provincial de los partidos radical, demócrata, socialista y comunista (este último representado por José Ignacio Zorrilla) respondía a los lineamientos del VII Congreso de la Internacional Comunista llevado a cabo en 1935, que privilegiaba la formación de frentes populares para enfrentar al fascismo; estrategia que en el ámbito cordobés había impulsado al PC a no presentar candidatos propios sino a apoyar electoralmente al radicalismo entre 1935 y 1943. Pero en el espacio riocuartense tenía como antecedente, además, la conformación, en 1934, de un frente único con el propósito de realizar un acto de afirmación democrática frente a la creciente presencia de grupos fascistas en la ciudad.8 En lo que constituyó una reacción contra “los que aspira[ba]n a reemplazar nuestras democráticas instituciones con un régimen dictatorial”,9 radicales, demócratas, socialistas y comunistas se unieron en defensa de las “dos columnas de la vida cívica”: la libertad y la democracia, esperando colocar a Río Cuarto “a la vanguardia de los pueblos libres”.10
Si bien en los años siguientes el predominio de la intransigencia dentro del radicalismo frustró nuevas alianzas interpartidarias, esta experiencia sirvió como antecedente para que germinaran iniciativas similares. En 1943 se
constituyó un Comité de Unificación Democrática, dentro del que se encontraban comunistas como Roberto Tato, Nicomedes Mansilla, Juan Chávez y Levis Kvitca,11 quienes en 1945 integraron nuevamente la APCN.
Apenas conformada, desde la agrupación se hizo un llamado a los riocuartenses para que estrecharan vínculos alrededor de sus respectivos partidos y de ella misma, y a que estuvieran atentos a los reclamos para unirse a las “filas de la ciudadanía militante, activa y organizada”.12 Semanas más tarde organizó un acto en la plaza central de la ciudad (General Roca), al que asistieron profesionales, estudiantes, obreros y mujeres. Allí hicieron uso de la palabra tanto Zorrilla como los dirigentes de los otros partidos integrantes de su Junta Ejecutiva: Miguel Ángel Zavala Ortiz de la UCR, Clodomiro Carranza del Partido Demócrata (PD) y Juan Pressaco del PS.
Todos ellos coincidieron en señalar que “la renuncia del Coronel Perón no significaba el fin del régimen imperante, por lo que todos los ciudadanos amantes de la democracia debían unir sus fuerzas para defenderla y provocar el inmediato retorno a la normalidad institucional”.13 Los discursos fueron repetidamente interrumpidos por las autoridades policiales, quienes reclamaban que se disolviese la manifestación y dispusieron un gran número de agentes en torno a la plaza. Ante la negativa a dispersarse, se produjo un enfrentamiento que culminó con la emisión de una orden de arresto contra los disertantes, acusados de desacato por violar el estado de sitio vigente.
Pocos días después, el Comité de Unidad Sindical (CUS) –que congregaba a la totalidad de los sindicatos de la ciudad14 y dentro del cual predominaba la influencia del PC– decidió “repudiar enérgicamente todo paro o intento de huelga que elementos peronistas pretenden realizar” y prevenía a la clase trabajadora y al pueblo en general sobre lo engañoso de “este intento perturbador”,15 a la vez que se posicionaba en contra del naciente peronismo.
En el mismo sentido, los empleados y obreros de la usina eléctrica informaron que no apoyarían la huelga decretada por la Confederación General del Trabajo, “por considerarla una maniobra más de los grupos peronianos” y afirmaron sostener “la prescindencia absoluta del Estado respecto al movimiento
obrero organizados”. También el Centro de Empleados de Comercio repudió el paro “por antiobrero y antidemocrático”, y advirtió “a los empleados de comercio, trabajadores y pueblo en general para que no se dejen engañar por la política demagógica de los elementos ajenos a la clase trabajadora que pretenden… defender sus intereses espurios”.16 Consecuentemente, el día 18 los trabajadores riocuartenses concurrieron normalmente a sus puestos de trabajo y, aunque hubo algunos enfrentamientos menores –a diferencia de lo ocurrido en otras ciudades del interior–, no se produjeron manifestaciones públicas de importancia.17
A mediados de noviembre, la Junta Ejecutiva de la APCN alzó nuevamente su voz para celebrar la conformación de la Unión Democrática (UD) en Buenos Aires, porque consideraba que así se sellaba la confluencia de todos los partidos políticos y fuerzas progresistas del país, “deseosos de agrupar sus esfuerzos para desterrar para siempre de la vida política de la República las fuerzas retrógradas y despóticas del nazi-peronismo”. Se exigía tanto el levantamiento del estado de sitio, por considerarlo un arma de la dictadura y, en particular, del peronismo, como la neutralización de un aparato estatal electoral que se hallaba “al servicio del autocandidato del continuismo”.18
Pocos días más tarde fue inaugurado un Comité de la UD en Río Cuarto y quedó habilitado el local donde se efectuarían las reuniones. Si bien los distintos partidos que la integraban plantearon una estrategia común frente al naciente peronismo, la importancia del PC dentro de esta iniciativa se manifestó claramente, no solo por el predominio de sus dirigentes dentro de las distintas entidades democráticas que florecieron, sino también por la intensa actividad proselitista desplegada en diversos ámbitos. Un ejemplo de ello fue el ciclo de conferencias inaugurado en diciembre de 1945 y que tuvo continuidad en los meses siguientes, en el que semanalmente un exponente del PC disertaba sobre variados temas vinculados con la realidad política del momento: “Cultura Política”, “La unidad nacional y el Partido Comunista”, “La China comunista, antes y después de la guerra”, entre otros.19 Así lo reconocían también otros sectores integrantes de la UD riocuartense, al señalar que era “notorio que los comunistas ha[bía]n desarrollado una actividad intensísima, a la que justo es
reconocerle eficacia, por su capacidad y notoria perseverancia”.20
Como en otras partes del país, la campaña electoral se caracterizó por un fuerte enfrentamiento entre los partidarios de la UD y los del candidato “continuista”. Dicha contienda estuvo plagada de escaramuzas entre seguidores de cada contrincante que, con distintos protagonistas, se repitieron en varias localidades del departamento durante los meses siguientes. En este marco, a mediados de enero expusieron en un acto partidario su punto de vista sobre la situación política, económica y social del país los dirigentes comunistas riocuartenses Omar Acosta, Eulogio Astrada y Roberto Tato, el cordobés Juan Blak y el importante pensador del PC argentino Benito Marianetti. Todos ellos coincidieron en sus propósitos de unidad democrática, necesaria para enfrentar al enemigo común: el naziperonismo.21 También la Comisión Regional de la Federación Juvenil Comunista (FJC), en un comunicado emitido semanas más tarde dirigido a la juventud independiente de Río Cuarto, la instaba a “ocupar un puesto de lucha en defensa de los más elementales derechos de la ciudadanía amenazados hoy por las hordas desatadas del peronismo, verdadera punta de lanza del nazismo internacional en nuestra patria”.22
Dicho epíteto había sido creado por el PC argentino para calificar a lo que se entendía era la versión argentina del fascismo europeo e implicaba un entrecruzamiento de las circunstancias internas con las externas: a la lógica de la III Internacional se le sumaba el resentimiento hacia Perón provocado por su exitoso cortejo de los sectores obreros (Jáuregui, 2012, p. 4). Se privilegiaba así, por sobre las reivindicaciones obreras, la lucha antifascista.
Los peronistas basaron su campaña en la agitación de las banderas de la justicia social y la obra realizada por el gobierno militar. En este sentido, resulta pertinente retomar el argumento de Torre respecto a que la confrontación electoral se desarrolló en el terreno de la lucha social. Un punto de inflexión fue la firma del decreto 33.302, por el cual Edelmiro Farrell estableció un incremento general en los salarios, extendió las vacaciones pagas a la mayoría de los trabajadores, aumentó el monto de las indemnizaciones por despidos y creó el “sueldo anual complementario”, con la expresa mención de que empezaba a regir inmediatamente y debía ser abonado a fin de año.
Este conflicto tuvo una significativa gravitación sobre los rumbos de la campaña electoral, pues que el gobierno presentara el decreto como resultante de instrucciones dejadas por el exsecretario de Trabajo y Previsión provocó la
reacción de los partidos opositores. Su irritación frente a lo que consideraban un golpe electoralista del gobierno hizo que terminaran oponiéndose al contenido de las medidas, y esta circunstancia, que tal vez no estuvo ausente en los cálculos oficiales, definió su lugar en la confrontación política. La consecuente coincidencia de los partidos políticos con los voceros de la clase patronal fue aprovechada por el peronismo para hacer aparecer la polarización que dominó la campaña electoral como un enfrentamiento abierto entre sectores sociales antagónicos (Torre, 2006, pp. 144-146).
Notablemente llamativa resulta, en este contexto, la postura de los gremios locales nucleados en torno al Centro de Obreros y Empleados Democráticos (COED).23 A diferencia del CUS, nacido con objetivos eminentemente gremiales, esta organización se creó entre fines de 1945 y comienzos de 1946 con funciones expresamente políticas: “luchar públicamente por los ideales democráticos y la restauración del régimen republicano”.24 En su comisión puede observarse una clara preminencia de los dirigentes comunistas: Juan Chaves, Levis Kvitca, Eulogio Astrada, por nombrar a los que tenían mayor historial de militancia dentro del partido. Asimismo, la mayoría de los gremios que conformaban esta agrupación tenían dirigencia comunista (obreros de la construcción, empleados de comercio, sastres, ladrilleros).
Su influencia quedó evidenciada en el primer manifiesto del COED, donde fijó su posicionamiento ante las que entendía “graves circunstancias que debe en esta hora afrontar la ciudadanía, sin distinción de credos ni de clases sociales”. Declaraba que las conquistas de la clase obrera debían alcanzarse mediante el esfuerzo del proletariado y “no aceptarse como una dádiva provocada por las urgencias electorales del gobierno de facto”, detrás de las cuales denunciaba la existencia de “intenciones demagógicas” efímeras, por lo que –“sin renunciar a ninguna de las legítimas exigencias de efectivo mejoramiento en las condiciones de vida de la clase obrera”– exigía “la restauración de nuestro régimen constitucional y democrático, como condición indispensable de todo progreso social”.25
Teniendo en cuenta esta coincidencia en los motivos fundamentales que inspiraban al movimiento de las fuerzas económicas del país, se solidarizaba con éste y solicitaba “la adhesión de empleados y obreros para el éxito de esta
campaña en que se suman, en un gran esfuerzo común, todos los argentinos que aman la libertad y que no aceptarán jamás ninguna forma de opresión ni dictadura”.26Así, el movimiento obrero sindicalizado de Río Cuarto –dentro del cual predominaba la influencia de comunistas y socialistas– desplazaba las cuestiones sociales de la gresca política y priorizaba el hecho de que en febrero, quienes se enfrentaban representaban dos fuerzas políticas antagónicas y mutuamente excluyentes: democracia y totalitarismo.
En el mismo sentido, días más tarde, la Junta de la UD de Río Cuarto, ante lo que consideraba una “política demagógica y nazista del gobierno ‘de facto’ al servicio del continuismo”, aconsejaba “el establecimiento de conversaciones directas inmediatas entre patrones y obreros, para la solución temporaria de las actuales diferencias, sin perjuicio de la solución de fondo que en su hora deben dar los altos poderes de la Nación legítimamente constituidos”.27
En consecuencia, aunque su programa de gobierno no era ni menos novedoso ni más conservador que el sostenido por la coalición peronista, ocupó un lugar secundario en la campaña electoral de la UD, desplazado por la defensa de la democracia en contra de las amenazas del totalitarismo. La desazón al recibir, semanas más tarde, los resultados de una elección que le daba un ajustado –aunque definitivo– triunfo al peronismo fue notable, tanto entre los políticos locales como en la prensa opositora.
En Río Cuarto, la fórmula presidencial Perón-Quijano obtuvo 2519 votos mientras que sus contrincantes Tamborini-Mosca cosecharon 1242, de los cuales 305 provenían del PC. La prensa se preguntó entonces qué había pasado con el voto obrero, pues considerando “toda la actividad desplegada y por la capacidad de sus dirigentes, creíamos que el Partido Comunista lograría reunir una apreciable cantidad de votos” y “tampoco ha marcado progresos notorios el Partido Socialista, pese a su larga actuación y al haber tenido representación en las cámaras legislativas nacionales y provinciales”.28 La respuesta fue contundente:
“¿Dónde están, pues, los grandes contingentes gremialistas, que siempre habían seguido a ambos partidos? Creemos que la respuesta no es difícil. Han sido absorbidos por el ‘peronismo’, de la misma manera que ha cosechado en el campo radical y en el demócrata, como lo reflejan las urnas”.29
Para comprender que, pese al triunfo del peronismo en Río Cuarto, los sindicatos locales se posicionaron en la vereda de enfrente apoyando a la fórmula de la UD, resulta necesario resaltar las características particulares que asumió la conformación del laborismo local. A diferencia de lo ocurrido en la ciudad de Córdoba de la mano del teniente Russo (Tcach, 2006, pp. 100-104), en Río Cuarto no se construyó una base obrera desde la Secretaría de Trabajo y Previsión (STP) que sirviera de apoyatura partidaria propia al peronismo. Si bien fue eficiente en su tarea de mediar en las relaciones entre empleadores y trabajadores, al acercar a las bases sociales al emergente peronismo y permitir su triunfo en febrero de 1946, esto no se tradujo en la construcción de una nueva estructura partidaria. Por el contrario, inversamente al laborismo cordobés surgido sobre la base de la Federación Obrera de Córdoba, el riocuartense tuvo en sus orígenes un exiguo componente obrero y un predominio de sectores medios y profesionales.
Sorprendidos por el triunfo del peronismo, los partidos opositores debieron
reacomodarse a un nuevo escenario político, caracterizado por la presencia
de un partido mayoritario con vocación de hegemónico. Aunque no tuviera su
correlato en procedimientos efectivos destinados a destruir mediante el empleo
de la fuerza a los partidos tradicionales, desde su victoria se fue produciendo la
radicalización de un discurso de corte fundacional a medida que el peronismo
se consolidaba en el poder. Éste venía a significar la ruptura con los actores del
pasado político y la alternancia en el gobierno era percibida como equivalente
a la resurrección del enemigo (Tcach, 2006, pp. 182-183).
Este proceso reportó especial significancia en el ámbito local, donde la
anulación de la autonomía municipal y la consecuente ausencia de competencia
electoral implicó el quiebre del sistema de partidos y la imposibilidad de
los sectores opositores no solo de acceder al poder político sino también de
competir por éste. En efecto, en la provincia de Córdoba los comicios de 1946
no incluyeron la elección de autoridades municipales, y solo en unas pocas
localidades, entre las que se encontraba Río Cuarto, fue restablecida en 1951. Durante ese período la ciudad estuvo bajo la administración de comisionados nombrados por el gobierno provincial.30
Frente al monopolio del poder público en manos del peronismo, la oposición recurrió a otras formas de participación política, tales como la apelación a la opinión pública a través de la prensa o el reclamo ante instancias superiores de decisión. En este contexto, fueron las elecciones provinciales y nacionales las que brindaron oportunidades a los políticos riocuartenses de acceder a cargos públicos, por lo que en ellas concentraron sus esfuerzos proselitistas.
A diferencia de la experiencia de radicales y demócratas, esta situación no significó para los comunistas riocuartenses un viraje en sus habituales estrategias, dado que tradicionalmente habían optado por no presentar candidatos a la intendencia y focalizarse en los comicios provinciales y nacionales.
Sin embargo, sí se vieron afectados por otras estrategias implementadas por el oficialismo, tendientes a obstaculizar el fortalecimiento de la oposición, tales como las restricciones impuestas a las libertades de prensa y de reunión y la creciente politización de ámbitos como los sindicatos, la policía provincial y la educación.
Fueron frecuentes durante todo el período las denuncias de los partidos opositores respecto a las obstrucciones con que, en flagrante violación de las garantías constitucionales, las autoridades dificultaban sus tareas políticas.31 Ya en octubre de 1946 el PC y la FJC protestaron públicamente por la detención de diez jóvenes que realizaban pintadas contra el régimen franquista y que habían permanecido encerrados en una celda común e incomunicados durante casi veinticuatro horas:
“fue visible en todo momento una actitud hostil de parte de determinados funcionarios de la Jefatura Política, en su deseo, no de cumplir con sus obligaciones, sino posiblemente, con ideales políticos reaccionarios…el Partido Comunista y la Juventud Comunista, hace constar públicamente su más formal protesta por tales arbitrarias detenciones y afirma una vez más su respeto por la Constitución Nacional y el deseo de cumplir con los deberes que ella impone y de disfrutar ampliamente de los derechos que otorga”.32
Similar postura asumieron en junio de 1947, cuando una brigada policial al mando del jefe político departamental allanó el local partidario y detuvo a ochenta personas congregadas para participar de una fiesta organizada por el PC. En su comunicado, el partido afirmaba que el procedimiento policial había sido incorrecto y las autoridades se habían extralimitado en el cumplimiento de su deber, dado que entre los detenidos se encontraban alrededor de treinta y cinco mujeres y niños, se había iniciado prontuario a todos los mayores de quince años y la declaración que se les hizo firmar en muchos casos no reflejaba lo expresado por los detenidos. Los comunistas consideraban que este proceder señalaba “el propósito determinado de intimidar a los asistentes y perturbar el libre desenvolvimiento del Partido”. Sin embargo, aclaraban que medidas de este tipo no estaban exclusivamente dirigidas contra el PC, sino que respondían a una política de restricción al libre desenvolvimiento de las organizaciones obreras y demás partidos políticos. Consecuentemente, se hacía un llamado a los demás sectores progresistas, a la clase obrera, a los campesinos y a todas las fuerzas democráticas a conformar un gran Frente Nacional de Liberación Social y Nacional (FLSyN).33
Luego del triunfo de Perón, al desaparecer la fórmula “nazi-peronismo” del lenguaje partidario, los comunistas veían prefigurarse un nuevo reagrupamiento de fuerzas coherente con los objetivos de la revolución democráticoburguesa, cuyo instrumento sería el FLSyN (Altamirano, 2011, p. 26). Debía incluir a quienes habían votado por Tamborini y a los que lo habían hecho por Perón, en tanto estuvieran dispuestos a acompañar al comunismo en su lucha por las tareas de la revolución agraria y antiimperialista (Amaral, 2008, p. 15). Recordemos que ésta era la misión del PC en aquellos países coloniales y semicoloniales para completar el desarrollo capitalista que daría lugar a la revolución. Estas tareas sociales y económicas se complementaban en el plano político con el fortalecimiento de la democracia, con la búsqueda de un gobierno representativo y limitado, que permitiría el cumplimiento de las tareas revolucionarias del partido de clase (Amaral, 2008, pp. 4-6).
Esto significaba que la propuesta de un FLSyN no implicaba que el PC abandonara su posicionamiento predominantemente opositor, sino que sus críticas se abrían en dos direcciones: en que los beneficios obtenidos por los trabajadores no conducían a una mejora apreciable de su calidad de vida; y en que las debilidades institucionales del régimen encaminaban al gobierno hacia el autoritarismo (Jáuregui, 2012, p. 7).
Esta estrategia se plasmó nuevamente en febrero del año siguiente cuando, en plena campaña de cara a las elecciones legislativas de marzo, tres de sus principales dirigentes fueron “retenidos” en la Jefatura Política. A raíz de una supuesta denuncia anónima, Levis Kvitca, Alfredo Sabattini y Roberto Tato permanecieron durante veinticuatro horas incomunicados en una celda común, “sin ni siquiera tener un jergón donde reposar, careciendo de agua, en pésimas condiciones de higiene y tratados como delincuentes vulgares”.
Fue en este marco que el Comité local del PC argumentó que la conformación de un FLSyN aseguraría “el pleno imperio de la Constitución Nacional, el consiguiente respeto a todas las ideologías que la misma permite”, al tiempo que impediría “que nuestro país caiga bajo la dominación del agresivo imperialismo anglo-yanqui, supremo enemigo de las libertades democráticas”.34
Pocas semanas antes se les había impuesto un veedor policial como condición para autorizar una reunión partidaria, quien estuvo presente durante todo su desenvolvimiento. Protestaron enérgicamente y dieron “publicidad al hecho por considerarla una inadmisible restricción del derecho de reunión y de palabra y porque representa[ba] una coacción preelectoral que conspira[ba] contra el normal desarrollo de la campaña política”.35 Recordemos que tanto el oficialismo como la oposición le otorgaron especial importancia a los comicios celebrados en marzo de 1948, puesto que, al ser los primeros realizados luego del triunfo peronista, permitirían constatar la posición ocupada por cada partido en el tablero de la política nacional, especialmente en lo relativo a la fidelidad (o no) de sus electores.
Durante el transcurso de la campaña la prensa denunció en múltiples oportunidades el dualismo que caracterizaba a las autoridades políticas: mientras los comunicados oficiales pregonaban el respeto a las libertades políticas de los ciudadanos, eran frecuentes los procedimientos arbitrarios para coartar los actos de proselitismo de los partidos opositores. Así, por ejemplo, mientras la Jefatura Política le negó el permiso a la UCR y le revocaba el suyo al PC para llevar a cabo su asamblea pública de proclamación de candidatos en la Plaza Olmos (frente al Palacio Municipal), le otorgó autorización para varios actos al Partido Peronista, incluso en la plaza General Roca, donde estaban prohibidas por ordenanza concentraciones de carácter político (Camaño Semprini, 2014b).
Frente a ello, el PC publicó un comunicado en el que afirmaba que dicha prohibición constituía “una abierta violación a las reiteradas promesas de libertad electoral formuladas por el P.E. Nacional y por el señor interventor federal en la provincia, significando también la anulación de una expresa garantía constitucional”.36 Sostenía que esta medida, sumada al impedimento de efectuar reuniones partidarias en local cerrado y de fijar carteles de propaganda, implicaba coartar por completo libertades expresamente reconocidas por las autoridades nacionales y, por lo tanto, constituía “una amenaza, no solo para los comunistas, sino también para todos los demás partidos de la oposición y lleva[ba] al gobierno provincial por una senda antipopular y antidemocrática”.
Por lo tanto, juzgaba:
“ocioso hablar de libertad y democracia tratando incluso de presentar a nuestro país ante el mundo como modelo de respeto a las libertades públicas, mientras que en la práctica se procede de tal manera, similar o peor a los métodos seguidos por los gobiernos más crudamente oligárquicos”.37
No obstante estos antecedentes, el 7 de marzo las elecciones para diputados nacionales se llevaron a cabo con normalidad. Votó en ellas el 70% del electorado riocuartense. El PC vio levemente reducido su caudal de votos, pues obtuvo 276.38 Esto se acentuó en los siguientes comicios, celebrados en diciembre de ese mismo año, en los que obtuvo 209 sufragios.39
En dicha oportunidad, dado que coincidía la elección de autoridades provinciales con la de convencionales nacionales, no solo se seleccionaba a los encargados de conducir los destinos de Córdoba, sino también a quienes modificarían la Constitución Nacional y, con ella, la base institucional de la organización política y social de la Argentina. Esto le otorgó una especial trascendencia tanto a las elecciones como al posicionamiento de los distintos
partidos políticos. Además de organizar actos públicos donde los candidatos
del PC a senadores y a diputado por el departamento (Roberto Tato, Faustino
Pulmonare y Lorenzo Dalmasso, respectivamente) exponían el programa partidario
y fijaban su posicionamiento frente a la reforma constitucional, el partido
también realizaba charlas informativas en el marco de fiestas a las que estaban
invitados no solamente los afiliados, sino también sus amigos y familiares.40
El PC recurrió también a la emisión de comunicados en la prensa riocuartense,
en los que declaraba “Que el proyecto de reformas que propicia el
partido oficialista, no solo no trae ningún progreso apreciable con respecto a
la Constitución de 1853 sino que destruye el sentido profundamente liberal de ésta, liquidando todas las libertades ciudadanas”. Para sostener este argumento
señalaba que, pese a mantenerse el artículo 14, el hecho de que se incluyera
el delito de “intención” ponía en manos del Presidente tanto el arma del “Estado
de sitio” como la de “prevención y alarma”, amenaza que entendía típica
creación del fascismo y que significaba “una espada de Damocles permanentemente
suspendida sobre los derechos ciudadanos”.41
Similares palabras fueron empleadas meses más tarde, cuando la policía
allanó la sede del Comité local y los domicilios de varios dirigentes comunistas
y los detuvo sin fundamentos. Entre ellos se hallaba Berta de Tato, esposa
del dirigente Roberto Tato, quien fue puesta en libertad poco después bajo
orden médica, por estar embarazada. En dicha ocasión, el Comité local del PC
sentenció:
“Ante este atropello, que se suma a las reiteradas prohibiciones de efectuar actos públicos o fiestas, a un partido cuya actuación se ajusta a las normas legales, vigentes, en abierta violación de claros preceptos constitucionales, el Comité local del Partido Comunista expresa su más enérgica protesta y alerta a la opinión pública sobre estas actitudes de las autoridades policiales contra las libertades públicas”.42
Durante la primera presidencia peronista fueron frecuentes este tipo de
denuncias contra lo que entendían atropellos a las más básicas libertades establecidas
por la Constitución Nacional, no se limitaban a lo ocurrido en el ámbito riocuartense sino que también se alzaban frente a los procedimientos similares en distintos puntos del país. Ejemplo de ello es el telegrama enviado en noviembre de 1949 al ministro del Interior para protestar por la represión ejercida por las fuerzas policiales bonaerenses contra los asistentes a los festejos por el aniversario de la Revolución Rusa, y le reclamaron la libertad de los detenidos y el respeto al derecho de opinión.43
A partir del triunfo peronista en noviembre de 1951, disminuyeron notablemente las denuncias de este tipo. Entendemos que esto se vinculó con la maniobra emprendida por el oficialismo para aislar a los sectores más disruptivos de la oposición, empleando una estrategia de “descompresión política parcial”. Bajo la legitimidad otorgada por el triunfo en las urnas y la derrota de la intentona militar de septiembre, se perseguía la recreación de un clima de convivencia política que propiciara un espacio de oposición leal, es decir, un tipo de accionar político que renunciase al empleo de la fuerza y a la búsqueda de aliados militares. En este contexto, a partir de 1952, en la provincia la represión se redujo a niveles mínimos y hasta el propio PC pudo realizar su actividad proselitista sin mayores trabas (Tcach, 2006, pp. 195-196).
En Río Cuarto, el último episodio conflictivo al que hace referencia la prensa tuvo lugar en febrero de 1952. Motivada por la detención de varios comunistas locales, una Comisión Especial hizo pública una carta dirigida al jefe de la Segunda Zona de Policía (cuya copia fue enviada, además, al ministro del Interior, al ministro de Gobierno de la provincia, al gobernador y a todos los partidos políticos, agrupaciones obreras y periódicos de la ciudad) en la que reclamaban: “la libre actuación pública del Partido Comunista, con el mismo derecho que poseen otras agrupaciones políticas”.44
Dada la prolongada ausencia de reclamos públicos por parte del PC, podemos suponer que durante los meses siguientes fueron respetadas sus libertades en el marco de la citada política de reapertura impulsada por el oficialismo.
Sin embargo, ésta se hallaba dirigida a los partidos pero no al sistema político en su conjunto. Fue precisamente la pervivencia de ciertos elementos, que acentuaban el desconocimiento de los partidos opositores como competidores legítimos en la arena política y limitaban notablemente su inclusión real en el reparto de recursos institucionales, lo que condujo al fracaso de esta estrategia contemporizadora. Desde el oficialismo se mantuvo el clivaje pueblo-antipueblo como criterio para definir los partidos antisistema; la nueva arquitectura institucional construida a partir de 1951 trazaba una fuerte asimetría de poderes entre oficialismo y oposición (dados los elevados umbrales para la participación de los partidos en la distribución de recursos institucionales y
en la gestión de los asuntos públicos); y la existencia de ciertas prácticas represivas
(como los obstáculos para la realización de actos, las causas abiertas
a quienes hacían uso de la palabra en ellos, la exclusión de la administración
pública de los afiliados a partidos opositores, entre otros) que entorpecían el
pleno ejercicio de los derechos y las libertades públicas (Tcach, 2006, p. 240).
Los atentados del 15 de abril de 1953 en Plaza de Mayo, perpetrados
contra una pacífica concentración popular en apoyo al gobierno, pusieron fin
a la política de apaciguamiento. Las sedes de la UCR y del PD fueron allanadas
y se detuvieron numerosos dirigentes de primera línea. En Río Cuarto fueron
detenidos los hermanos Teobaldo y Carlos Zavala Ortiz y, en un confuso episodio
que incluyó disparos de armas de fuego, el dirigente juvenil Conrado
Storani.45 Poco después ocurrió lo mismo con varios dirigentes del comunismo:
el matrimonio Tato, Alfredo Sabattini, Francisco y Osvaldo Rosso, con penas
que variaron entre los diez y treinta días de arresto. Se los acusó de tenencia y
distribución de materiales de carácter subversivo y se les aplicó el Código de
Faltas entonces vigente por decreto del Poder Ejecutivo provincial.46
Con el fin de denunciar la inconstitucionalidad de dicho ordenamiento,
por carecer de sanción legislativa, veinticinco letrados cordobeses cursaron
una demanda ante el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia. Argumentaron
que la medida tomada vulneraba lo establecido por la Constitución Nacional, “ya que ningún habitante de la nación puede ser penado sin juicio previo
fundado en ley anterior al hecho del proceso” y, por lo tanto, habían sufrido
una privación ilegítima de su libertad. Asimismo, declaraban que:
“al negar toda posibilidad de apelación ante los jueces de derecho, además de contrariar el principio de la división de los poderes, deja[ba] en manos de la arbitrariedad y del discrecionalismo policial –no siempre muy edificante– la vida, la fortuna y el honor de los habitantes de la provincia”.47
El Tribunal Superior dio lugar a todas las demandas y decretó la inconstitucionalidad
de la medida tomada, libró oficio al jefe de Policía de la provincia
y al director de la Cárcel de Encausados para que informaran sobre la efectividad
y las causales de las detenciones, y ordenó la citación y el emplazamiento de la demanda en la persona del gobernador.
No obstante este logro, en la vida cotidiana de una ciudad como Río
Cuarto, sobre todo en lo que se refiere a los lugares de trabajo, el trato recibido
por quienes militaban dentro del comunismo no debe haber sido demasiado
benévolo. Así parecen demostrarlo las recurrentes solicitadas en la prensa a través
de las cuales trabajadores riocuartenses negaban cualquier vinculación con
el PC. Para entonces, lejos habían quedado los días en que los gremios locales
reclamaban por “un movimiento sindical, libre, fuerte y unido sin injerencias
electoralistas de la Secretaría de Trabajo y Previsión”.48 Por el contrario, merced
a la creación de la Subdelegación de la STP y de la creciente institucionalización
del movimiento obrero en torno a la Delegación Regional de la Confederación
General del Trabajo de la República Argentina (CGT) (intervenida en
noviembre de 1947), se había profundizado el proceso de peronización del
sindicalismo riocuartense. Esto queda constatado no solamente por la intervención
de diferentes gremios locales y la creación de sindicatos paralelos,49 sino
también por la monopolización de los festejos típicamente obreros como el 1° de Mayo, hasta entonces encabezados por socialistas y comunistas (Camaño,
2011b). En lo que constituye una clara evidencia de la consolidación de dicho
proceso en 1951, la Delegación Regional de la CGT le había solicitado “a su único e indiscutido líder y conductor, el General Perón, que acepta[ra] la reelección
presidencial…para bien de la patria y sus descamisados”.50
La confluencia del PC con los demás partidos actuantes en la ciudad en
la conformación de una APCN no obedeció únicamente a las directivas internacionales,
también hundía sus raíces en alianzas similares ensayadas durante
la década anterior en el espacio local. Al igual que entonces, lo que se buscaba
era poner freno a la amenaza fascista en el propio suelo. Fue precisamente ese el eje que caracterizó la campaña electoral de 1946, que enfrentó a los partidarios de la UD con los peronistas. Mientras los primeros, entre quienes tuvieron un rol destacado los comunistas locales, enfatizaban el antagonismo entre el “naziperonismo” y la democracia, los segundos hicieron hincapié en la justicia social y en las transformaciones iniciadas por el gobierno militar, que serían profundizadas por Perón.
Como nota distintiva, los gremios riocuartenses (bajo la influencia comunista y socialista) optaron por la alternativa “democrática” y condenaron fuertemente tanto la injerencia del gobierno en el movimiento obrero como las restricciones políticas impuestas, consideradas propias de una dictadura. En febrero de 1946, no se había logrado traducir el apoyo de los sectores trabajadores (evidenciado con el triunfo peronista) en la construcción de una estructura partidaria propia. Recién a partir de 1948 se lograría vencer la resistencia de los gremios locales para emprender exitosamente la tarea de construcción de un movimiento obrero subordinado a los poderes políticos en el espacio departamental, lo cual permitiría alcanzar en 1951 el apoyo incondicional de los sindicatos de Río Cuarto a la candidatura de Perón.
Durante todo el período analizado, los comunistas sufrieron restricciones a sus libertades políticas, que variaron desde la prohibición de realizar actos públicos hasta la detención de sus principales dirigentes, pasando por el traslado de sus manifestaciones a zonas extracéntricas de la ciudad y el secuestro de panfletos partidarios. No obstante, el partido apeló a su experiencia histórica –construida en las décadas precedentes– para afrontar las restricciones impuestas por el oficialismo, denunciándolas públicamente y recurriendo a la Justicia provincial. Resta establecer hasta qué punto su capacidad de supervivencia respondió a sus propias estrategias, o más bien se debió a la política oscilante del peronismo en sus relaciones con los demás partidos y, en particular, con el comunismo.
Al acentuar la primera posibilidad, podríamos argüir que fue un arraigado sentido de pertenencia (sustentado en las luchas sociales, la prédica antifascista y el sentimiento de solidaridad hacia la Unión Soviética) lo que permitió que sus dirigentes y militantes (reducidos en número aunque constantes a lo largo del período) sobrevivieran a las embestidas del oficialismo peronista. Si bien éstas –considerando la segunda alternativa– nunca llegaron hasta las últimas consecuencias: el PC no fue disuelto ni proscripto, sino que se le dio un lugar en la pléyade de partidos opositores, con las señaladas limitaciones que eso significaba, pero sin ser objeto de una particular animadversión. Más allá de estas disyuntivas, lo cierto es que logró, no sin obstáculos, sortear a la espada de Damocles que se suspendía sobre su cabeza.
Notas
1 Centro de Estudios Avanzados-Universidad Nacional de Córdoba/Centro de Investigaciones Históricas-Universidad Nacional de Río Cuarto/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. Correo electrónico: rcs_arg@hotmail.com.
2 Tal como se evidencia en el nutrido número de tesis de grado y posgrado, libros, artículos, capítulos de libros, ponencias y mesas en jornadas y congresos referidos a este fenómeno histórico.
3 Con la única excepción del Partido Socialista (PS), cuya sede cuenta con un fragmentario archivo partidario.
4 En este sentido, la prensa local brinda muchos más datos sobre las disidencias internas de partidos como el peronista, el radical y el demócrata que permiten reconstruir su vida intrapartidaria que con respecto al PC. Sobre los tres primeros partidos, véase Camaño Semprini (2014b).
5 Dióse cumplimiento a una resolución gubernativa (1944, enero 4). El Pueblo (EP), p. 2. Archivo Histórico Municipal de Río Cuarto (AHMRC), Río Cuarto.
6 Jefaturas Políticas. 1945, Tomo 6, Folios 69-72. Archivo de Gobierno de la Provincia de Córdoba, Córdoba.
7 Manifiesto de la Agrupación Pro Conciliación Nacional (1945, agosto 29). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
8 Para una reconstrucción detallada de estos sucesos, véase Camaño Semprini (2014a).
9 Afirmación democrática (1934, abril 5). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
10 Gran acto de afirmación democrática (1934, marzo 27). EP, p. 2; Afirmación democrática (1934, abril 5). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
11 Comité de Unificación Democrática (1943, febrero 26). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
12 Constituyóse en ésta la agrupación pro conciliación nacional (1945, agosto 29). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
13 Realizóse un acto de unidad democrática (1945, octubre 11). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
14 Formaban parte del comité los siguientes gremios: La Fraternidad, Empleados de Comercio, Unión Gastronómica, Sindicato de Albañiles, Sindicato de Estibadores, Unión Ferroviaria, Sastres y Anexos, Molineros, Luz y Fuerza, Masiteros y Confiteros, Panaderos, Unión Gráfica, Mosaístas, Ladrilleros y Carpinteros (Camaño, 2011a).
15 No apoyarán una huelga (1945, octubre 18). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
16 No apoyarán una huelga (1945, octubre 18). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
17 No hubo paro en nuestra ciudad (1945, octubre 19). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
18 Declaración sobre la unidad democrática (1945, noviembre 16). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
19 Partido Comunista (1945, diciembre 6). EP, p. 3; Sobre la unidad nacional y partido comunista (1945, diciembre 29). EP, p. 5; Actividades políticas (1946, enero 26). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
20 Problemas del momento (1946, marzo 15). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
21 Muy concurrido se vio el mitin comunista (1946, enero 13). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
22 Proclama del PC a la juventud independiente (1946, enero 30). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
23 Éste reunía a los gremios riocuartenses de enfermeros, obreros de la construcción, panaderos, empleados de comercio, ladrilleros, sastres, empleados de Luz y Fuerza y ferroviarios (Camaño, 2011a).
24 Centro de obreros y empleados democráticos (1945, diciembre 18). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
25 Declaración del Centro de Obreros y Empleados Democráticos (1946, enero 17). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto. El destacado es nuestro.
26 Declaración del Centro de Obreros y Empleados Democráticos (1946, enero 17). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
27 Declaración de la Junta de Unión Democrática (1946, enero 16). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
28 Problemas del momento (1946, marzo 15). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
29 Problemas del momento (1946, marzo 15). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
30 Para un análisis profundo y detallado de las consecuencias de la pérdida de autonomía municipal y la centralización político-administrativa que derivó de ella, véase Camaño Semprini (2014b).
31 Por ejemplo: Partido Comunista (1946, octubre 12). EP, p. 3; Cazando al vuelo (1946, noviembre 26 y 30). EP, p. 2; Es vivo el entusiasmo por el éxito del mitin radical (1946, diciembre 1). EP, p. 2; Cazando al vuelo (1946, diciembre 12); Contra procederes policiales en varios departamentos formula denuncias la UCR (1947, agosto 1). EP, p. 2; Proclama candidatos el Partido Comunista, (1948, enero 25). EP, p. 5; Por la prohibición de un acto protesta el Partido Comunista (1948, enero 31). EP, p. 3; Comunicado del Partido Comunista (1948, febrero 4). EP, p. 3; Comunicado del Partido Comunista (1948, febrero 25). EP, p. 5; Comunicado (1948, marzo 4). EP, p. 3; Sobre los últimos comicios dio un comunicado la UCR (1948, marzo 11). EP, p. 2; Prepotencia y arbitrariedad (1948, noviembre 17). EP, p. 2; Cazando al vuelo, (1949, febrero 19). EP, p. 2; No concurrirán a la asamblea legislativa los radicales (1949, abril 4). EP, p. 3; El Partido Demócrata reclama por el derecho de reunión (1949, mayo 22). EP, p. 2; Enérgicas resoluciones del Partido Demócrata (1949, diciembre 7). EP, p. 2; Hoy se realiza el acto público del Partido Radical (1950, octubre 14). EP, p. 2; Comunicado del Comité departamental de la UCR (1951, febrero 28). EP, p. 3; Solicitada (1951, marzo 1). EP, p. 3; Solicitada (1951, marzo 11). EP, p. 5; Los partidos de la oposición (1951, marzo 13). EP, p. 2; Formula una denuncia el Partido Socialista (1951, abril 27). EP, p. 3; Protesta del Centro Socialista (1951, abril 29). EP, p. 3; Actividades políticas (1951, agosto 7). EP, p. 2; El éxito del mitin radical (1951, septiembre 8). EP, p. 2; Formula una denuncia el radicalismo (1951, octubre 12). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto. Para un análisis de las restricciones impuestas a los partidos opositores, véase Camaño Semprini (2014b).
32 Comunicado del PC (1946, octubre 12). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
33 Comunicado del PC (1947, junio 28). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
34 Comunicado del PC (1948, febrero 25). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
35 Comunicado del PC (1948, enero 25). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
36 Comunicado del PC (1948, febrero 4). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
37 Comunicado del PC (1948, febrero 4). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
38 Escrutinio de las elecciones de la ciudad y departamento (1948, marzo 18). EP, p. 2,3. AHMRC, Río Cuarto.
39 Impresiones objetivas (1948, diciembre 16). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
40 Partido Comunista (1948, junio 26). EP, p. 5; Actividades políticas (1948, octubre 21). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
41 Declaración del PC (1949, febrero 15). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
42 Comunicado del PC (1949, julio 15). EP, p. 5. AHMRC, Río Cuarto.
43 Una protesta comunista (1949, noviembre 8). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
44 Solicitada del PC (1952, febrero 21). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
45 Un procedimiento policial (1953, mayo 23). EP, p. 2. AHMRC, Río Cuarto.
46 El PC se dirige al gobernador (1953, julio 15). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
47 Ante el Supremo Tribunal, veinticinco letrados iniciaron demanda (1953, agosto 6). EP, p. 3. AHMRC, Río Cuarto.
48 Manifiesto del Centro de Obreros y Empleados Democráticos (1946, enero 23). EP, p. 2, AHMRC, Río Cuarto.
49 Una vez concluido el proceso de reorganización de la delegación riocuartense de la CGT desarrollado a lo largo de 1948, a partir de 1949 se dio inicio a una reestructuración similar en los distintos gremios locales. Dos fueron, fundamentalmente, las estrategias seguidas para hacerlo: por un lado, la intervención y consecuente remoción de autoridades gremiales, que fueron reemplazadas por otras afines al peronismo (EP, 13 de febrero de 1949, p. 5. AHMRC, Río Cuarto); y, por otro lado, la creación de sindicatos paralelos desafiaba el tradicional predominio comunista y socialista. Un caso paradigmático de esta segunda estrategia fue el impulso de la Asociación Gremial de Empleados de Comercio, que competía con el tradicional Centro de Empleados de Comercio, históricamente influido por los comunistas (EP, 10 de junio de 1949, p. 2. AHMRC, Río Cuarto).
50 Comunicado de la Delegación Regional de la CGT (1951, mayo 23). EP, p. 3; Comunicado de la AGEC (1951, mayo 24), p. 5. AHMRC, Río Cuarto.
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Fecha de recepción de originales: 01/04/ 2015.
Fecha de aceptación para publicación: 05/03/2016.