http://dx.doi.org/10.19137/qs0987
RESEÑAS
Julia Olazábal1
Pequeña, preocupada por el mundo, con preguntas y respuestas mordaces
que dejan a sus padres estupefactos ante ellas. Así es Mafalda. Al leerla,
pensaríamos que muchos de los problemas sociales que en ella aparecen se
pueden referir a cuestiones actuales, si no fuese por los cincuenta años transcurridos
desde su aparición en Primera Plana. Con una sensibilidad especial, y
a través de un análisis del humor gráfico de Quino, Isabella Cosse presenta al
personaje de Mafalda más allá de la tira y de su contenido, buscando explicar
los tópicos sobresalientes de la sociedad argentina, particularmente los de la
clase media, para dar cuenta de sus problemáticas y mutaciones entre las décadas
del sesenta y del setenta.
La pregunta de partida y el hilo conductor a lo largo de las páginas gira
en torno al éxito y a la perdurabilidad de Mafalda en el tiempo, pero también
al hecho de haberse convertido en un fenómeno social que ha traspasado las
fronteras nacionales. Retomando los aportes de referentes de la Historia Cultural –como Roger Chartier y Mijail Bajtín, quienes planteaban que ciertos aspectos
del mundo solo son accesibles desde la risa–, la autora busca entender
cuáles fueron los sentidos sociales, políticos y culturales de la tira en una etapa
donde la dinámica de los cambios que mostraba la sociedad argentina –en
consonancia con lo que acontecía a nivel mundial– afectaba de un modo singular
a la clase media.
A partir de diversas fuentes –libros de historietas, revistas, entrevistas– y
una copiosa bibliografía sobre la utilización del humor en la investigación histórica,
Cosse reconstruye la historia de producción, circulación, resignificación
y usos de Mafalda, lo que le permite explicar la perdurabilidad y los alcances
de la misma. Esto pone en evidencia el genio gráfico e intelectual de Quino,
quien encarnaba en la niña muchos de los pensamientos de los adultos. Esa
pequeña intelectualizada e irónica –junto con sus amiguitos del barrio– eran
los que permitían un juego de dobles lecturas y una participación activa por
parte de los lectores de la tira. Para la autora, es la interpelación al público lo
que llevó a que Mafalda cobrara entidad y personalidad más allá del papel, y
se convirtiera en un ícono no solo de la clase media argentina sino de toda una
sociedad cuyos sectores sociales y generaciones jóvenes y adultas se encontraban
en tensión en un complejo contexto político de gobiernos militares.
En el primer capítulo titulado: Marcas de origen: clase media, modernización
y autoritarismo, el interés por mostrar el contexto del surgimiento de
la tira de Mafalda le posibilita a Cosse explicar el entramado de cuestiones
sociales, culturales y económicas, enlazados a los acontecimientos por los que
atravesaba la clase media de los sesenta. Cabe destacar que el concepto de
clase media ha sido y es revisado por diversos y contradictorios debates que
resaltan diferentes aspectos que permiten hablar de una identidad propia, y se
evidencia en determinadas ideas, formas de vida y consumos. En este caso, la
autora no solo analiza en la tira cómo se reflejan estas características del sentido
de pertenencia sino que además presenta de una forma excepcional cómo
fue leída, discutida y analizada por dicha clase en los sesenta, argumentando
que la historieta efectivamente operó sobre esa identidad, cristalizándola y desarrollando
prácticas concretas. En medio de un proceso de modernización
económica, pero también de un fuerte “retroceso” en los aspectos morales de
la sociedad– donde se hacía presente la fuerte influencia de la iglesia y su acción
a favor de reimplantar las “buenas costumbres” en las familias–, Mafalda,
que hace su aparición en pleno régimen del onganiato, puso en evidencia las
fisuras al interior de la clase media. Al plasmar en la historieta determinados
estereotipos sociales a través de sus personajes, como por ejemplo en Manolito
y Susanita, muestra esa heterogeneidad de situaciones de la clase que tenía
que ver con los nuevos y advenedizos ricos, visualizando la movilidad social
de entonces.
En el segundo capítulo: Mafalda controversial: entre la radicalización y
el terrorismo de Estado (1968-1976), Cosse aborda dos cuestiones que tienen
que ver con la radicalización política: por un lado, el problema de dominar
la significación ideológica de la producción de la historieta, y por otro lado,
cómo los personajes fueron utilizados para operar en esa realidad cambiante
y trastornada por los gobiernos militares. El contexto de cambio y de movilizaciones
(como el Mayo Francés y los acontecimientos latinoamericanos,
principalmente las represiones estudiantiles en México, Uruguay y Argentina),
operaron sobre los registros de lectura. Ello se hizo presente a través del personaje
de Guille, el hermano menor de Mafalda, quien representaba la brecha
generacional abierta no solo entre los niños y sus padres, sino también
entre ambos hermanos. El juego de símbolos y de consignas de la época que
aparecen en la tira permitió dotarla de posibilidades de sentido, es decir, la
autora arguye que Quino plantea una lectura entre líneas e individual que operaba
significativamente en la confrontación del sistema establecido, abriendo
de esta forma las puertas –desde el ámbito que fuera– a la desestructuración y
al sarcasmo irónico. Ello se hace evidente con la incorporación de Miguelito
y de Libertad, concentrándose sobre todo en esta última la reivindicación de
esa lucha “antisistema”. Así, argumenta, el humor y su carácter terapéutico son
accionados por los sujetos en tiempos de represión, sin los cuales no podría
comprenderse esa lectura.
En el tercer capítulo: La escala transnacional: circulación, apropiaciones
y resignificaciones, se introduce el análisis de la historieta a escala internacional
(en Italia, España y México) para explicar cuáles fueron las vías que posibilitaron
la expansión y significación que adquirió en los nuevos públicos alcanzados.
En este sentido, expone la autora, la circulación de ideas tuvo que ver con
procesos acelerados de globalización, pero también con un reposicionamiento
de las zonas “periféricas” del mundo y con los mismos argentinos radicados en
el exterior, quienes habían migrado escapando de la represión política. En esas
circunstancias, la historieta se enmarcó en los procesos propios de los países en
los que fue leída, y ello fue posible gracias a las modificaciones de traducción
a esas diversas realidades, aunque uno de los argumentos resalta que tal vez
tiene que ver con que las clases medias eran similares y estaban atravesadas
por problemas análogos alrededor del mundo.
El cuarto capítulo: Una contestataria durante el terrorismo de Estado y
la restauración democrática, plantea el tema de la circulación de la historieta
luego del Golpe de 1976, pues se abre una nueva etapa en la lucha contra la
“subversión” en la cual Mafalda fue apropiada por el gobierno militar desde
una óptica diferente, pero sobre todo contradictoria, convirtiéndose entonces
el humor en un arma del Estado. Sin embargo, y pese a su contenido, ni la tira
ni Quino fueron censurados, de modo tal que Cosse llama la atención sobre
este hecho y la cuestión de que ello hizo que Mafalda pasara de generación en
generación en lecturas resignificadas, esto permitió que mantuviera su vigencia
en el tiempo. Asimismo, rescata el compromiso de ésta con la transición
hacia la democracia y su afianzamiento una vez que se recuperó el sistema
eleccionario.
El último capítulo: El mito de Mafalda: reuniones, espacios, rituales, analiza
el estatuto simbólico que la tira adquirió en los últimos veinticinco años,
a través de la creación de acontecimientos y de la activación de la memoria
colectiva, no solo en nuestro país sino también en el exterior. En este aspecto,
resalta la importancia de Mafalda dentro de las generaciones de las familias,
que la conocen, la releen y le encuentran nuevas significaciones. Además, arguye
la autora, habla de las “nostalgias de una clase media que en los noventa
fue erosionada y que en la tira reaviva el mundo idílico [y agregaría de progreso]
que ésta representaba”.
Con Mafalda..., Isabella Cosse ha logrado problematizar el concepto
de la clase media y los componentes de su identidad, y esa construcción de
identidad en “relación al otro”, lo que recuerda en cierto sentido a la idea mertoniana
de “grupo de referencia”, según la cual las acciones de las personas no
están dadas por el grupo al que pertenecen sino por otro del que no es parte,
pero que es referencial para el sujeto. De este modo, señala la autora, Quino
presenta un juego de oposiciones que resultan ser potencialmente simbólicas
de la sociedad argentina de esa época, retomando también las contradicciones
referidas a las brechas generacionales y las provocaciones de los más jóvenes,
así como las redefiniciones en torno a la infancia y a las cuestiones de género.
Las aspiraciones de progreso de los sectores medios, sus frustraciones en ese
intento y la nostalgia de esos tiempos de esplendor, son aspectos que en el libro
se analizan exhaustivamente y se logra ver más allá de los dibujos y los diálogos
para encontrar en ellos las claves para entender una sociedad heterogénea
y en confrontación. Una confrontación que en muchos casos aún tiene vigencia,
y es precisamente esto lo que ha transformado a Mafalda y a su creador en
referentes de la idiosincrasia del ser argentino.
Notas
1 Instituto de Estudios Histórico Sociales-Facultad de Ciencias Humanas-Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Argentina. Correo electrónico:olazabaljulia@gmail.com.