RESEÑAS
Mariana Elisabet Funkner
IESH-UNLPam/Inst. Ravignani-UBA/CONICET
El libro Monseñor Miguel De Andrea. Obispo y hombre de mundo (1877-1960) forma parte de la colección de biografías históricas de Edhasa y explora
la vida de un actor fundamental en la Argentina de la primera década del
siglo XX. La historiadora Miranda Lida privilegia en este trabajo líneas de análisis
e investigación que van más allá del discurso político propiamente dicho.
A lo largo de once capítulos, la autora ofrece al lector un relato que
sitúa a Monseñor De Andrea en su contexto dando cuenta de sus claroscuros.
En el primer capítulo, recrea los lazos familiares, la infancia y sus inicios como
sacerdote. En el segundo, reconstruye la trayectoria eclesiástica en los primeros
años del siglo XX, a fin de explicar cómo fue posible que el joven sacerdote
se convirtiera en monseñor en 1907. En este sentido, muestra que esto no se
produjo por haber contado con alguna ventaja inicial proporcionada por algún
factor azaroso ni por haberse consolidado en un nicho propio, fue sobre todo
gracias a su plasticidad, a su capacidad de adaptación al variopinto catolicismo
del novecientos. Para desarrollar estas ideas, Lida investiga las transformaciones
en la Iglesia católica de comienzos del siglo XX y sitúa a De Andrea en
dicho contexto.
En el tercer capítulo, analiza de qué manera Monseñor se volcó a cultivar
un perfil de sacerdote democrático en un sentido sociológico antes que
político, preocupándose por encontrar el modo de derribar las vallas que se levantaban
entre los diferentes sectores sociales. De esta manera, en 1912 accedió
al puesto de Director Espiritual de los Círculos de Obreros y fue designado
párroco de San Miguel, desde donde comenzó a construir redes en múltiples
direcciones a fin de posicionarse cada vez más alto en el seno del catolicismo
argentino. También en este apartado, la autora estudia como puso a disposición
del Partido Constitucional distintos resortes del movimiento católico. Sin
embargo, el sacerdote cuidó su investidura a la hora de exponerse en la tribuna
política. En el transcurso del cuarto capítulo, explora la labor social que el clérigo
desarrolló hacia las clases trabajadoras pero sin abandonar los estrechos
vínculos que lo unían con la elite. En este sentido, Lida examina varios ejemplos,
entre ellos la realización de la “Gran Colecta Nacional” y la creación de
la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas (FACE).
En el quinto capítulo, describe con detalle el conflicto que se generó
en 1923 en torno al Arzobispado de Buenos Aires, luego del fallecimiento de
Espinosa. Mientras que en el siguiente capítulo, investiga la organización, el
funcionamiento, los objetivos y las actividades que desarrollaba la FACE, institución
que quedó nuevamente a cargo de De Andrea luego de su regreso al
país en 1928. Aquí, la historiadora indaga cómo a través de la construcción y
expansión de la FACE, la figura de monseñor ganó para sí un prestigio que ni
siquiera fue empañado por su acercamiento a Uriburu.
En el séptimo capítulo, a modo de contextualización, explica las transformaciones
que se produjeron en el catolicismo en los años treinta y las adaptaciones
del sacerdote a esos cambios. En este sentido, explora por un lado los
vínculos extranjeros que desarrolló De Andrea -como la entrevista con Mussolini
o sus contactos con el nacionalismo español durante el estallido de la Guerra
Civil Española- y, por otro, las relaciones que estableció con el poder político
nacional. En el último caso, el clérigo se aproximó sistemáticamente a todos
los gobiernos de turno y sin embargo, logró que su nombre no permaneciera
asociado a las experiencias y los actores más “infames” de la década de 1930.
De esta manera, la autora destaca que el sacerdote demostró gran habilidad para
moverse en los círculos sociales y políticos.
En el capítulo octavo, describe la estructura que adquirió la FACE desde
mediados de los años treinta y analiza los contactos que el religioso establece
con el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), transformándose en un
firme colaborador; al mismo tiempo, cultivó relaciones estrechas con distintos
sectores del sindicalismo argentino, incluidos los comunistas y socialistas. En
esta sección, Miranda Lida estudia el impacto de la Segunda Guerra Mundial,
que despertó en el catolicismo una fuerte sensibilidad hacia la cuestión social
y obrera. Así, De Andrea hizo suya la bandera de la justicia social y al mismo
tiempo que reconocía las justas aspiraciones del trabajo, reclamó la necesidad
de conciliación con el capital.
En el próximo capítulo, la investigadora relata el viaje del sacerdote a
Estados Unidos en plena contienda mundial, allí se entrevistó personalmente
con Roosevelt y brindó discursos e intervenciones en el Congreso Episcopal
Norteamericano. De regreso a Argentina, De Andrea retomó su actividad social
con la FACE como epicentro, sin embargo, en el país estaban ocurriendo
cambios políticos significativos: el golpe militar de 1943, la designación de
Perón como titular del DNT, entre otros. Esta situación no impidió que Monseñor
se mostrara públicamente con personalidades cercanas al gobierno de
turno y paralelamente, lanzó duras críticas a la política social desarrollada
por la Secretaria de Trabajo y Previsión. En el capítulo décimo, examina el posicionamiento de De Andrea frente al peronismo. En este sentido, argumenta
que en esta etapa la FACE no tuvo la visibilidad que poseía en años precedentes
y, al mismo tiempo, fue imitada por la Fundación Eva Perón, que le quitó espacios de influencia. De esta manera, la FACE quedó acallada y se tornó socialmente opaca en la etapa peronista, la voz y la presencia del sacerdote
en las principales fiestas católicas disminuyeron, no obstante, encontró canales
alternativos para manifestarse. Así, desde fines de la década del cuarenta, el catolicismo
perdió espacios en los medios de comunicación y además la liturgia
católica se volvió subsidiaria de la peronista.
En el último capítulo, la historiadora indaga los momentos previos a la
Revolución Libertadora y analiza la actuación sutil y subterránea que tuvo De
Andrea, quien recobró la voz y contó con nuevos interlocutores: construyó una
estrecha relación con Rojas y Aramburu. Esta actitud lo dejó mal posicionado
cuando se produjo la transición al gobierno de Frondizi.
A lo largo del trabajo realizado por Lida podemos observar que Monseñor
no se destacó por ser un orador original ni tampoco un intelectual de calibre;
sin embargo, “estuvo en el lugar indicado en cada momento de la historia,
para convertirse en una figura de referencia política insoslayable”. De Andrea
se acercó a las clases populares sin descuidar sus lazos con la elite, lo mismo
ocurrió con los diversos sectores políticos. Su plasticidad le permitió coquetear
con todos los gobiernos de turno, a excepción del peronismo, sin que su imagen
pública fuera en desmedro.
Las biografías de personajes destacados nos facilitan entender no solo
al individuo sino también los procesos históricos, porque es precisamente en
la vida de las personas donde la sociedad “se encarna” y permite ser comprendida.
A través de la construcción de biografías se puede interpretar la lógica
de las estructuras sociales y el modo en que éstas se modifican, el libro que se
reseña es un buen ejemplo. El abordaje que hizo Miranda Lida posibilita pensar
acerca de uno de los máximos exponentes del catolicismo social y, a través de
su trayectoria de su vida, conocer a los actores políticos y sociales con quienes
interactuó. Esta obra posee un doble valor, por un lado, es el primer trabajo
académico sobre monseñor De Andrea y por otro, la propuesta de la autora
se hace en clave histórica, es decir, situar al religioso como un hombre que
con el devenir histórico adquirió protagonismo en ese periodo de la historia
argentina.