RESEÑAS
Ignacio Zubizarreta
Inst. Ravignani-UBA/CONICET
Desde hace algunos años a esta parte, la colección Nudos de la Historia
Argentina realiza un esfuerzo considerable por acercar al gran público
una serie de estudios que, narrados de forma asequible, puedan actuar como
puente entre los historiadores académicos y ese perfil de lectores interesados
por nuestro pasado pero, tal vez, alejados de la jerga historiográfica. Se trata de
trabajos sumamente valiosos, que sin perder erudición, pretenden responder
a una supuesta falta de voluntad de un gremio, el historiográfico, que cultiva
sus saberes pero parece contar con algunas dificultades para compartirlos. Si
esa recriminación podría ser considerada válida –el plantear la posibilidad no
implica su afirmación–, en todo caso, la obra Ser soldado en las Guerras de
Independencia. La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824, podría ser juzgada como un excelente ejemplo de un libro pensado para
un vasto público que cuenta a su vez con una investigación exhaustiva de base
y el mayor rigor académico. Así, la obra en cuestión podría paradójicamente
no constituir un solo libro sino dos a la misma vez. Si se quiere, puede ser
considerado un escrito de atrapante relato, entretenido, ameno, y que puede
ser comprendido –y disfrutado– por cualquier persona de mediana cultura. Al
mismo tiempo, también es un profundo estudio que, con tintes antropológicos
y micro-históricos, nos introduce en una explicación sobre aquellos aspectos
del ser humano tal vez más recurrentes y más difíciles de explicar: su inclinación–constante e invariable– hacia la violencia.
De este modo, historiar la guerra es historiar al ser humano en uno de
sus aspectos más inveterados y complejos. Rabinovich no elude el desafío.
Por eso, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que hace que una persona pueda, con
estímulo y reconocimiento social, matar a otra, y en otras circunstancias sea
reprobado y castigado severamente? La guerra es la respuesta y el aval más
legítimo y cruel a ese accionar. Y por suerte, para la mayoría, no conocemos
esa instancia sino desde la experiencia de otros. En este sentido, Ser soldado
en las Guerras de Independencia se constituye en una imprescindible obra que
analiza la experiencia de aquellos que vivieron ese proceso histórico, pero
con algunas innovaciones que vale la pena poner de relieve. Para comenzar,
porque se diferencia notablemente de aquella historia de la guerra tradicional,
la que remonta sus orígenes a las precursoras obras biográficas sobre José de
San Martín y Manuel Belgrano escritas a mediados del siglo XIX por la intensa
pluma de Bartolomé Mitre. Esa “historia tradicional” de raigambre liberal
tenía implícitos ciertos propósitos que se ajustaban a otra realidad histórica y
social que hoy no se encuentran vigentes, o al menos no en el mismo tenor.
En la actualidad, los historiadores que hacen investigación seria ya no persiguen
la meta de fortalecer las identidades nacionales, ni ennoblecer nuestro
pasado enalteciendo ciertas figuras o degradando otras. Los objetivos del oficio
han mutado significativamente. No existe el interés en creer o hacer creer en
la existencia del virtuoso absoluto, o del malvado irredimible. Partimos de la
base de que la realidad actual y pasada es bastante más compleja como para
amoldarlas a esquemas reduccionistas. Y si hablamos de complejidad, el objetivo
manifiesto de la obra es de por sí una tarea verdaderamente difícil. No
busca acrecentar conocimientos acerca de los más conspicuos personajes que
lideraron el proceso independentista, sino sobre los soldados rasos y de línea.
Aquellos que nutrieron las filas de los ejércitos patrios, y pusieron cuerpo y
alma para que ese traumático proceso se pudiera materializar.
¿Cómo vivieron, cómo comieron, cómo durmieron, qué sentían, cuánto
sufrían, de qué modo se entretenían?; estas y otras preguntas están en la base
de una obra que se divide de un modo tan sugerente como curioso. Los 22 capítulos,
lo suficientemente breves como para no dar respiro ni espacio al tedio,
se titulan con un verbo en infinitivo, verbigracia: “comer”, “sufrir”, “amar”,
“morir”, “trabajar”, “beber”, entre otros. A través de sus páginas, se va reconstruyendo
el día a día de la vida de estos soldados, con el objeto primordial,
en palabras del autor, de “recuperar sus voces, sus nombres, sus prácticas”;
porque esto es “mucho más que un acto de memoria, es recuperar una visión
de la historia protagonizada no por grandes hombres sino por grandes sujetos
colectivos. Es recuperar la dimensión humana, modesta, inmediata” de ese
acontecimiento disruptivo para nuestra historia. De este modo, descubrimos
la propuesta, aunque decíamos más arriba que llevarla a cabo no era tarea
sencilla, pues como es sabido, dentro de aquellos que estudian los sectores populares,
las fuentes no son siempre elocuentes ni generosas. En muchos casos,
se reconstruye la vida de personas que no han dejado por sí mismos trazos escritos
sobre su accionar, fundamentales para la labor del historiador. Así, el investigador
tiene dos alternativas que son a su vez complementarias: analizar su
objeto de estudio desde los relatos legados por los sectores letrados -verbigracia,
Rabinovich utiliza las memorias de José María Paz para indagar cómo éste
retrata la vida de sus soldados-, o bien, se sirve de otras fuentes más directas,
como los archivos judiciales en los que aquellos actores involucrados estaban
“obligados” a explicar por vía oral –aunque sus registros se asentasen por escrito–
los sucesos en los que, por diversas circunstancias, se vieron envueltos.
Cada tipo de fuentes tiene sus ventajas e inconvenientes, y deben ser tratadas e
interpretadas con sumo cuidado, como es el caso de esta publicación.
Uno de los aportes más importantes del libro radica en retratar al periodo
estudiado como aquel en el que se dio un proceso de militarización social
inusitado. Ciertos trabajos precursores de Tulio Halperín Donghi ya trazaron el
rumbo en ese sentido, pero aquí encontramos nuevos fundamentos. Es por ello
que a diferencia de otras obras sobre la historia militar, el eje no está necesariamente
puesto en la conflagración directa, o reducido en lo circunstancial de
ciertas batallas. El complejo proceso independentista, que desde varios aspectos
ha de juzgarse más como una guerra civil que como una contienda entre
países oprimidos y metrópoli, ha sido una experiencia colectiva que por su duración,
intensidad y sistematicidad causó una transformación social profunda
que logró desarticular completamente la forma de vida preexistente. De allí la
necesidad de explicar esos cambios irreversibles que experimentó traumáticamente
la sociedad entera. Un análisis correcto sobre todo aquello que precede,
rodea y contextualiza la guerra misma –la formación de la tropa, sus formas de
vida, sus vínculos con el resto de la sociedad no movilizada en armas, etc. – no
puede sino constituir un aporte fundamental en ese sentido.
El libro también se manifiesta como un manual -en el buen sentido del
término- formativo y comprensible para todos aquellos que quieran tener conocimientos
sobre cuestiones técnicas de la guerra de esa época: terminología,
formación de cuerpos, modos de reclutamiento, estrategias de combate, tácticas
bélicas, entre otros. Así, logramos aprender no solo acerca de todo lo que
rodea a la guerra misma, sino también sobre ese duro trance que constituyó el
combate o enfrentamiento directo entre dos ejércitos. Desde el sistema informal
y sistemático de guerrillas hasta la batalla frontal; la que podía ser, según
el autor, “un acontecimiento terrible, histórico, casi sagrado, porque por un
lado revestía las más graves consecuencias (la caída de un Estado, la masacre
de una población, el aniquilamiento de un ejército, la derrota de una causa)
mientras que por otro lado no podía, pese a todos los esfuerzos, ser totalmente
controlado. Toda batalla guardaba una considerable porción de azar, de intermediación,
de imprevisibilidad, que la hacía al mismo tiempo aterradora y
fascinante.”
Este relato apasionante sobre nuestras guerras de la Independencia,
cuenta además en cada uno de sus capítulos con ejemplos concretos, esclarecedores
y didácticos, protagonizados por personas de carne y hueso. Muestra
a su vez, la grandeza y la miseria humana, en un contexto muy particular
de “excepcionalidad permanente”, de un Estado y una autoridad marcial en
constante formación, reconfiguración y crisis. Lo que a su vez se imbricaba
en coyunturas en las que operaban variables regidas por disputas de poder,
luchas de facciones y enrevesadas situaciones políticas, que reproducían constantes
cambios en el timón de los gobiernos. De ese panorama incierto, en
concreto, se deduce que las instituciones que regulaban el comportamiento
de los soldados “no seguían un criterio de estricta justicia sino que respondían
más bien a un sentido de la oportunidad librado a la discrecionalidad de las
autoridades de turno.” De este modo, estos ejércitos, temibles y admirados a
la vez, se regían bajo criterios a veces caprichosos, a veces crueles. Sufrían y
hacían sufrir -por medio de saqueos, violencia, violaciones- a la sociedad que
les daba sustento y paradójicamente, ese mismo ejército estaba integrado, era
reflejo y formaba parte de la sociedad de esa época tan particular. Ese es uno
de los principales hallazgos de una obra que está destinada a erigirse en piedra
angular para todos aquellos que nos apasionamos por el pasado y queremos
saber más sobre la vida, la guerra y nuestra historia.