Quinto Sol, vol. 29, nº 2, mayo-agosto 2025, ISSN 1851-2879, pp. 1-23

http://dx.doi.org/10.19137/qs.v29i2.8595


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Dossier

De Mayo a Caseros. Los usos del pasado reciente en el debate político en Entre Ríos (1862-1868)

From May to Caseros. The uses of the recent past in political debate in Entre Ríos (1862-1868)

De Maio a Caseros. Os usos do passado recente no debate político em Entre Ríos (1862-1868)

Mariana Pérez

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras

Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”

Argentina

Correo electrónico: maperezyea@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2253-5773

Resumen

El artículo estudia los usos del pasado reciente en el debate político entrerriano en la década de 1860, mediante el análisis de la prensa de tendencia federal de la provincia. Esta etapa estuvo signada por la hegemonía del Partido Liberal liderado por Bartolomé Mitre, por el declive del federalismo como fuerza e identidad política y la erosión del liderazgo de Justo José de Urquiza como referente máximo del Partido Federal. En este contexto, la prensa federal entrerriana sostuvo una prédica de oposición al gobierno de Mitre, y de defensa del federalismo, de los entrerrianos y de Urquiza. La argumentación desplegada en los artículos periodísticos apeló a hechos y figuras del pasado como herramienta para comprender el presente y legitimar los posicionamientos políticos. Estos discursos, de carácter heterogéneo y contradictorio, buscaban reivindicar el rol de Entre Ríos en el proceso de independencia de España, en la oposición al gobierno de Juan Manuel de Rosas y en la resistencia a los intereses porteños. Estas narraciones diferían de las interpretaciones del pasado creadas en Buenos Aires, no obstante, tenían varias similitudes en los núcleos interpretativos y las figuras evocadas.

Palabras clave

conflicto político, historiografía, prensa

Abstract

This article studies the uses of the recent past in Entre Ríos' political debate in the 1860s, analyzing the province's federalist press. This period was marked by the hegemony of the Liberal Party led by Bartolomé Mitre, the decline of federalism as a political force and identity, and the erosion of Justo José de Urquiza's leadership as the Federal Party's supreme figure. In this context, the federalist press of Entre Ríos maintained a discourse of opposition to Mitre's government and of defense of federalism, of the people of Entre Ríos, and of Urquiza. The arguments deployed in the newspaper articles appealed to events and figures from the past as a tool to understand the present and legitimize political positions. These heterogeneous and contradictory discourses sought to vindicate Entre Ríos' role in the process of independence from Spain, in the opposition to the government of Juan Manuel de Rosas, and in the resistance to the interests of the city of Buenos Aires. These narratives differed from the interpretations of the past created in Buenos Aires, but they had several similarities in the interpretative cores and the figures evoked.

Keywords 

political dispute, historiography, press

Resumo

O artigo estuda os usos do passado recente no debate político em Entre Ríos na década de 1860, por meio da análise da imprensa federal da província. Essa fase foi marcada pela hegemonia do Partido Liberal, liderado por Bartolomé Mitre, pelo declínio do federalismo como força política e identidade e pela erosão da liderança de Justo José de Urquiza como referência máxima do Partido Federal. Nesse contexto, a imprensa federal de Entre Ríos se opôs ao governo de Mitre e defendeu o federalismo, o povo de Entre Ríos e Urquiza. A argumentação utilizada nos artigos de jornal apelou para eventos e figuras do passado como uma ferramenta para entender o presente e legitimar posições políticas. Esses discursos heterogêneos e contraditórios buscavam reivindicar o papel de Entre Ríos no processo de independência da Espanha, na oposição ao governo de Juan Manuel de Rosas e na resistência aos interesses dos portenhos. Essas narrativas diferiam das interpretações do passado criadas em Buenos Aires, mas tinham várias semelhanças nos núcleos interpretativos e nas figuras evocadas.

Palavras-chave

conflito político, historiografía, imprensa

Recepción del original: 4 de septiembre de 2023.

Aceptado para publicar: 22 de mayo de 2024.


De Mayo a Caseros. Los usos del pasado reciente en el debate político en Entre Ríos (1862-1868)

1. Introducción

En mayo de 1867 La Regeneración publicó un largo editorial que protestaba por la negativa del gobierno nacional a enviar armas a Córdoba “para atajar el aluvión bárbaro que azota su campaña”. Para el periódico, este era uno de los tantos ejemplos de la tendencia porteñista del gobierno encabezado por Bartolomé Mitre, que descuidaba los intereses de las provincias. Pero en el segundo párrafo, el editorialista ofrecía la siguiente reflexión: “No hay un hecho en las presentes emergencias de la política argentina que no tenga un símil en la historia”. Por lo tanto, para comprender esta actitud del gobierno nacional era necesario recurrir al pasado y recorrer la historia argentina desde 1810: era allí donde estaban las claves que hacían inteligible el presente.[1] 

La apelación a hechos, figuras, situaciones e imágenes sobre el pasado nacional fueron estrategias muy recurrentes en la retórica política en la segunda mitad del siglo XIX. Su utilización legitimaba a quien intervenía en la polémica y a los intereses que defendía, en un contexto cultural en donde el recurso al pasado era visto como una herramienta valiosa para formular diagnósticos sobre el presente (Eujanian, 2015, pp. 12-13). De modo que el editorial de La Regeneración formaba parte de un conjunto de prácticas discursivas altamente extendidas en la época y con particular presencia en la prensa periódica.

 Este artículo estudia los usos del pasado reciente en el debate político entrerriano en la década de 1860 mediante el análisis de la prensa de tendencia federal de la provincia. Indaga cómo los relatos sobre el pasado eran usados en la retórica política para articular las identificaciones partidarias y orientar la acción. En tal sentido, pretende dialogar con la historiografía interesada en pensar los conflictos y reconfiguraciones políticas posteriores a la batalla de Pavón (1861), y con aquella que analiza la formación de una historiografía nacional en la segunda mitad del siglo XIX. Ambos campos han sido largamente estudiados y continúan presentes en la agenda historiográfica, que en los últimos años ha corrido el foco “del centro a la periferia”, prestando mayor atención a los espacios provinciales.[2] Esto ha permitido rescatar las diferentes imágenes y los relatos sobre el pasado nacional que han nutrido el proceso de institucionalización historiográfica iniciado a finales del siglo XIX, como así también su rol en la conformación de memorias históricas diversas.[3] No obstante, los trabajos que abordan las narraciones sobre el pasado como parte de los discursos políticos en el proceso de conformación del Estado nacional son menos numerosos. Como excepción valiosa, cabe citar las investigaciones de Fabio Wasserman (2008) y de Alejandro Eujanian (2015) sobre Buenos Aires a mediados del siglo XIX.    

El arco temporal de este artículo comienza en 1862, en los meses posteriores a la batalla de Pavón, y termina en el año 1868, cuando finalizó el gobierno de Bartolomé Mitre y se dieron las últimas rebeliones federales de relevancia en las provincias del interior de la Argentina. A partir de entonces, se agudizó la crisis del Partido Federal entrerriano, la que produjo realineamientos y cambios en los términos del debate político provincial y del discurso de la prensa federal.  

Durante esta etapa los principales conflictos se organizaron en torno a dos fuerzas políticas: los federales y los liberales (también conocidos como “unitarios”).[4] Si bien ambas adherían al liberalismo como doctrina político-económica y defendían el sistema federal de gobierno, se proyectaban como identidades antagónicas. Los primeros, que habían surgido en la década de 1820 como reacción a las políticas centralistas del Partido Unitario, sostenían una prédica de defensa de la Constitución de 1853 y de oposición a los liberales y los porteños. Los liberales, por su parte, se habían originado como fuerza política en Buenos Aires, en la década de 1850, contra la Confederación. Se reconocían herederos de la tradición unitaria y se proclamaban defensores de la libertad contra el “despotismo” y la “barbarie” que representaban los caudillos federales. Ambas fuerzas se organizaban en base a un conjunto heterogéneo de redes de poder locales y carecían de una estructura unificada y de liderazgos excluyentes. Por lo tanto, los discursos y simbologías que nutrían la identidad del Partido Federal y del Liberal variaban de acuerdo con las configuraciones y tradiciones políticas locales (Sabato, 2012; Míguez, 2021).

Los años transcurridos entre 1862 y 1868 fueron particularmente conflictivos en la Cuenca del Plata. El triunfo de los liberales en la batalla de Pavón, en septiembre de 1861, dio paso al proceso de unificación definitiva de la Argentina bajo la hegemonía porteña y el liderazgo de Mitre. Pavón llevó a la disolución de la Confederación Argentina y significó el fin de las aspiraciones a construir un orden nacional liderado por la provincia de Entre Ríos y por Justo José de Urquiza, su gobernador y cabecilla del Partido Federal. Asimismo, supuso el declive del federalismo como partido e identidad política. Los movimientos de resistencia armada en Cuyo y el Noroeste identificados con el federalismo fueron duramente reprimidos por el gobierno nacional y no pudieron impedir el dominio de los liberales. Esto debilitó sobremanera al federalismo y dio inicio a su disolución, que se concretaría en la década siguiente. En paralelo, en 1863 comenzó la guerra entre blancos y colorados en Uruguay y, en 1865, la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, conflictos que involucraron de lleno a variados actores de la política argentina y profundizaron los enfrentamientos entre liberales o aliados del gobierno de Mitre y grupos afines al federalismo.

Durante estos años, la política al interior de Entre Ríos estuvo signada por una tensa calma. La provincia había sido la única que no había caído bajo el dominio del Partido Liberal luego de Pavón y Urquiza pudo mantener allí su poder. En los años siguientes, optaría por acatar el nuevo orden político e intentaría influir mediante complejos juegos de negociación y alianzas en el devenir de la Argentina y de la región rioplatense, hasta su asesinato en 1870. Pero su política de no confrontar con el gobierno de Mitre, de apoyar la guerra contra Paraguay y de prescindencia frente a las insurrecciones federales del Interior, fueron minando su prestigio como referente máximo del Partido Federal. Esto, sumado a sus prácticas de rasgos autocráticos que restringían el juego político en la provincia y proscribían a figuras que no gozaban de su favor personal, crearon una profunda crisis en el federalismo entrerriano que culminaría en 1870 con la rebelión liderada por Ricardo López Jordán (Duarte, 1974; Schmit, 2010, 2015; Bressan, 2018; Pérez, 2018, 2020).

No obstante, a pesar del creciente descontento en el federalismo entrerriano y la erosión de la influencia de Urquiza, no surgieron voces en la prensa federal que criticaran abiertamente su figura sino hasta el fin de la década. En el período de análisis que toma este artículo, la prensa federal sostuvo –con matices de acuerdo a las coyunturas políticas y a los juegos de poder en los que participaban los editores y periodistas– un discurso de condena a las políticas del gobierno nacional y de defensa de los entrerrianos y de la figura de Urquiza. Este último, a pesar de su política de subordinación a los poderes nacionales, continuó recibiendo ataques de la mayoría de la prensa porteña y de la de tendencia liberal de otras provincias, por lo que los periódicos federales de Entre Ríos cumplieron el rol de contrarrestarlos mediante artículos que resaltaban los méritos de Urquiza como hombre público, con relatos sobre su pasado militar y político.  

En las páginas siguientes, se indaga sobre los discursos de la prensa federal entrerriana en este contexto de predominio político de Buenos Aires y de debilidad creciente del federalismo como fuerza e identidad política. Se analiza cómo se definían las identidades partidarias apelando a relatos, hechos y figuras del pasado. Asimismo, se estudia cómo, mediante este uso del pasado en el debate político, se iban delineando, paralelamente, los rasgos de una narrativa histórica nacional y de un panteón de “próceres de la patria”. Estos relatos sobre el pasado nacional pretendían disputar los sentidos y la legitimidad de aquellos que se estaban gestando en los espacios intelectuales y políticos porteños, aunque también guardaban similitudes. De modo que explorar los usos del pasado reciente en los discursos políticos en la década de 1860 en Entre Ríos, un espacio provincial en el que los proyectos alternativos al sostenido por la dirigencia porteña tuvieron gran protagonismo en el debate público, permite rescatar la diversidad de versiones, evocaciones e interpretaciones del pasado en circulación, resaltando el carácter no lineal y conflictivo de la creación de relatos sobre el pasado nacional en el siglo XIX.

2. La prensa en Entre Ríos en la década de 1860

Como lo ha demostrado un gran número de investigaciones, la prensa ocupó un rol central en la política rioplatense de la segunda mitad del siglo XIX. Luego de la caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas en 1852, el fin del unanimismo político permitió la diversificación del debate público y la proliferación de órganos de prensa que defendían intereses partidarios o facciosos. La prensa se convirtió en un espacio para la disputa política y en herramienta a la cual los distintos grupos de interés acudían para difundir ideas, información y rumores con los que incidir en la “opinión pública”. También era concebida como un ámbito a través del cual era posible crear ciudadanos, fomentar el progreso “moral” de la sociedad y contribuir a forjar la nación (Lettieri, 1999; Bonaudo, 2005).

En 1862 la prensa de Entre Ríos ya contaba con una trayectoria consolidada, y en varias ciudades de la provincia había imprentas que editaban periódicos.[5] Desde ese año y hasta 1868 se publicaron veintiséis periódicos, en seis ciudades. La gran mayoría fue de carácter político partidario y de tendencia federal, aunque también se publicaron periódicos identificados con el Partido Liberal.[6] 

En este artículo analizamos las notas y editoriales de cinco periódicos federales publicados en distintos momentos, entre 1862 y 1868: El Pueblo Entrerriano, El Porvenir, La Regeneración y El País de Gualeguaychú y El Paraná de la ciudad de Paraná. Fueron periódicos que contaron con subsidios del gobierno provincial y apoyo financiero de Urquiza, aunque no siempre se adecuaban a los lineamientos o posturas políticas adoptadas por el caudillo.[7] Todos se editaron por más de tres años consecutivos (El Pueblo Entrerriano por cinco) y sus opiniones contaron con una importante influencia en la política provincial.[8] 

Si bien cada periódico mantuvo un estilo y línea editorial propia que lo diferenciaba (y en ocasiones los enfrentaba en polémicas), es posible identificar tópicos, argumentos y posicionamientos políticos comunes cuando los temas abordados referían al accionar del gobierno de Mitre y al rol que debían ocupar Entre Ríos, Urquiza y los federales en el orden político nacional. La uniformidad de opinión se reafirmaba con la práctica de reproducir los mismos artículos en cada uno de los periódicos, la mayoría, de la autoría de Olegario Andrade, Eusebio Ocampo o Francisco F. Fernández, quienes ocupaban un lugar destacado entre los publicistas federales, por la calidad de sus escritos y sus conexiones políticas[9] (Pérez, 2021).  

Sintéticamente, el diagnóstico sobre la situación política nacional partía de concebir al gobierno de Mitre como ilegítimo. Su llegada a la presidencia había sido fruto de la insurrección contra los poderes legalmente constituidos y, desde entonces, sus prácticas eran las de un gobierno despótico: no respetaba las leyes ni la Constitución, ejercía la violencia extrema contra los federales que le ofrecían resistencia, violaba las autonomías provinciales y censuraba a la prensa. La arbitrariedad y la concentración del poder hacían del gobierno de Mitre una tiranía cuyo fin último era acabar con las autonomías provinciales y sus defensores: los federales. Como el pueblo de Entre Ríos era un exponente de la lucha contra el despotismo y celoso defensor de su autonomía frente a la poderosa Buenos Aires y sus aliados, se cernía sobre él la amenaza de invasión y su subordinación forzada a los unitarios. Una vez iniciada la guerra contra el Paraguay (1864-1870), a estas críticas se sumó la censura a la alianza de Mitre y su partido con el Imperio del Brasil, al que denunciaban por sus aspiraciones expansionistas, por su sistema monárquico y por la persistencia de la esclavitud, rasgos opuestos a los valores republicanos y liberales con los que se identificaba el Partido Federal (Pérez, 2015; Alabart y Pérez, 2019).

Pero dicha forma de ejercicio del poder adquiría su sentido pleno si se la miraba dentro de una sucesión de hechos, en una historia que vinculaba al gobierno de Mitre y a sus detractores con un pasado que definía y explicaba el accionar de los actores y las circunstancias del presente. De modo que una serie de preguntas sobre el pasado atravesaban los análisis de los publicistas federales sobre la política argentina en la década de 1860: ¿cuál era el origen del despotismo en Argentina?, ¿cuándo comenzó la aspiración porteña de dominar a las provincias?, ¿en qué momento y quiénes fueron los responsables de las guerras civiles luego de la independencia?, ¿qué rol ocupó Entre Ríos en la formación de la nación?

3. De Mayo a Caseros. La lucha por la libertad y contra el despotismo de los porteños

Las preguntas sobre el pasado tuvieron diversas respuestas de acuerdo con las coyunturas, los estilos y posicionamientos de los editorialistas, y el cuadro final es un conjunto de relatos heterogéneos, en ocasiones contradictorios entre sí. No obstante, existieron una serie de motivos históricos invocados, personajes y cronologías compartidos que estructuraban los relatos en torno a dos conflictos centrales: la oposición entre el despotismo y la libertad, por un lado, y la lucha de Entre Ríos y las provincias contra el predominio de Buenos Aires, por otro. Ambos conflictos se superponían, y con frecuencia la oposición de las provincias a Buenos Aires era presentada como equivalente o subsumida a la lucha por la libertad frente a la tiranía.  

El punto de partida de esta historia de oposiciones era la Revolución de Mayo y concluía en la batalla de Caseros, cuando Urquiza y el pueblo de Entre Ríos conquistaron la libertad para “las dos Repúblicas del Plata” y recuperaron el orden, luego de décadas de anarquía y gobiernos despóticos. La promesa de la Revolución de dar libertad a los pueblos había quedado trunca con la “tiranía” de Rosas y, finalmente, se concretaba en 1852. Así, por ejemplo, un articulista no dudaba en calificar al pronunciamiento del 1° de mayo de 1851 como “el más grande aniversario de la libertad argentina, después del sublime despertamiento de Mayo [de 1810]”.[10] Otro, en un panegírico de Urquiza, escribía: “La bandera de Caseros era la bandera de 1810, exhumada del fondo de los calabozos de la tiranía!”.[11]

También la “bandera de Caseros” era la de la “fraternidad argentina”: la derrota de Rosas no había sido patrimonio de un partido, sino de la patria en su conjunto. Urquiza y su proyecto político eran colocados, de este modo, por encima de los partidos y los particularismos provinciales. Caseros, era, sin duda, una gesta nacional.[12] 

Por lo tanto, Caseros y su antesala, el pronunciamiento de Urquiza contra Rosas el 1° de mayo de 1851, eran la culminación de “la gesta de Mayo” de 1810 y, como tales, ocupaban un lugar central en la liturgia histórico-política de Entre Ríos y competían en importancia con los festejos por los aniversarios de la Revolución. Cada 3 de febrero y 1° de mayo, las notas conmemorativas en los periódicos y los festejos públicos y privados, en los que participaban sujetos de todos los grupos sociales de la provincia, rememoraban esos hechos “gloriosos” de la historia entrerriana y argentina, que situaban al pueblo de Entre Ríos y a Urquiza en un lugar protagónico de la historia nacional.[13]

De modo que, en el plano de las conmemoraciones y los discursos reivindicativos de la figura de Urquiza y del rol de los entrerrianos en la lucha contra Rosas y en la construcción de la nación, Mayo-Caseros era un ciclo concluido con la victoria de “la libertad” y el “orden” en febrero de 1852. Ambos momentos eran honrados como los hitos centrales de la historia argentina.

Sin embargo, esta interpretación estilizada del pasado nacional contrastaba con otras igualmente simplificadas, construidas en los círculos políticos porteños y ampliamente difundidas mediante la prensa, en las que Buenos Aires ocupaba el lugar de rectora y guía de las provincias en la lucha por la libertad desde mayo de 1810.[14] 

Estas interpretaciones eran denunciadas por la prensa federal entrerriana como una de las tantas prácticas de imposición de los intereses de los porteños por sobre los de las provincias. En 1863, una serie de notas daban cuenta de esta batalla por la definición de los protagonistas y sentidos de la historia nacional. A principios de ese año, dos acontecimientos marcaron la preocupación de los federales por los relatos en circulación sobre el pasado reciente. Uno, fue la aparición de La Democracia en Gualeguaychú, un periódico identificado con el Partido Liberal y el presidente Mitre, que ocupaba gran espacio en atacar a los federales y a Urquiza, y en cuestionar su protagonismo en la lucha contra la “tiranía de Rosas”. Otro, la decisión por parte del gobierno nacional de no reconocer los grados de los oficiales del ejército de Entre Ríos y, por ende, privarlos de sueldo y honores por sus servicios prestados. En paralelo, los federales denunciaban a la prensa porteña por publicar artículos que injuriaban al ejército entrerriano y su oficialidad, tildándolos de "inválidos" para el servicio efectivo en la Nación, y por enaltecer la figura de Juan Lavalle, uno de los principales personajes del Partido Unitario y enemigo de los federales.[15] 

Así, en los primeros meses de 1863, en los periódicos federales cobró importancia la crítica a los discursos que desconocían el rol de los entrerrianos en “la revolución gloriosa de 1810” y las guerras de independencia. En marzo El Pueblo Entrerriano denunciaba que “desde tiempo hasta hoy, [Buenos Aires] ha gritado continuamente y sin reboso” que el triunfo de la Revolución había sido “a expensas de la sangre de sus hijos”. Líneas más abajo, retomando un argumento que circulaba desde la década de 1820, subrayaba que, por el contrario, la

revolución iniciada en Buenos Aires existía ya en todas las provincias de Sudamérica. Era un golpe eléctrico que había sido recibido no en Buenos Aires, y que se comunicaba instantáneamente a miles de comarcas por la virtud de la querida independencia.[16]

Días más tarde, otro artículo denunciaba cómo “los porteños” sostenían falsamente que Buenos Aires había dado “la libertad a las provincias del gobierno tiránico de España” y que, por lo tanto, tenía “su derecho de dominarnos puesto que ni con nuestra esclavitud les alcanzamos a pagar la libertad que nos han dado”. El autor se lamentaba de que esta versión incorrecta de la historia era creída por gran parte de los gobernantes y “hombres públicos” de las provincias y esa era la razón por la cual siempre habían buscado “con empeño y sacrificio” la unión con Buenos Aires, un “pueblo egoísta y pretencioso”. El argumento continuaba señalando que las provincias habían sido las protagonistas de la revolución y las guerras de la independencia. Con tal sentido colocaba al 9 de julio de 1816 como momento fundacional, e invitaba a los lectores a reflexionar: “¿Qué parte tuvo Buenos Aires en la solemne declaración de la independencia del año 16? ... ¿Qué generales prestaron servicios más eficientes a la patria, Belgrano y Castelli o San Martín y Artigas?”.

Como conclusión afirmaba que era menester diferenciar a los hombres que habían participado de la Revolución para cambiar una tiranía por otra –el objetivo de los porteños–, de “los grandes hombres que, llenos de abnegación y guiados de la mejor buena fe, se inmolaron en aras de la libertad de su patria”.[17] La inferencia que se extraía de esta conclusión era sencilla: los verdaderos patriotas no provenían de Buenos Aires.

Otro grupo de artículos alertaba sobre los intentos de los liberales y los porteños de arrogarse la victoria contra Rosas. Por ejemplo, el corresponsal en Gualeguay de El Pueblo Entrerriano manifestaba su indignación por lo que entendía era una campaña de los “desvergonzados periódicos de Buenos Aires” en contra de los entrerrianos:

Por ventura, ¿dónde tuvo su origen la mazorca, sino en Buenos Aires?, ¿dónde tuvo asiento la tiranía?... ¿Cuál fue el pueblo que contribuyó con veinte mil soldados para sostenerla en Caseros? Y a pesar de esto, el partido de la libertad, cuyo centro está en Buenos Aires, se atribuye exclusivamente la caída de Rosas; y al ocuparse sus periódicos del memorable 3 de Febrero, no consagran un recuerdo al General Urquiza!.... ni a los contingentes de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, parte principal del ejército vencedor en Caseros.

¡Es el colmo de la ingratitud de la injusticia y de la mala fe![18] 

La polémica sobre los verdaderos vencedores de la tiranía de Rosas ocupó varias notas hasta fines de marzo. Uno de los ejes que organizó los argumentos fue establecer el aporte de los emigrados en Montevideo en la lucha contra Rosas en contraste al rol que cumplió el ejército de Entre Ríos. Esta cuestión había surgido a principios de febrero cuando La Democracia aseveró en una nota conmemorativa de la batalla de Caseros, que esta había acaecido en “nombre del partido de los proscriptos en quienes estaban encarnadas las ideas de la civilización, de progreso y de moral”.[19] 

En respuesta, los articulistas federales contrapusieron su interpretación. Los emigrados habían sido incapaces de organizar una “revolución” contra Rosas, dado que su principal actividad política consistía en la publicación de folletos, periódicos y versos, prácticas inútiles para derrotar la tiranía. Este interés en remarcar el carácter de “letrados” e inservibles en la política y la guerra, debe entenderse en la coyuntura particular del debate público del momento, en el que, como se apuntó antes, circulaba una fuerte propaganda que cuestionaba la capacidad militar pasada y presente del ejército entrerriano.

Asimismo, en los artículos se subrayaba el carácter itinerante de los emigrados, lo cual los transformaba en sujetos sin un anclaje a una patria determinada, y en su lucha contra el gobierno de Rosas eran unas “aves migrantes”, unos “gavilanes”, que ante el peligro de una derrota podían huir sin poner en riesgo sus bienes, ni su familia, ni sus vidas.[20] El contraste con el esfuerzo y el compromiso del pueblo entrerriano era, por tanto, enorme:

Los soldados entrerrianos y correntinos, ¿qué eran? Cada uno de ellos era un padre de familia, con una esposa, cuatro o cinco hijitos o intereses que perder; esto es lo que eran y lo que aun hoy son.

¿Se puede poner en parangón a un político (impolítico más bien dicho), embustero y sin nada que perder con un soldado inocente y padre de hijos, que todo lo abandona al solo llamado de su patria? Sería lo mismo que parangonar la culebra con la madre del género humano.[21] 

En síntesis, en el trazado de un relato sobre el pasado nacional en la década de 1860 existían dos hitos fundamentales: la Revolución de Mayo y el fin de la tiranía de Rosas. En este relato los entrerrianos negaban el lugar protagónico de Buenos Aires como sostén de la lucha por la libertad. En contraste con la interpretación de los liberales y porteños, para los federales la Revolución de Mayo y las guerras de independencia habían involucrado al conjunto de las provincias, y en el combate contra Rosas, habían sido los pueblos del Litoral, liderados por Urquiza y los entrerrianos, los principales artífices de su derrota. Buenos Aires, entonces, había obtenido su libertad gracias a Entre Ríos.  

Por otro lado, Buenos Aires había constituido el centro de las prácticas despóticas que habían azotado a los pueblos del Plata por décadas y que perduraban encarnadas en el gobierno de Mitre. Pero, ¿desde cuándo Buenos Aires tenía la vocación de subordinar al resto de las provincias? ¿qué personajes del pasado eran los responsables del desarrollo de la tiranía de Rosas? Las respuestas a estos interrogantes eran variadas y, en ocasiones, contradictorias.

 

4. La Revolución Mayo: el momento de la emancipación o la nueva máscara del despotismo

 

Si bien existía un total consenso en los significados del triunfo sobre Rosas en la batalla de Caseros, había diversas interpretaciones sobre la Revolución de Mayo. A lo largo del período analizado, junto a la disputa con los periódicos porteños sobre la herencia de la Revolución y las notas que la juzgaban de manera positiva, otras la condenaban abiertamente.

Por ejemplo, en un artículo publicado en El Porvenir el 25 de mayo de 1866, dedicado a analizar la historia de la Revolución y los hechos más trascendentes de la década de 1810, el autor comenzaba lamentándose de que “los pueblos del interior” habían “admitido sin examen las creencias vulgares” que “los escritores de Buenos Aires” le atribuían a la Revolución, por lo tanto, era necesario esclarecer la historia y mostrar su verdadero significado que, de acuerdo a su mirada, “no contenía ningún principio de prosperidad, de vida, de libertad para los pueblos”.[22] 

En estos relatos condenatorios, la Revolución significaba el inicio del dominio tiránico de Buenos Aires sobre las provincias. En mayo de 1810 aquella había heredado el lugar de España como metrópoli y sus prácticas centralistas. Para las provincias, la revolución no había traído la libertad, sino el cambio de un tirano por otro.

Los relatos comienzan una vez consumada la Revolución. Nada dicen sobre las causas, ni aluden a los sucesos de los días anteriores, ni a las más lejanas invasiones inglesas. Solamente el artículo citado líneas arriba ofrecía una explicación de sus causas: sencillamente, el Virrey fue depuesto porque su autoridad “ya había fenecido”, por lo tanto, el acontecimiento, iniciado por factores externos en los cuales los porteños no habían tenido participación, carecía de toda impronta heroica y memorable.

El drama para las provincias se iniciaba luego del 25 de mayo, cuando el gobierno revolucionario comenzó a enviar fuerzas militares para imponer el nuevo orden sobre el resto del territorio del Virreinato. Por ejemplo, en enero de 1862, Olegario Andrade, estableciendo un claro paralelismo con el avance del ejército porteño sobre el Interior tras la batalla de Pavón tres meses antes, escribía que a “los 12 días de la revolución de Mayo, una expedición de mil ciento cuarenta voluntarios partía de Buenos Aires, para llevar a las provincias el principio republicano en la punta de las bayonetas”.[23] De este modo, para estas interpretaciones, una de las primeras víctimas de la Revolución era Santiago de Liniers, cuyo fusilamiento había significado el “bautismo de sangre” de la política violenta llevada a cabo por Buenos Aires.[24] 

Las narraciones continuaban con los acontecimientos de la década de 1810 y ofrecían una cronología que se detenía en describir las prácticas “exclusivistas” de los porteños: la exclusión de los representantes de los pueblos del Interior de la Primera Junta, la creación del Triunvirato y luego del Directorio (formas de gobierno que tenían como fin preservar el poder para Buenos Aires), la formulación de la Constitución unitaria de 1819. En espejo a la denuncia de las prácticas centralistas de Buenos Aires, cada nota incluía la evocación de distintos episodios de resistencia. Los ocurridos en el Litoral –en especial en Entre Ríos– eran los más citados. Así, los triunfos contra las tropas porteñas eran particularmente resaltados como los primeros hitos en la historia de afirmación de la autonomía del Litoral y de la provincia.[25] A ellos se asociaban figuras representativas de esta resistencia: Francisco Ramírez para Entre Ríos, José Gervasio Artigas por la Banda Oriental, Estanislao López por Santa Fe.[26] También ocupaba la atención de los artículos la figura de Martín Miguel de Güemes en su doble rol de luchador por la independencia americana y de defensor de la autonomía provincial al enfrentarse a José Rondeau y el Directorio en 1818.[27]

En paralelo, se delineaba un grupo de figuras negativas, identificadas con la voluntad de los porteños de imponerse por sobre las provincias.  Manuel Belgrano y Juan José Castelli, responsables de las expediciones a Paraguay y el Alto Perú; Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia, Hipólito Vieytes y Rondeau por integrar los gobiernos revolucionarios que no respetaron las autonomías de las provincias;[28] Juan José Viamonte, Manuel Dorrego, Eduardo Holmberg, Luciano Montes de Oca y Eustaquio Díaz Vélez, por sus incursiones militares para doblegar al Litoral disidente.[29]

En suma, la Revolución de Mayo era el comienzo del drama de la dominación porteña y la resistencia provinciana que, sin intermitencias, continuaba hasta el presente. Así lo sintetizaba el citado artículo de El Porvenir:

Así, pues, el Gobierno bárbaro de Rosas, prohibiendo la navegación de los Ríos, devastando las provincias con invasiones exterminadoras, y el del General Mitre con las desigualdades, las espoliaciones, los degüellos, la confiscación de bienes, las infracciones a la Constitución, ambos Gobiernos, decimos, son la expresión ajustada al programa trazado en la revolución de Mayo.[30] 

Estas interpretaciones negativas sobre la Revolución y sus consecuencias convivían con otras que la presentaban como el hito fundador de la libertad americana y de la Argentina.[31] La evocación positiva solía formar parte de notas conmemorativas de la Revolución o de otros hechos trascendentales de la historia reciente de la provincia. Se la vinculaba, sobre todo –como se apuntó–, a la batalla de Caseros y a la sanción de la Constitución de 1853, pero el relato histórico era escueto y se limitaba a recordar a los lectores que se había tratado de un acontecimiento “glorioso”. En otros casos la ponderación de la Revolución y la década de 1810 aparecía en notas que situaban el inicio de los males políticos de la Argentina en un momento posterior, en el gobierno de Rivadavia o en el de Rosas. En estos análisis, las referencias también eran relativamente escuetas y resaltaban las guerras de la independencia y a sus principales figuras, mientras que los acontecimientos de Buenos Aires, inclusive el 25 de Mayo, permanecían en un segundo plano.

La brevedad en los relatos sobre los hechos de la década de 1810, cuando se trataba de una mirada celebratoria, puede obedecer a dos factores. Por un lado, ningún entrerriano formó parte de las jornadas de mayo ni fue protagonista de las guerras de la independencia. No había personalidades, ni un sujeto colectivo entrerriano que rememorar. Por otro lado, los relatos celebratorios de la Revolución, expresados en los rituales cívicos desde la década de 1820, habían instalado en la imaginería social un sentido positivo del acontecimiento, creado a partir de las “creencias vulgares” que denunciaba la nota de El Porvenir, por lo tanto, no era necesario cimentar esas interpretaciones. Una crónica sobre los festejos del 25 de Mayo en la localidad de Nogoyá, permite acercarnos a las ideas en circulación por fuera de la prensa. Como parte de los festejos, los alumnos de la escuela de varones recitaron versos alusivos y dieron discursos que el cronista diligentemente reprodujo. En ellos homenajeaban a los "héroes ilustres", "beneméritos patriotas" que habían dado "sus vidas e intereses en aras del altar de la Patria". Esos "próceres" eran, entre otros, Belgrano, Castelli, Moreno y Vieytes, los que, como vimos, otros entrerrianos representaban como al servicio de la tiranía de Buenos Aires.[32]

5. La tiranía de Rosas: la expresión de las ambiciones porteñas

En los discursos de la prensa federal, Rosas y su gobierno eran la expresión máxima del despotismo (que Mitre había heredado) y la condena a su figura era unánime. Esta interpretación era similar a la ofrecida por el Partido Liberal, pero difería en definir a quiénes o qué intereses había representado Rosas. Si para los liberales había sido la expresión del “caudillaje” y la “barbarie” encarnada en el Partido Federal, para los federales entrerrianos había reflejado los intereses de los porteños y del Partido Unitario. La operación historiográfica consistía en asociar a los unitarios con los porteños y en diluir la identidad federal de Rosas: para los entrerrianos su verdadera adscripción política era la unitaria, puesto que, en definitiva, era un mero representante de Buenos Aires. Como se afirmaba en una nota de El Pueblo Entrerriano, los porteños “siempre han sido [y] serán unitarios en la verdadera acepción de la palabra, que siempre han propendido a la centralización y a la absorción de todos los poderes, o en su defecto al aislamiento y separación”.[33] Los unitarios que enfrentaban a Rosas eran iguales a él: combatían a su persona, pero no a su tiranía.[34] 

En esta línea interpretativa, se hacía hincapié en la opresión a las provincias por parte de Rosas y se resaltaba a Facundo Quiroga y Manuel Oribe como sus “bárbaros” lugartenientes (y a Ambrosio Sandes, Ignacio Rivas y Wenceslao Paunero como las figuras equivalentes en la década de 1860).[35] El problema de la adhesión de las provincias al gobierno de Rosas era eludido, a excepción de tres artículos que la explicaban por su política de impedir la intervención de Francia e Inglaterra en los asuntos nacionales. Sin embargo, se señalaba que Rosas había utilizado esa política de defensa de “la dignidad argentina” para engañar por largo tiempo a las provincias y ocultar el verdadero carácter de su gobierno.[36] En el debate político de la década de 1860, casi no quedaban resquicios para aprobar ningún aspecto del accionar político de Rosas.  

El Partido Unitario era además el responsable del ascenso de Rosas al poder. En este punto las interpretaciones diferían en marcar el momento en el cual se habían creado las condiciones para el nacimiento de la tiranía. Varios artículos lo situaban en los inicios de la década de 1820 y el desarrollo del Congreso General Constituyente (1824). Rivadavia emergía, entonces, como el principal responsable. Este era el artífice de las instituciones sobre las cuales se  asentó el gobierno de Rosas: la legislatura, que le otorgó las facultades extraordinarias; el sufragio universal, que habilitó la intervención de la "chusma" en el gobierno; el banco, que financió el régimen; la policía, que sería la base del espionaje y la persecución política; el ejército, el brazo armado del dominio sobre las provincias; y los tratados interprovinciales, que le dieron a Rosas los pretextos para la postergación del Congreso Constituyente.[37] Otros artículos se enfocaban en la vocación centralista de Rivadavia, expresada en la Constitución unitaria de 1826, y trazaban una línea sin matices entre las políticas de Rivadavia, Rosas y Mitre. Estos eran “la trinidad del mal” y siempre habían buscado el sometimiento de las provincias a Buenos Aires.[38] 

Otras interpretaciones situaban el origen de la tiranía de Rosas en el golpe de Lavalle y el fusilamiento de Dorrego en 1828. Esto había llevado a la anarquía y al consecuente ascenso de Rosas al poder: “Rosas, el unitario por excelencia, nació de esa revolución, y sus hechos pesan sobre la responsabilidad del partido unitario, que envolviendo al país en la anarquía le allanó el camino a su dominación”.[39]

La condena a Lavalle era unánime en la prensa federal. Su figura concentraba atributos enteramente negativos, era un asesino, representante de la barbarie y la anarquía. Por lo tanto, los homenajes que se le rendían en Buenos Aires generaban gran irritación.[40] 

Así como Lavalle, con su “siniestro sable”, inició el largo ciclo de guerras civiles, Dorrego era su primera víctima. De modo que, cuando la clave explicativa estaba en la revolución de diciembre de 1828, Dorrego aparecía como mártir del federalismo. Esto lo constituía en un sujeto excepcional, dado que, a pesar de su condición de porteño, había adherido a las ideas federales. Era “el único porteño verdadero argentino”, según lo definía un articulista en 1863.[41]

En síntesis, para los federales de la década de 1860 existía una identidad histórica entre porteños y unitarios. Por lo tanto, Rosas, como expresión de los intereses de los primeros, representaba al Partido Unitario. En los relatos sobre cómo se había constituido su gobierno, los federales eran víctimas de un proceso histórico que tenía como únicos responsables a los unitarios de Buenos Aires.  

6. Urquiza: legislador y guerrero

En el discurso de la prensa federal de Entre Ríos, Urquiza constituía la contracara de Rosas. Había liberado a “las dos Repúblicas del Plata” del despotismo, creado las instituciones de una nación republicana y liberal y encaminado a la Argentina en la senda del progreso.[42] Estos discursos laudatorios se integraban a una propaganda sobre su figura, que desde la década de 1850 incluía una serie de conmemoraciones y rituales cívicos que buscaban erigirlo como prócer nacional y reafirmar su rol de principal líder de los entrerrianos. También conformaban una herramienta para la disputa política de la década de 1860. En la puja con el Partido Liberal y el gobierno de Mitre por el dominio político de la Nación, Urquiza era presentado como la contracara de este último: frente al “exclusivismo” de los porteños y del Partido Liberal, Urquiza representaba los intereses del conjunto de la nación y abogaba por la “fusión de partidos”; frente a las políticas represivas de Mitre, Urquiza era quien encarnaba la libertad y el respeto a las instituciones. Esta retórica formaría parte central de las notas que a partir de 1867 comenzaron a sostener su candidatura a la presidencia.  

La tarea de erigir a Urquiza como prócer de la nación exigía definir su rol en la historia nacional. Como se vio, la batalla de Caseros y la creación de la Constitución nacional eran dos hitos históricos fundamentales en los discursos de los federales sobre el pasado, en tanto que habían permitido culminar con el proyecto iniciado en mayo de 1810, es decir, la creación de una nación libre. Urquiza era el líder indiscutido de ese proceso y era presentado como “guerrero” y “legislador”: había luchado en los campos de batalla por la libertad y creado las instituciones de la república. Era “el patriota desinteresado”, “el ilustre ciudadano”, “el guerrero clemente”, “el legislador sensato”, “el apóstol de la nacionalidad”, “el organizador providencial”.[43] 

Estos discursos apologéticos también incluían la creación de genealogías históricas que lo vinculaban con personajes del pasado nacional y lo constituían en su heredero. En tanto que guerrero, se lo presentaba como heredero de San Martín (y también de Simón Bolívar), en tanto que legislador, se lo vinculaba a Rivadavia. En 1862, una nota editorial de El Pueblo Entrerriano explicaba este último vínculo. El editorial comenzaba afirmando que “en todos los momentos de la historia argentina” cuando la paz había permitido avanzar en la construcción de las instituciones “ha habido un hombre que ha afrontado la responsabilidad de los sucesos, imprimiendo su voluntad a una situación de trabajosa prueba”. En 1824, ese hombre había sido Rivadavia, que “la biografía contemporánea ... ha puesto de relieve la audacia de su genio y las grandes concepciones de su inquebrantable patriotismo”. Sin embargo, continuaba el editorial, Rivadavia no había podido terminar su tarea por la irrupción de la “anarquía” en 1828, pero había sembrado “la semilla” que luego sería recogida por Urquiza en 1852.[44]

Este enaltecimiento de Rivadavia era marginal en los periódicos que analizamos acá, pero formaba parte de la propaganda urquicista que circulaba en otros periódicos y en otros soportes.[45] El interés de Urquiza de erigirse en heredero de Rivadavia se explica por su política de presentarse por encima de las divisiones partidarias y no mostrarse como representante de una facción. También, es muestra de la eficacia de los discursos reivindicativos de Rivadavia creados en Buenos Aires en el seno del Partido Liberal durante la década de 1850, que lo colocaron entre las figuras notables del pasado nacional.

Como vimos, esta reivindicación de Rivadavia en los panegíricos de Urquiza era opuesta a las imágenes que sobre Rivadavia presentaban algunas interpretaciones del pasado reciente que hacían los federales. Asimismo, entraban en tensión con la reivindicación de Francisco Ramírez como precursor de la igualdad federal y representante del espíritu guerrero de los entrerrianos, figura con la cual Urquiza también buscaba identificarse en tanto líder federal y, en particular, de los entrerrianos.[46] 

La apelación en la propaganda urquicista a figuras contrapuestas –como Ramírez y Rivadavia– y a relatos que entraban en tensión con otras interpretaciones y genealogías presentadas en la prensa federal de la provincia, expresa las complejas, variadas y a menudo ambiguas estrategias políticas seguidas por Urquiza. Su aspiración a liderar el proceso de organización nacional y a disputar la hegemonía a Buenos Aires, lo llevaron a tejer alianzas con grupos por fuera del Partido Federal y a presentarse como representante de los intereses nacionales. Pero al mismo tiempo, los federales entrerrianos constituían una de sus principales bases de sustentación política. La reivindicación de Ramírez, de su antagonismo con Buenos Aires y su defensa del federalismo, lo acercaban a las bases político militares entrerrianas, en las cuales la memoria de un pasado de luchas en el seno del Partido Federal y en oposición a los porteños, tenía aún un gran poder emotivo y de movilización política.    

Por otro lado, los publicistas de Urquiza debían lidiar con su pasado de ladero de Rosas en el Litoral. Este momento de su trayectoria política y militar era constantemente denunciado por la prensa opositora a su figura, fundamentalmente la de Buenos Aires, que lo citaban como prueba de su carácter de caudillo “bárbaro”.[47] 

La tarea de desmontar los relatos sobre su pasado rosista preocupaba particularmente a sus publicistas.[48] Esta tarea implicaba no solo contrarrestarlos con editoriales ofreciendo relatos alternativos, sino también presentar pruebas documentales de manera tal que la “palabra de la historia” se volviese irrefutable. De modo que la búsqueda y publicación de documentos (correspondencia, partes militares, decretos de gobierno, discursos legislativos) que refutaran las acusaciones de “caudillo bárbaro” de sus oponentes y fortaleciesen la imagen de “organizador” de la república era central en la estrategia discursiva de desligar a Urquiza de su vínculo con Rosas.[49] Así, encontramos en la prensa federal una serie de artículos extensos (que ocupaban cuatro o más columnas) enfocados en aclarar “con la luz de la verdad histórica” y la presentación de documentos, episodios de la vida política de Urquiza antes de 1851. Estos artículos procuraban revelar a un Urquiza que, desde sus primeras intervenciones públicas, demostraba un interés en la conciliación de partidos, un líder militar independiente de Rosas que tejía alianzas para acabar con su tiranía desde mediados de la década de 1840, pero que prefería aplazar ese momento a asociarse como “lacayo” a la política de Francia e Inglaterra y transformarse en un traidor a la patria (en contraste, se recordaba, a la actitud de Mitre frente a Brasil). Especial atención recibía la refutación de su participación y responsabilidad en matanzas o fusilamientos de oponentes políticos.[50] 

Si bien el fin de estos artículos era la polémica política, podemos definirlos como escritos híbridos, dado que recurrían a reglas de la historia erudita, como la presentación de pruebas documentales para la organización y legitimación de los argumentos. Esta aproximación, incompleta y algo rústica, a la práctica historiográfica, era percibida como una contribución a sentar las bases de una futura historiografía profesional despojada de las influencias “de las pasiones”.[51] De esta manera, en la introducción a un extenso artículo en el que se presentaban documentos sobre la actuación de Urquiza en la década de 1840, se alertaba a los lectores:

La prensa política no puede revestirse con los severos atavíos de la musa de la historia.

No puede levantar el ánimo a las regiones serenas de la filosofía para trasmitir a la posteridad el cuadro de los acontecimientos humanos, porque en la vida múltiple y tumultuosa de las democracias, la prensa es un soldado cuyo espíritu se resiente de la influencia de las ideas y de las pasiones de la época... Pero puede amontonar los elementos que sirvan a los Tácitos futuros para fulminar sobre los hombres y los sucesos, el anatema a que se han hecho acreedores, o colocar sobre sus frentes arrugadas por el tiempo, las palmas de la glorificación.[52]

7. A modo de cierre

 

Tras la batalla de Pavón y la consolidación del predominio del Partido Liberal, la prensa de tendencia federal en Entre Ríos desarrolló una constante prédica contraria al nuevo orden político liderado por el presidente Mitre. En esta prédica, la apelación a hechos y figuras del pasado reciente fue una práctica recurrente, en tanto que su uso legitimaba los diagnósticos sobre el presente y el futuro político.

De este modo, en el desarrollo del debate político en Entre Ríos en la década de 1860, se elaboraron representaciones del pasado nacional que servían como argumentos efectivos o funcionales a las situaciones políticas del momento.

La impugnación al gobierno de Mitre se organizaba en torno a dos tópicos fundamentales: su gobierno representaba los intereses de Buenos Aires y no respetaba las leyes de la República. En torno a estas dos cuestiones se organizaron los relatos sobre el pasado y se trazaron genealogías históricas. Como hemos visto, básicamente, las narraciones que elaboraban los publicistas del federalismo pretendían mostrar una continuidad histórica desde la Revolución de Mayo hasta la década de 1860, en donde Buenos Aires, y el Partido Unitario, que la representaba, buscaban dominar a las provincias ejerciendo un poder despótico. En espejo, desde la década de 1810 las provincias, especialmente Entre Ríos, habían luchado por la libertad y el respeto al sistema federal. Estos discursos, además de ofrecer una narrativa histórica argentina, procuraban definir el rol de Entre Ríos y de Urquiza en las luchas políticas desde el momento de la emancipación del dominio español hasta el presente. Por lo tanto, distintos hechos eran resaltados como hitos de la historia “gloriosa” de los entrerrianos. Entre ellos, sobresalían los combates contra Buenos Aires y la batalla más importante, Caseros, que había terminado con la “tiranía” de Rosas y marcado el inicio de la organización nacional. En esta narrativa sobresalían dos figuras: Ramírez, como personificación del federalismo y la resistencia a Buenos Aires, y Urquiza, como prócer provincial y héroe nacional.

Sin embargo, este cuadro interpretativo general no era homogéneo. Existían divergencias en cuanto a las cronologías utilizadas, los personajes ponderados y a los sentidos de algunos acontecimientos. Las más disonantes, que hemos analizado en este trabajo, eran la interpretación de la Revolución de Mayo y la evocación de la figura de Rivadavia. Esta heterogeneidad de interpretaciones y sentidos pone de relieve el carácter situacional de los relatos y su estrecha vinculación con las estrategias políticas de los actores que los elaboraban. De este modo, por ejemplo, la presentación de Urquiza como heredero de Ramírez y de Rivadavia obedecía a necesidades políticas específicas y diferentes. Mientras que las evocaciones de Ramírez se incluían en artículos en los que se confrontaba con el Partido Liberal y se pretendía preparar la opinión para una posible rebelión contra el gobierno de Mitre; aquellos en los que Urquiza era presentado como continuador de Rivadavia formaban parte de una estrategia de construcción de consensos políticos que superasen las confrontaciones entre las tradicionales identificaciones de unitarios y federales.  

Por otro lado, las divergencias demuestran la diversidad de relatos en circulación, que las notas periodísticas utilizaban y reproducían en función de los argumentos a desarrollar. Muchos de estos relatos, sus sentidos y los personajes evocados, formaban parte de un ideario del federalismo que trascendía el círculo de periodistas de Entre Ríos. Así, por ejemplo, la proclama dirigida a los “Argentinos” de Felipe Varela en 1866 contiene tópicos, imágenes y una narrativa histórica que se halla en varios artículos de la prensa federal entrerriana. Pero también se encuentran en los discursos sobre el pasado elaborados en círculos intelectuales y políticos ajenos al campo del federalismo, muchos gestados en la primera mitad del siglo XIX. Por ejemplo, la reivindicación del rol de las provincias en el proceso revolucionario de Mayo estaba ya presente en los debates en el Congreso General Constituyente de 1824; la crítica al Partido Unitario como responsable del advenimiento de Rosas al poder, había sido empleada por miembros de la “generación del 37” en la década de 1840; la idea de que el pueblo de Buenos Aires había consentido la dictadura de Rosas había sido objeto de debate en la política porteña luego de Caseros; la acusación a los unitarios de servir a los intereses extranjeros, había formado parte de la propaganda de los gobiernos de Rosas (Myers, 1997; Wasserman, 2008; Eujanian, 2015). En síntesis, los discursos sobre el pasado esgrimidos en la prensa federal entrerriana en la década de 1860 se nutrían de argumentos de larga data y provenientes de distintos posicionamientos políticos. La singularidad residía en su particular combinación en una serie de textos que buscaban legitimar la posición de la provincia y el federalismo en el escenario político de la cuenca del Plata tras la batalla de Pavón.

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Notas


[1] La Política vieja (8 de mayo de 1867). La Regeneración. Hemeroteca de la Universidad Nacional de La Plata (HUNLP), La Plata, Argentina.

[2] Existen numerosísimos estudios sobre la dinámica política luego de Pavón. Entre los que recientemente la han abordado, considerando el rol de las provincias en la construcción de una esfera política nacional, Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez (2010) y Míguez (2021).

[3] Entre los trabajos que han estudiado las características de las prácticas historiográficas anteriores a la formación de un campo profesional, podemos citar los de Gustavo Prado (1999), Fabio Wasserman (2008), Fernando Devoto y Nora Pagano (2009), y Alejandro Eujanian (2015, 2020). Sobre la construcción de las historiografías provinciales, véase a Liliana Brezzo et al. (2013) y Marta Philp et al. (2022).

[4] El Partido Liberal era denominado por sus oponentes del Partido Federal como "Partido Unitario". Esta nominación subrayaba el vínculo histórico entre el Partido Liberal y el unitario (creado en la década de 1820) y fortalecía una lectura del presente político como una continuidad de los conflictos de la primera mitad del siglo XIX. Por otro lado, los federales se consideraban defensores de los idearios del liberalismo, por lo tanto, el gesto de denominar "unitarios" y negar el mote de "liberales" a sus oponentes, denotaba también la lucha por la apropiación del programa liberal.

[5] Desde fines de la década de 1840 se publicaban periódicos en las ciudades de Paraná, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú.

[6] La Democracia de Gualeguaychú apoyaba al gobierno de Bartolomé Mitre y se publicó entre 1863 y 1867. Otro periódico partidario de los liberales fue El Amigo del Pueblo, en la ciudad de Victoria, que se publicó por pocos meses en 1865. Dentro del campo del federalismo, la mayoría de los periódicos mantuvieron un discurso favorable a Urquiza, aunque con excepciones. Uno es El Litoral de Paraná, editado por Evaristo Carriego entre 1862 y 1865, que primero sostuvo una postura de apoyo a Urquiza pero luego viró hacia un discurso opositor. A fines de la década, en 1869 y principios de 1870, surgieron los periódicos federales disidentes El Independiente, en Concepción del Uruguay, y El Obrero Nacional en Paraná.

[7] El periódico que en la época era reconocido como representante de las opiniones de Urquiza y su círculo político más cercano era El Uruguay de Concepción del Uruguay (la capital de la provincia), que editaba los decretos del gobierno.

[8] Además, se ha conservado de estos periódicos un número significativo de ejemplares, que permite el análisis de sus discursos a lo largo de un lapso considerable de tiempo, lo cual no es posible para otros periódicos de la provincia durante esta etapa, porque se han preservado pocos ejemplares o ninguno (con la excepción de El Uruguay y La Democracia). El Pueblo Entrerriano se editó entre 1862 y 1867, su editor responsable fue Eugenio Gómez y hasta 1864 tuvo como redactor principal a Olegario Andrade. También escribían en ese periódico Francisco F. Fernández y Marcos Emilio Funes. El Porvenir se publicó entre 1864 y 1867, el editor responsable era Lucilo López y su redactor Andrade. El Paraná se publicó entre 1862 y 1867, su editor responsable fue Jorge Alzugaray y contó con Eusebio Ocampo entre sus redactores. Estos cuatro periódicos fueron clausurados por orden del gobierno nacional en febrero de 1867, por sus críticas al gobierno de Mitre y sus apoyos a los levantamientos federales de 1866. La Regeneración reemplazó a El Porvenir y se publicó hasta 1870. El País surgió como continuación de El Pueblo Entrerriano y también tuvo como editor responsable a Eugenio Gómez.

[9] Eusebio Ocampo era un abogado oriundo de la ciudad de Córdoba. Luego de Caseros –tras un breve paso por Buenos Aires– se instaló en Paraná, en donde se desempeñó como diputado nacional en representación de Entre Ríos durante la etapa de la Confederación (1856-1858), y otra vez en 1863-1870. Colaboró con periódicos de Córdoba y Buenos Aires. En Paraná formó parte de la redacción de El Nacional Argentino y El Argentino. En 1864 se integró a El Paraná como redactor principal. Por su prédica contraria a la guerra contra Paraguay, fue expulsado de la Cámara de Diputados de la Nación en 1867, aunque fue reelegido meses más tarde. Por su parte, Olegario Andrade era entrerriano, egresado del Colegio Nacional del Uruguay. Desde muy joven tejió vínculos con Urquiza, quien lo ayudó en su carrera política y periodística. Esta comenzó en Santa Fe a fines de la década de 1850, en donde actuó como diputado provincial y participó en la prensa. Ya de regreso a Gualeguaychú y editando El Pueblo Entrerriano, fue nombrado secretario de la Jefatura Política y en 1863, diputado provincial. Francisco F. Fernández, también conocido como el “Soldado Entrerriano”, nació en Paraná y cursó sus estudios en el Colegio Nacional del Uruguay. En 1862 ingresó como empleado a la secretaría privada de Urquiza en el Palacio San José. Allí permaneció un poco más de un año, para luego desempeñarse como empleado del gobierno en Concepción del Uruguay. Antes de incorporarse a El Pueblo Entrerriano había editado por poco tiempo El Soldado Entrerriano en Paraná a fines de 1861. También era novelista y dramaturgo. Algunas de sus obras se representaron en teatros de Gualeguaychú y Concepción del Uruguay. En 1870 se sumaría a la rebelión de López Jordán.

[10] El primero de mayo de 1851 (1° de mayo de 1863). El Pueblo Entrerriano. HUNLP.

[11] La Palabra de la Historia (9 de enero de 1867). El Porvenir. HUNLP.

[12] Este es un argumento recurrente. Véase, por ejemplo, 3 de febrero (2 de febrero de 1865). El Paraná. HUNLP.

[13] Queda pendiente un estudio sobre los festejos del 9 de Julio en Entre Ríos y su importancia en relación con los del 25 de Mayo.

[14] De acuerdo con los estudios de Wasserman (2008) y Eujanian (2015)  sobre los usos del pasado en Buenos Aires en la década de 1850, el relato que colocaba a Buenos Aires como protagonista de la Revolución de Mayo y de la derrota de la “tiranía” de Rosas y “el caudillaje”, cobró fuerza en los meses posteriores a la batalla de Caseros, en el contexto del enfrentamiento del naciente Partido Liberal contra Urquiza, al que la propaganda porteña acusaba de “tirano” y exponente de los poderes “caudillistas”. En ese momento, se buscó reemplazar a la batalla de Caseros por la revolución del 11 de septiembre como el acontecimiento que puso fin a la tiranía y trajo la libertad. No contamos con estudios específicos sobre este tema para la década de 1860 en Buenos Aires, no obstante, de acuerdo con la recepción que hacían los periódicos federales en Entre Ríos de los discursos históricos porteños, parecería que Caseros se ubicaba como un acontecimiento clave en la historia, por ser el que puso fin al gobierno de Rosas. La polémica se centraba, como se verá, en definir quiénes habían sido los protagonistas de esta lucha.

[15] Asimismo, en los primeros meses del año 1863 el gobierno nacional desplazó a los empleados nacionales con trayectoria en el federalismo entrerriano de la Aduana, las capitanías de puerto y oficinas de correos, por otros afines al gobierno nacional. Esto –junto al malestar por el desconocimiento de los servicios prestados por el ejército entrerriano y la prédica injuriante de la prensa porteña– produjo una serie de protestas en Entre Ríos que se prolongaron hasta octubre, que incluyeron, entre otras prácticas, ataques a las oficinas de la administración nacional y la firma de un manifiesto por parte de la oficialidad entrerriana que decía desconocer al presidente Mitre. Al respecto, véase Pérez (2018).

[16] Lo que quiere ser Buenos Aires (27 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano. El artículo era tomado de El Uruguay.

[17] Correspondencia desde Paraná (31 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano.

[18] Correspondencia desde Gualeguay (27 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano. Las cursivas y los puntos suspensivos son textuales del artículo.

[19] Las cursivas son textuales. 3 de febrero (1° de febrero de 1863). La Democracia. HUNLP. Citas textuales del artículo fueron reproducidas un mes más tarde en Siempre los mismos (1 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano. Es interesante señalar que el artículo de La Democracia pretendía mostrar el aporte tanto de los entrerrianos como de los unitarios (“proscriptos”) en la coalición que derrotó a Rosas, cuestión que fue omitida por los articulistas federales en pos de mostrar a su contrincante como radicalmente opuesto al “pueblo entrerriano”.

[20] Siempre los mismos (1° de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano; Enanos y gigantes (13 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano.

[21] En su actitud (20 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano.

[22] Colaboración. El 25 de mayo de 1810 (25 de mayo de 1866). El Porvenir.

[23] Lo que enseña el pasado (21 de enero de 1862).  El Pueblo Entrerriano.

[24] La política vieja (8 de mayo de 1867). La Regeneración.

[25] Por ejemplo, batallas de Espinillo (1814), Sauce (1816) y Santa Bárbara (1818).

[26] También hemos hallado referencias a Mariano Vera, gobernador de Santa Fe.

[27] José de San Martín ("el libertador", "el Aníbal de los Andes") era evocado de manera siempre positiva, aunque permanecía en un lugar secundario en estos relatos, puesto que el eje argumentativo giraba en torno al enfrentamiento entre Buenos Aires y las provincias.

[28] Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, era evocado como víctima de la Revolución. Su carácter de provinciano lo había llevado a adoptar una actitud moderada, lo cual le había valido su ostracismo político. También se nombran, pero secundariamente, a Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso como integrantes del Triunvirato.

[29] La política vieja (8 de mayo de 1867). La Regeneración; La política de Buenos Aires (18 de enero de 1862). El Pueblo Entrerriano; Lo que puede suceder (9 de febrero de 1862). El Pueblo Entrerriano. La participación de Alvear en los enfrentamientos con la disidencia artiguista es ignorada. En cambio, en otras notas aparece como héroe de la patria por su participación en la guerra contra Brasil. Es posible, también, que su apoyo a Ramírez en su enfrentamiento con Buenos Aires en 1820 haya incidido en el olvido de este momento de su trayectoria política.

[30] Colaboración. El 25 de mayo de 1810 (25 de mayo de 1866). El Porvenir.

[31] Estas incongruencias en la representación de los sentidos históricos de la Revolución no fueron señaladas como tales por ningún periódico. Es más, incluso se podían presentar en notas publicadas en un mismo número.

[32] Correspondencia de la Regeneración. Nogoyá 28 de mayo de 1867 (5 de junio de 1867). La Regeneración. La lista incluía a San Martín y a la Sociedad secreta de los Siete. La similitud con los sujetos notables de la Revolución presentados por Juan Bautista Alberdi en la década de 1840 y por Mitre en la de 1850 es clara. Al respecto véase Wasserman (2008).

[33] Correspondencia (25 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano. La cursiva es del texto original.

[34] Unitarios y federales (2 de julio de 1867).  El País. HUNLP.

[35] En el mismo tono (22 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano.

[36] Los artículos también recordaban la alianza de los unitarios con las potencias extranjeras y juzgaban como servil la política del presidente Mitre frente al Imperio del Brasil. La política de un partido sacrificando a las provincias (18 de agosto de 1866). El Porvenir; El General Urquiza antes de 1851 (3 de octubre de 1866). El Porvenir (reproducida también en El Paraná); Correspondencia (31 de marzo de 1863). El Pueblo Entrerriano. En este último, se señalaba también que los federales de las provincias consideraban que el progreso les vendría solo de Buenos Aires.

[37] Variaciones sobre un mismo tema (12 de julio de 1862). El Pueblo Entrerriano; Vamos contestando (7 de enero de 1863). El Pueblo Entrerriano; No sabe lo que dice (1 de febrero de 1863). El Pueblo Entrerriano; La futura presidencia (22 de septiembre de 1867). La Regeneración.

[38] Protestamos (1 de octubre de 1866). El Paraná. Quiénes son los bárbaros (17 de enero de 1865). El Paraná. Esta última fue publicada también en El Porvenir. No obstante, como se analizará en el apartado siguiente, existían miradas positivas sobre Rivadavia.

[39] Volvemos a las recriminaciones (27 de noviembre de 1866). El Paraná.

[40] Por ejemplo, Los dispersos (25 de febrero de 1863). El Pueblo Entrerriano; La Política arbitraria (6 de octubre de 1863). El Uruguay. Archivo Museo Histórico Palacio San José, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina.

[41] Correspondencia desde Gualeguay (25 de febrero de 1863). El Pueblo Entrerriano.

[42] La expresión "las dos Repúblicas del Plata", que refería a Argentina y Uruguay, era ampliamente utilizada en las notas periodísticas y en los discursos que ensalzaban la campaña militar de Urquiza contra Rosas de 1851-1852. Además de resaltar el carácter trasnacional de aquella, la expresión ponderaba el republicanismo imperante en estos países, en contraste tácito con el Imperio de Brasil.   

[43] No estamos de acuerdo (3 de enero de 1865). El Paraná.

[44] Dos épocas, dos hombres (4 de junio de 1862). El Pueblo Entrerriano.

[45] Dos ejemplos. En 1853, en el marco de los festejos por el juramento de la Constitución nacional, Urquiza anunció que iniciaría las gestiones para repatriar los restos de Rivadavia. En 1871 los discursos dictados en el funeral de Urquiza en Concepción del Uruguay, lo definían como continuador de la obra de Rivadavia (Pérez Colman, 1946; Alabart y Pérez, 2021).

[46] La importancia de la figura de Ramírez en la memoria de los entrerrianos se evidencia en la erección de monumentos y en las numerosas calles y plazas que llevaban su nombre. En 1870 la Legislatura llamó a un concurso para subvencionar la escritura de su biografía. Asimismo, en 1867 Olegario Andrade publicó en entregas una biografía de Ramírez en La Regeneración. Posiblemente, esta haya sido la primera escrita en base a documentos históricos.

[47] Esto contrasta con la política del “olvido” del pasado rosista de miembros destacados de la dirigencia porteña desarrollada en Buenos Aires en la década de 1850 (Eujanian, 2015).

[48] Según se aprecia de la lectura de su correspondencia privada, Urquiza seguía de cerca las notas de opinión que se publicaban en Buenos Aires sobre su persona y daba indicaciones a sus publicistas sobre cómo contrarrestarlas.

[49] Se le otorgaba gran importancia a la refutación de las acusaciones que sindicaban a Urquiza como responsable de matanzas por fuera del campo de batalla. Al respecto, es significativa la carta dirigida a José Escobar, comandante de la partida que fusiló al coronel Manuel Saavedra luego del combate de Vences, en la que Urquiza le solicita que “haga constar lo que sabe para desmentir a los calumniadores y hacer conocer la verdad de este suceso”. Carta de Justo José de Urquiza a José Escobar, 14 de octubre de 1866. Sala VII, Fondo Urquiza, 1748. Archivo General de la Nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. No conocemos la respuesta de Escobar. Semanas más tarde, el nombre de José Escobar será invocado como un testigo que puede dar cuenta de la verdad de los sucesos tras la batalla de Vences en El General Urquiza antes de 1851 (30 de octubre de 1866). El Porvenir.

[50] Ver estas notas en El Porvenir: El general Urquiza, su pasado, su presente, su porvenir (27 de julio de 1866); Las dos campañas (30 de noviembre de 1866); La palabra de la Historia (9 de enero de 1866) y El General Urquiza antes de 1851 (31 de octubre de 1866). Esta última fue reproducida en El Paraná (12 de noviembre de 1866) y posiblemente el autor fue Olegario Andrade.

[51] Colaboración. El 25 de Mayo de 1810 (25 de mayo de 1866). El Porvenir; El general Urquiza antes de 1851 (31 de octubre de 1866). El Porvenir. La idea de que solo en el futuro se podría escribir una historia imparcial desligada de la política, circulaba desde al menos la década de 1830. Al respecto véase Wasserman (2008).

[52] El general Urquiza antes de 1851 (31 de octubre de 1866). El Porvenir.