RESEÑAS

Gilberto Hochman, María Silvia Di Liscia y Steven Palmer (Orgs.). Patologías de la patria. Enfermedades, enfermos y nación en América Latina. Buenos Aires: Lugar Editorial, 2012, 280 páginas.

Fernanda Rebelo
IHAC/Universidade Federal da Bahia, Brasil

El libro Patologías de la patria. Enfermedades, enfermos y nación en América Latina reúne cuestiones pertinentes a la construcción de la nación, tomando como base diferentes formas de comprender la experiencia con la enfermedad en las sociedades. Los argumentos se desenvuelven en una trama que, en todo momento, considera la relación entre historia, salud, enfermedad y nación. Esta publicación nació a partir de encuentros entre investigadores de diferentes países, posibilitando una perspectiva histórica comparada entre naciones como Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Cuba, Costa Rica y México.
Los diez artículos presentados poseen interés porque discuten en común el proceso de enfermedad e identidad nacional. Ese objetivo conjunto no es gratuito: la preocupación doble por analizar la construcción nacional y racial estaba presente en el pensamiento social de las élites de esos países, sea por cuestiones relacionadas con la población esclava negra, la población indígena o los procesos inmigratorios. La necesidad de marcar y jerarquizar racialmente poblaciones fue una constante en los textos, tanto para incluir como para excluir etnias en la formación de la sociedad o en políticas sociales.
En Argentina, Diego Armus muestra que desde el final del siglo XIX hasta las tres décadas del siglo XX, la predisposición racial fue seriamente considerada como causa de tuberculosis. La discusión sobre mayor o menor predisposición de ciertos grupos de inmigrantes en contraer la enfermedad tenía como fundamento los debates sobre raza y construcción de la nacionalidad. Los inmigrantes gallegos, por ejemplo, tenían menos resistencia orgánica que los vascos por el tipo de trabajo que frecuentemente ejercían como porteros de propiedades, sirvientes o empleados domésticos, además vivían en ambientes insalubres y poco ventilados, por lo que generaban más predisposición a contraer la enfermedad. En la selección de inmigrantes para modelar la nación, la tuberculosis aparece como un peligro degeneracionista.
En el mismo país, a partir de tres endemias –tracoma, viruela y tifus-, María Silvia Di Liscia aborda las estrategias de inclusión y exclusión de individuos en la primera mitad del siglo XX. La conexión de estas dolencias con la inmigración daba la impresión de que la patología era más externa que interna al territorio, y las élites confiaban así que su resolución se lograría con la selección de la corriente inmigratoria. En este caso, la enfermedad también constituyó un pretexto para debatir sobre la construcción de la identidad nacional argentina.
Nísia Trinidade Lima aborda la misma cuestión respecto a la construcción de la identidad nacional, pero en este caso, en el contexto brasileño. La autora traza la relación entre el universo de la medicina tropical y las ideas sobre nación, aproximando la historia de la ciencia y del pensamiento social por medio del reconocimiento de las dimensiones sociocognitivas de los hechos científicos. Lima revela, con la importancia de las expediciones científicas realizadas al inicio del siglo XX en el interior (sertoes), las construcciones e interpretaciones ideológicas sobre el país. El retrato de Brasil producido por los médicos mostraba la enfermedad y el aislamiento –y no el clima o la razacomo los principales obstáculos de la región para alcanzar el progreso y la civilización.
Otra cuestión común a la mayor parte de los artículos es la conexión entre teorías científicas y raciales en la explicación de la ocurrencia o predisposición de ciertos grupos a adquirir enfermedades. Mónica García analiza la relación hecha por médicos colombianos entre clima, enfermedad y raza en las primeras décadas de la República. La transición entre el pensamiento neo-hipocrático para el ideario de la geografía médica otorgó al clima un rol más relevante para las explicaciones sobre el origen y las causas de las patologías. Los médicos colombianos justificaron la docilidad e inferioridad de los indígenas y, consecuentemente, a su dominación con los argumentos del determinismo biológico. En este caso, la influencia de elementos hipocráticos en la medicina del siglo XIX no fue útil para la deconstrucción del determinismo biológico y racial como en el caso de Brasil. Tal y como se discute en los artículos de Lima y Hochman, la enfermedad –en detrimento de la raza- tomó lugar en las explicaciones para el “atraso” nacional.
El artículo de Adrián Lopes Denis revela por qué, para la élite cubana en las dos primeras décadas del siglo XIX, era necesario mantener un equilibrio de fuerzas entre descendientes europeos y africanos. No lo haría la idea de que los africanos eran inmunes a la fiebre amarilla, pero vulnerables a la viruela, o que los soldados españoles, después de la adaptación, quedaban inmunes a la fiebre amarilla. Ahora bien, la supervivencia de esclavos y soldados era un elemento clave para el desarrollo económico y la estabilidad política de la Colonia, en vista de las revoluciones esclavas de Haití, país vecino. De esa forma, la inmigración blanca era el mejor antídoto contra la reciente conciencia política adquirida por los esclavos en Cuba.
Tanto en el artículo de Lopes Denis como en el de García, las teorías científicas se transforman en meros epifenómenos de origen de las patologías. En Denis, la comunidad médica utilizaba los elementos contagionista y/o anticontagionista combinado con factores morales, climáticos y locales para explicar cualquier irregularidad y relacionarla con la presencia de la fiebre amarilla en la población. Las diferentes explicaciones de la etiología de las dolencias posibilitaban el libre comercio y el control moral de la sociedad.
Juan Pablo Murillo Peña, Oswaldo Salaverry García y Gustavo Franco Paredes analizan la preocupación de los higienistas en Perú durante la primera mitad del siglo XX, para conocer si la población indígena estaba en condiciones de incorporarse a un proceso de civilización. Un conjunto de justificaciones biologicistas y positivistas fueron utilizadas para consolidar una estructura social jerárquica, donde las diferencias se naturalizaron y la enfermedad fue comprehendida como el atraso del “otro”, en este caso, el indígena.
Juan Pablo Zabala presenta varios factores (políticos, simbólicos, institucionales y científicos) para el reconocimiento del Mal de Chagas o Mal de Chagas-Mazza, como es definido en Argentina, como un problema social y nacional en la segunda mitad de la década de 1940.
Alexandra Mirna Stern identifica un proceso eugénico dentro del movimiento ambientalista californiano en el inicio del siglo XX. Al explicar la teoría de la biología superior e inferior, los ambientalistas glorificaron las especies nativas y condenaron a las no autóctonas, creando una lógica de deseablesindeseables. Este concepto reprodujo el racismo y celebró la gloria de la masculinidad dominante en una sutil relación entre eugenesia y ecología, impresa en una visión moral de lucha biológica y conquista física.
Gilberto Hochman analiza el programa de salud de la campaña del médico y aspirante a presidente de Brasil en 1955, Juscelino Kubistschek. Mientras fue candidato, buscó en su campaña la explicación para la relación entre enfermedad y nación en la misma clave interpretativa de los médicos que actuaron en el movimiento por la higiene de los sertoes cuarenta años antes. Los facultativos que fundaron la Liga Pro Saneamiento de Brasil, en 1918, rechazaron el determinismo racial y climático y consideraron la solución a la enfermedad como forma de redención nacional. De tal manera, la explicación del atraso del interior estaba unida a la ausencia del poder público. Lo que se puede apreciar en común entre estos dos movimientos, a principios y a mediados de siglo, fue el activismo estatal. Aunque la realidad sanitaria de Brasil debería haberse modificado en el recorrido de estos cuarenta años, la marca de enfermedad, de miseria y de analfabetismo asociada al hombre del interior permaneció en el discurso de la élite médica, intelectual y política.
Steven Palmer analiza la epidemia de cólera en Costa Rica en 1990. Lo que parecía ser un discurso excluyente con un “otro” amenazante, en este caso el nicaragüense portador de enfermedad, generó la producción de nuevas ciudadanías y así el inmigrante del país vecino se transformó en un miembro de la nueva comunidad nacional. La nacionalización del nicaragüense, definido por su papel clave en el Plan Nacional contra el cólera, se transformó en la estrategia de prevención contra la enfermedad.
Patologías de la patria. Enfermedades, enfermos y nación en América Latina acrecienta los insumos para la discusión de la cuestión del contagio y anticontagio en la comprensión de la etiología de las enfermedades en la construcción de los estados nacionales y la conexión entre teorías científicas y raciales. Las contribuciones de diferentes experiencias latinoamericanas y caribeñas, en un largo período temporal, hacen que esta obra sea de interés no sólo para estudiantes e investigadores que se dedican a estudiar la salud y la enfermedad en las sociedades, sino también para todo lector que tiene el placer de leer buenas narrativas históricas.

Referencias bibliográficas

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