http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i1.7816


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ARTÍCULOS

Las obras de Guillermo Furlong S.J. y el archivo de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús: una ventana hacia fondos desconocidos

The works of Guillermo Furlong S.J. and the archive of the Argentine-Uruguayan Province of the Society of Jesus: a window to unknown documentary collections

As obras de Guillermo Furlong S.J. e o arquivo da província argentina-uruguaia da Companhia de Jesus: uma janela às profundezas desconhecidas

Nicolás Hernán Perrone

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de San Martín. Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales

Argentina

Correo electrónico: nicolas_perrone@hotmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5783-2009

Resumen: Luego de la expulsión de la Compañía de Jesús del Río de la Plata, sus fondos documentales sufrieron un proceso de fragmentación: a lo largo del siglo XIX, fueron trasladados en numerosas ocasiones hasta ser depositados en diversos archivos nacionales y provinciales. Luego de su restauración, a mediados del siglo XIX, la Compañía fue reconstruyendo sus archivos local y globalmente. La institución central es el Archivum Historicum Societatis Iesu (Roma), que recopila documentación de todas las provincias de la orden; a la par, existen numerosos archivos provinciales que lo complementan. Sin embargo, uno permanece cerrado en la actualidad: el Archivo de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús, en Buenos Aires. Parte de la información contenida en él puede ser reconstruida ya que ha nutrido las investigaciones de uno de los principales historiadores de la Compañía en la Argentina, Guillermo Furlong. En este trabajo se realiza un análisis transversal de algunas de sus obras más significativas para rastrear aquellos documentos utilizados por Furlong con el objetivo de reconstruir los contenidos de un archivo que, sin duda, contiene material indispensable para el estudio de la historia de la Compañía de Jesús en la región.

Palabras clave: jesuitas; archivo; fondos documentales; rioplatense.

Abstract: After the expulsion of the Society of Jesus from the Río de la Plata, its documentary collections suffered a process of fragmentation: throughout the 19th century, they were moved on numerous occasions until they were deposited in various national and provincial archives. After its restoration, in the mid-19th century, the Society reconstructed its archives locally and globally. The central institution is the Archivum Historicum Societatis Iesu (Rome), which collects documentation from all the provinces of the order; At the same time, there are numerous provincial archives that complement it. However, one remains closed today: the Archive of the Argentine-Uruguayan province of the Society of Jesus, in Buenos Aires. Part of the information contained in it can be reconstructed since it has nourished the research of one of the main historians of the Company in Argentina, Guillermo Furlong. In this work, a transversal analysis of some of his most significant works is carried out to trace those documents used by Furlong with the aim of reconstructing the contents of an archive that, without a doubt, contains essential material for the study of the history of the Society of Jesus in the region.

Keywords: jesuits; archive; documentary collection; River Plate.

Resumo: Após a expulsão da Companhia de Jesus do Rio da Prata, seu acervo documental sofreu um processo de fragmentação: ao longo do século XIX, foram movimentados inúmeras vezes até serem depositados em diversos arquivos nacionais e provinciais. Após a sua restauração, em meados do século XIX, a Companhia reconstruiu os seus arquivos local e globalmente. A instituição central é o Archivum Historicum Societatis Iesu (Roma), que reúne documentação de todas as províncias da ordem; Ao mesmo tempo, existem numerosos arquivos provinciais que o complementam. Porém, um permanece fechado até hoje: o Arquivo da Província Argentino-Uruguaia da Companhia de Jesus, em Buenos Aires. Parte das informações nele contidas podem ser reconstruídas, pois alimentaram a pesquisa de um dos principais historiadores da Companhia na Argentina, Guillermo Furlong. Neste trabalho é realizada uma análise transversal de algumas de suas obras mais significativas para rastrear os documentos utilizados por Furlong com o objetivo de reconstruir o conteúdo de um arquivo que, sem dúvida, contém material essencial para o estudo da história de a Companhia de Jesus na região.

Palavras-chave: jesuítas; arquivo; fundos documentais; rioplatense.

Recepción del original: 19 de noviembre de 2022 / Aceptado para publicar: 28 de abril de 2022.

 Las obras de Guillermo Furlong S.J. y el archivo de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús: una ventana hacia fondos desconocidos[1]

Desde sus orígenes, la Compañía de Jesús ha tenido una especial relación con la escritura. La rápida expansión global de la orden durante los primeros años de su existencia y su organización interna convirtieron a la orden fundada por Ignacio de Loyola en una de las instituciones de la Edad Moderna que más documentación produjo en este período. Desde la jerarquía romana se establecieron una serie de normativas para regular la escritura jesuítica, su flujo y el almacenamiento posterior de los papeles producidos (Palomo, 2005). La documentación de los ignacianos se fue acumulando tanto en el archivo central de la orden en Roma, el Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), como en aquellos ubicados en las cabeceras administrativas de cada una de las provincias de la orden. Los escritos que los jesuitas producían en cada una de las cuatro partes del mundo eran útiles, no solo para el gobierno de la orden, sino para los historiadores de la Compañía, que compilarían el material para la redacción de sus historias. Pensadas como armas apologéticas, estos escritos mostraban a la Compañía de Jesús asediada por enemigos fuera y dentro de la Iglesia católica, pero continuamente victoriosa (Morales, 2007). Las historias fueron, por otra parte, fundamentales para la consolidación de la identidad institucional de los ignacianos.

Las expulsiones que la orden sufrió en la segunda mitad del siglo XVIII de los reinos europeos y su posterior supresión (1773) y restauración (1814) papal, generaron un quiebre en la escritura jesuítica de la historia. A finales del siglo XIX, luego de la reconstrucción de la Compañía en Europa y América, la jerarquía de la orden buscó retomar la producción historiográfica, aunque adecuándola a los nuevos estándares profesionales, científicos y positivistas (Perrone, 2016). Al mismo tiempo, estos eventos traumáticos supusieron una fragmentación y dispersión de sus archivos. La Corona española, por ejemplo, expropió –junto con sus bienes muebles e inmuebles– los papeles de los sacerdotes ignacianos y ordenó la concentración de estos en el centro madrileño de la monarquía. Sin embargo, a pesar de las normativas borbónicas, mucha documentación permaneció dispersa en los antiguos centros jesuíticos a lo largo del Imperio. Posteriormente en América, en particular en el Río de la Plata, los procesos de independencia generaron una circulación y disgregación mayor de estos papeles, gran parte de los cuales terminaron en los archivos públicos de los nuevos gobiernos, aunque otros lograron ser recuperados por la Compañía de Jesús luego de su restauración. Con la reactivación de la actividad historiográfica, estos archivos fueron de gran utilidad para los nuevos historiadores oficiales de la orden.

En la actualidad, los archivos de la Compañía son espacios privilegiados para los investigadores de la orden ignaciana. Si bien estos se encuentran, en general, abiertos y disponibles para ser consultados, este no es el caso del archivo de la provincia argentino-uruguaya que se encuentra en el Colegio del Salvador, ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.[2] Lamentablemente, al presente este se encuentra cerrado a los investigadores. Desde hace varios años, los encargados afirman que sus fondos atraviesan un proceso de restauración y de catalogación que impide su consulta. Debido a este obstáculo, es muy difícil no solo tener acceso a la documentación alojada allí, sino, primariamente, conocer los contenidos del archivo.  

Sin embargo, en otros momentos, esos materiales fueron asequibles. Durante una gran parte del siglo XX, el historiador jesuita Guillermo Furlong fue uno de los principales visitantes de este archivo, y quien consultó y citó innumerables documentos para la redacción de su ingente producción académica. En este sentido, las obras de Furlong son un excelente punto de partida para comenzar a conocer de manera indirecta los contenidos del archivo de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús. En este artículo, entonces, analizaremos una selección de sus trabajos más significativos para reconstruir de manera aproximada los fondos documentales de este archivo a partir de las menciones de las fuentes consultadas allí. Consideramos que este ejercicio será de utilidad para poder poner en relieve a un archivo que todavía no es suficientemente conocido por los historiadores y que, no obstante, tiene una importancia fundamental para el estudio y la reconstrucción de la historia de la Compañía de Jesús en la región.

1. La dispersión y circulación de los papeles de la Compañía de Jesús después de la expulsión

En 1767, Carlos III decidió el extrañamiento de la Compañía de Jesús de todos los territorios de la Corona española. Anteriormente, la Corona portuguesa (1759) y la francesa (1764) habían llevado a cabo procesos similares. Unos años después, debido a la presión de las cortes católicas, el papa Clemente XIV suprimió oficialmente (1773) a la orden fundada por Ignacio de Loyola (Wright, 2008). Particularmente en el caso español, la monarquía expropió todos los bienes muebles e inmuebles de la Compañía para, entre otros propósitos, financiar las pensiones que se había comprometido a pagar a los jesuitas en el exilio.

Sin embargo, la incautación de los papeles producidos por los ignacianos no tuvo motivaciones económicas. Esta idea estuvo influida por la propaganda antijesuítica que circuló durante décadas entre la intelectualidad y las cortes europeas (Fabre y Maire, 2010). La Corona española estaba interesada en confiscar la documentación de los jesuitas para poder demostrar con ella algunos de los crímenes de los que se los acusaba. Luego de la expulsión, se ordenó remitir a Madrid todos los papeles extraídos de colegios, misiones y demás centros de la Compañía a lo largo de todos los territorios de la Corona. Estos fueron almacenados en el Colegio Imperial de San Francisco Javier y posteriormente en el Ministerio de Gracia y Justicia en la dependencia dedicada a la administración de las Temporalidades jesuíticas.

No todos los documentos lograron ser enviados a España y, particularmente a nivel local, una gran parte de ellos no llegaron a salir del Río de la Plata. Algunos permanecieron en diversos archivos estatales y privados de la ciudad de Córdoba. La mayoría de la documentación que no cruzó el océano Atlántico terminó en Buenos Aires, donde se inició su almacenamiento y catalogación por parte del gobernador Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa. Durante más de una década, los papeles se acumularon en el fuerte de la capital virreinal hasta que en 1788 se ordenó nuevamente su remisión a la península. Esta orden fue cumplida de manera parcial y muchos de estos escritos –y de la documentación burocrática producida en torno a la expulsión– permanecieron en Buenos Aires (Page, 2011).

Si saltamos ahora al siglo XIX, es necesario destacar que pocos meses después del inicio de la Revolución de Mayo en 1810, la Primera Junta de Gobierno decidió crear la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que varias décadas después daría origen a la actual Biblioteca Nacional de Argentina. Sus fondos bibliográficos provinieron de la biblioteca expropiada del obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana, y de diversas donaciones del Cabildo Eclesiástico, del Real Colegio San Carlos y de ilustres partidarios de la revolución. En ella fueron depositados también una gran parte de los papeles pertenecientes a la extinta Compañía de Jesús (Parada, 2009). El clérigo porteño Saturnino Segurola fue uno de los primeros directores de esta institución. A lo largo de su trayectoria intelectual, estuvo muy interesado en los fondos almacenados allí, en particular por aquellos relacionados con la Compañía de Jesús (Biblioteca Nacional, 1940). A lo largo de su vida, Segurola transcribió, por ejemplo, numerosos documentos jesuíticos que hoy se conservan en el Archivo General de la Nación. Este sacerdote copió varias cartas annuas, cartas de generales, provinciales y documentación de uso interno de la Compañía. Compiló papeles referidos a las misiones guaraníes (Fechner, 2010), a los procesos burocráticos de expulsión y otros relacionados con algunos jesuitas expulsos, como Thomas Falkner o Francisco Javier Iturri. El detalle completo de la documentación sobre la Compañía de Jesús que poseía Saturnino Segurola, se puede ver en el índice realizado de sus papeles al momento de la donación de estos a la Biblioteca Nacional luego de su muerte, acaecida en 1854.[3]   

Como conocedor de los papeles de la Compañía conservados en la biblioteca, Segurola facilitó también el acceso a estos documentos a todos aquellos interesados en la historia de la orden (Angueira, 2020). Algunos de los que recibieron ayuda de este sacerdote fueron Gregorio Funes y Pedro de Angelis. Gracias a sus vínculos con los jesuitas expulsos del Paraguay, el deán de Córdoba consultó para la escritura de su Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos-Ayres y Tucumán (1816) no solo varias historias de la región escritas por los jesuitas antes del exilio, sino también documentación de la Compañía provista por Segurola. De manera similar, para la edición de la Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata (1836), el clérigo porteño suministró al letrado rosista de Angelis numerosos papeles jesuíticos, algunos de los cuales fueron publicados en la Colección por primera vez (Perrone, 2019).

Estos son solo algunos ejemplos de cómo la documentación producida y relacionada con la Compañía de Jesús continuó circulando por el Río de la Plata luego de su expulsión y fue consultada por varios académicos de la región. Debemos comenzar a preguntarnos, sin embargo, qué sucedió con los papeles de los jesuitas después de su restauración en Buenos Aires en 1836, y los orígenes y contenidos del archivo de la orden donde actualmente se encuentran.

2. Los papeles de los jesuitas en Buenos Aires luego de la restauración en Buenos Aires

Luego de la restauración papal de la Compañía de Jesús en 1814 y del llamamiento de los jesuitas a la península ibérica por parte de Fernando VII en 1815, comenzó el lento proceso de reconstrucción de la orden en el mundo hispánico. La sucesión de gobiernos conservadores y liberales en España a lo largo del siglo XIX, generó una gran inestabilidad para la Compañía ya que, mientras los primeros apoyaban a los jesuitas, los segundos impulsaron persecuciones contra estos. En el continente americano, el regreso de estos sacerdotes no se dio de manera inmediata debido al inicio de los procesos independentistas. Solo a partir de la década de 1830 comenzaron de manera oficial las restauraciones de la Compañía en América. Fue en este contexto y después de casi setenta años de ausencia física de la región, que los jesuitas fueron convocados a la provincia de Buenos Aires durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. En 1836 arribó a esta ciudad un grupo pequeño proveniente de España, liderado por el padre Mariano Berdugo, que buscó rápidamente reactivar los tradicionales ministerios educativos y misionales de la antigua Compañía de Jesús. Sin embargo, la relación de los ignacianos con el gobernador fue conflictiva y breve. Heredero de una política eclesiástica de corte regalista, Rosas buscó poner bajo su control a los jesuitas, restringió sus movimientos e intentó que promovieran desde los púlpitos y desde sus actividades religiosas la propaganda estatal federal. A causa de la renuencia de los jesuitas a aceptar estas condiciones, las tensiones fueron en aumento a lo largo de los años hasta que estos sacerdotes fueron formalmente expulsados de Buenos Aires en 1843 (Gómez Díez, 2021). Poco después de la caída de Rosas, en 1852, los jesuitas lograron regresar a Buenos Aires y comenzar el proceso de reconstrucción de la orden a lo largo del país. Y más allá de algunas tensiones y ataques en el contexto de las polémicas laicistas de finales del siglo XIX, no volvieron a sufrir ninguna otra expulsión en Argentina.  

Los procesos de restauración de la Compañía de Jesús, tanto a nivel global como local, han sido solo muy recientemente estudiados por la historiografía profesional (Fabre y Goujon, 2014). Salvo algunos relatos clásicos de corte apologético producidos por historiadores de la Compañía (Pérez, 1901; Hernández, 1914), poco se ha escrito acerca del regreso de los jesuitas a Argentina y la reconstrucción de la orden durante la segunda mitad del siglo XIX. La escasa producción sobre el período está dedicada a las relaciones entre estos sacerdotes y Juan Manuel de Rosas (Di Stefano, 2006).

Es necesario continuar estudiando las actividades religiosas, misionales, académicas y pastorales de los jesuitas en Buenos Aires, tanto durante el rosismo como en la segunda mitad del siglo XIX. En este sentido, poco y nada conocemos todavía de la construcción institucional interna de la Compañía de Jesús a nivel local durante estos años, y particularmente sobre la creación y consolidación del archivo de la provincia argentino-uruguaya que se encuentra en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. Los principales historiadores jesuitas que escribieron sobre este período realizaron casi nulas referencias al archivo y a la documentación que este contenía. Veamos, por ejemplo, qué dice al respecto Rafael Pérez en su historia sobre la Compañía de Jesús luego de la restauración:

Pero no es esto solo lo que garantiza la verdad y exactitud de la narración que vamos a emprender: lo que forma el fondo de ella son los documentos manuscritos, que felizmente poseemos en abundancia originales y auténticos, si bien tenemos que deplorar la pérdida de algunos de ellos que perecieron en el vandálico incendio del Colegio del Salvador en Buenos Aires. A dos clases se reducen principalmente dichos manuscritos: primera, la correspondencia constante de los Misioneros entre sí, con los Superiores, con los Prelados y con otras personas eclesiásticas y seculares. Estas cartas al par que proporcionan muchos y preciosos datos, son una fuente de veracidad y exactitud por la naturaleza misma del escrito. (1901, pp. XII-XIII)

A finales del siglo XIX, durante el generalato del español Luis Martín, la Compañía de Jesús retomó su proyecto historiográfico y solicitó a los historiadores de la orden adaptarse a los estándares positivistas de la época (Morales, 2014). La referencia al archivo como lugar de donde extraer la verdad histórica se revela, entonces, aquí comprensible. Sin embargo, en este fragmento también podemos recoger una primera mención a los fondos que contenía el archivo argentino de la Compañía de Jesús para esa época. Si bien Rafael Pérez no hizo mención a la datación de estos papeles, podemos suponer –dado el marco cronológico de su obra (1836-1867)– que las cartas y documentos mencionados fueron producidos principalmente durante el siglo XIX, luego de la restauración local de la orden.  

Asimismo, en estas líneas observamos un problema grave que será retomado por otro historiador de la Compañía unas décadas más tarde: los daños que el incendio de 1875 generó al archivo del Colegio del Salvador. En el contexto de las polémicas anticlericales de finales del siglo XIX, el colegio fue atacado en febrero por una muchedumbre que no solo destruyó parte del patrimonio artístico-religioso de la iglesia, sino que también prendió fuego a las instalaciones del colegio aledaño (Di Stefano, 2014, pp. 180-188). De acuerdo con Rafael Pérez, una parte del archivo fue consumida durante el incendio. Afortunadamente, para este historiador, a pesar de la destrucción, todavía se preservaban en el archivo abundantes documentos originales para la reconstrucción de la historia de la Compañía de Jesús en la región. Unas décadas después, otro académico de la orden, Guillermo Furlong, no opinaría lo mismo.  

En la introducción de su Historia del Colegio del Salvador (1944) Furlong se vio compelido, de manera similar a Pérez, a señalar a sus lectores que su obra estaba basada en documentos fidedignos consultados en el archivo de la Compañía, pese a que este presentaba grandes falencias según el autor:

Pocas han sido las fuentes documentales de que nos hemos podido valer. Las Cartas Anuas desde 1608 hasta 1943, inéditas en su inmensa mayoría, han sido nuestra principal guía desde aquella lejana fecha hasta nuestros días. Desgraciadamente su tradicional laconismo sólo nos ha servido para saber la existencia de los hechos, no los pormenores de los mismos ni sus derivaciones posteriores. Después de las Cartas Anuas nos han sido muy útiles los Memoriales de las visitas que los Provinciales dejaban al Rector del Colegio cada vez que lo visitaban en el transcurso del año. Por lo que respecta a los tiempos coloniales existe el llamado Libro de Consultas y por lo que toca a los tiempos modernos (1875-1943) existen los llamados Diario del Colegio y Diario del Prefecto, que hemos aprovechado abundante y frecuentemente, como verán los lectores. (1944, T. 1, p. 7)

Estas líneas muestran el uso exhaustivo que este investigador realizó del archivo de la Compañía en el Colegio del Salvador y, simultáneamente, las limitaciones que encontraba en dicho repositorio. Estas son, en parte, comprensibles. Mientras que Pérez estaba interesado en la historia de la Compañía durante el siglo XIX luego de su restauración en Argentina, las miras de Furlong eran cronológicamente más amplias: ofrecer una reconstrucción de las actividades educativas de los jesuitas entre 1617 y 1944. En ese sentido, para este historiador las pérdidas generadas por el incendio de 1875 habían sido mucho más catastróficas:

El Archivo del Colegio sólo comprende una documentación posterior a 1875. Es un aserto, llegado hasta nosotros por la tradición verbal, que todo el archivo existente en aquella época fue pasto de las llamas, habiéndose salvado tan sólo algunos papeles. Entre estos últimos háyase felizmente el rico lote de Cartas de los Generales de la Compañía de Jesús a los Prepósitos de la Provincia del Paraguay (1610-1765). Si con anterioridad a 1868 la documentación es relativamente escasa, sobre todo la anterior a 1767, la posterior a aquella fecha es abundante aunque, con harta frecuencia, poco importante por referirse a hechos sin relieve y sin trascendencia. (1944, T. 1, p. 7)

En su historia del Colegio del Salvador, Furlong dedicó varias páginas a narrar el ataque a los jesuitas y sus consecuencias. Allí recuperó el testimonio del padre Valentín Francolí de lo ocurrido durante esa jornada. Gracias a él nos enteramos que el “archivo de la Misión”[4] se conservaba en los aposentos del padre superior y que fue por intervención del rector del colegio, frente a la multitud enardecida, que la mayoría de los papeles que estaban ahí se salvaron de las llamas. Sin embargo, de acuerdo con Furlong, en el incendio “Se perdieron…, no pocos de los libros más preciosos de la Biblioteca, el archivo de la Misión, con casi todos los documentos y muchos otros objetos, que sería largo enumerar” (1944, T. 2, p. 110). En los relatos posteriores referidos a la reconstrucción del colegio y a la iglesia aledaña, solo existe una breve mención a la construcción y consolidación de la biblioteca del colegio entre 1868 y la década de 1920 (Furlong, 1944, T. 2). Respecto a la ubicación del archivo y sus papeles, el historiador jesuita nada dice; podemos suponer que se encontró allí, dado que luego de describir los principales volúmenes curiosos y destacados de la biblioteca pasó a comentar la sección de manuscritos que se hallaban en ese lugar.[5]

A pesar de los comentarios pesimistas de Furlong respecto de los acervos del archivo de la Compañía de Jesús, lo cierto es que estos resultan útiles para conocer actualmente sus contenidos. Gracias a ellos sabemos que allí se encontraban –al menos en las primeras décadas del siglo XX– importantes papeles, como cartas annuas de la provincia del Paraguay escritas desde comienzos del siglo XVII, las cartas de los generales de la Compañía a los provinciales, los memoriales de las visitas de los padres superiores al colegio o los libros de consulta y diarios del colegio. Esta “relativamente escasa” documentación no fue la única consultada por Furlong a lo largo de su trayectoria académica. A continuación, a partir del análisis de una selección de obras de este historiador, comenzaremos a reconstruir la nómina de los fondos de este repositorio que actualmente está cerrado a los investigadores.  

3. Las obras de Guillermo Furlong y los fondos del Archivo de la provincia argentino-uruguaya

Guillermo Furlong fue, sin dudas, uno de los principales historiadores jesuitas del siglo XX. Nació en Santa Fe en 1889 en una familia de colonos irlandeses e ingresó muy joven a la Compañía de Jesús. Sus primeros años de formación los realizó entre Estados Unidos y España, donde comenzó a entrar en contacto con los archivos de la orden ignaciana y con fondos documentales que posteriormente utilizaría en sus obras. Muy tempranamente fue profesor tanto en el seminario metropolitano de Buenos Aires como en el Colegio del Salvador. De acuerdo con sus biógrafos, su interés por la historia argentina se originó durante esos años de docencia.[6] Sin embargo, fue en la década del treinta cuando comenzó con la escritura académica, en gran medida relacionada con la historia de la Compañía de Jesús en el Río de la Plata. Durante más de cuarenta años, este sacerdote produjo centenares de artículos, capítulos y libros en torno a las actividades religiosas, culturales y científicas de los jesuitas en la región desde la época colonial (Geoghegan, 1957). Falleció en 1974 en el subterráneo, al regreso de una conferencia en el centro de Buenos Aires.

En el contexto de las polémicas de los historiadores católicos argentinos con la historiografía laica en las primeras décadas del siglo XX (Di Stefano y Zanca, 2015), el objetivo principal de Furlong era mostrar los aportes de la Compañía de Jesús a lo largo de la historia argentina y lo que había significado durante siglos para el desarrollo cultural y científico de la nación. Si bien su producción historiográfica fue de claro corte apologético, construyó simultáneamente densas redes institucionales con historiadores laicos de la academia argentina. Sus trabajos fueron apreciados por la utilización exhaustiva de documentación proveniente de numerosos archivos nacionales y extranjeros (Imolesi, 2014).[7] Debido a la magnitud de su producción literaria, Furlong continúa siendo un autor de referencia central para los historiadores especializados en las actividades de la Compañía de Jesús en el Río de la Plata, por los datos que ofrecen sus estudios sobre los jesuitas en la región y las referencias documentales que allí se encuentran.

Aquí nos acercaremos a una selección de sus escritos más significativos producidos entre 1929 y 1972, a fin de identificar qué documentos utilizó Furlong del archivo de la Compañía de Jesús ubicado en el Colegio del Salvador y qué podemos conocer respecto de él a partir de estas referencias. Las obras de este historiador jesuita que hemos consultado para este artículo son las siguientes:

 

Una de las primeras cuestiones que uno advierte con la lectura de estas obras es la falta de un estilo homogéneo de su autor a la hora de manejar la documentación. A lo largo de sus ensayos e investigaciones, el jesuita hace uso de las fuentes de diversas maneras. A veces transcribe párrafos enteros, otras utiliza fragmentos breves y recortados, aunque en general realiza menciones indirectas a ellas a lo largo de sus escritos sin establecer muchas precisiones de los contenidos generales. Algo similar sucede con la manera en que hace referencia a esta documentación. Si bien la mayoría de las veces Furlong indica el archivo de donde extrajo el documento citado, no siempre da detalles de su ubicación. Por otra parte, varios de sus biógrafos indican que este historiador manejaba la documentación de manera descuidada. Por ejemplo, en uno de los epígrafes de las fotografías que ilustran detalles de su vida, se señala que en sus aposentos personales Furlong almacenaba numerosos documentos en cajas para ser consultados posteriormente (Junta de Historia, 2009). En este sentido, si bien en una primera instancia este historiador pareciera adaptarse con sus prácticas académicas a los estándares científicos positivas de la época, lo cierto es que la proliferación de documentación utilizada en sus obras se convierte, la mayor parte del tiempo, en una herramienta de amplificación apologética usada para reivindicar los aportes de la Compañía de Jesús a la historia argentina (Chinchilla, 2014).

Un ejemplo de la desprolijidad de Furlong a la hora de hacer mención de archivos y sus fondos lo podemos ver, justamente, en las distintas formas con que refiere al archivo de la Compañía de Jesús ubicado en el Colegio del Salvador: Archivo o Biblioteca del Colegio del Salvador,[8] Archivo de la provincia Argentina de la Compañía de Jesús, Archivo de la Compañía de Jesús en Buenos Aires o Archivo de la Provincia Argentino-Chilena.[9]

Más allá de las distintas maneras en que Furlong nombró este archivo, lo cierto es que desperdigadas en sus libros se encuentran referencias a numerosos papeles de la antigua Compañía de Jesús. A continuación, haremos un recorrido por estas menciones que nos permitirá realizar una hipotética reconstrucción de los fondos actuales de dicho repositorio documental.

En las obras relevadas no existen menciones a documentos del siglo XVI. Una causa probable de esto puede ser que la provincia del Paraguay fue creada recién en 1604.[10] 

Los papeles producidos durante el siglo XVII son los menos mencionados por Furlong a lo largo de sus obras. En primer lugar, se encuentran las cartas de y para los Prepósitos Generales de la Compañía de Jesús. Las autoridades de la recientemente constituida provincia del Paraguay necesitaban, sin duda, directivas para su gobierno y administración. En este sentido, encontramos, por ejemplo, referencias a correspondencia de Diego de Torres Bollo (1610, 1612), primer provincial del Paraguay, a Claudio Acquaviva, prepósito general de esos años (1581-1615) de la Compañía, así como una carta de este último (1605) al padre Esteban Pérez, provincial del Perú. De la misma manera, existen referencias a varias misivas recibidas de y enviadas al siguiente general de la orden, el romano Muzio Vitelleschi (1615-1645). Entre estas podemos citar la de Francisco Vázquez (1624), rector del colegio de Buenos Aires, y las dirigidas al padre Nicolás Mastrilli (1627, 1628, 1633 y 1634), importante arquitecto jesuita en América. Finalmente, hay alusiones a correspondencia durante el generalato de Tirso González (1687-1705).

La documentación interna de la provincia del Paraguay también es citada por Furlong. Como ejemplos podemos mencionar numerosas cartas annuas a lo largo del siglo XVII (1625, 1647-1649, 1653-1654, 1668 y 1673), las actas de la novena congregación provincial de 1657 y las cartas-relación de los misioneros Francisco del Valle (1607-1608) y Nicolás Mascardi. Es destacable la presencia en el archivo del colegio de una serie de cartas del polímata Athanasius Kircher relacionadas con este último misionero (Acuña Fariña, 2014). Sin embargo, como el propio Furlong aclara al hacer referencia a estas fuentes, la mayoría de los papeles que hemos referenciado en este párrafo no son originales sino fotocopias de documentos que se encuentran en archivos romanos de la Compañía de Jesús.

Para el siglo XVIII, la documentación citada por Furlong es mucho más numerosa. Encontramos cartas de y hacia los prepósitos generales de la Compañía. Existen referencias a correspondencia (1706) de Michelangelo Tamburini (1706-1730), así como cartas hacia él de Lorenzo Rillo (1717), misionero y posteriormente provincial del Paraguay. De la misma manera, alude a intercambios epistolares entre el general Franz Retz y el provincial Jerónimo Herran (1732). Si pasamos a la documentación interna de la provincia del Paraguay, hallamos menciones a cartas annuas de los años 1720-1730, 1730-1735, 1735-1743, 1756 y 1762. En las obras de Furlong también aparecen varias veces citados los catálogos trienales de personal de la provincia (1703, 1704, 1715, 1720, 1724, 1730, 1737, 1739, 1744, 1749, 1756-1762). Tanto las cartas como los catálogos son nuevamente copias obtenidas tanto del ARSI como del Archivo Real de Munich. Las actas de las congregaciones provinciales de 1711 y 1762 se ubican también dentro de los papeles conservados en el archivo. Asimismo, podemos mencionar los libros de procuradores de la provincia del Paraguay y los libros de Entradas y Salidas (1741-1742) como parte de este corpus de fuentes, así como un caso moral solucionado por el padre Pedro Lozano en 1729. Finalmente, la vida académica de la Universidad de Córdoba también está representada en el archivo gracias a varias de las lecciones y obras –impresas y manuscritas– de docentes, allí conservadas.

Dentro de las fuentes del siglo XVIII que Furlong usó en sus obras es particularmente destacable la correspondencia de numerosos jesuitas de la provincia del Paraguay, la mayoría de ellos, expulsos. Luego de la expulsión de 1767, numerosos jesuitas establecieron un contacto epistolar con sus familiares y amigos. Por medio de estas cartas, los ignacianos narraban sus desventuras en el exilio y solicitaban ayudas económicas. Entre estos papeles mencionados por Furlong se encuentran las cartas de Anton Sepp (1655-1733) a su compañero de misión, el padre Francisco Magg, y a Carlos Rechberg, procurador de misiones en el colegio de Buenos Aires; de los misioneros Pedro Juan Andreu (1697-1777) y Juan de Escandón (1696-1772) –a su hermana el primero y al procurador Francisco Carrió (1766) y al padre Miguel Francisco Marimón el segundo–; de Domingo Murlel (1718-1795), último provincial del Paraguay, a varios destinatarios; del santafesino Francisco Javier Iturri (1738-1822) a su compañero de exilio Diego León de Villafañe; al comerciante cordobés Ambrosio Funes[11] y a los clérigos Baltasar Maciel y Félix de Soloaga;[12] del santiagueño Gaspar Juárez (1731-1804) a Ambrosio Funes, Diego León de Villafañe y a los botánicos españoles Hipólito Ruiz y José Pavón; del riojano Joaquín Camaño (1737-1820) a Diego León de Villafañe, Ambrosio Funes y a su primo Juan Francisco Ocampo; y del tucumano Diego León de Villafañe (1741-1830)[13] a Ambrosio Funes, Gregorio Funes, Mariano Funes y a los anteriormente mencionados jesuitas expulsos, entre otros.[14] 

Los papeles de otros expulsos de la provincia del Paraguay figuran también en el archivo que estamos analizando. Entre ellos podemos mencionar el Diario del destierro (1768) de José Manuel Peramás, y el Paraguay Natural (1771) de José Sánchez Labrador. Sin embargo, ambas obras son copias de los originales que se hallan en archivos italianos. Por último, obras impresas de jesuitas de otras provincias se localizan en este repertorio, como por ejemplo, el libro del contrarrevolucionario italiano Luigi Mozzi Los proyectos de los incrédulos en las obras de Federico el Grande, rey de Prusia y verificados por la Asamblea Nacional de Francia (1791).

Si pasamos al siglo XIX, los papeles mencionados por Furlong se multiplican. Una gran parte de estos están relacionados con la vida interna del Colegio del Salvador, sobre todo de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. Esto se explica no solo por una mayor supervivencia de la documentación posterior al incendio de 1875, sino también por la dedicación casi exclusiva de la Compañía de Jesús a las actividades educativas luego de su proceso de restauración en el siglo XIX. Esta tendencia no fue exclusiva de los jesuitas en Argentina, sino que se replicó tanto en Europa como en América y en otros antiguos territorios de misión de la orden (Bianchini, Chinchilla y Romano, 2014).

De manera similar a los siglos anteriores, las cartas annuas (1869, 1878, 1879, 1888, 1901) son algunos de los documentos más destacados en relación con el funcionamiento de la provincia que son citados por Furlong en sus obras. Particularmente destacable es una “vieja crónica” manuscrita a la que el investigador llama el Diario del Colegio del Salvador; lamentablemente desconocemos quién la escribió, cuál era su función y la extensión cronológica de su contenido.

Las fuentes en torno al funcionamiento administrativo del colegio son muy numerosas. Entre estas se observan los listados de alumnos para la mayoría de los años académicos junto con documentos relacionados con ellos mismos: fotografías de estudiantes de los distintos cursos, diplomas de honor, condecoraciones recibidas por alumnos y cartas de estudiantes dirigidas a las autoridades del colegio. Los papeles referidos al plantel docente, sus actividades y las relaciones de estos con el alumnado también son citados por Furlong. Listados de profesores, reglamentos escolares, programas de las materias, noticias sobre obras de teatro, actos literarios y escolares realizados en el colegio y discursos pronunciados en la institución son algunos de los papeles que se podrían hallar en el archivo del Colegio del Salvador. Finalmente, en estos manuscritos se alude a numerosas publicaciones que reflejan la vida escolar de la institución. Esta documentación es fundamental para estudiar los desafíos institucionales y pedagógicos que los jesuitas tuvieron que atravesar durante estas décadas, como por ejemplo, la adaptación de sus programas escolares basados en la tradicional Ratio Studiorum frente a las demandas laicistas y cientificistas de la educación finisecular (Gómez Díez, 2014).

Dada la importancia simbólica e institucional del incendio ocurrido en 1875, no es de extrañar que en la obra de Furlong prolifere la documentación relacionada con este hecho. En primer lugar, podemos mencionar la Relación de los atropellos del 28/02/1875 en el Colegio del Salvador en Buenos Aires, del padre Valentín Francolí y Armengol. El historiador jesuita cita, por ejemplo, extensamente este relato presencial para narrar los hechos de esa jornada en su Historia del Colegio del Salvador (1944, T. 2). Los eventos posteriores al ataque fueron reconstruidos por Furlong utilizando documentación interna, como la correspondencia del provincial José Saderra y del rector del colegio, Ramón Barrera, con las autoridades nacionales para lograr protección y ayuda a la orden durante el proceso de reconstrucción, el sermón de la misa de desagravio dada por el arzobispo de Buenos Aires, o los documentos administrativos de la tesorería del colegio y de la Comisión de Reconstrucción vinculados a los donatarios y donativos recibidos para levantar los destruidos colegio e iglesia del Salvador. Todos estos papeles son de gran utilidad, entre otros aspectos, para reconstruir las redes político-religiosas de apoyo tejidas por los jesuitas a finales del siglo XIX en el contexto de las tensiones entre el Estado argentino y la Iglesia católica.

Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX también se ven reflejados en los papeles del archivo del Colegio del Salvador. Entre la documentación utilizada por Furlong, podemos mencionar la relacionada con las congregaciones religiosas fundadas por los jesuitas entre 1886 y 1905. A partir de ella pueden conocerse sus miembros y autoridades, así como las actividades que realizaban. De la misma manera, este historiador alude a varios escritos referidos a los vínculos de la Compañía de Jesús y el Colegio del Salvador con otras comunidades religiosas dedicadas a la educación, como los Hermanos de La Salle (1891). Las actividades académicas de los jesuitas durante estas décadas se pueden reconstruir también gracias al fondo documental de la Academia Literaria del Plata, fundada en 1879 por varios exalumnos ilustres del colegio. Por último, dos aniversarios suscitaron la producción de numerosa documentación: el centenario de la Revolución de Mayo de 1810 y el centenario de la restauración de la Compañía de Jesús de 1814. En torno a ambas celebraciones, autoridades nacionales y de la orden intercambiaron correspondencia y los alumnos del colegio redactaron poesías y diversas obras laudatorias. Futuros estudios respecto de estas producciones serán de utilidad para reconstruir las narrativas patrióticas elaboradas por los jesuitas, y su relación con las reconstrucciones historiográficas posteriores hechas por los historiadores de la orden en torno al vínculo de los sacerdotes ignacianos con los procesos de independencia latinoamericanos (Cárdenas Ayala y Di Stefano, 2014).  

4. Conclusiones preliminares

A partir de un ejercicio aproximativo, en estas páginas hemos comenzado a reconstruir los contenidos del archivo de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús. Frente a las restricciones impuestas por las autoridades actuales del archivo a la consulta de sus fondos, las obras de Furlong proporcionaron una ventana a través de la cual podemos observar y especular qué tipo de documentación podría continuar almacenando este repositorio en el presente.  

A pesar de los procesos de dispersión documental posteriores a la expulsión de la Compañía, el archivo de la provincia contiene, como hemos visto, numerosos papeles de la orden. Una gran parte de ellos fueron producidos por los jesuitas durante los siglos XVIII y XIX, y sobrevivieron al gran evento destructor del incendio de 1875. Aun con todas sus limitaciones, las citas y menciones de Furlong nos permitieron conocer algunos de los principales documentos extraídos por él de este archivo.

Este acercamiento que posibilitó atisbar brevemente sus fondos, nos abre, sin embargo, nuevos interrogantes. En primer lugar, desconocemos todavía cómo se constituyó el archivo luego de la restauración de la Compañía en 1836 y cuáles fueron sus contenidos iniciales, su finalidad y ubicación. De la misma manera, ignoramos cuáles fueron los fondos que se perdieron o se vieron afectados por el ataque al colegio e iglesia del Salvador, y de qué manera comenzó posteriormente su reconstrucción. Si bien existen investigaciones que ofrecen una historia de cómo los jesuitas en Argentina fueron recuperando a lo largo de los siglos XIX y XX los libros antiguos que habían pertenecido a la Compañía antes de su expulsión (Morales, 2002), lo cierto es que es necesario realizar el mismo trabajo con los fondos documentales de la orden para saber qué sucedió. En este sentido, en futuras investigaciones será necesario explorar diversas aristas de la historia de este archivo: su conexión administrativa-institucional con la biblioteca y el Museo Histórico del colegio mencionado por Furlong (1944, T. 2), las relaciones institucionales y personales de Furlong con historiadores fuera y dentro de la Compañía, y cómo estas colaboraron a engrosar los fondos del archivo, tanto mediante la donación de nuevo material como por medio de la recepción de copias de papeles de otros fondos europeos de la orden. También, la manera en la cual las divisiones administrativas de las provincias jesuíticas afectaron durante los siglos XIX y XX la constitución del archivo en Buenos Aires.

Si bien historiadores eclesiásticos y de la Compañía de Jesús han señalado con insistencia la importancia de conservar y de abrir al público los archivos de la Iglesia católica y de la orden ignaciana (Salvia, 2013; Institutum Historicum, 2003), lo cierto es que muchos de estos repositorios, incluido el de la provincia argentino-uruguaya de la Compañía de Jesús, continúan actualmente cerrados a los investigadores. Aquí pretendemos visibilizar tanto los problemas de accesibilidad a este archivo como sus posibles contenidos. Creemos que comenzar a conocer los manuscritos y los documentos que conserva, será de utilidad a los historiadores especializados en la Compañía de Jesús y además colaborará para lograr su pronta apertura.

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Notas

[1] Esta investigación forma parte del PICT-2021-GRFTI-00256 “De la expulsión a la dispersión: disputas, apropiaciones y desplazamientos simbólicos en torno a la cultura jesuítica rioplatense (1767-1843)”, radicado en el Centro de Investigación en Arte, Materia y Cultura de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires, Argentina.

[2] La provincia argentino-uruguaya fue creada en 2010 por medio de la fusión de estas dos provincias.

[3] “Índice de los papeles manuscritos e impresos que se contienen en varios legajos y tomos encuadernados pertenecientes a varias materias útiles y curiosas especialmente de América del estudio del Dr. Don Saturnino Segurola”, 1940. Legajo 225. Biblioteca Nacional y Archivo General de La Nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

[4] Aun en las primeras décadas del siglo XIX, Pablo Hernández (1914) refiere a esta división administrativa de la Compañía como “Misión Chileno-Argentina”. Luego del regreso de los jesuitas, la misión buscaba abarcar los territorios de la antigua provincia del Paraguay y era una “Misión Vice-Provincia” dependiente de la provincia de España, cuyo primer viceprovincial era el padre Mariano Berdugo. En 1854 se dividió en dos misiones, cada una con su superior independiente: Chile y Paraguay. En 1863, después de la formación en España de las provincias de Castilla y Aragón, las misiones comenzaron a depender de esta última provincia. En 1867 se las volvió a unificar bajo el título inicial de “Misión de Chile-Paraguay” y, posteriormente, el de “Misión Chileno-Argentina”.

[5] Furlong señala la existencia de algunos textos manuscritos destacables. La Breve introducción para aprender la lengua Guaraní del padre Alonso de Aragona es uno de ellos. Esta obra fue editada por Bartomeu Meliá en 1979 y en el prólogo indica cómo una copia fotográfica del manuscrito le fue cedida por el propio Furlong. Este historiador señala también la presencia de varias cartas, como por ejemplo, una enviada por Pedro Ignacio de Castro Barros (1842) al viceprovincial Mariano Berdugo; otra de la beata María Antonia de la Paz y Figueroa (1785) dirigida al comerciante cordobés Ambrosio Funes. De la misma manera, indica la presencia de documentos autógrafos de figuras como Manuel Belgrano, José de San Martín, Martín de Güemes, Carlos de Alvear, José Ignacio Gorriti, Martín Rodríguez, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Juan Ramón Balcarce, Gervasio Posadas, Juan José Viamonte, Tomás Guido, Martín Pueyrredón, Bernardino Rivadavia, Manuel de Sarratea, Valentín Alsina, Félix Frías, Santiago de Liniers, Dalmacio Vélez Sársfield, Juan Manuel de Rosas, Bartolomé Mitre e Ignacio Hamilton Fotheringham. Si bien Furlong no indica cómo los papeles de estas personalidades llegaron al Colegio del Salvador, su entrada puede estar relacionada con la creación de un Museo Histórico en el colegio en 1925; de ese modo, la institución recibió numerosas donaciones de diversos objetos y documentos históricos en sus primeros años de existencia (Furlong, 1944, T. 2, p. 426).

[6] Los escasos trabajos de carácter biográfico sobre Guillermo Furlong son de corte apologético (Gianello, 1991; Junta de Historia, 2009). Afortunadamente, se ha comenzado a estudiar su figura y su obra desde nuevas perspectivas críticas que destacan las relaciones institucionales y académicas que este jesuita construyó a lo largo de su vida y el impacto de su obra (Deckmann Fleck y Schossler, 2014).

[7] La trayectoria intelectual de Furlong se inscribe también en el contexto de renovación historiográfica de la Compañía de Jesús ya mencionado, iniciado a finales del siglo XIX. Este historiador tuvo dentro de su orden una serie de predecesores –Rafael Pérez o Pablo Hernández– y de colaboradores –Pedro de Leturia, Pedro Grenón o Miquel Batllori–, quienes contribuyeron a sus investigaciones.  

[8] Ya hemos indicado que Furlong mencionó la existencia de documentación manuscrita dentro de los fondos de la Biblioteca del Colegio del Salvador. Esta ambigüedad en la denominación del archivo podría dar cuenta de la ubicación de este dentro de dicha biblioteca.

[9] En 1958 se separó la provincia chilena de la argentina. Sin embargo, las diferentes formas de nominación del archivo por parte de Furlong no se dieron solo por cuestiones administrativas o jurisdiccionales. En libros anteriores a 1958, este jesuita nombraba al archivo como perteneciente solamente a la provincia argentina.

[10] Furlong señaló con orgullo (1944, T. 2) la existencia en la biblioteca de un ejemplar de la primera edición latina de los Ejercicios Espirituales (1548) de Ignacio de Loyola, con una inscripción manuscrita del secretario personal de este, Juan Alfonso de Polanco.

[11] Ambrosio Funes mantuvo relaciones epistolares con numerosos jesuitas expulsos. Él fue uno de los principales sostenes económicos de estos sacerdotes, y una de las principales figuras en la ciudad de Córdoba que apoyaba a la desaparecida Compañía. Guillermo Furlong expresó que en el Colegio del Salvador se conservaba un retrato suyo.

[12] De Iturri Furlong mencionó la existencia de un manuscrito suyo titulado Sobre promiscuar pescado con carne en días de abstinencia, copiado por Diego León de Villafañe.

[13] Guillermo Furlong destacó la presencia de otros dos manuscritos de este jesuita: la Memoria escrita en Roma y la Relación de la llegada del ex jesuita D. Diego León de Villafañe a esta ciudad de Córdoba el día 14 de diciembre de 1799.

[14] Esta abundante correspondencia nos impulsa a preguntarnos por qué Guillermo Furlong en 1944 juzgaba escasa la documentación del archivo. Es probable que a lo largo de los años se haya incorporado a este repositorio nuevos escritos gracias a la colaboración de otros historiadores de la Compañía de Jesús o que formaban parte de las redes académicas de Furlong. Un investigador coetáneo interesado en temáticas similares a las de Furlong, fue el jesuita Pedro Grenón (1878-1974) (Reyna Berrotarán, 2022). Una de sus principales obras fue Los Funes y el P. Juárez (1922), que consistió en la publicación de la correspondencia de Gaspar Juárez con Ambrosio Funes, obtenida del archivo privado de la familia Funes. Su proyecto personal era la realización de una “Biblioteca Funes” que contuviera todos los papeles relacionados con Ambrosio Funes, entre los cuales se encontraban numerosas cartas de los jesuitas expulsos del Paraguay. Lamentablemente, su proyecto quedó trunco. Es posible que parte de esta documentación haya sido entonces compartida con su correligionario, Guillermo Furlong.