DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i2.7501
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Marta Philp, María Silvia Leoni y Daniel Guzmán (Comp.) Historiografía argentina. Modelo para armar. Imago Mundi, 2022, 564 páginas.
Juliana López Pascual
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional del Sur. Departamento de Humanidades. Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”
Argentina
Correo electrónico: juliana.lopezpascual@uns.edu.ar
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6043-2302
Producto de años de intercambios, encuentros y debates entre los miembros de un extenso grupo de historiadores profesionales, Historiografía argentina. Modelo para armar, se ofrece como una instancia de concreción y visibilización de esas discusiones que funciona, entre otros aspectos, como una revisión histórica de la misma especialización disciplinar. Esta obra colectiva, nacida al calor de sucesivos encuentros académicos desarrollados desde 2003, se embarca en un esfuerzo que, de manera voluntaria y explícita, deja en evidencia la complejidad inherente a la tarea de reunir y articular una polifonía de investigaciones sobre las formas de escritura del pasado argentino, aquella que por años la comunidad profesional ha señalado como necesaria pero eludido por imaginarla titánica. ¿Cómo construir y ofrecer una propuesta que problematice la narrativa capitalino-centrada sin restringirse a relatos anecdóticos de la singularidad provincial? ¿De qué manera poner en diálogo enfoques, ejes, preguntas, períodos y regiones en sí mismos disímiles pero interconectados por la idea de la nación? La compilación de Philp, Leoni y Guzmán asume el desafío de otorgar sentido a esa heterogeneidad dando cuenta, en simultáneo, de la fragmentariedad del conocimiento y de la provisoriedad de cualquier punto de llegada. Es desde allí que se presenta la historia de la historiografía del país como un mosaico que, dependiendo del punto de vista, varía en sus destellos y refracta así la diversidad de procesos que atraviesan el relato de mayor amplitud: la configuración de espacios específicos para la tarea, la profesionalización de esas labores y los intercambios de ambas con los debates en torno a los sentidos y usos sociopolíticos de ese conocimiento.
La obra, compuesta por 23 capítulos, escoge una narrativa que hilvana el pasado historiográfico de la Argentina independiente, basándose para su presentación en las circunscripciones administrativas y su articulación en regiones de extensión más amplia. En ese sentido, cada uno de los aportes deja ver el interés por ahondar tanto en el conocimiento científico de la disciplina como en la voluntad de discutir el “sobredimensionamiento” de la historia “central” frente a la “marginación” de las historias provinciales (p. 14). Los apartados sobre el centro, noroeste, litoral y noreste, Cuyo y el sur del país dialogan entre sí a la vez que responden, en esa estructura, a una primera parte centrada en “la escritura de la historia nacional desde Buenos Aires”. Desde la perspectiva de la Capital Federal, se da inicio y eje de discusión al relato a partir de una breve reconstrucción del desarrollo del campo historiográfico que —sobre todo desde la configuración de un espacio institucionalizado por la Nueva Escuela Histórica— ha asumido una impronta “nacional”.
En un arco temporal que une los siglos XIX y XX, desde el capítulo 2 la compilación apuesta a explicar la emergencia de un gran abanico de historias provinciales unidas tanto por el trabajo intelectual, la aparición de organismos culturales y la formalización de métodos, avances y proyectos de oficialización, como por su trabazón con los debates y coyunturas políticas. El segundo segmento se enfoca en analizar las problemáticas en Córdoba, Santa Fe y La Pampa, se pone el acento en los vínculos entre esas configuraciones administrativas, las disputas en torno al federalismo y los usos del pasado. Asimismo, el siguiente apartado recorta los procesos en Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja; hace énfasis en la organización de juntas, archivos e instituciones preocupadas por el pasado provincial y en las iniciativas de institucionalización de una historiografía que explicara su diversidad sociopolítica pretérita y presente. La cuarta parte, centrada en Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Misiones, se enhebra en esos ejes analíticos —los ritmos de la provincialización, la historia provincial como instrumento de entidades políticas e identitarias en tensión, la heterogeneidad de las vías de profesionalización del quehacer historiográfico— asignando, a la vez, un peso específico fundamental a la condición jurídica de los ex Territorios Nacionales de Chaco, Formosa y Misiones, y a las circulaciones regionales internas que de ella se desprendieron. La quinta sección hace visible un territorio cuyano integrado por Mendoza, San Juan y San Luis, recorre la elaboración e institucionalización del problema de la memoria regional y destaca las estrategias de conmemoración y configuración de hitos y figuras heroicas como variables simbólicas de su pasado. Finalmente, los fenómenos de la escritura de la historia y sus lazos con las derivas políticas y jurídicas de las provincializaciones vuelven a cobrar protagonismo en la sexta entrada, dedicada a la articulación social y simbólica de lo pretérito y la memoria en los Estados patagónicos de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Si bien por momentos pareciera otorgarse preponderancia a las interpretaciones centradas en el devenir de las ciudades capitales, este esquema resulta un armado ecuánime y representativo de la estructura política del presente que, aunque podría problematizarse en virtud de otras potenciales selecciones y organizaciones, dialoga en forma permanente con los textos ya clásicos sobre el tema, mientras recupera y exhibe una exuberante cantidad y variedad de materiales que sirven a sus fines documentales.
La ambición abarcativa del proyecto pone de manifiesto lo dinámico del escenario de las investigaciones en Argentina, sus distintos grados de avance y la creciente expansión y consolidación de los estudios que discuten las narraciones centradas en la Capital Federal. En ese sentido, la compilación no solo presenta el estado del conocimiento actual sobre el objeto sino que también deja ver el arraigo y los resultados del proceso que entiende como renovación historiográfica posdictatorial. El recorrido por los capítulos es un paseo por las heterodoxas y creativas formas en las cuales los planteos de la sociología cultural y la antropología han perfilado otras preguntas y colaboraron en el diseño de nuevas historias regionales en las que, como ha señalado Sandra Fernández, late el interés por explicaciones densas y de gran alcance. Sea entendido o no como una operación de reducción de escala de observación, el enfoque provincial escogido retoma y vuelve sobre las preguntas en torno a qué, cómo y para qué se definen recortes que atienden a las partes de un todo.
La inmensa cantidad de datos organizados y ordenados se presenta como un relato ágil y ameno que, además, sugiere y propicia lecturas hipotéticas y debates a partir de la selección de marcos interpretativos específicos. De un lado, podría argumentarse que uno de los elementos fundamentales para pensar la historia de la historiografía argentina radica en la centralidad de la sociabilidad intelectual y en los notables de provincia en la elaboración de relatos sobre el pasado provincial. Este último caso se observa en la relevancia adquirida por figuras como la de Armando Bazán, Enrique Stieben o Manuel Mansilla; sostenidos mediante el recurso al modelo juntista, la creación de archivos y la organización de publicaciones. Aficionados, abogados, docentes y periodistas trabajaron, en mayor o menor medida, en el arreglo con los Estados en instancias de conformación y validación de su participación en la república. De allí entonces, la evidencia de ritmos y temporalidades diversos, pero también el creciente peso de las estructuras academicistas que dieron relativa autonomía a la producción simbólica y su discurso. A su vez, derivaron en la configuración tórpida de una historia nacional en la cual las singularidades provinciales reclamaban su lugar.
De otro lado, la producción del conocimiento histórico emergería en clara tensión intrínseca con las políticas públicas de la memoria y la impronta universitaria del modelo de profesionalización, encabalgada así en el derrotero institucional heterogéneo del sistema académico nacional que incluyó objetivos, estructuras y prácticas diferenciales según su cronología e inserción territorial. Es así como se visibilizan relaciones no siempre secuenciales entre oficialización y profesionalización, y la coexistencia y retroalimentación entre desarrollos regionales endógenos en escalas de acción diferentes. Circuitos, intercambios y debates intelectuales sugerirían cartografías distintas, superpuestas y por momentos coincidentes con las definiciones político-administrativas, aunque en diálogo con los procesos de su definición y legitimación. En efecto, casos como los de Córdoba o Santa Fe —y se podría agregar la misma provincia de Buenos Aires— señalan las relaciones heterogéneas de la producción historiográfica con los fenómenos políticos y económicos, y con las tiranteces internas entre distintos núcleos urbanos. En la misma línea ya se ha planteado para el caso bonaerense en la Historia de la provincia de Buenos Aires, dirigida por Juan Manuel Palacio, o en la más antigua Historia del sudoeste bonaerense compilada por Félix Weinberg. Asimismo, la reconstrucción de fenómenos como los de Salta-Jujuy, Tucumán-Santiago del Estero o Corrientes-Misiones invitan a recomponer y pensar las lógicas de las articulaciones culturales interprovinciales, sus fundamentos y sostenes, y a buscar sus entrelazamientos con la invención y el afincamiento de las representaciones identitarias regionales.
Por otra parte, la posibilidad de establecer periodizaciones en el gran mapa de la historiografía argentina se presentaría claramente complejo e inestable por estar imbricada en las derivas de las transformaciones sociales y políticas ocurridas en el transcurrir de los siglos XIX y XX. Centradas en las nociones de modernización y distinción como componentes de la construcción situada del Estado-nación, los ejes rectores sintetizados en el binomio progreso-civilización interpelaron tanto a las estructuras criollas derivadas del período colonial como a los heterogéneos agregados nacidos al calor de la inmigración y el sometimiento de las etnias resistentes. Así se generaron, de esta forma, prácticas, sentidos y usos múltiples de la reconstrucción histórica entre los que, un lugar no menor lo ocupó la creación de mitos fundantes de la unidad territorial. En esta misma línea, y sin desconocer la importancia de los fenómenos anclados en la ciudad de Buenos Aires, la diversidad constatada en los capítulos pone en jaque la imagen de discursos provinciales —o regionales— elaborados en base a la recepción pasiva por irradiación desde un “centro”, alentando, en cambio, el análisis de las vinculaciones rizomáticas, multidireccionales, más o menos densas y continuas, historizadas y con peso específico.
Modelo para armar nos remite, desde el título y su introducción, así como en su desarrollo, a una tarea en proceso y a la necesidad de la reflexión colectiva, debatida y consensuada sobre la historicidad de nuestra tarea y lo político de su ejercicio, toda vez que escoge exponer y demostrar las sinuosidades y los problemas irresueltos que habitaron —y continúan haciéndolo— cualquier intento de escritura de una historia nacional que reflejara la heterogeneidad de sus tiempos, espacios, procesos y actores. Conscientes de la dificultad, pero apostando a su potencial, las y los autores establecen un punto de partida en el cual la diversidad, la necesidad de discusión y el trabajo conjunto resultan tan innegables como procedentes.