RESEÑAS
Paula Alonso. Jardines secretos, legitimaciones públicas. El Partido Autonomista Nacional y la política argentina de fines del siglo XIX. Buenos Aires: Edhasa, 2010, 390 páginas.
Alejandro M. Rabinovich
UNLPam/CONICET
Hasta hace no tantos años el sistema de partidos de las últimas dos décadas
del siglo XIX constituía uno de los principales baches de la historiografía
argentina. Los mejores trabajos de Hilda Sábato terminaban en 1880 y de ahí en más había muy poco de dónde elegir. Existían ciertamente algunas obras
fundamentales e ineludibles, como El Orden Conservador de Natalio Botana y
los valiosos aportes de Ezequiel Gallo y Eduardo Zimmerman sobre el mundo
de las ideas, pero el tiempo pasaba tras la aparición de los primeros clásicos
sin que surgiese una bibliografía densa y coherente capaz de dar cuenta de un
momento político muy activo y complejo, que sentó las bases de la cultura
política argentina para todo el siglo XX. Los sucesivos trabajos de Paula Alonso,
tras veinte años de investigación continuada, están ayudando a cambiar este
estado de la cuestión.
Paula Alonso es Doctora en Política por la University of Oxford. En la
Argentina, su labor académica se desarrolla en la Universidad de San Andrés y
en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
En los Estados Unidos, donde actualmente reside, enseña en la George Washington
University. En el año 2000, la publicación en español de su primer libro
de autor fue un suceso considerable. Entre la revolución y las urnas cambió la
manera en que se estudia y se enseña en la universidad el origen de la Unión
Cívica Radical. De simple prolegómeno mítico al ascenso de Yrigoyen al poder,
la etapa formativa del partido pasó a constituir un objeto de estudio en sí
mismo, objeto clave no sólo para la historia del radicalismo sino para entender
el conjunto de las prácticas políticas del cambio de siglo.
Ese comienzo auspicioso hizo pensar que la autora se embarcaría en
un nuevo estudio sobre el resto de la historia del partido radical, pero Alonso
tenía otros planes. Desde 1997 sus principales artículos académicos dejaron
entrever cuál sería su nuevo foco de atención: no el radicalismo, sino el Partido
Autonomista Nacional (PAN). “En la primavera de la historia”, “La política y
sus laberintos” y “La Tribuna Nacional” fueron desplegando una visión cada
vez más completa del discurso utilizado por el poderoso roquismo para legitimar
su accionar. Los hallazgos de estos trabajos preparatorios son retomados
en el libro que nos toca reseñar.
Jardines secretos, legitimaciones públicas es un texto organizado en tres
partes, ocho capítulos, una introducción y una conclusión. El principal objeto
de esta obra es el armado y desarmado de las ligas que los hombres políticos
del PAN tejieron, mediante negociaciones interpersonales secretas, entre 1880
y 1892 para determinar la candidatura presidencial del partido antes de cada
elección. Esta trastienda de la política nacional constituye los múltiples “jardines
secretos” del título, espacios restringidos y privados donde los miembros de
una elite político-social libraron una sorda guerra de posiciones para acceder a
mayores cuotas de poder. Para develar los vericuetos de esta práctica política
oculta al público, la autora fatiga los repositorios epistolares de las principales
figuras conservadoras de la época, muy particularmente el archivo personal de
Julio Argentino Roca. El resultado de esta pesquisa es fascinante: los principales
hombres de Estado del período aparecen como expertos y dedicados operadores
políticos, capaces de descender a un extraordinario nivel de detalle en aras
de su objetivo mayor.
Las “legitimaciones públicas” constituyen el objeto secundario del libro.
Son el complemento necesario de una política abierta a muy pocos y dotada
de escaza visibilidad, pero que debe sin embargo cumplir con los requisitos
mínimos de un sistema liberal-republicano. Mediante el recurso a una prensa
netamente partidaria, los candidatos de las principales ligas fueron presentados
a un público más amplio, sus aspiraciones presidenciales se justificaron en
términos ideológicos y personales, sus trayectorias profesionales eran inscriptas
en una determinada lectura del proceso histórico y sus ideas se confrontaron
con las de otros candidatos. Decimos que este objeto es secundario en el contexto
del libro porque se le dedica una atención más acotada (sólo dos capítulos
exclusivos) y porque los estudios de Alonso acerca de la prensa partidaria
eran bien conocidos gracias a sus artículos previos de 1997 y de 2003, por lo
que la novedad de su aparición es claramente menor.
El plato fuerte del libro se sitúa entonces en la descripción y análisis de
las coyunturas electorales a partir de las negociaciones entre los líderes del
PAN. En este punto la autora despliega su objetivo metodológicamente más
ambicioso: no contenta con desentrañar los rasgos principales de la política a
nivel nacional, Alonso incluye en el análisis la articulación de lo nacional con
la política interna de cada una de las provincias. Es decir, que paso a paso y
elección tras elección, el libro recorre a las catorce provincias argentinas para
ir trazando un balance del peso de las diversas ligas en cada una de ellas y
en la sumatoria final. Este método es desde ya de muy engorrosa aplicación,
pero tiene el indudable mérito de brindar un resultado poco común para el
caso argentino: una historia política que es a la vez la de la nación y la de sus
regiones.
Tejiendo y destejiendo estas laboriosas madejas electorales, Paula Alonso
va abordando las recias campañas presidenciales de 1880, 1886 y 1892.
Ahora bien, comprender cada una de estas elecciones requiere entender la
dinámica política de todo el período que le precede, porque las campañas por
la próxima sucesión presidencial se jugaban desde el día en que el presidente
electo asumía. En estos recorridos, Jardines secretos va echando una luz original
y sugerente sobre varios temas importantes de nuestra historiografía.
La campaña de 1880, vista desde la correspondencia escrita por sus
protagonistas, es mucho más significativa que un simple precalentamiento para
la contienda armada entre Buenos Aires y el Estado Nacional. La de 1886 cuestiona
definitivamente la hipótesis tan extendida de los “gobiernos electores”.
Roca presidente termina imponiendo un candidato que le es afín para que lo
suceda en el mando supremo, pero para hacerlo no le bastó con pronunciar
un nombre desde la casa de gobierno. Para lograr que Juárez Celman fuese su
relevo el no tan todopoderoso Roca debió negociar a brazo partido durante
meses, contemporizando, cediendo y rebajándose a menudo para poder sumar
en cada rincón del país los votos necesarios.
Alonso muestra entonces a las claras que los abrumadores porcentajes
con que los candidatos del PAN ganaban las elecciones son engañosos e invitan
a imaginar una trastienda política poco conflictiva o elecciones arregladas
de antemano. La realidad era que el PAN, pese a su imponente racha de triunfos
electorales (36 años de ganar todas las elecciones presidenciales, las legislativas
y casi todas las de gobernadores), no implicaba de ninguna manera un
dominio monolítico de la arena política ni una competencia electoral alicaída:
fue al interior de sus tenues y móviles fronteras que se dió la principal contienda,
y esta lucha ente ligas autonomistas rivales podía ser feroz.
Otro de los puntos en que Paula Alonso se aleja notablemente de la
visión canónica es en la interpretación del gobierno de Juárez Celman. En su
análisis no encontramos la desmesura centralista y tiránica que los contemporáneos
denunciaron bajo el nombre de “Unicato”. Por el contrario, afirma
Alonso, la base del poder de Juárez sobre las provincias fue una política de laissez-faire según la cual, a cambio de apoyo a nivel nacional, el presidente
les dio a los gobernadores libertad absoluta para gobernar sus provincias a su
antojo. Cansados de la permanente injerencia de Roca en sus asuntos internos,
la mayoría de éstos aceptó gustosamente el trato y se pasó al bando del nuevo
líder del PAN. Este cambio de lectura, aplicado con soltura por la autora,
acarrea necesariamente la reinterpretación de otros dos grandes mojones del
período: la revolución del Parque y el surgimiento del modernismo.
Si hay muy poco que acotar a la manera en que la autora resuelve su
problema de investigación –Alonso da muestras de un rigor y una destreza
envidiables para llevar a buen puerto un análisis planteado en términos de
gran complejidad–, los lectores más exigentes cuestionarán probablemente la
pertinencia con que ese problema de investigación fue recortado en un principio.
En Jardines secretos se deja en un segundo plano el rol jugado por las
relaciones familiares y por los intereses económicos en la política de la época.
Al hacerlo, se corre ciertamente el riesgo de que los protagonistas del relato
aparezcan como políticos en el aire, desligados de toda base material y social.
¿Este enfoque es el más adecuado para un periodo en que, justamente, la relación
entre la participación política y la pertenencia económica y social de los
actores parece más fuerte que nunca?
De manera similar, el recorte del objeto de estudio limita el análisis a lo
más encumbrado de la élite político-social de la época: la mayoría de quienes
aparecen son candidatos o candidateables a altos puestos de gobierno, todos
prohombres del Partido Autonomista Nacional. ¿Acaso el ámbito de la política
nacional y provincial se agotaba en estas altas esferas? ¿Las prácticas políticas
se circunscribían a los jardines secretos de los miembros de la elite? El libro
nada dice acerca de los intermediarios entre estos altos decisores políticos y sus
eventuales votantes, la mayoría de los cuales no leía los periódicos partidarios.
Queda entonces flotando la idea de que los líderes provinciales disponían de
forma más o menos automática de los votos de su circunscripción, corriendo el
riesgo de reproducir una visión no problemática de la cuestión del clientelismo
político, donde las elites partidarias deciden y los sectores populares acompañan
sin más. Seguramente un grado equivalente de atención hacia las prácticas
políticas de sectores más subalternos demostraría que en esto también la cuestión
era más compleja, y que la política se jugaba en todos lados.
En todo caso, el libro de Alonso tiene el mérito de asumir estas decisiones
metodológicas de manera valiente y explícita, cuando la magnitud del
objeto de estudio en su forma actual justifica sin duda cualquier tipo de recorte
por una cuestión de pura necesidad práctica. Tal como es, a Jardines secretos le sobra substancia para constituir un hito de la historiografía del período. Un
ensayo como este no aparece todos los años y seguramente ocupará un lugar
destacado en los planes de estudio universitarios. Ojalá que sea un punto de
partida y no uno de llegada, para renovar nuestra comprensión histórica de
un momento político reducido demasiado tiempo a preconceptos simplistas y
fórmulas reductivas.
Referencias bibliográficas
1. ALONSO, P. (1997). En la primavera de la historia. El discurso político del roquismo de la década del ochenta a través de su prensa. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 15, 35-70.
2. ALONSO, P. (2000). Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argentina en los años noventa. Buenos Aires: Sudamericana/Universidad de San Andrés.
3. ALONSO, P. (2003). La política y sus laberintos. El Partido Autonomista Nacional entre 1880 y 1886. En H. Sábato y A. Lettieri, (Comps.), La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces (pp. 277-292). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
4. ALONSO, P. (2003). La Tribuna Nacional, Sud-América y la legitimación del poder (1880-1890). Entrepasados, XII, (24/25), 29-67.
5. BOTANA, N. (1977). El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916. Buenos Aires: Sudamericana.