DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v24i2.4271
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Reseñas
Fabio Kolar y Ulrich Mücke (Eds.) El pensamiento conservador y derechista en América Latina, España y Portugal, siglos XIX y XX. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2019, 362 páginas.
Olga Echeverría
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Instituto de Estudios Históricos Sociales
“Profesor Juan Carlos Grosso”. Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales
Argentina
Correo electrónico: Olgaecheverria23@gmail.com
El pensamiento conservador y derechista en América Latina, España y Portugal,
siglos XIX y XX, el libro compilado por Fabio Kolar y Ulrich Mücke, asume el desafío de
analizar los conservadurismos y derechas en América Latina y la península Ibérica en el
extenso período que abarca dos siglos, lo que implica estudiar procesos y actores muy
diversos. Las dificultades del cometido están señaladas en la muy sugerente
introducción que realizan los editores, quienes plantean que hasta las décadas finales
del siglo XX las sociedades iberoamericanas eran consideradas comunidades atrasadas,
estancadas en el pasado y ajenas a toda forma de revolución. Las transiciones
democráticas y la renovación historiográfica que se produjo en torno a los cambios
políticos, trajo una nueva perspectiva sobre los procesos históricos y se comenzó a
atender la implantación del orden constitucional, los procesos electorales y la
constitución de la ciudadanía. Hoy, existe un consenso en que las independencias
introdujeron cambios políticos radicales e incluso revolucionarios. Sin embargo, se ha
producido un desequilibrio entre los numerosos estudios acerca del liberalismo y los
más escasos análisis sobre los conservadurismos y las derechas. Solo en las dos últimas
décadas se empezó a consolidar un campo de estudios que aborde esos idearios y sus
prácticas. Kolar y Mücke entienden que se trata de estudios todavía muy limitados a las
fronteras nacionales. Si bien, en principio no deja de ser cierto, la afirmación debería
matizarse, pues como se puede ver en el propio libro y en los encuentros, simposios y
dossiers, cada vez son más los investigadores y las investigadoras que apuntan a
trabajos comparativos y enfoques trasnacionales.
Por otro lado, los compiladores señalan las dificultades que generan la
ambigüedad, el uso confuso y hasta arbitrario de los términos derecha y conservador.
Como solución reclaman conceptos analíticos viables, que superen lo etimológico, las
determinaciones clasistas y se enmarquen en su origen y en su propio contexto
histórico. El término conservadurismo, tal como lo muestran los artículos del libro fue
predominante en el siglo XIX, en tanto que en el siglo XX se impuso el concepto
derecha (condicionado relacionalmente con el término izquierda). La derecha se
definirá por su contrariedad con las formas igualitaristas, ya que conciben que la
desigualdad es natural e inmutable. Conservadurismos y derechas se relacionan en el
respeto a las tradiciones. No obstante, reconocen que resulta muy difícil, sino
imposible, formular una definición universal para todas las variantes históricas y
geográficas. Los editores entienden que las nuevas derechas fueron y son herederas del
pensamiento conservador del siglo XIX, pero al mismo tiempo son creaciones del siglo
XX, con sus propias características (pp. 7-36).
La estructura del libro podría dividirse en tres secciones, una primera parte que
aborda los procesos del siglo XIX, una segunda que se desenvuelve en el rico período
finisecular y finalmente, una tercera parte que recorre diferentes experiencias del siglo
XX.
El artículo de Lucia Maria Bastos Pereira das Neves, sobre los lenguajes políticos
de las élites políticas y culturales en el período independentista del Imperio Brasilico,
abre los análisis sobre el siglo XIX. La autora sostiene que conservadurismo es un
concepto moderno, opuesto a los valores del Antiguo Régimen, que puede
considerarse como una “tendencia política liberal”, equidistante del progresismo tanto
como absolutismo retrógrado. Su perspectiva analítica la lleva a detenerse en el
estudio de algunos conceptos centrales, tales como soberanía, constitución y
ciudadanía. El Imperio se expresaba como un gobierno inspirado en la soberanía de la
nación y revestido por un lenguaje liberal moderado. Así, la Constitución de 1824
expresaba la voluntad de un gobierno conservador pero siempre constitucional,
aunque las élites se habían despegado muy poco del campo de experiencia previa, la
cultura política y pública continuaba siendo restringida y la esclavitud seguía
sosteniendo la economía.
Por su parte, Víctor Peralta Ruiz examina la confluencia de realismo y
conservadurismo en la independencia de Perú, advierte que convivían un liberalismo
realista y el realismo absolutista. Discute así el tópico de la historiografía criolla que
asociaba exclusivamente realismo con absolutismo. Para el autor, el pensamiento
político antiliberal del realismo absolutista (1810-1823) fue un movimiento reactivo y
reacio a los cambios que conmovieron a la monarquía hispánica durante la coyuntura
liberal de las Cortes de Cádiz. En Perú, sostiene, más que un partido conservador
existieron personalidades que “conservadoramente” abrazaron la defensa del
absolutismo como garante de la alianza entre el Altar y el Trono.
La pluralidad e influencia del catolicismo en la política mexicana de largo plazo
es el tema central del artículo de Marta Eugenia García Ugarte. Así, hasta los liberales
radicales, los de la segunda reforma, eran católicos. La autora sostiene que el
catolicismo impregnó incluso a los proyectos modernistas. Asimismo, el extremo radical
del partido conservador, que optó por la monarquía y el antiguo orden, se suele
identificar con la catolicidad y su tradición.
Cristóbal Aljovín de Losada dedica su estudio al análisis del pensamiento
teológico político del franciscano Pedro Gual, referente ultramontano en Perú y bastión
de la reacción católica antiliberal entre 1845 y 1890. El autor afirma que el
conservadurismo alcanzó en Hispanoamérica una fuerte impronta religiosa y desde allí
batalló con el Estado, al presentarse como elemento integrador de la sociedad. Desde
esa perspectiva, de Losada puede indagar sobre los vínculos entre republicanismo y
catolicismo.
Erika Pani aborda la relación entre conservadurismo y soberanía popular,
evidencia cómo la volatilidad inherente a la política moderna se superpuso a una
guerra, la Guerra de Reforma, que aglutinó en el bando antireformista a buena parte de
los oficiales del ejército, el alto clero, los católicos militantes y el grupo político que
había promovido y sostenido la dictadura santanista. El conservadurismo concebía que
la Constitución era disolvente, inmoral y destructora de los valores sociales, religiosos e
incluso en los hogares. Por ello era necesario tomar las armas contra la demagogia y el
deterioro de la autoridad.
Con un texto que examina un período extenso y se adentra en el siglo XX (1840-1923), Eduardo González Calleja investiga la fuerte tradición conservadora en armas
que se desarrolló en España y que ejerció un influjo duradero en las ideas y actitudes
de amplios sectores sociales. Al mismo tiempo, sostiene que el desarrollo práctico del
concepto de orden social esgrimido por sectores de derecha, marcó los límites del
alcance transformador del ciclo revolucionario liberal. La extendida defensa del orden
social, más allá del conservadurismo, justificaba la desigualdad y la explotación
considerado como algo natural y sirvió de sustento a diferentes procesos, incluida la
dictadura de Primo de Rivera que apeló al somaten como garante de la seguridad
interna.
En el capítulo Conservatismo y catolicismo en Colombia (1880-1930), Ricardo
Arias Trujillo estudia el conservadurismo colombiano y su dinámica relación con el
liberalismo en el período finisecular. Los conservadores establecieron alianzas con el
catolicismo que fortalecían a ambos grupos. Sin embargo, el largo dominio
conservador hizo pasar desapercibida su heterogeneidad, su dinamismo, su
historicidad y su capacidad de atracción de nuevos adherentes, incluso liberales
desencantados y la presencia de conservadores escasamente reaccionarios.
Los últimos capítulos del libro se dedican al análisis de las derechas en el siglo
XX y ponen en evidencia la renovación del campo de estudios como la continua
ampliación de los temas de investigación. Así, Irene Flunser Pimentel se dedica a
indagar la formación de una élite femenina conservadora en el Estado Novo de Salazar.
Desde una perspectiva anti patriarcal clásica, observa el carácter subordinado de las
mujeres al Estado Novo, que las consideraba pilar de la familia y base de la
reconstrucción moral a través de su función de madre y educadora de sus hijos en el
reducido ámbito de lo doméstico, donde el jefe siempre era el marido. No obstante, la
propia autora señala, que de todos modos, se dio una movilización política femenina y
la conformación de una elite de mujeres derechistas que se hizo oír.
El artículo de João Fábio Bertonha, desde una perspectiva comparativa y desde
el pensamiento político, aborda una cuestión recurrente del campo de estudio de las
derechas: aquella que reflexiona sobre el carácter fascista de las experiencias
iberoamericanas. El autor considera que en los años ´20 y ´30 hubo un fascismo
latinoamericano, aunque no alcanzó el poder y se formuló de manera diferente en cada
país. Ello, no obstante, no le impide a Bertonha definir la presencia de un fascismo
ibérico.
Ernesto Bohoslavsky, Magdalena Broquetas y Gabriela Gomes estudian a las
juventudes conservadoras de Argentina, Chile y Uruguay que se opusieron a las
transformaciones progresistas de la década. Enmarcados en la noción del
anticomunismo provista por la guerra fría, los jóvenes derechistas de los tres países
estaban dispuestos a combatir el avance de los movimientos de izquierda y para ello
adoptaron distintas formas de organización y prácticas que tenían un particular acento
restaurador de los valores sociales y culturales.
Por su parte, Margareth Power, referente en la investigación sobre mujeres y
derechas, aporta una mirada transnacional al comparar las movilizaciones femeninas
contra Goulart en Brasil y Allende en Chile. Una vez más, el anticomunismo hermanó
diferentes expresiones nacionales que se distanciaron por el lugar que ocupaban el
catolicismo y el liberalismo en las culturas políticas de ambos países.
Finalmente, el artículo de Riccardo Marchi analiza el recorrido de una élite
política –universitaria– portuguesa que va del nacionalismo al liberal-conservadurismo
en el contexto del fin del Estado Novo y la transición democrática. Esas
transformaciones llevan a los jóvenes derechistas a un abandono progresivo del
nacionalismo revolucionario y del autoritarismo para acercarse a posiciones de
reformismo liberal y del conservadurismo vigente en otros países europeos.
El libro, como puede advertirse en los brevísimos resúmenes de los capítulos
que lo compone, pone de manifiesto la fuerte influencia del conservadurismo y las
ideas de derechas en América Latina desde el siglo XIX y a lo largo del siglo XX, tanto
como las alianzas y contactos particulares que se fueron construyendo en el tiempo y
en diferentes espacios geográficos y políticos. Al mismo tiempo, la compilación refleja
el afianzamiento de un campo de estudios que, desde el desarrollo alcanzado, puede
avanzar en perspectivas transnacionales, poner en discusión la potencia y la pluralidad
de idearios liberales, conservadores y religiosos, y analizar actores que, hasta hace poco
tiempo, no habían sido objeto de investigación, pero que lograron ganarse un espacio
en movimientos e idearios que inicialmente eran refractarios a la participación política
de mujeres y jóvenes.
Se trata de una publicación que brinda un panorama amplio sobre las derechas
iberoamericanas y, a la vez, invita a repensar el estatus epistemológico de los estudios
acerca de las derechas y los conservadurismos.