DOI: https://doi.org/10.19137/qs.v24i3.4124
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(Atribución-No Comercial-Compartir Igual)0-6
ARTÍCULOS
Afroargentinos de Buenos Aires en el siglo XX. El proceso de suburbanización
Afro-Argentines of Buenos Aires in the 20th Century: The Suburbanization Process
Afro argentinos de Buenos Aires no século XX. O processo de suburbanização
Lea Geler
Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Argentina
Correo electrónico: leageler2@gmail.com.
Carmen Yannone
TES-Todo en Sepia. Asociación Civil de Mujeres Afrodescendientes en Argentina
Argentina
Correo electrónico: teatroensepia@gmail.com.
Alejandra Egido
TES-Todo en Sepia. Asociación Civil de Mujeres Afrodescendientes en Argentina
Argentina
Correo electrónico: alejandraegido@yahoo.es.
Resumen: Si Argentina se define como un país “blanco-europeo”, su capital, Buenos Aires, se presenta al mundo como epítome de la europeidad latinoamericana. En el siglo XX, esa blanquitud fue abonada en parte por un proceso de traslado o suburbanización de los afroporteños que vivían en el centro de la ciudad hacia sus márgenes o hacia el Gran Buenos Aires (el cordón urbano que rodea la urbe). El objetivo de este artículo es estudiar dicho proceso de suburbanización afroporteña, un tema que no ha sido investigado hasta el momento. Para ello, seguiremos las trayectorias de tres familias afroporteñas a lo largo del siglo pasado, focalizando en dos ejes. Por un lado, en el papel activo que jugó el Estado en la conformación de estas trayectorias. Por el otro, en las vivencias familiares de cada etapa, en general ligadas con la pobreza, y cómo estas políticas estatales habrían afectado las prácticas de sociabilidad comunitaria, sin lograr que desapareciera. Para hacerlo, recurriremos a los archivos, al trabajo etnográfico y a la historia oral.
Palabras clave: Afroargentinos ; Suburbanización ; Políticas estatales ; Trayectorias familiares.
Abstract: If Argentina defines itself as a “White-European” country, its capital, Buenos Aires, presents itself to the world as the epitome of Latin American Europeanness. In the twentieth century, its Whiteness was achieved in part through a process of suburbanization that involved the moving of the Afro-Argentines who lived in the center of the city to its margins or to the Greater Buenos Aires area. The objective of this article is to study this process of Afro-Argentine suburbanization, a topic that has not yet been investigated. We will follow the trajectories of three Afro-Argentine families throughout the last century, paying attention to the active role of state policies in their movements. We will also focus on how the families recall their ways of living in each period, generally shaped by poverty, and on how official policies affected communal practices of sociability that nevertheless endured. To do so, we will rely on archival documents, ethnographic work, and oral history.
Keywords: Afro-argentines ; Suburbanization ; State policies ; Family trajectories.
Resumo: Se a Argentina se define como um país “branco-europeio”, sua capital, Buenos Aires, apresenta-se ao mundo como epítome da europeidade latino-americana. No século XX, essa branquitude foi impulsada por um processo de traslado ou suburbanização dos afros portenhos que viviam no centro da cidade até os limites ou o Grande Buenos Aires (cordão urbano que rodeia a urbe). O objetivo deste artigo é estudar este processo de suburbanização afro portenha, um tema que não foi abordado até este momento. Para isso, realizaremos o seguimento da trajetória de três famílias afro portenhas ao longo do século passado, focando em dois eixos. Por um lado, no papel ativo que teve o Estado na conformação dessas trajetórias. Por outro lado, nas vivências familiares de cada etapa, geralmente conectadas com a pobreza e, como essas políticas estatais afetaram as práticas de sociabilidade comunitária, sem conseguir que desaparecessem. Para realizar esta análise utilizaremos o arquivo, o trabalho etnográfico e a história oral.
Palavras-chave: Afro argentinos ; Suburbanização ; Políticas estatais ; Trajetórias familiares.
A pesar de décadas de activismo afrodescendiente en Buenos Aires y de
estudios académicos que enfatizan la continuidad de la presencia afro en la capital de
la Argentina (Lamborghini, Geler y Guzmán, 2017), la representación de la ciudad como
enclave poblacional y cultural blanco-europeo continúa en un lugar de hegemonía. De
hecho, todavía se acepta que los descendientes de los esclavizados africanos
“desaparecieron” debido a ciertas hipótesis explicativas (epidemias, guerras, etc.), hoy
desacreditadas. Organizaciones afro e investigadores han destacado que no hubo tal
desaparición, pero sí un proyecto estatal de construcción de nación que desde
mediados del siglo XIX conllevó la erosión de la alteridad afroargentina, la imposición
de una narrativa oficial de blanquitud y la instalación de un sistema representacional y
categorial acorde con esta (Andrews, 1989; Frigerio, 2006, 2009; Geler, 2010, 2016;
Ghidoli, 2016).
En particular, que Buenos Aires se entienda como una ciudad blanca-europea se
asienta también en la extendida idea de que la población afro habría partido de la
ciudad, en una suerte de éxodo descripto por memorialistas, periodistas y discursos
institucionales desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX.2 Esas narrativas
remarcan que los afroargentinos de Buenos Aires –los afroporteños– abandonaban sus
locaciones tradicionales en el centro de la urbe y se mudaban hacia los barrios de la
periferia de la ciudad o hacia el Gran Buenos Aires. Es decir, eran protagonistas de un
proceso de suburbanización que todavía no ha sido investigado y que es lo que se
explorará aquí.3
El proceso de suburbanización afroporteño se debe interpretar encuadrado en la historia de la modernización de Buenos Aires. En la década de 1880, la ciudad pasó a ser la capital federal de la república, lo que la encumbró no solo como sede del Gobierno nacional, sino también como representación e imagen del país en su conjunto. Este periodo inauguró el proceso de intervención directa de un Estado cada vez más fuerte y disciplinador en la construcción de un espacio público concebido para moldear a la sociedad (Gorelik, 1998). Como resultado, Buenos Aires fue pensada a imagen y semejanza del proyecto político que definía claramente al pueblo que la habitaría. En términos económicos, debía mostrar la modernidad y el progreso del país. En términos socioculturales y étnico-raciales, estuvo marcada por la idea de homogeneidad poblacional y europeidad, tanto de sus gentes como de su trazado urbano, y por políticas que buscaban que esa representación se hiciera realidad (Gorelik, 1998). Al mismo tiempo, es necesario destacar que estaba en marcha un proceso de diferenciación socio espacial de las zonas norte y sur de la urbe. En esta reorganización –que había empezado con la gran epidemia de fiebre amarilla de 1871–, el norte se transformaba en el lugar privilegiado de las clases altas porteñas, mientras el sur quedaba destinado a los habitantes más pobres (Scobie, 1977). Para 1910, con el festejo del Centenario de la Revolución de Mayo, acontecimiento que inició el proceso de independencia de España, la ciudad parecía haber logrado su objetivo de europeización gracias a las grandes reformas urbanas llevadas a cabo, la mejora de servicios, el crecimiento de las infraestructuras y la masiva inmigración europea (Reese y Gutman, 1999; Salas, 1999). A partir de entonces, igual que sucedió en otros lugares de Hispanoamérica (Wade, 1997; Rahier, 1998), el espacio quedó estructurado según coordenadas de clase, raza y de género de acuerdo con un “orden racial-espacial” (Rahier, 1998, p. 422) específico, a su vez estructurante, que determinaba (y aún marca) qué o quiénes deben ocupar los distintos espacios sociales/geográficos y qué o quiénes no. Algunos pocos barrios pasaron a representar a toda la nación –homogénea, blanca-europea– y la otredad se vio imposibilitada de habitar “ni cerca del Centro, ni del Obelisco, ni de la Plaza de Mayo, que son los emblemas evidentes de la ‘nacionalidad’”, o en barrios donde tradicionalmente se asientan las clases pudientes porteñas, como Recoleta, Barrio Norte, Belgrano, etc. (Frigerio, 2014, p. 2).
Así, en las primeras décadas del siglo XX, Buenos Aires se ufanaba de albergar una “raza argentina” homogénea, blanca y europea, aunque plausible de degeneración por mestizaje, criminalidad, prostitución, pobreza, etc., de acuerdo con las teorías positivistas en boga que informaban las políticas públicas (Salvatore, 2004; Vallejo y Miranda, 2004; Adamovsky, 2009). Por ello, cuando a mediados de la década de 1940, los privilegiados porteños fueron testigos del arribo masivo de migrantes del interior del país, desocupados en busca de trabajo o campesinos, cuyas fisonomías y costumbres no condecían con las anheladas formas europeas, la vivieron como una “invasión” (Gordillo, 2016). Estas masas “oscuras”, pobres, a las que se sumaron los pobladores locales cuya presencia era silenciada, eran mayormente seguidoras de Juan Domingo Perón, quien fue electo presidente de Argentina en 1946.4 La llegada o visibilización de los entonces denominados “cabecitas negras” o “negros”, una categoría de clase fuertemente racializada (Ratier, 1971; Frigerio, 2009; Milanesio, 2010) estimuló una enérgica reacción social de los sectores acomodados.5
El gran cambio que se había producido en la ciudad se intentó frenar en 1955. Tras un golpe de Estado que depuso a Perón, los sucesivos gobiernos volvieron a las políticas de reforma y control urbano para que la ciudad “retomara” el orden racial-espacial proyectado originalmente, que se continúan hasta el día de hoy. Las palabras dichas en 1980 por Guillermo del Cioppo, jefe de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV), son un claro ejemplo de esas políticas y de la visión que sostenían de la ciudad: “vivir en Buenos Aires no es para cualquiera sino para el que la merezca… Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente” (en Blaustein, 2001, p. 54).
Estas declaraciones invitan a reflexionar sobre la situación de aquellos que se alejan (por sus cuerpos, sus tradiciones, su clase social), del ideal de blanquitud, y a formularse varios interrogantes: ¿los afroporteños “merecían” vivir en la ciudad?, ¿fue impulsado por el Estado el proceso de suburbanización afroporteña? ¿Cuáles eran las condiciones de vida de los afroporteños trasladados?
Para comenzar a responder estas preguntas, en una investigación que recién comienza y que se plantea de larga data, retomaremos las trayectorias habitacionales de tres familias afroargentinas: Lamadrid, Peyrán y Balbuena, a partir de información recabada en entrevistas, encuentros y conversaciones informales con Silvia Balbuena, Carmen Yannone Lamadrid, Susana Peyrán y Teresa Belén Peyrán (Techa).6 Los recorridos comienzan en el centro de Buenos Aires y terminan a 26 kilómetros de allí, en el barrio BID-Villegas de Ciudad Evita, La Matanza, uno de los partidos más poblados y más desiguales de todo el Gran Buenos Aires. Estos derroteros se vieron signados por contextos cambiantes, por una pobreza persistente a lo largo de las generaciones y por una marca racializada, la negritud. Aunque pocas numéricamente, tomadas en confluencia con estudios previos (Geler, Egido, Recalt y Yannone, 2018) y de acuerdo con las propias declaraciones de las entrevistadas –que señalan movimientos de varias familias afrodescendientes juntas–, sostenemos que estas trayectorias representan vivencias compartidas a lo largo del siglo XX por una fracción de la comunidad afroporteña de menores recursos económicos e iluminan cómo el Estado los fue empujando hacia los márgenes de la (in)visibilidad. En este sentido, las familias afrodescendientes compartieron sus caminos junto con otros sectores poblacionales pauperizados que vivían en la ciudad de Buenos Aires, pero, como parte y resultado de la invisibilidad afro y salvo contadas excepciones (Agostino, 2012; Lamadrid, Lamadrid y Cirio, 2015), los estudios no se habían focalizado en ellas.
Insertas en un proceso que implicó a un amplio espectro de población vulnerabilizada que habitaba la ciudad (Blaustein, 2001), aquí mostraremos que estas y otras familias afroporteñas fueron perdiendo progresivamente derechos al espacio urbano, según la definición de Oscar Oszlak,
el derecho al goce de las oportunidades sociales y económicas asociadas a la localización de la vivienda o actividad. Perder o sufrir la restricción de ese derecho puede suponer, además del eventual desarraigo físico, el deterioro de las condiciones de vida material en cada uno de los planos en que existían externalidades vinculadas con la localización espacial… El derecho al espacio se ejerce sobre bienes desigualmente situados respecto del acceso a oportunidades económicas o a la satisfacción de necesidades de la vida material (1991, p. 24).
Bajo el supuesto de que la suburbanización alimentó la representación de blanquitud citadina y profundizó el orden racial-espacial que todavía organiza las posibilidades de movilidad sociogeográfica de los habitantes de Buenos Aires (Frigerio, 2014), en el marco de su “disolución” como grupo particularizado y de racialización del mundo popular (Margulis y Belvedere, 1999; Geler y Ghidoli, 2019), proponemos que el proceso de continuada mudanza afroporteña marcó las formas de vida y disímiles posibilidades de apropiación de los recursos citadinos de muchos afroporteños de escasos recursos económicos. En este trabajo, entonces, nos centraremos en dos ejes. Por un lado, en el papel activo que jugó el Estado en la conformación de estas trayectorias. Por el otro, en las vivencias de cada etapa, en general ligadas con la pobreza, y cómo se habrían visto afectadas las prácticas de sociabilidad comunitaria que, sin embargo, pervivieron.
En cuanto a la metodología implementada, hay que destacar que para el siglo XX se vuelve muy arduo seguir las trayectorias de los afroargentinos. La dificultad más importante se centra en que en la mayor parte de las instituciones del Estado se deja de consignar el color/raza, lo que redunda en una enorme dificultad para reconstruir esas trayectorias vitales a partir de documentos de archivo. Aquí la historia oral se vuelve una herramienta fundamental. Por ello, nos serviremos de dos metodologías: por un lado, entrevistas en profundidad no estructuradas, encuentros y conversaciones informales y, por el otro, de la investigación histórica en distintos repositorios. Los primeros se realizaron a lo largo de los años 2016, 2018 y 2019, mientras que el segundo se dio principalmente en 2018 y 2019. Los recorridos que se relatan en este texto fueron recompuestos a partir de múltiples fragmentos que resultaron de la superposición de las dos metodologías, lo que permitió llenar vacíos y contextualizar memorias, en un ida y vuelta constante. Cada hallazgo de archivo provocaba nuevos recuerdos que, a su vez, habilitaban nuevas búsquedas. En todos los casos, las entrevistadas estuvieron de acuerdo con el resultado y fueron reflexionando sobre el avance del trabajo, el cual debe ser considerado como de elaboración colaborativa (Rappaport, 2008). Asimismo, vale destacar que, a diferencia de otros estudios que retoman entrevistas, aquí no nos interesó focalizar en la textualidad de los diálogos sino en recomponer trayectorias generales y formas de vida de las familias. Por ello, para organizar un relato global no se reproducen citas textuales y solo se entrecomillan palabras consideradas claves. Por la misma razón, tampoco ahondaremos en los contextos históricos particulares ni en el aspecto de género, aunque sí tenemos previsto hacerlo en investigaciones futuras.
Así, en primer lugar, se presentarán sintéticamente los espacios históricos de habitabilidad afroporteña para pasar, en segundo lugar, al siglo XX, foco del artículo. Seguiremos entonces las trayectorias de las tres familias afroargentinas por el territorio urbano hasta su traslado a las afueras de la ciudad, donde se encuentran en el presente, y nos detendremos en algunas de las vivencias particulares de cada espacio para observar el rol cumplido por el Estado en cada uno de los traslados.
Durante la colonia, los hombres y mujeres esclavizados se distribuían por Buenos Aires según el lugar de vivienda de sus esclavistas. Esto era, con enorme preponderancia, las parroquias de Catedral al Norte, Catedral al Sur y Monserrat, los barrios fundacionales que rodeaban a la plaza principal (Imagen 1).
Imagen 1: Familias afroporteñas según las trayectorias reconstruidas
Fuente: Creación propia a partir del librillo Para entrar en el presente. Comisión Municipal de la Vivienda (CMV). 1972, p. 14. Biblioteca del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), Buenos Aires, Argentina (minúsculas en el original).
Entre 1810 y 1860, un período marcado por el proceso independentista, la creación de la República Argentina, la progresiva obtención de la libertad de los esclavizados africanos y afrodescendientes y el gradual crecimiento de la ciudad, los afroporteños centraron sus hogares en la parroquia de Monserrat y en la de Concepción, lindante con la primera (Rosal, 1994; González Bernaldo de Quirós, 2001). De hecho, se solía denominar a Monserrat como el “Barrio del Tambor" debido al sonido y música de los bailes que estos realizaban (Wilde, 1998; Taullard, 1927; Romay, 1971). En el mismo sentido, Miguel Ángel Rosal (1994), al investigar la compra-venta de inmuebles en ese lapso, concluye que el barrio de Monserrat era el preferido por la población afrodescendiente, mientras que casi no registran operaciones de este tipo en los barrios de Catedral al Sur y Catedral al Norte.
Para las últimas décadas del siglo XIX, los lugares de vivienda de la comunidad afrodescendiente en la ciudad pueden reconstruirse a partir de la información analizada por Lea Geler de los periódicos afroporteños publicados entre 1873 y 1882, y del censo de población que la municipalidad de Buenos Aires realizó en 1887 (Censo General de Población, Edificación, Comercio e Industrias de la Ciudad de Buenos Aires, 1889; Geler, 2010). En coincidencia con el crecimiento urbano, la población afroporteña había comenzado un lento proceso de ocupación de espacios más alejados (Flores, Belgrano, Quilmes, Morón, etc.), pero continuaba viviendo principalmente en lo que podemos denominar “el Buenos Aires histórico”: los barrios del sur y del norte más densamente poblados y más requeridos, por la cercanía con la plaza central, el mercado, etc., que se transformaron con el correr de las décadas en el “centro” de la ciudad.
El censo municipal de 1887 provee datos acerca de la distribución habitacional de la “gente pobre” (sin mención del color), a partir de la descripción de las viviendas de inquilinato o conventillos, antiguas casas en las que varias familias iban ocupando sucesivas habitaciones distribuidas alrededor de uno o varios patios, en general hacinados y en pésimas condiciones de higiene. Debido al aumento de la población por la inmigración europea, el alto precio de los alquileres y la poca disponibilidad de viviendas, los conventillos fueron casi la única opción habitacional para el sector de menores recursos de la ciudad (Gutiérrez y Suriano, 2006).La información analizada de los periódicos afroporteños, y que se extrae de canciones, cuentos y obras de teatro, apunta también a que en este período muchas familias afroporteñas vivían en conventillos y/o compartían espacios de vivienda (Llanes, 1968; Geler, 2010). Esto se confirma, como veremos, por la historia oral.
Según Leandro Gutiérrez y Juan Suriano (2006), en el siglo XX comenzó un lento proceso de descentralización de la ciudad, favorecido por la mejora de las redes de transporte y por los sucesivos loteos a precios económicos de los grandes terrenos que se fueron anexando al tejido urbano. Los lotes adquiridos permitieron a los obreros y trabajadores construir sus viviendas unifamiliares, lo que acrecentó la cantidad de este tipo de hogares. Ese proceso habría permitido a muchas familias afroargentinas, si no obtener una casa propia, por lo menos alquilar una a precio asequible, como ejemplifican los casos de las familias Peyrán y Balbuena.
En algún momento de la primera mitad del siglo XX, los Peyrán se fueron a vivir al barrio de Mataderos. Aunque no tiene información sobre por qué ni cómo sus tías y abuelos paternos llegaron allí, Susana recuerda que ella y sus hermanos iban frecuentemente a Mataderos a visitarlos. Estos familiares, si bien se trasladaron de vivienda dentro de esa zona al menos tres veces, siempre lo hicieron alquilando, nunca con casa propia.
En cuanto a los Balbuena, Silvia recuerda que su padre, Hugo Balbuena, había nacido en un conventillo en 1928. Su abuela paterna y su hermana trabajaban como cocineras en escuelas y en forma privada en el servicio doméstico. Gracias al trabajo de la madre y de la tía de Hugo, así como de Hugo y sus hermanos, la familia mejoró su situación económica y se mudaron a una casa ubicada en el barrio de Floresta. Era una vivienda tipo PH, también en alquiler.7 En 1958, Hugo Balbuena se casó en segundas nupcias con la madre de Silvia, Adelina Soto, afroargentina. La joven pareja vivió sus primeros años de casados compartiendo aquella casa de Floresta con la familia de Hugo, aunque luego seguirían una trayectoria diferente.
Se debe tener en consideración que tanto Mataderos como Floresta son zonas bastante alejadas del centro de la ciudad, ubicadas en el oeste de la urbe y casi en los límites municipales (Imagen 1).
En cuanto a los Lamadrid, en la década de 1940, Clara, la madre de Carmen Yannone, pasó a vivir con sus hermanos y hermanas a un conventillo situado en las calles Chacabuco y Belgrano, en Monserrat, sobre el que casi no se conservan memorias. Carmen y sus hermanos se fueron de allí siendo muy pequeños, en 1948. El plan de reformas del centro de la ciudad de Buenos Aires que se había iniciado a comienzos de siglo incluía la construcción de la Avenida 9 de Julio, la apertura de dos diagonales (avenidas Presidente Roque Sáenz Peña y Presidente Julio Argentino Roca) y los ensanches de las calles Corrientes, Paseo Colón y Belgrano, con miras a organizar y agilizar el tránsito vehicular. Esto tuvo como resultado el fortalecimiento del espacio del macrocentro como punto neurálgico de la ciudad, sede de las instituciones del Estado y de los principales comercios, teatros, cafés, etc. Todas estas obras se dieron de manera simultánea. Comenzaron a fines de 1937 e implicaron decenas de demoliciones, de expropiaciones y de traslados de población (Zakim, 2012). Para 1948, el ensanche de Belgrano llegó a la calle Chacabuco. El edificio del conventillo donde vivían los Lamadrid recibió orden de desalojo y fue demolido. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido con anterioridad, en vez de quedar librados a su suerte, el Estado –ya bajo la presidencia de Juan D. Perón, cuyas políticas de vivienda difirieron de las gestiones anteriores– relocalizó a quienes vivían en las zonas afectadas.
Desde el siglo XIX hasta la llegada de Perón al poder en 1946, las políticas nacionales de vivienda fueron casi nulas. Guiados por el liberalismo a ultranza, los sucesivos gobiernos dejaron el mercado inmobiliario sin intervención, con lo cual, una gran masa de población sufrió graves problemas habitacionales que se convirtieron en demandas del incipiente movimiento obrero. Para combatir la escasez habitacional, en 1887 la municipalidad había construido algunas viviendas sociales; en 1907 se otorgaron terrenos fiscales para construir más. En 1915 se produjo una huelga de inquilinos que no podían costear los altos precios sin control de los alquileres. Como respuesta, el Estado construyó dos complejos habitacionales y se creó la Comisión Nacional de Casas Baratas, que otorgó solo 977 unidades entre su fundación, en 1915, y 1943. Pero a partir de entonces y hasta 1955, la política del Estado cambió y pasó a centrar su atención en promover las industrias locales de construcción, manufactura e insumos, cuyos trabajadores a su vez necesitaron hogares donde vivir. Esto originó un círculo de crecimiento (Yujnovsky, 1984). Como resultado, en ese período se realizaron vastos esfuerzos por cumplir los objetivos de los planes quinquenales,8 en los que se propuso la construcción de 500.000 viviendas. Según Horacio Gaggero y Alicia Garro (1996), buena parte de esas metas se cumplieron y beneficiaron particularmente a los sectores obreros y de clase media baja en todo el país. En Buenos Aires se destacó la construcción de varios conjuntos habitacionales. En general, para acceder a estas viviendas se debía pagar un alquiler o cuota, y luego se podían comprar (Aboy, 2003).
Hay mucho escrito e investigado sobre la vivienda peronista de este período, pero existió un conjunto habitacional emplazado en la ciudad que no suele ocupar las páginas de los estudios sobre el tema y del que solo hay menciones esporádicas. Se trata del Barrio Lacarra, en Villa Soldati, más conocido como “Villa Cartón”. A Villa Cartón llegaron los hermanos y hermanas Lamadrid que fueron desalojados del conventillo de Monserrat, y allí confluyeron con muchas otras familias afroargentinas, incluidos los Peyrán.
El Barrio Lacarra fue construido por orden de Emilio Pío Siri, el intendente de Buenos Aires, que también había tenido a su cargo la erección de los barrios 1º de Marzo y Juan Perón. A diferencia de aquellos, el Lacarra fue pensado como un espacio de vivienda transitorio para recibir, entre otras, a las personas desalojadas por el ensanche de la calle Belgrano.9 Básicamente, se esperaba que en cinco años se pudiera trasladar definitivamente a sus habitantes hacia otros complejos habitacionales. Y debido a esta supuesta transitoriedad, el Estado habría decidido construir las casas con paredes de cartón, lo que dio origen al nombre con que se lo conoció popularmente.
El complejo de “viviendas de emergencia”10 estaba ubicado en Villa Soldati, en el sudoeste de la ciudad, muy alejado del centro y casi en el límite municipal, en una gran zona de 21 hectáreas inundable por el arroyo Cildáñez (hoy totalmente entubado) (Imagen1). Sus límites eran las avenidas Roca y Lacarra y las vías del Ferrocarril Nacional General Belgrano, que daban paso a la avenida Cruz. Justo al lado, con acceso casi franco, se encontraba el corralón de depósito de basura que formaba parte del basurero del Bajo Flores, conocido por los habitantes de la zona como “La Quema”, debido a que allí, además de depositarse desechos a cielo abierto, estaba emplazada la usina de incineración.11 Al corralón llegaban los carros tirados por caballos que dejaban los residuos recogidos.
Villa Cartón estaba formada por una serie de pabellones subdivididos que alojaban casas en serie (tiras) de un lado y del otro. Sumaban originalmente 1050 viviendas12 (Imagen 2). Cada casa consistía en una pequeña pieza y un espacio común. Los pisos eran de material, así como los techos, mientras las paredes divisorias –tanto internas como exteriores– eran, como dijimos, de cartón. El complejo contaba con agua corriente, en un principio tenía baños colectivos al final de cada tira –luego se construyeron baños individuales– y para calentar el agua se debía recurrir a garrafas o quemadores.
Imagen 2: Plano del Barrio Lacarra
Fuente: Barrio de emergencia “Lacarra”. Aspectos médico-sociales de la deserción escolar. Ministerio de Educación y Justicia, Dirección Nacional de Sanidad Escolar.1964, p. 11. Ministerio de Educación de la Nación, Repositorio Institucional, Buenos Aires, Argentina.
Pensada para ser habitada temporariamente –cinco años–, la vida de Villa Cartón se extendió en el tiempo y, con ella, la llegada de gente al barrio. Además de las “casitas nuevas”13 –de material, construidas por el Estado al otro lado del corralón–, muchos de los espacios públicos fueron ocupados por las familias que iban creciendo en número y necesitaban más lugar para sus miembros, así como por otras que llegaban buscando dónde vivir. A los pabellones originales y a las “casitas nuevas” se sumaron viviendas más precarias, la mayoría sin acceso a agua corriente individual, en un espacio cada vez más degradado. Además, se ocuparon los predios circundantes a los pabellones, lo que supuso la ampliación de los límites originales. El Barrio Lacarra pasó a ser una parte de un gran espacio que se denominó oficialmente como “Villa 2”, un “barrio de emergencia" o “villa de emergencia”.14 El informe de la CMV de 1980 sobre erradicación de villas, conocido como El libro azul –por el color de sus tapas–, explica que, para el momento de su desalojo final, en 1972 –23 años después de su construcción–, la Villa 2 (incluidos los pabellones) estaba compuesta por un total de 2300 viviendas, habitadas por 2332 familias y 9305 personas15 (Imagen3).
Imagen 3: Tira de viviendas del Barrio Lacarra (ya desalojado)
Fuente: Biblioteca del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), sin fecha, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, colección Ana Azzari.
Aunque Villa Cartón pueda parecer un lugar poco amable para vivir, para las hermanas y hermanos Lamadrid que llegaron allí en 1948 con sus respectivas familias el cambio representó una mejora sustancial. Ahora tenían una casa propia, un techo asegurado para sus pequeños y pequeñas y para los ancianos, además de la promesa oficial de mudarse a un lugar mejor en un futuro cercano.
Para la afroentrerriana16 Techa, madre de Susana Peyrán, vivir en Villa Cartón también fue una experiencia de mejora. Recién llegada de la provincia de Entre Ríos, la recibieron sus tíos maternos, de apellido Moyano, que ya estaban en el barrio. La alojó su tía Rosa y un tiempo más tarde conoció allí a Pedro Peyrán, afroporteño. Se casaron en 1952 y tuvieron cuatro hijos. Pedro era músico (cantante de tangos) y además trabajaba en el Concejo Deliberante de la ciudad. Por ello, cuando Techa pidió una casa propia para ella y sus hijos en la Villa, se la concedieron.
Había muchas familias afro en Cartón. Un reportaje televisivo de 1970 que comentaba un brote de poliomielitis –cuyo índice de contagio era elevado en el barrio por las malas condiciones de salubridad– muestra en los primeros 30 segundos imágenes de algunas de ellas.17 Carmen Yannone y Susana Peyrán recuerdan por lo menos 15, muchas de las cuales formaban parte de las mismas familias extensas. Además de los Lamadrid, los Yannone, los Moyano, los Belén y los Peyrán, estaban los Oturbey, los Pérez, los Delgadino, los Robles, los Nogueira, los Soto, los Noroña, los Salinas, los Savans, los David, los Rivero y algunas más cuyos apellidos no recuerdan.
Carmen Yannone y Susana Peyrán describen la vida en el barrio como muy buena. Había un dispensario u “hospitalito” para consultas médicas simples y una escuela que nucleaba a los niños y niñas, aunque algunos concurrían también a otros colegios de la zona. En verano, el Estado los llevaba a “colonias” cercanas en autobuses, donde tenían clases y les daban de comer. Las mujeres de las familias Peyrán y Lamadrid trabajaban, sobre todo, en el servicio doméstico. Muchos de los varones, por su parte, estaban empleados en las industrias linderas.
A Villa Cartón llegaba regularmente la “ayuda social”, que repartía ropa y alimentos. Otro recurso al que se apelaba para la subsistencia allí era La Quema. Los varones de la familia Lamadrid iban al vaciadero a buscar comida cada vez que llegaba “el decomiso”:18 el cargamento de comestibles decomisados por la municipalidad a los comercios de la ciudad por estar fuera de fecha de vencimiento o en malas condiciones. Del vaciadero se retiraban además materiales que luego se podían vender a los depósitos cercanos. Familias como la Peyrán no concurrían a La Quema a buscar comida decomisada, pero sí la recibían. Susana Peyrán recuerda que los niños del barrio les alcanzaban bolsas de alimentos, una práctica que al parecer era habitual y que reforzaba los vínculos de solidaridad y comunidad barrial.
En líneas generales, el barrio era considerado por quienes no vivían allí como peligroso y habitado por gente indeseable. Los taxis no querían entrar en la villa –Carmen y Susana coinciden en que las dejaban a la entrada del complejo y se negaban a circular entre las tiras– y era habitual, especialmente a la hora de buscar trabajo, ocultar el domicilio real o dar una dirección falsa. Asimismo, se repetían las incursiones policiales que revisaban las viviendas en busca de sospechosos de crimen o de objetos robados, las famosas “razias” que despertaban a la población justo antes del amanecer.19 Sin embargo, quienes vivían en Villa Cartón formaban una comunidad unida que se expresaba, según recuerdan Carmen y Susana, en cómo los habitantes se cuidaban mutuamente. Existían reglas implícitas de convivencia que protegían a los vecinos de Cartón (tanto de actividades criminales como de la policía) y que promovían además la organización comunitaria. Entre otras formas de sociabilidad, Carmen Yannone recuerda que quienes vivían en su tira organizaban “El Pabellón de la Armonía”,20 una fiesta en la que los jóvenes ponían música en la calle (twist, rock, etc.) y se bailaba hasta el amanecer.
Esta sociabilidad en Cartón no era particular de las familias afro, ya que estas no socializaban entre sí en la villa. Por el contrario, las reuniones afro eran solo de orden familiar. En la casa de Clara Lamadrid, cuando se juntaban los hermanos en el patio trasero, ante la falta de dinero para la confección de tambores, las mesas comenzaban a sonar. Del mismo modo, en la casa de Rosa –tía abuela de Susana Peyrán– se tocaba candombe. Susana recuerda que a esos bailes concurrían todos los hijos, nueras y nietos de Rosa y la familia de Techa (madre de Susana). Rosa quería que todos en su familia aprendieran a bailar candombe, e insistía en que lo intentaran. Efectivamente, el candombe que se escuchaba en Villa Cartón era solo para goce familiar, ya que no se realizaban bailes o toques que excedieran esos límites, lo que da cuenta del proceso de privatización de estas prácticas que había comenzado a finales del siglo XIX (Frigerio, 2000; Geler, 2010).
Pero estas familias afro sí compartían una identificación que los diferenciaba de los afroargentinos que no vivían en Cartón: eran, según sus propias categorías, “negros che”, afroporteños pobres comparados con los “negro usted”, que habían logrado movilidad social ascendente. Los afro que vivían fuera de Cartón eran los “potentados”;21 los de dentro Cartón, los pobres. De acuerdo con Norberto Cirio (2016), los “negros che” guardaron y transmitieron sus tradiciones culturales a las generaciones siguientes, especialmente el toque del tambor y el baile, a diferencia de los “negros usted”, que buscaron olvidarlas. Esta identificación que cruzaba las categorizaciones raciales y las de clase se ponía en juego principalmente en uno de los escasos momentos de sociabilidad del conjunto de la comunidad afroporteña: las fiestas del carnaval del Shimmy Club –conocidas como las fiestas de “La Suiza” ya que se realizaban en la Casa Suiza de Buenos Aires– que habían comenzado en las primeras décadas del siglo XX. Todos los relatos y memorias coinciden en la importancia de estos encuentros en tanto comunalizadores (Frigerio, 2000). Un elemento fundamental de estas fiestas era el candombe, la música tradicional de los afrodescendientes de Buenos Aires que se bailaba en el subsuelo del salón. De hecho, indica Carmen Yannone que quienes iniciaban el baile en el subsuelo de La Suiza eran los “negros che”, mientras los “negros usted” permanecían en el piso superior sentados a la mesa.22 Los bailes de La Suiza constituían el momento de encuentro entre quienes vivían en Lacarra y quienes tenían el privilegio de vivir “en el centro”,23 una representación probablemente derivada del orden racial espacial que encumbraba el centro como el mejor lugar para vivir, pero que no parece condecir con los lugares habitacionales de muchas familias afroporteñas del momento, punto que investigamos.24
Algunos afroporteños que vivían fuera de Cartón solían ir de visita al barrio. Hugo Lamadrid (primo de Carmen Yannone-Lamadrid) recuerda que su abuela lo llevaba a Villa Soldati a ver a esa parte de la familia. Una vez que su abuela falleció, dejaron de ir, ya que a Hugo lo criaron como “negro usted”.25 Y Lucía Lamadrid (tía de Carmen que se casó joven y no fue a vivir a Lacarra) nunca dejó de acercarse al barrio a ayudar a sus hermanas y hermanos, algo por lo que Carmen y su familia la recuerdan con sumo cariño. Esas visitas constituían un hecho significativo para los moradores de la villa. Indicaba que los “potentados” no se habían olvidado de sus familiares, amigos o ex vecinos. Susana recuerda personas que una vez que se fueron de Cartón no volvieron ni quisieron hablar más del tema, como si nunca hubieran estado allí. Por el contrario, cuando Carmen se fue a los 19 años para casarse, continuó visitando el barrio, lugar del que no renegó y del que jamás se alejó del todo. En estos detalles podemos entrever cómo la sociabilidad afroporteña nunca desapareció de la ciudad, a pesar de estar determinada por categorizaciones de clase y por políticas que, poco a poco, fueron coartando y reduciendo las posibilidades de acercamiento y reconocimiento.
De este modo, fueran afrodescendientes o no, quienes vivían en Cartón soportaban la pobreza y la vivencia de la discriminación por su lugar de vivienda. Y como afrodescendientes, los habitantes de Lacarra se autorreconocían como “negros che”, e incluso algunas familias perpetuaban las tradiciones de los antepasados, mientras se vinculaban con una comunidad afro más amplia solo cuando se organizaban reuniones fuera del barrio. Esa imaginación comunitaria, sin embargo, perduraba y renacía en la sensación de olvido que vivían los habitantes de Cartón el resto del año.
El Estado desalojó el Barrio Lacarra al iniciarse la década de 1970, y trasladó a la mayoría de las familias afroargentinas que vivían ahí hacia el Barrio Ciudad General Belgrano (CGB), ubicado en Ciudad Evita, en el Gran Buenos Aires. A estas familias afroargentinas se sumarían otras, como la Balbuena.
Según el informe El libro azul de la CMV sobre las erradicaciones de villas de la ciudad, el Estado eliminó oficialmente la Villa 2 el 22 de septiembre de 1972.26 Esto lo hizo bajo el Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE) que el gobierno militar de facto de Juan Carlos Onganía había reglamentado con la Ley 17.605 en 1967 porque, sostenía, se asistía a “un crecimiento paulatino y desmesurado de las villas de emergencia, que amenazaba la calidad de vida y de población de la ciudad”.27 Este es el marco en que Guillermo Del Cioppo, el jefe de la CMV, pronunciaba la famosa frase que citamos en la Introducción: “vivir en Buenos Aires… es para el que la merezca”.
Si bien el Barrio Lacarra no caía exactamente dentro de la definición de “villa de emergencia” de la CMV, ya que no era un asentamiento ilegal, la zona de la Villa 2 que lo incluía fue uno de los primeros lugares en ser erradicados. La razón es que estaba emplazado en el espacio donde se planificaba la construcción de un gran proyecto urbanístico para el cual el Estado había recibido préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que debían ejecutarse, por lo que la CMV estableció que su erradicación era prioridad.28 Se trataba del Parque Almirante Brown, un gran complejo que incluiría viviendas, zonas de esparcimiento, de entretenimiento, de educación y salud, que permitiría solucionar el problema de las inundaciones y revitalizar esa área muy deprimida de la ciudad. De todo el proyecto, solo se construyeron inmediatamente los complejos habitacionales (Massidda, 2017).
Al ser uno de los primeros barrios erradicados, los habitantes de Lacarra tuvieron la oportunidad de ser realojados en viviendas sociales de construcción gubernamental.29 Muchas familias fueron destinadas nuevamente a Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT), como los llamados San Petesburgo y Peribebuy. Otras fueron ubicadas en el barrio Ciudad General Belgrano (CGB). Por último, algunas familias se ubicaron en el complejo Lugano I y II. Pero había una diferencia grande entre estos destinos. Mientras los edificios de Lugano I y II estaban emplazados en las cercanías del Barrio Lacarra, dentro de la ciudad, la CGB se encontraba en Ciudad Evita, partido de La Matanza, en el oeste del Gran Buenos Aires, a más de 20 kilómetros del centro. Los NHT, por su parte, estaban distribuidos por La Matanza y en algunas zonas marginales de la ciudad capital.
Como era previsible, la mayoría de las familias querían mudarse a Lugano I y II. Quedarse en la capital significaba vivir en la jurisdicción con mejores prestaciones de salud, educación, seguridad y medios de transporte, además de más altas oportunidades laborales y posibilidades de mejora. La peor opción eran los NHT, ya estuvieran en capital o en el Gran Buenos Aires. Como bien se imaginaban los habitantes de Lacarra (que era un NHT), la transitoriedad de esos complejos de mala construcción no sería tal. El traslado a la CGB era una opción intermedia que, por un lado, proveía de un espacio propio, bien construido y agradable, pero, por el otro, implicaba romper vínculos establecidos con el entorno y modificar las opciones laborales, de transporte y de educación. Los estudiantes secundarios de Lacarra, por ejemplo, antes de ser trasladados allí organizaron protestas porque debían cambiar de colegio o viajar más, y así duplicar los gastos y el tiempo invertido.30
La selección de qué familia iba a qué lugar dependía de los ingresos de cada hogar. En 1970, para prevenir la repetición de experiencias evaluadas como fallidas por impagos, la CMV decidió que las nuevas viviendas serían entregadas en venta (no en alquiler) a muy bajo costo y, en algunos casos, con subsidio del Estado.31 El complejo se inauguró en abril de 1972.32
Recuerda Susana Peyrán que su familia temía que los enviaran a “las precarias” ya que ella trabajaba en una zapatería de manera informal. Por un lado, consiguió que su empleador le hiciera un certificado laboral, con el que evitaría el traslado a los NHT. Por el otro, el padre de Susana se hizo presente y pudo demostrar ingresos suficientes para que les adjudicaran un departamento en Lugano I y II. Sin embargo, Techa prefirió mudarse a la CGB para poder tener jardín y plantas y evitar sentirse encerrada en un departamento. Y allí llegó con sus hijos.
Por su parte, los Lamadrid también consiguieron lugar en la CGB. A esta altura, los hijos de la generación que había recibido una casa en Villa Cartón recibieron casas para sus respectivas familias. Pero seguían estando a merced del Estado. Clara, la madre de Carmen Yannone, fue trasladada a una casa de la CGB y, una vez instalada, le avisaron que la enviarían a un departamento de Lugano debido al buen salario de uno de sus hijos, que trabajaba como empleado de planta en el Congreso de la Nación. El resto de los hermanos Lamadrid que vivían en Cartón al momento del traslado se mudaron a La Matanza.
La Ciudad General Belgrano era una construcción vanguardista. Según Claudia Krmpotic, el barrio se levantó “siguiendo los lineamientos del BID, de acuerdo con los modelos norteamericanos, propios de las políticas de viviendas implementadas durante el gobierno de Kennedy” (2000, p. 76). El librillo de bienvenida que se entregaba a las familias que se mudaban allí explicaba que el conjunto constaba de “3024 viviendas: 1188 de dos dormitorios (46mt2), 1534 de tres dormitorios (61mt2) y 302 de cuatro dormitorios (76mt2)”.33 Cada sector contaba con espacios verdes, senderos peatonales y plazas para niños. Distribuidas entre los sectores había nueve guarderías, tres escuelas primarias y jardín de infantes, que conformaban núcleos sociocomunitarios. Allí se ubicaban los sectores comerciales y los locales de reunión y de servicios. Las casas contaban con baño, cocina, estar-comedor, toilette (en el caso de las más grandes) y patio (Imágenes 4, 5 y 6).
Imagen 4: Plano de la Ciudad General Belgrano
Fuente: Para entrar en el presente. CMV. 1972, p. 12-13. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
Imagen 5: Tira de viviendas de la Ciudad General Belgrano
Fuente: Para entrar en el presente. CMV. 1972, p. 4-5. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
Imagen 6: Plano de las viviendas de la CGB
Fuente: Para entrar en el presente. CMV. 1972, p. 11. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
Para las familias Lamadrid y Peyrán, la llegada a la CGB representó una gran mejora. A diferencia de su vivienda en el Barrio Lacarra, poseían una casa construida con material durable y, sobre todo, tenían agua caliente, ya que contaban con calefón. Según recuerdan estas dos mujeres, las familias que llegaron a la CGB lo hicieron contentas. El barrio era amplio, con jardines, se juntaban los vecinos a tomar mate y se podía estar fuera con tranquilidad. Había un dispensario médico que funcionaba, al igual que todos los servicios básicos. Por todo esto, la lejanía respecto del centro de la ciudad no parecía tan grave.
En 1973 concluyó una segunda etapa constructiva de la CGB. Se levantaron varios monobloques de planta baja y tres pisos, que agregaron 972 viviendas sobre una superficie de 21. 467 m2 (Krmpotic, 2000).
Los monobloques tuvieron un destino distinto al de las casas donde habían llegado los trasladados de Lacarra. El 12 de mayo de 1973, decenas de familias a las que se les habían prometido viviendas realizaron una toma de los edificios y el Estado quiso desalojarlas con suma violencia: “16 tanques y ametralladoras de pie…3000 efectivos militares, policiales y de gendarmería” participaron del desalojo.34 Las imágenes publicadas confirmaban la gravedad de la situación (Imágenes 7 y 8). Estas tomas se hacían en las postrimerías del régimen militar, entonces comandado por Alejandro A. Lanusse, y en las proximidades de la asunción de Héctor Cámpora a la presidencia, lo que pondría fin a la proscripción del peronismo y permitiría el retorno de Perón a la presidencia.
Imagen 7: Desalojo de monobloques en la CGB
Fuente: El descamisado, “Pidieron casa les dieron tanques”, 22 de mayo de 1973, p. 7
Imagen 8: Desalojo de monobloques en la CGB
Fuente: El descamisado, “Pidieron casa les dieron tanques”, 22 de mayo de 1973, p. 6
A fines de mayo, ya con Cámpora en el poder, la toma no se había resuelto y quedaban durmiendo a la intemperie quienes todavía no tenían donde vivir.35 Entre esas familias que participaron de las tomas de los monobloques estaba la Balbuena.
La trayectoria de los Balbuena antes de mudarse a la CGB los había llevado por varios lugares del Gran Buenos Aires. En distintos intentos por tener casa propia, vivieron en Monte Grande y en Tapiales. Sin embargo, estaban muy alejados –no solo del centro sino de las zonas del Gran Buenos Aires más urbanizadas– y no lograban comprar un terreno o casa. Por eso, cuando surgió la oportunidad de realizar la toma en la CGB, se unieron al movimiento. El resultado fue que lograron quedarse con el departamento, turnándose y cuidando que nadie se los usurpara durante varias semanas. Después de algunos años, los Balbuena pudieron regularizar su situación y pagaron al Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI)36 la deuda restante por esa vivienda. Para ellos, mudarse a la CGB también fue una mejora.
Tanto los Balbuena como los Lamadrid y los Peyrán continúan hoy en Ciudad Evita, adonde llegaron la mayor parte de las familias afro que vivían en Cartón. Y, tal como había sucedido allí, comenzó un proceso de abandono y marginalización del lugar que continúa hasta la actualidad. Donde había espacios al aire libre hoy se levantan viviendas precarias. Lo mismo sucedió con todos los terrenos vacíos circundantes. Los monobloques no tienen ningún tipo de mantenimiento y las casas originales se han ampliado hasta el máximo posible para albergar a familias que crecen. Muchos, cuentan Carmen y Susana, vendieron sus propiedades para comprar otros terrenos y construirse viviendas más espaciosas. El recambio y la llegada constante de gente fue minando los lazos comunitarios, y el empeoramiento de la situación económica del país (ininterrumpida debido a la implementación de políticas económicas neoliberales), terminó por convertir el sitio en una “gran villa”. Hoy, el puesto sanitario adolece de faltas constantes, no llega el correo, no entran las ambulancias y la policía apenas rodea el lugar. En este corto período el nombre del barrio pasó a ser General Martín Miguel de Güemes, y luego, a como se lo conoce hoy, Barrio BID-Villegas. En el presente, Villegas es señalado como de “alta peligrosidad” (principalmente por narcotráfico), cuenta con muy mala fama y es conocido como uno de los lugares más peligrosos del Gran Buenos Aires y del país.37
La gran cantidad de población afro que vive en la zona abonó que fuera una de las cunas del movimiento de revisibilización afroargentino en los albores del siglo XXI.38 En este lugar, María Magdalena “Pocha” Lamadrid, una de las iniciadoras del movimiento afro en Buenos Aires en la década de los 1990, centró su trabajo de recuperación de la memoria y de revisibilización a partir de su asociación, África Vive; y es hoy en día donde funciona la Asociación Misibamba, que nuclea a hombres, mujeres y niños autorreconocidos como “afroargentinos del tronco colonial” (Frigerio y Lamborghini, 2011; Lamadrid et al., 2015). Asimismo, el BID la había señalado para la toma de la prueba piloto de captación de población afrodescendiente para el Censo 2010, pero posteriormente fue descartada por temores respecto de la seguridad de los encuestadores (López, 2005). Por último, Villegas fue la sede de un trabajo multidisciplinar de investigación sobre las mujeres afrodescendientes realizado por Todo en Sepia (Asociación Civil de Mujeres Afrodescendientes en la Argentina), en 2016 (Geler et al., 2018). Esa investigación mostró las serias dificultades que las familias afro tienen hoy para salir del barrio. El problema principal es la falta de dinero, pero también que el barrio otorga sensación de protección frente a la angustia de la discriminación exterior. La peligrosidad ambiental, las grandes distancias a recorrer hasta el trabajo o la universidad y la mala fama del barrio repercuten negativamente en la búsqueda laboral y en el estudio. Todas estas situaciones materializan la sensación de vivir al margen de la sociedad y conducen a que, a medida que se van ampliando, las familias afroargentinas continúen habitando en el mismo espacio, y esto a su vez aumenta el hacinamiento y la precariedad de las condiciones de vida. Sin embargo, el cambio de época y el activismo han permitido e incentivado el reconocimiento de la afrodescendencia en las generaciones más jóvenes, así como la posibilidad de organizarse para luchar contra el racismo y la invisibilidad, lo que conlleva que se acentúe el intercambio entre distintas generaciones (Geleret al., 2018). Si bien todavía hoy es difícil recibir visitas de quienes viven en otros lugares de la ciudad, la comunidad afroporteña está fortalecida, en lucha. Y en Villegas, los toques de tambor ya nuclean a más de una familia, con nuevas generaciones que se interesan por continuar y redescubrir viejas y nuevas tradiciones.
Seguir las trayectorias de tres familias afroporteñas a lo largo del siglo XX nos ha permitido comenzar a vislumbrar cómo se dio y vivió el proceso de suburbanización afro que hasta ahora aparecía mencionado en narraciones diversas, pero no había sido investigado, y que contribuyó a la representación de Buenos Aires como blanca-europea. Llegados como esclavizados, sucesivas políticas gubernamentales que moldearon un estricto orden social-racial citadino empujaron a estos afroporteños pobres desde el centro hasta los márgenes. Modificaciones urbanas, traslados forzados y posterior olvido fueron las maneras constantes con las que el Estado se relacionó con un sector de su población que incluía a los nunca mencionados afroargentinos, cuyas formas corporales y sociales no los hacían “merecedores” de la ciudad. Cada traslado, vivido por sus protagonistas como una mejora, eventualmente repercutió en el empeoramiento de su situación general. Casi dos siglos después de que sus antepasados pisaran tierras del Río de la Plata, los Peyrán, los Lamadrid y los Balbuena consiguieron por fin una casa propia. Pero lo hicieron a expensas de la comodidad de vivir en el área metropolitana, de gozar de los servicios de mejor calidad del país (salud, transporte, educación, seguridad) y los alejó de sus trabajos o lugares de estudio, para quedar a merced de políticas que decidieron por ellos dónde y cómo tenían que vivir. Es decir, a costa del goce de derechos al espacio urbano. Sin embargo, pese a las vivencias de pobreza y marginalidad y contra todo pronóstico, las políticas públicas que minaron sus posibilidades de existencia no lograron disolver una sociabilidad afro que a finales del siglo XIX había comenzado a privatizarse, en el siglo XX resistió y superó las barreras geográficas y de clase, y que hoy se muestra cada vez más fuerte.
Notas
1 Agradecemos a Florencia Guzmán, María de Lourdes Ghidoli, Paulina Alberto, Robert Cottrol, Eva Lamborghini, Marta Maffia, George Reid Andrews y los evaluadores anónimos de la revista por sus valiosos comentarios sobre este texto. Y especialmente a Gabriela Álvarez, de la Biblioteca del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), por su inestimable colaboración. Esta investigación es parte de un proyecto que estudia las trayectorias afroporteñas en el siglo XX y se realiza gracias al apoyo de los proyectos PIP Conicet 11220130100010CO y PICT Foncyt 2014-1211. Se expusieron avances del trabajo en los congresos LASA 2019/ALARI 2019, Boston y GEALA 2019, Buenos Aires. Dedicado a la memoria de Techa Belén Peyrán.
2 Por ejemplo, Senet, R. (1938). La negrada de antaño. Revista Nativa, 177, p. 12-14. Hemeroteca Biblioteca Nacional Argentina, Buenos Aires; Blomberg, H. (21 de abril de 1949). Los negros de Buenos Aires. ¡Aquí está!, p. 18-19. Hemeroteca Biblioteca Nacional Argentina, Buenos Aires o Salvador Canals Frau (1956).
3 Valen dos aclaraciones. Por un lado, si bien nos centraremos en la población afro de Buenos Aires, es muy probable que el mismo proceso de suburbanización haya sucedido entre la población afrodescendiente de distintas ciudades del país. Por ejemplo, es mencionado por Julia Broguet (2020) para las ciudades de Paraná, provincia de Entre Ríos, y de Santa Fe, provincia de Santa Fe. Por el otro, la población argentinacaboverdeana, arribada a Buenos Aires a partir de fines del siglo XIX, se asentó principalmente en zonas portuarias de los márgenes de la ciudad, del Gran Buenos Aires o en distintas zonas de la provincia (Maffia, 2010), por lo que no siguió el proceso de suburbanización que describimos aquí.
4 La base inicial del apoyo a Perón en su llegada a la presidencia en 1946 fueron sobre todo los sectores populares que se verían –en líneas generales– favorecidos por sus políticas sociales y económicas, así como por el reconocimiento oficial (verbal y/o visual) de su existencia (Milanesio, 2010; Adamovsky, 2016).
5 Las expresiones “cabecita negra” o “negro” para denominar la supuesta condición social de pobreza, falta de educación, morales, etc., de los, en su momento, seguidores de Perón –vistos desde Buenos Aires como mestizos o indígenas del interior del país–, y luego de toda persona de bajos recursos económicos, solo recientemente han recibido atención como categorías incluyentes de la población afro. Como ha demostrado Lea Geler (2010), este uso de la “negritud” para referir globalmente al mundo popular ya se puede rastrear en el siglo XIX y se enraíza en la importancia –cultural, económica, militar, política– de la población afrodescendiente en el mundo popular urbano porteño.
6 Todas ellas accedieron a que sus nombres fueran publicados.
7 A diferencia de los conventillos, donde las instalaciones son compartidas, las viviendas PH (propiedad horizontal) son unidades unifamiliares que se alinean a lo largo de un pasillo o a lo alto (edificio), por lo que todos comparten la misma entrada desde la calle.
8 Durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón (1946-1952), se estableció un programa integral de políticas económico-sociales de cinco años de duración –el Plan Quinquenal– que buscaba generar las bases del crecimiento del país, especialmente la producción y exportación de bienes. El Segundo Plan Quinquenal, que comenzó con la segunda presidencia de Perón en 1952, no llegó a concluirse debido al golpe de Estado que lo derrocó en 1955.
9 Decreto 5012/948 del 17 de abril de 1948. Boletín Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, nº 8268, p. 3706. Centro Documental de Información y Archivo Legislativo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (CEDOM), Argentina
10 Decreto 5012/948, 17 de abril de 1948. CEDOM.
11 Durante la primera mitad del siglo XX rigió en la ciudad un sistema mixto de tratamiento de basura: incineración total en usinas y vaciaderos emplazados en terrenos abiertos donde se tiraban los residuos, que se descomponían por la acción de agentes naturales (Paiva y Perelman, 2008).
12 De aquí a la comodidad (probable abril de 1972). Siete Días. Recuperado de: http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/locales/barrio-lacarra.htm. En el repositorio online Mágicas Ruinas figura como “Revista Redacción, abril de 1973”. En la lectura se corrobora que la revista es Siete Días y que la fecha probable es abril de 1972.
13 Carmen Yannone. Entrevista realizada por Lea Geler y Alejandra Egido el 12 de septiembre de 2018 en la ciudad de Buenos Aires.
14 En algunos documentos de la CMV se hace una distinción entre los pabellones originales y la Villa 2, a la que se entiende conformada por los sectores de ocupación nueva, lindantes a los pabellones (Centro Municipal de Vivienda, Acta 111. Reunión del Honorable Directorio.15 de diciembre de 1970, Biblioteca del Instituto de Vivienda de la Ciudad, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina). Sin embargo, en otros informes del organismo se denomina como Villa 2 a toda el área: los pabellones originales y las viviendas agregadas posteriormente (Villa 2, Informe en Power point de uso interno del Instituto de Vivienda de la Ciudad, sin fecha. Biblioteca IVC).
15 Comisión Municipal de la Vivienda. Subgerencia de Operaciones. Informe: Villas. Erradicaciones (El libro azul). 30 de junio de 1980, p. 9. Biblioteca del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), Buenos Aires, Argentina.
16 Afrodescendiente argentina proveniente de la provincia de Entre Ríos.
17 Reportaje conducido por Mónica Cahen D’Anvers, 6 de mayo de 1970, Villa de emergencia del Barrio Lacarra en Buenos Aires 1970, Archivo DiFilm, Código del film: B-02522, Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=raVDXc0IQEc (abril de 2019).
18 Entrevista a Carmen Yannone.
19 Teresa Belén Peyrán. Entrevista realizada por Lea Geler, Carmen Yannone y Alejandra Egido el 24 de noviembre de 2018 en el Barrio BID-Villegas, Ciudad Evita, La Matanza, Buenos Aires.
20 Carmen Yannone. Entrevista realizada por Lea Geler el16 de agosto de 2018 en la ciudad de Buenos Aires.
21 Susana Peyrán. Entrevista realizada por Lea Geler, Carmen Yannone y Alejandra Egido el 24 de noviembre de 2018 en el Barrio BID-Villegas, Ciudad Evita, La Matanza, Buenos Aires.
22 Entrevista a Carmen Yannone (12 de septiembre de 2018).
23 Entrevista a Susana Peyrán.
24 En una nota de 1967 dedicada a los afroporteños, Máximo Simpson entrevistó a un muchacho que vivía en Liniers, a una muchacha que residía en Floresta, a Alfredo Núñez en Mataderos, a Guillermina Latorre en Nueva Pompeya y a Élida Obella en Floresta; todos barrios alejados del centro. Simpson, M. (junio de 1967). Porteños de color. Revista Panorama, p. 78-85. Hemeroteca Biblioteca Nacional Argentina, Buenos Aires.
25 Hugo Lamadrid. Entrevista realizada por Lea Geler el 11 de mayo de 2011 en la ciudad de Buenos Aires.
26 CMV. Informe: Villas. Erradicaciones (El libro azul). 30 de junio de 1980, p.9. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
27 CMV. Informe: Villas. Erradicaciones (El libro azul). 30 de junio de 1980, p. 6. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
28 CMV, Acta 85. Reunión del Honorable Directorio. 9 de septiembre de 1969, Biblioteca IVC.
29 A partir de 1976, el Estado simplemente pasó a remover a los habitantes de las villas sin ofrecerles otra alternativa más que el “retorno al país o provincia de origen”, con lo que asumían –erróneamente– que estos eran “extranjeros” a la ciudad. Los créditos estaban previstos solo para quienes ya se estaban construyendo otras viviendas. CMV. Informe: Villas. Erradicaciones (El libro azul). 30 de junio de 1980, p.19. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
30 De aquí a la comodidad (probable abril de 1972). Siete Días. Recuperado de: http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/locales/barrio-lacarra.htm.
31 CMV, Acta 111. Reunión del Honorable Directorio. 15 de diciembre de 1970. Biblioteca IVC.
32 CMV, Acta 134. Reunión del Honorable Directorio. 5 de abril de 1972. Biblioteca IVC.
33 Para entrar en el presente. CMV. 1972, p. 7. Biblioteca del IVC, Buenos Aires.
34 Pidieron casa les dieron tanques (22 de mayo de 1973). El descamisado, p. 6-7. Recuperado de: http://www.ruinasdigitales.com/descamisado/descamisadonumero1/ (abril de 2019).
35 Desalojos: Última hazaña de la dictadura (29 de mayo de 1973). El descamisado, p. 2. Recuperado de: http://www.ruinasdigitales.com/descamisado/descamisadonumero2/ (abril de 2019).
36 Creado en 1972, sus actividades comenzaron en 1977.
37 Por ejemplo, Cinco crímenes en 24 horas en uno de los barrios más peligrosos del país (12 de diciembre de 2016). Clarín. Recuperado de https://www.clarin.com/policiales/crimenes-horas-barrios-peligrosos-pais_0_H1kt9wsXl.html y Una noche en Villegas, de los barrios más peligrosos del conurbano (30 de noviembre de 2016). Tiempo Argentino, Recuperado de: https://www.tiempoar.com.ar/nota/una-noche-en-villegas-de-los-barrios-mas-peligrosos-del-conurbano.
38 Se debe destacar que hay población afro en La Matanza desde fines del siglo XVIII (Agostino, 2012).
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Recepción del original: 11 de octubre de 2019.
Aceptado para publicar: 05 de mayo de 2020.