DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v24i2.3795
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
(Atribución-No Comercial-
Compartir Igual)
ARTÍCULOS
El precio de la democratización. El rol de los empresarios azucareros en el financiamiento del Partido Liberal (Tucumán, 1917-1930)
The price of democratization. The role of the sugar businessmen in the Liberal Party funding (Tucumán, 1917-1930)
O preço da democratização. O papel dos empresários açucareiros no financiamento do Partido Liberal (Tucumán, 1917-1930)
Leandro A. Lichtmajer
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Tucumán. Instituto Superior de Estudios Sociales
Argentina
Correo electrónico: leandrolichtmajer@gmail.com
Resumen: El artículo analiza las formas de obtención y distribución de los recursos
del Partido Liberal de Tucumán (conservador) desde su creación, en 1917,
hasta su disolución, en 1930. Con ese fin, examina el rol de los
empresarios azucareros como financistas del partido, ponderando el peso
de sus aportes para las campañas electorales, así como su impacto en las
prácticas proselitistas y en los debates puertas adentro del partido.
El texto argumenta que la trayectoria del Partido Liberal reflejó las
dificultades, marchas y contramarchas de la dirigencia conservadora a la hora de afrontar la complejización y encarecimiento de las campañas
durante el proceso de ampliación democrática. Los aportes del
empresariado azucarero se perfilaron, en ese marco, como la vía
predominante de financiamiento, lo cual tuvo diversas implicancias en el
seno del partido, así como en sus dispositivos de proselitismo y
reclutamiento.
El estudio de los métodos de obtención y distribución de los recursos
avanza sobre un tema marginal en las investigaciones sobre los partidos
políticos argentinos durante la etapa analizada.
Palabras clave: Partidos políticos; Política de masas; Financiamiento
Abstract: This article analyzes the ways of obtaining and distributing the resources
of the Liberal Party of Tucumán (conservative) from its creation, in 1917,
until its dissolution, in 1930. To that end, it examines the role of sugar
businessmen as party financiers, considering the weight of their
contributions for electoral campaigns, as well as their impact on
proselytizing practices and debates within the party.
The text argues that the course of the Liberal Party reflected the
difficulties, marches and counter-marches of the conservative leadership
in confronting the complexity and increase in cost of the campaigns
during the ampliation of democracy. The contributions of the sugar
businessmen emerged, within this framework, as the predominant ways
of financing, which had diverse implications within the party, as well as in
its mechanisms of electoral proselytism and recruitment.
The study of the methods of obtaining and distributing the resources
advances on a marginal theme in the research on Argentine political
parties during the analyzed stage.
Keywords: Political parties; Mass politics; Funding
Resumo: O artigo analisa as formas de obtenção e distribuição dos recursos do
Partido Liberal de Tucumán (conservador) desde sua criação, em 1917, até
sua dissolução em 1930. Com esta finalidade, examina-se o papel dos
empresários açucareiros como financistas do partido, considerando o peso
de suas contribuições para as campanhas eleitorais assim como seu
impacto nas práticas de proselitismo e nos debates a portas fechadas do
partido.
O texto argumenta que a trajetória do Partido Liberal refletiu as
dificuldades, marchas e contramarchas dos líderes conservadores à hora de
afrontar a complexidade e encarecimento das campanhas durante o
processo de ampliação democrática. As contribuições dos empresários
açucareiros esboçaram-se, nesse contexto, como a via predominante de
financiamento o que teve diversas implicações dentro do partido, bem
como nos seus dispositivos de proselitismo e recrutamento. O estudo dos
métodos de obtenção e distribuição dos recursos avança sobre um tema
marginal nas investigações sobre os partidos políticos argentinos durante a
etapa analisada.
Palavras-chave: Partidos políticos; Política de massas; Financiamento
El análisis de las vías de obtención y distribución de los recursos ofrece un
punto de mira relevante para reflexionar sobre las prácticas, representaciones y tipos
de organización de los partidos políticos. El control de las fuentes de ingresos y la
definición de los gastos, tema largamente transitado en las conceptualizaciones sobre
los partidos desde el punto de vista organizativo, gravita en la distribución interna del
poder y las pujas por el liderazgo. Por su parte, el diseño de la estructura de
financiamiento –por ejemplo, si se asienta en un reducido o amplio volumen de
cotizantes, si los recursos provienen de las cuotas de los afiliados, de aportes del
Estado o de grupos de poder– tiene implicancias múltiples en la selección de
candidatos, la articulación de demandas y la construcción de un perfil ante el
electorado (Duverger, 1957; Von Beyme, 1986; Panebianco, 1993; Phélippeau, 2002).
Los métodos de obtención y distribución de los recursos también impactan en las
interacciones sociales de los dirigentes, afiliados y simpatizantes de los partidos a
través de los ámbitos de sociabilidad, el reclutamiento y la interpelación electoral.
Como afirmó Marta Bonaudo (2014), estudiar los “costos” de la política no implica
adentrarse exclusivamente en procedimientos o estrategias que marcaron la vida
electoral de una sociedad. Su análisis se inscribe en una reflexión general sobre la
especificidad de “las relaciones que se entablan entre electores y elegibles, entre el
Estado y los electores o bien con los grupos de poder”, aspectos nodales “de la
configuración de los procesos de dominación” (p. IX).
Estos interrogantes cobran centralidad a la hora de indagar en la etapa de
ampliación democrática y consolidación de la política de masas que modeló el
derrotero político argentino a partir de la década de 1910, signado por el incremento
en la participación electoral y las transformaciones en las formas de mediación entre la
sociedad y la política. Una de las consecuencias de la ampliación democrática fue la
complejización del “costado técnico” de las campañas, manifestada en los modos de
producción del sufragio, las campañas y el reclutamiento. Afirmación que no desconoce
el debate, todavía abierto, en torno a los cambios y continuidades que signaron dicho
tránsito, así como su dispar influencia en los diversos espacios de Argentina (Mauro,
2014, pp. 22-23).
La cuestión del financiamiento ocupó, sin embargo, un lugar marginal en las
investigaciones sobre las prácticas proselitistas durante la ampliación democrática
(Devoto, Ferrari y Melón Pirro, 1997; Mauro y Lichtmajer, 2014). En el caso de la Unión
Cívica Radical (UCR), las referencias a este tema se centraron en los mecanismos
clientelares y de patronazgo, vinculados al control del Estado, que se desplegaron
desde su llegada al poder en 1916 hasta su derrocamiento en 1930 (Rock, 1972; Vidal,
1996; Persello, 2004; Horowitz, 2007; Valdez, 2014). Por su parte, los análisis sobre los
partidos Comunista y Socialista durante la década de 1920 ponderaron el rol de los
candidatos, militantes y organismos de base en el financiamiento partidario (Pérez
Branda, 2011; Cabezas, 2017). En relación con los partidos conservadores,2 los estudios
sobre sus prácticas a partir de 1912 soslayaron el interrogante de esta problemática y
se focalizaron en las formas de movilización y reclutamiento, así como en los procesos
de faccionalización que acarrearon la reforma electoral y la llegada del radicalismo al
poder (Bartolucci y Taroncher, 1996; Vidal y Ferrari, 2001; Tato, 2005; Solís Carnicer,
2015).
Tomando en cuenta dichas consideraciones, este artículo tiene como objetivo
analizar las vías de obtención y distribución de los recursos del Partido Liberal (PL) de
Tucumán, actor relevante de la política provincial desde su creación, en 1917, hasta su
disolución, en 1930. Concretada luego de la llegada de la UCR al poder, la fundación
del PL dio lugar al intento más duradero de la dirigencia conservadora tucumana por
configurar una organización extendida territorialmente y competitiva desde el punto de
vista electoral. En abordajes previos sobre el PL, referidos a su acción legislativa y a las
trayectorias de sus planteles dirigentes, se resaltó el liderazgo del empresariado
azucarero y su receptividad a las demandas de las patronales agroindustriales en la
Legislatura y el Congreso de la Nación (Páez de la Torre, 1969, 1976; Parra, 2005; Bravo,
2008; Lichtmajer, 2017). Si bien las prácticas proselitistas de los liberales no fueron
objeto de análisis específicos, las investigaciones de Oscar Chamosa (2010) sobre la
elite azucarera tucumana aludieron a este tópico.3 De acuerdo con su perspectiva, uno
de los rasgos dominantes del proselitismo conservador fue el patrocinio empresarial,
desplegado en el marco de una estrategia paternalista que buscó ensalzar los valores y
costumbres de los trabajadores rurales como una vía para defender los intereses
económicos de los industriales. El patrocinio empresarial también fue resaltado en
abordajes referidos al radicalismo tucumano en la etapa 1930-1943. En efecto, los
recursos de los ingenios a la UCR conformaron un engranaje relevante en su estructura de financiamiento, en la que coexistieron con ingresos derivados del control del Estado,
de actividades de recolección de fondos y de las cuotas de los candidatos a cargos
electivos (Lichtmajer, 2014).
El análisis sobre los recursos del PL recupera el interrogante relativo al
patrocinio de los partidos en Tucumán. Con ese fin, se reconstruye aquí el rol de los
empresarios azucareros en el financiamiento del PL, ponderando el peso de sus aportes a la hora de solventar las campañas electorales en el territorio provincial, su impacto en
las prácticas proselitistas y los debates que alentó puertas adentro del partido. En el
artículo se reflexiona, asimismo, sobre la distribución de los recursos, dimensión central
a la hora de construir una estructura extendida territorialmente. De esa manera, busca
examinar los múltiples dispositivos ensayados por la dirigencia conservadora a la hora
de enfrentar una coyuntura de incertidumbres, signada por el desplazamiento del
poder, la expansión del radicalismo y las transformaciones en los modos de hacer
política. El texto argumenta que la trayectoria del PL reflejó las dificultades, marchas y
contramarchas de la dirigencia conservadora a la hora de afrontar la complejización y
encarecimiento de las campañas, así como la necesidad de enfrentar al radicalismo a
partir de una organización competitiva electoralmente. Los aportes del empresariado
azucarero se perfilaron, en ese marco, como la vía predominante de financiamiento, lo
cual tuvo diversas implicancias en los debates y conflictos hacia adentro del partido, así
como en los métodos de interpelación electoral y reclutamiento puestos en práctica
por las cúpulas y las dirigencias intermedias.
El PL fue fundado en junio de 1917, dos meses después del acceso de la UCR a
la gobernación de Tucumán. En su declaración de principios, la novel entidad se
presentó como un “partido orgánico, con programa concreto y procedimientos
verdaderamente democráticos” que opusiera al proselitismo radical “una propaganda
política de verdad, fundada en la educación popular”.4 La apelación a la organicidad
remitía a una búsqueda por superar la perenne fragmentación del conservadurismo
provincial y encauzar su actuación en una organización duradera, que revirtiera el
carácter efímero de las entidades previas. La capacidad de articular al grueso de las
dirigencias conservadoras provinciales le permitió erigirse en el principal partido
opositor durante el ciclo de gobiernos radicales desarrollado entre 1917-1930.
Aparte de poner fin al largo ciclo conservador en el poder, el triunfo radical
sobre Alfredo Guzmán, dueño del ingenio más importante de Tucumán (Páez de la
Torre, 1995), clausuró una trayectoria de once años consecutivos de gestiones
encabezadas por empresarios azucareros.
La centralidad política de la elite azucarera se
había forjado en paralelo a la etapa de desarrollo agroindustrial que reconfiguró el
modelo productivo tucumano durante el último tercio del siglo XIX. En ese marco, los
propietarios de ingenios se constituyeron en un actor social central a nivel provincial y
alcanzaron una relevante influencia política y económica (Bravo y Campi, 2000; Guy,
2008). El PL abrevó en esa tradición, al reunir en sus filas a algunos de los empresarios
azucareros más poderosos de la provincia.5
La centralidad de estos actores no debe, sin embargo, soslayar la diversidad
socioprofesional que caracterizó a la dirigencia liberal, que abarcó desde productores
agrícola-ganaderos de diferentes escalas hasta empleados jerárquicos de los ingenios,
profesionales urbanos, comerciantes y funcionarios. La diversidad también modeló los
perfiles etarios de la dirigencia, al confluir en sus filas líderes veteranos de dilatada trayectoria junto a figuras que cobraron relieve en la etapa final del ciclo conservador.
La presencia del empresariado azucarero no fue privativa de los liberales. Ciertamente,
la participación en las campañas electorales y el control de puestos decisorios en las
sucesivas organizaciones conservadoras (Liberal, Demócrata, Cívico Popular, etc.) y
radicales (UCR, UCR Comité Nacional, UCR Concurrencista, etc.) constituyeron rasgos
relevantes de la política tucumana desde la década de 1910 hasta la llegada del
peronismo al poder, coyuntura que alentó un repliegue político del empresariado
azucarero (Lichtmajer, 2017).
A lo largo del primer ciclo radical en el poder (1917-1930), el acceso a la
primera magistratura estuvo franqueado para el PL, en virtud de una UCR imbatible en
elecciones ejecutivas. Sin embargo, los liberales tuvieron un peso importante en la
arena legislativa. Con la recuperación de una consigna aglutinante al interior del
conservadurismo, el partido desplegó una férrea oposición a la UCR, manifestada
principalmente en el Senado provincial.
La bancada liberal fue protagonista del
conflictivo derrotero institucional durante las gestiones de Juan Bautista Bascary (1917-1920) y Octaviano Vera (1922-1923), signadas por las disputas entre las fracciones
radicales y la centralidad de los opositores. Desde el punto de vista electoral, el PL
mantuvo un caudal relevante de votos hasta mediados de la década de 1920 y logró
doblegar al oficialismo en tres contiendas legislativas nacionales (1919, 1924 y 1926).
Sin embargo, hacia 1927 los liberales sufrieron un doble desprendimiento que dio
origen a los partidos Agrario y Defensa Provincial Bandera Blanca, proceso que los
relegó a un segundo plano de la escena política (Lichtmajer, 2017). Luego del golpe de
Estado de 1930, la entidad se disolvió para fundirse en el Partido Demócrata,
perteneciente a la organización nacional homónima (Parra, 2005).
Desde su aparición en escena, el PL debió hacer frente a las exigencias de una
dinámica política modelada por el incremento en la participación electoral y la
expansión del radicalismo. En ese marco, el problema de la obtención de los recursos
para llevar a cabo las campañas ocupó un lugar destacado entre las preocupaciones de
su dirigencia. Ante una exigente agenda electoral –por ejemplo, en el período 1917-1924 el partido compitió en diez elecciones provinciales y nacionales–, las inquietudes
por las vías de financiamiento fueron recurrentes.
A mediados de 1919, el tesorero del partido, Marcos Rougés, expresó a Ernesto
Padilla, propietario del ingenio Mercedes y último gobernador del ciclo conservador, su
preocupación respecto de los comicios programados para marzo del año siguiente:
“Como sabes, la elección va a ser doble, es decir, de legisladores nacionales y
provinciales, lo que exige un fuerte desembolso”. Desde su punto de vista, esto
representaba un “difícil trance” del que esperaba “salir airosamente”.6 Los
contratiempos florecieron durante la campaña. Al iniciarse las tareas proselitistas, en
enero de 1920, el tesorero admitió que “todo este problema de la financiación”, aún no
resuelto, les había dado “algún dolor de cabeza”.7 Luego de la votación, que incluyó
elecciones complementarias en más de cien mesas, Rougés manifestó a Padilla que
“pasaron por el momento las preocupaciones financieras…Como era de esperar tratándose de elecciones tan importantes (127 mesas) los gastos fueron más arriba de
lo calculado”. A medio camino entre el alivio por la labor cumplida y la intranquilidad
ante el porvenir financiero de la organización, el tesorero atribuyó el desfasaje en los
gastos a la necesidad de “ampliar fuerte” el presupuesto en los departamentos
Famaillá, Leales y Trancas, donde la competencia con el radicalismo era más pareja que
en otras zonas.8 Esto obligó a la dirigencia liberal a realizar pedidos extraordinarios de
dinero y dejó un saldo que recién lograron cubrir a mitad de año.9
A pesar de los esfuerzos, la UCR alcanzó una holgada ventaja en los comicios. El
carácter infructuoso de la inyección de recursos para contrarrestar el poderío del
radicalismo y el desaliento frente a la situación del PL fueron expresados por el
tesorero, a tono con un estado de ánimo compartido por la dirigencia.
La agenda
electoral obligaba, sin embargo, a actuar rápidamente, ya que se avecinaban elecciones
complementarias en cuatro departamentos. En ese marco, Rougés planteó que “sería
interesante aprovechar la oportunidad…para ensayar elecciones que llamaré
franciscanas, en las que el dinero juegue un rol muy esfumado”.10 Bajo la invocación de
la orden religiosa cultora de la austeridad, el tesorero proclamó la necesidad de revertir
el desfasaje en los gastos que habían experimentado los liberales, decisión que motivó
un fuerte debate en la convención partidaria.
Dicho órgano decidió, finalmente, la abstención electoral, determinación que
llevó a Rougés a concluir que “la gente estaba mal dispuesta a realizar una elección
franciscana en este momento”.11 En los considerandos de la resolución se esgrimió un
argumento menos pedestre, aunque probablemente más convincente, que la
insuficiencia de recursos: se presentó a la abstención como consecuencia de los
“desmanes, abusos de autoridad y crímenes” que había llevado a cabo el radicalismo
tucumano, con la complicidad del presidente Hipólito Yrigoyen y “sin otro propósito
que ganar las elecciones”. Según la resolución del órgano partidario, esto llevó a que el
PL enfrentara la “imposibilidad material de llegar a los atrios en situación regular”, lo
cual explicaba la abstención.12 Se trataba de un argumento contundente, en tanto la
campaña de 1920 había sido particularmente virulenta en Tucumán (Páez de la Torre,
1976). Los considerandos solapaban, sin embargo, el carácter pragmático de la decisión
y privilegiaban las denuncias contra el oficialismo por sobre la insuficiencia de recursos.
Los obstáculos para solventar las campañas electorales no solo preocuparon a
los miembros de las cúpulas liberales, tales como Rougés y Padilla. También se
percibieron entre la dirigencia intermedia. Durante la campaña para las elecciones
ejecutivas de diciembre de 1921, el comerciante Carlos Miranda, radicado en la ciudad
de Concepción y organizador de la campaña en el departamento Chicligasta, expresó a
Padilla su inquietud por la situación de los liberales:
La caja está exhausta y, más que esto, en déficit. Tengo varias cuentas que pagar y los gastos que se están originando ya no tienen espera. Yo no creo que podamos desembolvernos [sic] con menos de $200 ya que se debe, puesto que están impagos los alquileres, el gasto de Alpachiri, el del Ingenio, los servicios de auto y alguna cosa que no recuerdo. Necesito saber con lo que se cuenta para contratar los coches y autos que nos serán indispensables ya que hay que contrarrestar los medios de otros.13
A diferencia del ejemplo anterior, Miranda no aludía al manejo global de las
finanzas partidarias. Sus tribulaciones obedecían a necesidades inmediatas,
emparentadas con la dinámica proselitista del voto ampliado: autos para movilizar
votantes, alquiler de locales en la ciudad y zonas aledañas, gastos en bebidas y
alimentos para los seguidores del partido. A tono con lo señalado por Rougés, la
urgencia de Miranda se veía azuzada por la necesidad de contrarrestar el despliegue
material de los demás partidos y, de ese modo, inclinar a su favor la pulseada electoral.
Como ha sido señalado en los estudios sobre la etapa de ampliación democrática en
Argentina, el carácter competitivo de los comicios –fenómeno poco habitual durante el
orden notabiliar– fue uno de los rasgos que modelaron la vida comicial a partir de 1912
(Devoto et al., 1997; De Privitellio, 2011; Mauro, 2014). Así, la competencia amplificaba
las necesidades y demandas, que engrosaba el presupuesto de las campañas.
En la percepción de Miranda, el aumento en los gastos representó una fuente
de preocupación y no una oportunidad para ampliar sus redes de interacción y/o
diversificar su acción proselitista. Agotados los recursos propios, aquel recurrió a Padilla
con el fin de solventar la campaña, determinación que justificó del siguiente modo:
“hablando en la intimidad, no puedo gastar nada y lo que me debe el comité me hace
una apremiante falta pues tengo serias obligaciones para estos días y ni siquiera he
podido atender mi casa”.14
La alusión a una manutención familiar comprometida en pos del proselitismo
conservador extremaba los argumentos y justificaba el pedido de dinero al empresario.
Sin embargo, la salida ensayada por Miranda para resolver sus urgencias materiales no
era casual, sino que se enmarcaba en una dinámica de financiamiento centrada en el
empresariado azucarero.
En una carta enviada a fines de 1921 al presidente del PL, Padilla afirmó que los
aportes de los ingenios Concepción y San Pablo, establecimientos con mayor
capacidad productiva de la provincia, eran “la base” de las finanzas partidarias.15 El
primero pertenecía a Guzmán, mientras que el segundo era propiedad de los hermanos
Juan Carlos y Ambrosio Nougués, reconocidos dirigentes liberales. Por su parte, en una
rendición remitida al presidente del PL en marzo de 1920, Guzmán afirmó haber
costeado la campaña para las elecciones legislativas provinciales y nacionales en el
departamento Cruz Alta, donde se radicaba el ingenio de su propiedad. Se trataba del
segundo departamento más poblado de Tucumán –43.253 habitantes, según el censo
nacional de 1914– y la zona de mayor concentración de establecimientos azucareros –11 de los 27 ingenios que funcionaron entre 1895 y 1916 (Presidencia de la Nación,
1947, p. 425)–. La erogación declarada ascendió a $51.722, lo cual implicaba un esfuerzo económico de relevancia, que equivalía a un total aproximado de 17.000
jornales de trabajadores azucareros.16 Representaba, asimismo, un monto importante si
se lo comparaba con los desembolsos electorales en otras provincias de Argentina.17
A pesar de su magnitud, el aporte de Guzmán no era excepcional. En los
comicios de diciembre de 1921 entregó una cifra semejante ($55.000), que fue
distribuida entre las autoridades partidarias provinciales, los organizadores de la
campaña en el departamento Cruz Alta y el Club de la Juventud, entidad proselitista de
la capital provincial.18 Menos significativos que los aportes de Guzmán, también
pueden destacarse los $24.015 que Padilla entregó en 1924 a un amplio espectro de
dirigentes, comités y subcomités localizados en diferentes puntos del territorio
provincial. Dado el carácter de recaudador y gestor de las finanzas partidarias ejercido
por este, no es posible determinar si los recursos provenían de su patrimonio, como
Guzmán había precisado en el caso previo. De todos modos, existen evidencias que
indican que los recursos de Padilla provenían, al menos en parte, de su fortuna
personal.19
El peso de los aportes industriales al partido se puso de manifiesto en la
rendición de ingresos para la campaña de 1928, en la que los liberales candidatearon
para el cargo de gobernador a José Padilla, hermano de Ernesto y miembro del
Directorio del ingenio San Pablo (Perilli de Colombres Garmendia, 2002). Dicho
documento detalló las tareas de recepción y distribución de los fondos, a cargo de
Padilla, y abarcó los ingresos habidos durante la campaña y los gastos efectuados hasta
el 21 de enero –seis días después de los comicios– en diez de los once departamentos
de la provincia. Con ese fin se precisaron dos categorías: propaganda/gastos generales
–avisos en la prensa, imprenta, custodia de las urnas, entre otros– y cuentas
individuales de los departamentos. Como se observa en la siguiente tabla, la rendición
de la campaña de 1928 ofrece un punto de mira relevante para ponderar la gravitación
del financiamiento empresarial en el PL:
Tabla 1: Partido Liberal (Tucumán). Nómina de aportantes para la campaña electoral de 1928
Fuente: Detalle de los ingresos habidos durante la campaña electoral última (candidatura a Gobernador
Ing. José Padilla). 1928. Carpeta 45, f. 328, CEP.
La tabla expresa de qué manera los recursos empresariales se canalizaron a
través de individuos, instituciones y sociedades anónimas, que pusieron en juego
múltiples volúmenes de dinero. Entre los diecisiete aportantes detallados en la lista, la
erogación más significativa ($32.072) provino del Centro Azucarero, corporación
representativa del empresariado agroindustrial.20 Paralelamente, contribuyeron al
partido tres empresarios, a título personal, y diez ingenios o compañías azucareras.
Cabe destacar los aportes de Padilla ($27.190); de la Compañía Azucarera Tucumana,
que controlaba cinco fábricas en la provincia ($15.000); y de la empresa Nougués
Hermanos, propietaria del ingenio San Pablo ($12.000). Entre los demás aportantes se
contaron Ricardo M. Frías (Santa Lucía), Marcos Rougés (Santa Rosa) y Wenceslao
Posse (Esperanza); los ingenios Santa Ana, La Corona, Los Ralos, Concepción, Fronterita
y Santa Bárbara y la empresa Justiniano Frías y Compañía (San José). La exclusión de
Cruz Alta en la nómina permite inferir, en línea con lo señalado más arriba, que existía
un acuerdo tácito para que Guzmán costeara la campaña en dicho departamento. Esta
hipótesis se refuerza si se toman en cuenta los magros aportes del ingenio Concepción,
propiedad de Guzmán, a la caja de 1928 ($4.857,89). Se trataba de una inversión diez
veces menor que las de 1920-1921.21
El listado arriba transcripto revela la interrelación entre empresarios azucareros
y financiamiento conservador: de los veintiséis establecimientos existentes en Tucumán
en 1928, diecisiete participaron como aportantes de la campaña de José Padilla. Por
otra parte, la suma del total de aportes de las fábricas, de sus propietarios a título
individual y del Centro Azucarero ($128.916,45) representó un 99% de lo recaudado por
los liberales en 1928 ($130.216).
La abrumadora presencia de los recursos empresariales en la campaña de 1928
no debe hacernos perder de vista otras vías de financiamiento, de menor impacto
cuantitativo, que se visibilizaron en esa y otras contiendas. Conjuntamente con los
ingenios, aportaron al partido diversos comercios e industrias, entre los que puede
mencionarse una destilería de alcohol, una distribuidora de maquinarias agrícolas y un
taller metalúrgico. Se trataba de actividades relacionadas con la agroindustria y, como
es de suponerse, la influencia del empresariado no fue ajena a estos aportes. A modo
de ejemplo, el otorgamiento de $5.000, concretado en 1921 por la filial tucumana de
Agar Cross and Company, empresa británica de comercialización de maquinarias
agrícolas, fue definido tras una entrevista del representante de la firma con Rougés.22 Otra fuente complementaria de dinero fueron los aportes de un amplio abanico de
dirigentes y simpatizantes partidarios, no circunscriptos al empresariado azucarero, que
contribuyeron a las arcas partidarias. En la tabla 1 pueden observarse los montos –marginales– del dirigente capitalino Gaspar Taboada y de un individuo de apellido
Zeballos. Mientras que en un nivel más general se observa que la dirigencia local –responsables de circuitos, autoridades de centros o comités– colaboró con el
financiamiento conservador por medio de diferentes modalidades. Retomando el
ejemplo de Miranda, detallado previamente, si bien el reintegro de dichas inversiones
podía ser reclamado a los líderes partidarios atribuyéndoles la responsabilidad de
solventar la acción proselitista, esas gestiones no siempre llegaban a buen puerto, y la
utilización de recursos propios era, en algunos casos, inevitable.23 Los candidatos a
cargos electivos también realizaban aportes monetarios, tal como se evidenció en las
campañas de 1919, 1920 y 1922. En el primer caso, las contribuciones de los aspirantes
a bancas legislativas nacionales y provinciales –entre los que se contaban profesionales
urbanos de San Miguel de Tucumán y productores agrícolas, entre otros perfiles
socioprofesionales– sumaron un total de $35.000, cifra relevante para los volúmenes
recaudados por el partido.24
El hecho de gravar a los candidatos comportaba, no obstante, una tarea
compleja. En una carta enviada a Padilla en la antesala de las elecciones de 1920,
Rougés manifestó sus dudas frente a la resolución partidaria de exigir a los candidatos
a diputados nacionales, dos profesionales de San Miguel de Tucumán, que aportaran
$12.000 para solventar la campaña. Esta determinación debió ser planteada
“discretamente” por Rougés, quien admitió desconocer cómo repercutiría en los
destinatarios de la medida. La moción fue aceptada, para satisfacción del tesorero,
quien interpretó que la posibilidad de que individuos ajenos a la elite azucarera
participaran en el financiamiento de las campañas era una condición sine qua non para
un partido que pretendía representar a sectores sociales más amplios: “lo contrario
hubiera sido inservible, pues un partido como el nuestro no puede dejar de ofrecer
soluciones que hagan posible el advenimiento a las bancas nacionales de gente capaz,
aunque de recursos modestos”.25 Como deja entrever esta reflexión, la preocupación
sobre la distribución de las cargas pecuniarias no estaba ausente en las filas liberales.
El acceso limitado del PL a los recursos estatales socavó una vía clave del
reclutamiento partidario y la construcción de lealtades hasta la llegada del radicalismo
al poder. ¿A qué recursos podía apelar un partido fundado desde el llano para
contrarrestar la expansión de la UCR? Los establecimientos azucareros constituían el
principal engranaje económico de la provincia y su influencia se extendía por todo el
territorio. La actividad agroindustrial era la principal empleadora de Tucumán, y
ocupaba a miles de trabajadores en tareas permanentes o transitorias que abarcaban la
cosecha y explotación de la caña y múltiples actividades subsidiarias de los ingenios
(Gutiérrez y Parolo, 2017). Frente a un radicalismo pujante, cuya organización territorial
interpretó eficazmente los imperativos de la ampliación democrática y aventajó a los
demás partidos a la hora de competir en elecciones, la obtención de recursos de las
fábricas era una salida factible y representaba, probablemente, la más acorde con el
perfil de los liberales.
Puertas adentro del partido, sin embargo, florecieron numerosos debates en
torno a la estructura de financiamiento centrada en los empresarios. Las demandas por
dotar a la organización de vías permanentes de ingresos, que no dependieran
exclusivamente de la voluntad de aquellos ante cada contienda electoral, emergieron
tempranamente en sus filas. Encabezado por Guzmán, un grupo de propietarios de
ingenios acordaron en 1919 que cada establecimiento aportaría en las campañas un
monto de 10 centavos ($ 0.1) por tonelada de caña molida. Se trataba de un esfuerzo
económico relevante de las fábricas que equivalía, por ejemplo, a la patente que
cobraba el gobierno provincial a la producción azucarera (Bravo, 2004, p. 61). De
concretarse este aporte, se otorgaría a la caja partidaria una base permanente,
asentada en un criterio equitativo y definido de acuerdo con la capacidad productiva
de los establecimientos industriales. El carácter informal del acuerdo, que llevó a
Rougés a definirlo como un “semi-convenio”, y las resistencias de los empresarios
atentaron contra su materialización. Finalmente, el arreglo quedó en letra muerta.26
Dos años más tarde, al iniciarse la campaña electoral de 1921, la cuestión de los
aportes permanentes volvió a plantearse en un intercambio epistolar entre Guzmán,
Padilla y el presidente del PL, Melitón Camaño. Había transcurrido un año y medio de
las malogradas “elecciones franciscanas” y, dada la magnitud de la contienda electoral
que se avecinaba, era necesaria una inyección importante de recursos. Dicha urgencia
no se tradujo en un compromiso equivalente de la dirigencia ya que, como señaló
Camaño con preocupación, “los contribuyentes grandes se esfuman y los pequeños no
existen debido sin duda a que nada saben y creen siempre en la abundancia”.27 Frente
a este panorama, Guzmán reiteró la necesidad de dar “otra forma a la caja del partido”
porque “no era democrático” que “la constituyesen dos o tres personas” –en referencia
al propio Guzmán, a Nougués y, probablemente, a Padilla–. En su lugar, proponía que
la caja fuera “costeada por todos sus componentes, contribuyendo cada uno con una
cuota mensual ordinaria y otra extraordinaria para los momentos de elecciones, cada
uno en la proporción de su situación pecuniaria”.28 La misiva no permite determinar si
la mención a “todos sus componentes” aludía solamente a los ingenios o a la dirigencia
en general. En cualquier caso, la propuesta reconocía la centralidad de los aportes de
las fábricas y admitía, al igual que en el acuerdo fallido de 1919, la necesidad de
establecer una distribución equitativa de las cargas. A la hora de fundamentar su
propuesta, Guzmán señaló la necesidad de adaptar el partido a los nuevos tiempos
políticos y definió el esquema vigente como una rémora de épocas pasadas del
conservadurismo. En efecto, afirmó que le “repugnaba contemplar a nuestro partido
manejado como se hacía no ha mucho tiempo [sic] por extranjeros que hacían y deshacían sin más razón ni derecho, de la que un proveedor de dinero vulgar”. Esto
explicaba la “falta absoluta de solidaridad” resaltada por Camaño en su misiva.29
Como se desprende de la rendición de 1928, aunque la caja partidaria no fue
constituida por las “dos o tres personas” a las que había hecho alusión Guzmán siete
años antes, sino que intervinieron numerosos aportantes, la estructura formalizada y
permanente de financiamiento no logró cuajar entre los liberales, que siguieron
dependiendo de la cambiante voluntad de los empresarios azucareros. Imperceptibles
durante las campañas, los aportes permanentes se observaron en coyunturas no
electorales, cuando el fragor proselitista se acallaba para dar paso a una estructura de
gastos más acotada.30 Los ingresos por cuotas que percibió el Comité Central del
partido durante el bimestre abril-mayo de 1920 corresponden a un conjunto de trece
suscriptores, de perfiles diversos, que pagaron una cuota mensual que osciló entre los
$5 y los $150. Aunque esto podría remitir a un esquema horizontal y sistematizado de
obtención de los recursos, diferente al de las campañas, la nómina de aportantes y su
peso relativo recuperaron, en escala menor, las asimetrías del financiamiento
proselitista: de los $915 que recaudó la tesorería del partido, $600 provenían de un solo
individuo, el empresario Manuel García Fernández, propietario del ingenio Bella Vista
(véase la tabla 3 del anexo documental).
La estructura de financiamiento del PL se situaba, de ese modo, en el cruce
entre las formas de vinculación personalizada y las exigencias tendientes hacia una
mayor institucionalización partidaria que se hicieron oír, infructuosamente, en las filas
conservadoras tucumanas. La tensión entre una lógica discrecional de obtención de los
recursos frente a una centrada en los aportes sistemáticos a la caja partidaria,
planteada puertas adentro, remitió a un debate más amplio, que tuvo eco en las esferas
nacionales de los partidos durante la década del veinte. En rigor de verdad, la
búsqueda de configurar estructuras permanentes para conseguir ingresos constituyó,
en la imaginación política de la etapa de entreguerras, una pieza esencial de las
pretensiones “modernizantes” de las prácticas políticas (Lichtmajer, 2014). Los
proyectos de reglamentación de las organizaciones partidarias presentados en el
Congreso de la Nación en 1925 y 1927 reconocieron al financiamiento permanente
como una vía prioritaria en la formación del tesoro (Olivero, 1994). Estas nociones
fueron recuperadas en la primera reglamentación oficial sobre los partidos,
promulgada por decreto durante el gobierno de facto de José Félix Uriburu (1931). Al
igual que las sucesivas normas aprobadas hasta la década de 1950, el decreto de 1931
reconoció a las cuotas de los afiliados y a las contribuciones de los candidatos como
fuentes prioritarias en la formación del tesoro partidario (Cámara de Diputados de la
Nación, 1961, pp. 9-14). Desconocemos el impacto de estas reglamentaciones en el
financiamiento de los partidos a nivel nacional. No obstante, si tomamos el caso del
radicalismo tucumano durante la década de 1930, el cobro de cuotas permanentes
siguió siendo un objetivo imposible de concretar para el principal partido de la
provincia (Lichtmajer, 2014).
Mientras que los modos de obtención de los recursos del PL se asentaron en un
esquema acotado, que cargó gran parte del peso sobre las espaldas de los
empresarios, su distribución involucró a un vasto elenco de dirigentes a lo largo del
mapa provincial. La afluencia de dinero hacia diferentes puntos del territorio tucumano
se retroalimentó con las expectativas y demandas de la dirigencia intermedia, vinculada
al empresariado azucarero mediante densas redes de interacción política (Lichtmajer,
2017). Guiada por la necesidad de cosechar apoyos masivos y de responder a los
imperativos del voto ampliado, la distribución de los recursos adoptó una lógica
reticular que permeó en las formas de sociabilidad locales del conservadurismo.
La rendición de gastos de la campaña de 1928 ilustró algunas aristas de este
fenómeno, al detallarse tanto el listado de dirigentes que recibieron fondos de la caja
partidaria como las cantidades distribuidas en cada caso. En el departamento Capital,
por ejemplo, el dinero ($39.530) se canalizó a través de 40 individuos, provenientes de
diferentes escalas del entramado liberal –autoridades provinciales, responsables de
circuitos, presidentes de organismos de base (véase la tabla 4 del anexo documental)–.
Los volúmenes de dinero variaron sobremanera. Algunos organizadores de la campaña
recibieron miles de pesos, tales como el candidato a diputado nacional Juan Carlos
Cossio ($5.300) o el diputado saliente Miguel Díaz ($4.670), expresidente del partido y
tradicional gestor del proselitismo liberal en la provincia. No obstante, las salidas de la
caja partidaria también contemplaron sumas pequeñas ($20-$50) destinadas a
solventar actividades en una escala micro y a engrosar las redes de interacción liberales
en el departamento. Este patrón se repitió, en sus trazos gruesos, en el resto del
territorio provincial. Cabe señalar, asimismo, que los fondos fueron entregados por
Padilla, lo cual evidenciaba un control centralizado de los gastos. De las 239 sumas
otorgadas en toda la provincia, tan solo siete pasaron por las manos del tesorero
Rougés. El resto fueron distribuidas por Padilla, quien condensó los roles de financista y
administrador de los recursos en la campaña de 1928.31
En esa coyuntura, las presentaciones individuales que algunos dirigentes
enviaron a Padilla permiten identificar el destino de los recursos empleados. Estas
rendiciones, acompañadas por recibos y comprobantes de los gastos, muestran de qué
manera la entrega de dinero de la caja partidaria constituía el primer engranaje de un
mecanismo más amplio, que tuvo un efecto multiplicador entre los afiliados y
simpatizantes del PL. Cabe detenerse, por ejemplo, en la presentación enviada en 1922
por el presidente del comité “Melitón Camaño” de Juan Bautista Alberdi, ciudad
cabecera del departamento Río Chico. El comité fue el principal centro de operaciones
de los liberales en el departamento y diagramó el trabajo proselitista en diferentes
localidades. En ese contexto, el dinero que Padilla entregó al presidente fue
redistribuido a un total de veinte dirigentes, entre los que se contaban autoridades de
subcomités de diferentes puntos del departamento. Tales entregas de pequeñas sumas
de dinero solventaron tareas múltiples, entre las que se destacan el traslado de
votantes, la adquisición de pasajes para los dirigentes locales y la compra de empanadas, un insumo clave de las campañas electorales tucumanas desde el siglo XIX
(Navajas, 2003).32
Como se detalla en la tabla 2, la movilidad de votantes también representó el
principal gasto de los liberales de la capital durante la campaña para gobernador de
diciembre de 1921. Esto es así si se toman en cuenta las sumas invertidas en el alquiler
de coches y automóviles, el pago de nafta para transportes prestados por la dirigencia
y el pago de pasajes para electores procedentes de diferentes puntos del territorio
provincial. A diferencia de Juan Bautista Alberdi, donde prácticamente la totalidad del
presupuesto de la campaña se utilizó en movilidad y el reparto de bienes entre los
votantes, los recursos destinados a propaganda gráfica y estática tuvieron un peso
relevante en la capital provincial. Dichos gastos incluyeron la impresión de afiches y
panfletos, así como el costeo de un “tranvía de propaganda con un letrero luminoso”
que recorrió las calles de la capital provincial, dispositivo inscripto en el carácter urbano
de dicho circuito. El uso de las tecnologías que paulatinamente ganaban terreno en el
principal centro urbano de Tucumán durante el proceso de ampliación democrática
coexistía, de esa manera, con los métodos personalizados de reclutamiento e
interpelación electoral predominantes en las zonas rurales de la provincia.
Tabla 2: Partido Liberal (Tucumán). Gastos de la campaña electoral durante los días 24 y 25 de diciembre de 1921, Departamento Capital
Fuente: Elección de gobernador. Presupuesto para la Capital días 24 y 25. 30 de diciembre de 1921.
Carpeta 10, f. 625, CEP.
La distribución reticular de los recursos y su canalización hacia formas
personalizadas de construcción de lealtades se observaron también en otras zonas del
interior tucumano. En una misiva enviada a Padilla en 1924, el dirigente Justino Correa,
de la localidad agrícola de Atahona (departamento Chicligasta), describió sus peripecias
a la hora de concretar la tarea asignada por el empresario: el alquiler de caballos para
el traslado de votantes. Por tratarse de varias decenas de simpatizantes liberales,
Correa requirió el apoyo de cinco correligionarios, que fueron retribuidos
económicamente por Padilla.33 Por su parte, las rendiciones enviadas a José A. Concha,
dirigente conservador del departamento Chicligasta y administrador de una finca
dedicada al cultivo de caña y a otras actividades subsidiarias del ingenio Mercedes,
reafirman la relevancia de las vías personalizadas de construcción de lealtades. De
manera similar a los ejemplos citados, las principales tareas de Concha durante la
campaña eran distribuir fondos entre la dirigencia de la zona, trasladar votantes y
proveer bienes (comida, bebida) el día de las elecciones.34
La imbricación entre el reparto de fondos y las interacciones propias de las
relaciones de producción azucareras, visibles en el caso de este administrador, tuvieron
una singular expresión en la campaña liberal en el ingenio Bella Vista (departamento
Famaillá), propiedad de Manuel García Fernández. En ese caso, la afluencia del dinero
se canalizó por medio de dieciocho capataces de las colonias de trabajadores,
comunidades donde residían los obreros de menor calificación. Los capataces, figuras
clave en el organigrama laboral azucarero (Gutiérrez, 2014), actuaban como
intermediarios estratégicos en la distribución de los recursos del partido. Así, las tareas
inherentes a la agroindustria se yuxtaponían con los compromisos partidarios
sustentados por los propietarios de los ingenios, quienes impartían las directivas
políticas a sus subordinados. Al igual que en los ejemplos anteriores, las formas
personalizadas de construcción de lealtades representaron los gastos principales del
partido en Bella Vista: el traslado de votantes y la entrega de dinero a los votantes el
día de las elecciones, encabezaron los desembolsos del partido en ese circuito.35
Las transformaciones en la mediación entre la sociedad y la política, al calor del
proceso de ampliación democrática desarrollado en Argentina desde la década de
1910, obligaron a los partidos a repensar sus formas de organizarse y de cosechar
apoyos. Un electorado más numeroso y una inédita competencia interpartidaria
llevaron a la configuración de organizaciones cada vez más complejas y extendidas
territorialmente. Una de las consecuencias menos estudiadas de ese proceso fue el
encarecimiento de la actividad política en general, y de las campañas proselitistas en
particular. En efecto, las respuestas ensayadas por las dirigencias partidarias a lo largo
del país dieron lugar a un amplio repertorio de prácticas, cuyas modulaciones fueron
escasamente examinadas por las investigaciones sobre este período.
En el caso del PL, el análisis de los modos de obtención y distribución de los
recursos contribuyó a dilucidar las complejas relaciones entabladas al interior del empresariado azucarero y sus vínculos con la dirigencia intermedia a través del
financiamiento. Asimismo, el reparto de los fondos remitió a una dimensión clave de la
interpelación conservadora, al involucrar a las diferentes escalas del entramado
partidario. Al develar las prácticas y debates en torno a un problema acuciante,
relacionado con la capacidad de desplegar su acción proselitista en el territorio provincial, el estudio de tales aristas reveló las incertidumbres del conservadurismo
frente a los desafíos que conllevó la ampliación democrática.
La creación del PL se inscribió en el proceso de reconfiguración del
conservadurismo argentino, durante la etapa de acceso al poder y consolidación de la
UCR. Frente a la necesidad de construir una organización permanente, competitiva y
extendida territorialmente, los liberales modelaron una estructura de financiamiento
centrada en los aportes de los ingenios azucareros, actores económicos dominantes de
la provincia de Tucumán. Al influjo del protagonismo del empresariado dentro del PL,
las contribuciones a la causa conservadora fluyeron por diferentes vías, tales como el
patrocinio directo del proselitismo en las zonas cercanas a sus fábricas y los aportes a
la caja partidaria. Esta fuente dominante de recursos coexistió con otras, de presencia
variable, entre las que destacamos las cuotas de los candidatos a cargos electivos, los
recursos de la dirigencia local involucrada en las campañas y los aportes de
establecimientos industriales o comerciales. De menor gravitación que los abultados
recursos de los ingenios, estas modalidades imprimieron al financiamiento un carácter
múltiple que no debe soslayarse.
La centralidad de los recursos de los ingenios modeló un conjunto de prácticas
y representaciones que impactaron dentro y fuera del partido. Las remesas de dinero
raramente cubrían las demandas de una estructura vasta y difundida territorialmente,
apuntalada por la competencia frente a un radicalismo robustecido. En ese marco, los
aportes conllevaban un compromiso de relevancia que generó rispideces, disputas y
contratiempos entre los empresarios, no siempre dispuestos a colaborar con la caja
liberal. Las pujas en torno a la distribución de las cargas y la necesidad de dotar al
partido de entradas sistemáticas, menos sujetas a la voluntad de los empresarios ante
cada contienda electoral, buscaron mitigarse a partir de iniciativas tendientes a
formalizar los aportes mediante cuotas permanentes. Aunque estas no se concretaron,
presa de las resistencias de un sector del empresariado, este debate recuperó algunos
tópicos que estructuraron los proyectos de reglamentación de la organización y el
funcionamiento de los partidos, que se discutieron en el Congreso de la Nación a
mediados de los años veinte y fructificaron en las primeras reglamentaciones estatales
acerca del financiamiento partidario a comienzos de la década de 1930. Frente a dicho
vacío legal, las iniciativas puertas adentro del conservadurismo tucumano remiten a
una búsqueda por institucionalizar y sistematizar un problema espinoso de las
trayectorias partidarias.
La distribución de los recursos, por su parte, se asentó en una lógica reticular
que procuró fortalecer los vasos comunicantes entre el partido y el electorado. A partir
de un criterio expansivo, que fue a contrapelo del financiamiento centrado en los
empresarios, el reparto de los recursos involucró a un denso entramado de dirigentes
locales, que vivificaron la presencia conservadora en el territorio tucumano. El uso de
los fondos revelaba, asimismo, la prioridad otorgada a los dispositivos de reclutamiento
e interpelación personalizados, en los que el traslado de votantes y la distribución de
bienes modelaron ámbitos de sociabilidad de fuerte arraigo en el espacio provincial. La
irradiación de los recursos hacia múltiples destinatarios permitió a la dirigencia liberal
responder a un desafío vertebral de la ampliación democrática: la construcción de
estructuras vastas y capilaridades en un contexto de creciente competencia electoral.
En síntesis, el interrogante sobre el patrocinio empresarial de los partidos
durante la etapa de ampliación democrática da cuenta de una faceta clave de las
prácticas políticas de los conservadores. La reflexión sobre las vías de obtención y
distribución de los recursos remite a una dimensión relevante, aunque poco conocida,
de las formas de organización, reclutamiento e interpelación proselitista de los partidos
políticos argentinos en las primeras décadas del siglo XX.
Anexo documental
Tabla 3: Partido Liberal (Tucumán). Nómina de aportantes para el sostenimiento del Comité Central (abril-mayo de 1920)
Fuente: Nómina de suscriptores del Partido Liberal a cobrar para sostenimiento del Comité Central
por abril y mayo de 1920. Mayo de 1920. Carpeta 10, f. 483, CEP.
Tabla 4: Partido Liberal (Tucumán). Rendición de gastos de la campaña electoral de 1928, Departamento Capital
Fuente: Detalle de los gastos efectuados durante la campaña electoral última (candidatura a Gobernador
Ing. José Padilla). 1928. Carpeta 45, fs. 329-334.
Notas
1 Agradezco los comentarios de Silvana Ferreyra y de las evaluaciones anónimas de la revista. Una versión preliminar del artículo fue presentada en las V Jornadas Política de masas y cultura de masas en América Latina: reflexiones teóricas y estudios de caso. Buenos Aires, 12, 13 y 14 de septiembre de 2018, Universidad Nacional de General Sarmiento.
2 Las categorías “conservadores” y “conservadurismo” aluden genéricamente a los grupos políticos desplazados por la llegada de la UCR al poder. A partir de 1916, estos sectores se organizaron en una multiplicidad de partidos provinciales, circunstancialmente articulados en entidades nacionales. Como señaló María Inés Tato (2013), la categoría “conservador” es difícil de precisar para la trayectoria política argentina. Respecto de esta se destacan rasgos como su marcado antirradicalismo, su adscripción mayoritaria al sustrato ideológico liberal y su acendrado pragmatismo, que llevó a dichos grupos a adoptar diferentes estrategias políticas para oponerse al gobierno desde 1916.
3 Se utilizan los términos “liberal” y “liberales” para aludir a miembros del PL.
4 Movimiento Político (12 de junio de 1917). El Orden. p. 5. Archivo Histórico de la provincia de Tucumán (AHT), San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina.
5 Entre los empresarios azucareros pueden destacarse los casos de Alfredo Guzmán, Ernesto Padilla, Marcos y León Rougés y Juan Carlos Nougués, entre otros.
6 Sobre la figura de Ernesto Padilla, véase Silvia Formoso (2009). A lo largo del texto se utilizan los apellidos Padilla y Rougés en referencia a Ernesto Padilla y Marcos Rougés, respectivamente. En las alusiones a José Padilla, hermano de Ernesto, se incluye el nombre completo. Carta de Rougés a Padilla. 7 de junio de 1919. Carpeta 10, fs. 223-225, Colección Ernesto Padilla (CEP), AHT.
7 Carta de Rougés a Padilla. 27 de enero de 1920. Carpeta 10, f. 278.
8 Carta de Rougés a Padilla, 22 de marzo de 1920. Carpeta 10, fs. 297-298.
9 Carta de Rougés a Padilla. 7 de mayo de 1920. Carpeta 10, f. 459.
10 Carta de Rougés a Padilla. 31 de marzo de 1920. Carpeta 10, f. 347.
11 Carta de Rougés a Padilla. 7 de abril de 1920. Carpeta 10, f. 352.
12 La abstención (11 de abril de 1920). Recorte de diario, s.d. Carpeta 10, f. 361, CEP.
13 Carta de Carlos Miranda a Padilla. 22 de diciembre de 1921. Carpeta 10, f. 620, CEP. Alpachiri es una localidad ubicada 17 km al oeste de la ciudad de Concepción (Tucumán). El “ingenio” refería al establecimiento La Corona (Concepción). Cámara de Diputados de Tucumán. Diario de Sesiones. 1926, p. I. Archivo de la Legislatura de Tucumán, Tucumán, Argentina.
14 Carta de Carlos Miranda a Padilla. 22 de diciembre de 1921.
15 Carta de Padilla a Melitón Camaño. 11 de noviembre de 1921. Carpeta 10, f. 597, CEP.
16 Carta de Alfredo Guzmán a Melitón Camaño. 22 de noviembre de 1921. Carpeta 10, f. 610, CEP. El jornal (8 horas) de un obrero azucarero estaba valuado en $3 (Bravo, 2004, p. 64).
17 En las elecciones nacionales de 1922, la UCR de Córdoba declaró gastos por $85.000 (Vidal, 1996). En las elecciones nacionales de 1926, el Partido Socialista de la Capital Federal informó gastos por $25.893 (Valdez, 2014, p. 48).
18Carta de Alfredo Guzmán a Melitón Camaño. 21 de diciembre de 1921. Carpeta 10, f. 619.
19 La nómina manuscrita de Padilla detallaba el dinero enviado a los departamentos Capital, Graneros, Tafí, Chicligasta y Trancas. Pagos hechos directamente desde el viernes 13 de enero. 1924. Carpeta 11, f. 22, CEP.
20 La rendición no determinó si los aportes provinieron del Centro Azucarero Nacional, entidad que nucleaba al empresariado azucarero desde 1894, o del Centro Azucarero Regional de Tucumán, filial creada en 1923 (Lenis, 2016).
21 Carta de Alfredo Guzmán a Melitón Camaño. 22 de noviembre de 1921.
22 Carta de Rougés a Padilla. 11 de abril de 1921. Carpeta 10, f. 569.
23 Rendición de gastos del Comité Liberal “Dr. Melitón Camaño”. 8 de abril de 1922. Carpeta 10, f. 127, CEP.
Cfr. Carta de Roberto Ponssa a Padilla. 21 de marzo de 1922. Carpeta 10, f. 436, CEP.
24 Carta de Rougés a Padilla. 7 de junio de 1919.
25 Carta de Rougés a Padilla. 27 de enero de 1920.
26 Carta de Rougés a Padilla. 7 de junio de 1919.
27 Carta de Melitón Camaño a Padilla. 26 de noviembre de 1921. Carpeta 10, f. 609, CEP.
28 Carta de Alfredo Guzmán a Melitón Camaño. 22 de noviembre de 1921. Carpeta 10, f. 610.
29 Carta de Alfredo Guzmán a Melitón Camaño. 22 de noviembre de 1921. La información disponible no alcanza para precisar quiénes eran los “extranjeros” a los que se refería Guzmán. Puede inferirse, no obstante, que su expresión no tendría un sentido literal y que aludiría a dirigentes ajenos al partido.
30 Partido Liberal. Gastos de la Sección Norte. Enero de 1921. Carpeta 10, f. 541, CEP. Cfr. Carta de Domingo Almirón a Padilla. 31 de enero de 1921. Carpeta 10, f. 521, CEP.
31 Detalle de los gastos efectuados durante la campaña electoral última (candidatura a Gobernador Ing. José Padilla). 1928. Carpeta 45, fs. 329-334.
32 Rendición de gastos del Comité Liberal “Dr. Melitón Camaño”.
33 Carta de Justino Correa a Padilla. 14 de diciembre de 1924. Carpeta 11, f. 51, CEP.
34 Carta de José Concha a Padilla. 13 de diciembre de 1921. Carpeta 10, f. 616, CEP.
35 Dinero entregado a los capataces del Ingenio Bella Vista para propaganda política por orden de los doctores Colombres y Álvarez, s.f. (circa 1918). Carpeta 10, f. 211, CEP.
Referencias bibliográficas
1. Bartolucci, M. y Taroncher, M. A. (1996). Cambios y continuidades en las prácticas políticas en la provincia de Buenos Aires. 1913-1922. En F. Devoto y M. Ferrari (Comps.) La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas. 1900-1930 (pp. 169-187). Buenos Aires, Argentina: Biblos.
2. Bonaudo, M. (2014). Reflexiones para un prólogo. En D. Mauro y L. Lichtmajer (Comps.) Los costos de la política. Del centenario al primer peronismo (pp. IX-XI). Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
3. Bravo, M. C. (2004). Conflictos azucareros y crisis política en Tucumán en la década de 1920. El gobierno de Octaviano Vera. Travesía, 7/8, 53-71. Recuperado de http://www.travesia-unt.org.ar/pdf/travesia78_2.pdf.
4. Bravo, M. C. (2008). Campesinos, azúcar y política: cañeros, acción corporativa y vida política en Tucumán (1895-1930). Rosario, Argentina: Prohistoria.
5. Bravo, M. C y Campi, D. (2000). Elite y poder en Tucumán, Argentina, segunda mitad del siglo XIX. Problemas y propuestas. Secuencia, 47, 75-104. DOI: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i47.690.
6. Cabezas, G. (2017). “La propaganda en el interior”. Mecanismos de financiamiento, organización partidaria y entramados relacionales socialistas en el sudoeste bonaerense (1912-1921). Coordenadas. Revista de historia local y regional, 4 (2), 62-86. Recuperado de http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/coordenadas/article/view/11684.
7. Cámara de Diputados de la Nación. (1961). Partidos Políticos. Antecedentes legislativos. Buenos Aires, Argentina: Imprenta del Congreso de la Nación.
8. Chamosa, O. (2010). The Argentine Folklore Movement: Sugar Elites, Criollo Workers, and the Politics of Cultural Nationalism, 1900-1950. Tucson, Estados Unidos: University of Arizona Press.
9. De Privitellio, L. (2011). Las elecciones entre dos reformas. En H. Sábato, M. Ternavasio, L. De Privitellio y A. V. Persello. Historia de las elecciones en la Argentina (pp. 135-233). Buenos Aires, Argentina: El Ateneo.
10. Devoto, F., Ferrari, M. y Melón Pirro, J. C. (1997). The Peaceful Transformation? Changes and Continuities in Argentinian Political Practices, 1910-1922. En F. Devoto y T. Di Tella (Eds.) Political Culture, Social Movements and Democratic Transitions in South America in the XXth Century (pp. 167-191). Milán, Italia: Fondazione Giacomo Feltrinelli.
11. Duverger, M. (1957). Los partidos políticos. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.
12. Formoso, S. E. (2009). Ernesto Padilla (1873-1951). Ciudadano del Norte Argentino. Tucumán, Argentina: Fundación Miguel Lillo.
13. Gutiérrez, F. (2014). La irrupción del poder obrero en los ingenios azucareros: avances, límites y cuestionamientos. Tucumán, 1944-1955. Quinto Sol. Revista de historia, 18 (2), 1-23. DOI: https://doi.org/10.19137/qs.v18i2.936.
14. Gutiérrez, F. y Parolo, P. (2017). El trabajo: actores, protestas y derechos. Colección de Historias Temáticas de Tucumán. Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
15. Guy, D. (2008). Política azucarera argentina. Tucumán y la generación del ochenta. Tucumán, Argentina: Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán.
16. Horowitz, J. (2007). Patrones y clientes: el empleo municipal en el Buenos Aires de los primeros gobiernos radicales (1916-1930). Desarrollo Económico, 46 (184), 569-596. Recuperado de https://www.jstor.org/stable/30037126.
17. Lenis, M. (2016). Empresarios del azúcar. Corporaciones, política y discursos, Tucumán (1894-1923). Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
18. Lichtmajer, L. (2014). Operando sobre la coyuntura. Inflexiones en las vías de financiamiento de la Unión Cívica Radical de Tucumán durante el primer peronismo. En D. Mauro y L. Lichtmajer (Comps.) Los costos de la política. Del centenario al primer peronismo (pp. 81-97). Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
19. Lichtmajer, L. (Coord.) (2017). La hegemonía radical (1916-1943). En La política: de las facciones a los partidos (pp. 73-114). Colección de Historias Temáticas de Tucumán. Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
20. Mauro, D. (2014). Las tramas subterráneas de los partidos: juegos de azar, prostitución y clarividencia. El financiamiento político en la provincia de Santa Fe durante la década de 1920. En D. Mauro y L. Lichtmajer (Comps.) Los costos de la política. Del centenario al primer peronismo (pp. 21-40). Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
21. Mauro, D. y Lichtmajer, L. (Comps.) Los costos de la política. Del centenario al primer peronismo. Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
22. Navajas, M. J. (2003). Prácticas electorales y cultura política: Tucumán (Argentina), segunda mitad del siglo XIX. Estudios Políticos, 22, 227-263. Recuperado de https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/estudiospoliticos/article/view/17595/15155.
23. Olivero, R. (1994). El financiamiento de los partidos políticos en la Argentina. Buenos Aires, Argentina: Ediciones i4.
24. Páez de la Torre, C. (1969). Crónica del gobierno de Bascary. 1ª parte. Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, II, 53-108.
25. Páez de la Torre, C. (1976). Octaviano Vera, el tucumano radical. Todo es Historia, 105, 6-18.
26. Páez de la Torre, C. (1995). Vida de don Alfredo Guzmán (1855-1951). Tucumán, Argentina: Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres.
27. Panebianco, Á. (1993). Modelos de partido. Madrid, España: Alianza.
28. Parra, M. G. (2005). El "Reformismo Social" conservador tucumano: Los gobiernos de Juan Luis Nougués y la Bandera Blanca (1927-1934). En X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Rosario. Recuperado de http://cdsa.aacademica.org/000-006/699.pdf.
29. Pérez Branda, P. (Comp.) (2011). Partidos y micropolítica. Investigaciones históricas sobre partidos políticos en la Argentina del siglo XX. Mar del Plata, Argentina: Ediciones Suárez.
30. Perilli de Colombres Garmendia, E. (2002). José Padilla. 1881-1948. Tucumán, Argentina: Fundación Miguel Lillo.
31. Persello, A. V. (2004). El partido radical: gobierno y oposición (1916-1943). Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
32. Phélippeau, E. (2002). L´invention de l´homme politique modern. Mackau, l'Orne et la République. París, Francia: Belin.
33. Presidencia de la Nación (1947). IV Censo General de la Nación, Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Dirección Nacional del Servicio Estadístico.
34. Rock, D. (1972). Machine politics in Buenos Aires and the argentine radical party, 1912-1930. Journal of Latin American Studies, 4 (2), 233-256. DOI: https://doi.org/10.1017/S0022216X00002066.
35. Solís Carnicer, M. M. (2015). Los conservadores argentinos ante el desafío del reformismo y la democratización política. Una lectura desde la provincia de Corrientes (1912-1930). Cuadernos de Historia, 42, 61-83. DOI: https://doi.org/10.4067/s0719-12432015000100003.
36. Tato, M. I. (2005). Variaciones reformistas: los conservadores bonaerenses ante el desafío de la democratización, 1912-1919. Secuencia, 63, 128-150. DOI: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i63.933.
37. Tato, M. I. (2013). El conservadurismo argentino: ¿una categoría evanescente? En E. Bohoslavsky y O. Echeverría (Comps.) Tercer Taller Las derechas en el Cono Sur. Recuperado de https://www.ungs.edu.ar/idh/derechas/el-conservadurismo-argentino-una-categoria-evanescente.
38. Valdez, M. J. (2014). Algunas hipótesis sobre los mecanismos de financiamiento político de la Unión Cívica Radical. Las campañas electorales de 1928 y 1930 en la ciudad de Buenos Aires. En D. Mauro y L. Lichtmajer (Comps.) Los costos de la política. Del centenario al primer peronismo (pp. 21-40). Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.
39. Vidal, G. (1996). Los partidos políticos y el fenómeno clientelístico luego de la aplicación de la Ley Sáenz Peña: la Unión Cívica Radical de la provincia de Córdoba, 1912-1930. En F. Devoto, y M. Ferrari (Comps.) La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas. 1900-1930 (pp. 189-217). Buenos Aires, Argentina: Biblos.
40. Vidal, G. y Ferrari, M. (2001). Las elites cordobesas y sus estrategias electorales, 1912-1930. História Unisinos, 5, 83-114.
41. Von Beyme, K. (1986). Los partidos políticos en las democracias occidentales. Madrid, España: Centro de Investigaciones Sociológicas-Siglo XXI.
Recepción del original: 15 de abril de 2019.
Aceptado para publicar: 23 de julio de 2019.