DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v23i3.3522


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RESEÑAS

 

Raquel Bressan. Alianzas, negociaciones y conflictos. Dinámicas de los elencos políticos del Litoral de los Ríos, 1862-1833. Rosario: Prohistoria, 2018, 184 páginas.

 

En Alianzas, negociaciones y conflictos. Dinámicas de los elencos políticos del Litoral de los Ríos, 1862-1883, Raquel Bressan analiza el proceso de integración de Entre Ríos y Corrientes al nuevo Estado nación. En diálogo con la historiografía política e institucional que en los últimos años exploró la formación del Estado a mediados del siglo XIX y la integración de las provincias a esa nueva estructura política, focaliza su investigación en tres aspectos cuyos cambios, entiende, resultan vitales durante aquellas décadas: “la transformación de las dinámicas políticas, el desarrollo de proyectos de infraestructura para la circulación y el transporte y la reorganización interna del territorio provincial” (p. 14).
Ordenado en seis capítulos que se suceden cronológicamente, Bressan recorre los tres ejes dando cuenta del devenir de cada elenco político provincial y las diferentes escalas en las que se desenvolvieron: local, provincial, regional y nacional.
En el capítulo 1, titulado Los elencos políticos entrerrianos y correntinos en un nuevo escenario nacional: expectativas, proyectos y tensiones (1862-1868), examina los planes de infraestructura propuestos en cada provincia. A partir de ellos logra dar cuenta de la centralidad del Estado nacional, único capaz de aportar los recursos necesarios (por envergadura, costos, requerimientos técnicos, etc…); del rol de los proyectos como articuladores de alianzas entre el Estado nacional y las dirigencias provinciales en medio de las convulsiones provocadas por la guerra del Paraguay; de la ausencia de una planificación regional debido a celos y desconfianzas entre los elencos entrerrianos y correntinos y, finalmente, de la manera en que operaron las tensiones regionales en la dinámica política de cada provincia.
Los capítulos 2 y 3, que pueden tomarse como una unidad, abordan la imposibilidad de los elencos políticos provinciales en lograr consensos de gobernabilidad entre 1868 y 1872. Para el caso correntino, desarrollado en el capítulo 2, Bressan muestra la existencia de una dualidad. Mientras que en el Congreso Nacional, nueva arena de negociación para la obtención de recursos, su elenco político convino en la centralidad e importancia de las obras de infraestructura, en el plano provincial fue incapaz de alcanzar acuerdos que limaran las tensiones territoriales y otorgaran a la provincia una mayor estabilidad política. Otro tanto ocurrió en Entre Ríos, estudiado en el capítulo 3. Allí, la autora pone el foco en el quiebre que significó el asesinato de Justo José de Urquiza y el primer levantamiento de Ricardo López Jordán. Si esto provocó la erosión del federalismo entrerriano y la nacionalización de la vida política provincial por la intervención federal, Bressan advierte que el grupo liberal que se hizo con el poder mostró una enorme fragmentación. Así, demuestra que la identidad partidaria resultó insuficiente para superar asperezas y confrontaciones inducidas por una dinámica que, si bien no era nueva, se mantenía con enorme vigencia en la provincia: la tensión entre el oriente y el occidente entrerriano.
En los capítulos 4 y 5 analiza la reconfiguración de los elencos políticos entre 1872 y 1880, en el contexto de la elección presidencial de Nicolás Avellaneda y su posterior política de conciliación. El apartado 4, centrado en Corrientes, evidencia que no existió correlación directa entre las identidades partidarias provinciales y nacionales, lo que explicaría el fracaso de la política de conciliación, en particular, a partir del conflicto iniciado en 1878 por la gobernación de esa jurisdicción. De esta manera, la incapacidad por establecer consensos y la mayor presencia de los agentes nacionales, erosionaron la capacidad del elenco político correntino para avanzar en el plano nacional tras objetivos comunes, como lo era la incorporación de los territorios de Misiones a la esfera provincial. Por el contrario, el caso entrerriano resulta diferente –capítulo 5–, su elenco político puso en práctica una serie de estrategias que lograron una mayor estabilidad institucional y una menor intervención de los agentes nacionales. El reparto de cargos y la priorización de obras en la región oriental –los gobernadores provenían del occidente– lograron disminuir las confrontaciones internas, avanzar institucionalmente en la construcción provincial y superar con éxito a las invasiones jordanistas de 1873 y 1876.
En el último capítulo, denominado La re-definición del poder político y la reorganización territorial provincial (Corrientes y Entre Ríos, 1880-1883), se observa cómo la configuración de los elencos políticos, producida en la década de 1870, influyó en la resolución de viejos conflictos y demandas durante la presidencia de Julio Argentino Roca. Para Corrientes, examinado en su reclamo por los territorios misioneros, Bressan plantea que la debilidad de su elenco, así como su dependencia de los agentes nacionales para el mantenimiento de la gobernabilidad, impidieron que sus peticiones no llegaran más allá de reformas al proyecto original de nacionalización de Misiones. Situación que, además, avivó un nuevo ciclo de inestabilidad. Entre Ríos, por el contrario, y gracias a la consolidación de su elenco en la década anterior, logró la resolución de dos problemas que aún mantenían en vilo a la provincia: el retorno de los exiliados jordanistas y la reforma constitucional de 1883 que dirimió, finalmente, el desacuerdo por la capital provincial. Un punto central de este capítulo, retomado en las conclusiones del libro, es que si bien la configuración y dinámica política de ambas provincias tuvo un proceso diferenciado, esto no expresó avances disímiles respecto a las obras de infraestructura. En efecto, para 1883 en ambas provincias su desarrollo estaba muy lejos de las expectativas abiertas en 1862.
En la tesis doctoral convertida en este libro, la autora se apoya en un abundante corpus documental que comprende la prensa periódica (provincial y nacional), los discursos parlamentarios y los fondos documentales de personajes de la época. Con ello logra dar cuenta del derrotero institucional de cada elenco político, de las relaciones entre sus diferentes niveles, sus posibilidades y las dificultades en el logro de sus objetivos. Un aspecto destacable es el seguimiento de las funciones/roles que ocupó cada uno de los personajes en cada provincia y a nivel nacional.
Este breve recorrido del contenido, que poca justicia hace a su sólida y amena narración, reposa en una cuidada revisión historiográfica y en un claro conocimiento de las principales discusiones en boga sobre el Estado, su construcción y la integración de las provincias. En este sentido, el uso de diferentes escalas (local, provincial, regional y nacional) para indagar las dinámicas políticas, las obras de infraestructura –en particular la génesis de las mismas– y las tensiones territoriales, así como el permanente estudio en clave comparativa entre ambas provincias, permiten a la obra realizar aportes de indudable valor para el conocimiento del período.
Aunque resulta sugerente en múltiples aspectos, quisiéramos detenernos en tres de ellos que, según entendemos, son significativos ya que se integran a los debates actuales sobre esa etapa. El primero es su propuesta de elenco político como categoría de análisis, en lugar de otras más usuales en la historiografía como partido, facción, gobierno de familia, burguesía u oligarquía. Si el debate sobre esas categorías es por demás actual, Bressan señala prolijamente las insuficiencias que advierte en cada una de ellas y las posibilidades explicativas que encuentra en su propuesta. Sobre este punto, elenco político refiere a un heterogéneo colectivo, amplio y complejo, que no se reduce simplemente a identidades partidarias ni remite a la existencia de un patrón sistemático –sea familiar o de clase– para ocupar cargos públicos. Por el contrario, se aparta de esas lógicas para observar el desempeño institucional de los integrantes del elenco político y señalar con fundamento la existencia de otros elementos de cohesión y de tensión. En otras palabras, la identidad partidaria fue existente y constituyó un marco de referencia, sin embargo, esta no fue la primera en entrar en juego en la dinámica política del litoral.
El segundo aspecto que quisiéramos puntualizar es la relación de los elencos políticos provinciales con los agentes nacionales. El punto es sustancial porque remite a un plan de integración que no fue un simple movimiento unidireccional de sometimiento de las provincias al Estado nacional. Tal como demuestra al investigar los debates sobre las intervenciones federales al litoral, las polémicas y discrepancias respecto a cuándo y de qué manera debían implementarse -si así lo fueron- evidencia un proceso mucho más complejo y cuidadoso por parte de los gobiernos nacionales. Además, cuando este último se decidió a intervenir no lo hizo con la pretensión de excluir del escenario político a sus opositores, por el contrario, pretendió incluirlos dentro de nuevos y más firmes parámetros de gobernabilidad. En suma, las intervenciones buscaron preservar la institucionalidad provincial y evitar una inestabilidad que pudiera afectar la política nacional.
Un tercer elemento es su elección de las obras de infraestructura como ventana para indagar en las dinámicas institucionales a nivel provincial y nacional, así como la manera en que los diferentes proyectos impactaron en las trayectorias, alianzas y tensiones políticas. Esencialmente, como sostiene la autora, fueron un factor de negociación fundamental durante esas dos décadas, si bien su resultado no era inmediato ni automático para quienes los emprendieron. Sumado a ello, Bressan logra mostrar que las obras proyectadas en el litoral carecieron de una planificación y fueron más bien avances parciales locales. En este caso, y como señala en las conclusiones, entre la negociación y la concreción de las obras de infraestructura mediaron diferentes etapas donde las coyunturas, particularmente violentas en el litoral entre 1862 y 1883, impidieron o pusieron freno a la realización de las mismas. Este último aspecto, le permite dar cuenta de dos temporalidades durante aquellas décadas. La primera, de más largo aliento, centrada en las obras de infraestructura, su planificación y realización. En este punto, expone la distancia entre las expectativas que había despertado la incorporación de Buenos Aires en 1862 y la realidad de un Estado nacional en formación con recursos económicos finitos. La segunda temporalidad, más corta, centrada en la propia dinámica de los elencos políticos, las tensiones y territoriales y, finalmente, la posibilidad de lograr acuerdos para alcanzar un mínimo de estabilidad política. De allí, que Bressan señale la distancia que existió entre la formulación y la concreción de una obra pública, merced a viejas disputas territoriales y a nuevas dinámicas políticas abiertas por la incorporación al Estado nacional. Dicho de otra manera, el éxito para negociar una obra no se tradujo en un rédito que consolide el poder de un elenco político, porque, al concretarse la misma después de más de veinte años, era otro el elenco que ocupaba el poder.
Por lo tanto, el investigador interesado en la formación del Estado nacional y la integración de las provincias, como también el preocupado por la historia regional, en el desarrollo de las obras públicas o en las problemáticas territoriales, encontrará en Alianzas, negociaciones y conflictos…una obra sugerente para repensar y discutir aquello que comúnmente llamamos, con poca reflexión, los años de la organización nacional.

Mariano J. Aramburo
Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani"
Argentina
Correo electrónico: mariano.aramburo@gmail.com