DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v22i2.2934
RESEÑAS
En Repúblicas del Nuevo Mundo, Hilda Sabato intenta una empresa difícil:
realizar una síntesis superadora, a la vez historiográfica, narrativa y problemática,
del largo proceso de construcción de las repúblicas latinoamericanas
durante el siglo XIX. Si la apuesta sale bien, se debe a dos motivos. En primer
lugar, porque en los últimos veinte años se ha producido un desarrollo notable
de la historia política latinoamericanista, tanto a escala nacional como regional
y local, con lo cual la materia prima estaba por fin disponible para una buena
síntesis. En segunda instancia, porque la autora misma ha sido un referente
ineludible de esa renovación, de manera que el libro puede ser leído no solo
como la culminación de un trabajo colectivo, sino también como una recapitulación
de los grandes temas que componen su obra personal. Es, en este
sentido, una obra de madurez tanto individual como grupal, donde se repasan
y resumen con una claridad envidiable aquellos objetos de estudio que Sabato
y muchos de sus interlocutores han venido trabajando desde hace décadas.
El objetivo principal del libro es lo que la autora define como el “experimento
republicano” llevado adelante en Hispanoamérica entre las décadas de
1820 y 1870. Es decir, la laboriosa y variopinta búsqueda por ensayo y error
de un nuevo orden político tras el derrumbe del imperio español. ¿Cómo crear,
en ausencia de un rey y de toda fuente trascendente, un principio de autoridad
que resulte legítimo pese a tener un origen meramente humano? Que todos los
países nacientes de la región, con la excepción de Brasil, hayan elegido el modelo
republicano, es un dato que muchas veces se da por sentado, pero merece
una explicación. Que esos mismos países se hayan aferrado luego con uñas y
dientes a la república, mientras que la mayor parte del mundo renunciaba a
ella dados los peligros que presentaba, es algo que amerita más atención aún.
La nueva forma de relación entre pueblo y gobierno, prescrita por el principio
general de la soberanía popular, implicaba sin duda una solución para el problema
inmediato generado por la vacatio regis, pero plantearía también una
serie de problemas prácticos que tomaría décadas solucionar. En particular,
Sabato va a interesarse por las prácticas políticas y los dispositivos institucionales
que dieron forma efectiva a la participación de ese pueblo que se postulaba
ahora como soberano. Cómo podía definirse a ese nuevo sujeto político, mediante
qué mecanismos podía ser representado y de qué manera podía legítimamente
actuar en la vida pública, eran cuestiones que deberían ser resueltas
por cada república a partir de un número de opciones disponibles. Del mismo
modo, la cuestión de las jurisdicciones válidas para la representación del pueblo,
en un contexto de guerra abierta y de muy rápida fragmentación territorial,
demandaría largos años de ensayos y combates hasta terminar de ser saldada.
Los tres capítulos centrales del libro se dedican consecutivamente a las
principales dimensiones de la ciudadanía política tal como fue implementada
en el período considerado: las elecciones, las milicias y la opinión pública. Si
los comicios permitían conectar periódicamente a los “muchos” depositarios
de la soberanía con los “pocos” encargados de representarlos, el armamento
del pueblo defendía no solo a la patria de sus enemigos externos, sino a
la república de cualquier pretendido tirano, del mismo modo que la opinión
pública controlaba a los gobernantes electos en su ejercicio del poder. Sabato
desarrolla cada uno de estos grandes temas de manera económica y sistemática,
ofreciendo a cada paso un equilibrado estado del arte en el que las diversas
corrientes de cada campo de estudio encuentran su lugar, aunque predominan
siempre las interpretaciones más recientes por sobre las miradas tradicionales.
Un acierto del libro, en coincidencia con los últimos avances de la historia
global, es apartarse de toda supuesta “excepcionalidad” latinoamericana
para reinscribir el proceso revolucionario autóctono dentro del vasto movimiento
de ascenso de la soberanía popular (ya sea bajo monarquías constitucionales
o regímenes republicanos) que sacudió primero a Inglaterra y luego a
Estados Unidos, Francia y al resto de Europa. Esta restitución del caso hispanoamericano
a una narrativa más amplia permite no solo comprender mejor las
causas de algunos desarrollos locales, o las influencias recibidas, sino también
reinterpretar el proceso general de transición a la modernidad política gracias a
un aumento notable del repertorio de casos disponibles. Por ejemplo, respecto
del problema de la inestabilidad de las repúblicas tempranas, que la historiografía
tradicional adjudicaba a Hispanoamérica como fruto de su tránsito fallido
a la modernidad, Sabato demuestra que compone más bien un rasgo constitutivo
del régimen republicano, y que el laboratorio latinoamericano ilustra
cómo estudiarlo con ventaja. En la misma línea, varios de los tópicos más
fatigados de la historiografía latinoamericanista clásica, como la baja representatividad
de las elecciones o la alta incidencia de movimientos revolucionarios,
son aquí desmentidos o bien reinterpretados como un componente normal de
la vida republicana que los países de nuestra región compartieron con sus pares
de otras latitudes. Es de destacar, particularmente, el buen recurso que hace
la autora de la historiografía norteamericana, lo que brinda a lo largo del libro
una muy sugerente y fructífera perspectiva comparada entre las repúblicas del
sur y la del norte.
Otro acierto de Republicas del Nuevo Mundo es la periodización adoptada.
Mientras que el fervor bicentenario ha ido dejando en cada país una
sobreabundancia de reflexiones acerca de la primera década revolucionaria,
el período subsiguiente ha recibido mucho menos atención y sigue, en buena
medida, bajo el influjo de la hipótesis halperiniana de “la larga espera”, que
reduce a las décadas centrales del siglo a un simple preludio para la consolidación
definitiva de los Estados nacionales ocurrida más tarde. Por eso, generar
una narrativa que articule correctamente la vida política de 1820 a 1870, dándole
a esa época una identidad y dinámica propias, basadas justamente en el “experimento republicano”, es un aporte considerable y sugerente por parte de
Sabato, que deberá ser sopesado y asimilado cuidadosamente por la historiografía.
En particular, el último capítulo del libro, concebido como un ensayo
de interpretación general del período, constituye un llamado a la reflexión que
seguramente suscitará debate, puesto que propone una revisión general de las
problemáticas historiográficas centrales en el tratamiento de la América Latina
decimonónica, desde la construcción de los liderazgos políticos, la figura del
caudillo o el papel jugado por los militares, hasta la agencia política de las
clases populares y el grado de autonomía del que podían disponer.
Respecto de lo metodológico, una diferencia interesante con otros libros
de síntesis reside en el hecho que la autora no presenta los nudos problemáticos
mediante un repaso de las variantes encontradas en cada caso nacional,
sino que apuesta a consolidar un verdadero relato general de la historia política
latinoamericana, recurriendo a la casuística solo en segunda instancia, de manera
estratégica y acotada. Dependiendo del gusto de cada lector, esto puede
constituir una fortaleza o bien un déficit del libro. La capacidad de la autora
para reducir la madeja de desarrollos políticos de medio continente a su común
denominador es ciertamente notable. No obstante, el desarrollo puede resultar
vertiginoso en determinados pasajes, ya que los argumentos más importantes
no dejan lugar a más de uno o dos ejemplos que permitan validar lo que se postula.
Estos ejemplos, por otro lado, no suelen estar ecuánimemente distribuidos:
la casuística sustantiva proviene mayormente de Argentina y México, con
alguna incidencia también de Chile y Colombia, pero otros países como Perú,
Venezuela, Bolivia o Paraguay son apenas mencionados al pasar. Es así que se
sacrifica bastante de la riqueza y variedad de la vida política latinoamericana
en pos de una lectura de conjunto donde se privilegia siempre lo que los casos
comparten por encima de sus divergencias. En parte, esta característica se
puede atribuir a la premisa misma del libro, que busca ser realmente breve (el
texto cuenta con apenas 220 páginas, de las cuales 40 constituyen bibliografía
y notas) pese a la enorme complejidad y amplitud del tema abordado. Los
estudiantes de grado (especialmente los angloparlantes) agradecerán esa brevedad
y encontrarán en el libro una síntesis admirable, amena y bien escrita; los
investigadores especialistas, en cambio, buscarán profundizar ciertos temas en
otros libros específicos, varios de ellos de la misma autora.
Para unos y para otros, Repúblicas del Nuevo Mundo representará seguramente
un hito y una referencia historiográfica insoslayable, no solo porque
invita a la discusión respecto de la agenda actual de la historia política latinoamericanista,
sino porque brinda a historiadores de otros campos, períodos o
regiones una rápida interiorización con los resultados de un esfuerzo colectivo
de largo aliento. En una época de la disciplina histórica marcada por la hiperespecialización
y la inflación notable de papers, un trabajo de síntesis como
este resulta no solo necesario sino muy bienvenido. Sería, en efecto, muy saludable,
si los referentes establecidos de cada campo historiográfico se embarcaran
en empresas similares. Para aquellos que lo hagan, el libro de Hilda Sabato
brindará sin duda un valioso modelo a seguir.
Notas
1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Universidad Nacional de La Pampa. Facultad de Ciencias Humanas. Instituto de Estudios Socio-Históricos. Argentina. Correo electrónico: alejandrorabinovich@gmail.com.