DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v22i2.2934

RESEÑAS

 

Hilda Sabato. Republics of the New World. The Revolutionary Political Experiment in Nineteenth-Century Latin America. Princeton: Princeton University Press, 2018, 240 páginas.

 

Alejandro M. Rabinovich1

 

En Repúblicas del Nuevo Mundo, Hilda Sabato intenta una empresa difícil: realizar una síntesis superadora, a la vez historiográfica, narrativa y problemática, del largo proceso de construcción de las repúblicas latinoamericanas durante el siglo XIX. Si la apuesta sale bien, se debe a dos motivos. En primer lugar, porque en los últimos veinte años se ha producido un desarrollo notable de la historia política latinoamericanista, tanto a escala nacional como regional y local, con lo cual la materia prima estaba por fin disponible para una buena síntesis. En segunda instancia, porque la autora misma ha sido un referente ineludible de esa renovación, de manera que el libro puede ser leído no solo como la culminación de un trabajo colectivo, sino también como una recapitulación de los grandes temas que componen su obra personal. Es, en este sentido, una obra de madurez tanto individual como grupal, donde se repasan y resumen con una claridad envidiable aquellos objetos de estudio que Sabato y muchos de sus interlocutores han venido trabajando desde hace décadas.
El objetivo principal del libro es lo que la autora define como el “experimento republicano” llevado adelante en Hispanoamérica entre las décadas de 1820 y 1870. Es decir, la laboriosa y variopinta búsqueda por ensayo y error de un nuevo orden político tras el derrumbe del imperio español. ¿Cómo crear, en ausencia de un rey y de toda fuente trascendente, un principio de autoridad que resulte legítimo pese a tener un origen meramente humano? Que todos los países nacientes de la región, con la excepción de Brasil, hayan elegido el modelo republicano, es un dato que muchas veces se da por sentado, pero merece una explicación. Que esos mismos países se hayan aferrado luego con uñas y dientes a la república, mientras que la mayor parte del mundo renunciaba a ella dados los peligros que presentaba, es algo que amerita más atención aún. La nueva forma de relación entre pueblo y gobierno, prescrita por el principio general de la soberanía popular, implicaba sin duda una solución para el problema inmediato generado por la vacatio regis, pero plantearía también una serie de problemas prácticos que tomaría décadas solucionar. En particular, Sabato va a interesarse por las prácticas políticas y los dispositivos institucionales que dieron forma efectiva a la participación de ese pueblo que se postulaba ahora como soberano. Cómo podía definirse a ese nuevo sujeto político, mediante qué mecanismos podía ser representado y de qué manera podía legítimamente actuar en la vida pública, eran cuestiones que deberían ser resueltas por cada república a partir de un número de opciones disponibles. Del mismo modo, la cuestión de las jurisdicciones válidas para la representación del pueblo, en un contexto de guerra abierta y de muy rápida fragmentación territorial, demandaría largos años de ensayos y combates hasta terminar de ser saldada.
Los tres capítulos centrales del libro se dedican consecutivamente a las principales dimensiones de la ciudadanía política tal como fue implementada en el período considerado: las elecciones, las milicias y la opinión pública. Si los comicios permitían conectar periódicamente a los “muchos” depositarios de la soberanía con los “pocos” encargados de representarlos, el armamento del pueblo defendía no solo a la patria de sus enemigos externos, sino a la república de cualquier pretendido tirano, del mismo modo que la opinión pública controlaba a los gobernantes electos en su ejercicio del poder. Sabato desarrolla cada uno de estos grandes temas de manera económica y sistemática, ofreciendo a cada paso un equilibrado estado del arte en el que las diversas corrientes de cada campo de estudio encuentran su lugar, aunque predominan siempre las interpretaciones más recientes por sobre las miradas tradicionales.
Un acierto del libro, en coincidencia con los últimos avances de la historia global, es apartarse de toda supuesta “excepcionalidad” latinoamericana para reinscribir el proceso revolucionario autóctono dentro del vasto movimiento de ascenso de la soberanía popular (ya sea bajo monarquías constitucionales o regímenes republicanos) que sacudió primero a Inglaterra y luego a Estados Unidos, Francia y al resto de Europa. Esta restitución del caso hispanoamericano a una narrativa más amplia permite no solo comprender mejor las causas de algunos desarrollos locales, o las influencias recibidas, sino también reinterpretar el proceso general de transición a la modernidad política gracias a un aumento notable del repertorio de casos disponibles. Por ejemplo, respecto del problema de la inestabilidad de las repúblicas tempranas, que la historiografía tradicional adjudicaba a Hispanoamérica como fruto de su tránsito fallido a la modernidad, Sabato demuestra que compone más bien un rasgo constitutivo del régimen republicano, y que el laboratorio latinoamericano ilustra cómo estudiarlo con ventaja. En la misma línea, varios de los tópicos más fatigados de la historiografía latinoamericanista clásica, como la baja representatividad de las elecciones o la alta incidencia de movimientos revolucionarios, son aquí desmentidos o bien reinterpretados como un componente normal de la vida republicana que los países de nuestra región compartieron con sus pares de otras latitudes. Es de destacar, particularmente, el buen recurso que hace la autora de la historiografía norteamericana, lo que brinda a lo largo del libro una muy sugerente y fructífera perspectiva comparada entre las repúblicas del sur y la del norte.
Otro acierto de Republicas del Nuevo Mundo es la periodización adoptada. Mientras que el fervor bicentenario ha ido dejando en cada país una sobreabundancia de reflexiones acerca de la primera década revolucionaria, el período subsiguiente ha recibido mucho menos atención y sigue, en buena medida, bajo el influjo de la hipótesis halperiniana de “la larga espera”, que reduce a las décadas centrales del siglo a un simple preludio para la consolidación definitiva de los Estados nacionales ocurrida más tarde. Por eso, generar una narrativa que articule correctamente la vida política de 1820 a 1870, dándole a esa época una identidad y dinámica propias, basadas justamente en el “experimento republicano”, es un aporte considerable y sugerente por parte de Sabato, que deberá ser sopesado y asimilado cuidadosamente por la historiografía. En particular, el último capítulo del libro, concebido como un ensayo de interpretación general del período, constituye un llamado a la reflexión que seguramente suscitará debate, puesto que propone una revisión general de las problemáticas historiográficas centrales en el tratamiento de la América Latina decimonónica, desde la construcción de los liderazgos políticos, la figura del caudillo o el papel jugado por los militares, hasta la agencia política de las clases populares y el grado de autonomía del que podían disponer.
Respecto de lo metodológico, una diferencia interesante con otros libros de síntesis reside en el hecho que la autora no presenta los nudos problemáticos mediante un repaso de las variantes encontradas en cada caso nacional, sino que apuesta a consolidar un verdadero relato general de la historia política latinoamericana, recurriendo a la casuística solo en segunda instancia, de manera estratégica y acotada. Dependiendo del gusto de cada lector, esto puede constituir una fortaleza o bien un déficit del libro. La capacidad de la autora para reducir la madeja de desarrollos políticos de medio continente a su común denominador es ciertamente notable. No obstante, el desarrollo puede resultar vertiginoso en determinados pasajes, ya que los argumentos más importantes no dejan lugar a más de uno o dos ejemplos que permitan validar lo que se postula. Estos ejemplos, por otro lado, no suelen estar ecuánimemente distribuidos: la casuística sustantiva proviene mayormente de Argentina y México, con alguna incidencia también de Chile y Colombia, pero otros países como Perú, Venezuela, Bolivia o Paraguay son apenas mencionados al pasar. Es así que se sacrifica bastante de la riqueza y variedad de la vida política latinoamericana en pos de una lectura de conjunto donde se privilegia siempre lo que los casos comparten por encima de sus divergencias. En parte, esta característica se puede atribuir a la premisa misma del libro, que busca ser realmente breve (el texto cuenta con apenas 220 páginas, de las cuales 40 constituyen bibliografía y notas) pese a la enorme complejidad y amplitud del tema abordado. Los estudiantes de grado (especialmente los angloparlantes) agradecerán esa brevedad y encontrarán en el libro una síntesis admirable, amena y bien escrita; los investigadores especialistas, en cambio, buscarán profundizar ciertos temas en otros libros específicos, varios de ellos de la misma autora.
Para unos y para otros, Repúblicas del Nuevo Mundo representará seguramente un hito y una referencia historiográfica insoslayable, no solo porque invita a la discusión respecto de la agenda actual de la historia política latinoamericanista, sino porque brinda a historiadores de otros campos, períodos o regiones una rápida interiorización con los resultados de un esfuerzo colectivo de largo aliento. En una época de la disciplina histórica marcada por la hiperespecialización y la inflación notable de papers, un trabajo de síntesis como este resulta no solo necesario sino muy bienvenido. Sería, en efecto, muy saludable, si los referentes establecidos de cada campo historiográfico se embarcaran en empresas similares. Para aquellos que lo hagan, el libro de Hilda Sabato brindará sin duda un valioso modelo a seguir.

Notas

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Universidad Nacional de La Pampa. Facultad de Ciencias Humanas. Instituto de Estudios Socio-Históricos. Argentina. Correo electrónico: alejandrorabinovich@gmail.com.