DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v21i2.1641
RESEÑAS
María Eugenia Sánchez1
La historiografía de las últimas tres décadas ha incorporado a las mujeres
como sujetos históricos desde una perspectiva que en parte se nutre de
los aportes realizados por la crítica feminista reiniciada en los años ’70 y que
continuó con una diversidad extraordinaria desde entonces. Así, desde la historia
política se revisaron períodos y problemáticas bajo el supuesto de que las
relaciones entre los géneros implican relaciones de poder y, por lo tanto, se
trata de vínculos históricos. Esta inclusión supone repensar metodologías de
trabajo y fuentes de consulta, ya que nos enfrentamos al estudio de un sujeto
olvidado por la historia y que no se encuentra presente de la misma forma que
los hombres en las fuentes tradicionalmente consultadas. El libro dirigido por
Laura Pasquali realiza un aporte en este sentido; muestra el potencial de la
historia oral como metodología cualitativa para el estudio de las mujeres en el
campo de la renovada historia política, en este caso de la militancia femenina
y su utilización para períodos previos a la historia reciente, época en la que es
aplicada.
Este volumen se presenta como una compilación de seis entrevistas– realizadas por seis investigadoras– a mujeres de la ciudad de Rosario (provincia
de Santa Fe, Argentina) durante diferentes momentos del siglo XX. El hilo
conductor que las atraviesa es el de los cambios producidos en la subjetividad
femenina de mujeres que militaron en organizaciones políticas y de derechos
humanos durante distintos procesos históricos. Cada una de ellas aporta información
y reflexiones particulares, así contribuye a percibir diferencias y matices
en sus experiencias debido a las singularidades de cada contexto histórico,
de la ubicación socioeconómica, generacional y la filiación política de cada
una. Los relatos se presentan como la principal y, en algunos casos, la única
fuente de consulta de los artículos que componen la obra.
Pasquali señala que el objetivo de la compilación es traspasar los aspectos políticos de las biografías y desde la historia oral es posible lograrlo.
Además, sostiene que el relato en primera persona de vivencias personales lleva
a realizar construcciones más complejas que involucran otras dimensiones
de análisis más allá de las tradicionalmente usadas por los historiadores, tales
como memoria y sentimientos de los narradores. Sin lugar a dudas, la historia
oral puede realizar importantes contribuciones a la historia de las mujeres,
más aún en terrenos poco explorados por la historiografía como es el de la
militancia femenina. Sin embargo, requiere de la destreza del investigador para
contextualizar y problematizar lo relatado, tarea que a lo largo de la obra se
logra en algunas oportunidades mientras que en otras el lector se queda con la
necesidad de contar con mayores respuestas.
Las transcripciones de los testimonios se distribuyen en cuatro capítulos.
A cada relato le antecede una breve descripción del contexto político general
y una concisa biografía de la entrevistada. Los apartados se disponen cronológicamente,
de esta manera el lector recorre distintas experiencias de militancia
femenina que comienzan en la década del ‘30 y terminan en la del ‘90. De
allí la diversidad de los temas analizados: la participación en organizaciones
antifascistas y en el comunismo; la militancia estudiantil y la guerrilla; las organizaciones
de derechos humanos de madres y abuelas de desaparecidos, para
terminar con la experiencia de una mujer en el campo universitario y científico
en los años ‘90. El eje que atraviesa estas pesquisas evidencia cómo a lo largo
de las experiencias de lucha, estas mujeres, tanto en ámbitos sindicales como
partidarios, fueron moldeando socialmente y estableciendo vínculos de poder
disímiles a los que la cultura patriarcal quería atribuirles. Si bien la organización
de la presentación sigue un criterio diacrónico, la riqueza del testimonio
hace que se lleguen a percibir sincronías, continuidades y particularidades. Los
relatos exceden las periodizaciones de cada capítulo, como a las presentaciones
realizadas por las autoras.
En el primer capítulo, Laura Pasquali rescata a las mujeres en su militancia
antifascista y sindical en Rosario durante las décadas de 1930 y 1940, a partir
del testimonio de Amor Alba Fernández, quien se incorporó tempranamente
al Partido Comunista y llegó a ser delegada sindical ante la Federación Obrera
de la Industria del Vestido, además de participar en la Unión de Mujeres de la
Argentina –UMA–. La biografía de Amor es un ejemplo de la continuidad de las
tradiciones políticas de todo el siglo XX. Permite observar las transformaciones
que produjo su militancia a lo largo de los años, desde la experiencia de lucha
en el plano sindical y partidario hasta en las organizaciones de mujeres. Si
bien la autora circunscribe el tema del capítulo en el período 1930-1940, los
recuerdos de Amor se extienden hasta los tiempos peronistas y los años setenta. De esta manera, este relato posibilita contraponer y enlazar su experiencia con
las de las otras entrevistadas que presenta el volumen. Lo cual incentiva en el
lector el surgimiento de interrogantes acerca de las posibles relaciones entre
militancia y diversas generaciones.
El segundo apartado aborda la participación de las mujeres en la guerrilla
durante los años ‘70. Las investigadoras Nadia Freytes y Paola Martínez
indagan en los momentos de quiebre y de reformulación de los roles de género
que la sociedad asignaba a las mujeres a partir del testimonio de dos militantes:
Gloria Conteloro de la Unión de Estudiantes Secundarios y, posteriormente,
de la Juventud Peronista; y Nelfa Suárez del Partido Revolucionario de
los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo. Las autoras recuperan el
lugar asignado a las mujeres en ambas organizaciones, de signo absolutamente
opuesto para los contemporáneos. Señalan que a pesar de las diferencias de
género respecto a la distribución de tareas, éstas tuvieron un desempeño importante
como militantes, lo cual contribuyó decididamente a que la sociedad
diera otros sentidos a los roles femeninos, no solo el asociado a la maternidad.
Ambas entrevistadas mencionan que las diferencias entre hombres y mujeres al
interior de estas agrupaciones se reflejaba en que muy pocas mujeres llegaban
a formar parte de la conducción, no obstante el anhelo de las militantes por
alcanzar la igualdad con los varones. Por esta razón, cuestionaban la reproducción
dentro de sus organizaciones políticas de los roles tradicionales que la
sociedad le adjudicaba a las mujeres, máxime cuando la conducción les asignaban
solo el cuidado de los niños u otras tareas del hogar. Además, se observa
la resignificación de la maternidad realizada por la militancia. Las concebían
como madres militantes que daban hijos a la Patria, aspiraban a transformarles
el mundo en el que vivirían mediante su activismo y a educarlos para la revolución;
situaciones que ya habían sucedido con muchas mujeres en diversos
países, estimuladas por diferentes ideologías estatistas. Entonces, el sentido de
ser mujer se ligaba a la maternidad ya no desde su acepción tradicional, sino
vinculada a un rol político, el que excedía el ámbito del hogar.
El capítulo siguiente pone nuevamente de manifiesto la resignificación
de la maternidad, al estudiar las trayectorias y las transformaciones de
la subjetividad femenina realizada en organizaciones de derechos humanos
al iniciar la búsqueda de sus hijos y nietos desaparecidos por el accionar del
terrorismo de Estado en Argentina. Así, Marianela Scocco y Pamela Gerosa se
interesan por la socialización de la maternidad a partir de los testimonios de
la experiencia personal de Esperanza Labrador –fundadora de la delegación
Rosario de Madres de Plaza de Mayo– y de Delia Cecilia Giovanola –fundadora
de Abuelas de Plaza de Mayo en esa misma ciudad–. Las autoras señalan la invención de una subjetividad que crea una forma específica de lenguaje y
de experimentación de la política. El inicio de la militancia de estas mujeres
estuvo signado por la emocionalidad básica de un ser humano: la desaparición
de un hijo y, en el caso de Delia, también la de su nieto. De allí que su búsqueda
las impulsó de una u otra forma a salir a la arena política sin importarles
qué arriesgaban con su nueva acción ante un Estado criminal. En este caso se
observa cómo la maternidad devino en una construcción colectiva para estas
mujeres ocupadas en luchar contra la violación de los derechos humanos, ya
no como una condición biológica y natural. Es el único apartado que estudia
a militantes que no iniciaron el activismo político durante su juventud, lo cual
abre nuevamente interrogantes interesantes sobre la relación entre militancia
y diferencias generacionales. Cuestiones que, sin embargo, no son problematizadas
por las autoras.
Por último, Gisela Figueroa indaga a las mujeres que trabajan en el campo
científico y universitario. Contextualiza la entrevista a Liliana Gómez –física,
investigadora del CONICET y docente universitaria–, insertándola en la
problemática de la ciencia y la universidad en Argentina durante los años ‘90
desde una perspectiva de género. Este testimonio se enlaza con los anteriores,
dado que su trayectoria como científica se ve atravesada por su militancia en
los años ‘70. La autora presenta, mediante datos cuantitativos obtenidos del
CONICET, el lugar de la mujer en la ciencia argentina; luego, a partir del relato
de Gómez, es posible reconocer las disposiciones de raigambre patriarcal en
esos espacios que obstaculizan el avance de las mujeres en la carrera científica.
No obstante, la entrevistada sostiene que en su caso experimentó mayor
discriminación por su pasado de ex presa política que por su condición de
mujer y madre, aunque igualmente estos fueron condicionantes en su trayectoria
profesional. Esta situación la impulsó a generar estrategias para proseguir
y lograr estabilidad en su trabajo, conjugando su profesión con la militancia y
la maternidad. La reconstrucción que realiza la autora al indagar otras fuentes,
más allá del relato, le permiten sobrepasar lo anecdótico y biográfico. Lo cual
es sumamente interesante para pensar cómo se puede utilizar la historia oral sin
caer en explicaciones que solo resalten la excepcionalidad del caso estudiado.
Por lo tanto, el libro es una contribución a la historia de las mujeres,
principalmente para los estudios de militancia femenina en Argentina. Se destaca
el uso de la historia oral como recurso para examinar una problemática
que recorre gran parte del siglo XX y que es difícil rescatar en fuentes tradicionales.
Sin embargo, a pesar de que es indudable que las transformaciones
subjetivas del género femenino resaltan en cada uno de los capítulos –y que no
se descuidan las conexiones con el contexto político en el que se insertan los relatos– no hay una síntesis que problematice las entrevistas en su conjunto. Al
respecto, hubiera sido interesante incluir un apartado a modo de conclusión
que remarque los aspectos sobresalientes de todas estas indagaciones y que
aglutine los cambios y continuidades de los roles femeninos en esa etapa, complejizando
de ese modo la novedad metodológica.
Notas
1 Centro de Investigaciones-Facultad de Filosofía y Humanidades-Universidad Nacional de Córdoba. Argentina. Correo electrónico: meugesanchez@gmail.com.