DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v21i2.1515
RESEÑAS
Ignacio Zubizarreta1
Estudiar la historia de la corrupción es una misión tan interesante como
arriesgada y difícil. Por un lado, la mayoría de las acciones ilícitas no suelen
dejar rastros (al menos de las que los actores de la época interpretaban por
tales buscando desaparecer las pruebas incriminatorias). Por otro, en muchos
aspectos, parece un campo de estudios inédito y quienes en él se introduzcan
deberán abrir nuevos horizontes no exentos de incertidumbres. También es
difícil porque así lo es el poder establecer retrospectivamente el trazado de la
línea que separa lo lícito de lo ilícito, lo moral de lo inmoral y lo disruptivo
de lo cotidiano en sociedades que por lo distantes en el tiempo, mal podemos
interpretarlas juzgando el comportamiento de sus agentes sin una previa y fina
comprensión del contexto que le otorga sentido a sus acciones. Y finalmente,
así como muchas veces son las problemáticas sociales actuales las que nos
inducen a historiar su desarrollo a través de los siglos, la corrupción no es una
más entre otras, pues conlleva una carga peyorativa en una ciudadanía latinoamericana
continuamente sensible y hastiada por los escandalosos y recurrentes
comportamientos que la prensa divulga sobre sus cuestionadas clases dirigentes.
De este modo, colaborar a conformar y fortalecer una imagen de un pasado
circular, desesperanzador, siempre corrupto y que no muta con el paso de los
años, implica un ejercicio que seguramente quienes se propongan indagar sobre
la historia de la corrupción latinoamericana querrán evitar a todo trance.
Entre estos últimos, se encuentran Chistoph Rosenmüller y Stephan Ruderer,
editores de una obra que se enmarca en lo que ellos mismos definen como una “nueva historia de la corrupción”. El principal objetivo de su trabajo –y como
las páginas de la introducción lo atestiguan–, radica en brindar una comprensión
del fenómeno de la corrupción inserta en una postura anti-esencialista
que, en vez de ofrecer una clara divisoria entre prácticas lícitas e ilícitas (con su consecuente descripción y análisis del fenómeno), dilucida en qué medida
la percepción social de la corrupción en una sociedad dada nos puede servir
para entender mejor sus ideales políticos imaginados. Y con esa tarea como
propósito, el nivel de complejidad se ve incrementado: no se trata ahora de
constatar cuáles fondos públicos fueron desviados por quiénes y en qué montos,
sino más bien buscar una comprensión cabal y abarcadora sobre la utilidad
política que podía albergar una denuncia por corrupción, generalmente endilgada
al oficialismo desde la oposición. De este modo, las acusaciones (basadas
en hechos reales o ficticios, magnificados o minusvalorados) pueden reflejar,
entre otros tantos, dos aspectos importantes: los límites de la tolerancia social
hacia determinados comportamientos de sus elites; también, la capacidad de
los actores políticos que no gobiernan para innovar en su capacidad discursiva
creando características negativas en la imagen pública de sus circunstanciales
antagonistas en el poder. En el análisis que ofrece “Dádivas, dones y dineros”,
el alcance temporal se extiende desde el antiguo régimen hasta mediados del
siglo XX. El proceso de emancipación de España actúa como un verdadero
parteaguas entre los extremos del largo lapso que ocupa la obra. Durante el
período colonial, la diferencia entre espacio público y privado era sumamente
más complejo que en su consecutivo; lo mismo cabe al concepto de opinión
pública. A partir de la creación de las nuevas naciones latinoamericanas, los
conceptos de soberanía popular y el nuevo rol de lo público irán transformando
profundamente las percepciones sobre corrupción, acercándose así a una
definición semejante a la vigente.
A pesar de que 249 páginas no componen un libro voluminoso, éste se
encuentra fragmentado en numerosos y breves capítulos que visitaremos en el
mismo orden en que se despliegan en la obra. En el primer capítulo, Prácticas
corruptas o relaciones de patronazgo, Miguel Costa rescata un muy interesante
conflicto entre el orden patrimonial individual de los funcionarios del virreinato
del Perú y los intereses de la Monarquía a fines del siglo XVI. En cambio,
en el segundo apartado, De lo innato a lo performativo: dos conceptos rivales
de la corrupción, siglos XVII y XVIII, Christoph Rosenmüller analiza el nuevo
ideal burgués de utilidad que se establece con el arribo de la dinastía borbona.
Abriendo camino a un Estado eficientista y meritrocrático, éste se muestra de
súbito contrario a las prácticas que desde ese momento pasarían a ser tildadas
de corruptas por beneficiar a particulares y evitar enriquecer el erario de la
Corona.
En Un interinato contra las prácticas corruptas en Acapulco…, Guadalupe
Pinzón Ríos explica el breve lapso en el que la introducción de mercaderías
desde Filipinas a Nueva España fue estrictamente controlada y penalizados los infractores en dicho tráfico. No obstante, estas políticas anti-corruptas de la Corona
semejan esporádicas y jamás se sostienen en el largo plazo, lo que invita
a preguntarse el por qué y, lamentablemente, eso no se responde en el capítulo
en cuestión.
En un escrito excesivamente autorreferencial titulado Un epílogo: “corrupción” en el virreinato novohipano, Horst Pietschmann brinda una confusa
síntesis sobre sus investigaciones relativas al fenómeno general de la corrupción.
No resulta claro si el foco de su interés se centra en el México colonial
o en el actual, si se trata de un compendio o más bien una reflexión sobre sus
propios trabajos; evidentemente, no representa un aporte sustancial a la obra.
En el capítulo La defensa libre, el monopolio de los abogados y la corrupción
en el Perú, Pablo Whipple presenta un debate de mediados del siglo XIX
sobre la conveniencia de permitir la libertad de defensa amparada en la escasez
de letrados en las localidades de provincia, contrarrestadas por el lobby de un
colegiado molesto ante la posibilidad de perder su exclusividad. No parece ser
la corrupción un tema sino colateral, en el sentido que entre dos posturas políticas/
corporativas o de grupos de interés, ambas endilgaban el rótulo de corrupta
a la otra; más allá de constatar ese hecho, el trabajo habla poco de las prácticas
ilícitas como de la percepción de las mismas, y la conclusión, paradójicamente,
es un compendio de las propias falencias y de los aspectos que faltan desarrollar,
reflejando lo incipiente de la investigación en cuestión.
Resulta muy interesante el análisis que realiza Stephan Ruderer en Corrupción
y violencia en Argentina y Uruguay en el siglo XIX. En él destaca cómo
los conceptos de “corrupción” y “violencia” eran vertidos en verdaderos combate
discursivos, ora por el elenco gobernante para deslegitimar a sus opositores
de violentos y anarquistas, ora por sus antagonistas para justificar movimientos
insurreccionales que pudiesen poner término a gestiones supuestamente
corrompidas. Este estudio parangona los casos de dos países que tienen una
raigambre política común; no obstante, destaca el proceso en el que en Uruguay
se comenzó a interpretar por “corrupto” un gobierno que malversaba fondos
públicos, mientras que en Argentina ese mismo concepto condensaba más
puntualmente el fraude electoral. Era el acceso al poder lo que se cuestionaba
en este último país, mientras que en Uruguay lo eran las prácticas del gobierno
en ejercicio, pasando a segundo orden el modo en que sus funcionarios alcanzaban
dicho poder. En el capítulo El triunfo moral del Pueblo…, de María Inés
Rojkind, la autora examina con solvencia las particularidades de la renuncia del
poder del presidente argentino Miguel Juárez Celman (1890) y la movilización
social que potenció las causas de su dimisión y las que se llevaron a cabo para
celebrar ese hecho de enorme trascendencia política.
La corrupción en los gobiernos locales del México porfiriano…, de Andrés
Reyes Rodríguez, aborda una temática cuyo título no refleja el verdadero
contenido del escrito, más bien, brinda un análisis sobre el rol electoral que
cumplió la imagen pública de honradez en el caso puntual del gobernador de
Aguascalientes Rafael Arellano a fines del siglo XIX. Las conclusiones que presenta
son poco convincentes y el propio autor remarca todo lo que le quedó en
el tintero en materia investigativa para pulir su propuesta.
El apartado Poder político y corrupción en la Revolución mexicana…,
de Jürgen Buchenau, responde a una historiografía que tildó de corrupta a la
elite revolucionaria con Álvaro Obregón a la cabeza, en donde se demuestra
que ese enriquecimiento distó mucho de ser tan abultado y probablemente
eso se debió a la incapacidad del mismo Obregón por mantener su influjo
cuando se encontró por fuera de la cúspide del poder. José Alberto Olivar, en
la última sección de la obra, denominada El Jurado de Responsabilidad Civil y
Administrativa 1946: Ramón Cárdenas, busca demostrar el desprestigio que le
generó al ex ministro venezolano Ramón Cárdenas el figurar en un listado de
supuestos corruptos elaborado por el régimen político que le sucedió. Su autor
no logra resaltar el motivo por el cuál la problemática de la investigación tiene
relevancia.
En conclusión, la obra conlleva un acierto remarcable: el tema de investigación
y la propuesta original de los compiladores configuran un desafío
historiográfico mayúsculo. Los estudios sobre la historia de la corrupción responden
y fomentan la comprensión de un fenómeno harto complejo donde las
sociedades latinoamericanas buscan respuestas y donde, paralelamente, existe
un vacío de literatura actual sobre la temática. Asimismo, quisiera destacar dos
críticas al conjunto del trabajo. Por un lado, casi la mitad de sus capítulos están
abocados a Nueva España o México, reflejando una menor representatividad
sobre otras regiones latinoamericanas. Y por último, como sucede en la mayoría
de las obras de compilación (y que esto ocurra con tanta frecuencia no
exime la crítica), encontramos una enorme disparidad en la calidad de los diversos
capítulos: desde estudios demasiado preliminares o inconsistentes hasta
trabajos magistrales de síntesis. A pesar de lo dicho, este libro es más que bienvenido
y representará una lectura obligada para quienes quisieran comprender
mejor las causas de un fenómeno tan constante y con tanta repercusión social
como la corrupción de las elites gobernantes latinoamericanas.
Notas
1 Instituto de Estudios Socio-Históricos-Facultad de Ciencias Humanas-Universidad Nacional de La Pampa/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. Correo electrónico: ignzubizarreta@gmail.com.