RESEÑAS
Gabriel Rafart (Comp.). Historia social y política del delito en la Patagonia. Neuquén: Editorial de la Universidad Nacional del Comahue, 2010, 402 páginas.
Osvaldo Barreneche
UNLP
La historia de la ley, de las justicias, del delito y de las instituciones de seguridad en la Argentina no solo es un campo fructífero de nuevas pesquisas y publicaciones que abarcan el interés de varias Ciencias Sociales. Tiene, además, algunas características notables que marcan una tendencia historiográfica. Este libro es ejemplo de ello. Y lo es porque presenta un abanico de temas y argumentos en torno a la historia social y política del delito en la Patagonia que no se han improvisado. Son fruto de un trabajo de largo plazo, por parte de un equipo como el Grupo de Estudios de Historia Social (GEHiSo) de la Universidad Nacional del Comahue que lleva muchos años investigando estas cuestiones.
La pieza compilada por Gabriel Rafart, junto con otros textos suyos y de otros autores patagónicos, a lo que se suman numerosos artículos publicados y seminarios realizados sobre el particular, muestran la robustez del aporte sistemático. Es que a diferencia de tantos otros temas de la historiografía nacional que han comenzado y tienen su epicentro en Buenos Aires, con representantes “satelitales” en otras provincias, éste del delito ha sido de los primeros en quebrar dicha “lógica”. He aquí la novedad historiográfica. Estos trabajos aportan y abren caminos a colegas y estudiosos de otras latitudes (incluyendo Buenos Aires) con los que dialogan y discuten para beneficio colectivo.
Otra característica de esta compilación sintoniza con una propia del campo de estudio y muestra su carácter innovador: la interdisciplinariedad. Escapando al autismo historiográfico de otros temas, Rafart baraja autores mayormente provenientes de la historia, sí, pero también de la comunicación social, de la sociología, de la geografía, de la antropología. El resultado es una antología de amplio respiro, que excede el interés específico de los estudiosos del pasado. Como el mismo autor advierte, tal camino lleva al riesgo de la disparidad, de ciertos desniveles en las contribuciones específicas, que seguramente el lector advertirá. Creo, sin embargo, que ese factor centrífugo no alcanza a dispersar irremediablemente un ramillete de temas, de problemas, de actores sociales, de fuentes, que hacen que la lectura de esta pieza pueda
ser recomendada tanto a especialistas y académicos empeñados en los mismos afanes, como a técnicos y políticos que diseñan las políticas públicas en materia de seguridad ciudadana. Frente a tantos textos destinados a ser leídos por poquísimos especialistas, la Historia social y política del delito en la Patagonia bien puede (y debería) interesar a un público más amplio.
Veintidós autores contribuyen al ensamblado de un trabajo colectivo consistente en la introducción y veinte artículos - todos de autoría individual menos uno que reúne a tres de ellos - divididos en seis partes: 1) “Mujeres y mujeres”, 2) “La muerte, la locura, los raros...”, 3) Ladrones y bandidos”, 4) “La venganza de los vencedores: memoria y orden en tiempo presente”, 5) “Instituciones del orden: Policías y Jueces, relaciones de poder”, 6) “Enfoques, métodos, fuentes para estudiar la Historia Social del delito”. El marco temporal del libro abarca desde el último tercio del siglo XIX hasta el presente, etapa que en su conjunto y para algunos constituye un “largo” siglo XX sobre el cual, desde el punto de vista histórico, aún se discute si ha finalizado. Lo cierto es que la coordenada temporal de la pieza (junto con la espacial que nos refiere a la especificidad de la región patagónica) marca todo el recorrido de una historia cuya comprensión se intensifica a medida que las fuentes producidas por la etapa de organización de los territorios nacionales arrojan luz sobre dicho pasado.
Tanto los artículos que nos refieren a la época pre-provincial como aquellos que se centran en cuestiones más contemporáneas tienen como base un aprovechamiento intensivo de las fuentes originadas en la esfera estatal: expedientes judiciales, informes y correspondencia oficial, memorias, estadísticas, reportes locales de autoridades civiles, militares y policiales. En menor cuantía se citan periódicos locales, correspondencia privada y hasta cartas de suicidas y poemas “encapsulados” en expedientes y procesos judiciales varios. No faltan, en los trabajos de historia reciente, las entrevistas a los protagonistas o testigos de los sucesos que se rescatan del olvido. Por lo tanto, el lector encontrará una variedad de argumentos apoyados en fuentes que permiten discernir los acentos, las tensiones, las limitaciones y las preguntas que cada trabajo pone de relieve o deja pasar. Me parece bien que, en su compilado, Rafart haya asumido el “riesgo” que esta variedad implica y que conforma el océano de la Historia social y política del delito en la Patagonia. Navegando esas aguas, cada lector sabrá pescar lo que le resulte de mayor interés y utilidad.
Por una razón de extensión decido no entrar en lo específico de cada trabajo. Sugiero al lector que tenga el libro en sus manos o en pantalla, a punto de comprarlo, que además de repasar el índice, lea en la página 21 de la
introducción el resumen que el compilador hace de cada sección. Desde la vida en los prostíbulos olvidados en el tiempo hasta la violencia contra las mujeres en episodios criminales recientes; desde el “etiquetamiento” pretérito del indio ladrón hasta el “Caso Carrasco” que puso fin al servicio militar obligatorio; desde los míticos bandoleros patagónicos hasta otros prófugos que andaban a la luz del día como algunos nazis criminales de guerra; desde los borrachos, los locos, los suicidas y los asesinados de los que daban cuenta la policía y las autoridades territoriales hasta estos otros muertos más recientes a manos de la última dictadura militar de la Argentina que todavía esperan su justicia; son todos estos y otros temas que se encuentran tratados en esta compilación.
La excepción del párrafo anterior la hago respecto de la sexta y última sección del libro: “Enfoques, métodos, fuentes para estudiar la Historia Social del delito”. Los dos artículos que la componen, de María Elba Argeri y Lila Caimari, aportan mucho a la comprensión de cómo estudiar los temas tratados en esta antología. No es un dato menor ni una sección “ad-hoc” del libro. Más bien, para mí, es una pieza clave y un acierto que Rafart ha tenido al incluir estas reflexiones. Con el trabajo de Argeri volvemos, una vez más, a tomar conciencia de la importancia del lenguaje y de la terminología que aparece en las fuentes con las que los historiadores trabajamos cotidianamente. Precisamente esa familiaridad nos suele jugar malas pasadas, al dar por sentado tantas cosas que, en cambio, no debemos dejar de problematizar. Y el artículo de Lila Caimari, que cierra el libro pero que abre a tantas reflexiones, es una pieza excepcional en tanto que la conocida autora nos abre las puertas de la “cocina” de su trabajo como historiadora. Vemos de esta forma, por ejemplo, cómo da inicio (casi fortuito) a lo que luego sería su libro Apenas un delincuente, y de cómo ha sido el trayecto teórico y metodológico que la ha llevado a pesquisas conexas. Imperdible su lectura.
Un último comentario me lleva al inicio del libro, allí donde Rafart hace una breve relación historiográfica de las líneas de investigación del Grupo de Estudios de Historia Social al que pertenece, refiriéndose a los veinte años de trabajo. Está claro que en esta breve introducción el autor no pretende dar cuenta de toda la producción que se ha dado en la Argentina sobre el tema. Por lo tanto, no voy a achacarle ningún olvido. Sin embargo, de su argumento parece inferirse que la temática en cuestión se hubiese iniciado en los años noventa del siglo pasado. Tal vez no es casualidad que esta reseña haya sido encargada a un ex estudiante platense. Lo que sirve para recordar que una década más atrás de esa, la de los ochenta, se desarrollaron líneas de investigación en la Universidad Nacional de La Plata (que aún continúan), por parte de historiadores como Carlos Mayo, entre otros, que al menos desde
mi punto de vista abrieron los primeros surcos de un campo de estudios tan fructífero y prolífico como lo muestra esta compilación que acabo de reseñar.