ARTICULOS
El discurso de la maternidad moderna y la construcción de la feminidad a través de la prensa. El centro y sur bonaerenses a fines del siglo XIX y principios del XX1
Yolanda de Paz Trueba2
Resumen: Hacia 1880 se asistió en Argentina a un proceso de modernización y desarrollo no exento de conflictos, en el marco de la consolidación del Estado Nacional. En este contexto, se generó una profusión discursiva que pretendía introducir instrumentos de disciplinamiento en la sociedad, entre los cuales encontramos la conformación de un ideal maternal moderno. El objetivo de este trabajo es analizar los planteos de tales discursos, a través de uno de los principales medios que tuvieron para transmitirse en los pueblos de la campaña centro y sur bonaerense en nuestro período de estudio: la prensa local.
Palabras clave: Maternidad; Ideal; Prensa; Discursos.
The speech of modern motherhood and the construction of femininity through the press. Central and southern Buenos Aires in the late nineteenth and early twentieth centuries.
Abstract: At the end of the nineteenth century, a process of modernization and development took place in Argentina, within the frame of the nation-state consolidation. In this context, the country witnessed a discursive profusion that expected to introduce disciplinary instruments into society, among which the creation of a modern maternal ideal can be mentioned. This paper analyzes the main topics of such discourses, through one the main media available to spread them in rural central and southern Buenos Aires in our period: the local press.
Key Words: Maternity; Ideal; Press; Speeches.
Hacia 1880, en el marco de la consolidación del Estado Nacional y del proceso de modernización al que se asistió, la “cuestión social”3 se instaló en las reflexiones de los intelectuales4 y en la agenda de los gobernantes. Tal como la define Lobato (1996), ésta sería una expresión que comenzó a circular a fines del siglo XIX, para dar cuenta de lo que ella denomina los “disfuncionamientos” producidos a raíz de la transformación socioeconómica del país, que abarcaban una amplia gama de problemas: desde la vivienda, el hacinamiento y la salubridad, hasta la exclusión o inclusión de los pobres en el modelo, todo lo cual remitía al tema de la gobernabilidad.
En este contexto de modernización y desarrollo no exento de conflictos, se tornaron más fuertes las voces de los que intentaban hacer un diagnóstico de la situación y proponer caminos a seguir. Para el Estado, por su parte, era imperioso contener lo que se entendía como signos de desborde social. Los miembros de la Generación del ‘805 consideraban de central importancia estabilizar la sociedad amenazada por la conflictividad que se desataba. Los discursos de los médicos higienistas, positivistas y moralizadores pretendían aplicar correctivos sociales a las clases populares y particularmente a los inmigrantes que, tal como se suponía, eran los más vulnerables a las enfermedades físicas y también a las del “cuerpo social”, como la delincuencia y la agitación anarquista.6
En síntesis, se asistió a una profusión discursiva que pretendía, desde diferentes ámbitos, introducir pautas de disciplinamiento social entre las cuales encontramos la conformación de una idea moderna de la maternidad. Esta visión tendía a reforzar viejos estereotipos femeninos (la sujeción de la mujer al hogar y al sistema patriarcal), a la luz de las nuevas necesidades políticas: consolidar la gobernabilidad de la mano de un orden familiar en el que la relación de las mujeres con la maternidad debía redefinirse y ocupar el centro de la escena. El discurso insistió, así, en la gran responsabilidad que recaía sobre las mujeres en tanto madres de los futuros ciudadanos de la nación.
De modo que, atendiendo a ese contexto general, en el presente trabajo buscamos reconstruir a partir de la prensa local ese tejido discursivo que circuló en pueblos de la campaña del centro y sur bonaerense.7 Tales discursos tuvieron múltiples medios de divulgación, entre ellos los tratados y las tesis de abogados y médicos (muchos de los cuales eran miembros de la elite gobernante), la obra de sociólogos, criminólogos y otros profesionales de las ciencias sociales que alcanzaron auge en el período, así como los manuales destinados a las amas de casa, además de la prensa, único medio de difusión con que contamos en el espacio trabajado.
Cabe señalar que los pueblos que son producto de nuestro análisis surgieron en el transcurso del siglo XIX, junto a una línea de fortines que habían sido establecidos por los gobiernos de turno con la intención de instalarse campo adentro en territorios hasta entonces sólo liderados por las distintas parcialidades indígenas. A la saga de este avance que en principio respondió a un interés militar, le siguieron más tarde los primeros pobladores. Los fortines de la frontera fueron testigos de la formación de incipientes poblados, que con el tiempo y la afluencia de inmigrantes (que se intensificó en las décadas de 1870 y 1880), dieron lugar a la aparición de pueblos que hacia fines del siglo se transformaron en ciudades, como fue el caso de Tandil y Azul.8
Al aproximarnos a la cuestión que nos convoca en este trabajo y que ha sido tratada profusamente para otros espacios, buscamos mostrar de qué modo en estos pueblos, que iban transformando su condición de comunidades de frontera a poblados con un marcado proceso de diversificación social y económica, la prensa local vino a cumplir un papel central en la difusión de estos discursos moralizadores. En efecto, si bien en sus páginas se alternaban informaciones dirigidas al público en general junto a los consejos publicitarios (muchos de ellos referentes a la lactancia materna), advertimos la persistencia de notas editoriales dirigidas a difundir un ideal de comportamiento materno de cara a la de construcción de la feminidad en la historia nacional, temática en que la historiografía no ha reparado especialmente en el periodo ni área de trabajo aquí propuesto (aunque sí lo ha hecho en relación al vínculo entre higiene y maternidad).
Pese a que hemos tenido acceso sólo a números dispersos de distintos periódicos, lo que obedece al estado y conservación de las fuentes, optamos por incluir la mayor cantidad posible de publicaciones antes que priorizar sólo aquellas que pudieran ser estudiadas con mayor sistematicidad, como fue el caso de El Eco del Tandil, analizado entre 1882 (año de su fundación)y 1910, y de El Imparcial de la ciudad de Azul, desde 1894 hasta 1910. Por esa razón, y debido a la importancia que tienen para este trabajo, se han incluido también diversos números de los periódicos La Democracia, La Razón y El Popular de Olavarría, y El Pueblo y Diario Nuevo de Tres Arroyos.9
En este sentido, se impone subrayar que buscamos un acercamiento a esas fuentes que nos permiten echar luz sobre la circulación de los discursos, orientados a generar una maternidad responsable, de cara a consolidar el orden social de los poblados de la campaña bonaerense.
Por otra parte, esa prensa que intervenía en sus comunidades de origen (en el tránsito de lo que Bonaudo (2005) denomina el paso de una “opinión publicada a una opinión pública”10) no se trataba ya de una prensa facciosa. Pero, si bien estaba cambiando su rol y la comunidad de lectores comenzaba a observarla como una tribuna de opinión, no dejó por ello de reproducir ideas centrales del modelo de modernidad política y social a través del cual se procuraba garantizar el orden y el progreso en la república liberal, además de definir claramente las pautas que configuraban al ciudadano ideal, diferenciadas para hombres y mujeres. Mientras que el hombre era el jefe de familia laboralmente activo sobre el que descansaba el ejercicio de las funciones cívicas, entre las que se encontraba la de sufragar, para la mujer, en cambio, se reservaba la educación con fines prácticos destinados a cumplir las tareas que por naturaleza se consideraban propias de su género: ser esposa y madre de los hijos de la república. Sobre la virtuosidad femenina se recostaba entonces el orden público y la reproducción de la comunidad de ciudadanos útiles a la patria. Es así que esta prensa mostraba algunas ambivalencias respecto de su independencia de opinión.11 Los órganos periodísticos estudiados difundían un discurso que se pretendía a todas luces “independiente”, pero que estuvo en clara sintonía con ese ideal de orden social que sentaba sus principios de estabilidad en un modelo de familia y de comportamiento femenino.12
De modo que, tras presentar las preocupaciones en torno a la construcción de la feminidad y la importancia que la insistencia en el rol materno adquirió a fines del siglo XIX en múltiples discursos, buscamos dar cuenta de cómo tales inquietudes se colaron en nuestro espacio de estudio a través de la prensa consultada. La maternidad, la salud familiar, el papel de la madre en el seno del hogar, la importancia de recurrir al médico para atender la salud de los niños y la lactancia materna, serán algunos de los temas con los que el lector se encontrará a lo largo de las páginas que siguen.
La maternidad: un nuevo discurso para legitimar una situación tradicional
El higienismo médico tuvo una gran expansión en nuestro período de estudio, y preocupado fundamentalmente por el desarrollo de epidemias, apuntaba al mejoramiento de la salud pública.13 Hacia fines del siglo XIX sus actuaciones parecieron tomar más fuerza, al calor de las nuevas problemáticas sociales que surgían y que eran interpretadas en clave orgánica, al considerarse que los problemas de la salud de las personas eran también una cuestión de “salud social” al que se debía atender. Así, los médicos colaboraron activamente en el diseño de elementos de control, que tenían al niño y a la mujer como protagonistas, considerándolos dos seres de psicología inferior que era fundamental encauzar, en especial los pertenecientes a las clases populares.14
De este modo, se reforzó la idea de que el rol “natural” de la mujer era la maternidad, entendida como un mandato definido por sus rasgos biológicos, recayendo sobre ella la responsabilidad de proteger la salud de los integrantes de la familia. La preocupación por las responsabilidades maternas, y los discursos producidos en consecuencia, se vieron acentuados a raíz del daño familiar que se creía podían causar las nuevas posibilidades de trabajo fuera del hogar, que se incrementaron a fines del siglo XIX, a lo que contribuyó la cantidad de niños que poblaban los espacios urbanos, fueran abandonados o trabajadores de oficios callejeros.15 Si bien no se trataba de situaciones nuevas, fue a fines del siglo XIX, en el marco del crecimiento económico y la consolidación del Estado, cuando adquirió otras dimensiones en un contexto en el que los discursos dominantes de la época hablaban de los niños como el futuro de la nación. De allí que se tornara fundamental guiar su comportamiento para evitar la caída en la delincuencia y en la peligrosidad que podrían representar para la sociedad. La familia se consideraba la célula básica a través de la cual se construiría la nacionalidad y en ella el papel de la madre aparecía como central no sólo para dar a luz a los futuros ciudadanos, sino para cuidarlos adecuadamente. En este sentido, el trabajo femenino era visto como un síntoma de peligro que podía derivar en el abandono infantil, al que se debía atender por constituir una amenaza social potencial.
Era fundamental una nueva definición de la maternidad que viniera a resolver estos problemas. A esto se abocaron los funcionarios argentinos (entre ellos muchos médicos), quienes por medio de diversas campañas buscaron promover una maternidad responsable atendiendo así a la problemática que, lejos de ser exclusiva de los grandes conglomerados urbanos como Buenos Aires y Rosario, afectaba también a los pueblos del interior bonaerense como los que nos ocupan. La prensa local representó una herramienta fundamental en aras de la difusión de las “campañas” de moralización de la vida privada. Tal como plantea Nari (1996), esos discursos intentaron modificar hábitos, comportamientos, valores y hasta sentimientos de las mujeres hacia sus hijos. A partir de este nuevo ideal, ser mujer terminó confundiéndose con ser madre.
No obstante, debemos ser cuidadosos al momento de hacer afirmaciones respecto de los resultados de tales intentos, ya que si bien de acuerdo con lo sugerido por la autora citada es posible que tal profusión discursiva haya logrado cambios en la relación madre-hijo, las características familiares de los espacios fronterizos (donde eran elevadas las tasas de hijos ilegítimos, concubinatos, familias ensambladas, etc.), así como la insistencia del discurso, nos habla de una transformación incompleta. Tal prédica discursiva se pretendió instalar sobre unas comunidades que tenían sus propias prácticas, costumbres y valores acerca de la maternidad y la vida familiar.
Como ha sostenido Moreno (2004), la familia no es una unidad inmóvil, sino en constante cambio, lo que no debe hacernos pensar en un único modelo de convivencia doméstica y de hogar, sino mas bien en su diversidad, patrón que desde la época colonial ha persistido acompañando las transformaciones sufridas por la sociedad, la economía y la política en el espacio rioplatense a lo largo de todo el siglo XIX. Tal es así, que en la zona pampeana habría ido en aumento el número de uniones de hecho y de nacimientos ilegítimos, a pesar del incremento de la prédica para reforzar un tipo de unión y de familia específica: aquella legalmente constituida. Tal situación, según el autor, se explicaría por las circunstancias de la zona pampeana:
“con su frontera en continuo movimiento, con sus milicias, estancieros, campesinos, peones, indios, esclavos, pulperos, habría creado un escenario en el que los hombres y las mujeres no necesitaron de los rituales … para entablar relaciones (duraderas o esporádicas) desde muy jóvenes” (Moreno, 2004, p. 104).
Es decir que podríamos explicar el aumento de la ilegitimidad en los nacimientos en la zona bonaerense durante el siglo XIX, como consecuencia de la movilidad social y espacial propias de una región de frontera donde las migraciones y las oportunidades de progreso económico eran moneda corriente en un contexto de expansión.
Claro que, como bien puntualiza Mayo (2004), el hecho de que la unión religiosa no fuera imprescindible para entablar pareja no significa un total desinterés por este ritual. Más bien tiene que ver con una mayor flexibilidad a la hora de iniciar relaciones, formar una familia y tener hijos. Estos aspectos, en espacios como los estudiados en este artículo, de alta movilidad espacial, social y poblacional durante el período aquí trabajado16, ayudan a explicar la importancia de un discurso que no sólo era relevante en la cosmopolita Buenos Aires, sino también en estas áreas donde el refuerzo de la maternidad responsable formaba parte del intento por transformar patrones familiares y de convivencia de largo arraigo.
La prensa: un observatorio desde el cual estudiar la circulación de los discursos
1-Los médicos y el comportamiento femenino
Hubo algunos medios claves a través de los cuales la voz autorizada de los médicos podía hacerse oír. A medida que su profesión se fue consolidando como tal, esencialmente hacia fines del siglo XIX, ellos tuvieron un papel de central importancia en las diversas instituciones estatales que se fueron creando al calor de las transformaciones de la época, así como de su participación en el escenario político (González Leandri, 1999). Cabe señalar que muchos médicos formaron parte de diversas reparticiones estatales que se conformaron en el período con el fin de extender la trasformación de las pautas de comportamiento moral e higiénico. Entre ellos, el caso de Ramos Mejía resulta muy interesante, por su participación en múltiples instituciones.17
Pero por otro lado, no era menor el hecho de que estuvieran en contacto con los actores sociales sobre cuyos comportamientos cotidianos pretendían influir en forma personal desde su actividad profesional. Sin embargo, no debemos olvidar que, tal como plantea González Leandri (1999), la visita al médico fue resistida ampliamente por la población en los primeros tiempos, y que aun en aquellos sectores con cierto nivel de instrucción, era más común la recurrencia al curandero o al “inteligente”. Otro factor de no menor importancia era el económico. En general, las familias de escasos recursos, acostumbradas a resolver sus problemas de salud de forma práctica, no consultaban a un profesional y hasta resistieron enérgicamente intervenciones como la vacunación en contextos donde las epidemias asolaban. El Pueblo de Tres Arroyos nos muestra la preocupación que existía por la vacunación contra la difteria, más aún teniendo en cuenta que se había sufrido una epidemia no hacía demasiado tiempo. Por esta razón la municipalidad obligaba a la vacunación por decreto, conociendo las reticencias típicas del caso. Así, se dispuso que los padres o guardadores de niños debieran concurrir a la Casa Municipal donde se practicaría la vacunación, so pena de sufrir multa o arresto.18 La Democracia de Olavarría, por su parte, decía años más tarde: “Las madres no deben esperar que lo hijos enfermen gravemente para someterlos a la asistencia médica”, y particularmente al referirse a la lactancia materna, agregaba que “si no tienen leche suficiente para criarlos al pecho, el médico es la única persona que debe dirigir su alimentación”.19
En tal sentido, el reclamo de la consulta al médico era constante y se prolongó en el tiempo y en las diferentes publicaciones consultadas. Tal es así que La Razón de Olavarría creía encontrar, en la reticencia de las personas a vacunarse contra la viruela, un signo de lo lejos que se estaba de la civilización aun avanzada la primera década del siglo XX. La nota comentaba que las personas se negaban aludiendo que no existía una ley que los obligara a vacunarse, actitud en la que el periódico encontraba un signo de incivilidad, habida cuenta de la importancia que revestía la prevención de la enfermedad.20
En este sentido, la prensa adquiere relevancia al conformarse en un medio alternativo fundamental para dirigir ese discurso. Por su intermedio se reproducían las ideas de los médicos y de la elite gobernante y se propulsó la intervención en el seno familiar a través de la difusión de nuevas reglas de higiene y saneamiento de la vida en el hogar, y el refuerzo de un ideal de mujer y de madre responsable por la salud de los hijos en el que se depositaron las esperanzas de regeneración de una sociedad que algunos sectores percibían en crisis.
A través de la publicación de una serie de artículos, las fuentes locales a las que hemos tenido acceso insistían en el valor de la vida familiar, la importancia de la educación y el papel que a la madre le correspondía al respecto.
2- Formas de vida familiar “correcta”
En la matriz discursiva acerca de la vida familiar “indicada” como arquetípica, el mandato de la maternidad estaba fuertemente asociado al del matrimonio. De un buen matrimonio dependía una familia que pudiera cumplir con los requisitos considerados “ideales”. Como plantea Sarlo (2000), éste era el fin de un camino, de un itinerario ideal en la vida de la mujer, razón por la cual se ponía énfasis tal como muestran las fuentes en aleccionar acerca de cómo ser una buena esposa, que de acuerdo a la opinión manifestada por La Razón, se trataba de una especie que no abundaba. Para esta publicación, si bien del matrimonio dependía la felicidad, sostenía que “(…) desgraciadamente la mayoría de las mujeres (…) sustituyen muchas de ellas una petición tan justa por la de encontrar marido”.21
El periódico ponía de manifiesto que en la mayoría de los casos las mujeres, dada su “natural coquetería e irreflexión”, confundían el matrimonio con vestir un traje blanco y tener quien les comprara joyas y alhajas que habrían de lucir en las reuniones sociales. Entre otras apreciaciones culminaba diciendo que, en definitiva, lo que las mujeres buscaban era, más que ser buenas esposas, escapar del temido tópico de solteronas.
En otros casos, los periódicos locales se hacían eco de notas o sucesos que ocurrían en otros lugares del mundo, como El Popular de Olavarría, que se refería a una escuela de Estados Unidos llamada “Para Novias”, donde las damas que eran admitidas recibían a través de conferencias, múltiples enseñanzas acerca de
“cómo se puede realizar en la forma más ideal una armónica vida común, cómo deben juzgarse y tratarse los caracteres, temperamentos y el trabajo profesional de los hombres, cuáles son sus deberes y derechos en sentido material, con especial consideración a la economía y a las exigencias del lujo”.22
En estas consideraciones no quedaban exentos el amor, cuidado y educación de los niños.
Decía El Imparcial de la ciudad de Azul que la vida de la mujer debía centrarse en el amor que “empieza por el amor puro, inmaterial … después, a la vista de un hombre que le es simpático … el amante conviertese entonces para ella en esposo”. Si hasta aquí hemos visto la difusión de un ideal de mujer pura, cuyo centro en la vida es el amor, que va transformándose al crecer de la mano del hombre que será luego su esposo, el artículo terminaba por reforzar el camino de la mujer hacia la maternidad, su función por excelencia: “todas las madres dignas, las que lo sacrifican todo por sus hijos, que no sirven más que para ellos, que apuran por ellos todas las privaciones, todos los martirios, serán siempre augustas”.23 Matrimonio y familia debían conducir a un ideal de esposa, pero sobre todo de mujer y de madre. Una vida familiar armoniosa se proyectaría así sobre una sociedad ordenada.
En tal sentido, en algunos artículos se resaltaba la importancia central que tenía la figura de la madre dentro de la familia y también para la sociedad. Según se consignaba, “La madre es la que constituye la familia, el amor filial, la unión y la armonía”.24 Decía otra nota refiriéndose a las madres: “¡Cuánta abnegación!, ¡Cuánto amor representan!, cuando todos nos abandonan … ella está siempre con nosotros amándonos, consolándonos”.25 Nada había para una madre (o nada debía haber) más importante que su hijo: “Desde el momento en que la mujer siente … que va a ser madre … se olvida de sí misma para pensar tan solo en el alma que bulle en sus entrañas”.26
La idea que se reiteraba a lo largo del período analizado era la de la madre como el ser que siempre estaba y debía estar con los hijos, los cuidaba y los guiaba. Cabe subrayar que en esos textos observamos también una clara intención de resaltar la función de la mujer como educadora de los hijos y la importancia que esto tenía para la sociedad.
3- La educación de la mujer para el hogar y la maternidad
En estrecha relación con lo anterior, se pretendía además inculcarle un conjunto de hábitos de amplio espectro que incluía, por ejemplo, el uso del tiempo en el hogar para que fuera mejor aprovechado.27 Conveniente era, asimismo, que aceptara su destino y su lugar en el hogar como el más afortunado de los seres. A la mujer le había tocado quedarse en él, lejos de las preocupaciones del mundo público, del que los hombres se ocuparían, por lo que debía considerarse una afortunada: “La casa, el hogar, he aquí queridas lectoras el lugar más simpático, el recinto más agradable para la mujer bien educada”.28 Éste era el lugar indicado y las tareas domésticas la ocupación central prescripta por el discurso. Tal como se sostenía en uno de esos artículos,
“a las niñas se les debe enseñar… a cocinar, y a hacer buen pan, a fabricar camisas, a no usar cabellos postizos, a no pintarse o a usar polvos de arroz, a usar zapatos cómodos y de tacón ancho, a lavar y a planchar, a hacer vestidos, a fijarse sólo en uno para marido”.29
Si de elocuencia se trataba, un artículo titulado “El hogar”, que publicó un periódico de Tres Arroyos, hacía hincapié en la función de la madre en el seno doméstico al que define como un templo donde ella era a la vez “educacionista y administradora”. Luego de discurrir sobre estas cuestiones finalizaba instando a la educación de la mujer para lograr hogares felices dado que “Instruyendo sus hijos, es como una madre sirve a su patria”.30
El tema de la educación de la mujer era recurrente, y también así lo expresaba La Razón de Olavarría, en relación a la necesidad de una reforma que comenzara por la escuela primaria. Al respecto planteaba que los programas deberían incluir el inculcarle a las jóvenes “la misión de la mujer”. En este sentido, se hacía referencia a la importancia de formar a la mujer desde la infancia para la maternidad ya que, decía, la ignorancia de las madres, sobre todo de las más jóvenes, era causa de males irreparables como la mortalidad infantil.31
Similar sentido tendrían otros avisos como el que advertía a las madres cómo administrar ciertos medicamentos para la cura del estómago, en relación a la participación en un congreso en París de un prestigioso especialista en el tema.32
4- Entregar a la patria hijos sanos de mente y cuerpo
Son innumerables los artículos referidos a la salud de los niños, preocupación central del período y de lo cual se hacía responsables a las madres. Así lo ponía de manifiesto uno de los tantos artículos que publicó El Eco de Tandil. “Interesa a las madres de Familia” era el título, y luego pasaba a enumerar una serie de recomendaciones acerca de la mejor manera de preservar la salud de los niños, tales como la manera correcta de lavarlos y alimentarlos. En relación a esto recomendaba la leche materna así como no usar la manta para envolver el cuerpo del hijo (costumbre arraigada para evitar supuestas deformaciones futuras), porque “mientras más libertad tenga el niño en sus movimientos, tanto más robusto y mejor formado será”.33
El Pueblo de Tres Arroyos, por su parte, depositaba en los hombros maternos la responsabilidad sobre algunas enfermedades o trastornos que podían sufrir los más pequeños. En este caso, consideraba que el exceso de cariño materno podía causar estos problemas y no se privaba de dar consejos al respecto: “es costumbre general, sobre todo en las que tienen el primer hijo, poner el niño al pecho cada vez que se le siente llorar”. Aseguraba que lo más normal era que el niño sano llorara y se agitara, y lo indicado era dejarlo hacer y no calmarlo con más alimento, ya que esto entorpecía la digestión de lo que se le había dado anteriormente.34
La lactancia no era un tema menor, sino una cuestión en la que se insistía desde diferentes discursos ya que, como plantea Nari (2004), a fines del siglo XIX y principios del XX la correcta nutrición de los niños estaba estrechamente relacionada con la preocupación por la mortalidad infantil. Los médicos insistían en la necesidad de dejar de lado la alimentación “artificial”, aquella provista por las nodrizas, y hacer prevalecer la “natural”, es decir que las madres dieran el pecho a sus hijos. Dice esta autora que “a lo largo de estos años, las batallas por la lactancia natural incorporaron la decidida preferencia, por parte de los médicos, de la lactancia materna frente a la mercenaria” (Nari, 2004, p. 119). De allí que quienes contrataban a un ama de leche comenzaron a ser consideradas como “desnaturalizadas” o “desalmadas”. Así como se trataba de mercenaria a quien vendía ese alimento y lo negaba a su hijo, se estigmatizaba como mala madre a quien prefería pagar antes que alimentar con su leche al niño.
Como señala Cowen (2009), la lactancia materna ha generado amplias discusiones y fascinación en diversos pueblos a lo largo del tiempo. La leche materna no sólo ha sido siempre recomendada como la más adecuada para el mejor y más higiénico crecimiento de los niños, lo que redundaba en una disminución de la mortalidad infantil, sino que también era fundamental para el fortalecimiento de la relación madre-hijo. Así, este autor señala que “el amamantamiento materno era considerado un deber moral y, por sobre todo, una imposición biológica” (Cowen, 2009, p. 318).
En tal sentido, la prensa no estuvo al margen de las recomendaciones específicas. Un elemento para destacar es el uso de la publicidad, herramienta en expansión que las fuentes consultadas se ocuparon de promover, en particular cuando aparecían nuevos avisos y se enfatizaba la importancia de leerlos y prestarles la debida atención. Tal fue el caso de “Lactaris”, un alimento que promocionaba La Razón de Olavarría, que en la primera plana anunciaba “Madres, lean el aviso de Lactaris”. Si bien no podemos ignorar el interés comercial que se escondía detrás de tal recomendación, la propaganda en cuestión aseveraba que tal alimento era el “único infalible para dar leche a las madres”, ya que según se explicaba restablecía rápidamente a las personas y criaturas débiles, porque “aumenta y enriquece la leche”. La foto que acompañaba el aviso parece cerrar el círculo y servir de comprobación de lo que se dice: un rollizo bebé sonríe desde una imagen ubicada en un lugar central del espacio dedicado a la propaganda en cuestión.35
Una función similar cumplía el reiterado y extenso aviso que El Popular de Olavarría publicó sobre los problemas de alimentación que afectaban especialmente a las jóvenes, en el que se advertía que las madres “debieran saber” una serie de cuestiones centradas en la alimentación de las niñas, ya que tal como se señalaba eran las más propensas a sufrir “una dolencia llamada anemia”, debida a la mala calidad y cantidad de alimentación. Esta afección sería más común entre las jóvenes cuando se encontraran en una etapa de la vida que la publicación denominaba como “la edad de los misteriosos cambios que conducen al completo desarrollo”, etapa en la que necesitarían los mayores cuidados. En este sentido, el aviso hacía referencia a la responsabilidad materna por las consecuencias de estas cuestiones, que podían incluso hasta llegar a la muerte. La mágica solución que se proponía radicaba en los efectos beneficiosos de la “Preparación de Wampole”, a base de aceite de bacalao.36 Así, desde la publicidad se insistía vehementemente sobre la necesidad de educar a las madres para garantizar el buen funcionamiento del futuro capital humano de la República.
Conclusión
Consideramos así que los discursos orientados a difundir un ideal de madre y esposa pudieron circular en espacios muy alejados de su centro de producción, como los pueblos a los que nos hemos acercado a través de la prensa local. Es en ese sentido que esas fuentes se nos presentaban como herramientas centrales para el análisis de las cuestiones propuestas en este trabajo, ya que si bien se trataba de empresas comerciales y periodísticas privadas que en muchos casos estaban transitando un camino de mutación y pretendían instalarse como órganos independientes de opinión, al mismo tiempo contribuyeron a la circulación una serie de ideas sobre el deber ser femenino, ideas instaladas a nivel nacional que se condecían con el proyecto político y social de la Generación del ’80.
A través de las páginas de la prensa local se pretendía moralizar, mediando entre el proyecto del Estado en formación y la sociedad civil. En este contexto se interpeló a la mujer otorgándole un papel de fundamental importancia: desde su no ciudadanía política, como madre (y por ende educadora) de los futuros ciudadanos de la nación, apelaron a ella con un tono de fuertes características tutelares y de concientización. Sin embargo, debemos ser cuidadosos al momento de hacer afirmaciones acerca del éxito de las fuentes estudiadas, por varios motivos.
En primer lugar, resulta poco prudente pensar en la prensa como un medio con capacidad de operación de tal magnitud como para cambiar automáticamente prácticas y valores preexistentes sobre la familia. Por otra parte, debemos señalar que la difusión por este medio estaba restringida socialmente a aquellos sectores que disponían de cierto capital cultural para acceder a su lectura. Si la preocupación se centraba especialmente en las clases populares, había como antes señalamos, un elevado número de analfabetos a los que estas fuentes no llegaban.37
Por todo lo expuesto, creemos más atinado pensar en un resultado donde primó el sincretismo entre las prácticas existentes y los valores difundidos, más que en la imposición exitosa de un modelo de mujer y madre completamente nuevo.38 En lugar de pensar el orden como el producto de un ejercicio de dominación social que dé cuenta del éxito de los mecanismos de control social ideados, en un espacio como el que se ha estudiado en este caso es posible interpretarlo no sólo como una negociación donde no estuvieron ausentes situaciones de tensión y conflicto, sino que ese ideal de orden que se difundió tenía puntos de contactos con el sustrato social local. Quienes impulsaron esas pautas moralizadoras del comportamiento femenino (en nuestro caso, los que dejaron registro de sus palabras en la prensa local), no fueron impermeables a las sensibilidades de los actores sobre los que “intervenían”, ni los sectores subalternos representaban una alteridad absoluta en relación a los nuevos marcos normativos que se intentaban “imponer” sobre ellos.
Notas
1 Este artículo forma parte de mi tesis doctoral Vida pública y asuntos privados. La presencia de las mujeres en las comunidades del centro y sudeste bonaerense. Fines del siglo XIX y principios del XX, dirigida por la Dra. Lucía Lionetti. Tandil, Universidad Nacional del Centro, 2010.
2 Instituto de Estudios Histórico Sociales, Universidad Nacional del Centro/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Correo electrónico: yolidepaz@gmail.com.
3 La cuestión social ha sido trabajada por múltiples autores, entre los que podemos mencionar a Suriano (2000) y Zi-mmermann (1995). Cabe señalar que ambos tienen posturas bien diferenciadas al momento de encarar su análisis. Zimmermann (1995) analiza la cuestión social desde su interacción con los liberales reformistas entre 1890 y 1916. Ésta es definida por el autor como el “conjunto de consecuencias sociales del proceso de inmigración masiva, urbanización e industrialización que transformó al país” (Zimmermann, 1995, pp. 11-12). El texto compilado por Suriano (2000), por su parte, busca enfocar el concepto “cuestión social” desde un significado más amplio y genérico de lo que tradicionalmente se lo ha supuesto, teniendo además en cuenta su historicidad. Así, se sostiene que, siguiendo la postura de Robert Castel (1997) “cuestión social” no es un concepto exclusivo de la sociedad capitalista e industrial y presenta sentidos diferentes de acuerdo al tipo de sociedad en que se plantea el problema. Pretende, además, ir más allá de lo que la historiografía argentina hasta el momento de la aparición de esta obra ha manifestado, al identificar la “cuestión social” como el resultado del fenómeno modernizador de fines del siglo XIX, para ver de qué manera problemas como la pobreza y el desamparo de los sectores populares fueron resueltos en otros momentos de la historia.
4 Utilizamos el término intelectual en su sentido socio-cultural (y si se quiere funcional) que atiende al intelectual vinculado, de algún modo y según el momento y el espacio que ocupaba, a las necesidades de formación social, y da cuenta de los medios a que pertenecía, de sus condiciones de producción y de su audiencia. A partir de su carácter de productores ideológicos desarrollaron una vocación proclamada de poder dar soluciones. En ese sentido, se manifestaron en nombre de la moral, de algunos valores y asumieron una actitud militante en lo político. Ver Aubert (1998).
5 La llamada Generación de 1880 estuvo conformada por un conjunto de intelectuales y políticos de diverso cuño que guió los destinos del país entre las décadas finales del siglo XIX y principios del XX y que motorizó la modernización a la que se asistió en ese período. Cabe señalar que al hablar de Generación del ’80 estamos teniendo en cuenta sus puntos de contacto, a los que nos referimos especialmente, pero sin ignorar los desacuerdos que manifestaron tanto en su discurso como en sus prácticas.
6 Sobre la cuestión del reformismo social y la influencia que tuvo el higienismo a fines del siglo XIX y principios del XX se puede ver Armus (1984; 1986); Zimmermann (1995); Álvarez (1996). Las acciones de los anarquistas en este contexto representaban un fuerte cuestionamiento al orden que se pretendía consolidar. Esta problemática ha sido estudiada por múltiples autores entre los que cabe mencionar a Suriano (2000). Un aporte más reciente a esta problemática lo encontramos en el Dossier coordinado por Suriano (2007). Ver también Falcón (1986-87).
7 Nos ocupamos aquí de las localidades bonaerenses de Azul, Olavarría, Tandil y Tres Arroyos.
8 Cabe señalar que adscribimos a un concepto de frontera tributario de aquellos estudios renovadores que resaltan lo complejo y variado de las relaciones blancos-indios, abandonando la idea de dos mundos en constante enfrentamiento. La sociedad blanca y la indígena no constituían mundos aislados y la variedad de las relaciones entabladas, que excedían lo meramente comercial, nos lleva a pensar en una frontera que no implicaba separación, sino contacto. Mandrini (1992; 1997).
9 Esta dispersión y mala conservación de las fuentes que constituyen nuestro corpus fundamental hace que podamos dar poca información acerca de los periódicos citados. Sólo en algunos casos podemos referirnos a quienes eran sus propietarios, como José María Darhanpe de El Imparcial de Azul, o Juan Montenegro de Diario Nuevo de Tres Arroyos. En otros casos, la continuidad de sus propietarios al frente de las diversas publicaciones era más variable, como sucedió con El Eco del Tandil, que fue fundado por Juan Jaca, inmigrante español del que casi nada sabemos, quien al poco tiempo lo vendió a un tal Guillermo Woodworth. Éste, a su vez, en agosto de 1886 comunicaba en las páginas de su propio periódico haberlo vendido al Dr. Eduardo Fidanza, un destacado médico de Tandil que en la década siguiente se trasladaría a Buenos Aires, quedando El Eco… en manos de Francisco Bellini por un largo período de tiempo. No podemos aportar más información en este sentido, y aún menos en relación a la tirada de éstos y otros periódicos analizados, puesto que el dato no figura en ninguno de ellos. Por otro lado, en más de una ocasión su salida a la calle no era estable, como por ejemplo sucedía con El Eco…, que en la década de 1890 tenía una frecuencia de tres a cuatro números por semana, periodicidad que no siempre era mantenida. Otra cuestión igualmente importante pero imprecisa es la relativa a la recepción que en las diferentes comunidades se hacía de este material impreso. Su mera existencia no suponía que fuera comprado, y su compra y aun lectura tampoco aseguraba la efectividad de sus discursos (en nuestro caso referidos a la maternidad, que en su mayoría formaban parte de las notas editoriales de los periódicos, muchas veces firmadas con seudónimos, lo cual no nos permite hacer afirmaciones certeras acerca de quiénes eran sus autores y mucho menos pensar que la pluma de alguna mujer se encontraba detrás de ello). No obstante, al margen de estas limitaciones, nuestro objetivo es dar cuenta de la circulación de estas publicaciones antes que de su recepción, cuestión más difícil de cuantificar con los datos que poseemos. Sólo podemos agregar a lo dicho, que el éxito de la difusión por medio de la prensa estaba restringido socialmente a aquellos sectores que disponían de cierto capital cultural para acceder a su lectura. Así, el impacto de estos discursos debe relativizarse si tenemos en cuenta las dimensiones de los pueblos estudiados y las tasas de alfabetización. Con respecto a la magnitud de estas comunidades, tomamos como referencia los datos que se desprenden del Segundo Censo Nacional de 1895, según los cuales el pueblo de Azul se ubicaba como el más poblado con poco más de 23.000 almas. Tandil, por su parte, no llegaba a los 15.000 habitantes. Olavarría contaba a la fecha del censo con 15.977 habitantes y Tres Arroyos era el que tenía la menor cantidad de habitantes con 10.423. Cabe señalar, además, que estos datos incluyen a la población de los centros urbanos así como a la de la extensa área rural circundante, en una época en que alcanzó su cenit el arribo de inmigrantes europeos. Asimismo, el Censo Nacional de 1895 consigna que la proporción de analfabetos para el conjunto de la provincia de Buenos Aires, era de 463 personas cada 1.000 habitantes, lo que representaría aproximadamente un 46% de analfabetismo en la población. En tal sentido, si tenemos en cuenta que el mismo censo registró para Olavarría 15.977 habitantes, 7.397,3 de ellos no sabían leer ni escribir. En Azul, encontramos igual situación en 10.702,2 personas, sobre un total de 213.115; en Tandil, de 14.982, 6.936, 6 tenían esta limitación; y en Tres Arroyos, de 10.428, se encontraban en iguales condiciones 4.828,1 personas. Más allá de la representatividad de estas cifras que no necesariamente reflejan el acceso real a la lectura del periódico (aun de aquellos que tenían la capacidad de poder leerlo), dan una pauta de las limitaciones para su acceso que excedían lo económico. En tal sentido, no podemos pensar que tal prensa haya sido absolutamente exitosa en su intento de difusión, al menos en el corto plazo.
10 Para más detalles sobre la prensa facciosa y sus características ver Bonaudo (2005).
11 Sobre tales tensiones entre un ideal de prensa independiente y partidaria, ver Saítta (1998). También Mauro et al. (2005). La relación entre diversos periódicos y el contexto político ha sido analizada entre otros por Sidicaro (1993); Zimmermann (1998); Prislei (2001); Alonso (1997; 2004); Llull (2005) y Da Orden y Melón Pirro (2007).
12 Subrayamos que no es nuestra intención plantear que esta prensa local haya tenido una intencionalidad de operación política explícita al respecto, ya que los artículos seleccionados formaban parte de un conjunto de informaciones y notas de interés general. Aunque su aparición es constante y se mantiene en el tiempo, creemos que tenían que ver más con la adhesión a ideas propias de un contexto mayor del que se hacían eco. Si bien cumplían la función de instalarse como difusores de ideas y discusiones de amplia circulación en la época, no se trataba de una línea editorial explicitada en ninguno de los periódicos consultados.
13 Ver Salessi (1995). Al respecto se refieren también Prieto (1996) y Álvarez (2004). Para el caso mexicano ver Agostoni (2005).
14 Sobre positivismo se pueden ver los trabajos de Terán (1986; 2000; 2008).
15 Al respecto ver Ríos y Talak (2000); Aversa (2006).
16 De los datos que se desprenden del Segundo y Tercer Censo Nacional, observamos que el crecimiento de población fue de importante magnitud en la provincia de Buenos Aires en su totalidad, con un notable impacto en el aumento de la población urbana. Así, mientras que en 1895 la población total de la provincia ascendía a 921.168 personas de las cuales 362.083 eran habitantes de las ciudades y pueblos, para 1914 de un total de 2.066.165, 1.143.099 eran de carácter urbano. La población rural por su parte también sufrió un notable aumento, aunque de proporciones menores en sentido relativo. En 1895 estaba compuesta por 559.087 personas y en 1914 la cifra ascendía a 923.066. Este impacto poblacional afectó también a los pueblos de nuestro análisis. De acuerdo al Censo Nacional de Población de 1895, Olavarría tenía un total de habitantes entre población urbana y rural de 15.977 personas, Azul 23.115, Tandil 14.982 y Tres Arroyos sólo 10.428. Para 1914, las cifras habían aumentado notablemente, contándose los habitantes de Olavarría en 27.417, Azul 32.103, Tandil 34.061 y Tres Arroyos 32.844. Además, en todos estos pueblos se observa una coincidencia con el resto de la provincia en cuanto al aumento de población urbana. Sin embargo, encontramos matices en cada uno de ellos que responden, creemos, a los diferentes ritmos de crecimiento, expansión y desarrollo que cada espacio experimentaba, tomando como referencia los censos de 1895 y 1914. Así, en Olavarría si bien creció la población urbana también lo hizo en las zonas rurales (de 3.681 pasaron a ser 6.925 los habitantes del área urbana y de 12.296 a 20.492 los de la rural). En Azul en cambio se evidencia un notable crecimiento en la urbanización y una leve disminución en la población rural (pasando la población urbana de 9.494 a 19.602, mientras que de 13.621 bajaron a 12.501 los residentes en el campo). En Tandil, el crecimiento urbano fue importante pero el rural lo acompañó en forma proporcional (de 7.088 personas a 15.774 en 1895 y de 7.894 a 18.277 en 1914). En Tres Arroyos, finalmente, encontramos un aumento tanto en los habitantes urbanos como rurales, sin bien la urbanización fue más marcada para 1914, época en que el pueblo estaba comenzando un proceso de mayor crecimiento (la población urbana ascendió de 8.725 habitantes a 20.731 y la rural de 6.608 a 12.113).
17 Ver al respecto Álvarez (2004) y Terán (2008).
18 El Pueblo, (1897, octubre 24). Cabe señalar que estas resistencias que encontró el discurso médico para poder llegar hasta los hogares de los sectores populares persistió a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. A propósito, como un modo de conseguir una mayor aproximación a la información del ambiente doméstico, se apeló a la figura de la visitadora de higiene. Ellas eran las encargadas de facilitar que esas políticas sociales pudieran materializarse buscando vencer las resistencias de los padres. Véase Billorou (2007).
19 Consultorios gratuitos para niños y escuelas de madres (1908, noviembre 8). La Democracia, cursiva en el original.
20 Varias. La vacunación (1909, agosto 22). La Razón. También Diario Nuevo, de Tres Arroyos, recomendaba meses después la vacunación contra la viruela, tras discurrir sobre medicina doméstica y la cura para otros males menores como la tos. Medicina doméstica (1909, noviembre 9). Diario Nuevo.
21 Vida social. El destino de la mujer (1907, abril 28). La Razón.
22 Variedades. Escuela para Novias (1909, diciembre 26). El Popular.
23 Variedades. La mujer y el amor (1894, septiembre 13). El Imparcial.
24 La mujer madre (1887, enero 7). El Eco del Tandil (en adelante El Eco).
25 La madre (1902, agosto 3). El Eco.
26 Artículo dedicado a las madres (1888, marzo 11). El Eco.
27 Para la mujer y el hogar. El empleo del tiempo (1900, diciembre 16). El Eco.
28 El hogar (1903, marzo 15). El Eco.
29 Oigan las madres (1909, julio 18). El Eco.
30 El Hogar (1909, julio 10). Diario Nuevo.
31 La educación de la Mujer (1903, enero 8). La Razón.
32 El especialista en Paris del estómago, sabio Dr. Bourget (1900, enero 16). El Imparcial.
33 Interesa a las madres de familia (1883, diciembre 18). El Eco.
34 A las madres (1895, septiembre 15). El Pueblo.
35 La Razón, (1905, abril 13). Cabe señalar que durante largo tiempo y en sucesivos números nos encontramos con el mismo aviso. Ver La Razón (1905, abril 29; mayo 13; julio 18), entre otros.
36 En tal sentido se reiteraba también la peligrosidad que revestían para la mortalidad infantil las enfermedades propias de la época estival. Un artículo advertía que “La estación más peligrosa para los niños es la del calor (…)”. Hacía referencia al hecho de la alta mortalidad infantil que se observaba durante el verano, y responsabilizaba de esto a los descuidos en los que incurrían muchas madres, por lo cual las instaba a intensificar las atenciones requeridas por los niños: “No se pasa un día sin que tengamos que lamentar descuidos imperdonables no por falta de cariño, nos apresuramos a reconocerlo pero sí por causa de preocupaciones inveteradas en las familias”. En este sentido, se insistía en la reticencia de las madres a llamar al médico, con lo cual, dice, se producía un debilitamiento importante del niño. Enfatizaba así el llamado a las madres para que, de presentarse algunos de los síntomas a que hacía referencia, no dudaran en tomar las medidas del caso (Lectura para las madres. Higiene de los niños (1888, noviembre 30). El Eco). La estación del calor, como antes comentamos, era un tema particularmente sensible para la mayoría de la prensa estudiada, en el sentido de poner sobre el tapete lo peligroso que podía resultar el surgimiento de algunas enfermedades que afectaban en especial a los niños.
37 Es por eso que debemos pensar en la importancia que adquirieron en esa difusión de valores otros canales, como la escuela o las mujeres de las clases sociales medias y altas que atendían las necesidades de los más pobres a través de las asociaciones de beneficencia locales. Esto hemos podido constatarlo en de Paz Trueba (2007a; 2007b). Sobre la acción de la escuela ver Lionetti (2007).
38 Acerca de las normas y los intentos de control así como de las tensiones sociales que generaron y de las negociaciones que los sujetos involucrados (particularmente las mujeres), pusieron de manifiesto, nos hemos referido en de Paz Trueba (2006; 2008a; 2008b; 2008c).
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Fecha de recepción de originales: 18/06/2010.
Fecha de aceptación para publicación: 25/03/2011.