RESEÑAS
Ana María Bach. Las voces de la experiencia. El viraje de la filosofía feminista. Buenos Aires: Biblos, 2010, 174 páginas.
Florencia Partenio
CEIL-PIETTE/CONICET
El estudio de Ana María Bach se ha propuesto lidiar con un concepto problemático. Tan reivindicado como cuestionado, el concepto de experiencia ha constituido un eje central en el debate de las ciencias sociales y humanas. En la tradición historiográfica británica marxista, el uso del concepto
de experiencia se volvió una herramienta central en aquellas miradas que buscaban recuperar la vida de quienes fueron olvidados por la historia. En el marco del desarrollo de los estudios culturales, la experiencia se convirtió en el epicentro de múltiples debates que desbordaron el ámbito británico en la década de 1970. En el caso particular de la historia de las mujeres, el interés demostrado en recuperar las narraciones del pasado -práctica medular de los grupos de autoconciencia feminista de la llamada “segunda ola”- otorgaba un rol central a la experiencia cotidiana femenina.
Considerando la “explosión de la teorización académica y política” (p. 10) en el campo del feminismo desde mediados de los años ‘70, este estudio recupera los ecos de ese contexto y se concentra en el desarrollo de la producción
feminista durante las décadas de 1980 y 1990 en el ámbito norteamericano.
Dada la centralidad de esta categoría para las ciencias sociales en general y para la filosofía feminista en particular, este libro se propone reconstruir la revalorización de la experiencia a partir de un minucioso trabajo de sistematización
teórica.
Las voces de la experiencia...de Ana María Bach es producto de la investigación
teórica realizada para su tesis de doctorado, en la cual se analiza un corpus integrado por textos publicados en su mayoría en inglés. El cuidadoso trabajo de traducción de las obras citadas es acompañado por sus correspondientes
relatos bio-bibliográficos, incluidos en el apéndice. De este modo, su libro nos presenta la producción de distintas autoras en conexión con sus orígenes,
su condición de clase, su orientación sexual, su raza, su tránsito por la formación académica, religiosa y de acuerdo a Braidotti (2000) sus propios “nomadismos”. La importancia otorgada por la autora a los relatos bio-bibliográficos
permite reconstruir las genealogías y contextualizar los recorridos teóricos
de estas feministas, sin olvidar las posibilidades que abre tomar como referencia la experiencia propia. Al mismo tiempo, recuerda la importancia que guarda esta reconstrucción, dado que permite trazar los destinos y los usos
de las teorías en sus migraciones del Norte al Sur, o bien, en sus migraciones internas. En referencia a esto último, el itinerario conceptual presentado en los capítulos del libro evidencia las tensiones, contradicciones y paradojas de los feminismos. A través de este recorrido conceptual se puede ver cómo el hecho de plantear la experiencia de las mujeres occidentales/blancas como “la” experiencia de las mujeres en general, fue puesto en cuestión por distintas expresiones del feminismo no hegemónico y poscolonial.
El libro ha sido estructurado en cuatro capítulos y un apéndice en el que se recrean una serie de cuestiones complementarias al nudo problemático, referidas al contexto de producción científica del feminismo en Norteamérica y su vinculación con las corrientes posestructuralistas y posmodernistas, así como al debate en torno a la noción de patriarcado.
Los tres primeros capítulos se organizan en función de la estrategia de distinguir las dimensiones en que las teóricas consideradas en este estudio han acentuado diferencialmente el potencial de la experiencia, ya sea en su faz psicológica, política y/o cognoscitiva. En este sentido, se analizan las tres dimensiones
de la experiencia, recordando al lector o la lectora que las mismas “están inextricablemente unidas” (p. 25).
En el primer capítulo se analiza el lugar de la experiencia en tanto conformada
y formadora de subjetividad. Para explorar esta estrecha relación la autora analiza tres puntos centrales. En el primero de ellos apela a una reconstrucción
genealógica de la historia del movimiento feminista a partir de la importancia que tuvieron las prácticas de autoconciencia o concienciación. En el segundo examina críticamente el devenir de una conciencia feminista -en términos de transformación personal- a partir de la perspectiva fenomenológica de Sandra Lee Bartky. En tanto el tercer punto considera la articulación entre experiencia, sexualidad y diferencia, a partir de las conceptualizaciones de Teresa de Lauretis.
El segundo capítulo, en el cual se plantea la relación entre experiencia y política, logra desplegar las diversas aristas de una problemática central para los estudios feministas y de género. Siguiendo el juego de posiciones entre margen y centro, Bach expone las distintas interpretaciones feministas que se proponen construir una teoría capaz de comprender las experiencias que están
en los márgenes. Desde las herramientas conceptuales provistas por las teóricas feministas afro-norteamericanas, lesbianas, chicanas y poscoloniales, este capítulo recae sobre cuestiones centrales como: el análisis de los vínculos entre las mujeres, la revalorización de las narrativas de las Otras y Otros y la intersección entre raza, clase, género y orientación sexual.
El tercer capítulo, referido a la dimensión cognoscitiva de la experiencia,
tiene su punto de partida en un posicionamiento crítico con respecto a la epistemología
tradicional, cuyos presupuestos han tendido a ignorar o marginar las experiencias femeninas en la vida cotidiana. De acuerdo con esta observación, la autora expone distintos abordajes de la epistemología feminista desde los cuales se resalta la dimensión cognoscitiva de la experiencia y se revalorizan los conocimientos cotidianos, partiendo de la afirmación de que quien conoce es alguien que está en una determinada situación, posición o circunstancia. En este punto, Bach también recorre las propuestas que algunas autoras han delineado con respecto a la pedagogía y la educación.
El último capítulo se detiene en una cuestión nodal referida a la vinculación
entre experiencia y lenguaje. En el marco del denominado “giro lingüístico” en distintos campos de estudio, se analiza el impacto del ensayo “La experiencia como prueba” publicado por primera vez en 1991 por la historiadora
norteamericana Joan W. Scott. La riqueza de este capítulo reside en el despliegue de las respuestas generadas desde la fenomenología feminista frente al cuestionamiento de la autoridad experiencial.
Finalmente y, a modo de conclusión, la autora propone una categorización
de la experiencia a partir de los aportes de las teóricas presentadas. Para ello, diseña un mapa conceptual que funciona como guía del itinerario recorrido a lo largo del libro, buscando pensar de manera articulada las tres dimensiones de dicha experiencia.
El estudio de Ana María Bach se vuelve una obra imprescindible tanto por su análisis de la producción teórica feminista como por su proyección transdisciplinar. Su propuesta ha logrado traducir una tesis de doctorado en una herramienta fundamental tanto para quienes trabajan desde los estudios de género como para aquellos/as que han explorado estas cuestiones desde otras perspectivas y campos de estudio. El libro demuestra entonces que tiene múltiples entradas, como las voces mismas de la experiencia.
Referencias bibliográficas
1. BRAIDOTTI, R. (2000). Sujetos Nómades. Buenos Aires: Paidós.
2. SCOTT, J. W. (1999). La experiencia como prueba. En N. Carbonell y M. Torras (Comp.), Feminismos Literarios. (77-112). Madrid: Arco/Libros.