DOI: http://dx.doi.org/10.19137/pys-2024-310113
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RESEÑAS
La salud como problema provincial. Políticas públicas y Estado subnacional en Córdoba, Argentina, 1930-1955.
María José Ortiz Bergia.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Biblos, 2022, pp. 167.
Gabriel Gerbaldo
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Córdoba. Instituto de Humanidades
Argentina.
ORCID https://orcid.org/0000-0002-0061-1667
En la Argentina de los años noventa, ocurrieron una serie de debates públicos acerca de la introducción de las reformas de mercado impulsadas por el gobierno nacional. En aquella ocasión, existieron enormes controversias en torno a la flexibilización del mercado de trabajo, la reforma de la seguridad social y la descentralización de los servicios educativos y sanitarios, solo por nombrar algunos temas. En relación a este último, emergió una importante discusión entre actores estatales (nacionales y provinciales) y miembros de organizaciones gremiales y/o profesionales que tensionaban acerca de los alcances y límites de la transferencia de servicios de salud. Lo característico de este proceso fue lo compulsivo de la medida que presentó enormes desafíos para unas economías provinciales ajustadas por las rigideces del plan de convertibilidad. Al respecto, notables investigadores señalaron la histórica penetración territorial del Estado nacional y los posibles impactos sociales de su “alejamiento” o, más bien, su reemplazo por otros actores estatales subnacionales y/o privados. Sin embargo, la suerte de aquel proceso guardó entera relación con la constitución de los sistemas sanitarios en cada provincia argentina.
Más próximo a nuestros días, la pandemia de COVID-19 volvió a ubicar en primer plano del debate público el rol de los Estados nacionales y provinciales, en la conformación de políticas para la prevención y protección de la salud de la población. La estrategia del confinamiento nacional, como principal arma en la lucha contra el avance del virus, reavivó la disputa entre nación y provincias por los límites y alcances de las competencias en materia, sobre todo, sanitaria.
“La salud como problema provincial” es una interesante contribución que permite repensar algunas de las últimas controversias en materia sanitaria, como fueron los casos reseñados anteriormente. En ese sentido, la obra aborda los procesos de provincialización del sistema sanitario a través del caso cordobés, en la primera mitad del siglo XX. Creemos que uno de los aportes más destacables reside en su capacidad para observar la constitución de políticas sociales y multiplicar los interrogantes que, miembros de otras ciencias como la historia, la ciencia política o la sociología, puedan realizar de procesos más cercanos en el tiempo. Cabe destacar que la disputa por la sanidad pública es una cuestión del pasado y, sobre todo, del presente. Este libro abreva en dicha polémica.
La publicación ofrece una significativa contribución a los estudios preocupados por los procesos de diseño e instrumentación de políticas públicas desde la arena estatal. En ese sentido, comparte con otros autores la perspectiva de observar la problemática de la distribución del bienestar social sin otorgar un enorme peso explicativo, ni soslayar, la experiencia del peronismo histórico en las provincias. De este modo, recupera las distintas temporalidades y modalidades de articulación entre un conjunto de actores con múltiples pertenencias (que recorren desde el asociacionismo, las organizaciones gremiales hasta el ámbito estatal) que tienen en común la asistencia de la población en el cuidado de la salud en espacios extracéntricos.
Ahora bien, lo singular de esta obra radica en la capacidad de sintetizar los estudios y la trayectoria de su autora, María José Ortiz Bergia. La investigadora proviene del campo de la historia y se especializó en el estudio del Estado, los procesos de construcción de políticas públicas y la metodología de la investigación histórica. Sus preocupaciones permiten enhebrar un vínculo entre la emergencia de la cuestión social –en el marco del agotamiento del modelo agrario exportador– con la ampliación de la participación política –posibilitada por la Ley Saénz Peña– que supuso nuevos desafíos a las estructuras partidarias y estatales. Justamente, la autora ubica allí la génesis de una preocupación pública provincial: el interés por las condiciones materiales de vida de la población emergió en un momento histórico que planteó nuevas bases de competencia, para los actores políticos, en su lucha por el acceso al Estado. A partir de los años veinte, un conjunto heterogéneo de actores contribuyó a la provincialización de la salud pública cordobesa adquiriendo matices particulares que la identificaron hasta luego de la caída del peronismo a mediados de los años cincuenta.
En este marco, la autora desarrolló una vasta publicación de investigaciones que revisitaron la construcción de políticas sociales a través de la óptica subnacional y federal que invitan a repensar los vínculos entre Estado nacional, provincial y municipal en la primera mitad del siglo XX. En ese sentido, ha publicado los libros De Caridades y Derechos. La construcción de políticas sociales en el interior argentino. Córdoba, 1930-1943 (2009) y, en coautoría, Procesos amplios, miradas locales: una historia de Córdoba entre 1880 y 1955 (2015). Además, publicó numerosos capítulos de libros y artículos en revistas nacionales e internacionales. Sus últimos trabajos, enfocados en la dinámica sanitaria, han tendido a vislumbrar la complejidad de su objeto de estudio.
Este libro retoma algunas de sus publicaciones antecesoras y conforma una cartografía de la provincialización de la salud que incluye la conformación de las agencias estatales y sus burocracias, el campo médico cordobés, las demandas de los usuarios/ciudadanos, el clientelismo político, las organizaciones gremiales y/o profesionales, así como los debates públicos entre provincia y nación por la autoridad de la competencia sanitaria. La ambición principal de la obra radica en la multidimensionalidad del fenómeno de provincialización de la política sanitaria en Córdoba, intentando explicar la manera en que se adquirieron las capacidades y competencias para prevenir y curar a la población.
Para desentramar este complejo escenario descripto, se analizan los diferentes aspectos esenciales en el funcionamiento del sistema sanitario con la destacable particularidad de no caer en una operación que privilegie el abordaje que va desde lo nacional hacia lo local. Por el contrario, el estudio de Ortiz Bergia realiza un interesante juego de escalas que combina lo local, provincial, nacional e internacional. Así, la obra supera las lecturas provincialistas que suelen destacar las potencialidades del caso en oposición a un relato nacional. A su vez, el tipo de análisis desplegado le permite a la autora continuar con la serie de estudios que se despegan de una mirada monolítica del aparato estatal combinando diferentes temporalidades y dimensiones de análisis.
En este sentido, la propuesta analítica recupera la contingencia de los procesos históricos y, más precisamente, de la agencia de los actores. En ese sentido, el mapa descripto por Ortiz Bergia posibilita la identificación de quiénes, cuándo y cómo disputaron la responsabilidad del arte de curar. En esa puja, la historiadora relata los vaivenes de un proyecto vencedor que supo conjugar burócratas, expertos y élites políticas que se sirvieron de la política sanitaria como un recurso crítico para la conformación de carreras técnicas y políticas. De este modo, la provincialización de la competencia sanitaria fue un desenlace posible en el marco de una historia que combinó diferentes actores durante las entreguerras.
Ahora bien, la periodización adoptada corresponde a la unidad interna del fenómeno. Sin embargo, pueden identificarse dos grandes etapas. En un primer momento, en los años treinta ocurrió una ampliación de las funciones sanitarias del Estado cordobés. Luego, con el advenimiento del peronismo, se desplegaron una serie de acuerdos políticos que dotaron al aparato estatal de recursos técnicos y materiales para el despliegue de la política pública. Paralelamente, ocurre un proceso de profesionalización de las prácticas del cuidado de la salud, que se vieron acompañadas de unas expectativas crecientes de la población por su eficacia.
En ese contexto, los marcos federales fueron un escenario propicio para que las elites locales buscaran capitalizar nuevas responsabilidades que sirvieran para la construcción de sus carreras políticas. Aquí, emergió la figura del médico-político caracterizado por el multiposicionamiento en asociaciones profesionales, el Estado y, en algunos casos, el partido. Así, se reconoce en este perfil de funcionario una ventaja que permite a la administración provincial obtener el reconocimiento del campo médico a la vez que adquiría los saberes necesarios para intervenir en los problemas sanitarios de la población. La alquimia resultante facilitó a la agencia estatal en la elaboración e implementación de políticas sanitarias.
La contingencia del proceso analizado, terminó por delimitar un sistema sanitario caracterizado por su faceta asistencialista más que preventiva. Esta situación favoreció la atención de las demandas individuales de los ciudadanos/usuarios del servicio, afectando la escasa previsión de las necesidades de la salud colectiva. A su vez, la limitada autonomía administrativa es considerada por la autora como el rasgo que permite explicar la dependencia de la burocracia provincial de los espacios de producción de saberes ubicados por fuera del Estado.
En definitiva, se trata de una obra que posee un valor historiográfico propio y que, a la vez, habilita un diálogo fructífero con la bibliografía especializada. En ese sentido, posee un especial interés por encontrar puntos de contacto con lo ocurrido en otras latitudes, así como la capacidad de recuperar los interrogantes de otras investigaciones en espacios subnacionales que terminan por ampliar y complejizar el enfoque ofrecido. La investigación proporciona claves de análisis que permiten repensar la noción de un Estado central planificador en los años cincuenta del siglo XX, a partir de cómo en otros ámbitos subnacionales se gestaron previamente sistemas públicos de servicios a la población.
El último libro de Ortiz Bergia contribuye a pensar en la complejidad de la construcción de políticas públicas, en general, y las sociales, en particular. Se trata de una publicación que restituye el foco en el carácter federal de la Argentina y el tenso vínculo provincias-nación justamente cuando la coyuntura política actual renueva dicho eje conflictivo. Por estos motivos, se trata de una obra construida con rigurosidad teórica y literaria que anida en la complejidad del pasado y vuelve sobre la indeterminación de los procesos históricos reactualizando, una vez más, los interrogantes acerca de nuestro presente.
Con la Patria a cuestas. La inmigración alemana-brasileña en la Colonia Puerto Rico, Misiones.
María Cecilia Gallero.
Buenos Aires, Écocí Editores, 2022, pp. 399.
Laura Mabel Zang
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Misiones. Instituto de Estudios Sociales y Humanos.
ORCID https://orcid.org/0000-0002-5384-6654
Libro editado inicialmente en 2009 por Araucaria Editora, es producto de la investigación llevada a cabo por María Cecilia Gallero en el marco de su tesis de doctorado en Historia presentada en la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina) en 2008. En 2022, tras el agotamiento de la primera edición, salió publicada una segunda en Écocí Ediciones; en esta, la autora realizó varios cambios respecto a la versión anterior: por un lado, agregó en la introducción una explicación en torno al origen del nombre del libro; por otro lado, realizó una actualización del estado de la cuestión, correcciones de algunos datos e incorporó el acta de defensa de tesis emitida por la Universidad de Nacional de Cuyo.
Dentro de su estudio, Gallero se propuso comprender la historia migratoria de los alemanes-brasileños y la espacialidad de las relaciones sociales en la colonia Puerto Rico (situada a 130 km de Posadas, en el actual departamento Libertador General San Martín), por ser el principal escenario receptor de esta corriente migratoria en Misiones y en Argentina. El período analizado comprende desde 1919, año en que la colonización privada tuvo su origen en Puerto Rico, hasta finales de la década de 1950, cuando comenzaron a emerger ciertos “elementos modernizadores” como el desarrollo urbano de la localidad, la instalación de una cooperativa de energía, de una escuela secundaria y una radio, y la construcción de la ruta nacional N° 12.
Como migrantes transgeneracionales, los alemanes-brasileños fueron partícipes de una doble migración donde conjugaron en una primera etapa las movilidades transatlánticas y en una segunda, los desplazamientos regionales-fronterizos. A partir 1824, comenzaron a llegar desde Alemania al sur de Brasil, especialmente a los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina bajo el impulso de la Emperatriz Leopoldina, esposa del Emperador Pedro I, como un mecanismo para poblar las áreas fronterizas donde la ocupación portuguesa había fracasado. Tras casi un siglo de residencia en el país sudamericano, un importante número de ellos emigró a Misiones llevando consigo su idioma, su herencia cultural y sus tradiciones, es decir, llevaron su patria a cuestas. En este sentido, la autora señala que “los alemanes-brasileños atravesaron fronteras territoriales, pero la frontera de la identidad la mantuvieron delineada por la germaneidad [Deutschtum], la cual no se obtiene ni se compra, simplemente se hereda”. (Gallero, 2022, p. 316)
El trabajo fue organizado en seis capítulos. El primero de ellos, “Sobre Misiones y la inmigración alemana” centra su atención en los factores coyunturales que propiciaron las movilidades de los alemanes-brasileños hacia Misiones. En este sentido, parte del análisis de la historia de Misiones y su consolidación como escenario abierto a la colonización para luego estudiar la migración alemana hacia Sudamérica. Dentro de este capítulo se estudia también la configuración del habitus alemán y la conformación nacional de Alemania desde una perspectiva histórica.
El capítulo dos, contextualiza el arribo de inmigrantes alemanes-brasileños a Misiones y la consolidación en una primera etapa de un frente pionero de ocupación espontánea y, en una segunda etapa, el accionar de las compañías privadas de colonización. La autora rastrea la presencia de inmigrantes alemanes y alemanes-brasileños y el afianzamiento de una corriente de poblamiento espontánea de estos grupos desde finales del siglo XIX que fueron el punto de partida para el desarrollo posterior de un proyecto colonizador privado en Montecarlo y Puerto Rico entre 1919 y 1920. En el caso de la emigración desde Brasil de colonos alemanes, estos fueron atraídos por el accionar de dos Compañías de colonización privadas: la Compañía Colonizadora Alto Paraná y, después de 1924, la Compañía Eldorado, Colonización y Explotación de Bosques. Múltiples factores propiciaron las movilidades, aunque en ellas sobresalieron la escasez de tierras cultivables en Brasil, por un lado, y “el alineamiento de Brasil con las potencias europeas en contra de Alemania a fines de la Primera Guerra Mundial” por el otro (Gallero, 2022, pp. 81-82). En efecto, las reacciones contra el germanismo de las colonias se hicieron sentir inmediatamente por el gobierno brasileño en varios municipios, con la difusión de una intensa propaganda donde se resaltaba la importancia del dominio de la lengua portuguesa como mecanismo para mantener la unidad de la patria. Esta situación conllevó una división y, tal como lo analiza Gallero, representó un duro golpe a la identidad de estos grupos pues vieron su sentimiento nacional escindido.
Los capítulos siguientes son complementarios entre sí; de este modo, mientras el tercer capítulo –“Proceso de ocupación del espacio en la colonia Puerto Rico”– analiza la organización espacial de la colonia Puerto Rico en diferentes etapas, el cuarto –“Metamorfosis del paisaje”– centra su atención en las transformaciones paisajísticas y el impacto de las migraciones en este sentido. El primero de ellos se encuentra vertebrado a partir de la distribución y venta de tierras y su transformación en lotes cultivables, hasta el crecimiento urbano y la consolidación de distintas instituciones. De este modo, la primera etapa abarca de 1919 a 1924, período en que la Compañía Alto Paraná Culmey y Cía. atrajo inmigrantes alemanes-brasileños y alemanes hacia las colonias Puerto Rico y Montecarlo de acuerdo a un criterio religioso de distribución espacial: en la primera fueron los católicos y en la segunda los protestantes. La segunda etapa abarca de 1925 a 1949 y representa la consolidación de la colonia y la saturación de la tierra. Dentro de este período, la Compañía Eldorado Colonización y Explotación de Bosques dirigida por Adolfo Schwelm tomó a su cargo la administración de las colonias Puerto Rico, Montecarlo y Eldorado. En este período, la autora centró especial atención en las migraciones de suizos hacia el Alto Paraná, donde identificó dos etapas: la primera de ellas la situó entre 1925 y 1929 con la fundación de Santo Pipó y Oro Verde; la segunda, se consolidó hacia mediados de la década de 1930 con el establecimiento de inmigrantes de ese origen en Línea Cuchilla y San Alberto en Puerto Rico.
El proceso de poblamiento reconstruido por Gallero evidenció que los alemanes-brasileños se fueron instalando a lo largo de “líneas” o fraccionamientos principales que fueron la “materialización aplicada del modelo Waldhufen” (Gallero, 2022, p. 143). Este sistema de parcelamiento fue el empleado por los alemanes en Brasil, por lo que ya estaban familiarizados con él. Su forma alargada propició el acceso de todos los lotes al agua y la apertura de caminos facilitó la comunicación evitando el aislamiento de los inmigrantes. La existencia de estas vías de comunicación permitió la dinamización del espacio y propiciaron el crecimiento urbano que “terminaría por definir barrios, avenidas y el trazado de calles” (Gallero, 2022, p. 144) y una creciente institucionalización que caracterizó la tercera etapa (1950-1969). Desde el inicio de la colonización e inclusive durante este último período, la ocupación de las tierras fue mayoritariamente realizada por los alemanes-brasileños (casi el 64, 6%) y en menor medida por los suizos (15,7%) y alemanes (10,9%), situación que definió gran parte de las relaciones étnicas.
Los cambios suscitados de un paisaje natural con predominio del monte a uno humanizado con las explotaciones agrarias de los colonos fueron el eje de estudio del cuarto capítulo. Los alemanes-brasileños ya venían con una tradición agrícola en las colonias de Brasil y, pese a que “para ellos la adaptación fue difícil, lograron vencer las dificultades y colonizar la selva” (Gallero, 2022, p. 162). En este análisis, también fueron reconocidas diferentes etapas: entre 1909 a 1919, predominó una economía extractivista desde Puerto León y fracasó el intento colonizador inicial de San Alberto; entre 1920 a 1929 fue el periodo de la “colonización pionera” en el que lo principal fue lograr la domesticación del monte y la productividad de las chacras a partir de la diversificación de la producción; en la etapa comprendida entre 1930 a 1949 la apertura de mayores áreas de desmonte y la incorporación de más tierras a las unidades económicas de los colonos no solo estuvo orientado a la subsistencia sino también a la obtención de ganancia a partir de la venta de los excedentes; finalmente, entre 1950 y 1959, se consolidó la organización territorial y el afianzamiento urbano (etapa que coincide con la provincialización).
El capítulo cinco, titulado “La identidad alemana-brasileña”, analiza los diferentes mecanismos empleados por los inmigrantes para la preservación de su identidad étnica en sus movilidades por varios Estados, en este caso, de Brasil hacia la Argentina. En los procesos migratorios, la identidad grupal de los migrantes se torna cada vez más dinámica debido a la interacción con otros grupos definiendo quienes están dentro y quienes son los “otros”. Al interior del grupo étnico, la autora pudo identificar diferencias en la territorialización de la germaneidad que estuvieron asociadas a los lugares de procedencia –es decir, alemanes provenientes de Brasil o alemanes provenientes de Alemania– y al empleo del lenguaje –el Hochdeutsch [alto alemán] empleado por quienes provenían de Alemania y el Hunsrück [dialecto de la región del Hunsrück] utilizado por los alemanes-brasileños–. En efecto, “mientras la germaneidad fue el principal punto de unión, el dialecto se transformó en el diacrítico interno diferenciador con matices que mostraron un trasfondo de larga duración” (Gallero, 2022, p. 323). Por fuera del grupo étnico, la alteridad fue más evidente e implicó la racialización de muchas de las relaciones sociales.
El capítulo seis, “Integración, pautas matrimoniales y familia”, estudia la integración de los migrantes a la sociedad a partir de los aportes del pluralismo cultural. En el caso de los alemanes-brasileños, la germaneidad fue el factor que delimitó la etnicidad de los inmigrantes, definió solidaridades grupales y canalizó las relaciones sociales intra e interétnicas. El análisis de las pautas matrimoniales del grupo y el alto porcentaje de matrimonios endogámicos –de 83,1% entre 1928 y 1959–, permitieron señalar que en esta etapa la fusión y amalgama con la sociedad nacional no fueron tales. Los análisis de casos incorporados en este capítulo admiten lograr un acercamiento desde la microhistoria de los vínculos y las relaciones familiares que corresponden con expresiones de una “germaneidad viva”. De este modo, en el primer caso –caso A: La familia Freiberger– la autora pudo analizar la organización familiar y las distintas dimensiones prácticas del parentesco; en tanto en el segundo caso –caso B: La Vogelfest, una tradición familiar– contempla la importancia de una fiesta familiar que aglutina a los descendientes de la familia Vogel en la consolidación de la identidad étnica.
El libro reseñado es un aporte central en el campo de las migraciones internacionales y en el proceso de poblamiento de Misiones. Desde una perspectiva histórica, la investigación de Gallero se sirvió de un abordaje interdisciplinario –con aportes de la antropología, la geografía y la lingüística– que permitieron ahondar en la complejidad del fenómeno migratorio, en las relaciones gestadas al interior del grupo étnico y por fuera del mismo y en los mecanismos desplegados para mantener su identidad étnica, entre otros. En cuanto a la metodología, el análisis de diferentes fuentes –provenientes de archivos oficiales y de archivos particulares–, de memorias dejadas por los inmigrantes y la realización de entrevistas fueron centrales para la presente investigación. Finalmente, la autora supo conjugar múltiples escalas de análisis, desde abordajes macro fundamentales para comprender los factores estructurales que propiciaron las movilidades del grupo migratorio, a los abordajes micro y estudios de caso, donde se pudieron ahondar en los vínculos entre los inmigrantes, los mecanismos desplegados para la permanencia y resignificación de la identidad étnica y las relaciones con otros grupos étnicos.
¿Quién es el padre? La pregunta por la identidad paterna a lo largo de la historia.
Nara Milanich.
Buenos Aires, Siglo XXI, 2023, pp. 352.
María Teresa Brachetta
Universidad Nacional de Cuyo. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
ORCID https://orcid.org/orcid-search/search?searchQuery=0000-0003-1664-0793
email: mabrachetta@gmail.com
La ligazón entre ciencia y política ha movilizado debates recurrentes sobre las formas de cooperación o dependencia que se pueden suscitar entre ambas. Con frecuencia, a lo largo de la historia tenemos evidencias de intentos y experiencias de colonización de una por otra apelando a discursos empeñados en encubrir esa operación. En qué momento la ciencia se vuelve instrumento de la política, o viceversa, ha sido y sigue siendo un claro objeto de controversias. Qué tan importante resulta esta cuestión para la vida cotidiana de la sociedad y de las familias, podemos entreverlo en el libro de la historiadora Nara Milanich “¿Quién es el padre? La pregunta por la identidad paterna a lo largo de la historia”, en el cual la autora norteamericana –que vivió varios años en Chile y Brasil– nos propone un recorrido por lo que ella denomina la historia de la “paternidad moderna”, o para ponerlo muy simple, los múltiples y diversos experimentos de la ciencia por descubrir patrones que pudieran determinar la filiación biológica paterna hasta arribar a la era del ADN.
Según explica Milanich, la obsesiva pregunta por la identidad paterna viene de lejos. Por caso, ya Hipócrates manifestaba la utilidad del parecido físico para identificar al padre. A lo largo de siglos otros tantos “sabios”, biólogos y científicos buscaron afanosamente algunos patrones que permitieran descorrer “el velo impenetrable” con que la naturaleza parecía cubrir esa relación. Mientras la identidad de la madre se consideraba evidente y podía conocerse por el hecho mismo del parto, la del padre siempre fue desesperadamente incierta. El desvelo no se reducía al ámbito privado. Por el contrario, exhibía la inextricable vinculación de la cuestión de la filiación paterna con el ámbito de lo público y con la política. Como bien lo ha mostrado la literatura y la teoría social –desde Shakespeare al melodrama popular, o los escritos de Engels y Freud– la pregunta por la filiación paterna fue objeto, tanto de inquietud existencial, afectiva, individual, como de intereses prácticos, de parentesco, patrimoniales, hasta de distinciones raciales. Estas últimas cuestiones han resultado medulares para los estados nación modernos y las formas de reconocimiento de la ciudadanía. Hasta comienzos del siglo XX el derecho se había erigido como árbitro privilegiado definiendo reglas sobre la paternidad que siempre estuvieron de acuerdo con el diseño social y las ideas políticas imperantes en el contexto. En el siglo XIX, la preocupación por otorgar solidez a la arquitectura social burguesa, el fortalecimiento del patriarcado y la familia, inspiraron las normas del derecho napoleónico que se extendió y fue funcional a las sociedades coloniales –en las cuales el mestizaje y los hijos ilegítimos fueron regla–, estableciendo que era el hombre quien tenía la potestad de reconocimiento de la paternidad. Fiel a las ideas liberales, otorgaba a los hombres la capacidad de decidir y, en consecuencia, castigaba a la mujer responsable de engendrar hijos fuera del matrimonio. La norma privilegiaba el cálculo moral y económico tensionando los intentos sistemáticos de la ortodoxia científica moderna obsesionada con la herencia biológica. Predominaba por entonces lo que podría denominarse una “paternidad social” por encima de un reconocimiento biológico –aunque en ocasiones evidente– pero imposible de probar.
Va a ser ya entrado el siglo XX cuando la pregunta ancestral adquiere nuevos giros, en el momento en que la controversia sobre la filiación paterna –al paso de un conjunto de novedades que introduce la modernización- comienza a invadir los estrados judiciales y convoca a nuevos actores decisivos: los científicos y la prensa. Hasta entonces, la incerteza biológica había sido reglada por normas que cambiaron a lo largo del tiempo y que no fueron uniformes en las diferentes sociedades. Esto prueba que la identidad paterna tiene una historia y a este enfoque apela Milanich para mostrar que la paternidad no solo preocupó a la biología, sino que tiene una historia en donde el Estado, la ciencia y los medios de comunicación han desempeñado un papel específico. La expectativa de que la identidad biológica paterna podía probarse empíricamente nutre de sentido al ideario científico hegemónico de principios de siglo pasado, entrando en diálogo con la eugenesia y la ciencia racial, pero también ofrece argumentos a motivos feministas o a las élites estatales que han empezado a entrever los peligros de las migraciones masivas y el cosmopolitismo. La audaz estrategia narrativa que elige la autora para introducirnos en esa historia se inicia con el caso de la demanda de paternidad que Joan Berry –una joven norteamericana de 23 años y aspirante a actriz– le presenta al ya veterano Charlie Chaplin por el reconocimiento de la responsabilidad de su embarazo, que a lo largo del juicio se convertirá en una adorable bebé pelirroja. Por algo más de dos años, con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial y los condimentos de escándalo de una prensa ávida de atraer públicos y multiplicar ventas, se prolongó un litigio que la autora descubre emblemático para pensar la controversia en cuestión. Porque los análisis serológicos requeridos en el juicio (que conviene recordar llevaban más de dos décadas de experimentación reconocida) refutan la filiación biológica de Chaplin con la pequeña. No obstante, el jurado –fuertemente instado por el juez de la causa– dictamina la responsabilidad paterna al célebre actor. ¿Qué es lo que había estado en juego allí para tal pronunciamiento? Al parecer, con la demanda de Joan Berry emergía también el interés que la sociedad y el Estado tenían sobre la definición de la identidad y el futuro de la niña. Cuestión que no era nada novedosa y que la relativa certeza de las pruebas serológicas –como se demostraría más tarde– no podían saldar.
Siguiendo la misma estrategia narrativa, en sucesivos capítulos, Milanich nos lleva a diversos países a ambos lados del Atlántico –Argentina, Brasil, EE.UU., Italia, Alemania– para ponernos al tanto de casos judiciales de la primera mitad del siglo, en los cuales la pregunta por la filiación convoca la opinión de científicos responsables de experimentos tan diversos como estrafalarios, cuya pseudo-cientificidad, en muchos de ellos, se advertirá con el paso del tiempo. De esta manera, nos permite conocer la variedad de ramificaciones que la controversia por la identidad pone a prueba, dando cuenta del carácter transnacional de una historia que testimonia la profusa circulación de ideas y cooperación científica que suscitaba la pregunta paterna. Al mismo tiempo, demuestra que la ciencia de la paternidad no tuvo, por entonces, ni centros ni periferias nítidos. El ejercicio comparativo le permite además capturar similitudes globales y variantes locales en las respuestas de las sociedades a los casos en controversia. A lo largo de cada uno de los capítulos podemos asistir a demandas por reclamo de paternidad, a juicios por sospechas de cambios de bebés en maternidades de hospitales, a litigios por la recuperación de identidad de víctimas de la guerra, a indagación de orígenes familiares para determinar filiaciones a partir de leyes racialistas, y a distintos recursos y procedimientos que adoptan las oficinas de control migratorio para impugnar reclamos de ciudadanía en el marco de la seguridad que impone la Guerra Fría. Y es a través de cada uno de los casos, que podemos conocer experimentos y personalidades, como así también instituciones y aparatos burocráticos involucrados en esos experimentos. Los análisis serológicos, las medidas antropométricas, el parecido físico, las huellas dactilares, la conformación odontológica, compiten por constituirse en los patrones de identificación de la filiación y vuelven célebres y populares -expansión de la prensa mediante– a bioquímicos, antropólogos, odontólogos, que, en asociación con médicos forenses, se convierten en protagonistas de la definición de las identidades en las controversias judiciales.
Si cada uno de los casos presentados fascina por las propias historias familiares de individuos de carne y hueso, también lo hace porque devela los mecanismos y las relaciones sociales y de poder que juegan en diferentes contextos. Pero también porque vemos que la presunta potencia que parece atribuírsele a la “evidencia empírica” encalla sucesivamente y recuerda que la radical ambigüedad de la pregunta “quién es tu papá” dispara interrogantes que finalmente, no admiten una exclusiva respuesta biológica. Sea el caso de los hijos de un próspero inmigrante italiano en Argentina que reclaman participar de la herencia de un padre fallecido repentinamente y que nunca los reconoció legalmente –a pesar de estar integrados a la convivencia familiar– y que contra toda pretendida evidencia científica que los excluye como hijos “naturales” ganan la pulseada judicial y obtienen la legitimidad que el padre no les había reconocido. Sea el caso en que un médico psiquiatra en la Alemania nazi –amenazado por las leyes de Nuremberg de 1935– ensaya inteligentes estrategias de resistencia frente a la pseudociencia racial para liberarse de la sospecha policial sobre su posible ascendencia judía, y con ello la discriminación, la pérdida de su estatus social y la derivación al pogromo y a la muerte segura de él y sus hijas. O las estrategias de los migrantes chinos con ciudadanía norteamericana por obtener el reconocimiento de ese derecho para sus hijos frente a las resistencias de las oficinas de migración norteamericana para frenar la creciente demanda y la migración china en el contexto de la Guerra Fría. Sólo por nombrar tres, entre otros varios, que atrapan no sólo por la densidad del relato que prefigura el entramado entre la historia personal, familiar y política, sino porque revelan los usos estratégicos que los actores hacen de adversas reglas para enfrentarlas. Y que dan cuenta al mismo tiempo, que la ciencia no fue el actor protagónico en el giro decisivo que experimenta la paternidad en el siglo XX, sino que compartió cartel con el Estado y los medios de comunicación masivos, a juicio de la autora “los tres padres de la paternidad moderna”.
En el recorrido, se advierte que en el siglo XX la proliferación de nuevos métodos fue acelerada y variada, al tiempo que las evidencias siempre dejaban resquicio a la duda. No obstante, esa propagación rápida da cuenta del cambio en la manera de pensar la paternidad –de un hecho inabordable de la naturaleza, a un hecho empírico que puede ser descubierto–. Esta representación, en consecuencia, tornaba posible y excitaba la búsqueda de análisis y métodos para detectarla. Y, aunque en su origen, los científicos buscaran resultados prácticos para resolver enigmas de parentesco en cuerpos individuales –el de la madre, el hijo y el padre putativo–, más temprano que tarde, la ciencia de la paternidad se va a convertir en la inspiración y el instrumento de proyectos colectivos más tenebrosos vinculados a la eugenesia y el racialismo. La transferencia entre experimentos de uno y otro lado se hace por momentos indistinguible convirtiendo –paradójicamente– en víctimas a eminentes científicos del campo. Asimismo, dispara contrasentidos en la dimensión de género: mientras ofrece posibilidades a las mujeres de emprender reclamos de paternidad, sirve a los hombres como instrumento para defenderse de denuncias falsas y de “la tiranía de la mujer moderna” exacerbada para muchos, por su ingreso al mercado y sus crecientes libertades sociales y sexuales.
Esta historia de la identidad paterna –un segmento central de la historia global de la ciencia– que nos ofrece Nara Milanich sorprende por el cuantioso y variado caudal de fuentes y archivos consultados. No vamos a extendernos en este punto. También elocuente es la manera en que articula su erudición con un relato y un planteo capaz de seducir a cualquier lector común y a un público más amplio. Porque la autora exhibe con fluidez y claridad la excitación y la intensidad que la pregunta por la identidad paterna provocó a lo largo del siglo XX y sigue provocando de forma vigorizada desde los años ochenta por los descubrimientos de las tecnologías del ADN. Y nos muestra la manera en que la novedad científica no viene a clausurar esa excitación sino a expandirla provocando originales y paradójicos efectos. En sus palabras: “los espectaculares avances de la era del ADN no han resuelto las tensiones y ambigüedades que introdujo la paternidad moderna hace casi un siglo. El padre sigue siendo tan profundamente cuestionado y por cierto tan elusivo como siempre”. Es que la creciente y fácil accesibilidad a un mercado de pruebas ha activado tanto el interés de sujetos y las familias frente a enigmas latentes, como a los Estados y a las políticas públicas. En tiempos de la crisis del bienestar, del desplome del matrimonio legal, de altas tasas de nacimientos extramaritales y de la tendencia creciente de mujeres pobres jefas de hogar, la cuestión de la paternidad responsable crea expectativas de mitigar problemas sociales. Mientras feministas y activistas de los derechos de los niños la consideran una ventaja para la igualdad de género y el bienestar infantil, provee de un argumento para el fortalecimiento de la familia y la promoción de la responsabilidad individual a gobiernos conservadores e iglesias tradicionales. Y en la polémica cuestión de la seguridad nacional, pone en manos de los Estados una herramienta potente que exacerba los controles migratorios y las tensiones con los desplazados en un mundo en guerra.
En Argentina las tecnologías genéticas introdujeron un instrumento decisivo para abordar el drama de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar. A instancias de ese descubrimiento se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos que ha permitido identificar –y resulta una reserva para el futuro– nietos apropiados de padres desaparecidos. El “derecho a la identidad” en términos biogenéticos que sostienen las abuelas de Plaza de Mayo ha sido incorporado en la Convención de las Naciones sobre los Derechos del Niño de 1989.
La accesibilidad de las pruebas ha creado un lucrativo mercado globalizado que se propaga por internet y llega hasta la góndola de la farmacia. Las unidades de laboratorios móviles ocupan diariamente el paisaje de ciudades de EE.UU., quizás el mercado más grande y demandante del servicio. A la par, instituciones y estados observan con preocupación y reservas los desbordes y efectos perversos de un mercado no regulado. En Francia, el Estado afirma su prerrogativa y restringe las pruebas de paternidad privada con el objeto de proteger la relación padre-hijo y preservar información que podría resultar perjudicial si es expuesta a la manipulación indiscriminada. Y qué decir de las controversias que suscita en el campo de la reproducción asistida. O su impacto en la construcción de relatos que reversionan contenidos y tramas en los tradicionales y más modernos géneros televisivos. Los talks-shows y las miniseries exhiben las nuevas formas de melodrama y prueban que el tópico de la identidad perdida y encontrada sigue fascinando amplios públicos, restituyendo la tensión entre la paternidad social y la biológica y también la obsesión y la pregunta por el parentesco, la herencia o la raza.
En el epílogo del libro, la autora se encarga de demostrar la vigencia del problema en torno a la paternidad. No se puede sostener inequívocamente que el padre biológico emerge triunfante para cerrar el capítulo de la paternidad moderna, aun frente al éxito de las nuevas tecnologías, del uso a escala que hacen de ellas consumidores y Estados, así como de su presencia en los medios y en la cultura popular. Finalmente, el padre biogenético no se ha vuelto hegemónico, las antiguas figuras sociales de la filiación paterna sobreviven en el derecho de familia. Por caso, en los EE.UU. perviven tan presentes como lo estuvieron en el caso Chaplin. Y aunque esto varíe en cada Estado, la autora insiste en hacernos notar la persistencia de una lógica social que no se disuelve frente a la evidencia biológica. En consecuencia, la pregunta recurrente sobre la naturaleza de la relación filial sigue sin tener una respuesta unívoca y, según las representaciones culturales diferenciadas, sigue dependiendo del caso y del contexto. Tampoco entraña políticas necesarias: puede servir a los Estados a los fines de una ideología racial, de la privatización del bienestar o a cuestiones de seguridad nacional. Dispensar argumentos a activistas de los derechos humanos como las Abuelas de Plaza de Mayo, o a defensores de los derechos de las infancias. Y puede ser contradictoriamente instrumentada en el campo de los derechos de género. Para muestra de la contingencia que caracteriza la cuestión basta recordar la reciente campaña electoral en el país y el efecto que suscitara la propuesta de una candidata –hoy diputada– sobre la posibilidad de otorgar a los varones el derecho a renunciar a la paternidad si esta no hubiera sido deseada.
Las ambigüedades, la mercantilización y las sórdidas asociaciones que provoca en la actualidad la controversia paterna puede hacernos olvidar que ha sido un tema de un formidable vigor intelectual y motor pertinaz de la historia humana, nos recuerda Nara Milanich. Las espectaculares profecías que auguraban el fin de la incertidumbre no se cumplieron. La búsqueda del padre tiene por delante multitud de preguntas que la tecnología es incapaz de resolver y que tal vez, como se pregunta finalmente la autora, no dependa de una respuesta empírica a la pregunta de ¿quién es el padre? sino de una cuestión normativa, definida por las intenciones, los deseos, los intereses de ¿Quién queremos que sea?