DOI: http://dx.doi.org/10.19137/pys-2024-310111


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ARTÍCULOS

Los jóvenes banda frente al proceso de producción social del hábitat de ciudad Nezahualcóyotl, México (1980-1999)

Banda Youngsters facing the process of social production of habitat in the city of Netzahualcoyotl, Mexico (1980-1999) 

Diego Alberto Rodríguez Torres 

Maestrando en Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, México. darodriguezt@colmex.mx

ORCID https://orcid.org/0009-0000-0511-5470

Omar Alejandro Villeda Villafaña 

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México, México. omar.villeda@zaragoza.unam.mx

ORCID https://orcid.org/0009-0001-7229-6205

Recibido: 13/09/2023 - Aceptado: 05/02/2024

Resumen

El caso de estudio se desarrolla en el municipio de Nezahualcóyotl, México, durante las décadas de los ochentas y noventas del siglo XX, caracterizado por el estallido cultural de los Chavos Banda. Para conocer la influencia de este movimiento en la producción social del hábitat del municipio se realizaron ocho entrevistas a exintegrantes de algunas bandas. Afirmamos que las prácticas culturales de los jóvenes, enmarcadas en un orden urbano, son una parte importante del proceso de producción social del hábitat en urbanizaciones populares, como el caso del municipio de Nezahualcóyotl.

Palabras clave: producción social del hábitat; Chavos Banda; orden urbano; curso de vida; Nezahualcóyotl.

Abstract

The case study takes place, in the municipality of Netzahualcoyotl, Mexico, during the 1980s and 1990s, and is characterized by the cultural emergence of the Chavos Banda. To understand the impact this movement had on the social production of habitat in the municipality, eight interviews were conducted with former members of the bands. We assert that the cultural practices of young people, framed within an urban order, are an important part of the process of social production of habitat in low-income urban developments, such as the case of the municipality of Netzahualcoyotl.

Keywords: social production of habitat; Chavos Banda; urban order; life course; Netzahualcoyotl.

Introducción

Para entender la dinámica entre el espacio y sus habitantes es necesario observar detenidamente las acciones cotidianas en nuestras ciudades. Este estudio busca precisamente revelar cómo las actividades diarias tienen el poder de transformar el entorno que habitamos.

Al poner atención en estas prácticas habituales, pretendemos acercarnos a la comprensión de procesos complejos como la producción social del hábitat (PSH). Esta modalidad de construcción urbana, emprendida muchas veces por habitantes de bajos recursos en áreas urbanas, aunque no limitada a ellos, permite a los habitantes involucrarse en la construcción de viviendas y hábitats por medio del trabajo cooperativo y autogestionado. De acuerdo con María Carla Rodríguez et al. (2007), los actores sociales que participan en este proceso mantienen el control en las etapas de producción, guiados por la lógica de la necesidad.

De la misma manera, consideramos que, al estudiar las prácticas diarias de los habitantes urbanos nos acercamos más a comprender la PSH como un proceso dinámico en lugar de verla como un producto estático y finalizado. En este sentido, resulta fundamental retomar el debate propuesto por Paula Peyloubet (2006), quien revisa un aspecto poco explorado en esta discusión: la dimensión cultural en la producción del espacio.

Nuestro interés radicó en analizar esta relación en Ciudad Nezahualcóyotl, un municipio al oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). Nos interesó particularmente explorar la cultura juvenil de los Chavos Banda, grupos que comparten una afinidad musical por el género rock. Según Carles Feixa (1999), estos grupos surgieron en entornos urbano-populares en las principales metrópolis mexicanas durante las últimas dos décadas del siglo XX, consolidándose como uno de los colectivos más influyentes en la urbe metropolitana del centro del país.

Así, el presente texto tiene por objetivo analizar cómo las prácticas diarias de los Chavos Banda influyeron en el proceso de producción social del hábitat en el municipio de Nezahualcóyotl durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado.

Para abordar esta cuestión, recurrimos a los conceptos de espacio de experiencia y horizonte de expectativa de Reinhart Koselleck (1993), herramientas teórico-metodológicas que nos permiten comprender el proceso de PSH a través de la reconstrucción narrativa de los eventos vividos por ocho exintegrantes de diversas bandas juveniles en el municipio. Estas experiencias se presentan desde la perspectiva de los años transcurridos, por lo que consideramos idóneo retomar el concepto de curso de vida de Glen H. Elder (1975) lo que nos permite enfocarnos en las biografías de los actores.

Además, nos apoyaremos en el concepto de orden urbano propuesto por Emilio Duhau y Ángela Giglia (2016), el cual describe un conjunto de normas y reglas, tanto formales como informales, que regulan la interacción diaria de los habitantes en el entorno urbano.

De tal manera, este trabajo analiza la re-configuración del espacio urbano por parte de los jóvenes, centrándose en tres aspectos clave que delinean esta dinámica: 1) el uso de la calle como espacio central de reunión, 2) los diversos modos de ocupación de la ciudad por parte de los jóvenes banda, y 3) la transformación y especialización del espacio urbano.

Al explorar estos tres elementos, pretendemos demostrar cómo los habitantes implementan estrategias y prácticas diarias para acceder a la ciudad y sus recursos, de acuerdo con sus necesidades culturales. Estas necesidades van más allá de la mera búsqueda de vivienda, un aspecto crucial pero no exclusivo en los procesos de PSH.

Antecedentes macroestructurales

Para la mitad del siglo XX, México atraviesa un profundo cambio en su modelo económico debido a la falta de productos de importación, consecuencia derivada de los estragos en el comercio a causa de la segunda guerra mundial y la gran depresión de 1935. Para afrontar esta crisis, el país adoptó un nuevo modelo conocido como Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), el cual se convirtió en el paradigma económico predominante en Latinoamérica entre 1950 y 1970 (Hirschman, 1985). Este modelo trajo consigo cambios significativos en aspectos sociales, urbanos y políticos en las ciudades más importantes de la región, derivados de la centralización de la industria en conglomerados urbanos.

En México, las ciudades que se convirtieron en epicentros de la industria nacional fueron la Ciudad de México (anteriormente Distrito Federal), Monterrey y Guadalajara, siendo las áreas metropolitanas más densamente pobladas en el país. Los cambios inducidos por este modelo provocaron migraciones masivas hacia las urbes desde diferentes regiones de México, con la intención de mejorar la calidad de vida de los migrantes a través de una doble integración: por un lado, en el ámbito laboral industrial y, por otro, al conjunto inmobiliario urbano (Borsdof, 2003).

En cuanto a la ZMVM, la mayoría de los inmigrantes arribados a esta metrópolis eran personas de escasos recursos provenientes de entornos rurales de las regiones centro y sur del país, con pocas opciones para integrarse al mercado inmobiliario formal debido a su condición socioeconómica y a los altos precios de renta y venta de vivienda (Schteingart, 2001). Como resultado, la búsqueda de un mejor porvenir los condujo a asentarse en la periferia oriental de la capital, una región que no resultaba atractiva para los promotores inmobiliarios debido a sus condiciones poco favorables para la construcción.

Esta situación impulsó la expansión de la zona oriental de la ZMVM, mayormente a través de la autoconstrucción de viviendas particulares no planificadas por las instancias públicas o agentes privados. De este modo, la urbanización de la periferia oriental fue llevada a cabo mediante prácticas de urbanización popular (Duhau y Giglia, 2016), donde los nuevos habitantes del área, en ocasiones asentados en terrenos de manera irregular, se encargaron no solo de construir sus propias viviendas, sino también de desarrollar la infraestructura básica de su entorno inmediato.

Así, estos nuevos conjuntos urbanos, emergidos a inicios de la segunda mitad del siglo, tales como los municipios conurbados de Nezahualcóyotl, Ecatepec o La Paz, se caracterizaron por ser áreas urbanas precarias con limitado acceso a servicios básicos como agua, electricidad y espacios recreativos, religiosos o comerciales. Su función principal fue proveer viviendas a los residentes para descansar tras largos días de trabajo y largos traslados hacia sus centros laborales, generalmente ubicados en la zona centro del Distrito Federal.

Debido a esta dinámica, muchos habitantes carecían de tiempo para actividades recreativas, especialmente aquellas ubicadas en el corazón de la megalópolis, ya que gran parte de su tiempo libre se invertía en la construcción de sus hogares. No obstante, durante las últimas décadas del siglo XX, varios de estos asentamientos experimentaron un notable progreso en su consolidación urbana. Este avance contribuyó a proporcionar un entorno más habitable para las subsiguientes generaciones de residentes, quienes conformaron una diversidad de identidades culturales en el entramado urbano (Marcial, 2010).

Esta generación, que no fue testigo del surgimiento de las urbanizaciones periféricas, creció en un entorno semiurbano, moldeado por un conjunto de prácticas y costumbres producidas en la convivencia cotidiana con los primeros pobladores y que influían en la forma de usar el equipamiento urbano. Los jóvenes heredaron un bagaje cultural y pragmático sobre la vida local, pero también se vieron inmersos en la ola de globalización, expuestos a diversas influencias extranjeras de la época (Perea, 2008).

Estas disposiciones estructurales se entrelazan con las trayectorias de vida de los jóvenes, generando diversas formas de experimentar la condición juvenil. Así mismo, las diversas formas de vivir esta experiencia se expandieron ante la exposición a influencias culturales, como la música rock y punk provenientes de Reino Unido (Urteaga, 1998), especialmente en los asentamientos periféricos donde emergen los Chavos Banda.

Estas agrupaciones juveniles tuvieron una marcada presencia en diversos espacios urbanos de la ciudad, desde la colonia Tacubaya en el occidente hasta los recién formados asentamientos en la periferia oriente de la ZMVM. De tal modo, los jóvenes de sectores populares y medios ocuparon las calles como principales lugares de encuentro, relegando a un segundo plano espacios como la escuela o los centros de trabajo, ámbitos menos significativos en sus trayectorias biográficas (Reguillo, 2008), sin quitarles su valor dentro del conjunto de sistemas sociales de los cuales forman parte.

La configuración entre el espacio y sus habitantes

El debate en torno a la producción social del hábitat ha generado diversas posturas, cada una con metas y enfoques diferentes. Según Virginia Miranda Gassull (2017), se pueden identificar al menos cuatro corrientes en América Latina al respecto:

1. La primera postura considera la construcción del hábitat como un impulsor del desarrollo. Organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-HABITAT) promueven esta visión, buscando que los habitantes urbanos accedan a viviendas y entornos que fomenten su desarrollo humano.

2. Una segunda concepción ve el hábitat como una solución técnica para las necesidades habitacionales. Guiada por enfoques funcionalistas, busca proporcionar viviendas a gran escala a los sectores populares.

3. Otra corriente concibe el hábitat desde las perspectivas andino-indígenas, reivindicando las cosmovisiones de los pueblos originarios. Busca el derecho a habitar fuera de los paradigmas de propiedad o patrimonio, promoviendo una esencia comunitaria donde el bienestar se alcanza solo si todos los demás también lo logran.

4. Por último, el enfoque del derecho al hábitat como una garantía inherente a todo ser humano. Este enfoque surge al observar cómo movimientos de pobladores en América Latina lucharon por obtener un lugar donde vivir y reivindicar así su derecho a la ciudad. [1]

Bajo la concepción del derecho al hábitat, posición que defiende la autora y a la cual adscribimos, se entiende la producción social del hábitat como un proceso elaborado en un marco de interacciones socioculturales y no solo como un producto mercantil por medio del cual se accede a un espacio donde habitar (Ortiz Flores, 2012). Se trata de un enfoque que promueve la transformación de las condiciones materiales y la apropiación del espacio con el fin de resolver las necesidades habitacionales de diferentes sectores sociales, comprendiendo al hábitat no sólo como la vivienda y el entorno, sino como un proceso con valor social que prioriza el valor de uso sobre el valor mercantil (Miranda Gasull, 2017).

Ahora bien, derivado de esta y las otras concepciones sobre la PSH, en los últimos años se ha ampliado la discusión sobre este proceso. Varios autores resaltan que, si bien la PSH involucra a actores sociales que tienen el control del proceso productivo a través de diversas organizaciones, esto no excluye la intervención de actores públicos y privados. Trabajos como los de Alejandro Migueltorena (2020), Agustín Alessio (2022) y María C. Zapata (2016) subrayan el rol de diferentes instancias estatales en el proceso de PSH. Estas entidades interactúan con las organizaciones de habitantes al negociar o competir por el espacio y el acceso a un hábitat. Por otro lado, investigaciones como la de Juan G. Sepúlveda Corzo (2012) resaltan la importancia de entidades como la iglesia, así como de agentes técnicos y académicos, al estar asociados con organizaciones populares de vivienda en los procesos de PSH.

Así mismo, se ha discutido cómo los procesos de PSH no operan independientemente de las dinámicas capitalistas y mercantiles del espacio, sino que, en muchas ocasiones, se integran o compiten con ellas. Por ejemplo, Victor Delgadillo (2016) destaca cómo las urbanizaciones realizadas por sujetos de escasos recursos, denominadas como irregulares por los estatutos jurídicos de la ciudad, cuestionan el orden urbano formal imperante aún a costa de las posibles repercusiones que esto conlleva. Sin embargo, estos nuevos hábitats, construidos con el trabajo y la dedicación de sus habitantes, a la larga pasan a formar parte de las dinámicas del mercado debido al mismo orden urbano jurídico que regula y permite estas transiciones. Este punto encuentra paralelismos en el texto de Zapata (2016), donde se señala cómo la PSH, guiada por la lógica de la necesidad, es asimilada y adoptada por instancias gubernamentales a nivel local para desarrollar programas de autogestión de vivienda.

Sin embargo, gran parte de estos estudios se han enfocado en la interacción entre organizaciones de habitantes, instituciones públicas y otros actores privados, dejando de lado otros tipos de agrupaciones sociales, como las de carácter cultural. Siguiendo las reflexiones de Peyloubet (2006), si la PSH trasciende el mero acceso a la vivienda y al hábitat se le debe concebir como un fenómeno social que responde a mecanismos de resistencia cultural cuya finalidad es asegurar la continuidad de los grupos sociales. En última instancia, la autora señala que se trata de una manifestación física de un hecho sociocultural.

Por esta razón, en el presente artículo pretendemos profundizar este enfoque, examinando las prácticas diarias de grupos culturales, específicamente las de los Chavos Banda en Ciudad Nezahualcóyotl durante las últimas dos décadas del siglo XX, con el fin de conocer el impacto de este movimiento cultural en las dinámicas de la producción social del hábitat en la región. La elección de estos grupos se fundamenta en la idea, compartida con Maritza Urteaga (2011), de que los jóvenes son agentes activos en la configuración de la ciudad a través de sus prácticas culturales y etarias. Por ende, pueden impulsar prácticas de PSH. Sin embargo, no pretendemos afirmar que todos los jóvenes o agrupaciones juveniles compartan un único modo de relacionarse con el espacio y producir hábitat; más bien, reconocemos que la identidad y la adscripción de los jóvenes determinan como se desarrollan estos procesos.

Asimismo, aunque valoramos la contribución de Delgadillo (2016) al destacar la importancia del orden urbano en los procesos de PSH, ofreciendo una visión más cercana a las interacciones habituales entre las instituciones estatales y los habitantes a través de las políticas públicas y su implementación, consideramos que este enfoque descuida otros aspectos que regulan la interacción social en las ciudades. Al centrarse en la dimensión formal del orden urbano, es decir, en las normativas del ámbito jurídico-legal orientadas por el Estado para organizar el espacio, se descuidan las normas y acuerdos comunes entre los habitantes que también influyen en la convivencia. Por lo tanto, resulta fundamental acudir a la definición de orden urbano de Duhau y Giglia (2016), que abarca un:

conjunto de normas y reglas, tanto formales (pertenecientes a algún nivel de orden jurídico) como convencionales, a las que los habitantes de la ciudad recurren, explícita o tácitamente, en su interacción cotidiana en el espacio urbano y por medio de las cuales establecen sus expectativas y organizan sus prácticas, relacionadas con los usos, la apropiación y los significados atribuidos a los espacios y artefactos de la ciudad (Duhau y Giglia, 2016, pp. 28-29).

Bajo esta perspectiva del orden urbano, reconocemos la posibilidad de comprender los procesos de PSH a través de las acciones diarias de los grupos sociales y culturales presentes en la ciudad. Enfatizamos la construcción de acuerdos y normas convencionales en un espacio compartido, determinado por características específicas de origen, desarrollo e interacción. Dichos acuerdos influirán en las formas en que se produce y se accede a la ciudad.

Este trabajo se inserta en las ideas anteriormente mencionadas, por medio de las herramientas teórico-metodológicas que proporcionan los conceptos de espacio de experiencia y horizonte de expectativa, propuestos por Koselleck (1993). Por un lado, el espacio de experiencia se refiere al bagaje de herramientas y técnicas que permite a los grupos e individuos definir su actuar ante un hecho determinado. Por otro lado, el horizonte de expectativa es el futuro imaginado, basado en experiencias previas que brindan elementos para establecer límites y posibilidades en dicho horizonte. Utilizamos estos conceptos para explicar cómo la producción social del hábitat no se limita a la obtención de una vivienda y un espacio habitable, sino que se relaciona estrechamente con las prácticas culturales cotidianas de los grupos que residen en él. Estas prácticas culturales entrelazan pasado, presente y futuro, moldeando la forma en que se construye y se mantiene la ciudad en el tiempo.

Para explorar la intersección de distintas temporalidades en la PSH, yendo más allá de los hitos históricos reconocidos en la formación del municipio, se decidió analizar tres aspectos cruciales ya antes mencionados, que arrojarán luz sobre las formas de apropiación y transformación del entorno urbano. Estos son: 1) el uso de la calle como espacio central de reunión, 2) los diversos modos de ocupación de la ciudad por parte de los jóvenes banda, y 3) la transformación y especialización del espacio urbano.

Para acceder a esta información, se llevaron a cabo entrevistas basadas en el enfoque de historia de vida (Aceves, 1997; De Garay, 1997)[2] y centradas en el problema (Witzel, 2000)[3] como estrategia de recolección de datos. La combinación de estos enfoques responde a la intención de focalizarnos en un evento específico compartido por los entrevistados, reconstruyendo sus experiencias como miembros de las bandas de Nezahualcóyotl a lo largo de diferentes cursos de vida (Elder, 1975). Esta última categoría de análisis nos permitió abordar dos aspectos fundamentales: 1) la determinación de los contextos sociohistóricos específicos en las trayectorias de vida y 2) la capacidad de las estructuras sociales para ofrecer oportunidades y establecer limitaciones en sus experiencias.

Esta metodología nos ha permitido comprender la relación entre la cotidianidad de estas agrupaciones juveniles y la transformación del entorno habitacional mediante el diálogo entre el entrevistador y el entrevistado. Así, se reconstruye el pasado a través de un proceso narrativo complejo y creativo, observando los eventos desde la perspectiva de un presente moldeado por la vida entre el suceso recordado y el momento de la entrevista.

A continuación, se presentan los resultados obtenidos de ocho entrevistas semiestructuradas realizadas en 2021 a hombres adultos, de entre 45 y 55 años, que formaron parte de bandas juveniles en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, durante las últimas dos décadas del siglo pasado. Es importante destacar que, durante la recopilación de datos, no fue posible realizar entrevistas con mujeres que hayan vivido este período histórico. A pesar de nuestros esfuerzos, ninguna de las pocas mujeres identificadas como compañeras de estos grupos[4] accedió a ser entrevistada, lo que conlleva un sesgo de género en este estudio.

Para contactar a los entrevistados, se recurrió a un grupo de la red social Facebook llamado "BANDAS DE CD NEZA", desde donde se identificó a adultos que en su juventud participaron en alguna banda en el municipio. Estas agrupaciones generalmente se territorializaban en extensiones que variaban desde una hasta varias manzanas en sus entornos próximos. En la Tabla 1, se detallan algunas características relevantes de los entrevistados, quienes han sido identificados con seudónimos para preservar su anonimato.

Finalmente, cabe decir que los datos de las entrevistas se cotejaron con documentos hemerográficos del Centro de Información y Documentación Nezahualcóyotl (CIDNE). El tratamiento de las notas periodísticas fue meramente de cotejo con la información obtenida en las entrevistas para comprobar su fidelidad con lo reportado durante los años estudiados.

Cuadro 1. Características de los entrevistados

Seudónimo

Edad

Entidad de nacimiento

Escolaridad

Banda de afiliación

César

50

Nezahualcóyotl, Edo. Mex.

Bachillerato

Hijos de Satanás

Miguel

47

Nezahualcóyotl, Edo. Mex.

Secundaria

Ramones de Maravillas

Alfonso

52

Distrito Federal

Bachillerato

Los Parches Azules

Guillermo

50

San Bartolo, Hidalgo

Secundaria

Los Odiados

Dimitri

55

Distrito Federal

Primaria

Los Guerreros/Grillos del Sol

Raúl

48

Nezahualcóyotl, Edo. Mex.

Secundaria

Los Callejeros

Saúl

45

Distrito Federal

Licenciatura

Perros y Chacales

Gerardo

53

Distrito Federal

Bachillerato

Los Chicos Malos

Fuente: elaboración propia.

Ciudad Nezahualcóyotl (1980-1999)

El escenario estudiado es la zona centro de Ciudad Nezahualcóyotl ubicada en el municipio homónimo en el Estado de México. Es un asentamiento que surge a mediados del siglo XX en la periferia oriente de la ZMVM, en el territorio que correspondía al desecado Lago de Texcoco. Por lo tanto, el tipo de suelo en la demarcación era pantanoso, poco apto para la construcción. Sin embargo, los migrantes que arribaron a este lugar no contaban con otras opciones para acceder a una vivienda por lo que tomaron la decisión de instalarse ahí a través de la apropiación popular e irregular del suelo (Borsdof, 2003). Desde entonces —según Mario Bassols y Maribel Espinosa (2011)— y hasta el comienzo del siglo XXI se vislumbran cuatro fases en el proceso de urbanización del municipio.

1. Formación (1944-1964). Comprende la llegada de los primeros colonos al territorio atravesada por los procesos de invasión, fraccionamiento y venta de lotes de las tierras ejidales. Principalmente se construyen viviendas provisionales.

2. Regulación (1964-1980). Se regula la tenencia de la tierra y da inicio la instauración de servicios urbanos ante el reconocimiento oficial del municipio como demarcación administrativa independiente (Figura 1).

3. Consolidación (1980-2000). Se comienzan a construir viviendas de carácter definitivo (de concreto). Además, se comienzan a desarrollar obras de vialidad e infraestructura conectada al Distrito Federal.

4. Fortalecimiento (2000 en adelante). Se fortalecen viejas áreas comerciales locales y se empiezan a crear nuevas de carácter metropolitano. Desde la perspectiva de Jaime Linares (2013), esta cuarta fase, denominada por él como integración a los flujos comerciales globales, inicia en 2009 con la apertura del parque comercial Ciudad Jardín Bicentenario ubicado en el Bordo de Xochiaca.

Podemos mencionar que al menos las tres primeras etapas forman parte de un proceso de PSH en tanto, retomando a Rodríguez et al. (2007), los habitantes seguían teniendo un papel fundamental en la formación urbana guiados en un inicio por la lógica de la necesidad. Será en la etapa de consolidación donde se enmarca el presente trabajo. Partimos del entendido de que la ciudad avanzó ampliamente en el proceso de domesticación del espacio (Giglia, 2010)[5] en las décadas de los años ochenta y noventa, estableciendo un orden urbano característico del modelo de urbanización popular, planteado por Duhau y Giglia (2016).

Figura 1. Vista aérea de la plaza Unión de Fuerzas y alrededores. Nezahualcóyotl, 1975.

Fuente: Centro de Información y Documentación Nezahualcóyotl (CIDNE).

Estos asentamientos se caracterizaron por la falta de regulación en varios ámbitos (usos del suelo, proveeduría de servicios de agua o electricidad, normativas jurídicas de convivencia, entre otros), cuestión que los hizo proclives a la aparición de conflictos entre los colonos, pero también promovió su organización con la finalidad acceder a mejores condiciones de vida además de buscar soluciones a los problemas suscitados en el día a día.

Dicha organización no es necesariamente consciente o formal. Muchas de las medidas adoptadas por las urbanizaciones populares tuvieron como meta solucionar problemáticas en torno al espacio y a la convivencia dentro de él. Buscaron organizar el espacio urbano por medio de una urbanización de usos y costumbres mediados por acuerdos de convivencia no escritos que modificaron constantemente los usos que se le daban a un mismo espacio acorde con las prácticas situacionales realizadas en ellos. Estás características son propias del orden urbano de las ciudades del espacio negociado (Duhau y Giglia, 2016).

La elección de las prácticas urbanas que se llevaron a cabo, dependía del actor y del grupo social que habitó en dicho momento. Al enfatizar este aspecto, podemos partir del entendido de que la experiencia de habitar la ciudad reúne características tales como las representaciones sociales (Jodelet, 1991) que tienen los actores sobre los modos de convivencia o los modos de apropiación y uso del espacio.

Conforme a lo anterior, hemos puesto el foco en la población juvenil del municipio debido al innegable papel que desempeñaron durante el último cuarto del siglo XX, derivado del estallido de las culturas juveniles urbanas. Retrocediendo un poco, esta época es reconocida por las formas particulares de agrupación de los jóvenes, denominadas por algunos autores como “culturas juveniles” (Perea, 2008; Reguillo, 2000; Urteaga, 2018; entre otros).

Este grupo etario se consolidó como uno de los principales habitantes del espacio urbano de la ciudad no solo en el municipio, sino también en toda la ZMVM. Así, se vislumbró un aumento significativo de las culturas juveniles en la megalópolis, desde rockeros, anarcopunks, cholos, entre otros. Estas agrupaciones se caracterizaron principalmente por su afinidad con un género musical que guiaba sus prácticas, formas de convivencia e identidades de grupo. En el caso de los jóvenes de Nezahualcóyotl, la identidad predominante fue la cultura de los Chavos Banda, jóvenes afines a la música rock y/o punk, quienes tenían como principal punto de reunión las esquinas de las calles de sus barrios, demarcaciones territoriales de las bandas (Feixa, 1999).

Sin embargo, a pesar de que los jóvenes pertenecían a la misma cultura juvenil y habitaban la misma ciudad, esto no implicaba que sus trayectorias biográficas fueran totalmente idénticas o que vivieran la experiencia de manera idéntica. Así, existen diferencias dentro de sus biografías antes, durante y después de los acontecimientos suscitados dentro del par de décadas estudiadas, como pueden ser su lugar de procedencia (y con ello parte de sus costumbres), el tipo de relación establecida con sus familias y vecinos, o las decisiones y oportunidades educativas y laborales de las que disponían. De tal manera, las diferencias biográficas establecen matices entre las trayectorias y los intereses de los jóvenes de una misma entidad y grupo cultural ya que, como señala Urteaga (2010), los jóvenes no viven en mundos distintos y separados entre sí, sino que viven en uno altamente complejo.

La re-producción del hábitat urbano durante la consolidación urbana

Al asumir que el municipio de Nezahualcóyotl se encuentra en medio de un proceso de domesticación del espacio durante el inicio de la década de los ochenta, se lidia con un contexto semiurbano con carencias estructurales en camino a consolidar reglas de convivencia y modos de habitar la ciudad. Ante ello, se abordarán aspectos espaciales, normativos, convencionales y biográficos que modifican los recursos físicos de la ciudad, haciendo lo propio con los modos de habitarla y relacionarse con otros dentro de ella.

Los senderos de la socialización en las calles de la ciudad del espacio negociado

Para el inicio de la década de los ochenta, los primeros pobladores llevaban asentados al menos un par de décadas en la localidad, además de conseguir un avance significativo en la construcción de sus viviendas. La traza urbana de la ciudad se encontraba bien definida en la mayoría de las colonias debido al trabajo hecho por los fraccionadores[6] y la intervención del Estado para regular y validar la tenencia de los terrenos (Vega, 1991). Así mismo, algunos de los centros de barrio planificados por la administración municipal desde 1964 se encontraban en funcionamiento, proveyendo servicios y recursos a los pobladores (Buchhofer y Aguilar, 1983), aunque estos no se encontraran en las mejores condiciones. Sin embargo, el municipio carecía de otro tipo de centralidades (recreativas, culturales o de reunión), por lo que, conforme la ciudad fue consolidándose, los habitantes del municipio tuvieron que buscar espacios donde construir relaciones sociales con otros iguales o diferentes a ellos.

Este escenario provocó que la ciudad y sus habitantes definieran posibles alternativas para cubrir sus necesidades de socialización, destacando la apropiación de las calles como principal espacio de convivencia, recreación y reunión. En sus tiempos libres, entre el trabajo y la autoconstrucción de la vivienda, los pobladores salían a las calles a conversar y conocer a sus vecinos, estableciendo hábitos sobre cómo usar las calles, principalmente entre la población masculina. Comenzaron a reunirse en las esquinas de las calles para consumir alguna bebida o conversar entre ellos. Poco a poco la costumbre devino en la formación de grupos, originando bandas o pandillas, agrupaciones determinantes en los procesos de socialización de los entrevistados. Así lo refiere uno de ellos:

Igual desde niño, siempre, siempre, siempre se ha vivido ¿no? ese tema aquí en Neza o en mi barrio siempre se ha vivido ese tema del pandillerismo, desde que yo recuerdo –tenía diez años– cuando empiezo a recordar, porque ya para entonces el pandillerismo, o las bolitas en las esquinas, las bolitas de los drogadictos que... así le llaman a la gente que toma ¿no? las pandillitas en las esquinas o las bolas fuera de las tiendas. siempre las ha..., siempre las hubo desde mi infancia.[7] 

Se puede observar que las formas de encuentro y los lugares de reunión durante su infancia y juventud, formaban parte de costumbres urbanas ya establecidas por habitantes más antiguos. El entrevistado comenta que las configuraciones grupales propias de las bandas al habitar la calle ya existían desde su infancia, permitiendo rastrear su origen social a través de las generaciones. Además, el fragmento anterior hace notar un estigma arrastrado por estos grupos que habitaban las calles de la ciudad. Será un estigma con el que cargarán los Chavos Banda durante todo el ciclo de vida de sus grupalidades, convirtiéndolos de facto en agentes indeseados para muchos otros pobladores.

Las configuraciones grupales de quienes habitaban las calles de la ciudad y el estigma asociado que precedía a las bandas a las que se unieron, constituyeron elementos arraigados en las prácticas y representaciones dentro del orden urbano del municipio durante sus periodos de formación y regulación. Estos elementos, siempre limitados por los propios recursos espaciales con los que contaba la ciudad (escasos debido su breve lapso de formación), persistieron en el orden urbano durante la etapa de consolidación. Así, ante la falta de espacios específicos para la reunión de los habitantes, las calles se convirtieron en los espacios predilectos para este fin.

De tal manera, los entrevistados fueron integrándose a los espacios de socialización del orden urbano vigente de la época, espacios establecidos por medio de apropiaciones cotidianas. Primero, tomaron la calle como patio de juegos durante su infancia (como se muestra en la Figura 2); después, la establecieron como centro de reunión de la banda. A continuación, otro de los entrevistados proporciona un ejemplo respecto a lo anterior.

Pues el acercamiento [con otros pobladores de la misma edad] fue muy natural ..., salíamos a la calle a jugar en vez de estar en la casa, porque pues no había mucho espacio, también, dentro de la casa… Pues a las mamás se les hacía fácil decirte: “pues vete a la calle un rato a jugar”. Y entonces nos salíamos y ahí nos encontrábamos a los vecinos, a otros compañeros de la misma edad y nos poníamos a jugar canicas, fútbol, trompo, lo que se nos ocurriera ¿no? Así, entonces es cuando nos vieron jugar a tres, cuatro chavos, pues ya salían más chavos de las diferentes… de las otras casas, que igual por lo mismo salían a… "¿puedo jugar con ustedes?" – "pues sí, sale". Entonces se iba dando como natural la reunión entre chavos y chavillas y ya no éramos tres o cuatro, entonces empezamos a ser diez, quince, veinte ya. Y como que ya se empezó a hacer un hábito que a tal hora casi todos salíamos a esa hora a jugar.[8]

Así mismo, el fragmento anterior proporciona una descripción de las condiciones del entorno socioespacial del naciente municipio las cuales establecen posibilidades y limitaciones dentro de la interacción cotidiana de los jóvenes habitantes. Por un lado, la falta de espacios específicos donde reunirse devino en la ocupación de la calle como alternativa de múltiples funciones, como por ejemplo patio de juegos que, como muchas otras prácticas se convirtieron en parte del bagaje de prácticas de socialización de los infantes de la ciudad informal. Esta manera de relacionarse provocó que los vínculos sociales formados con otros infantes se limitaran a aquellos que vivieran en la misma calle o en el mejor de los casos, en la misma colonia, además de los establecidos con compañeros escolares.

Figura 2. Infantes jugando en las calles del municipio, 1980.

Fuente: Archivo fotográfico de El Universal.[9]

Además de ello, en el desarrollo de estos jóvenes se debe sumar la disponibilidad de tiempo de las familias para prestarles cuidados y momentos de recreación. Como bien describe Raúl, en muchas ocasiones los padres estaban ocupados con tareas domésticas, laborales y de construcción de la vivienda, viéndose en el apuro de recomendarles a sus hijos salir a jugar a las calles para entretenerse. De esta manera, las circunstancias del entorno social que rodeaba a los infantes generaron condiciones específicas donde quedaban pocas alternativas de vinculación con otros sujetos dentro del espacio próximo.

Así, las prácticas de convivencia y ocupación de la ciudad derivaban de una serie de recursos sociales y materiales ya establecidos, los cuales configuraron el orden urbano de la ciudad informal. Como bien fue comentado por Duhau y Giglia (2016), el orden urbano de la ciudad del espacio negociado tuvo flexibilidad respecto al tipo de usos dados a sus espacios, aun cuando no respondan al uso denotativo original. Por lo tanto, existía un marco de flexibilidad sobre las prácticas realizadas en el espacio urbano, repercutiendo directamente en el desarrollo de los vínculos sociales entre los pobladores.

Como se puede ver, el orden urbano que se estableció en la ciudad de Nezahualcóyotl a finales del siglo veinte, configurado por las prácticas cotidianas de los habitantes guiados por una lógica de la necesidad, es considerado como un elemento cultural dentro del proceso de la PSH. Estos elementos culturales posibilitaron a los habitantes desarrollar estrategias para establecer y mantener vínculos sociales con otros pobladores, un requisito fundamental para sobrevivir en un entorno inicialmente inhóspito, como lo fue el municipio en sus primeras décadas. Asimismo, podemos considerar que estas prácticas son un reflejo de la lucha constante de los pobladores de urbanizaciones irregulares por refrendar su derecho a la ciudad, ideando formas de cubrir sus necesidades habitacionales.

Resumiendo, los jóvenes banda pasarán sus primeros años de vida en un entorno semiurbano donde ya existe una serie de normas convencionales que dictaminan cómo ocupar la ciudad. Por lo tanto, los aspectos tratados en este apartado los ubicamos dentro del espacio de experiencia de los jóvenes del municipio de finales del siglo XX, al conformar parte de su bagaje de conocimiento respecto al modo de usar y habitar el espacio urbano. Sin embargo, las formas de los órdenes urbanos serán inacabadas al encontrarse dentro de un proceso reestructurado día a día por las influencias del contexto global, nacional y local. Este último será donde ubiquemos la influencia de las variaciones de las trayectorias biográficas de los jóvenes, cuestión a tratar a continuación.

Diferentes formas de ser chavo banda en ciudad Nezahualcóyotl

Conforme pasaron los años, los niños se convirtieron en jóvenes cambiando también sus pasatiempos. En la década de los ochenta el rock se convirtió en un fenómeno global en expansión, junto con los componentes identitarios que lo acomparon. En el caso de México, la música rock fue bien recibida entre las juventudes desfavorecidas socioeconómicamente, la mayoría de las veces ubicada en las periferias de las zonas urbanas más importantes del país (Reguillo, 1991). Por su parte, en Nezahualcóyotl cada vez más jóvenes empezaron a mostrar cierta predilección por esta música convirtiéndose en un referente cultural en la demarcación, punto clave en la formación de las identidades juveniles y de sus agrupaciones.

Sin embargo, este movimiento cultural no será el único referente de socialización de los jóvenes. Si bien las bandas absorberán una gran cantidad de su tiempo, no será una esfera aislada de otras como la familia, la escuela o el trabajo. Al contrario, los problemas y aprendizajes dentro de cada uno de estos ámbitos repercutirán en la manera en cómo se forman las bandas y sus modos de habitar la ciudad. En las siguientes citas se aprecia cómo otros ámbitos en la vida de los jóvenes influyen en las actividades realizadas con la banda. Por un lado, la escuela y el trabajo absorberán mayor tiempo en la vida del sujeto, al considerarlos como prioritarios:

Me puse a trabajar, después seguí estudiando y después, así como que la escuela… ya no podías estar tanto tiempo en la calle. Ya tenía como tarea, trabajos, exámenes. O sea, ya tenías como que más cosas que hacer y pues sí, sí convivías con tus amigos, pero pues ya en menos cantidad. Y ya después, más adelante, ya encontré un trabajo y me dediqué a mi trabajo.[10]

En otros casos, tener un trabajo no impedía que los jóvenes frecuenten la calle a lado de sus bandas, convirtiéndola en el eje más importante en sus vidas.

Tenía horario en el trabajo, que era hasta la 6 de la tarde o a veces hasta las 8 de la noche y era de, de llegar de trabajar, meterme a bañar y vámonos a la esquina con la banda. Y así era mi rutina del diario. Llegar de trabajar, meterme a bañar e irme con la banda, irme con la banda. Si acaso iba a ver a la novia y me regresaba otro ratito, regresaba otro ratito porque ya sabía yo que me los iba a encontrar y nuevamente con ellos.[11]

Estos dos ejemplos permiten comprender cómo dentro de estas agrupaciones existían diferentes maneras de experimentar la pertenencia a la banda y, con ello, la experiencia de habitar la ciudad. Para algunos jóvenes, la banda se constituyó como el ámbito de interés principal en sus vidas, permaneciendo más tiempo en las calles de su barrio; para otros, la banda se conformó como un ámbito más dentro de sus vidas, frecuentando en menor medida las calles del municipio. Con esto nos referimos a cómo las divergencias en las trayectorias de vida de los integrantes de una misma expresión cultural generaban variaciones en la cantidad de tiempo destinado a ocupar el espacio urbano.

Este hecho no solo afectará la experiencia de lo que significa ser un chavo banda, también hará lo propio al influir en las expectativas sobre aquello que es posible realizar o no al convivir con el grupo, generando una diversidad de códigos de ética entre las bandas. Con ello, cambiarán las representaciones de lo correcto e incorrecto, cuestión relacionada en la formación de la moralidad, catalogando de diferente manera una misma práctica, como el uso sin motivo de la violencia que, para algunos jóvenes, era totalmente justificado mientras, para otros, se trataba de una práctica a evitar a menos que sea necesario.

Así, aunque a las bandas las reúne un mismo gusto musical, entre ellas había diferencias en cuanto al tiempo destinado a las prácticas realizadas con la banda. Mientras que para la mayoría de los grupos la práctica realizada con más frecuencia en las calles del barrio era la recreación, para otros era el consumo recurrente de bebidas alcohólicas y drogas, mientras que para otros era la práctica de algún deporte, principalmente fútbol. En otros casos, la banda era vista como un espacio cultural desde donde cultivar la música rock o como un espacio impulsor de cambio social y político donde luchar por sus derechos ciudadanos. Para no extendernos con ejemplos, sólo se analizarán un par de estas posibilidades:

Siempre fue parte de toda esta convivencia, el deporte. O sea, siempre como que, por delante, siempre estaba el fútbol. Yo recuerdo que desde que nos juntábamos en la cuadra, salíamos a jugar la clásica cascarita ... nosotros veíamos como ellos [los mayores] se organizaban para tener algún deporte ¿no?[12]

En este primer caso, el deporte tendrá un papel protagónico en la cotidianidad de la banda de Saúl. Por otro lado, en el caso de la banda de Dimitri, dicho papel lo tendrá el consumo de sustancias psicoactivas y la búsqueda de conflictos, aun cuando también llegaban a dedicarse a actividades deportivas:

Pues mira… lo que era, pues sí, la verdad, nos juntábamos… la droga eh… las broncas, nos metíamos en broncas con otras bandas. O sea, no, no, no, pues éramos de los llamados chavos banda. Bueno, un equipo de fútbol ¿no? ... Entonces así en específico. Pues que dijeran no, no teníamos nada muy bueno, na’más era para juntarnos, echar desmadre, drogarnos y vámonos al rocanrol, y a los golpes, sí.[13]

Como se puede notar, las actividades realizadas por las bandas no eran excluyentes unas de otras. La mayoría de ellas formaban parte de las prácticas cotidianas de las bandas, pero variaban en intensidad e importancia entre las diferentes agrupaciones. Lo anterior, se puede contrastar con lo expuesto por Carlos Mario Perea (2008) en la ciudad de Bogotá ya que, a diferencia de las agrupaciones juveniles urbanas colombianas –que el autor divide en buscadores culturales, pandilleros y comunitarios–[14] la cultura juvenil de los Chavos Banda nezahualcoyotlenses presentaba prácticas típicas de cada una de ellas, situándose en las “identidades múltiples”, concepto del mismo autor. Por lo anterior, la experiencia de habitar la ciudad no solo variaba de acuerdo con su adscripción identitaria, sino también por los códigos de ética construidos en cada uno de los grupos que la constituyen.

Figura 3. Las calles como espacio deportivo, 1980

Fuente: Archivo fotográfico de El Universal.[15]

Dado que existieron estas variaciones en la expresión cultural de los jóvenes, las mismas divergencias repercutieron en el tipo de acciones emprendidas por sus agrupaciones al intervenir en la transformación del entorno próximo. Por lo tanto, su papel en los procesos de PSH varió de una banda a otra. Por ejemplo, aquellas que se enfocaban más en apoyar a su comunidad y establecer vínculos positivos con ella eran más propensas a realizar modificaciones en el espacio para crear lugares destinados a sus prácticas preferidas (como se muestra en la Figura 3). Este es el caso de César y su banda, quienes, con la ayuda de un vecino, obtuvieron el apoyo de los demás residentes para pintar una cancha de fútbol en la calle. Además, lograron conseguir el permiso y los espacios necesarios para llevar a cabo sus característicos grafitis, donde plasmaban el nombre de la banda y de sus miembros. Así lo relata César:

Y pues a raíz de ahí, [de defender a su hija de un intento de asalto, el señor] ya nos empezó a saludar, nos empezó a hablar, incluso él hasta fomentó que nos dejaran unos espacios para, para hacer pintas, para pintarnos una cancha de fútbol en la calle ancha, recién pavimentada. Varias, varias situaciones.[16]

Como se aprecia en el fragmento anterior, los jóvenes necesitaban el respaldo de los demás pobladores para intervenir legítimamente en su entorno cercano. Establecer vínculos positivos con la comunidad era esencial si deseaban realizar cambios sostenibles en su territorio, cambios destinados a satisfacer sus necesidades recreativas y culturales. La PSH se refleja en estos detalles, ya que muchos jóvenes hacían lo posible por establecer espacios que les permitieran dar continuidad a las prácticas características de sus bandas.

Finalmente, al contrastar esta información con los relatos de la prensa de la época se confirma esta diversidad de prácticas.[17] Además, se observa cómo, en muchas ocasiones, la calle era utilizada para expresar y reivindicar lo que significaba ser un Chavo Banda. Estos reclamos a menudo escalaban hacia demandas de mejores condiciones en su hábitat, dirigidas a diversos niveles de gobierno, especialmente a nivel local.

En este punto, se pueden establecer algunos paralelismos y diferencias con trabajos como los de Zapata (2016) y Migueltorena (2020), ya que los actores sociales, a través de acciones organizadas, demandaron a las autoridades intervenciones para mejorar las condiciones habitacionales de la ciudad. Sin embargo, en este caso, no se trata de organizaciones vecinales o de colonos, sino de grupos y colectivos culturales movilizados en busca del acceso a servicios y espacios culturales dignos.

Todas las actividades mencionadas en este apartado se realizaban en las calles del municipio, consolidándose como un espacio de usos múltiples destacado en las ciudades informales. En algunas ocasiones, estas calles funcionaban como canchas de fútbol, mientras que en otras servían como centros de reunión, plazas para mítines o escenarios de rock. Así, aun cuando los jóvenes se inscribían en la misma cultura juvenil, la forma de expresarlo en el espacio fue diferente, alterando la distribución de los tiempos, la frecuencia y el tipo de usos que se le daba al espacio urbano.

La especialización del espacio urbano ante las necesidades culturales

Conforme se observó en el apartado anterior, los jóvenes fueron generando diversas prácticas grupales que gradualmente se consolidaron como características propias de la cultura de los Chavos Banda, prácticas que, a su vez, se integraron en el orden urbano vigente del municipio. Una de las más emblemáticas fue la asistencia a eventos musicales como los conciertos y las tocadas, eventos en aumento a lo largo de la ciudad. Este hecho generó la necesidad de crear y mantener espacios de expresión cultural propios entre los jóvenes. Así, en un principio, lo aprendido cotidianamente sobre la organización de eventos sociales fue retomado por los Chavos Banda al realizar los conciertos y las tocadas en las calles del barrio. Retrocediendo un poco, realizar eventos como fiestas de quince años, cumpleaños o bodas en las calles de la ciudad era una práctica extendida entre los habitantes del municipio, hecho que marcó una primera pauta para las bandas.

Ante su necesidad de expresión cultural, las bandas ocupaban las calles de la ciudad debido a que era el único espacio que conocían como propio. Así, las bandas comenzaron a organizar tocadas callejeras, reuniendo a los integrantes de sus bandas junto con familiares y amigos cercanos para celebrar alguna fecha importante para alguno de sus miembros o para la banda, como la conmemoración anual de su fundación. Estos eventos eran pequeños, donde la mayoría de los asistentes –al pertenecer a las esferas próximas de los integrantes de la banda– se conocían entre ellos. A continuación, se relata un poco más sobre estas prácticas en palabras de Gerardo, un exchavo banda:

Cuando iniciamos, era muy dado, tú sabes, en aquel tiempo los bailes en los quince años, las bodas, los bautizos, la gente hacía su fiesta y ponían los sonidos, los sonidos de aquel tiempo, como los de hoy ¿no? pero con menos, con menos aparatotes, ¿ve 'a? Menos luces. Pero, en fin, buenos sus equipos de sonido donde se disfrutaba buena música y pues la gente llegaba con… el sonido era afuera, la familia dentro de la casa y la fiesta afuera. Y nos llevamos así los fines de semana, de viernes a domingo, dependiendo donde hubiera movimiento ¿ve 'a? Del baile.[18] 

Estos eventos no eran únicos de las bandas, sino una costumbre consolidada entre los pobladores del municipio, propiciando su inserción dentro de las prácticas convencionales del orden urbano. Además, se destaca la temporalidad de estos eventos en relación con los ya explorados tiempos de uso del espacio urbano. Era un evento social reservado para los fines de semana ya que, tradicionalmente, es cuando las personas cuentan con más tiempo disponible al no laborar o asistir a la escuela, propiciando una mayor asistencia de invitados. Estos eventos se convertirán en el antecedente directo –un recurso dentro del espacio de experiencia de los jóvenes– de los modos de organizar y crear espacios destinados específicamente para su entretenimiento.

Para finales de la década de los ochenta, el auge de las bandas se encontraba en su máximo esplendor, creciendo en número, pero también en la cantidad de integrantes de cada una de ellas. Con el paso de los años, entre los jóvenes se generó la necesidad de poseer espacios propios donde expresar con mayor frecuencia sus prácticas culturales, además de la calle. Esta necesidad los llevó a transformar espacios vacíos, como lotes no habitados, en verdaderos lugares destinados al entretenimiento juvenil.

Dichos espacios recibieron el nombre de pistas. Algunas de las características de estos centros de entretenimiento juvenil eran la especificidad de las prácticas realizadas en su interior, principalmente escuchar y bailar música pregrabada del género rock y punk, además de la ingesta de bebidas alcohólicas. Hablamos de características similares a las de alguna discoteca ubicada en las delegaciones centrales del Distrito Federal, con algunas otras particularidades. Además de operar de manera irregular, el público objetivo era conformado únicamente por los Chavos Banda del municipio y de municipios aledaños. Uno de los entrevistados narra la génesis de estos espacios de la siguiente manera:

de ahí empezaban a salir los sonidos, que eran unos bafles con tornamesa que empezaban a poner música y de estar echando chela los grandes pues como que les entraba el ese, ganas de bailar, hasta que ahí alguien se le ocurrió hacer fiestas y cobrar con ese tipo de… de bafles y tornamesas. Y entonces se empezó a hacer un hábito cada semana de que "hay que ir al baile", "hay que ir a la pista" –bueno, le decíamos pista– "vámonos a la pista".[19]

Además, César agrega:

Pagábamos, sabíamos que había muchas tocadas, muchos, muchos salones de baile donde… pues obviamente entrabas tú a bailar, a consumir una cerveza, te revisaban muy bien, … llegabas a bailar, a distraerte y adentro se supone que adentro de una tocada, siempre, siempre, siempre, siempre había mínimo una bronca.[20]

Al relacionar los fragmentos anteriores con el comentario de Gerardo sobre las tocadas, se nota una transformación en el uso del espacio urbano destinado a la ejecución de eventos sociales pasando de congregarse en la calle a establecer centros especializados en el entretenimiento de los jóvenes. De tal manera, las bandas tomarán las influencias pasadas sobre cómo usar el espacio, con el ejemplo de las populares tocadas, y las harán propias, agregando elementos particulares de sus prácticas culturales. Así, se dio inicio a un proceso de especialización del espacio urbano y con ello de PSH mediante la creación de múltiples pistas ubicadas a lo largo de toda la ciudad (véase Figura 4), generadas ante sus necesidades culturales y de socialización con pares. De esta manera, las pistas trascenderán al barrio y a sus habitantes al dirigirse a todo aquel joven identificado con la música rock dispuesto a pagar para ingresar a estos recintos de entretenimiento.

Figura 4. Pista The fly en la década de los noventa, s.f.

Fuente: Centro de Información de Documentación Nezahualcóyotl (CIDNE).

Este proceso impactará en las formas de organización de los jóvenes para buscar espacios de entretenimiento al invadir lotes baldíos que no eran de propiedad privada. Asimismo, estos cambios en la ocupación del espacio generaron el inicio de un modelo de negocio lucrativo entre las bandas, al cobrar cuotas de entrada y vender bebidas alcohólicas dentro de los recintos. Con el tiempo, estos lugares evolucionaron hasta convertirse en establecimientos privados propiedad de estos jóvenes.

Así, la especialización del espacio modificó los usos que se le daban, haciendo lo propio con las prácticas de socialización realizadas dentro de ellos. Se crea un lugar donde convergen jóvenes provenientes de una amplia variedad de colonias y bandas del municipio. En estas pistas se iniciará un periodo de mayor interacción entre las bandas y los jóvenes, compartiendo experiencias comunes de lo que significa ser chavo banda en la ciudad informal. A continuación, Alfonso menciona cómo fue su primer acercamiento a su banda en uno de estos espacios.

Un buen día llegué al carrusel de rock, que era un terreno donde se hacían tocadas con sonido tipo la changa, pero de rocanrol. Llegabas tú y pues ibas a bailar básicamente. Entonces por medio de que llegaba solo, pues a la mejor sacabas a bailar a una chica y eso te lleva a conectar a.… a conocer gente. Entonces estos chavos ya se juntaban cuando yo llegué y este, tuve el acercamiento con el del sonido y de ahí fue que desarrollé que… yo tenía muchos discos, yo me dedicaba a coleccionar discos desde siempre y cuando les empecé a platicar les genera interés y me adoptaron en su círculo social ¿no? En su banda, por el hecho de que intercambiamos discos.[21]

Alfonso, a diferencia de otros jóvenes, se integró en una banda que no se reunía en las calles aledañas a su vivienda, sino que se trataba de una banda que, si bien se encontraba en la misma colonia, era necesario caminar por varias calles para reunirse con ella. Este es un ejemplo de cómo las pistas modificaron la manera de relacionarse y agruparse de los jóvenes, debido al espacio de socialización que proporcionaban. Asimismo, estos espacios fomentaron la unión de bandas y la creación de grupos políticos y culturales movilizados por la lucha de mejores oportunidades de vida en medio de una sociedad económicamente en crisis (Castillo, 2008).[22]

Sin embargo, el aumento de la interacción entre las bandas no solo trajo consecuencias positivas. También se tradujo en un incremento de los conflictos y rivalidades entre ellas, como lo evidencia el pasaje final en el comentario de César, así como diversos artículos periodísticos que relatan la escalada de violencia relacionada con los jóvenes banda en el municipio.[23]

Conclusiones

En este artículo se exploraron elementos relacionados con los procesos de producción social del hábitat en Ciudad Nezahualcóyotl durante las décadas de 1980 y 1990, elementos a través de los cuales podemos afirmar que este proceso estuvo influenciado por las prácticas culturales de los jóvenes banda, quienes transformaron y se apropiaron de los espacios urbanos con el fin de satisfacer varias de sus necesidades, ante la carencia y la falta de intervención de los diferentes niveles de gobierno para edificar centros urbanos dignos en la periferia oriente de la ZMVM.

Esta afirmación se sostiene al argumentar que, al menos para el caso analizado (considerando las limitaciones muestrales del estudio), el componente cultural de la producción social del hábitat estuvo condicionada por el orden urbano establecido por los habitantes de la ciudad del espacio negociado. Al analizar las trayectorias biográficas de los jóvenes, se pudo rastrear cómo las prácticas que realizaban en los espacios urbanos, impulsadas por la lógica de la necesidad, transformaron los usos, espacios y la apariencia de la ciudad, repercutiendo a su vez en el orden urbano del municipio. Así, el caso aquí analizado contribuye al debate propuesto por Peyloubet (2006) sobre la dimensión cultural en los procesos de PSH, mostrando la relevancia de la dimensión cultural en dichos procesos.

En el análisis, se destacan tres puntos fundamentales. Primero, las calles se convirtieron en un espacio vital para los habitantes más jóvenes, atribuyéndole funciones de socialización por medio de juegos y encuentros, prácticas impulsadas por las necesidades de sus habitantes que se establecerán como propias del orden urbano de la ciudad del espacio negociado. Segundo, la capacidad de los jóvenes para ocupar y transformar el espacio urbano refleja sus necesidades de pertenencia y expresión en un entorno que inicialmente no estaba diseñado para su desarrollo sociocultural. Tercero, la diversidad de prácticas de las bandas juveniles estaba atravesada por los intereses, actividades y prioridades de cada banda, modificando las dinámicas de interacción con el entorno y otros habitantes.

A través de estas aristas, es evidente cómo las urbanizaciones populares que surgieron a mediados del siglo pasado no se limitaron únicamente a la construcción de viviendas y a la provisión de servicios básicos para convertirse en hábitats. También fue necesario crear espacios que permitieran el desarrollo de diversas expresiones por parte de los residentes. Aunque los resultados no pueden generalizarse para toda la región, este estudio invita a seguir explorando el impacto de las prácticas culturales en los procesos de PSH en otros casos del continente.

Es crucial destacar el respaldo que brindan las experiencias y expectativas de los Chavos Banda para comprender el proceso de PSH aquí analizado. Las prácticas cotidianas acumuladas de estos grupos ofrecen una visión de sus trayectorias, lo que a su vez revela las configuraciones y re-configuraciones de los espacios habitados y habitables. Esta perspectiva nos permite examinar la tensión recíproca entre las posibilidades de lo vivido y la producción de futuros posibles e imaginados, en sus presentes sucesivos.

Por último, es necesario anotar que el método empleado, como cualquier otro, puede tener observaciones y puntos a mejorar. Los entrevistados ya son adultos, relatan su historia desde la lejanía de los años y del cúmulo de experiencias adquiridas, no es posible recordar de manera fidedigna la totalidad de los hechos y vivencias. Aunque para evitar este problema se recurrió a cotejar la información proporcionada por los entrevistados con las notas hemerográficas, es posible que algunos elementos no hayan podido ser contrastados de manera idónea ya sea porque no existía una nota al respecto, o porque eran hechos muy particulares de cada una de las bandas. Aun así, revivir esta etapa de vida a través del diálogo provocó una búsqueda interior, una reconstrucción de sus recuerdos con el objetivo de narrar su versión sobre la influencia de los jóvenes en la consolidación del entorno urbano en aquella época donde las bandas florecieron en el municipio.

En resumen, a lo largo de este texto se da cuenta de cómo los jóvenes banda buscaron de manera activa formas de acceder y transformar la ciudad según sus necesidades culturales, contribuyendo así a los procesos de producción social del hábitat. Así, las agrupaciones aquí analizadas se constituyen como agentes activos capaces de desplegar herramientas culturales, simbólicas e identitarias para apropiarse y modificar los usos del espacio. Además, las prácticas urbanas adoptadas por cada grupo pueden ser diversas de acuerdo con el bagaje de herramientas que poseían dentro de sus espacios de experiencias, aun cuando pertenezcan a una misma expresión cultural.

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Notas

[1] Junto con Henri Lefebvre (1978), entendemos el derecho a la ciudad como la capacidad de los ciudadanos para participar activamente en la producción y transformación del espacio urbano, así como en la toma de decisiones que afectan a su vida cotidiana.

[2] De acuerdo con este modelo de entrevista, el conocimiento se construye en un proceso dialógico que pretende conocer cómo se vivió la experiencia a rememorar, dentro de su contexto cotidiano.

[3] Se trata de una entrevista semiestructurada que combina la escucha activa del relato del entrevistado con las preguntas reiteradas del entrevistador para esclarecer el suceso narrado, produciendo una mejor comprensión del hecho.

[4] El término "compañeras" se utiliza en lugar de referirse a ellas como parte de las bandas juveniles, ya que en numerosas ocasiones no se las reconocía como miembros plenos, sino más bien como simples acompañantes de los jóvenes banda o incluso como objetos sobre los cuales se ejercía posesión al ostentar el control de una demarcación territorial (Urteaga, 1996).

[5] De acuerdo con la autora, la domesticación del espacio es un proceso que consiste en transformar la naturaleza en un espacio útil y significativo para sus pobladores. Se trata de ordenar el entorno otorgándole un significado colectivo e individual al establecer reglas que les permitan habitarlo juntos.

[6] Se trata de agentes que se dedicaron a fraccionar la tierra para su posterior venta. En la mayoría de los casos, fueron fraccionadores no reconocidos legalmente.

[7] Entrevista a Miguel realizada el 12 de septiembre de 2021 en Nezahualcóyotl, Estado de México, México.

[8] Entrevista a Raúl realizada el 3 de octubre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[9] Colin S. y Villa E. (25 de mayo de 2019). Neza: la ciudad que se construyó sobre un desierto. El Universal. Recuperado de https://www.eluniversal.com.mx/mochilazo-en-el-tiempo/neza-la-ciudad-que-se-construyo-sobre-un-desierto/

[10] Entrevista a Saúl realizada el 18 de octubre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[11] Entrevista a Miguel realizada el 12 de septiembre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[12] Entrevista a Saúl.

[13] Entrevista a Dimitri realizada el 3 de octubre, 2021 en Nezahualcóyotl.

[14] Caracterizando cada una de ellas de la siguiente manera: 1) buscadores culturales, grupos donde los jóvenes buscan de manera expresiva, por medio de la música y las artes, construir discursos propios sobre la interioridad de los jóvenes; 2) pandillas, grupos conflictivos avocados al uso de la violencia como método de reconocimiento y; 3) comunitarios, jóvenes comprometidos en apoyar a su comunidad.

[15] Colin S. y Villa E. (25 de mayo de 2019).

[16] Entrevista a César realizada el 11 de septiembre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[17] Pérez Velazco, M. E. (20 de mayo de 1991). Existen grupos positivos entre las bandas de Neza. La prensa, Centro de Información y Documentación Nezahualcóyotl (CIDNE), Nezahualcóyotl, Estado de México, México; Peñaloza, M. D. (4 de diciembre de 1991). Reunión de 7 mil chavosbanda en Ciudad Neza. El Sol de Toluca, CIDNE; Espacios culturales y deportivos piden al gobierno “los chavos banda” de Neza. (20 de mayo de 1992). Diario amanecer, CIDNE.

[18] Entrevista a Gerardo realizada el 3 de noviembre de 2021 por medio de la plataforma Zoom.

[19] Entrevista a Raúl realizada el 3 de octubre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[20] Entrevista a César realizada el 11 de septiembre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[21] Entrevista a Alfonso realizada el 12 de septiembre de 2021 en Nezahualcóyotl.

[22] Recordemos que para la mitad de los años ochenta México vivía una crisis económica ante la caída de los precios del petróleo a nivel internacional, cuyas repercusiones persistieron hasta la siguiente década, llevando al país a implementar una liberalización económica con el inicio del período neoliberal. Este hecho repercutió en la vida de todos los mexicanos, aunque para los jóvenes significó el abandono de los deberes del Estado para con ellos, al disolver la institución encargada de la juventud en 1988, el Consejo Nacional de Recursos para la atención de la Juventud (CREA).

[23] Pérez Cruz, E. y Aguilar, E. (15 de abril de 1985). De cómo la tira atacó a los coyotes hambrientos. La jornada, CIDNE; Existen en Neza cerca de mil 500 bandas de vagos y malvivientes. (9 de febrero de 1996). El demócrata, CIDNE.