DOI: http://dx.doi.org/10.19137/pys-2019-260101
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PRESENTACIÓN
En 2009 Población & Sociedad comenzó a ser una revista digital, un
cambio que la afectó en muchos aspectos y nos hizo repensar su diseño.
En ese momento propusimos publicar en la contratapa de la versión en
papel una foto en blanco y negro, que fuese expresión de los temas que
tratamos. Comenzamos con obras de fotógrafos regionales conocidos, pero
rápidamente vimos que nos hacía falta poder llegar a otros profesionales
y con ellos a otras regiones. Fue así que, para el aniversario número 20 de
la revista en 2013, organizamos un concurso de fotografía que superó ampliamente nuestras expectativas ya que se presentaron más de 400
obras. Uno de los fotógrafos que participó de ese concurso fue Pablo
Toranzo. Inicialmente publicamos una de sus fotos, aunque
posteriormente -gracias a que conocíamos su maravillosa producción- le
pedimos la foto para la contratapa del volumen 25 del 2018, año en que
dejamos de salir en papel.
Hace pocos meses nos enteramos con enorme dolor de la prematura
muerte de Pablo. En medio de la tristeza que nos provocó la noticia,
comenzamos a pensar cómo podíamos homenajearlo, expresar lo
importante que nos pareció siempre su trabajo. Lo recordamos, entonces,
de una forma que nos representa: con una foto y con un texto. La foto
forma parte de un ensayo en el que trabajó durante muchos meses llamado“La cuarta reja”. Decidimos dejarla a color, no solamente para respetar la
forma en la que está publicada, sino también para romper con la serie
habitual de fotos en blanco y negro. Le agradecemos mucho a su familia
que nos permitiera publicarla aquí. El texto lo escribió Gabriel Kessler,
colega e integrante del Comité Editorial, quien logró articular con palabras
la obra de Pablo, los temas de la revista y la foto que elegimos para este
volumen.
Con este pequeño homenaje lo recordamos hoy a Pablo Toranzo. Los
invitamos a leer la presentación escrita por Kessler y también a explorar la
obra de Pablo en el portfolio que tiene publicado en internet.
Comité Editorial
ARDE
Ablaze
La imagen arde en su contacto con lo real sostiene Georges Didi -
Huberman en Cuando las imágenes tocan lo real, arde y se astilla en distintas
direcciones: por ser por momentos “documento y como objeto de sueño;
por ser obra y objeto de paso”. Una de las grandes fuerzas de la imagen,
prosigue el autor, es crear al mismo tiempo síntoma (interrupción en el
saber) y conocimiento (interrupción en el caos) o, parafraseando a Walter
Benjamin, por ofrecer una experiencia y una enseñanza. Imposible no
sentir al recorrer el ensayo fotográfico que Pablo Toranzo nos legó sobre
el Complejo Carcelario Villa Urquiza de Tucumán que cada imagen arde
generando interrogantes por lo que está ahí y por lo que no está;
distanciamiento y cercanía con aquello que está retratado.
Pero la imagen arde también porque Pablo Toranzo murió muy
prematuramente hace pocos meses, tiempo después de terminar esta obra.
La imagen de Pablo en la foto sonriente, joven, vital que está en el mismo
portfolio donde cuenta quien es, también es conocimiento y emoción y me
plantea preguntas sobre una vida truncada que no conocía antes, sobre su
historia personal y el carácter precario de toda vida humana. Pablo fue un
gran fotógrafo, geógrafo y documentalista que recorrió el mundo,
corresponsal de guerras, retrató distintas cuestiones sociales de diversos
países y, en este ensayo logró mostrar la vida en la cárcel como pocas veces
se había hecho antes en la Argentina.
El ensayo fotográfico, producto de un intenso trabajo de 8 meses, va
componiendo escenas de la vida cotidiana en una cárcel de máxima
seguridad que aparece derruida. La cárcel es uno de los espacios sociales
más invisibilizados en el presente. Su carácter casi oculto para el resto de
la sociedad se hace más flagrante en cuanto vivimos en una era de hiper
visibilización, donde todos o casi todos, somos productores y
consumidores de imágenes que se proyectan en una suerte de sinfín y en
multiplicidad de planos. Y en efecto, en América Latina la población
carcelaria ha continuado aumentando sin cesar en las últimas dos décadas
al tiempo que dejó de ser un tema central en las ciencias sociales. Y no sólo
por su carácter de institución cerrada, sino también porque se ha perdido
cualquier expectativa en su carácter rehabilitador y, por ello, se
transformó, como lo afirma D. Garland en La Cultura del Control, en un sitio
de “segregación punitiva”, donde el castigo es un fin en sí mismo, pura
retaliación.
El trabajo de Pablo Toranzo incomoda y eso es uno de sus grandes
méritos, porque frente al sufrimiento de otros no recurre ni a su
estetización como en algunas serie de ficción o documentales actuales
sobre cárceles norteamericanas ni tampoco a mostrar al sufrimiento como
la única clave de lectura de la privación de libertad. Las fotos restituyen
toda su complejidad a la vida carcelaria y eso es una experiencia emocional
al tiempo que ofrece líneas de reflexión para distintas problemáticas.
Pablo Toranzo eligió llamar a su ensayo “La cuarta reja” por ser la que
separa definitivamente a una persona de su libertad. Las rejas, la imagen
de la cárcel por antonomasia, están presentes en gran parte de las fotos
pero ocupando distintos planos: en el centro, como fondo, como un detalle
en alguna parte del cuadro. Se retratan familiares atravesando las rejas, un
aula observada detrás de aquellas, en las imágenes de los partidos de
fútbol se ven como fondo muros y alambrados, en un retrato de un interno
en su celda se divisa un ventanuco enrejado, hay un pan engarzado entre
barrotes. Estas rejas omnipresentes de modos distintos cristalizan una de
las ideas fuerza que el ensayo fotográfico, creo, sugiere: las rejas, como
sinécdoque del sufrimiento que implica el encierro, es pertinaz pero al
mismo tiempo no hay sólo eso sino que ese sufrimiento cobra múltiples
formas e intensidades en el transcurrir de la vida cotidiana en la prisión.
En efecto, en el ensayo hay trabajo, gimnasio, cumpleaños, peleas, cloacas,
visitas, drogas, partidos de fútbol, retratos familiares, guardias, cacheos.
Cada imagen genera preguntas ¿quién es esa persona, cómo se interpreta
esa escena, ese nombre en el cuerpo, esa convulsión, en qué fragmento de
historia se debería restituir?
Algo que impacta es el grado de degradación edilicia de la cárcel y
todas sus instalaciones, pero al mismo tiempo muchas imágenes muestran
sobre esa misma precariedad las marcas vitales que le imprimen quienes
la habitan. Paredes descascaradas cuyo color lo dan inscripciones,
mensajes crípticos algunos, nombres, imágenes del Gauchito Gil, fotos de
familia y otras recortadas de revistas. También es sobrecogedor el
deterioro de los baños y las duchas, de los “fueyes”, trozos de hierro que
se ponen candentes para calentar y cocinar o la imagen de los “cloaqueros” saliendo de las cloacas sin ninguna protección. La precariedad extrema se
ve en los cuerpos, en su mayoría jóvenes, porque la población de la cárcel
en Argentina comenzó un proceso de disminución de la edad
ininterrumpido desde los años 80 y, en este caso, como lo dice Pablo en
una nota en un diario, el 70 % son menores de 25 años. Son jóvenes y
asimismo sus cuerpos y rostros así como los de sus familiares, confirman
lo que sabemos, el origen popular de la casi totalidad de la población
privada de libertad.
Los cuerpos son textos: tienen heridas, frases, muchos tatuajes, hasta
impresiona ver marcada una cruz esvástica. Muchas de las inscripciones
son nombres propios ¿serán sus familiares, amigos, recuerdos de alguien
que murió? En cada cuerpo sus marcas y nombres podrían sin duda
hilvanar toda la historia, como si cada uno cargara sobre sí en forma
indeleble las claves para reconstruir la propia biografía. Algunos de los
retratos muestran a internos en su pequeño mundo, rodeados de sus
pertenencias, remedios, estampitas, fotos, bolsas, pesas hechas con
cemento y también posando junto a sus familiares en los días de visita. En
una serie de fotos aparecen sólo mujeres, que son quienes más visitan a los
presos, en la fila de entrada, apiñadas contra la cuarta reja. Hay también
retratos familiares en cárceles o el festejo de un cumpleaños. Esta es una
de las temáticas más interesantes y menos exploradas en las ciencias
sociales latinoamericanas: el efecto del encarcelamiento en las familias y
en las comunidades, ya que en general, en la cárcel se suelen concentrar
personas provenientes de determinados barrios. De hecho, nos enteramos
que al momento de morir Pablo estaba trabajando en la zona donde
provenían gran parte de los internos.
La violencia y la subordinación en la vida carcelaria se cuelan de
distintas maneras. Un interno llevado en urgencia en una improvisada
camilla del que no sabemos si por una enfermedad o una pelea; una faca
dirigida a alguien que apenas se divisa en la foto; guardias uniformados y
armados revisando a personas desnudas y con los brazos en alto; un
interno como si fuera un lustrabotas agachado limpiando los zapatos de
otro interno de quien sólo vemos las piernas. La violencia no es de ningún
modo la protagonista de este ensayo sino que, como otras dimensiones,
aparece como un momento en la vida carcelaria. Captar esto y tantas otras
escenas por definición efímeras fue posible porque, cual un etnógrafo,
cuenta en uno de los textos del ensayo que “solo la permanencia allí, tras
esa reja, me permitió ser espectador de algunos de los secretos y vivencias
que allí se desarrollan”.
Hay algo levemente atemporal en las fotos, es difícil ubicar algo del
presente inmediato. Tanto las paredes derruidas o la precariedad de los
objetos y las instalaciones podrían ser de hace algunas décadas o también
de ahora. Asimismo, cada una remite a otra escala mayor, de fuera de la
cárcel, en particular el desamparo en que el Estado deja a los marginados
de los marginados.
Conocimiento y experiencia es lo que producen estas fotos que Pablo
nos dejó, así como algunos textos muy impactantes que escribió sobre lo
que allí escuchaba y veía. Sin lugar a dudas una vida no se resume en una
obra, pero su obra puede influir en otras vidas, en que prestemos atención
a aquello que está menos visible en nuestras sociedades o lo que quedó fuera de cuadro; a interrogarnos e investigar lo que las fotos no mostraron,
los momentos que no fueron retratados. La pregunta sobre la relación entre
imagen y ciencias sociales y humanas recorre parte del pensamiento de la
Modernidad.Pablo nos deja en este ensayo plasmadas algunas de las
respuestas.
Gabriel Kessler
CONICET - UNLP - UNSAM - Instituto de Altos Estudios Sociales
gabriel_kessler@yahoo.com.ar.