ARTÍCULOS ORIGINALES
Los mapas del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino, o la región como búsqueda
Cartography of the First Comprehensive Planning Project of Northwestern Argentina, or the Region as a Search
Ana Teresa Martínez*
* Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto de Estudios para el Desarrollo Social de la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Es autora de Pierre Bourdieu, razones y lecciones de una práctica sociológica, co-autora de Los hermanos Wagner, entre ciencia, mito y poesía y Cultura, sociedad y poder en la Argentina. La modernización periférica de Santiago del Estero, así como de numerosos artículos en revistas científicas nacionales e internacionales sobre sociología de la cultura e historia social. Correo electrónico: anateres@yahoo.com.ar
RECIBIDO: 27/05/2016
ACEPTADO: 12/07/2016
RESUMEN
La organización y desarrollo del PINOA en Santiago del Estero, Argentina en 1946, puso en escena un debate sobre la demarcación y la organización del espacio revelador de aristas múltiples. Las ideas de región y las diversas propuestas de imaginación territorial que allí circulan hablan de un momento de apertura de posibilidades, tanto en las maneras de entender la planificación como la región. En este trabajo reflexionamos sobre los mapas que se expusieron en los boletines de preparación, donde el proceso de mapeo se muestra más importante que los mapas mismos, porque el objetivo parece ser más el de abrir la imaginación que el de apuntar a proyectos predeterminados a imponer en el evento.
Palabras clave: Regionalización; Santiago del Estero; Planificación regional
ABSTRACT
The organization and development of PINOA, in Santiago del Estero, Argentina in 1946, staged a debate about the demarcation and organization of space that reveals multiple sides. The circulating concept of region and the various proposals for territorial imagination speak about a widening up of possibilities, both in the ways of understanding the planning and the region. In this paper I work on the maps shown in the preparation bulletin where the mapping process is more important than the maps themselves since the goal seems to have been more about opening up imagination than about imposing predetermined projects at the event.
Keywords: Regionalization; Santiago del Estero; Regional planning
“La cuestión no está, pues, en 'ser o no ser', sino
en la angustia de 'ser y no estar'”
Jorge Kalnay, boletin en preparación del PINOA.
“El mal que aqueja al alma argentina es la falta
de imaginación nacional”
Canal Feijóo, El Norte, 1942.
Introducción
En mayo de 1946, mientras el gobierno peronista preparaba el Primer Plan Quinquenal, en la ciudad capital de la deprimida provincia de Santiago del Estero un puñado de abogados y hombres de letras, la mayoría de conocida orientación liberal, asociados con el sociógrafo tucumano José Figueroa Román -en ese momento fuera de la Universidad por razones políticas-, convocaban a sus propios gobiernos provinciales y a los de las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Santa Fe, Córdoba, así como de los territorios nacionales de Chaco y Formosa, a reunirse en Santiago con ingenieros, arquitectos, médicos y ciudadanos interesados en el tema, para proponer lo que se sugería en el texto de la convocatoria como una planificación integral que demarcaba la región de un modo novedoso (y a la vez ambiguo), pretendiendo estudiar los problemas físicos, económico-sociales y culturales que parecían condenar a las del norte de Agentina a ser provincias pobres. Este primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA), convocado en un momento que parece a la vez oportuno y extemporáneo, no tuvo los resultados que sus mentores santiagueños esperaban, pero su valor analítico no consiste en medir consecuencias históricas. Mirarlo de cerca, precisamente en su aparente carácter trunco,1 lo vuelve un analizador de múltiples perspectivas: la situación de la provincia, el funcionamiento de sus élites, las posibilidades abiertas en la Argentina de la postguerra y las urgencias de un país mediterráneo que reclamaba una reorganización que para el escritor santiagueño Bernardo Canal Feijóo -el presidente del I PINOA- debía considerarse constitucional en el sentido alberdiano.
El Congreso ya ha sido varias veces tratado en la bibliografía: en términos descriptivos y poniendo de relieve su originalidad como convocatoria de privados, liberales y antiperonistas (Tenti, 2001); ubicándolo como un caso significativo en el proceso de construcción de una burocracia científica estatal (Pantaleon, 2005, 2009) o relacionándolo con los inicios de la sociología científica en el país (Pereyra, 2015). También ha sido analizado específicamente desde el punto de vista del concepto de región que allí circuló (Ajon & Souto, 1998) y abordado para pensar la “imaginación territorial” presente en los ensayos de Martínez Estrada y Canal Feijóo (Gorelik, 2001). En este trabajo, luego de contextuar el evento, apoyándome y discutiendo con buena parte de esta bibliografía, me detendré a estudiar las diversas posibilidades que para estos hombres se abrían en ese momento a la hora de pensar una reapropiación y reordenamiento del territorio del Norte Argentino, utilizando como mediación el análisis de la cartografía presente en los boletines de preparación del Congreso. Postulamos que las discusiones que al respecto se presentaron en el PINOA I y en torno a él, son indicios de un momento en que se visualizaban potencialidades múltiples, es decir, indeterminaciones que permitían abrir la imaginación territorial, más allá de las condiciones que luego establecieron los intereses de todo tipo puestos en juego, las circunstancias y las relaciones de poder en pugna. Analizaremos la cartografía teniendo en cuenta que en la primera mitad del siglo XX los mapas eran entendidos como objetos a-problemáticos, que proporcionaban información neta sobre una realidad objetiva y por eso -desde una de las facetas de la ingenuidad positivista- como instrumentos de apropiación del mundo por el conocimiento. Si, como creemos, las pujas por los modos de organizar y nombrar el espacio obedecen fundamentalmente a fines prácticos, en la medida en que las representaciones mentales que se proponían se esperaba que tuviesen consecuencias políticas y económicas, podríamos considerar la cartografía que circuló en la preparación del PINOA como un punto de entrada a la propuesta de proyectos políticos y sociales (Bourdieu, 1980). Mirados desde otra perspectiva más matizada, si los mapas se proponen como formas simbólicas de consecuencias políticas es porque en realidad “la práctica cartográfica es un proceso de reterritorialización constante” (Lois, 2014: 35). En este sentido, nuestros mapas pueden ser vistos también como “prácticas espaciales puestas en acción para solucionar problemas relacionales” (Lois, 2014:35). Si es así, podemos calibrar la performatividad que se esperaba de ellos, mirándolos como parte de un dispositivo de transformación y acercándonos a la vez a las condiciones de producción de estas expectativas, para ponderar en sus aperturas lo que no está dicho ni en los textos ni en los mapas: algunas de las razones del que parece haber sido un momento de particular plasticidad cartográfica en Argentina.
Sociología y planificación en los años ‘40
Como se viene observando desde hace algunos años los inicios de los procesos de industrialización de la segunda parte de la década de 1930 estuvieron acompañados de un primer e incipiente desarrollo de estudios sociológicos, que buscaban ser y presentarse como científicos, concretados tanto en investigaciones estadísticas como en análisis de problemas de población, que fueron introduciendo progresivamente en la Argentina del desierto y la inmigración, la preocupación por una planificación racional de la economía y la sociedad (Berrotarán, 2003; Macor, 2005; Gorelik, 2001; Pantaleón, 2005, 2009; Quintero, 2002; Pereyra, 2012; Mazza, 2004; González Bollo, 2014; entre otros). Desde la actuación del ingeniero y estadígrafo social-católico Alejandro Bunge en el Departamento Nacional del Trabajo a partir de 1910, la dirección de la Revista de economía argentina desde 1918, así como la institucionalización de la economía como disciplina científica dentro de la Universidad de Buenos Aires, el discurso de las ciencias sociales se venía legitimando como instrumento de las burocracias de estado. Como observa Pantaleón (2009) este pasaje supone la introducción y consagración de ciertas categorías de percepción de lo social mediante la categorización estatal. El vacío censal que se extiende de 1914 a 1947 no sólo es un vacío, sino que posibilita un espacio de discusión en que nuevas ordenaciones y categorizaciones del territorio y las personas se hacen posibles. No es casual que también la geografía se haya desarrollado en la misma década como disciplina científica vinculada a las universidades y a institutos de investigación, que haya cristalizado el concepto de región y se haya además normalizado para la enseñanza escolar (Quintero, 2002; 2004).
Por otra parte, las dificultades ocasionadas por la II Guerra Mundial habían abierto el debate sobre el rol del estado sobre el control del comercio exterior, el capital extranjero, la política aduanera, el desarrollo de industrias básicas, así como la fiscalización de la industria nacional (Berrotarán & Villarruel, 1995), ocupando en especial a organismos como el Instituto de Estudios y Conferencias Industriales de la Unión Industrial Argentina (UIA) (Mazza, 2004) en un contexto en el que las Fuerzas Armadas (FFAA) asumían la necesidad de la industria nacional como parte de sus hipótesis de guerra (Hurtado de Mendoza & Busala, 2006) y eran los productores, normalizadores y custodios de la cartografía circulante. En este contexto es que aparece la planificación como un paradigma modernizador, relacionado con nuevas políticas vinculadas a los desarrollos de las ciencias sociales, llegadas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, así como de Rusia y Alemania, en estrecha relación con la emergencia de una temprana sociología de pretensiones científicas, en diálogo crítico con las corrientes más importantes de la época y casi dos décadas anterior a la que conocemos centralizada en la figura de Germani, naturalmente relacionada con la Conferencia Económica para América Latina (CEPAL) y los proyectos modernizadores liderados por Estados Unidos (para la sociología de Germani, Blanco, 2006, para estos procesos previos, Pereyra, 2012).
La creación de organismos de intervención estatal sobre la sociedad y la economía, se acentúa desde la intervención militar de 1943 (Junta de reactivación económica, Dirección nacional de energía, Secretaría de Trabajo y Previsión, Consejo Nacional de Estadística y Censo, Secretaría de Industria y Comercio) hasta el Consejo Nacional de Postguerra, dirigido por Perón, con la ayuda cercana de José Figuerola, colaborador central del primer Plan Quinquenal. No parecía estar en discusión en este momento si convenía o no planificar. Si Manheim, preocupado por el ascenso de gobiernos autoritarios, afirmaba “no cabe elegir entre planificar y laissez faire, sino solo entre buena y mala planificación” (Berrotaran, 2008: 1), no estaba con estas palabras cerrando un tema, sino más bien poniendo un nuevo piso a un nuevo debate sobre la inspiración, las herramientas, los actores y los procesos con que podía proyectarse la organización económica y social.
Son fundamentalmente ingenieros y arquitectos, como José María Pastor o Jorge Kalnay, quienes teniendo como una fuerte referencia a Lewis Mumford, van a plantear que la planificación no sólo debe proponerse una racionalización de la economía, sino el ordenamiento del espacio urbano y rural a fin de aprovechar los recursos naturales y humanos aplicando nuevas técnicas e instrumentos de conocimiento. Los planes para la reconstrucción de San Juan luego del terremoto (1944), para la creación de la ciudad industrial de Nahuel Huapi (1945) o para la colonización de Balcarce (1945) nos hablan de un movimiento de ideas y propuestas que intentan reorganizar los espacios concebidos como unidades urbano-rurales en términos de región, que requieren una intervención racional y orgánica, donde la iniciativa privada y la pública se combinan al servicio de la mejora de las condiciones de vida de la población.
Es inscribiéndolo en este movimiento de ideas, debates y proyectos donde es verosímil imaginar una iniciativa ciudadana como la del primer PINOA y el intento de crear y sostener el Instituto de Planificación Integral del Noroeste Argentino (IPINOA). Pero al mismo tiempo, también en este contexto nos parece entrever una significatividad que merece ser analizada.
El Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino como espacio de deliberación. Actores e instituciones
Además de las condiciones nacionales, es claro que el PINOA como evento de organización del Noroeste tiene antecedentes en acontecimientos anteriores. Ya en 1926 se había realizado un Congreso de gobernadores del Norte, entendiendo por tal a los de las provincias de Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Salta, convocado por el conservador gobernador salteño y políticos jujeños cercanos a la Unión Industrial Argentina (Pantaleón, 2005). Se trataba entonces de formar un frente común de las provincias y presentar un petitorio al gobierno nacional para lograr mejoras en la extensión y funcionamiento del servicio ferroviario, entre las cuales figuraba una regulación de las tarifas que no dejara en desventaja a los productos de la región mediterránea frente a los del litoral. Pero al mismo tiempo, se planteaba ya en esta reunión la importancia de diversificar los intercambios comerciales aprovechando precisamente la ubicación de estas provincias, histórica y geográficamente relacionadas con los países andinos, y por eso se pedía la firma de tratados comerciales con Chile y Bolivia.
Años después, en el I Congreso de Población, realizado en 1940 por impulso y organización del Museo Social Argentino -heredero de Bunge-, se planteaban los problemas de la distribución de la población en el país -que se consideraba subpoblado-, las consecuencias de los éxodos hacia los centros urbanos y sobre todo la concentración demográfica en torno a la ciudad de Buenos Aires, temas que -como veremos- venían preocupando a los convocantes del PINOA, habida cuenta sobre todo que eran las provincias del norte las principales proveedoras de esa migración sin retorno.
En 1945 se realizó en Buenos Aires, el Tercer Congreso de Ingeniería, donde el grupo de urbanistas Los amigos de la ciudad, entre los que se encontraba Jorge Kalnay (quien a decir de Canal Feijóo sería el alma del PINOA) presentó una ponencia donde recomendaban a las autoridades nacionales la creación de un Instituto Nacional de Planificación permanente, con subdivisiones regionales, provinciales y municipales. Esta idea reaparecerá en nuestro Congreso de 1946.
Pero si el debate no estaba centrado en la necesidad o no de planificar, uno de los rasgos más interesantes de este Congreso Integral de Planificación del Noroeste Argentino, consiste precisamente en el proceso que se ponía en acto para realizarla: el intento de producir una convergencia de preocupaciones e intereses planteado por un grupo de intelectuales de una provincia por entonces en trágica regresión económica y social. Eran en su mayoría abogados con inclinaciones hacia expresiones artísticas, culturales y sociales, así como ex legisladores, quienes convocaban a sus propias autoridades provinciales y nacionales, así como a técnicos reconocidos, en orden a una tarea que cada vez más se consideraba como propia del Estado y especialmente de las Fuerzas Armadas. Y esto lo hacían no sólo para peticionar, sino sobre todo para ofrecer estudios y proyectos, para abrir un espacio de confrontación de intereses provinciales y de deliberación del que pudiera participar cualquier ciudadano que lo solicitara, a fin de materializar un plan ambicioso de reorganización de un territorio que abarcaba casi un tercio del país.
El grupo de intelectuales que lo preparaba según el primer Boletín de convocatoria, estaba liderado por el abogado y ensayista Bernardo Canal Feijóo,2 e integrado por veintitrés personas, diecisiete de los cuales residían en Santiago del Estero, y cuenta entre ellos varios hombres que habían cumplido en algún momento tareas como legisladores o funcionarios de estado. La secretaría general provisoria sin embargo, tiene asiento en Buenos Aires, precisamente en el domicilio de Jorge Kalnay, el arquitecto húngaro amigo de Canal Feijóo, que había diseñado en Santiago algunos edificios emblemáticos como el Mercado Armonía y la casa del gobernador Juan B. Castro, hoy sede de la subsecretaría de cultura de la provincia. Kalnay era también “autor de algunas obras clave del modernismo en Buenos Aires” (Gorelik 2001:23) y había contado entre los organizadores del Primer Congreso Argentino de Urbanismo en 1935.3
La organización del Congreso cuenta con otras comisiones que funcionan en Salta, a cargo del Ingeniero José Alonso y en Tucumán a cargo del sociógrafo José Figueroa Roman.4 Tanto Kalnay como Figueroa Roman pueden ser contados entre los intelectuales de la época con especial interés por la planificación regional, el primero desde el urbanismo y el segundo como investigador en el instituto de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Si bien el reconocimiento más explícito en los textos posteriores de Canal Feijóo se dirige a la labor de Jorge Kalnay, hay que señalar que ambos tienen una importante presencia en el desarrollo del Congreso, Kalnay como secretario y posiblemente catalizador de un grupo de planificadores vinculados al urbanismo entendido en términos regionales, y Figueroa Román como vicepresidente del Congreso, y presidente y relator de la comisión Económico-Social.
Este último se ubicaba en este momento desde un lugar institucionalmente marginal, pero que lo relacionaba directamente con el grupo de intelectuales de Santiago del Estero. No siempre había sido así. Según ha reconstruido Diego Pereyra (2012) en 1939 se había creado en la UNT un Departamento de Investigaciones Regionales, sobre cuya base se estableció un Instituto de Investigaciones Económicas, Sociológicas y Financieras, que en 1940 se convirtió en el Instituto de Investigaciones económicas y sociológicas, orientado al desarrollo de una sociología científica, bajo la dirección de Renato Treves -emigrado español que regresaría pocos años después a su tierra- y contaba en el Instituto con la activa secretaría de Figueroa Román, quien se haría cargo ya entre 1943 y 1944. Pero en 1945 renunció, y trasladó su trabajo sociológico a la filial local del Instituto Libre de Estudios Superiores, que lo vinculaba estrechamente a los intelectuales liberales que allí se venían refugiando a partir de los conflictos que desde 1943 se produjeron entre los universitarios y la revolución de 1943 (Hurtado de Mendoza & Busala 2006: 18-19; Fiorucci 2011).
Los santiagueños operaban por entonces desde la Asociación Cultural La Brasa y la Sociedad y Biblioteca Popular Sarmiento -de la que Canal Feijóo era presidente-, pero especialmente desde la filial local del Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES), liderado por Horacio Rava, que tenía sede en la misma biblioteca. Como señalamos, en este momento Figueroa Román venía de renunciar en la Universidad Nacional de Tucumán por razones políticas, y mantenía en el CLES, sede Tucumán, objetivos muy similares a los del centro de la UNT: producir investigación de carácter científico sobre la realidad social que pueda proveer insumos para la realización de políticas públicas de planificación. El PINOA se desarrolla entonces en este particular momento de la carrera de Figueroa Román, cuando acaba de dejar la UNT y aloja sus inquietudes científicas en el CLES, a la espera de una coyuntura más favorable en la UNT, que llegará cuando asuma el rectorado Horacio Descole y abra una etapa de fuerte desarrollo, que la califica como una de las universidades -junto a la de Cuyo y El Litoral- que más creció durante el peronismo (Pereyra, 2015). Durante el PINOA va a actuar como coordinador y relator de la comisión económico-social, pero va a ser además quien compile luego del Congreso las Actas del mismo, a partir de una selección de artículos publicados en los boletines de preparación que componía Kalnay, y del conjunto de las ponencias que habían alcanzado a tener tratamiento y aprobación durante los cuatro días del Congreso. Es de estas actas que extraerá Canal Feijóo los textos que él mismo publicó años después en De la estructura mediterránea argentina.
Kalnay también continuará trabajando sobre los resultados del Congreso luego de su realización, editando el boletín del IPINOA, que comienza por el número cuatro, dando continuidad así a los tres números de preparación del Congreso. La historia que sigue es compleja y aún a reconstruir. En Salta se llevará a cabo en 1950 el II PINOA, evento apenas mencionado en las obras posteriores de Canal Feijoo, quien también retacea el protagonismo de Figueroa Roman en sus relatos. Sin embargo, fue éste quien luego de su retorno a la UNT en 1958 retomará la iniciativa desde el Instituto de Sociografia re-transferido a la universidad pública. Una hoja suelta de un borrador sin fecha, existente en el Archivo Privado Canal Feijóo, que obra en la Biblioteca Nacional, describe la organización del PINOA como una iniciativa santiagueña, con antecedentes en preocupaciones que se remontan al menos a la gran sequía de 1937 y las propuestas del Ing. Michaud, así como iniciativas legislativas de Castiglione y Arnedo, aunque admite que desde el comienzo trabajaba otra comisión en Tucumán, bajo la dirección de Figueroa Román, en quien reconoce fundamentalmente una experticia técnica: “uno de los espíritus mejor preparados en materia planificatoria en nuestro país”.5 Todo apunta a señalar que el PINOA II -sobre el cual tenemos una primera aproximación de Diego Pereyra (2015)- se planteó en una línea de preocupaciones e intereses diferentes a los que urgían en aquel momento a Canal y al grupo de santiagueños convocantes del PINOA I, pero además que las diferencias políticas en torno al grado de cercanía y colaboración con el peronismo pueden haber sido centrales en los años que van de 1946 a 1950. Canal migró a Buenos Aires en 1947 y tanto él como sus amigos de Santiago del Estero -donde no existía universidad- permanecieron vinculados al CLES y la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), espacios claramente opositores al peronismo, donde se concentraron muchos de los militantes del antifascismo de los años ‘30. Figueroa Roman, en cambio, de regreso en la UNT, acerca posiciones y busca moverse en las brechas de autonomía que le facilita una gestión universitaria de rasgos innovadores (Pereyra, 2015). Esto posiblemente distanció a Canal y a los santiagueños de Figueroa Román y de la realización del PINOA II. Si, como sostiene Pereyra, la planificación peronista no fue tan centralizada como se ha sostenido, y apeló a “saberes de expertos universitarios, con los cuales negoció, confrontó y trabajó en conjunto” (2015: 127), y como muestra Fiorucci (2011) la relación entre intelectuales y peronismo abarca un espectro y avatares más complejos y matizados de los que se pensaba desde el hegemónico relato de la oposición, construido luego de 1955, Canal y el grupo santiagueño, al menos después del PINOA I, no parecen haber formado parte de quienes estaban dispuestos a matizar demasiado sus posiciones.
Ebullición e inestabilidad en la política local
La convocatoria inicial del PINOA se realizó mediante un primer boletín en mayo de 1946 y el Congreso estaba previsto para iniciarse el 16 de agosto de ese año, aunque finalmente se llevó a cabo en septiembre. Como ya señalamos, a diferencia del Congreso de Gobernadores de 1926, aquí la iniciativa se autodefine como “privada, apolítica, abierta a la colaboración de autoridades públicas, instituciones y personas de buena voluntad”.6 Las autoridades de la provincia convocante constituían una Comisión de Honor, que respaldaba así la iniciativa, pero al mismo tiempo eran convocados en calidad de invitados al evento, como un actor más dentro de un conjunto.
Desde su convocatoria, el congreso se proponía: estudiar los problemas físicos, económico-sociales y culturales de la Región; y esbozar planes y directivas tendientes a orientar la legislación, la iniciativa privada y cooperación social, cuyos fines deben conducir a un aprovechamiento más racional y orgánico de los recursos naturales de toda la cuenca hidrográfica que constituye la unidad regional y hace independiente la vida de los pueblos que forman las provincias y territorios del Noroeste Argentino (NOA).7
La enunciación del segundo objetivo continuaba definiendo a qué se referían cuando hablaban del NOA: “dicha región abarca además de Salta, Tucumán, Jujuy, Catamarca y Santiago del Estero, los territorios de Chaco y Formosa, considerable parte de Santa Fe y una pequeña franja de Córdoba, desde Mar Chiquita hacia el Norte”.8 Es decir, el NOA se había convertido en un vasto territorio, ampliado mucho más allá de los límites que hasta entonces le atribuía la alusión vaga de que solía ser objeto y la partición que le va a asignar la geografía escolar como región natural.
Los boletines siguientes que fue enviando Kalnay desde Buenos Aires avanzaban preocupaciones y planteos específicos, así como una manera de entender la planificación. Tomaban posición claramente en el debate planteado por Manheinn respecto del tipo de planificación que debía adoptarse, con vinculaciones a modelos relacionados en el contexto internacional de la inmediata postguerra: la llamada comunista, en aplicación en la Unión Soviética (URSS), donde el papel exclusivo le cabía al Estado;9 la denominada democrática, que tomaba como modelo la tarea de planificación del valle del Tennessee en los EEUU,10 y la llamada totalitaria o fascista, que partía de modelos aplicados en Alemania.11 Figueroa Román había tenido la oportunidad de viajar a la URSS y a EEUU y desde estas experiencias insistía, junto con Kalnay y en coincidencia con el espíritu liberal del CLES y de los santiagueños intervinientes, sobre las bondades de la “planificación democrática”, en la que el Estado daba un rol central a las iniciativas provenientes de la sociedad y se preocupaba por utilizar la persuasión como instrumento fundamental para aplicar sus decisiones. En agosto de 1946 Figueroa Román, auspiciado por el CLES había publicado Planificación y sociografía, donde se apoyaba en Mannheim (1942), Galloway (1941) y Laski (1945) para diagnosticar el momento de cambios profundos que vivía occidente y la necesidad de planificar la economía y la sociedad en términos democráticos (Figueroa Roman 1946).
Sin embargo, esta discusión, que tiene que ver no sólo con técnica, sino con decisiones de política, aparecerá amplificada por otras aristas que parecen haber complejizado el desarrollo y sobre todo la aplicación de las decisiones del PINOA. Una de ellas tiene que ver con la política interna en la provincia, otra -que ponía en juego la idea política de federalismo y la concepción de la región- con los intereses de las distintas provincias que se ponían en juego.
Se deduce de los boletines de preparación del PINOA que existieron contactos con el gobierno local desde la convocatoria, al punto que las notas centrales del tercer boletín, del mes de agosto, resumen algunos capítulos del libro del tucumano Pondal, Problemas argentinos, -de donde se toma la expresión litoralización del interior-, libro que les habría alcanzado el gobernador durante una visita, y que habría abierto una serie de intercambios con el autor para aportar ideas al desarrollo del congreso.12 Mittelbach aceptó encabezar la Comisión de Honor del Congreso y de hecho no solo acompañó personalmente la apertura, sino que ofreció un vino de honor a los congresistas en la Casa de Gobierno y los ministros principales del poder ejecutivo hicieron uso de la palabra o compartieron el escenario, tanto durante la apertura como en el cierre de las deliberaciones. En la sesión de inicio, tras el discurso del presidente del PINOA, el Ministro de Obras Públicas Aníbal Oberlander le hizo entrega del proyecto de ley del Poder Ejecutivo, ya presentado a la Legislatura, que creaba un Consejo de Planificación Provincial. La ocasión de la notoria crisis política que atravesaba en esos momentos al gobierno de la provincia, no deja de sugerir -más allá del propósito real de trabajo conjunto o la coincidencia con las políticas que se venían anunciando desde el Poder Ejecutivo Nacional- la conveniencia de la coyuntura para intercambiar apoyos con la oposición liberal, y desmentir también de paso las acusaciones de fascismo que una parte de los legisladores oficialistas, dirigían hacia el sub-bloque que sostenía al gobernador.
Durante el desarrollo mismo del PINOA es posible seguir en la prensa la virulencia de los debates en la legislatura, donde el laborismo se había dividido en dos sub-bloques, el mayoritario de los cuales había retirado su apoyo al gobernador. Los debates, que por momentos llevan a los legisladores del oficialismo a enfrentarse con violencia verbal y física, aparecen en el principal diario de la provincia -propiedad de dos de los organizadores del PINOA- en la misma página, rodeando las notas en que se relata el desarrollo del PINOA como un espacio democrático de civilidad, en los que las diferencias terminan en aplausos y abrazos entre los contendientes. Sin embargo, como veremos, hay indicios de que el PINOA tampoco careció de rispideces.
Finalmente, el conflicto entre legisladores provinciales culminará con el juicio político al Ministro de Hacienda, Aníbal Oberlander, quien era cercano al grupo organizador del PINOA y se manifestaba dispuesto a llevar adelante sus iniciativas. Poco después se producirá la intervención federal a la provincia y el bloque de legisladores opositores a Mittelbach apoyará como nuevo candidato a Carlos Juárez, el joven militante de la Acción Católica que desde el Ministerio de Gobierno denunciara a Oberlander. De este modo, las posibilidades para este grupo de intelectuales y empresarios liberales de continuar trabajando en la planificación de la solución de los grandes problemas de la provincia se fue disolviendo, al menos en el espacio local y en lo inmediato. De todas maneras, el PINOA estaba atravesado por una ambición que trascendía la provincia. Aunque los santiagueños estuvieran mirando la región a partir de sus problemas específicos, al menos en el caso de Canal Feijóo, la provincia no era mirada sólo como un espacio particular, sino como un caso particular de lo posible, es decir, como la evidencia más clara en la época, de las consecuencias que para cualquier punto del país podía acarrear la imprevisión y la entrega despreocupada a las fuerzas del mercado y a las meras necesidades del capital internacional. Si Santiago era ultraprovincial, como decía Canal, era porque en el fondo -con más o menos evidencia- todas las provincias lo eran si formaban parte de un país, y por eso las propuestas de regionalización abrían un debate que ponía en juego los diversos modos de entender el federalismo y las ideologías e intereses que allí se jugaban también desde las provincias invitadas.
Región y geografía en la argentina de los ‘40
En la medida en que a lo largo de la década de 1940 las ideas sobre la planificación se comienzan a imponer en Argentina, aparece su articulación con la idea de región como instrumento de interpretación, ordenamiento y nominación del territorio y de la sociedad en fracciones subnacionales. Los desequilibrios resultantes de las políticas económicas y sociales del modelo agroexportador abrían por entonces una problemática que fue expresada en términos regionales, para buscar desde allí las soluciones planificadas a los problemas de las provincias pobres, empobrecidas paulatinamente desde la organización nacional y marginadas del comparativamente impresionante desarrollo económico y demográfico del litoral.
Esto suponía, en efecto, introducir nuevos modos de pensar la nación, teniendo en cuenta la organización del espacio. De hecho, los primeros institutos de investigación (1947 en la Universidad de Buenos Aires (UBA); 1948 en la UNT) y carreras universitarias de geografía (1954 en UBA, Universidad Nacional de Cuyo (UNCu), Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y UNT datan de la época que analizamos, es decir, entrada la década de 1940. Hasta entonces la geografía se había vinculado fundamentalmente a la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA), creada en 1922 como una Sociedad Científica, y en particular la cartografía estaba ligada a instituciones militares y diplomáticas, es decir, relacionada a la conquista estatal y defensa del territorio nacional.
Como señala Silvina Quintero (2002), a pesar de que no todas las teorías de la regionalidad trabajan a partir de una partición excluyente del espacio, en la Argentina, desde esta época han primado las que sí lo hacen, dando forma mediante este procedimiento a la construcción del mapa que necesitaba el estado-nación para visualizarse e integrarse, pero dificultando al mismo tiempo la relevancia de estas demarcaciones a la hora de las decisiones de organización efectiva del territorio. Si durante la presidencia de Sarmiento en los programas escolares la región aludía a la pampa, el bosque, la cordillera, desde la década de 1890 hasta 1926 las únicas divisiones admisibles van a ser las de las provincias y territorios nacionales, es decir, las divisiones políticas que se fueron configurando en las luchas de la segunda mitad del siglo XIX. Desde comienzos del siglo XX aparecerá en la literatura especializada la noción de región física y región natural y va a ser la GAEA la que intervendrá en 1926 en una reforma de los programas de enseñanza incluyendo el concepto de región natural, combinación de factores geológicos y climáticos. Recién a partir de 1936 las regiones pasarán a comprender también una dimensión de geografía humana, por influencia de la corriente francesa de Vidal de la Blanche.
Para los años 40, las dos grandes influencias teóricas que van a persistir son la de la geopolítica propuesta inicialmente por Friedrich Ratzel y la geografía regional impulsada por Vidal de la Blanche, precisamente para enfrentar el rudimentario positivismo evolucionista de aquel. En el organicismo de Ratzel -ampliamente utilizado en espacios diplomáticos y militares por todos los países de occidente en el período de entreguerras y retomado durante la Guerra Fría en Argentina, Chile y Brasil (Quintero, 2004) - los estados tienden a ser corporizados en sus territorios, en los que el pasado y el futuro se interpretan en clave biológica. Hacia fines de los años 40 la influencia de Vidal de la Blanche se presenta sin embargo en los nacientes ambientes académicos como la geografía científica por excelencia. La organización humana, en esta corriente, se entendía a partir de los elementos naturales que ofrecía el espacio; esto es, la geografía física era siempre considerada anterior a la acción humana sobre ella, aun cuando se pusiera el acento en lo que las sociedades hacían a partir de lo que encontraban. La región era así una combinación de paisaje natural y modo de vida, donde el momento específico en que la sociedad instituyó y organizó ese espacio desaparecía, borrando de este modo su carácter político. Esta dimensión apolítica de la región se acentuaría con la influencia en el período de entreguerra del discípulo de Vidal, Emmanuel de Martonne (Quintero, 2004). Federico Daus será el encargado de introducir y oficializar esta geografía físico-humana en Argentina.
Hay constancia de que las ideas de región de Daus se remontan al menos, hacia 1935 (Ajon & Souto 1998), pero es en 1948 que se produce una nueva partición regional en los manuales escolares por obra de este autor, cortando arbitrariamente mediante delimitaciones naturales las también arbitrarias organizaciones en provincias, histórica y políticamente constituidas. Según Daus “a la geografía sistemática oponemos ahora la geografía regional, que es la expresión actual de la metodología geográfica” (Daus 1951; en Quintero, 2002: 11). Las unidades regionales están concebidas como un rompecabezas donde cada pieza debe tener una delimitación precisa y cubrir en conjunto el territorio nacional. Y así como la acción social parece no haber intervenido en su configuración, sino que las regiones son concebidas como mera naturaleza previa en la que las poblaciones se asientan, tampoco parece habilitada la intervención desde la configuración de esos espacios regionales para la transformación. De hecho, la organización política del país en provincias quedará atravesada por unas regiones que son naturales como opuestas a políticas y administrativas. En el mapa de Daus, la demarcación del NOA no va más allá de la provincia de Jujuy, una porción de Salta, otra de Tucumán y una de Catamarca. Santiago del Estero queda excluido porque la mayor parte de la superficie provincial pertenecería en su mapa a la llanura chaqueña y una pequeña porción a las sierras pampeanas. La historia que une a su ciudad capital y a la mesopotamia entre el Dulce y el Salado con Tucumán, Salta y Jujuy, no es criterio de demarcación en este caso.
Este breve recorrido permite ver cómo en la regionalización geográfica oficial argentina fue primando hasta el momento que analizamos, un tipo de partición del espacio que 1) no permitía pensar regiones como unidades de decisión política, ya que se presentan como particiones excluyentes entre sí, atravesando las unidades políticas de las provincias según criterios de cierta homogeneidad en la geografía física; 2) tiene difícilmente en cuenta la circulación histórica de bienes y personas, las alianzas estratégicas de poderes locales, la distribución de población que da lugar a la representación parlamentaria nacional, el régimen fiscal o las políticas de inversión pública. Se trata en realidad de regiones definidas por una naturaleza inmóvil y más o menos homogénea, a partir de esquemas geográficos poco aptos para incluir una dimensión política activa y presente. Sin embargo, al mismo tiempo, el carácter incipiente de la conformación de una comunidad científica en torno a la geografía, así como la vigencia de ideas en torno a la planificación, y la consiguiente necesidad de pensar el espacio, parecían mantener abierto al mismo tiempo un momento apto para repolitizar y rediscutir la organización del territorio nacional y esto es lo que creemos que se asoma a través de los mapas en el PINOA.
El Noroeste Argentino, los censos y la historia
Las particiones del territorio que realizaba la geografía científica en desarrollo, por otra parte, no siempre se condicen con las divisiones que los organismos estatales realizaban para organizar los datos censales, donde la distribución de la población es el criterio básico, aunque no el único, ya que por esta vía entra a jugar no sólo la geografía humana, sino que asoma la geopolítica vinculada a la representación parlamentaria. La serie de mapas producidos por Velázquez & Vega (2013) nos permite seguir las variaciones que surgen de la definición de departamentos y su agrupamiento en regiones censales. En el primer censo nacional, de 1869, se rechaza la presentación de los datos en orden alfabético y se organizan según un criterio que el texto de presentación plantea como de hechos dados,
homogéneos y fáciles de apreciar, según que las provincias se aproximan entre sí por su situación y rasgos físicos generales. En esa organización se considera una Agrupación del Norte que abarca Tucumán, Salta y Jujuy, integrándose la mesopotamia santiagueña a una Agrupación centro, con Córdoba y San Luis. Más allá del río Salado el actual territorio de la provincia pertenecía por entonces a la zona aún en poder indígena que abarcaba también las actuales Chaco y Formosa y que, como la Patagonia no eran objeto de censo. En el segundo censo de 1895 las agrupaciones pasan a llamarse divisiones regionales, adelantándose a la geografía. Para entonces el estado se ha apropiado de algunas de las áreas indígenas, pero el mapa general no tiene mayores alteraciones. Es en 1914 cuando el crecimiento exponencial de la población por la inmigración masiva en el litoral lleva a realizar en la interpretación un agrupamiento binario de las regiones entre el Litoral y el resto del país. Se considera que esta heterogeneidad es producto de una “ley geográfica basada en razones de clima, relieve y distancia al mar” (Velázquez & Vega 2013: 107), quedando invisible la influencia que las políticas inmigratorias pudieron tener en esa distribución. En este tercer censo, la provincia de Santiago ha sido ampliada hasta sus actuales límites, incorporándosele en su circunscripción una porción importante de llanura chaqueña, claramente demarcada en el mapa con lápiz y escuadra. Esa incorporación, que por una parte sumó a la provincia una nueva porción fundamental de nuevos bosques a explotar, es la que le hace decir a Canal Feijóo en las primeras páginas de De la expresión popular artística en Santiago (1937) que a esta provincia le sobra mapa y que el fenómeno santiagueño -en el sentido que intenta analizar- se circunscribe a un espacio reducido en torno a su ciudad capital y la demarcación de los ríos Dulce y Salado que es el área que históricamente le estaba articulada. El censo de 1914, cuando esta incorporación se viene de producir, sigue agrupando esa nueva provincia de Santiago con Córdoba y San Luis y no con la región del Norte. Que sea el Censo de 1947 el que incorpora por primera vez a Santiago del Estero a la región del Norte con Tucumán, Salta y Jujuy es un dato significativo que ubica a nuestro acontecimiento de 1946 en el proceso de modificaciones y potencialidades que nos interesa analizar.
El Noroeste, más allá de los avatares de la geografía científica y de las demarcaciones censales, tenía una tradición de autodefinición práctica como región, en torno a la realización de proyectos que se planteaban con alcance “regional”, aunque, como afirman Ajón & Souto (1999) no se definiera claramente el espacio aludido. De hecho, la fundación de la Universidad Nacional de Tucumán en 1919, había sido concebida por la élite tucumana ligada a la producción de azúcar, como una universidad para la región, destinada a liderar su desarrollo industrial. Se dice explícitamente en los estatutos de su fundación, y Juan B. Terán -su primer rector- plantea que Tucumán es uno de los tres “ganglios de la red demográfica argentina”, que el “Norte argentino es una unidad histórica y Tucumán su centro” (Teran 1907:10). De hecho en sus textos se habla alternativamente de Universidad del Norte y Universidad de Tucumán refiriéndose a la misma entidad (Terán, 1921). Efectivamente, más allá de la voluntad hegemónica del Tucumán de inicios del siglo XX, lo que es claro es que las ciudades y campañas de la zona que van desde Santiago hasta Salta y Jujuy y desde estas ciudades hasta las altas cumbres y el límite con Chile, estaban ligadas por los lazos de comunicación, circulación de mercancías entre sí y con las del Alto Perú, así como vínculos políticos, económicos y de parentesco entre sus élites, siendo durante los siglos de la colonia española una de las zonas más prósperas del virreinato del Rio de la Plata. En general, el Noroeste, o el Norte era nombrado durante las primeras décadas del siglo XX como una unidad de límites imprecisos, pero que abarcaba en el sentido común cuando menos la red entre estas cuatro ciudades. Cuando a Canal Feijóo la editorial Emecé le solicita en 1941 un libro sobre “el Norte”, éste comienza por ser definido como “la vieja parte del país, más allá de las pampas” (Canal Feijóo, 1941: 7) y los textos que reúne, con un fuerte acento en relatos recopilados en la zona entre los ríos Dulce y Salado de la provincia de Santiago del Estero, se despliegan luego de una serie de crónicas coloniales y relatos de viajeros sobre las ciudades de Tucumán y Santiago, disculpándose el autor de no incluir en el tomo materiales de las provincias de Salta y Jujuy.
Los criterios de los lazos históricos prevalecían entre estos hombres de letras, en una etapa en que varios de ellos cultivaban la nueva disciplina folklórica, mezcla de etnografía rudimentaria, interés por el estudio de las lenguas aborígenes y preocupaciones de identidad colectiva. El PINOA sumaba en su preparación y desarrollo a arquitectos interesados en la organización del espacio urbano y rural, a sociólogos y estadísticos que dialogaban con la sociología norteamericana y en este cruce de diversas disciplinas, se tomaban la libertad de abrir el juego -junto al debate de los modos de planificar- para re-pensar y re-politizar los modos de mirar el espacio, abriendo las restricciones que imponían las regiones naturales preconstruidas, tanto como las provincias históricas naturalizadas. Por otra parte, el trozo sobrante del mapa santiagueño, el chaco boscoso ganado al indio y ya en buena medida depredado por el obraje, no puede dejarse fuera porque además de las decisiones político-administrativas, las relaciones económicas y la dinámica poblacional lo han articulado, y este hecho ofrece un puente que habilita a pensar a los territorios nacionales de Chaco y Formosa como parte del Norte.
Canal Feijóo, quien ya había realizado un viaje a EEUU con contactos orientados entre otros por Figueroa Román, mantenía una amistad de una década con este sociólogo y con el arquitecto Kalnay y era reconocido como cultor del folklore y conocedor de la historia colonial de la provincia, escritor con vínculos constantes con sus principales pares de Córdoba, Tucumán, Salta, Catamarca y Buenos Aires. Resulta en este contexto un nexo adecuado entre líneas de análisis y disciplinas. La diversidad de criterios de clasificación que atraviesan los trabajos y los mapas que circulan en la preparación del PINOA, se vinculan a las zonas de indeterminación que tienen disponibles las disciplinas en proceso de institucionalización, a la vez que a la diversidad de personas e intereses que allí confluyen, fraguados al calor de la crisis económica, demográfica y ambiental de la provincia de Santiago. El articulador es un polígrafo atravesado por múltiples intereses científicos y literarios, vividos desde una sola preocupación de orden político-social: el destino malogrado de su provincia en el contexto argentino.
En el PINOA, las imprecisiones sobre la demarcación de la región a planificar se acentúan, bajo un concepto de región no precisado como señalan Ajon & Souto (1999), aunque no de un modo caótico, sino con la lógica analógica de un sentido del espacio concebido de modo pragmático: en tiempos de mapas miméticos, especulares y epistemológicamente realistas (Lois 2014), lo que importaba en estos croquis del norte del país era lo que se proponía hacer, y según esa lógica pragmática la región podía ampliarse o achicarse, los límites difuminarse o reconvertirse, los criterios de definición y demarcación variar según las propuestas a realizar. El PINOA parte de preocupaciones y de posibilidades a analizar y no de programas definidos a llevar a cabo. Los mapas aquí no son metáforas para convencer en sentido propagandístico, como fue de uso durante el primer Plan Quinquenal (Lois 2014), pero tampoco fueron sólo expedientes técnico-científicos. Si la geografía de la “regiones físicas” había demarcado un Noroeste escueto donde la determinante parece ser cierta homogeneidad de paisaje andino y las demarcaciones censales hasta entonces dejaban a Santiago fuera del “Norte”, el PINOA va a proponer una demarcación múltiple y notablemente diferenciada, donde el espacio es considerado a la vez como soporte de la actividad industrial, medio de vida, herramienta de poder, conjunto de flujos y redes (Panaia, 2005: 228) articulados en torno a un proyecto que esperan poder concertar entre gobiernos, científicos y ciudadanos portadores de preocupaciones e intereses locales. Para esto, las mediaciones conceptuales serán tomadas sobre todo de Lewis Mumford y el proyecto tendrá como referente la Corporación del Valle de Tenessee en Estados Unidos, una planificación de cuenca, pensada para una zona económicamente deprimida. Pero no parece tratarse de una mera importación de recetas que se veían por entonces como modelo exitoso a imitar y cuyo asesoramiento podía solicitarse (Gorelik, 2001; Silvestri 2013). En los boletines de preparación del evento, la cartografía cumplirá la tarea de abrir la imaginación, poner en cuestión demarcaciones, generar posibilidades, jugando con la capacidad de invención para la articulación territorial desde puntos de vista diversos. La región no es una región en sí, sino a planificar. Los tres mapas que van a circular en la preparación no parecen estar orientados a la realización de proyectos concretos, que se vean factibles en el corto o mediano plazo. La “mapidad”, producto del ejercicio de un “mapeo”, no está definida sólo por quien la hace, sino también por quien la mira y por su contexto de uso (Lois, 2014: 30). No se trata aquí solamente de información espacializada ni de ilustración para mejor comprender un relato, se trata sobre todo de abrir horizontes de posibilidades. En este caso, es el proceso de mapeo más importante que los mapas.
La Región del Noroeste Argentino en la preparación del PINOA
El mapa como sinécdoque
En los boletines de preparación del PINOA aparecen tres mapas: uno es un ícono metafórico y los otros dos tienen las apariencias racionalizadas de la cartografía científica que pretende aludir de modo exacto a un objeto de pura realidad, aunque carecen de escala y otras referencias fundamentales y están pragmáticamente orientados a ampliar el imaginario. El primero ha sido ya mencionado en la bibliografía, y preside cada número del Boletín (Figura 1). Sus características responden bien a las que Graciela Silvestri atribuye a la presencia de arquitectos en los proyectos planificadores de la época (Silvestri 2013). La mujer desnuda de El manantial de Ingres, con su cántaro al hombro vierte agua sobre un mapa, de pie contra una geografía física en la que se marcan los relieves simulando tridimensionalidad: como apoyada contra la cordillera y con los pies sobre el límite norte de Córdoba, el agua del cántaro cae en delgada catarata sobre la provincia de Santiago. El mapa está recorrido por gruesas nervaduras: las venas hídricas de todo el norte del país, con su configuración paralela en dirección noroeste-sudeste, amontonadas al norte, en las provincias de Salta, Chaco y Formosa, y al Sur, marcando la Mesopotamia entre el Dulce y el Salado, poniendo a la vez en evidencia un enorme espacio no irrigado entre un sistema y otro. Los límites provinciales no son ignorados, sino que este mapa físico de visibilidad inmediata, se superpone al de las provincias, débilmente marcado en el trasfondo, casi como una marca de agua, pero visible. El río Paraná inscribe un límite a partir del cual el tono morado de la región baja de intensidad y se vuelve uniforme, las características de la geografía física seden a un espacio cartográfico abstracto y plano -como en la figuración de los países limítrofes- y hacia el sur se va difuminando el mapa argentino, para dar lugar al texto del Boletín. Como se ha aludido ya, la ilustración tiene la suficiente fuerza para sugerir, más que el derrame de la abundancia de riquezas (Ajón & Souto 1998), el tema que para los santiagueños convocantes estaba en el centro de sus preocupaciones, es decir el manejo de la cuenca hidrográfica que los llevó a dar al NOA la configuración inédita que propusieron: “dicha región abarca además de Salta, Tucumán, Jujuy, Catamarca y Santiago del Estero, los territorios de Chaco y Formosa, considerable parte de Santa Fe y una pequeña franja de Córdoba, desde Mar Chiquita hacia el Norte”.13 Como decíamos, este NOA no es una pieza de rompecabezas, como la región natural del mapa de Daus, ni la tradicional asociación de ciudades que marcaban las rutas coloniales desde y hacia el Alto Perú. Los marcadores puestos en juego provienen a la vez de la geografía física -pero no a partir de un criterio de homogeneidad- y de la delimitación política -señalando los espacios de decisión concernidos, pero no utilizándolos como criterio para la delimitación de la región-; al mismo tiempo la modalidad icónica más bien tiende a dejarla implícitamente abierta, como la plurisemia que sugiere en su carácter intermedio entre la metáfora y la alegoría. Este mapa, que se ofrece a la mirada en parte como una ilustración, en parte como un ícono metafórico con un referente empírico, en parte como un dibujo artístico, rompe con la ilusión de transparencia del mapa científico para reunir en una sinécdoque un conjunto de deseos y expectativas.
Figura 1. Emblema del PINOA
Fuente: PINOA, Boletin 1.
En el texto del primer Boletín (que es en realidad una única página de anuncio y convocatoria), se explica el sentido del emblema, es decir, este ícono tiene la función de una imagen movilizadora, que entre la racionalización y la lógica analógica de lo estético-literario, pone en evidencia su intención política. La geografía física que constituye la cuenca, habla de una unidad orgánica y viva de la región, interdependiente en sus partes, que no son homogéneas sino complementarias, y cuando alude a la personalidad de la misma, ya no se trata de la región como esencializado punto de partida, sino del fin de la planificación, que no es otro que la personalidad y familia humana y aquí estamos en las concepciones humanistas de Kalnay, de Figueroa Román, de Mumford.
En el segundo Boletín (que ya puede llamarse tal, puesto que consta de dieciocho páginas), en un artículo de Canal Feijóo se retorna sobre los objetivos del PINOA, que apuntan a la planificación “integral” de los “territorios del noroeste”, y se centra en los ríos “interprovinciales o comunes a las provincias de Salta, Tucumán y Santiago” (Canal Feijoo, 1947: 21), aunque luego se mencionará a Jujuy formando parte de la región. Esta vuelve así a reducirse a las provincias articuladas en torno a sus ciudades históricas, pero la ambición de los objetivos planificadores pone en el centro -aunque no los mencione- los conflictos que unen y a la vez distancian a las tres primeras, ya que se afirma con claridad que “no basta que la administración de esos ríos interprovinciales pase a manos de la Nación”, como -luego de muchos intentos parlamentarios- acababa de ocurrir por el decreto ley 6767 del 24 de marzo de 1945 (convertido luego en ley 13030). Aunque así se lograba dirimir algunos conflictos, para asegurar mayor equidad que la que proveían “las incoordinadas administraciones locales”, había que avanzar sobre el “represamiento de los caudales”, “canalización de los cauces”, “red sistemática de canales” y “aprovechamiento de las corrientes para la producción de energía eléctrica” en el conjunto de las cuencas (Canal Feijoo, 1947: 22)
La preocupación está centrada en el manejo de las cuencas hidrográficas, pero en seguida va a reclamar “el tránsito hacia formas económicas industriales nuevas” (Canal Feijoo, 1947: 22) En la apertura del PINOA su presidente –que firma este artículo del boletín- va a recordar que ni la industrialización de la caña de azúcar ni el obraje maderero, son verdaderas industrias, capaces de estabilizar y dar bienestar a la población que trabaja en ellas. En ese espacio que los ríos recorren, se inscribe el soporte de un plan integral que debería tener en cuenta toda la economía del Norte, la distribución de la población en el territorio y el conjunto de la vida humana que en él se desarrolla, desde la agricultura y la reforestación a la distribución de las escuelas, la vivienda o la salud de lo que se denomina como proletariado campesino.
Los problemas que hay que solucionar son globales del norte en el país. Canal dirá en otros lugares que tienen que ver con los éxodos de población relacionados con los procesos industriales que desde los años ‘30 reorganizan sin orientación el territorio, despoblando la región, quebrando sus industrias manufactureras artesanales, debilitando su agricultura y ganadería, desarmando la economía tradicional sin ofrecerle otra alternativa, produciendo una catástrofe demográfica y cultural, la misma que hace concebir al folklore como una cultura rural de exotismo interno en vías de desaparición y necesitada de rescate, registro y museificación. Estos procesos son comunes “a todas las provincias del norte” pero “la de Santiago viene sufriéndolo desde hace veinte años con más agudeza que ninguna”14 y por eso está particularmente habilitada para dar la voz de alarma y convocar a la búsqueda de alternativas. Aquí Santiago es proyectada no sólo sobre el tradicional NOA, sino sobre el conjunto del norte argentino y a contraluz del país, especialmente del litoral.
Un hito innegable para la autopercepción de la élite provincial en los años 40 fue indudablemente la sequía de 1935-1937.15 Ese proceso -que fue percibido como evento-16 puso a la provincia en la primera plana de los principales diarios de Buenos Aires durante varios meses. Desde un punto de vista, puede ser mirado como una catástrofe natural, que convocó a la beneficencia del país y a acentuar al mismo tiempo la exotización de sus regiones salvajes (Cfr. Tasso, 2011; Andermann, 2012). La ironía que recorre por momentos el artículo de Canal publicado en el diario La Nación a fines de noviembre de 1937, desde su elocuente título (S.O.S. Hambre y sed argentina) no oculta la urgencia de la ayuda, y distingue las obras a largo plazo del imprescindible socorro inmediato, que especifica no tanto en términos de beneficencia, sino de una movilización general para perforar pozos en busca de aguas subterráneas en todo el territorio (Canal Feijóo, 1937b). Sin embargo, tal como la veía Canal y otros santiagueños,17 sin desconocer los factores de los ciclos climáticos, el impacto que había tenido la sequía sobre la economía, la cultura y la demografía de la provincia, era el producto también de la imprevisión y de un capitalismo salvaje y extractivista que había convertido en desierto los milenarios bosques santiagueños sin sustituirlos por ningún otra industria sustentable, que no había sabido desarrollar obras que habilitaran un uso racional de las aguas ni había sabido defender a tiempo sus derechos sobre ríos que nacían fuera de su espacio de decisión política. Cuando el presidente del PINOA, algunos años después, publique De la estructura mediterránea Argentina, recordará que desde 1938 venía planeando escribir una sociología de la civilización rural de Santiago, pero su intento se vería frustrado, porque cuando quisiera describirla, la organización del mundo rural, con sus esquemas productivos y sus expresiones culturales, ya había desaparecido en la provincia. Los éxodos rurales la habían destruido, y no por mera atracción de las nuevas posibilidades que ofrecía el mundo industrializado, sino por la penuria de los ciclos del año redondo18(Canal Feijoo, 1932) en la migración estacional y la imposesión de la tierra, emblematizada en su obra de teatro de 1944 Pasión y muerte de Silverio Leguizamón.
El problema del agua, en forma de sequías e inundaciones, es en Santiago del Estero un tema recurrente desde tiempos coloniales (Palomeque, 1992), pero en lo inmediato hay que mencionar reiterados proyectos de saneamiento y utilización de las aguas del río Dulce: estudios de la Dirección General de Irrigación de la Nación desde 1925, vinculados a un levantamiento de agricultores en la zona de regadío de La Banda (Tasso, 2007) y a la llegada a la provincia de Carlos Michaud, quien presentara un proyecto en 1936, reiterado en 1942 a solicitud del gobierno de la provincia (Michaud, 1942). En 1941, al constituirse el CLES en Santiago, su primer ciclo de conferencias, organizado por la Cátedra de Economía Social del mismo -entre cuyos directores figuraba Canal Feijóo-, versa sobre el problema del agua, y cuenta con conferencias de Rodolfo Arnedo y Carlos Michaud entre otros. En estos años se suceden proyectos de ley de Antonio Castiglione, Rodolfo Arnedo y Lorenzo Fazio Rojas. Absalón Rojas (h) también había presentado un proyecto en el Congreso de la Nación en 1945, pero no se lograba avanzar en concreciones efectivas. El PINOA esperaba poner los ojos de la región en este problema y esperaba que cualquier planificación que se hiciera sobre la misma fuera integral, pero con el centro puesto en esta cuestión fundamental para la provincia de Santiago, sobre la cual no tenía capacidad de decisiones importantes sin el concurso del resto de las circunscripciones.
En efecto, la particularidad de la demarcación de la región NOA que reunía al Congreso, provenía de su encuadre, no a partir de las estribaciones de la cordillera de los Andes, no en la homogeneidad de la geografía física, tampoco exclusivamente en el criterio de los lazos históricos: la demarcación que se proponía en la convocatoria tenía que ver con una crisis santiagueña postulada como crisis potencial del país mediterráneo a partir de políticas nacionales y locales erradas desde décadas. En el emblema del PINOA la mujer del cántaro vertiendo agua sobre el mapa, ponía en imagen la desnaturalización que había producido la crisis y abría la imaginación para admitir una diversidad de mapeos que hacían ver posibilidades cuya concreción dependía para los santiagueños fundamentalmente de decisiones políticas y de articulación de intereses que parecían requerir acuerdos interprovinciales múltiples, planteados desde perspectivas de un federalismo de nuevo cuño.
Cartografía para imaginar
Cuando Bernardo Canal Feijóo afirmaba, parafraseando en contrapunto a Sarmiento cuatro años antes del PINOA, que “el mal que aqueja al alma argentina es la falta de imaginación nacional” (Canal Feijóo, 1942: 9), ponía en el centro un diagnóstico que el Congreso -al menos a sus ojos- debía estar dispuesto a enfrentar. De hecho, el mapa-sinécdoque que venimos de describir, leído junto a la explicación de los objetivos y a la historia reciente de la provincia, así parece anunciarlo: se trata de abrir la imaginación para no aceptar resignadamente lo que existe a partir de políticas indolentes que –desde la comodidad de los lugares sociales y geográficos privilegiados- sólo dejan que todo siga su curso. Cuando en su SOS de 1937 Canal Feijóo le decía a Buenos Aires que, una vez recogido el gesto de buena voluntad del gobierno nacional hacia la comisión provincial que venía de entregar un paquete de soluciones de mediano y largo plazo,
Santiago puede consolarse algo de que el ruido de las piquetas que abren las más anchas avenidas del mundo y el zumbido de aeroplanos que dibujan en el cielo feliz del plata las parábolas de un bien instrumentado heroísmo, apaguen un poco los ecos del espantoso clamor que dirige a la venturosa capital argentina, cuyos oídos suelen mostrarse tan sensibles cuando se le susurran remotas desdichas acarreadas por la peste en La China o el maremoto en la Isla del Bien Perdido o los estragos de la guerra en el África (Canal Feijoo, 1937b).
No se trataba de una mera expresión de resentimiento provinciano. Era más bien una denuncia de olvido y desinterés, así como un desafío: “Todo lo que haga el gobierno nacional para acudir en su auxilio no parecerá suficiente si no llega esta vez a demostrarse que el dolor del norte le duele también a Buenos Aires.” (Canal Feijoo, 1937b) Las provincias del norte no son provincias pobres, insistirá Canal en la apertura del PINOA, son provincias difíciles. Sin estudios serios y sin decisiones fuertes de inversión y desarrollo, lo que sigue, deslizándose indolentemente por la cuesta, es el verdadero desierto.
En el boletín número tres, de once páginas, se ofrecen dos nuevos mapas. El primero tiene como contexto un artículo titulado de manera sugerente y provocadora Litoralización del interior. Y aquí la región a planificar no es el antiguo NOA, sino el conjunto de la región que marcaba el ícono del Congreso y se mencionaban en la convocatoria. El título, tomado de un capítulo del libro del tucumano Pondal Problemas Argentinos apunta una vez más a desnaturalizar oposiciones consolidadas en el imaginario, que, como vimos al aludir a las clasificaciones que producen la presentación de datos de los censos, aparece cristalizada en 1914 como describiendo la estructura del país: el litoral y el interior. En términos de proyectos -se explica en el Boletín- supone ir más allá de la construcción de canales de riego, que “sin la navegación desde el Atlántico hasta la proximidad de los Andes” (se resalta en el texto) “no ha dado más resultado […] que el acaparamiento por unos pocos de las grandes áreas de tierras y la despoblación” (Lapieza Cabral, 1946: 22). El trabajo firmado por Angel Lapiezza Cabral comienza enumerando la complejidad de áreas que abarca una planificación integral, para afirmar luego que el agua en el Norte es condición de posibilidad de todo lo demás, visible y sentida, reclamada mediante proyectos parlamentarios frustrados, cuya lista comienzan en 1826 y que en el onceavo, de 1926, se corta porque “sería interminable” (Lapieza Cabral, 1946: 23). El objetivo de listar los proyectos, no es proponer la realización de alguna de estas iniciativas, sino mostrar la continuidad de las propuestas y la imposibilidad de concretarlas. Luego alude a las iniciativas del Ing. Huergo, que en 1890, sin los medios técnicos de 1946, no se arredraba de proponer la construcción de canales para acortar la distancia entre Bahía Blanca y San Juan, mostrando así su “fe de ingeniero y estadista” (Lapieza Cabral, 1946: 22). En seguida, menciona otros proyectos de litoralización, esta vez por la construcción de un canal lateral al Río Bermejo, resaltando la discontinuidad de las comisiones de estudio decretadas, anuladas y vueltas a constituir, los proyectos planteados, olvidados y retomados por los poderes públicos nacionales y provinciales. El mapa que cierra el relato, que retoma también un por entonces reciente artículo Canales navegables en la Argentina de Juan Gassenreither, es propuesto como un “mapa red de proyectos recopilados y ampliados” (Lapieza Cabral, 1946: 23) (Figura 2). Se trata de un cuadrante que abarca casi completamente una carilla de las doce del boletín, en el que un croquis de la mitad norte del país, con las provincias marcadas en líneas de puntos, la señalización de las ciudades capitales de provincia con un ícono idéntico que las más pequeñas poblaciones por las que pasarían los numerosos canales marcados en rojo, exhibe un “proyecto” que se data en 1924 (veintidós años antes de la fecha) y tiene la firma de Francisco Pondal. Si se tratara de proponer un proyecto a realizar a un grupo de técnicos, no podría tomarse con seriedad, por lo escueto e impreciso de la información que contiene el mapa. Lo que intenta el boletín parece más bien decir a los invitados a participar en el PINOA: ha sido pensado mil veces, se han hecho estudios, ponderen mirando el mapa lo que significaría emprender algo de esto, abran la imaginación más allá de lo que hay. El mismo tono tiene la carta de Pondal proponiendo el canal “paralelo al Paraná”, recostado lo más posible sobre la cordillera, como un “Río Artificial perfectamente navegable” (Pondal, 1946: 24), que conectaría al Chaco Paraguayo y daría la salida al mar a Bolivia. El Canal Lateral a lo largo del Río Bermejo también despliega su historia de propuestas, intentos, proyectos presentados, aprobados y nunca realizados. Una historia nunca concluida de intentos de litoralizar el interior.
Figura 2. Croquis de litoralización del interior.
Fuente: PINOA Boletin 3, p. 23.
Pero tal vez el más interesante de los mapas sea el tercero, que ocupa el centro de otra de las páginas, requiriendo tanto espacio como la nota que ilustra, bajo el título El noroeste argentino en un plan económico para Sudamérica (Figura 3).
Figura 3. Reubicar el centro.
Fuente: PINOA Boletin 3 pág. 27
En este caso el mapa cumple la función de un instrumento para hacer ver. Se trata estrictamente de un croquis geográfico de América del Sur cortado a la altura de la Patagonia y del Matto Grosso hacia el Norte. Forma parte del resumen de un artículo de Francisco Bendicente, economista de la Universidad del Litoral que ya había participado con una ponencia del Congreso de Población organizado por el Museo Social Argentino en 1940 y en el Tercer Congreso de Ingeniería realizado en Córdoba en 1942. El planteo del artículo es muy sencillo, y está centrado precisamente en el mapa; podríamos decir que es una ponencia visual, porque de lo que se trata es de cambiar los esquemas de percepción, ver de otra manera la configuración del espacio que siempre hemos visto, mirándola de otro modo, poniendo el centro en otro lugar para que la re-organización de la perspectiva modifique centros y periferias.
El sintético planteo de una página comienza definiendo al NOA como “zona mediterránea interpuesta” (resaltado de la autora) entre las riquezas agrícola-ganaderas del litoral y las riquezas mineras de la cordillera. Vista así, su destino queda marcado por su distancia respecto del puerto del Plata: “no dejará de ser la zona más alejada de las rutas comerciales”, interesante sólo para “explotaciones extractivas” o proveedor de “pocos productos regionales” (y el adjetivo es minorizador). El párrafo siguiente, es el que dará su razón de ser al mapa “En cambio, si América del Sur se preocupara más por el intercambio continental, el NOA sería precisamente la zona intermedia de las rutas comerciales” (Bendicente, 1946: 27). De estar “interpuesta” como un escollo y quedar arrinconada contra la cordillera como una extrema periferia del próspero litoral, la región pasa a constituirse como un cruce de caminos “y tanto sus mercados productores como consumidores, quedarían como los más estratégicamente ubicados” (Bendicente, 1946: 28). El mapa inventa un nuevo centro, precisamente poniendo la punta del compás sobre la ciudad de Santiago del Estero, haciendo pasar el perímetro de la circunferencia por Buenos Aires, y construyendo así un nuevo espacio que incluye el norte de Chile, buena parte de Paraguay y el sur de Bolivia y Perú. El planteo se propone un movimiento que se desarrolla más bien aguas arriba y que, más que litoralizar el interior, intenta mediterranizar el litoral, volviéndole la mirada hacia el interior de América. La ausencia de demarcación de los límites provinciales en este mapa podría leerse de diversas maneras, desde un borramiento de la historia que los constituyó para proponer una cuenta nueva, una especie de retorno a un espacio originario, a la apelación de una “patria” mayor que la provincia y que el país. En todo caso, si el primer mapa de los Boletines de preparación del PINOA era una sinécdoque de deseos e intenciones para revertir la sinestesia del mal de cuerpo -como decía Canal- que parecía no sentir el litoral, y el segundo mapa sumaba propuestas para recordar posibilidades e intentos nunca realmente escuchados, el tercero tiene la audacia de proponer un cambio de frente al litoral, una nueva etapa que sin negar su rol histórico, lo invita a imaginarse como parte de un proyecto mayor. ¿Se juega en este mapa un intento de retorno al pasado, en la forma de viejo país mediterráneo de la colonia española? Es posible, y dirimirlo supone avanzar en nuevos análisis de actores y de posiciones. Sin embargo, si decimos que se trata del mapa más interesante, es porque también podría ponerse en el centro de un nuevo debate, que ayude a pensar la vinculación continental como un acto de soberanía, de construcción de nuevos centros y articulaciones que generen sinergias novedosas, a partir de recursos naturales y humanos que ya no son encomiendas ni minas del Potosí. Acto voluntarista sin sustento real, retorno nostálgico al pasado o imaginación nacional reabierta para nuevas potencialidades, el tercer mapa es en sí mismo un debate geopolítico que hasta hoy sigue abierto.
Los Boletines de preparación del PINOA presentan así tres mapas que tal vez lo único que tengan en común sea ignorar la región patagónica, centrados en articular viejas y nuevas regiones del Norte, sin cerrar posibilidades, intentando más abrir un debate que imponer un proyecto, preocupados a partir de la crisis quasiterminal de una provincia, por abrir la imaginación a posibilidades nuevas, reunir fuerzas intelectuales y políticas, no a partir de la consolidación de lo homogeneizado por la historia, sino de un conjunto de perspectivas cruzadas que intentaban precisamente al confrontarse, abrir la posibilidad de barajar y dar de nuevo en la constitución del país.
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NOTAS
1 Hubo una segunda edición del PINOA en Salta en 1950. Sin embargo, ese segundo evento no parece haber tenido los mismos objetivos que estaban en la mira del grupo santiagueño. Al mismo tiempo, se puede considerar que en las décadas siguientes se concretaron algunas de las obras propuestas en el primer PINOA.
2 Hay indicios de que Bernardo Canal Feijóo venía leyendo temas relacionados con la planificación por lo menos desde 1939, ya que en ese año agradece a Alcides Greca el envío de su libro “Problemas del urbanismo” asegurando que lo “estudió” “de modo intensivo” (BCF 1.6.1.1743) y en 1945, una carta del arq. Jose María Pastor, le menciona la obra de Lewis Mumford, recomendándole fervientemente su lectura, “en caso que no la conociera” (BCF 1.6.1.1009). Sospechamos que para 1945 no le era extraña, ya que era una referencia central para Kalnay y para Figueroa Román y lo será del mismo modo en las propuestas del PINOA I.
3 Gorelik hace notar la presencia en el PINOA de una vanguardia de urbanistas, varios de los cuales habían migrado a Tucumán, que “proponían la necesidad de que la radicalización estética se acompañe de un programa socio-político enfocado en los problemas del interior del país y la reivindicación de las culturas locales” (Gorelik 2001:24).
4 Figueroa Román estaba ligado por amistad a Canal Feijóo desde al menos una década. Había sido un colaborador asiduo en actividades de La Brasa desde los tempranos años 30, proveedor de importantes contactos en Estados Unidos cuando Canal viaja hacia allá en 1940 como delegado de la UNC para participar en el VIII Congreso Científico de Washington; al año siguiente articuló con Santiago a través de Canal, su participación en una amplia investigación para el Instituto de Sociografía sobre los obreros santiagueños en la zafra tucumana, en la que se disponían a colaborar Orestes Di Lullo y Amalio Olmos Castro; su nombre había sido barajado en 1945 como posible candidato para el rectorado de la UNT en intercambio epistolar entre Rizzieri Frondizi y Canal Feijoo –idea de la que desisten finalmente por no contar Figueroa Román con el título de doctor y postulan a Rouges- (BCF 1.6.1.530).
5 Hoja suelta s/f Archivo BCF s/r.
6 Boletín N 1, mayo 1946:1.
7 Boletín N 1, 1946:1, cursiva de la autora.
8 Boletín N 1, 1946:1.
9 Figueroa Román había ido a estudiarla in situ, así como la experiencia de EEUU.
10 Para la relación de esta línea con los trabajos de Lewis Mumford consultar (Gorelik 2001:57 ss).
11 El ministro de la presidencia de Perón, recién asumido el gobierno, era en ese entonces José Figuerola, quien había llegado al país en 1931 y era un ex colaborador del ministro de trabajo del gobierno falangista de Primo de Rivera (Pantaleón 2009; González Bollo 2008).
12 Respecto de la política en la provincia de Santiago, el gobernador era por entonces Aristóbulo Mittelbach, un militar miembro del GOU que había sido impuesto desde la central del laborismo ante la dificultad local de zanjar largas disputas entre los diversos grupos de radicales personalistas y antipersonalistas que apoyaban el nuevo proceso, los representantes obreros y sus apoyos en el Departamento del Trabajo, resultando finalmente escogido este candidato que hacía decenios que no residía en la provincia y cuyo principal apoyo local se vinculaba a una antigua tradición conservadora, evidenciada en su principal operador político, su tío, el caudillo conservador Justiniano de la Zerda. Por otra parte, la debilidad política de origen que se desprende de su carácter de candidato impuesto y “de compromiso”, así como de su inexperiencia política –de sus discursos y acciones se deduce el talante de un militar “técnico”, que espera gobernar “por encima de las diferencias políticas”-, se sumaba que sus dificultades de salud lo obligaban a ausentarse con frecuencia de la capital de Santiago al solar familiar de Villa La Punta (Martinez & Vezzosi 2013).
13 Boletín de convocatoria.
14 Boletin N°2.
15 Se trata de una larga sequía que asoló varias regiones de América y en el caso de Santiago significó la pérdida del 80% de las cosechas y de un porcentaje similar del ganado mayor y menor. En su primer nota en el diario La Nación, Canal calcula las pérdidas en un monto que era casi diez veces el presupuesto provincial.
16 De hecho quedó en la memoria como “sequía de 1937”.
17 Por ejemplo, Luis Manzione, hermano de Homero Manzi, quien despertara la voz de alerta en Bs As y acompañara a Roberto Arlt durante su visita a la provincia, habla a Canal de una “gran crisis de organización y desenvolvimiento” (correspondencia BN,BCF 1.6.1.812).
18 Cfr. el libro de poemas de Canal Feijóo publicado en 1932 Sol alto.