INTRODUCCION
Editorial
Raquel Gil Montero
En este número inauguramos una nueva sección en Población & Sociedad, denominada Debates, con el artículo de Peter Gose "Cerros, kurakas y momias. Transformaciones de la soberanía indígena andina" y sus comentarios. El objetivo de esta sección es ofrecer al público textos que reflexionen críticamente sobre algunos de los temas que nos convocan, artículos que despierten polémicas, que nos obliguen a repensar hipótesis, que abran nuevas preguntas o simplemente que retomen viejas discusiones aún inconclusas. Buscamos acompañarlos por comentarios realizados por especialistas a quienes les pedimos, justamente, que alimenten ese debate.
El artículo inaugural de la sección trata sobre un tema que consideramos central en la historia de América: las transformaciones ocurridas en las sociedades nativas a partir de la conquista europea. Estas sociedades fueron cobrando visibilidad historiográfica a lo largo del último siglo, proceso sobre el que vale la pena detenernos brevemente. De una historiografía que predominantemente las ignoró o que las consideraba un obstáculo para el desarrollo de la “civilización” (eje argumental de la llamada "leyenda rosa"), se comenzó a admitir que había habido abusos y se visualizó a la población nativa como un conjunto homogéneo y como víctima -muchas veces pasiva- de un oscuro proceso. Los trabajos monumentales de Cook, Borah y Simpson fueron, sin dudas, el parteaguas más importante, cuando -en los años 1940 en México- desnudaron el horror de la debacle demográfica que ocasionó la conquista. A partir de allí se abrió un prolífero camino de investigación que permitió conocer -siquiera en parte- lo que Miguel León Portilla llamó "la visión de los vencidos". La agencia de las poblaciones nativas comenzó a ser parte de la agenda de los investigadores, aún en los estudios sobre períodos o situaciones de dominación extrema. En torno al quinto centenario de la llegada a América se comenzó a conceptualizar a la conquista como un "encuentro" de culturas, minimizando la asimetría de los actores.
La historiografía de las últimas dos décadas se ha diversificado incorporando nuevos temas, problemas, geografías y metodologías de análisis. Se dejó de tratar a "los indígenas" así como a "los españoles" como colectivos homogéneos, se estudiaron alianzas, resistencias, cooptaciones y conversiones, se propusieron caminos alternativos en los procesos de transformación según geografías y períodos. En medio de esta enorme diversidad situamos los estudios sobre sincretismo, mestizaje e hibridación que han ampliado el campo de investigación, complejizando la mirada binaria forjada durante el primer siglo colonial que simplificaba aquel mundo en dos “repúblicas”, separando tajantemente a españoles de indígenas, imágenes modélicas e ideales, que no llegan a reflejar una realidad más rica y compleja. Peter Gose se pregunta sobre las transformaciones ocurridas en la colonia, desde una perspectiva que coloca a los indígenas como protagonistas de su historia, poniendo el acento en los cambios de un modo que nos parece no solamente muy sugerente sino, sobre todo, muy provocativo.
Peter Gose es antropólogo, profesor en el Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Carleton, Canadá. Inició sus trabajos de investigación como etnógrafo en los Andes peruanos en los años 1980 y posteriormente se dedicó a investigar el pasado, tanto del período incaico como colonial, centrándose en particular en las campañas de "extirpación de idolatría". El texto que publicamos en este número sintetiza algunos de sus argumentos centrales relacionados a las transformaciones ocurridas en las sociedades nativas de los Andes a partir de la llegada de los invasores: el paso de un régimen caracterizado por autoridades hereditarias y el culto a los antepasados momificados, a un culto a las montañas que subsume el poder político y la autoridad ancestral. Gose no separa las transformaciones religiosas de las políticas en su análisis diacrónico de los cambios que atravesaron los ayllus (unidades políticas basadas en el culto a un ancestro común). Sostiene que, antes y durante el dominio del Tawantinsuyu, el ayllu se organizó de forma jerárquica y con autoridades hereditarias, mientras que hacia fines del período colonial se transformó en una unidad de corresidencia cuyas autoridades eran elegidas periódicamente sin restricciones de linaje. El texto ofrece diferentes argumentos que Gose fue recogiendo durante su larga trayectoria de investigación, elementos sobre los cuales cada uno de los comentaristas se ha detenido.
Los cuatro comentaristas no solamente provienen de diferentes disciplinas sino que, además, se han ocupado de distintos espacios andinos. Solamente uno de ellos comparte la geografía con Gose: Andrew Redden, de la Universidad de Liverpool. Historiador especializado en la religión del Perú colonial, en particular en el estudio de ángeles y demonios, amplió recientemente sus investigaciones a otros países del mundo hispano y a otros períodos. Además de investigar, Redden vivió y trabajó en diversos países de América Latina, interesándose no solamente por su pasado sino, sobre todo, por su presente y futuro.
Los otros tres comentaristas, en cambio, han centrado sus investigaciones en lo que llamamos el centro sur andino. Axel Nielsen, multifacético arqueólogo radicado actualmente en Tilcara (Argentina), entre sus muchos temas de investigación desarrolló el estudio de los ancestros en poblaciones prehispánicas que habitaban una vasta región conocida como la circumpuna, es decir, los desiertos de altura del sur de Bolivia, norte de Chile y de Argentina, y las quebradas y valles vecinos. Su trabajo muestra un gran esfuerzo por entender quiénes eran los hombres y mujeres que estaban detrás de la materialidad que nos ha llegado hasta el presente. Vincent Nicolas, antropólogo belga-boliviano radicado desde hace más de veinte años en Bolivia, se ha dedicado ‑entre otras cosas- a historizar los ayllus de Tinguipaya (Potosí) recurriendo en forma intensa y sugerente al archivo, a la historia oral y a la etnografía. Lejos de intentar unificar esas voces en un solo relato, Nicolas juega con esa polifonía rescatando contradicciones, paradojas y desconciertos. Finalmente, contamos con los comentarios de José Luis Martínez, historiador chileno cuyos análisis ya se han convertido en clásicos de los estudios etnohistóricos del norte de Chile y sur de Bolivia. Sus trabajos buscan acercarse a las lógicas nativas a partir de las prácticas culturales, en particular de los discursos, del arte y de los sistemas religiosos.
Como podrán apreciar a partir de la lectura de estos textos, Gose logró provocar y generar un debate que está lejos de aceptar todas sus premisas. Nos quedamos con muchas preguntas, algunas que quizás nunca sean respondidas. Les dejo aquí una más: las diferentes posiciones de los comentaristas, ¿se relacionan más a las perspectivas disciplinares/de formación, a diferentes tradiciones intelectuales o a los casos/períodos analizados por ellos? Es muy curioso que el disenso y los ejemplos que discuten a Gose estén claramente presentes entre quienes se han dedicado a los márgenes del Tawantinsuyu y a las sociedades que fueron sometidas por los incas. Estos textos, además de tener el mérito de aportar nuevas preguntas y de acentuar la idea de que el cambio histórico operó en elementos y aspectos que hoy se consideran como "tradicionales", refuerzan la noción de diversidad existente en los Andes, rasgo que se fortalece día a día a partir de los avances en el conocimiento de su pasado.