ARTÍCULOS ORIGINALES
After studying, I study... Young high school graduates experience
Agustina María Corica*
Analía Elizabeth Otero**
* Doctora en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Magíster en Diseño y Gestión en Políticas y Programas Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) – Sede Académica Argentina. Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora principal del Programa de Investigaciones de Juventud de la FLACSO sede Académica Argentina, desde el 2004. Actualmente becaria Post-doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas periodo 2014-2017. Su área de especialización está vinculada a las temáticas de educación y empleo, vínculos intergeneracionales, juventud y políticas públicas. Correo electrónico: agustinacorica@gmail.com
** Licenciada en Sociología de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Magíster en Diseño y Gestión de Programas y Políticas Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) – Sede Académica Argentina. Doctora en Ciencias Sociales de la FLACSO. Es investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e Investigadora del Programa Juventud de la FLACSO desde 1999. Entre las principales actividades académicas y profesionales realizadas hasta el momento, se destacan las investigaciones vinculadas a juventud y participación; educación y empleo; políticas de juventud. Correo electrónico: aotero14@gmail.com
RECIBIDO: 02/11/2016
ACEPTADO: 28/06/2017
RESUMEN
El artículo expone los resultados de una investigación en curso basada en un estudio sobre las experiencias educativas y laborales de jóvenes egresados de escuelas medias en Argentina durante la última década. El análisis se realiza en base a la información producida en el marco del proyecto “Itinerarios posibles o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina”, que se desarrolla en la FLACSO - sede Argentina. El texto presenta elementos novedosos para discutir sobre el vínculo educación y trabajo a partir de los itinerarios relevados.
Palabras clave: Investigación educativa; Educación secundaria; Juventud; Acceso a la educación superior; Educación y trabajo
ABSTRACT
The article presents the results of an ongoing research based on a study of the educational and work experience of young high school graduates in Argentina during the last decade. The analysis is based on the information produced within the project "Possible or probable routes: A study on educational and labor trajectories of young people from different social sectors, graduating from high school in Argentina", which is being developed by FLACSO - Argentina. From the itineraries surveyed, the text presents novel elements to discuss the link education/work.
Keywords: Educational research; Secondary education; Youth, access to higher education; Education and work
Los obstáculos que se observan en materia de inserción laboral juvenil que surgen de la amplia difusión de las investigaciones sobre la temática han sido uno de los ejes centrales de debate desde fines del siglo anterior. En paralelo, se ha verificado una expansión educativa sobre todo entre las nuevas generaciones.1 En este marco, la relación entre educación y trabajo renueva su potencial interés tanto para la comprensión como para la acción en materia de política pública. En línea con tales cuestiones, el objetivo de este artículo es debatir sobre el vínculo educación y trabajo a partir del análisis de las experiencias educativas y laborales de jóvenes egresados de la escuela media de distintos sectores sociales y de diferentes cohortes de estudio (una cohorte 1999 y una cohorte 2011) en Argentina.2 Aquí, se dará prioridad a la educación y el trabajo a partir de analizar las principales características de los itinerarios de la cohorte más actual (2011), sirviendo estos de insumo para reflexionar en estrategias de intervenciones públicas para el sector poblacional joven, en el contexto local.
En los primeros apartados del trabajo retomaremos claves de los aportes locales en materia educación-trabajo, destacaremos las cuestiones que a nuestro entender vertebran las aportaciones de las últimas décadas. Posteriormente avanzaremos en la presentación de los antecedentes de las investigaciones desarrolladas y daremos cuenta del perfil del proyecto actual. Luego, profundizaremos en los hallazgos sobre los recorridos de las cohortes de jóvenes. Enfatizaremos en las actividades realizadas dando cuenta del perfil educativo y laboral e indagaremos en las características novedosas que se desprenden del análisis. Finalmente, propondremos una síntesis de los resultados dando el debate sobre aspectos a tener en cuenta de cara a las políticas públicas de juventud.
Desde una perspectiva histórica, a partir de la década del ‘80, investigaciones realizadas en Argentina demostraron que no había una relación directa entre niveles educativos más altos y mejores ocupaciones, con más altas remuneraciones. Comprobaron, además, que los jóvenes empleados en las mismas ocupaciones de sus padres contaban con un nivel educativo superior, y que los altos niveles educativos adquiridos no evitaban quedar afuera de situaciones de desempleo o subempleo. De estas investigaciones surgen diferentes aspectos vinculados a la desigualdad educativa, entre ellos el tratamiento desigual de los alumnos según su condición socioeconómica de origen, fenómeno denominado discriminación educativa (Braslavsky & Filmus, 1987; Braslavsky, 1986). Lo significativo es que tales desigualdades no se limitarían solo a un problema de acceso a la educación, sino que responderían también a un proceso de segmentación y desigual calidad educativa que acentúa y consolida la diferenciación de clases sociales y la segmentación ocupacional (Braslavsky & Filmus, 1987). No obstante, estas críticas partían de los siguientes supuestos: por un lado que existía una correspondencia entre la oferta educativa y la demanda del mercado de trabajo (Tedesco, 1984), y por el otro de un desajuste de la educación respecto del sistema productivo como uno de los principales orígenes de la desocupación de los egresados recientes (Llach, 1978).
Ya desde fines del siglo XX y comienzos del XXI, la estructura social del país cambió notoriamente pasando de una sociedad relativamente integradora, con posibilidades de movilidad social ascendente, a una sociedad expulsora y cada vez más desigual donde el paso por la escuela media dejó de pensarse como una estrategia de promoción individual para convertirse en un requisito mínimo de integración social y laboral. Paralelamente la morfología del sistema educativo así como la relación entre la escuela media y el trabajo convocó múltiples lecturas y cuestionamientos.
A partir de la década del ‘90 en adelante, la perspectiva de la segmentación educativa fue puesta en tela de juicio. Se cuestionó la idea de la segmentación que presuponía un sistema educativo integrado y estratificado que, de alguna manera, brindaba una identidad común. Muy por el contrario estudios sobre la crisis de la escuela media y su responsabilidad en la producción de la desigualdad comenzaron a evidenciar el carácter fragmentado del espacio educativo, modificando radicalmente la imagen de la escuela como territorio de integración y articulación (Kessler, 2002). De esas investigaciones también se constataba que se establecían palpables diferencias en los recorridos de las juventudes en los primeros años posteriores al egreso profundizadas en los caminos de inserción laboral.
Asimismo, otras líneas de estudios enfatizaban que la consolidación de una currícula humanista desvinculada de una formación productiva ligada con la industria y la tecnología fue una constante en el nivel primario y secundario (Dussel, 1997). Esto suscitó diversas críticas que postulaban la inadecuación de la formación rígida y enciclopedista a los nuevos puestos de trabajo dinámicos y flexibles que requerían mayor preparación tecnológica que antaño. De allí un puente para repensar la profunda disociación entre la educación y el trabajo.
Abonando a la temática, desde perspectivas diacrónicas otros estudios señalaron que en los momentos de expansión del mercado de trabajo con movilidad social ascendente, la educación pasaba de ser el trampolín que les permitía a muchos egresados ascender a niveles sociales más altos a ser el paracaídas (De Ibarrola & Gallart, 1994) que amortiguaba el descenso de quienes habían logrado permanecer más años en sus aulas.
Otros trabajos, destacaron el hecho que la educación estaba fuertemente mediatizada por la dinámica del mercado de trabajo y por los procesos de crecimiento del desempleo, la informalización y la precarización. En el marco de la crisis del modelo tradicional de educación, la educación secundaria terminó convirtiéndose en una obligatoriedad subjetiva (Braslavsky, 1999). Sus funciones de integración económica y social, de preparación para la universidad y para el trabajo, pasaron a convivir con la revalorización de su rol de formación ciudadana y ética. Sostenían además que la característica segmentada de la escuela media no era producto del desajuste del mercado de trabajo, sino, por el contrario, la forma que tenía de ajustarse a sus demandas.
Como sostienen expertos en la temática, más allá de analizar las articulaciones entre la educación y el trabajo, es necesario considerar entonces que ambos guardan su propia lógica (Jacinto & Gallart, 1997; De Ibarrola & Gallart, 1994; De Ibarrola, 1993). Como menciona Riquelme las lógicas de ambos parecen contraponerse: la educación es el ámbito de equidad, homogeneidad, universalidad y calidad mientras que la producción y el trabajo es el ámbito de selectividad, particularismo, competitividad y diferenciación de la estructura productiva y ocupacional (Riquelme, 2006). Las investigaciones evidencian que las dinámicas así como las variaciones en la educación (sistema educativo) y el trabajo (mercado laboral), no necesariamente se corresponden ni marchan por mismos carriles y/o en similar orientación y que pueden alcanzar mayor o menores desacople bajo diferentes contextos históricos.
De modo que el supuesto de la existencia de una relación relativamente lineal entre la educación y el trabajo convive con aquel que sostiene la disociación entre dos esferas con lógicas diferenciadas (Gallart, 2003), lo cual sigue siendo un campo de debate. Por un lado, los múltiples aspectos intervinientes en la misma hacen que sea susceptible a una variedad de aportes desde la lectura teórica. Por otro lado, las dinámicas contextuales, así como las prácticas, actividades y expectativas de los jóvenes respecto a sus propios recorridos muestran variadas facetas a la hora de establecer diferencias bajo la mirada de las experiencias concretas. Es por eso que la relación educación y trabajo es una relación interactiva, compleja y multidimensional, radicada y determinada en tiempo y espacio, es decir histórica. Responden a diferentes esferas de la realidad pero no por eso no pueden diferenciarse, potenciarse y enriquecerse (Riquelme, 2006).
Cierto es que la relación entre la escuela media y su vínculo con el trabajo se ha ido transformando. En nuestros días, abordarla implica considerar los cambios producidas en las maneras en que se da la inserción laboral de los jóvenes. La importancia de la educación y la amplitud temporal del período juvenil han implicado, además, que en las investigaciones se definan distintas etapas en relación a los diferentes ciclos vitales y niveles educativos. Ahora bien, en este contexto se da una paradoja que es que a pesar de que los jóvenes de hoy obtienen mejores niveles educativos, las posibilidades de conseguir un trabajo acorde a su formación y/o bajo condiciones laborales con protección social son más dificultosas. La correspondencia de la que hablaban Bowles & Gintis (1986) sobre los niveles educativos y los puestos de trabajo ya no se ve tan claramente. Y esta situación se da conjuntamente con la devaluación de las credenciales educativas y la valoración diferencial de las certificaciones (Collins, 1989). A su vez, investigaciones cualitativas descubren que la escolaridad no produce los efectos deseados de mejoría en los ingresos y las posiciones laborales y por lo tanto se produce más frecuentemente el incumplimiento de las expectativas laborales para numerosos egresados de ciertas carreras en determinados momentos o frente a ciertos espacios laborales (De Ibarrola, 2005).
Es decir que la correlación positiva entre las desigualdades tanto escolares como en las posiciones y condiciones laborales o de ingresos se pone en cuestión, y por lo tanto no sería posible actualmente hipotetizar que en la medida en que exista una desigualdad escolar, esta se relaciona con una desigualdad laboral tan directamente (De Ibarrola, 2005). La escolaridad de la población ha crecido pero no ha mejorado su situación laboral. Esto puede deberse a la complejidad y transformaciones que se fueron dando en los mercados laborales (Tokman, 2003; Villavicencio, 2002; Castells, 1999). Ya no se trata nada más de la distinción fundamental entre los sectores económicos formal e informal que, desde hace varias décadas, fue reconocida y documentada por diversos investigadores y utilizada como herramienta conceptual básica para entender las diferencias en los resultados observados de las relaciones entre ciertos niveles de escolaridad y determinados tipos de posiciones laborales. Habría otros aspectos que influyen en esta relación. En este sentido, algunos investigadores (Gallart, 2004; Ramírez, 2004; Tokman, 2003; De Ibarrola, 1994) ponen el foco en actividades laborales que se desarrollan al margen de la regulación laboral, e incluso de la legalidad, de baja productividad, en donde las condiciones de trabajo son precarias pero, sin embargo, generan un cierto nivel de ingresos a quienes las desempeñan que mucha veces supera los ingresos de quienes tienen mayores niveles educativos. Es decir que, la relación educación y trabajo se va complejizando y, por lo tanto, la correspondencia entre los niveles educativos y los puestos de trabajo (y el nivel de ingresos) pone en jaque la correlación positiva que corroboran y defendía la teoría del capital humano (Gallart, 2006).
En este contexto de debate, las teorías de los mercados segmentados que vinculan la segmentación ocupacional con las clases sociales comienza a tener relevancia, se empieza a cuestionar y a considerar otras variables que pueden estar interviniendo en esta relación, como por ejemplo la segmentación por género (hombre-mujer) y la segmentación por rama de actividad. Por eso y considerando la complejidad que trae en la actualidad la relación educación y trabajo, en el presente artículo se presenta evidencia empírica que aporta a la incorporación de nuevas variables para pensar esta relación multidimensional.
Ahora bien, investigaciones desarrolladas en los últimos quince años con jóvenes egresados de escuelas medias argentinas (Miranda, 2015; Corica, 2015; Miranda & Corica, 2014; Filmus, Miranda & Otero, 2004) dejan entrever que cada vez más se amplía la escolaridad y continuidad en el sistema educativo. Además, se extiende la duración de las carreras educativas, que en buena parte de los casos, se combinan con otras actividades. Por eso, un punto clave al referirse a educación y trabajo tiene que ver con la posibilidad de compatibilidades o exclusiones entre distintas actividades. En este sentido, una de las actividades centrales que compiten con la educación es la actividad laboral. Para los jóvenes que están en una trayectoria educativa, la inserción laboral puede llegar a ser un obstáculo para la continuidad de los estudios.
En este sentido, estudios locales que analizan las transiciones educación-trabajo desarrollan el enfoque de las trayectorias utilizando fuentes estadísticas nacionales; como los aportes de Busso & Pérez (2015). Sus investigaciones proponen que son los jóvenes de los quintiles más altos (sectores medios y altos) quienes acceden a estudios superiores los que más se inclinan a articular trabajo y estudios. Contrariamente, otros han señalado que esta tendencia de combinaciones estudio y trabajo tendería a predominar entre jóvenes de sectores bajos (Miranda & Corica, 2014; Filmus, Miranda y Otero, 2004).
Más allá de que los jóvenes de distintos sectores sociales realicen la combinatoria de estudio y trabajo, las condiciones y situaciones en que lo hacen pueden ser sustantivamente muy diferentes. En este sentido, podría aventurase que la combinación de ambas actividades tendería a caracterizarse por diversas formas de vinculación según los diferentes grupos sociales.
En continuidad con esta última línea y retomando la especificidad de la educación y trabajo después del nivel medio, en los próximos apartados, analizaremos las principales actividades desarrolladas por una muestra de jóvenes a posteriori de finalizar la secundaria advirtiendo la presencia de características de continuidad, diferenciales y/o potenciales novedades sobre la temática.
Los hallazgos son parte del proyecto “Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina”,3 cuyo objetivo general ha sido indagar en las trayectorias educativas y ocupacionales de los egresados de la educación secundaria de una cohorte de 1999 y otra de 2011 que ingresan al mercado de trabajo en distintos contextos económicos, abarcando a jóvenes que viven en la ciudad y provincia de Buenos La presente propuesta retoma y compara los hallazgos de la investigación del equipo de los proyectos: “La inserción ocupacional de los egresados de la escuela media”4 y del proyecto “La inserción ocupacional de los egresados de la escuela media: 10 años después”.5 La estrategia metodológica de la investigación antecedente así como el proyecto actual se enmarcan en los estudios longitudinales utilizando la técnica de seguimientos de egresados (basado en un modelo follow-up6 studiet), aplicando distintas herramientas cuantitativas7 (encuestas 2011 pre-egreso y encuesta 2012 post-egreso) y cualitativas (40 entrevistas semi-estructuradas realizadas en el 2016). De modo que la estrategia metodológica implementada fue de triangulación de datos, donde se combinaron distintos métodos de relevamiento de información (Cowman, 1993). Este tipo de abordaje metodológico contribuye a profundizar en el conocimiento de las trayectorias juveniles en cuanto a la transición de la educación al trabajo permitiendo una aproximación más comprensiva de los fenómenos implicados ya que posibilita abarcar diferentes dimensiones de las mismas además de cotejar las situaciones en que se encuentran los jóvenes en distintos periodos temporales.
En su conjunto, los relevamientos permitieron obtener una abundante fuente primaria de datos. Es decir que metodológicamente se trabajó sobre la base de una doble estrategia de seguimiento temporal dado que consiste en una comparación de cohortes y una comparación de dos momentos distintos en el tiempo. En este análisis, se ha dado prioridad al momento post-egreso de los jóvenes de la cohorte 2011, al año de haber cursado el último año de la escuela secundaria.
En particular, en este texto se profundiza en el análisis cuantitativo de los itinerarios de la cohorte 2011 vinculados fundamentalmente con la continuidad educativa post-egreso así como las combinaciones y características del grupo que estudia y trabaja y sólo se utilizará información de la cohorte 1999 a modo comparativo en algunos apartados del artículo con el objetivo de mostrar las particularidades de la cohorte 2011.
Actividades juveniles: análisis comparativo cohortes 1999-2011
Según las encuestas de seguimiento de cohorte 1999 y 2011 hay una tendencia en ambas cohortes de que los jóvenes al año de haber egresado del colegio secundario estudien solamente; para la cohorte 2011 este grupo abarca el 32,1% del total y lo mismo ocurría en la cohorte 1999 aunque en una proporción mucho menor 25,8%. Los datos nos muestran que la diferencia encontrada entre ambas cohortes se podría explicar por la preponderancia a las actividades relativas al trabajo (sólo trabaja, estudia y trabaja, desocupado y no estudia) que tenía la cohorte del año 1999. Mientras que en la cohorte 2011 la actividad principal es mayoritariamente el estudio.
Por otra parte, en la cohorte 1999 una proporción importante de jóvenes combinaban el estudio con el trabajo. Este porcentaje disminuye sólo un 3% en la cohorte 2011, pasa de ser el 21,2% al 18%.
Cuadro 1: Distribución porcentual de estudiantes de la cohorte 1999-2011 según actividades al primer año de egreso
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Sobre estas tendencias generales hay matices acentuados, entre otros, las actividades12 que realizan los jóvenes al primer año de egresar son distintas en 1999 que en el 2011. En la cohorte 1999, se registra una mayor cantidad de jóvenes que trabajan, mientras que en la cohorte 2011 son más aquellos que se dedican a estudiar solamente. Al parecer una coyuntura favorece la dedicación al estudio (2011), mientras que la otra da cuenta de una necesidad de trabajar en un contexto de recesión y crisis económica (1999).
A su vez, se verifican diferencias entre sectores sociales, por ejemplo, en el grupo de los estudiantes desocupados y que no estudian, es mayor la proporción de jóvenes de los sectores bajos. Como así también, entre el grupo de jóvenes que estudian y buscan trabajo, hay una disminución en los sectores bajos y medios mientras que en los sectores altos se da un aumento del 5,4%. Estas diferencias entre sectores sociales podrían estar dando cuenta de distintos soportes familiares y económicos para sostener sus actividades. Por un lado, jóvenes que necesitan trabajar para mantener su hogar y/o ayudar a sus familias y seguir estudiando. Por el otro lado, jóvenes que estudian y buscan trabajo, búsqueda que no está vinculada a una necesidad sino a un deseo de aprender y/o adquirir experiencia. Situaciones sociales diferentes que plantean condiciones de ser jóvenes distintas.
En síntesis, en la cohorte 2011 se presenta un contexto que favorece la continuidad educativa y la combinación de la educación y el trabajo entre los distintos grupos sociales, más que en la cohorte 1999. Por eso, en los siguientes apartados se profundiza en la caracterización de la situación educativa y laboral de los jóvenes de la cohorte 2011 con el objetivo de relevar las situaciones diversas y el incremento de posibilidades tanto de continuidad educativa como laboral.
La educación
1. La terminalidad educativa
En la mayoría de los países de América Latina, el crecimiento de la escolarización se dio de la mano de una prolongación del período de escolarización obligatoria (Tenti Fanfani, 2007). En Argentina, esta tendencia también puede observarse. En las últimas décadas se dio un crecimiento significativo en la escolarización de los adolescentes, especialmente en la franja de edad que va de los quince a diecinueve años. Es decir, se registra un mayor acceso e inclusión educativa, especialmente entre los jóvenes provenientes de los grupos menos favorecidos de la población en términos económicos. Ellos ingresan mayoritariamente en el nivel medio de enseñanza y permanecen más años dentro del sistema educativo, a tal punto que se acrecienta el porcentaje de aquellos que logran terminar el secundario y acceder al nivel superior (Otero & Corica, 2015). En este sentido, muchos estudios señalan que se dan dos procesos en la educación de los jóvenes de forma paralela: el proceso de masificación de la escolarización y el incremento del nivel educativo.
Ahora bien, en este contexto favorable de continuidad educativa, se observa que existen matices de las situaciones particulares entre los distintos grupos de jóvenes. Por ejemplo: muchos de ellos no obtienen el título secundario cuando se termina el ciclo lectivo, porque les quedan materias previas. Situación que da cuenta que la finalización del secundario y/o continuidad de estudios superiores se alarga en el tiempo. Diferente de lo que ocurría con los jóvenes de la cohorte 1999, quienes en su mayoría obtenía el título secundario al finalizar el ciclo lectivo. Es decir que el primer año de egreso es un año de definiciones y de reflexividad frente a las distintas alternativas y/o oportunidades a elegir (Miranda & Corica, 2014).
Según la encuesta realizada durante el 2012, es decir al año de haber terminado de cursar la escuela secundaria, el 22% de los jóvenes adeudaba materias del secundario. De este grupo casi la mitad (48,2%) adeudaba de tres a cinco materias; el 42,4% debía hasta dos materias, y el resto (9,4%) seis materias y más. Los varones adeudaban más materias que las mujeres y los jóvenes de los sectores bajos eran los que tenían mayor cantidad de materias pendientes.
Los jóvenes del sector social bajo adeudaban en mayor proporción (46,6%) de tres a cinco materias del colegio secundario, el 43,1% hasta dos materias y un 10,3% debían seis y más materias. Esta misma tendencia se observa en los jóvenes que asistieron a escuelas del sector social medio, aunque con algunas diferencias: el 45,5% adeudaba hasta dos materias, el 45,5% entre tres a cinco materias mientras que el 9,1% restante debía seis y más materias. En el sector social alto por el contrario a lo que ocurre en los sectores analizados anteriormente ningún joven debía de seis a más materias, sólo un cuarto tenía pendiente hasta dos materias y la mayor proporción de los casos (75%) se concentraba en el grupo que adeudaba de tres a cinco materias.
Figura 1. Distribución porcentual de estudiantes de la cohorte 2011 que adeudan materias según sector social de la escuela
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Es decir que, en cuanto a la finalización y la obtención del título del secundario, se evidencian desigualdades en cuando a las condiciones y/o performance educativa. Claramente los jóvenes que provienen de escuelas de los sectores bajos tienen mayores dificultades de finalizar el secundario en el tiempo teórico estimado y los varones en particular se encuentran en peores condiciones ya que son los que tienen mayor cantidad de materias adeudadas.
Por lo tanto, los datos registrados al primer año de egreso muestran que existe un alargamiento en la obtención del título secundario y que la finalización está condicionada por la cantidad de materias adeudadas. Sin embargo, como se señaló anteriormente, en la cohorte 2011 los jóvenes continúan estudiando en mayor proporción que los jóvenes de la cohorte 1999.
2. Continuidad educativa, elecciones y simultaneidad de actividades.
Expertos afirman que el sistema universitario, sin dudas fue el nivel educativo que más se desarrolló a lo largo de estos treinta años de democracia (Chiroleu & Marquina, 2015). Más allá de las diferencias entre los distintos gobiernos y sus respectivas políticas, ni la cantidad de estudiantes, ni el número de sedes dejaron de crecer desde mediados de los ‘80. Si en 1983 Argentina contaba con 400.000 estudiantes universitarios, en la actualidad existen 1.700.000. Y si por entonces había poco más de dos decenas de universidades nacionales, ahora hay más del doble (Rosemberg, 2013). No sólo aumentó la matrícula en este nivel de enseñanza sino que se crearon más instituciones donde cursar carreras universitarias y terciarias, contexto que favorece a la continuidad educativa.
La tendencia de continuidad educativa se expresa claramente entre los jóvenes de nuestro estudio. Según la encuesta realizada en el año 2012 (a la cohorte que durante el año 2011 estaba cursando el último año del colegio secundario), el 62% de los jóvenes continuó estudiando: la gran mayoría, el 81,2%, estudia carreras universitarias. De ellas, 68,4% estudia en universidades públicas, mientras que solo el 12,8% lo hace en universidades privadas. Sólo el 10,3% continúo estudiando en un instituto terciario y el restante 8,5% opto por la realización de cursos.
Lo interesante es que los egresados de las escuelas de los sectores bajos priorizaron sus estudios en la universidad pública, de ellos cuatro de cada diez eligió seguir una carrera universitaria, dos de cada diez optó por carreras terciarias mayoritariamente en la gestión pública. Es decir que cerca de la mitad de los jóvenes de este sector social que continuaron estudiando optaron por una formación de larga duración, al contrario de lo que se hubiera pensado. La opción por cursos fue elegida por el 28,3% de ellos. En cambio, las opciones educativas de los jóvenes de los sectores medios y altos claramente son universitarias, con una proporción del 10% al 20% que asiste a universidades de gestión privada.
Asimismo, los jóvenes realizan cada vez más distintas actividades en forma simultánea, sean de formación o hobbies. Es decir que al tiempo disponible lo distribuyen entre distintas esferas de la vida (ocio, educación y trabajo) e inclusive le dedican la misma cantidad de tiempo, en algunos casos. El 47,2% realiza alguna actividad de forma frecuente, el 30,1% de los jóvenes hace algún deporte y el 17,1% toca algún instrumento (Anexo Cuadro 1). A su vez, el 14% desarrolla dos actividades de formación.
Cuadro 2. Distribución porcentual de estudiantes de la cohorte 2011 según dónde están estudiando al primer año de egreso por sector social de la escuela
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Veamos cómo está compuesto este último grupo: de 19013 jóvenes que estudian en la universidad, el 13,6% de los estudiantes universitarios complementan su formación con la realización de cursos de uno o más idiomas, el 2,1% eligió como segunda opción estudiar además en institutos terciarios y sólo un caso cursa al mismo tiempo otra licenciatura universitaria (licenciatura en trompeta). De veinticuatro jóvenes que estudian en terciarios encontramos que el 8,8% de ellos realizan cursos de idiomas o artísticos. Por otro lado, de los jóvenes que realizan un curso, el 5% hace otro curso (computación) simultáneamente.
Es decir que una proporción de jóvenes (el 14%) realizan más de una actividad de formación a la vez, siendo central alguna carrera universitaria y complementaria alguna otra formación, por ejemplo idioma. Otros combinan distintas carreras, carreras universitarias como primera opción junto con carreras terciarias como segunda opción. Estas segundas carreras parecieran ser más novedosas y alternativas a las carreras tradicionales. Este grupo de jóvenes que al año de egresar del secundario realizan dos actividades de formación simultáneamente da cuenta de un cambio en cómo piensan la continuidad educativa. La simultaneidad de actividades de formación puede ser una característica distintiva de la nueva condición juvenil en estos tiempos ya que se viene registrando en otras investigaciones que la multiplicidad de experiencias es lo que suma a la acumulación de capital (Casal, García, Merino & Quesada, 2007).
Por último, un elemento distintivo son las áreas disciplinares de las carreras elegidas. La mayor proporción de jóvenes que optaron por estudiar en la universidad eligieron carreras relacionadas con: las ingenierías (27,5%), las ciencias sociales y humanísticas (14,4%), las carreras de diseño y arte (11,9%), las carreras relacionadas con las ciencias económicas (9,4%) y la medicina (8,8%). Las demás áreas disciplinarias se encuentran por debajo del 7% y ellas son: ciencias veterinarias y agronomía, derecho, exactas y naturales, ciencias de la salud, cine y medios, profesorados y otros. Los jóvenes que continuaron estudiando carreras terciarias, el 33,3% estudia profesorados, un 13% estudia terciarios relacionados con computación y el resto de los jóvenes eligieron una heterogeneidad de carreras terciarias de distintos campos disciplinares.14
Además, entre los que siguieron estudiando sólo cursos (el 8,5%), la mayoría se concentra en cursos de computación (20%),15 idioma (15%), cursos del área de la administración (10%) y cursos relacionado con la música y la danza (10%). Y en su minoría los jóvenes eligieron cursos vinculados con: 1) cocina para comedores escolares; 2) capacitación para buscar trabajo; 3) curso de tripulante de pasajeros; 4) mecánica y electrónica; 5) visitador médico y 6) técnico electricista automotor. Por lo tanto, la elección por los cursos estaría sugiriendo que una alternativa posible entre los jóvenes de hoy es la construcción de una continuidad educativa cercana a una formación profesional a partir de tramos cortos de formación continua en oficios.
Sintéticamente en función de los hallazgos aquí señalados la continuidad educativa es un hecho para la gran parte de los jóvenes de la muestra. Fundamentalmente para aquellos que continúan carreras universitarias o carreras terciarias el titulo/diploma del secundario resulta un requisito de exigencia por parte de los establecimientos educativos de nivel superior por lo cual su aletargamiento en la obtención y/o finalmente el hecho de no obtenerlo, representa una tensión para la continuidad de sus estudios en niveles superiores y el acceso a nuevos diplomas.16 Esto podría estar sugiriendo una situación paradójica entre el impulso por la continuidad en el sistema educativo y el aletargamiento en la finalización del nivel educativo medio.
Los jóvenes y el trabajo
El panorama laboral se percibe de modo muy diferente al educativo. Si bien en el apartado anterior se observa un aumento y expansión de las posibilidades de continuar estudiando como expansión de derechos, el trabajo pareciera ser un ámbito más vulnerado y de ausencia de ciudadanía entre los jóvenes (Kessler, 2010).
De acuerdo con la visión del ciclo de vida laboral, la juventud es un período en que la oferta de trabajo es baja y el empleo es inestable (Breen, 1992). Otro resultado habitual que contribuye a describir la situación de los jóvenes en el mercado laboral es su alta tasa de desempleo. Diversas razones suelen exponerse como determinantes de este resultado. Por ejemplo, una caída en el nivel educativo de los jóvenes también podría explicar su mayor desempleo. No obstante, el nivel educativo juvenil en América Latina como reporta Weller (2006) se ha incrementado. Otras explicaciones se focalizan en los cambios en la estructura sectorial del empleo en detrimento de aquellos sectores que emplean principalmente a individuos jóvenes, y en las instituciones laborales. Siguiendo al mismo autor, un factor que deteriora la inserción laboral juvenil en la región es la elevada desigualdad que influye en las oportunidades de acumulación de capital humano y social de los jóvenes (Weller, 2006).
Pero paradójicamente, si observamos las tendencias generales de los jóvenes de la región latinoamericana, estos han mejorado los indicadores laborales, bajando la tasa de desempleo juvenil que había en los años 2000 (Vialloz, 2014; Pérez, 2010). A su vez, se registran mejoras en la inserción laboral, aunque estas mejoras se dan a lo largo de la vida laboral de los jóvenes mientras que en el inicio de su inserción laboral los trabajos suelen ser más temporales, de pocas horas y con menos protecciones sociales.
En cuanto a los jóvenes de nuestra investigación, al año de haber egresado de la escuela secundaria, el 42% trabaja, el 20,3% no trabaja pero está buscando trabajo y el 37,7% no trabaja ni busca trabajo. Casi un 50% tiene trabajos permanentes (49,7%), el 34,4% trabajos temporarios y el 15,3% realiza changas. El 70% son empleados y casi el 14% es cuentrapropista.17 Los datos dan cuenta que hay un alto porcentaje de participación en el mercado de trabajo, que esta participación va acompañada de trabajos más permanentes y asalariados. Por lo cual, pareciera ser que en los últimos años el contexto propicio una inserción laboral más favorable para los jóvenes.
Ahora bien, la diferencia más importante en cuanto a las condiciones laborales se da en la cantidad de horas que le dedican al trabajo. El sesgo por sector social es muy relevante. Los jóvenes de los sectores altos y medios dedican menos horas a una actividad laboral mientras que aquellos de los sectores bajos son los que acumulan más horas laborales semanales.
Figura 2. Horas destinadas al trabajo por semana según sector social de la escuela
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Los jóvenes de escuelas de sector alto, en su mayoría trabajan hasta quince horas semanales, en cambio los jóvenes de sector bajo donde prevalecen los que trabajan de treinta y cinco a cuarenta y cinco horas semanales. Mientras que la mayoría de los jóvenes del sector medio trabajan de entre dieciséis a treinta y cuatro horas semanales. Es decir que considerando la carga horaria semanal diferencial que tienen los jóvenes de los distintos sectores sociales, los jóvenes de escuelas de sectores altos tendrían trabajos mucho más esporádicos (el 45% de los jóvenes de escuelas de este sector trabajan alrededor de tres horas diarias). Los jóvenes de escuelas de sector medio en su mayoría realizan trabajos part-time (el promedio de horas laboral es de entre tres y cinco horas por día). En cambio, los jóvenes de los sectores bajos trabajadores dedican muchas más horas que los jóvenes de los sectores medios y altos (en promedio la carga horaria es de 8 horas y más por día). Es decir, que los jóvenes de los sectores altos y medios tienen una carga horaria laboral que puede ser más compatible con una actividad de formación. (Anexo Figura 1).
Además, los datos dan cuenta que existe una diferenciación de la dedicación horaria a una actividad laboral entre los jóvenes que estudian y trabajan de los que trabajan como actividad única. En este sentido, la mayoría de los que combinan ambas actividades dedican menos de treinta y cuatro horas semanales promedio a trabajar. En contraposición con los que trabajan solamente, quienes dedican más de treinta y cinco horas semanales a la actividad laboral.
1. Ocupaciones juveniles
Un rasgo común que tienen las actividades que emplean principalmente a trabajadores jóvenes es que suelen ser de baja productividad y de bajo nivel educativo. La demanda de trabajadores jóvenes de mayor calificación es menor, pero también lo es su oferta. Los trabajadores de nivel secundario se ubican entonces en segmentos de demanda baja y de oferta en crecimiento (Vialloz, 2014; Massi, 2014; Pérez, 2008).
Ahora bien, a esto se le suma la informalidad de sus trabajos. La tasa de informalidad -definida como el porcentaje de puestos no registrados en la seguridad social- siempre ha sido superior entre los jóvenes. Este elemento es muy importante en cuanto a la acumulación de experiencias laborales a lo largo de su vida laboral. La condición de informalidad en la juventud puede afectar a la inserción laboral en el futuro, aumentando las posibilidades de empleo informal en la adultez o reduciendo el salario si la informalidad es interpretada como una señal de baja productividad (Cruces, Ham & Viollaz, 2012). En este sentido estudios señalan que existe una relación negativa entre la tasa de informalidad y el nivel educativo (Vialloz, 2014).
Por otro lado, la creciente tasa de desempleo juvenil y la tasa de informalidad en aumento sugieren que los jóvenes ingresan al sector informal ante la existencia de barrera de entrada al sector formal. La evidencia de niveles crecientes de calificación conduce a rechazar las brechas educativas como explicación de una mayor tasa de informalidad entre los jóvenes. Por el contrario, se estaría dando un proceso de segregación ocupacional donde los puestos no cubiertos por la seguridad social recaen sobre todo en trabajadores jóvenes (Vialloz, 2014). Es decir que, el mercado de trabajo va a segregar a los jóvenes en nichos particulares de empleos vinculados con ramas de actividad de mayor rotación, más inestables y en peores condiciones laborales (Massi, 2014; De la Garza, 2011).
Por eso, y en términos de la composición de la ocupación juvenil por ramas de actividad económica, la mayoría de los jóvenes se desempeña en el sector terciario, donde predominan empleos con alta tasa de rotación. Esta situación no se explicaría por dinámicas propias de los jóvenes, sino por las características de estas ramas de actividad en donde se insertan (De la Garza, 2011; Pérez, 2010). Tal y como menciona Weller, tanto el sector agropecuario como la industria manufacturera han perdido peso en la estructura ocupacional de los jóvenes (Weller, 2003). Esta situación genera una estructura polarizada en el sector terciario que, por una parte, está marcada por una importante cantidad de empleos altamente productivos y en general bien remunerados (como servicios financieros, servicios a empresas, telecomunicaciones, energía y servicios sociales), y, por la otra, empleos con bajas barreras de entrada y baja productividad y peor remunerados (como el comercio informal y ciertos servicios personales).
En este sentido, y analizando los datos que arroja la investigación en curso, entre los jóvenes de nuestro estudio está presente la segregación ocupacional por rama de actividad. Los jóvenes se insertan mayoritariamente en el sector servicios y comercio.
Figura 3. Rama de actividad de las ocupaciones juveniles según sector social de la escuela
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Siguiendo los datos relevados en la investigación, existe una diferenciación según sector social por las ocupaciones en las que están trabajando. Esta se da entre ocupaciones mejor remuneradas para los sectores medios y altos y peor remuneradas para los sectores bajos Entre ellas se destacan las siguientes: los jóvenes de escuelas de sector bajo trabajan en primer lugar en ocupaciones del cuidado y atención a las personas: cuidando niños y ancianos y en ocupaciones de los servicios domésticos de hogares; en segundo lugar en ventas de la comercialización directa/indirecta o venta ambulante y callejera y en tercer lugar en ocupaciones de la producción industrial o artesanal todos en la industria textil.
Los jóvenes pertenecientes a escuelas de sector medio trabajan en primer lugar en las ocupaciones de la producción industrial y artesanal en diferentes industrias como por ejemplo: la textil, la agrícola, la metalúrgica y la alimenticia; en segundo lugar en ventas de la comercialización directa en comercios, en tercer lugar en ocupaciones de la gestión administrativa, planificación y control de gestión y en cuarto lugar en ocupaciones de reparación de bienes de consumo.
Cuadro 3. Clasificación de las ocupaciones juveniles según sector social de la escuela en porcentajes
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Los jóvenes de escuelas del sector alto trabajan en primer lugar en las ocupaciones de servicios de recreación (trabajan para eventos sociales, ocupaciones de la educación), dando clases particulares y ocupaciones de los servicios sociales varios como por ejemplo peluquería; en segundo lugar en ocupaciones de la gestión administrativa, planificación y control de gestión y en tercer lugar en ocupaciones de los servicios gastronómicos como camareras/os o delivery.
A su vez, si consideramos la variable genero respecto a los trabajos en los que se ocupan notaremos porcentuales diferencialmente significativos, por ejemplo: las mujeres se ocupan mayormente en los servicios gastronómicos, en el cuidado y atención de las personas y servicios domésticos, en ocupaciones de la educación y recreación y en ocupaciones de atención al cliente. Los varones se concentran en mayores proporciones respecto a las mujeres en ocupaciones de reparación de bienes de consumo, en ventas de la comercialización directa/indirecta o callejera, en ocupaciones de la producción industrial y artesanal y en ocupaciones de la construcción edilicia.
Tomando en cuenta lo antedicho, puede decirse que en la inserción laboral de los jóvenes de la cohorte 2011 existe una segmentación laboral que está vinculada con la diferenciación del tipo de ocupación más que con la rama de actividad y que esta a su vez se diferencia según el género y sector social.
Hemos visto como los estudios muestran que el período de transición entre la etapa de formación y el ingreso al mercado de trabajo se ha prolongado, y la situación de los jóvenes en el mercado laboral se ha debilitado. La inestabilidad laboral que enfrentan en sus primeros años en el mercado de trabajo podría repercutir en sus resultados laborales futuros (Machado País, 2002). Estudios recientes señalan que la experiencia en trabajos en peores condiciones laborales durante la juventud puede no ser suficiente para generar la movilidad hacia empleos protegidos en la adultez (Cruces, Ham & Viollaz, 2012) y es posible que los jóvenes que estuvieron expuestos a elevadas tasas de desempleo tengan mayores posibilidades de estar desempleados cuando sean adultos (Vialloz, 2014).
En este contexto, los resultados de la investigación arrojan evidencia sobre las primeras trayectorias educativas y laborales de jóvenes que asistieron al último año de la escuela secundaria en Argentina. Los hallazgos del estudio señalan que hay más jóvenes que continúan estudiando, inclusive carreras cortas (terciarios) y cursos post-secundario (formación profesional) pero también se constata que existe un alto porcentaje de jóvenes que tienen materias previas del secundario y por lo tanto no obtienen el título del nivel medio al año de haber terminado de cursar. A su vez, se destaca que entre los egresados que continúan estudiando, un porcentaje importante también trabaja. Y entre los que combinan ambas actividades, los jóvenes de los sectores bajos son los que tienen mayor carga horaria laboral. Esto da cuenta que existen obstáculos que podrían dificultar la continuidad educativa, como es la carga laboral. Estas situaciones identificadas en el estudio dan cuenta que en la primera etapa de transición es necesario pensar políticas públicas que generen puentes para la futura inserción laboral y social. En este sentido, el diseño y aplicación de soportes y dispositivos que posibiliten viabilizar los trayectos deseados, entre los egresados que necesitan combinar el estudio con el trabajo para continuar estudiando y entre los que tienen materias previas que necesitan obtener el título del nivel medio, podría ser una de las propuestas posibles para pensar desde la política pública.
Otro hallazgo de la investigación es la simultaneidad de actividades de formación que puede ser una tendencia novedosa y distintiva de la nueva condición juvenil en estos tiempos. Este rasgo que surge de los datos relevados, requiere una mayor profundización a lo largo del tiempo para analizar que centralidad y continuidad tienen esta multiplicidad de formaciones paralelas en las trayectorias educativas de los jóvenes. No obstante, este rasgo trae consigo la profundización de la imagen de trayectorias cada vez menos lineales, más sujetas a la experimentación y permeables a la práctica de articulación entre diferentes actividades de formación en paralelo. Y a su vez, aporta al debate educación y trabajo donde la multiplicidad de actividades de formación sería una característica contemporánea.
Nuestros hallazgos también revelan que el trabajo es una actividad que es importante entre los jóvenes egresados del secundario, independientemente del contexto socio-económico. No obstante, las condiciones y ocupaciones laborales son bien distintas entre ellos. Los datos dan cuenta de la presencia de la multidimensionalidad (ocupacional, sectorial y de género) en la inserción laboral de los jóvenes en los primeros años de egreso. Por lo tanto, la segmentación ocupacional y sectorial de la inserción laboral juvenil es una característica destacable y que requiere de políticas para paliar estas deficiencias estructurales y no ya coyunturales.
Por todo esto reflexionamos en algunos puntos como retos para la política educativa y laboral. Uno de los principales desafíos es que la educación postsecundaria permita a los egresados continuar estudiando y prepararse para ingresar a un mercado laboral que se encuentra en constante cambio (Jacinto, 2013). La experiencia internacional muestra que la existencia de una oferta en educación superior no universitaria amplia y de calidad tiene un impacto positivo en el destino de los jóvenes una vez que ingresan al mercado laboral.
La disponibilidad de una educación superior no universitaria de calidad no solo tiene notables efectos en la trayectoria de los estudiantes, sino que también tiene una gran incidencia a nivel económico y social, tanto en el aumento de la productividad como en la disminución de la brecha entre oferta y demanda de mano de obra calificada; la reducción del desempleo así como en la desigualdad de ingresos en los países (Bornacelly, 2013). De allí que este tipo de educación se haya constituido en una respuesta efectiva a la demanda de los sistemas productivos de los países, en constante cambio para responder a los desafíos que plantea la economía global, lo que impacta en ámbitos tan diversos como el mercado de trabajo y las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) (Jacinto, 2013).
El panorama de los jóvenes de la región en los diversos ciclos educativos muestra notables avances tanto en acceso como en asistencia, progresión y conclusión. No obstante, un examen más pormenorizado revela una gran desigualdad y da cuenta de profundas brechas que aumentan en la medida en que se avanza de nivel educativo. Las bajas tasas de egreso y conclusión de las carreras de nivel superior dan cuenta de estas dificultades.
En los hallazgos expuestos sobre esta investigación se pudieron apreciar sesgos diferenciales sobre todo en función del sector social de la escuela de pertenencia de los jóvenes. Entre otros, las materias adeudadas para concretar la finalización de la escuela secundaria y obtener la titulación. Ahora bien, las brechas no sólo se dan en el ámbito educativo sino también en lo que refiere a lo laboral, como hemos visto, los jóvenes de los sectores sociales bajos trabajan una mayor cantidad de horas. Lo cual es presumible que afecte la dedicación a la educación superior y/o distintas variantes de formación pos-egreso e incluso pueda truncar la finalización de dichas formaciones. Estos resultados simultáneamente cuestionarían la hipótesis que la combinación de los estudios superiores con el trabajo es un privilegio de los jóvenes de los sectores altos (Busso & Pérez, 2015). Y por lo tanto de los hallazgos de este estudio surge la pregunta de si la combinación entre la educación y el trabajo tienen diferentes formas de realizarse según la carrera a seguir, según el tipo de trabajo y según los intereses y soportes con los que cuenten los jóvenes.
Finalmente, en los últimos tiempos se ha popularizado la categoría de los ni-ni para englobar a aquellos jóvenes de nuestras sociedades que ni estudian ni trabajan. Cabe señalar el estigma que se construye en torno a la idea que los jóvenes que no están incorporados al sistema educativo o al mercado laboral son una población de riesgo asociada a problemas como la vagancia, la delincuencia, el abuso de alcohol y las drogas. La realidad es que este grupo es muy heterogéneo, por esta razón, se hace necesario visibilizar su complejidad, diversidad de situaciones, además de los motivos de la exclusión (Ochoa Díaz, Arias, Carolina & Sarmiento Espinel, 2015). En esta dirección es necesario indicar la característica dinámica y transitoria de la condición de actividad de los jóvenes, frente a la sincronía de la toma estadística.
En lo que va de esta investigación, se ha relevado un grupo minoritario (5%) de jóvenes que al año de terminar la escuela secundaria no estudiaba ni trabajaba. Más allá de este dato consideramos pertinente alentar investigaciones sistemáticas y de alcance que permitan visibilizar distintos aspectos de la situación del sector poblacional joven en general y de este grupo en particular, a fin de reflexionar sobre alternativas que tomen en cuenta la profundidad y la complejidad del panorama actual.
Cuadro 1. Actividades realizadas habitualmente según sector social escuela. Primer año de egreso
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
Figura 1. Horas destinadas al trabajo por semana según actividad juvenil
Fuente: Elaboración propia. Proyecto: Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina.
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NOTAS
1 Agradecemos especialmente a los evaluadores por sus contribuciones que permitieron enriquecer el material original ampliando los alcances del trabajo.
2 Partes del presente artículo fueron expuestas en la ponencia titulada: “Experiencias y trayectorias de jóvenes de nuestro tiempo. Un reto de cara a la política pública”, presentada en el VIII Congreso Latinoamericano de Estudios del Trabajo, en agosto de 2016 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
3 Proyecto Itinerarios posible o itinerarios probables: Un estudio sobre trayectorias educativas y laborales de jóvenes de distintos sectores sociales, egresados de la escuela media en Argentina (2014-2016), FLACSO, sede Argentina; Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT/2013 -0522).
4 Proyecto La inserción ocupacional de los egresados de la escuela media (1998-2003), FLACSO, sede Argentina; Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT/98 04-04129); CONICET (PIP 0146/98).
5 Proyecto La inserción ocupacional de los egresados de la escuela media: 10 años después (2008-2013), FLACSO, sede Argentina; Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT/2008-0531).
6 El método de follow-up se aplica a estudios que interrogan a estudiantes desde los años anteriores a su egreso, encuestándolos en años posteriores. Tienen la potencialidad de poder reconstruir la trayectoria educativa de manera más acabada por la cercanía con el ámbito escolar. Finalmente, el término estudios de seguimiento (follow-up) apunta a que los encuestados son antiguos estudiantes de los que se ha aplicado un cuestionario después de titularse. En algunos casos, esta técnica se emplea para investigaciones en los que las personas encuestadas son contactadas de nuevo después de algún tiempo para examinar sus trayectorias educacionales y profesionales no sólo de forma retrospectiva, sino también para compilar información sobre sus perspectivas y actividades actuales.
7 La característica central del Proyecto fue desarrollar un seguimiento de egresados entre estudiantes del último año de la educación secundaria. El seguimiento se realizó a partir de la aplicación de la técnica de follow-up, en base a la cual se encuestó durante el año 1999 a jóvenes que asistían a quinto y sexto año de la educación secundaria en distintas modalidades y posteriormente se realizó un relevamiento cuantitativo (telefónico) durante los primeros años de su inserción laboral (2000 y 2002). Lo mismo se hizo con un nuevo panel de egresados (cohorte 2011), se realizó un relevamiento cuantitativo (telefónico) durante los primeros años de su inserción laboral (2012 y 2016) de modo de explorar acerca de las nuevas características de las inserciones post-secundarias. El Proyecto trabajó con una muestra no representativa y estratificada de escuelas, seleccionando cursos para poder garantizar la heterogeneidad de los grupos en torno al sector de gestión (pública y privado), la modalidad de estudio (bachiller, comercial, técnico, agrario y artístico) y el origen socioeconómico de la población (alto, medio y bajo).
8 La definición de la muestra estuvo vinculada a las posibilidades del financiamiento otorgado para el desarrollo de la investigación. El carácter no probabilístico agregó gran complejidad en la lectura de la información en análisis, ya que los valores de las respuestas obtenidas tienen valor como tendencias comparativas en el interior de cada una de las muestras. En efecto, si bien en la estrategia de selección de establecimientos se utilizó los mismos criterios, el cambio en el contexto social y en la lógica escolar de los establecimientos educativos ha implicado que los resultados no sean comparables en términos estrictos, en tanto tasas o promedios elaborados con muestras probabilísticas.
9 Nótese aquí un recaudo: la población sobre la que se aplicó el seguimiento representa una porción parcial del grupo de adolescentes o jóvenes menores, siendo aquellos/as que están cursando el último año de la educación secundaria, por lo cual las tendencias detectadas son sólo válidas para este grupo particular.
10 A partir de la aplicación de la Ley Federal de Educación Nº 24.195 sancionada en 1993, la estructura del sistema educativo argentino fue modificada. Esta Ley definió una nueva estructura organizada en un nivel inicial (un año), tres ciclos de Educación General Básica (nueve años), Polimodal (tres años) y educación superior. Producto de esta reforma, se extendió la obligatoriedad, quedando establecida en diez años de escolarización, que comprenden el nivel inicial y la Educación General Básica (EBG). Pero esta ley no fue aplicada en las jurisdicciones de Ciudad de Buenos Aires y Neuquén donde quedo la estructura previa a esta ley, es decir un primer nivel inicial de dos años (de entre cuatro y cinco años), un nivel primario de siete años, (con límites etarios teóricos entre los seis y los doce años de edad); un nivel secundario de cinco años, (entre los trece y dieciocho años de edad) y un nivel de educación superior (terciario y universitario).
11 La aclaración de las modificaciones estructurales del sistema educativo argentino no influye en la comparabilidad de los datos directamente, sólo es una información importante para considerar la diferenciación de estructura del sistema educativo.
12 Se entiende por actividad a toda aquella tarea u acción vinculada con la asistencia a un establecimiento educativo así como a una tarea desarrollada en un ámbito laboral. Es decir que la palabra actividad es considerado en un sentido amplio (más allá de un sentido económico) ya que se considera que los jóvenes realizan actividades en estos primeros años de su ciclo de vida centrados en tareas educativas y laborales. También, en este sentido de la palabra es que se vincula muchas veces el concepto de No estudian Ni trabajan (NINI) considerando que no realizan ninguna de estas actividades sino otras tareas vinculadas con los quehaceres domésticos, de cuidado, entre otras. Cabe aclarar que a lo largo de las investigaciones realizadas se obtuvo información en referencia, pero dada la complejidad y profundidad de los hallazgos y no siendo este el objetivo de este artículo dichos datos serán analizados en profundidad en posteriores trabajos.
13 Se procesaron los datos según la actividad que ellos definieron como formación principal y su actividad de formación complementaria.
14 Ellas son: 1) tecnicatura superior en bibliotecología; 2) periodismo deportivo; 3) traductorado de inglés; 4) tecnicatura en ejecución penal; 5) oficial; 6) licenciado en comercio exterior; 7) licenciatura en arte dramático y cine; 8) chef; 9) técnico superior en mecánica liviana; 10) seguridad e higiene industrial y 11) gendarme, y el 4,2% restante siguió estudiando música y danza contemporáneo y expresión corporal.
15 Como por ejemplo: 1) operador pc; 2) curso de programas específicos (autocad, paquete office) y 3) curso de reparación de pc y redes.
16 El diploma del nivel medio en Argentina es un requisito para el ingreso a las carreras universitarias, no obstante la normativa contempla excepcionalidades. En el artículo 7° de la Ley de Educación Superior N° 24.521 se señala que “Todas las personas que aprueben la educación secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza de grado en el nivel de educación superior. Excepcionalmente, los mayores de veinticinco (25) años que no reúnan esa condición, podrán ingresar siempre que demuestren, a través de las evaluaciones que las provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o las universidades en su caso establezcan, que tienen preparación o experiencia laboral acorde con los estudios que se proponen iniciar, así como aptitudes y conocimientos suficientes para cursarlos satisfactoriamente”.
17 En cuanto a la distinción de los trabajos de los jóvenes del estudio, en la encuesta aplicada se les consulta sobre el tipo de contrato que tiene, es decir si es temporario, permanente, una changa u otro tipo de contratación. También se les consulta sobre si tienen alguno de los siguientes beneficios: indemnización por despido, vacaciones pagas, aguinaldo, aportes jubilatorios, obra social, otros, con esta pregunta se puede considerar si es un trabajo en blanco o no. Además de preguntarles sobre el tipo de establecimiento en el cual trabajan (rama de actividad, tamaño del establecimiento y tareas específicas que realiza en su puesto de trabajo). En el presente artículo se presentan los datos procesados vinculantes sólo para el tipo de contrato que tienen y si son asalariados o cuentrapropistas. En futuros artículos se profundizarán el sector productivo en el que se insertan (formal o informal) así como mayores precisiones sobre la precariedad en sus condiciones laborales. Claro que, ambas características pueden vincularse con los tipos de contrato que poseen, pero se requiere un análisis mayor sobre estos aspectos de los trabajos relevados, como por ejemplo la tarea que realizan.