ARTÍCULOS ORIGINALES
La movilidad laboral transnacional de los inmigrantes argentinos en España
Transnational labour mobility of Argentine immigrants in Spain
Fernando Osvaldo Esteban*
* Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (Argentina); Máster en Estudios Latinoamericanos y Doctor en Sociología por la Universidad de Salamanca (España). Luego, ha sido becario postdoctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Actualmente es investigador adjunto del CONICET. Su labor investigadora enfocan sobre varios aspectos de la inmigración extranjera a España y la emigración internacional de argentinos. Ha publicado decenas artículos científicos y colaboraciones en libros colectivos. Correo electrónico: fernandosvaldoesteban@gmail.com
RECIBIDO: 20/03/2016
ACEPTADO: 29/08/2016
RESUMEN
Este artículo analiza la movilidad laboral de los inmigrantes argentinos en España, utilizando como fuente principal la Encuesta Nacional de Inmigrantes 2007. Se intenta contrastar la hipótesis de una movilidad ocupacional en forma de "U", con relación al último empleo que tuvieron los migrantes en Argentina y el primero y posteriores empleos en España. Los resultados contribuyen a refutar parcialmente la hipótesis. Hasta el año 2007, cuando se acaba el ciclo expansivo de la economía, la mayoría de los emigrantes experimentaron una movilidad descendente desde una posición más alta en Argentina. Desde 2007 hasta la actualidad, la crisis económica constituyó un contexto desfavorable para la movilidad laboral.
Palabras clave: España; Inmigración argentina; Mercado de trabajo; Movilidad laboral
ABSTRACT
This article analyses the labor mobility of Argentine immigrants in Spain. Using data from the 2007 National Immigrant Survey, we test the hypothesis regarding a U-shaped pattern of occupational mobility from the “last job” in Argentina, to the “first and subsequent jobs” in Spain. The results obtained contribute to partially refute that hypothesis. Until 2007, when the economic growth comes to an end, most migrants experienced a downward labor mobility from a higher status in Argentina. From 2007 to the present, the economic crisis has been an unfavorable context for labor mobility.
Keywords: Spain; Argentina, immigration; Labor market; Labor mobility
Introducción
En el año 2007, antes del estallido de la crisis económica, residían en España 272.985 personas nacidas en Argentina. Desde entonces, y hasta el 31 de diciembre de 2015, los datos señalan un descenso de 23.000 efectivos (249.863) a causa de retornos y re emigraciones a terceros países.1 Como se demostró en trabajos anteriores (Actis & Esteban, 2007, 2008), ese stock de población se constituyó a partir de más de medio siglo de migraciones, aunque el mayor volumen de traslados se produjo en el marco de la última crisis económica en Argentina. Así, el 66% de los argentinos habían arribado entre 2000 y 2007, el 8% entre 1993 y 1999, el 13% entre 1984 y 1992, el 5% durante la última dictadura militar y 7% antes de 1976 (Esteban, 2015).
Debe subrayarse que el auge de emigraciones de argentinos a España se produjo en un contexto de recepción con características particulares. Para los intereses de esta investigación cabe reseñar dos principales. Por un lado, durante las últimas décadas se produjo en España un amplio y acelerado proceso de transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales que afectó al conjunto de la sociedad (Cachón, 2009). En este marco, se incrementó el ingreso per cápita y los niveles de bienestar al nivel de los países más avanzados del mundo.2 Por otro lado, el país se convirtió en uno de los mayores receptores mundiales de población extranjera. Entre 1997 y 2007 llegaron a España más de cinco millones de inmigrantes extranjeros. Durante ese período también arribaron tres cuartas partes de los inmigrantes argentinos (163.000) y más del 80% de los latinoamericanos (Esteban, 2015). La mayoría ocuparon puestos de trabajo en el segmento secundario del mercado laboral. Ello produjo una gran competencia por el empleo en este segmento a la vez que permitió la movilidad laboral ascendente de la población autóctona hacia posiciones más ventajosas.
La disponibilidad por primera vez de datos estadísticamente representativos aportados por Encuesta Nacional de Inminentes (ENI) realizada en 2007 permitió estudiar la inserción y movilidad laboral de los inmigrantes con un nivel de amplitud y de exactitud sin precedentes. La encuesta brinda información sobre la última situación laboral en el país de origen y toda la trayectoria laboral en España.
Si bien la última crisis económica modificó los patrones de ingreso y movilidad dentro del mercado de trabajo español vigentes hasta 2007, la fiabilidad y exhaustividad de los datos (que incluyen también los eventos en la economía sumergida), brinda una visión holística del fenómeno que permite contrastar la hipótesis de referencia en el campo: la hipótesis de la U propuesta por Chiswick en 1978 y reelaborada en 2005. La hipótesis sostiene que la inserción laboral inicial de los inmigrantes en el país receptor se produce en categorías inferiores a las que tenían en el país de origen pero, a medida que aumentan la antigüedad en el mercado de trabajo, escalan hasta alcanzar posiciones similares a las que tenían al momento de emigrar.
Siguiendo esta premisa, el artículo propone analizar la movilidad laboral de los inmigrantes argentinos en España desde su última ocupación en Argentina a la que tenían en 2007, al momento de realizarse la ENI. A partir de la explotación de microdatos sobre indicadores de relación de dependencia, estatus ocupacional y duración del contrato de trabajo, intentamos contrastar empíricamente la hipótesis de la U según la cual la inserción laboral inicial de los inmigrantes se produjo en categorías inferiores a las que tenían en Argentina, pero con el transcurso del tiempo alcanzaron en España posiciones similares a las que tenían antes de emigrar.
El texto está compuesto por los siguientes apartados. En primer lugar, presentamos un breve estado del arte sobre la movilidad ocupacional, con especial atención a la situación de la población inmigrante en España. En segundo término, describimos las fuentes y la metodología de la investigación. Luego mencionamos las características sociodemográficas y las pautas de inserción laboral más sobresalientes de los diferentes flujos migratorios de argentinos a España. Posteriormente, avanzamos en el análisis de los datos, primero con atención en las trayectorias ocupacionales hasta el año 2007 (cuando se realizó la ENI) y, en el último apartado, brindamos un panorama general de la situación del colectivo argentino durante el período de crisis económica (2007-2014).
Aspectos teóricos
En la literatura sociológica el término movilidad ocupacional hace referencia a los movimientos de los individuos y de los grupos entre las distintas posiciones socioeconómicas y se relaciona con la estratificación social (Giddens, 1991: 330). La movilidad ocupacional vertical es el término utilizado para explicar los movimientos ascendentes o descendentes en la escala socioeconómica, es decir, incrementos o pérdidas relativos a los ingresos pero también al status social y profesional de los individuos (Giddens, 1991; Horan, 1974). La movilidad horizontal se refiere a cambios de lugar de residencia o bien a cambios entre sectores de actividad económica, con posibles repercusiones sobre las posiciones de categoría socioeconómica de los individuos. A su vez, la movilidad intrageneracional examina esos movimientos durante toda la vida laboral de un individuo o referida a episodios y transiciones acontecidas durante cierto período concreto tiempo. Estos son los tipos de movilidad que analizaremos en este artículo y tendrán como objetivo saber si la emigración a España permitió a los argentinos mejorar la condición socioeconómica que tenían en su país de origen.
Desde el trabajo pionero de Thomas & Znaniecki (2004), El campesino polaco en Europa y en América, los investigadores emprendieron en reiteradas oportunidades el análisis de la movilidad social y ocupacional asociada a la movilidad geográfica de los inmigrantes. Gran parte de los estudios se realizaron siguiendo la lógica del ciclo organización-desorganización-organización propuesto por Thomas y reformulado por otros autores de la Escuela de Chicago. Ese fue el caso de la investigación seminal de Chiswick (1978) sobre el patrón de movilidad ocupacional en forma de U que siguieron los inmigrantes extranjeros en su proceso de asimilación a la sociedad estadounidense. Este patrón supone que la inserción laboral inicial se produce en categorías inferiores a las que tenían en el país de origen pero, a medida que aumentan la antigüedad en el mercado de trabajo y adquieren competencias, tienen la posibilidad de escalar posiciones hasta volver a la categoría ocupacional que tenían antes de la emigración.
La literatura que se ha producido en la estela de Chiswick ha mostrado que la movilidad ocupacional inicial es, sobre todo, una movilidad descendente a la que sigue una contra-movilidad ascendente aunque sea limitada (Weiss, Saber & Gotlibovski, 2003). Aquella movilidad descendente se ha explicado por los problemas de transferibilidad de cualificaciones (Chiswick, Lee & Miller, 2005); por la mayor o menor proximidad económica, cultural o lingüística entre país de origen y de destino que facilita o dificulta esa transferibilidad (Redstone, 2006); o por la insuficiencia de capital humano inicial de los migrantes, ya que se apunta que los nuevos flujos suelen ser menos cualificados que la población autóctona (Borjas, 1995).
La investigación sobre la inmigración en España se incorporó recientemente a este debate. Hasta hace pocos años, no era posible valorar trayectorias laborales de inmigrantes debido a que los investigadores sólo disponían de datos transversales y a que había transcurrido un breve período de tiempo desde la llegada de flujos masivos. No obstante, las investigaciones pioneras ya señalaban que los inmigrantes se encontraban en franca desventaja respecto a la población nativa (Cachón, 1995). Los investigadores hallaron que los inmigrantes tendían a desempeñar las ocupaciones de baja cualificación, complementarias a los autóctonos y que la segregación ocupacional contribuía sobremanera a explicar la desventaja salarial (Cachón, 2009; Simón, Sanromá & Ramos, 2007). Asimismo, constataron la mayor exposición de los inmigrantes a la temporalidad y la sobreeducación (Colectivo IOE y Fernández, 2010; Cachón, 2009; Reher, 2008).
Estudios longitudinales más recientes a partir de la explotación de la ENI y los registros de vidas laborales de la Seguridad Social (Muestra Continua de Vida Laborales), permitieron contrastar hipótesis de la literatura internacional para el caso de España. A partir de la primera fuente, diversos estudios constataron que la emigración significó una notable movilidad laboral descendente para los inmigrantes, seguida por una paulatina contramovilidad parcial (Aysa-Lastra y Cachón, 2013; Colectivo IOÉ & Fernández, 2010; Cachón, 2009; Reher, 2008). Sobre este último aspecto y utilizando la segunda fuente, los investigadores hallaron que la significativa movilidad ascendente que siguió la trayectoria laboral de los inmigrantes en España no permitió una asimilación ocupacional con los nativos, ni alcanzó para lograr posiciones similares a las que tenían en sus países de origen. Estos estudios señalaron la relevancia del nivel educativo, de la zona de origen de los inmigrantes, de la antigüedad en el empleo, del sexo y de la edad para explicar los patrones de movilidad (Izquierdo et al., 2009; Miguélez et al., 2011; Miguélez & López-Roldán, 2014).
Hasta el momento no conocemos estudios con representación estadística sobre la movilidad laboral de los inmigrantes argentinos en España. Las investigaciones publicadas fueron realizadas desde una perspectiva cualitativa, a partir de tipos de muestreo no probabilístico, y se enfocan sólo a los inmigrantes arribados en el último flujo masivo (Gandini, 2015; Jiménez, 2011). Estos trabajos encontraron que los argentinos se insertaron en el mercado de trabajo en condiciones de precariedad, aunque presentaban una situación general más ventajosa que otros colectivos de inmigrantes arribados en el mismo período. El análisis rectifica la hipótesis de la U debido a que demuestra solamente una movilidad trasnacional descendente.
Nuestro trabajo, en cambio, considera una muestra estadísticamente representativa de toda población argentina residente en España en 2007. El objetivo es contrastar la hipótesis de Chiswick comparando tres indicadores (situación profesional, situación sociolaboral y temporalidad) en tres episodios de la trayectoria laboral de los inmigrantes: el último empleo en Argentina, el primero en España y el que tenían en 2007. Debe aclararse que en cada una de las transiciones de una a otra situación sólo se analizarán datos de población ocupada que haya cambiado de empleo. Ello implica que el universo de análisis es diferente en cada etapa (por motivos diversos como defunciones, reemigraciones, paso a la inactividad o a la actividad), de ahí que los totales de las tablas no coincidan.
Fuentes y metodología de la investigación
Un problema en discusión en la literatura sobre movilidad social son los indicadores utilizados para medirla. En la sociedad industrial moderna se utiliza, generalmente, la estructura ocupacional, y dentro de ésta, el cambio de una profesión de cuello azul a otra de cuello blanco es uno de los indicadores de movilidad laboral ascendente más contrastados (Goldthorpe, et al., 1980). Sin embargo, hoy día no es suficiente ya que muchos puestos de trabajo de cuello azul tienen mejores retribuciones salariales que los de cuello blanco y, además, como ha demostrado Braverman (1983), muchos trabajos de cuello blanco se han descualificado a través de la automatización y la taylorización del proceso productivo. Por tanto, renunciamos a considerar un solo indicador sintético de movilidad y optamos por realizar una triangulación de tres indicadores provistos por la ENI: la situación profesional, la situación sociolaboral y la duración del contrato.
La situación profesional clasifica a los trabajadores según la propiedad de los medios de producción y, por extensión, según la autoridad y control del proceso productivo explorando si el trabajador ha ganado o perdido control y autoridad sobre su trabajo y el de otros. El indicador define las categorías de asalariado, autónomo y empresario. También suele denominarse relación de dependencia en la bibliografía y algunas fuentes de datos.
El segundo indicador denominado situación sociolaboral, corresponde a una subdivisión de la población ocupada en cierto número de agregados distintos en estatus o prestigio ocupacional y recompensas materiales. La elección de este tipo de escala, a diferencia de otra basada en categorías ocupacionales más usual en sociología, se basa en que no importan tanto el número de posiciones sucesivas que ocupan los individuos, sino cómo los cambios entre segmentos del mercado de trabajo implican posicionamientos objetivables y tipificables en las condiciones de empleo y en las perspectivas subjetivas de los actores. La escala contempla cinco posiciones: manual cualificado, manual no cualificado, administrativo, técnico y directivo.
El tercer indicador mide la duración del contrato y se refiere así a una mayor o menor estabilidad laboral. Un contrato indefinido tiene un componente prospectivo, como es la posibilidad de un aumento salarial, un ascenso o acceso a la formación continua, que no existe en un contrato temporal.
Pero antes de adentrarnos en el análisis de los datos, es necesario describir con mayor precisión las características de la Encuesta para que éstos puedan valorarse adecuadamente. La ENI es una encuesta ad hoc, realizada en 2007 con un diseño probabilístico que utilizó el marco muestral del Padrón Contínuo de Habitantes.3 De esta forma, sus resultados son representativos para el conjunto de España. Su objetivo era recoger información de la vida del inmigrante y de su familia durante todo el proceso migratorio, desde el país de origen hasta el asentamiento en España. En ese sentido, cubrió importantes lagunas en la información estadística sobre la inmigración extranjera en España.4
También otras fuentes estadísticas españolas permiten realizar análisis longitudinales estadísticamente representativos de la población inmigrante como son la MCVL y la Encuesta de Población Activa (EPA) flujos. En la MCVL, que cruza datos del Padrón de Habitantes y de la Agencia Tributaria, los datos están disponibles más tarde que en la EPA y sólo recoge información de individuos que cotizan o han cotizado a la Seguridad Social. Esto es un problema significativo para estudiar trayectorias laborales de los inmigrantes porque, como ocurre en el caso de los argentinos por ejemplo, en el año 2002 tenían casi un 70% de sus efectivos trabajando en negro. A su vez la EPA flujos sólo permite realizar un seguimiento de los individuos durante seis trimestres consecutivos y debido a la reducción del nivel de desagregación de la variable nacionalidad (para conservar el anonimato de los encuestados) sólo permite distinguir entre ciudadanos españoles y extranjeros. Por consiguiente, la ENI es la única fuente que ofrece datos fiables para estudiar trayectorias laborales de inmigrantes de larga duración (discriminados por país de nacimiento), que incluye el último empleo en el país de origen y todos los eventos de la vida laboral en España hasta 2007, incluso aquellos que se desarrollaron en la economía sumergida.
En lo que respecta a este trabajo, la explotación de los microdatos de la ENI permitió, por un lado, discriminar a la población nacida en Argentina sin perder representación estadística, y por otro, describir exhaustivamente su trayectoria laboral desde el último empleo en Argentina hasta el que tenía en España en 2007. En ese sentido constituye un aporte innovador de este trabajo. Siempre que fue estadísticamente posible y relevante, los datos fueron discriminados a partir de las variables independientes sexo y período de llegada. La primera se fundamenta en la intención de lograr una perspectiva de género, imprescindible en los estudios migratorios. La relevancia de la segunda variable se comprobó en una investigación anterior (Actis & Esteban, 2008, 2007) en la cual distinguimos cuatro flujos migratorios de argentinos a España, cuantitativamente significativos y con características propias bien definidas: los emigrados antes de 1975, el flujo del exilio entre 1976 y 1983, los emigrados durante el período de inestabilidad económica y reformas estructurales (entre 1984 y 1999) y el flujo del corralito que emigró durante la etapa de crisis y estabilización entre 2000 y 2007.
Esta clasificación implicó una interpretación cautelosa de los resultados debido al sesgo que introdujo la variable año de llegada, de modo que los inmigrantes que arribaron más recientemente tuvieron una menor probabilidad de poder marcharse, frente a los que arribaron antes. Por otra parte, a medida que discriminamos subpoblaciones cada vez más pequeñas, la muestra va perdiendo fiabilidad. Una situación que se presenta, sobre todo, en los dos primeros flujos (antes de 1975 y 1976 - 1983) porque cuentan con muestras más pequeñas (97 y 49 entrevistados, respectivamente) que los flujos posteriores (1984-1999 y 2000-2007), con muestras mucho más amplias (206 y 441 entrevistados, respectivamente).
Como puede advertirse, la muestra estuvo compuesta por 793 personas nacidas en Argentina que tenían en ese momento 16 o más años. El diseño de la ENI excluyó a los menores de 15 años bajo el supuesto de que emigraron acompañando a sus padres. Nuestra explotación contempló un universo distinto. Consideramos sociológicamente más interesante circunscribir el análisis a la población que emigró de Argentina a España en edades comprendidas entre los 16 y 64 años, es decir, personas económicamente activas y con autonomía para tomar la decisión de emigrar. De ese modo, no sólo quedaron excluidas 33.613 personas entre 0 y 15 años, sino también 4.411 con 65 o más años y 1.527 casos que no ofrecían información sobre la edad al emigrar. Con todo, el universo representado en nuestra explotación ascendió a 192.069 personas, el 83% de la población total compuesta por 231.620 personas.
Características sociodemográficas de las migraciones de argentinos a España5
Una vez superada la posguerra, en 1950 se contabilizaron 6.463 argentinos, además de 11.921 españoles nacidos en Argentina. En ambos grupos se registró un importante predominio femenino (64% entre los españoles, 55% entre los extranjeros-argentinos), una fuerte concentración en el grupo de 25 a 44 años (dos tercios del total), de personas que no superaban la escolarización primaria (más del 85%), con tasas de actividad diferenciadas: (42,9% los españoles y 52,5% los argentinos); dos tercios eran asalariados, el 25% empleadores y el resto trabajadores autónomos o perceptores de ayudas familiares.
El censo de 1970 contó 7.784 argentinos (residentes) e indicó que existía un equilibrio entre sexos, con un ligero predominio masculino (51%). Hasta mediados de los setenta alrededor de 200 inmigrantes obtuvieron la nacionalidad española y, por tanto, quedaron excluidos del registro de residentes.6 Dado que en el mapa de las migraciones internacionales España fue expulsor de población hasta ese momento, es muy probable que una gran parte de los argentinos arribados hasta entonces hayan sido hijos, nietos y otros familiares de españoles emigrados a Argentina durante la emigración masiva (Sánchez Alonso, 1992).
El ciclo de violencia política abierto en nuestro país a partir de 1975 generó un significativo flujo de migración hacia España. Sumando las cifras anuales de residentes y nacionalizados españoles hallamos que este grupo experimentó un crecimiento de 132% entre 1976 y 1986 (pasando de 8.130 18.841).7 Según el censo de 1981 el 52% eran mujeres, la estructura de edades mostraba un predominio del segmento entre 25 y 44 años (40,2%), equilibrando una estructura en la que presentaban peso similar la población joven (los menores de 25 años eran el 30,6%) y la de mayor edad (los mayores de 45 años sumaban el 29,8%). Estos datos resultan llamativos porque indican: la importante presencia de grupos familiares, con hijos menores de edad, y un elevado porcentaje de personas de edad madura (18%) y anciana (12%). Esta diversidad refleja la presencia de personas llegadas en distintos momentos: más jóvenes las asentadas a partir de la dictadura, mayores las que arribaron en años anteriores. La moderada tasa de actividad (52,3%), en comparación con otros inmigrantes económicos, reflejaba también la existencia de personas en edad de retiro.
El inicio de la democracia no produjo una reducción de las salidas del país, más bien coexistieron desplazamientos en ambas direcciones: exiliados que retornaban y nuevos emigrados económicos. Considerando las cifras de residentes y nacionalizados en 1992, había en España 33.059 argentinos (21.571 residentes y 11.488 nacionalizados). Es decir, 35% contaba con nacionalidad española. Si comparamos esa población con la que existía en 1983, se observa un incremento de 20.188 efectivos (157%), un crecimiento similar al que se había producido durante la etapa del exilio con crecimientos importantes en 1989 (10%), 1990 (10%) y 1991(11%). Por tanto, puede afirmarse que la crisis de la hiperinflación de finales de los ochenta tuvo su reflejo en un nuevo flujo de desplazamientos hacia España. Durante este período, la inmigración mostró un ligero predominio masculino que se incrementó en los momentos de mayores entradas. El perfil ocupacional, derivado de la estadística de permisos de trabajo, seguía destacando respecto al de otros inmigrantes: casi no trabajaban en el sector agrícola, se concentraban menos en el sector servicios que otros latinoamericanos (debido al escaso empleo en servicio doméstico y personales) y presentaban niveles de profesionales y técnicos que triplicaban los valores medios de otros trabajadores no comunitarios.
Durante la década de 1990 el conjunto de argentinos en España creció tan sólo un 4%, alcanzando las 37.224 personas en 1999. Parece evidente que la estabilización de la situación política y económica en Argentina obró como freno de la emigración. La situación jurídica del colectivo había mejorado: los poseedores de permiso de residencia constituían el 29% mientras los nacionalizados españoles el 61%. Había desapareció la supremacía masculina y se registró un rejuvenecimiento entre residentes y nacionalizados. Sin duda, el descenso de la entrada de inmigrantes, junto a las regularizaciones extraordinarias y las naturalizaciones, redundó en una mejora en la situación legal del colectivo hacia fin de siglo y, por consiguiente, en una mejora de sus condiciones de vida mediante el acceso a mejores posiciones en el mercado laboral y a prestaciones sociales del Estado del Bienestar.
Esta situación cambió drásticamente en los años venideros. Entre 2000 y 2004 se produjo un incremento sin precedentes del número de argentinos a España. Una dinámica migratoria que estaba en sincronía con la crisis económica y social en Argentina. Los 70.941 empadronados a 31 de diciembre de 1999 ascendieron a 260.386 en 2004,8 un incremento del 207% (Figura 1). Sin embargo, el grupo de nacionalidad española creció apenas un 59%, en contraste con los de nacionalidad italiana (523%), los argentinos con papeles (238%) y los sin papeles (529%). El importante crecimiento de inmigrantes en situación irregular (que llegaron a ser el 73% de los empadronados en 2002) obedeció a la confluencia de dos circunstancias: por una parte, la llegada masiva de una inmigración improvisada que buscaba un refugio a la crisis, por otra, la política de cierre migratorio operada por las autoridades españolas.9 Asimismo, se aprecia un aumento de las nacionalizaciones a partir de 2000, contribuyendo a un paulatino descenso de las personas en situación irregular (del 73% en 2001 al 36% en 2004).10
Figura 1. España. Población empadronada nacida en Argentina, según nacionalidad y situación jurídica de residencia (2000-2015). A 31 de diciembre
Fuente: Padrón Continuo de Habitantes, INE; Observatorio Permanente de la Inmigración y elaboración propia.
El flujo del corralito se caracterizó por una tendencia al equilibrio en su composición por sexo, aunque hubo un ligero predomino de hombres, una situación recurrente en momentos de llegadas masivas. Esta tendencia se apoyó en dos procesos: la emigración de grupos familiares completos y de hombre y mujeres solos sin pareja ni hijos. A consecuencia de ello, la existencia de familias transnacionales, habitual en otros colectivos latinoamericanos, fue escasa entre los argentinos (Cerruti & Maguid, 2010). En cuanto a la edad, se constata un proceso de rejuvenecimiento debido a la llegada masiva de población adulta-joven.
El gran crecimiento de los inmigrantes con nacionalidad argentina (residentes, estudiantes y sin papeles), en un período de gran expansión y transformación de la población activa y del empleo,11 favoreció una inserción laboral en condiciones de precariedad. Los argentinos ingresaron por abajo a un mercado de trabajo etnofragmentado, en las ramas de actividad y en las ocupaciones menos deseadas, aunque en mejores condiciones que otros colectivos de extranjeros. Los hombres se concentraron más en la construcción y en la industria; las mujeres en el trabajo doméstico y los servicios a empresas, y ambos en el comercio y la hostelería (Aysa-Lastra & Cachón, 2013; Esteban, 2015).
La progresiva normalización de la situación política y económica en Argentina a partir de 2003 y el comienzo de la crisis económica en España en 2008, se tradujo, primero, en una ralentización de las entradas (2005-2008) y, luego, en un descenso del stock de argentinos en España entre 2009 y 2014 de 42.446 efectivos (14%) (Figura 1). No obstante, al tiempo que se produjo un descenso de sin papeles, residentes e italianos se incrementó el volumen de argentinos con nacionalidad española debido a las nacionalizaciones. Ello conduce a pensar que los retornos y la re emigraciones fueron más frecuentes en grupos que se encontraban en una situación de mayor vulnerabilidad en términos documentarios y laborales, y muy probablemente con menor tiempo de residencia.12
Respecto a la inserción laboral inicial de los diferentes flujos migratorios, la explotación de los microdatos de la ENI revela que existen diferencias notables según el período de llegada a España, de manera que a mayor antigüedad mejor inserción y viceversa (Esteban, 2015). Los inmigrantes que llegaron en el último flujo (2000-2008) ingresaron al mercado de trabajo en las ramas de actividad menos deseadas y mayoritariamente desempeñaron ocupaciones manuales. Los inmigrantes que arribaron en los años ochenta y noventa hallaron el primer empleo en este tipo de actividades, pero también en otras de mayor calidad (inmobiliarias y servicios empresariales, sanidad y educación). Por último, el grueso del flujo del exilio halló empleo en este último tipo de actividades. Por consiguiente, más allá de las diferencias en la composición sociodemográfica de los flujos, hay factores estructurales que parecen haber actuado de un modo determinante sobre las oportunidades de acceso al primer empleo. Entre éstos, cabe destacar los niveles y la composición de la oferta y la demanda en el mercado de trabajo, y los derechos y las obligaciones de los extranjeros establecidos por la política migratoria.
La movilidad ocupacional de los argentinos
El análisis de la movilidad laboral desde el último empleo en Argentina al primer empleo en España comienza con la evolución de la situación profesional (Cuadro 1). Una lectura global, y simplificada, de la tabla puede hacerse a partir de la diagonal (valores en fondo gris). Los valores que se encuentran sobre ese segmento indican la proporción de inmigrantes cuya situación profesional no se modificó (74% de hombres y 68% de mujeres); por encima de la diagonal se sitúan los que experimentaron una movilidad descendente (18,4% de hombres y 21,8% de mujeres) y por debajo los que mejoraron su situación (7,1% de hombres y 10,1% de mujeres). La valoración global indica que la mayoría continuó en la misma situación, sobre todo los hombres, y sólo una minoría, entre las que predominan las mujeres, descendió de posición.
Cuadro 1. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según relación de dependencia en el último empleo en Argentina y en el primero en España por sexo. A1 de enero de 2007. En porcentajes
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
Una lectura matizada permite resaltar que prácticamente todos los hombres asalariados en Argentina reprodujeron la misma situación en el primer empleo en España (70,4%), excepto 1,7% que se convirtieron en trabajadores autónomos. Aquellos que fueron empresarios, todos ocuparon empleos asalariados (3,5%), también la mayoría de los que fueron trabajadores autónomos (19,3%), aunque un grupo pequeño mantuvo la categoría (4,1%) o mejoró su situación pasando a tener asalariados a cargo (0,5%). La movilidad de las mujeres siguió una tendencia similar. Del 77% que fueron asalariadas en el último empleo en Argentina, 64,6% mantuvieron la misma situación en el primer empleo en España y 9% se transformaron en trabajadoras autónomas. Por otra parte, del 21,8% de argentinas que fueron empresarias (16,4% trabajadoras autónomas y 5,4% empresarias con asalariados), la mayoría se reconvirtieron en asalariadas (17,3%), excepto el 3,8% que mantuvieron la categoría, todas en calidad de autónomas.
En síntesis, para la mayoría de los inmigrantes argentinos en España la emigración se tradujo en un proceso de proletarización ya que, considerando el último empleo que esta población tuvo en Argentina, aumentó la proporción de asalariados y disminuyó la de autónomos y empresarios. Entre los hombres, los asalariados aumentaron del 72% al 90% y entre las mujeres del 77% al 82%. En ambos sexos, la ocupación se concentró en el sector privado (97% y 92%, respectivamente). En sentido contrario, se redujo la proporción de empresarios (con y sin asalariados) del 22,8% al 7,5% entre los hombres y del 21,8% al 13,9% entre las mujeres. La menor contracción que presentaron las mujeres en esta categoría se explica por su participación en el trabajo doméstico y otros servicios (por ejemplo, docentes de apoyo escolar, monitoras en actividades deportivas) como trabajadoras autónomas.
Para valorar con más precisión el carácter de la movilidad vertical transnacional es preciso abordar ahora el indicador situación sociolaboral (Cuadro 2). Igual que hicimos antes, realizamos primero una lectura simplificada de la información que brinda la tabla a partir de la diagonal (valores en fondo gris). Así, observamos que en torno al 40% experimentó un descenso de categoría sociolaboral entre la último empleo en Argentina y el primero en España (45% de los hombres y 43% de las mujeres); otro tanto permaneció en la misma posición (38% de los hombres y 9,2% de las mujeres) y una minoría se movió hacia una categoría superior, principalmente hombres (17% frente al 7% de mujeres).
Cuadro 2. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según situación sociolaboral en el último empleo en Argentina y en el primero en España por sexo. A 1 de enero de 2007. En porcentajes
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
Se trata de un proceso similar al que vivió el conjunto de la inmigración en España: el 44% de los inmigrantes empeoró su situación sociolaboral después de la emigración contra el 11% que pudo mejorarla (Colectivo IOE & Fernández, 2010). Si la comparación contempla sólo a los inmigrantes extracomunitarios, encontramos que el 54% había descendido de ocupación respecto a la que tenía en origen, frente a un 14% que ascendió y un 33% que se mantuvo en la misma categoría ocupacional (Aysa-Lastra & Cachón, 2013).
Efectivamente, la evolución de las posiciones de los inmigrantes en la estructura sociolaboral, entre el último empleo en Argentina y el primero en España, denota una brusca movilidad descendente. Disminuyeron de forma significativa los trabajadores de cuello blanco (de 56% a 30%), principalmente directivos (de 9% a 2%) y aumentaron los trabajadores manuales (de 43% a 70%), sobre todo no cualificados (de 29% a 51%). En ese marco, se pueden distinguir matices en las trayectorias de trabajadores y trabajadoras. En el caso de los hombres, entre aquellos que fueron trabajadores manuales en el último empleo en Argentina (52%), la mayoría permaneció en la misma situación (45%) y sólo 7% experimentó movilidad ascendente, sobre todo, a la categorías de técnico (6%). Asimismo, un 10% de aquellos que fueron trabajadores manuales cualificados descendieron a la categoría no cualificado.
En el extremo opuesto de la escala sociolaboral, los que partieron habiendo ocupado puestos directivos (10%) padecieron una brusca movilidad descendente, la mayoría se reconvirtieron a trabajadores manuales (6%) y el resto a categorías intermedias (3% a técnicos y 1% a administrativos). No se registran casos de personas que conservaron la categoría. Los inmigrantes que ocuparon categorías intermedias en Argentina (38%) también experimentaron movilidad descendente hacia empleos de cuello azul (22%), aunque en esta oportunidad un grupo considerable permaneció en las mismas posiciones (12%) y un escasísimo 1% pudo ascender después de la emigración. Como se puede apreciar, las posiciones intermedias tienen la particularidad de que cambiaron de composición después de la emigración: gran parte de los que fueron técnicos y administrativos en Argentina se movieron hacia abajo cuando se insertaron en la estructura laboral española, mientras un volumen significativo, aunque inferior al anterior, de trabajadores manuales se movieron hacia arriba ocupando categorías intermedias.
Las mujeres vivieron trayectorias similares. La mayoría de las trabajadoras manuales permanecieron en esa misma situación al llegar a España (29% de un total de 33%) y un grupo reducido experimentó una movilidad ascendente (4%), sobre todo hacia la categoría de técnico (2,5%); un 4% de las cualificadas perdieron esa condición. Las que emigraron habiendo desempeñado puestos directivos en el último empleo en Argentina (8,4%), sólo una minoría pudo reproducir esa posición en España (2,5%), el resto se movieron hacia abajo ocupando empleos anuales (4%) y administrativos (2%). Un itinerario similar siguieron las mujeres que se habían desempeñado como técnicas (46%) y administrativas (12%) antes de la emigración: la mayoría se insertó en el mercado de trabajo español en empleos de cuello azul (24% y el 8% respectivamente). En este caso también se produjo un cambio de composición en estas categorías de las mismas características que el descrito antes para los hombres.
En resumen, la emigración representó, en un primer momento, una pérdida de estatus neta para la mitad de los argentinos. Los que habían ocupado empleos de cuello blanco en su última actividad económica en Argentina experimentaron un proceso de proletarización después de la llegada a España. Por el contrario, para una minoría la emigración significó una oportunidad para progresar en la pirámide ocupacional, trabajadores de cuello azul que se movieron hacia categorías intermedias. Los sentidos e intensidades de la movilidad fueron análogos en ambos sexos, no obstante, las mujeres padecieron la movilidad descendente en mayor medida que los hombres porque partían de una situación más ventajosa en el mercado de trabajo argentino (estaban menos representadas en la categorías inferiores y más en las intermedias).
La comparación de la duración del vínculo laboral de los inmigrantes asalariados en Argentina y en España indica que la mayor parte experimentó un empeoramiento de la calidad del empleo asalariado (pasando de indefinidos a temporales) y que fueron muchos menos quienes experimentaron una mejora (de temporales a indefinidos). El desglose por sexo que se presenta en el Cuadro 3 muestra que el 44% de los hombres y el 45% de las mujeres pasaron de trabajador fijo a temporal después del desplazamiento. Por el contrario, el 4% de los hombres y el 5% de las mujeres pasaron de tener un contrato temporal en Argentina a uno indefinido en España. Como ya advertimos, los mayores índices de temporalidad se traducen en precariedad laboral porque suponen, entre otras cosas, trayectorias laborales discontinuas, menos oportunidades de promoción y acceso a la formación, menos derechos adquiridos por antigüedad (indemnización por despido, accidente de trabajo, prestación por desempleo) y la tendencia a perpetuar la inseguridad.
Cuadro 3. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según duración del contrato o acuerdo laboral en el último empleo en Argentina y en el primero en España por sexo. A 1 de enero de 2007. En porcentajes*
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
Nota: *Quedan excluidos 2.974 casos de hombres (7,5%) y 2.201 de mujeres (7,7%) que respondieron no saber qué duración tenía su contrato de trabajo.
A partir de aquí nos centraremos en la movilidad laboral en España, desde el primer empleo al último registrado por la ENI (con fecha de referencia 1 de enero de 2007). Es pertinente señalar de nuevo que, en este caso, la población analizada será la que estaba en aquel momento en el mercado de trabajo y que cambió alguna vez de empleo. Es un universo diferente al anterior debido, por un lado, a defunciones y reemigraciones y, por otro, a la incorporación a la actividad económica de jóvenes que estaban aún en el sistema educativo y a la salida de quienes llegaron a la edad de jubilación.
En primer lugar, indagamos la situación profesional de la población ocupada de origen argentino a finales de 2006, respecto a situación profesional en el primer empleo. Los datos de la tabla 4 ponen de manifiesto que, en término medio, tres cuartas partes no cambiaron de situación laboral (77%, valores de la diagonal), 16% se encontraba en una situación más favorable (valores por debajo de la diagonal) y tan solo 7% experimentó una movilidad descendente (valores por encima de la diagonal). Esa evolución fue análoga en hombres y mujeres.
Cuadro 4. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según relación de dependencia en el primer y último empleo en España y sexo. A 1 de enero de 2007. En porcentajes
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
La trayectoria comprendida entre el primer y el último empleo en España modificó ligeramente el porcentaje de asalariados en ambos sexos de 89% a 79%. En el caso de los hombres, los asalariados se redujeron en 8,5 puntos porcentuales y constituían el 82% de los ocupados a finales de 2006. Ese grupo estaba compuesto por una mayoría de trabajadores que fueron asalariados (76,3%) desde la primera actividad económica en España y por un pequeño grupo de antiguos autónomos (4,4%). Una evolución similar registraron las mujeres, disminuyó la proporción de asalariadas, aunque en una magnitud algo inferior (de 82% a 76%), la mayor parte tenían esa categoría desde la primera relación laboral (68,7%) y otro grupo pequeño se incorporó después de perder la condición de trabajadora autónoma (5,6%).
Los empresarios, con y sin trabajadores, registraron un aumento significativo. En el primer caso, de ninguno a 3%, en el segundo, de 8% a 14%. Esta tendencia se registró en ambos sexos. En 2007 había 13% de hombres trabajadores autónomos, de los cuales prácticamente todos fueron asalariados en la primera relación laboral, es decir, ninguno de ellos había comenzado su trayectoria laboral como autónomo y aquellos que lo habían hecho no pudieron conservar ese estatus. Entre las mujeres hallamos una situación diferente, ya que el conjunto de trabajadoras autónomas (17%) estaba compuesto por dos grupos, por un lado mujeres que tuvieron ese mismo estatus desde en el primer empleo (7%), por otro, mujeres que fueron asalariadas (10%). Los empresarios con asalariados eran, sobre todo, mujeres (5% frente a 2% de hombres) y fueron, mayoritariamente, asalariadas en el primer empleo.
En síntesis, la situación laboral en 2007, respecto a la que existía en el primer empleo en España no experimentó modificaciones sustanciales, pero da cuenta de una escueta movilidad ascendente y, de ese modo, revierte la experimentada en el tránsito trasnacional. Se trata de una tendencia similar a la del conjunto de trabajadores extranjeros, aunque en este caso el descenso de asalariados y el incremento de autónomos fueron algo menores. Un balance comparativo encuentra similitudes en las proporciones de asalariados y empresarios con trabajadores a cargo y destaca la mayor proporción de autónomos en el colectivo argentino, respecto a otros colectivos de inmigrantes extracomunitarios.13
En el cuadro 5 presentamos los datos de la situación sociolaboral de los inmigrantes a 1 de enero de 2007, respecto a la que tuvieron en el primer vínculo laboral. En términos agregados, observamos que algo más de la mitad permanecía en las misma categoría (48% de los hombres y 65% de las mujeres, valores de la diagonal), 34% había ascendido (38% de hombres y 28% de mujeres, valores por debajo de la diagonal) y 11% se encontraba en una situación más desfavorable (14% de hombres y 7% de mujeres, valores por debajo de la diagonal). Conforme a estos datos puede decirse que la situación sociolaboral de los inmigrantes experimentó un cierto progreso. En términos generales, acompañó la tendencia de movilidad ascendente del conjunto de inmigrantes extranjeros.14
Cuadro 5. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según situación sociolaboral en el primer y último empleo en España según sexo. A 1 de enero de 2007. En porcentajes
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
En cuanto a los hombres, entre aquellos que ingresaron en el mercado de trabajo español desempeñando ocupaciones manuales (73%), prácticamente la mitad se movió hacia arriba (13% a categorías intermedias, 4% a directivos y 18% a trabajadores cualificados) y otro tanto permaneció en la misma situación (34%). Sólo el 5% descendió a la categoría trabajadores no cualificados. La movilidad hacia la cima de la pirámide ocupacional se produjo desde todas las categorías, incrementando significativamente la proporción de directivos (7,7%), mientras el camino inverso no registró ningún caso. El tamaño relativo de las categorías intermedias prácticamente se mantuvo constante desde el momento de la inserción laboral (en torno al 26%), aunque cambió una parte de su composición, igual que sucedió en la transición del último empleo en Argentina al primero en España.
En el caso de las mujeres, la mayoría de las trabajadoras que ocuparon las posiciones más bajas en el primer empleo en España, permanecieron en la misma situación en 2007 (43% de un total de 66%), una proporción significativa promocionó a categorías superiores (4% a directivas, 9% a técnicas, 7% a administrativas y 2% a trabajadoras cualificadas) y tan sólo 1% descendió. En el extremo opuesto de la escala observamos un notable incremento relativo de directivas debido a un doble movimiento: por un lado, conservaron su posición las mujeres que tenían esa categoría desde la inserción laboral (3,6%), por otro, promocionaron trabajadoras manuales (5%) y técnicas (1%). En las categorías intermedias se produjo una situación similar a la anterior, estableciendo una diferencia con las trayectorias de los hombres: aumentó la proporción relativa de técnicas y administrativas (de 30% a 40%, aproximadamente) a consecuencia de que una gran parte conservó la categoría desde el primer empleo (un tercio de las administrativas y más de la mitad de las técnicas) y al trasvase desde posiciones subordinadas (10% no cualificadas y 4% cualificadas).
En resumen, el análisis de las situaciones sociolaborales en el primer empleo y en 2007 da cuenta de una movilidad acotada en la cual un tercio de los trabajadores experimentó un proceso de ascenso ocupacional, mientras algo más de la mitad no modificó su estatus ocupacional (además de los trabajadores que nunca cambiaron de empleo). Esta tendencia fue más acusada en los hombres y en los empleos de cuello azul que disminuyeron su peso relativo a favor de empleos de cuello blanco. De acuerdo a algunos estudios, también fue un proceso manifiesto en el conjunto de los inmigrantes extranjeros en España (Colectivo IOE & Fernández, 2010; Reher, 2008), aunque se ha constatado que la movilidad ocupacional se produjo, sobre todo, dentro de cada uno de los dos segmentos del mercado de trabajo al tiempo que fue escasa entre ellos (Aysa-Lastra & Cachón, 2013). Además, es preciso tener presente que estas conclusiones se limitan a un período caracterizado por un ciclo expansivo del empleo que, como ya hemos visto, se cerró a poco de realizarse la ENI. Por tanto, es probable que a partir de entonces la dinámica de la movilidad ocupacional haya cambiado para buena parte de los trabajadores, inmigrantes y autóctonos.
Last but not least, presentamos la comparación entre la duración del vínculo laboral en el primer y último empleo, entendiendo como último vínculo laboral el vigente al finalizar el año 2006. Los datos del cuadro 6 muestran una reducción significativa de la temporalidad que se traduce, indudablemente, en una mejora sustancial de la calidad del empleo. La tasa de temporalidad se redujo del 75% en el primer vínculo laboral a menos del 50% en el último. Este cambio se debe a que un tercio de los trabajadores temporales se transformaron en indefinidos; mientras sólo el 7% perdió esa condición Una tendencia de similares características a las del conjunto de la inmigración extranjera en España.15 No obstante, en términos de conjunto, la temporalidad continuó siendo superior a la del último empleo en Argentina (en torno al 30%). En función del sexo, las transiciones en uno y otro sentido fueron similares, aunque los hombres mejoraron algo más que las mujeres (35% versus 30%), en tanto que éstas empeoraron en mayor medida que aquellos (5% versus 10%, respectivamente).
Cuadro 6. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según duración del contrato o acuerdo laboral en el primer y último empleo en España y sexo. A 1 de enero de 2007. En porcentajes*
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
Nota: *Quedan excluidos 1.368 casos de hombres y 1.594 casos de mujeres que respondieron no saber que duración tenía su contrato de trabajo.
Finalmente, en el cuadro 7 presentamos un resumen de las condiciones de trabajo antes y después de la migración con la intención de ilustrar de forma rápida y sintética la movilidad laboral vertical transnacional. De acuerdo a los datos puede decirse que la emigración a España produjo inmediatamente un proceso de movilidad ocupacional descendente que se puso de manifiesto a través de un incrementó de trabajadores asalariados en menoscabo de autónomos y empresarios, en una significativa disminución de estatus ocupacional y en el empeoramiento de la seguridad en el empleo. En la tabla puede advertirse que el 20% de los inmigrantes experimentó un empeoramiento de la situación profesional respecto a la que tenía en Argentina, el 48% lo hizo respecto a la situación sociolaboral y el 44% a la seguridad en el empleo.
Cuadro 7. España. Población nacida en Argentina, emigrada entre los 16 y 64 años, según mejoró, empeoró o mantuvo sus condiciones de trabajo desde el último empleo en Argentina al primero en España, y desde éste al último en España. A 1 de enero de 2007
Fuente: INE, ENI y elaboración propia.
Si se tiene en cuenta, además, que en el último empleo en Argentina el 68% eran asalariados, 20% no podían descender porque ya ocupaban la categoría de trabajadores no cualificados y 31% tenían contratos temporales, puede afirmarse que la emigración produjo un descenso socioeconómico generalizado. Al mismo tiempo, disminuyó la incidencia de la polarización a partir del sexo que existía en el último empleo en Argentina debido a un acercamiento de estatus (descendente) en la inserción laboral inicial en España. Es decir, el proceso de movilidad descendente produjo cierta igualación por abajo entre hombres y mujeres estrechando las diferencias iniciales.
La movilidad laboral en España, desde el primer empleo al registrado a comienzo de 2007, presentó, en términos generales, una tendencia ascendente, opuesta a la experimentada en el movimiento transnacional. Si bien la mayoría de los inmigrantes no cambió de condiciones laborales, (77% tenía la misma situación laboral, 55% análoga situación sociolaboral y el 60% una duración de contrato similar), la proporción de quienes mejoraron es superior a la de aquellos que empeoraron. Así, 16% abandonó la condición de asalariado a favor de mayor autonomía en el trabajo, 34% escaló en la estructura ocupacional y 33% logró un contrato indefinido.16 De este modo, parece confirmarse la hipótesis de la U enunciada por Chiswick, según la cual la migración internacional supone una pérdida de estatus ocupacional provisional que va morigerándose con el transcurso del tiempo.
Asimismo, se constata la afirmación de Aysa-Lastra & Cachón (2013) acerca de que la evolución de las posiciones ocupacionales de los inmigrantes se produjo dentro de los segmentos primario y secundario, no entre ellos: del 34% de los trabajadores que ascendieron a una categoría socioeconómica superior en la segunda transición, sólo la mitad se movió al segmento primario; complementariamente, un 12% de la movilidad ascendente se produjo dentro del segmento secundario (trabajadores no cualificados que pasaron a trabajadores cualificados) y un 4% dentro del segmento primario (administrativos que pasaron a técnicos y directivos y técnicos que pasaron a directivos).17
La situación en el mercado de trabajo durante la crisis económica
La crisis económica en España tuvo una gran repercusión en el mercado de trabajo. Los datos de la EPA revelan que a partir del tercer trimestre de 2007 (cuando había un máximo histórico de 20,8 millones de ocupados) el número de desempleados comenzó a incrementarse, primero lentamente, después de manera más abrupta, (de finales de 2007 a finales de 2009). Tras esa primera fase se inicia una etapa de cierta estabilidad y mejora (del cuarto trimestre de 2009 al segundo de 2011). Con la crisis de la deuda en Europa a mediados de ese año, la desocupación vuelve a crecer y aumenta durante 2012, lo que el autor ha denominado segunda recesión. Finalmente, en 2013 se inicia un cambio de tendencia que se consolida en 2014 y 2015, en primer lugar, con un descenso del desempleo (de 3,5 puntos porcentuales entre los españoles y de 6,5 entre los extranjeros), luego, con un aumento de la ocupación (del 44% al 46% entre los primeros y
del 47% al 51% entre los segundos) (Oliver Alonso, 2014, 2013, 2012, 2011).
En total, entre el tercer trimestre de 2007 y el cuarto de 2014 el volumen de desempleados aumentó en más de 4,1 millones. El de los hombres creció en 2,3 millones (+284%) y el de las mujeres en 1,8 millones (+183%). Ello se explica porque la destrucción de puestos de trabajo afectó principalmente a la construcción y a la industria que la alimentaba. Así el mayor impacto lo recibió el colectivo masculino, joven, de nivel educativo medio-bajo, asalariado del sector privado, con contrato temporal y a tiempo completo (Esteban, 2015a). No obstante, a partir del tercer trimestre de 2011, el impacto de la crisis llegó a otros sectores de actividad (administración pública, sanidad, educación), sufriendo también las mujeres una pérdida importante de puestos de trabajo.
En términos de volumen absoluto de población, podría decirse que la crisis afectó más a la población española que a la inmigrante, puesto que el número de desempleados se había incrementado un 232% en la primera (de 1,4 a 4,7 millones), mientras entre la segunda solo lo había hecho en un 217% (de 392 mil a 1,2 millones). Sin embargo, respecto al volumen de población activa, los inmigrantes experimentaron un mayor aumento de las tasas de desempleo con más de 10 puntos porcentuales de diferencia respecto a los autóctonos (en torno a 35% para los inmigrantes y 25% para los nativos) (Figura 2). Recordemos que la crisis afectó especialmente al segmento secundario del mercado de trabajo donde se concentró la mayor parte de los trabajadores inmigrantes. Esta situación, junto a otros factores de índole institucional (la política migratoria) y las propias demandas de sus familias en los países de origen (dependencia del envío de remesas, por ejemplo), exacerbaron su vulnerabilidad (Aysa-Lastra & Cachón, 2015).
Figura 2. España. Tasas de desempleo por nacionalidad (española y extranjera) y sexo. 2007-2015
Fuente: EPA, INE. Medias anuales.
La evolución de los activos/as permite deducir que existen diferentes estrategias de afrontamiento de la crisis entre nativos e inmigrantes. En general, los hogares españoles incrementaron el número de activos, sobre todo mujeres.18 En un primer momento, los hogares inmigrantes actuaron de forma similar, pero la profundidad de la recesión y su extensión a otras ramas de actividad (como la hostelería, por ejemplo), los condujo a reducir el número de población real y potencialmente activa mediante el retorno permanente o temporal o las reemigraciones a terceros países: sobre todo hombres menores de 34 años.19 Ello dio como resultado una profunda alteración de la estructura de edades del empleo, de forma que los jóvenes que aportaban la mitad de la ocupación en 2008, pasaron a representar el 33 en 2013 (Oliver Alonso, 2014).
Pero además de una mayor actividad de las mujeres y de la salida al exterior de los hombres jóvenes, los estudios demuestran que las familias inmigrantes han apelado a otras estrategias para hacer frente a la crisis (Oso & Martínez Buján, 2014; Torres, 2014; Viruela, 2013, Oliver Alonso, 2012, 2011; entre otros). Mencionamos a continuación las más habituales: a) estrategias de ahorro y reestructuración del envío de remesas, b) el refugio en ocupaciones menos afectadas por el desempleo y a la vez menos deseadas por los autóctonos debido a las malas condiciones de trabajo, como algunos servicios de proximidad (por ejemplo el cuidado de personas mayores y niños o las tareas domésticas); y c) el autoempleo que se refleja estadísticamente en el incremento de los trabajadores por cuenta ajena en detrimento de los asalariados.
En el caso de los inmigrantes argentinos, el nivel de desempleo también se puede estimar a través de la EPA, aunque el dato no es estadísticamente confiable debido al tamaño de la muestra. No obstante, permite acercarse a la situación laboral que experimentaron los inmigrantes durante la crisis económica (Cuadro 8). En 2007, antes de la caída de Lehman Brothers y del estallido de la burbuja inmobiliaria, el colectivo presentaba una tasa de desempleo del 8,7%, superior a la de los españoles (7,3%), pero inferior a la de trabajadores extranjeros comunitarios (11,2%) y no comunitarios (18,2%). En 2013, luego de la segunda recesión, la tasa de desempleo había trepado al 32%, superando ampliamente a la de los españoles (24,4%), era similar a la de los trabajadores comunitarios (30,3%) y bastante inferior a la de extranjeros no comunitarios (39,5%).
Cuadro 8. España. Tasas de desempleo por nacionalidad y sexo. 2007-2013
Fuente: EPA, INE.
Las tasas de desocupación de hombres y mujeres prácticamente quedaron igualadas, una situación similar a la que experimentaron españoles y europeos comunitarios, mientras el desempleo de los hombres extranjeros no comunitarios se disparó durante la crisis. Esto se explica debido al impacto que tuvo la destrucción de empleo en la construcción, donde se concentraba una gran cantidad de hombres no comunitarios y también al incremento del número de activas y a su inserción laboral en sectores y ocupaciones (servicios de proximidad, por ejemplo) menos afectados por la crisis y menos deseados por las mujeres nativas.
La inserción laboral de los argentinos, en cambio, fue algo más diversificada y en algunas ramas de actividad de mayor estatus que otros colectivos de extracomunitarios (hostelería, comercio, transporte, servicios a empresas, sanidad-educación-administración pública), lo cual los hizo más recilientes durante la primera etapa de la crisis. No obstante, las condiciones de precariedad en las que aún se encontraban una gran parte de los ocupados en 2007, sobre todo aquellos arribados en el último flujo migratorio (trabajo en negro, contratos temporales, ocupaciones manuales, empleo en pequeñas empresas), contribuyeron a su elevada exposición al desempleo durante la segunda recesión. Asimismo, las mujeres argentinas, menos presentes en los servicios de proximidad, fueron tan vulnerables como los hombres durante este período. Ello explica por qué presentaron un volumen de retornos similar al de los hombres, mientras que en otros colectivos latinoamericanos hay una mayor cantidad de hombres retornados (Cerruti & Maguid, 2016).
Por último, una incipiente bibliografía sobre el retorno reciente de inmigrantes argentinos (Cassaín, 2016; Recaño Valverde & Jaúregui Díaz, 2014; Schmidt, 2013), permite profundizar en el conocimiento de otras estrategias para afrontar el período de crisis en España.20 En primer lugar, y como ya se ha mencionado, se encuentra el autoempleo, en muchos casos, en la economía sumergida. Una estrategia que no era nueva para los argentinos y en la que destacaron respecto a otros colectivos de latinoamericanos (Actis & Esteban, 2008). En esta oportunidad, se trató sobre todo de comercio al por menor y de servicios. Las re emigraciones a terceros países o a otras ciudades españolas estuvo menos presente, al igual que las ocupaciones refugio como el trabajo en la agricultura o los servicios personales (cuidado de mayores y niños).
Conclusiones
Para la mayoría de los inmigrantes argentinos en España la emigración se tradujo en un proceso de proletarización ya que, considerando el último empleo que esta población tuvo en Argentina, aumentó la proporción de asalariados y disminuyó la de autónomos y empresarios. En ambos sexos, la ocupación se concentró en el sector privado. La evolución de las posiciones en la estructura sociolaboral también denota una brusca movilidad descendente. Los sentidos e intensidades de la movilidad fueron análogos en ambos sexos, no obstante, las mujeres padecieron la movilidad descendente en mayor medida que los hombres porque partían de una situación más ventajosa en el mercado de trabajo argentino. Asimismo, la mayor parte de los argentinos experimentó un empeoramiento de la calidad del empleo asalariado pasando de contratos indefinidos a temporales.
La situación laboral en 2007, respecto a la que existía en el primer empleo en España, no experimentó modificaciones sustanciales, pero da cuenta de una escueta movilidad ascendente y, de ese modo, revierte la experimentada en el tránsito trasnacional. Es de destacar el incremento de trabajadores autónomos, una característica distintiva del colectivo argentino respecto a otros colectivos de inmigrantes latinoamericanos. El análisis de las situaciones sociolaborales da cuenta de una movilidad acotada en la cual un tercio de los trabajadores experimentó un proceso de ascenso, mientras algo más de la mitad no modificó su estatus ocupacional (además de los trabajadores que nunca cambiaron de empleo). Esta tendencia fue más acusada en los hombres y en los empleos de cuello azul que disminuyeron su peso relativo a favor de empleos de cuello blanco, aunque se ha constatado que la movilidad se produjo, sobre todo, dentro de cada uno de los dos segmentos del mercado de trabajo al tiempo que fue escasa entre ellos. La antigüedad en el mercado laboral favoreció una reducción significativa de la temporalidad (del 75% a menos del 50%).
En síntesis, puede decirse que la emigración a España produjo inmediatamente un proceso de movilidad ocupacional descendente que se puso de manifiesto a través de un incrementó de trabajadores asalariados en menoscabo de autónomos y empresarios, en una significativa disminución de estatus ocupacional y en el empeoramiento de la seguridad en el empleo. En cambio, la movilidad laboral en España, desde el primer empleo al registrado hasta el año 2007 presentó una tendencia ascendente, opuesta a la experimentada en el movimiento transnacional. Si bien la mayoría de los inmigrantes no cambió de condiciones laborales, la proporción de quienes mejoraron es superior a la de aquellos que empeoraron.
No hay datos de la misma naturaleza que los suministrados por la ENI para analizar la movilidad laboral durante el período de crisis económica (2008-2013). No obstante, el extraordinario crecimiento del desempleo (hasta valores superiores al 30%) y las distintas estrategias puestas en práctica para afrontarlo (retorno, incremento de activos, autoempleo), presuponen una movilidad laboral descendente o, en el mejor de los casos, un estancamiento.
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NOTAS
1 Según los últimos datos del Padrón Continuo de Habitantes publicado por el Instituto Nacional de Estadística de España (INE).
2 Sirva como ejemplo el índice de Desarrollo Humano que en España avanzó desde el puesto 21 en 1999 al puesto 15 en 2009. Actualmente, como consecuencia de la crisis económica, descendió al puesto 26 (Informes de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).
3 El Padrón Municipal de Habitantes, o Padrón Continuo de Habitantes, es el registro administrativo donde constan los vecinos del municipio. Su formación, mantenimiento, revisión y custodia corresponden a los respectivos municipios y de su actualización se obtiene la Revisión del Padrón Municipal con referencia al 1º de enero de cada año. Se puede acceder a través de la página web del Instituto Nacional de Estadística de España (http://www.ine.es)
4 Conviene distinguir aquí las categorías estadísticas inmigrante y extranjero. La primera hace alusión a una situación social y define a personas nacidas en el extranjero que pueden o no tener la nacionalidad española. En cambio, extranjero hace alusión a una situación jurídica que incluye a quienes no tienen la nacionalidad española.
5 Este apartado recoge resultados publicados por Actis & Esteban, 2007; 2008.
6 No es posible conocer la cantidad de nacionalizaciones anuales con anterioridad a 1977. Sin embargo, un recuento realizado por el Colectivo IOE (1987) cifró en 215 los argentinos nacionalizados en España para ese mismo año.
7 La dinámica migratoria real durante la dictadura en Argentina se capta mejor extendiendo el período hasta 1986 porque en ese año se realizó en España el primer proceso extraordinario de regularización de extranjeros que incorporó 2.905 argentinos, la mayor parte arribados durante la etapa dictatorial.
8 A partir de 2000 la explotación del Padrón Continuo de Habitantes permite acceder a información estadística más completa y fiable, por lo que no es necesario recurrir al Registro de Residentes Extranjeros y de Nacionalizaciones.
9 Para conocer la evolución de la política migratoria española ver Aja (2006)
10 En este sentido habría que considerar también los decesos, retornos, re emigraciones y la obtención de alguna nacionalidad comunitaria, como la italiana por ejemplo.
11 Según datos de la EPA, el volumen de población activa en España pasó de 16,4 millones en 1996 a 22,8 millones en 2008. La etapa de expansión económica dejó un saldo favorable de 6,7 millones de trabajadores reales o potenciales. El 46% de esa nueva población activa fue aportada por españoles y el 54% restante por extranjeros. Este incremento extraordinario tuvo un impacto de similares proporciones sobre el empleo.
12 Estudios específicos sobre la migración de retorno desde España confirman esta hipótesis y agregan que se produjo en proporciones similares de hombres y mujeres, mientras que otros colectivos latinoamericanos presentan mayor proporción de varones retornados (Cerruti & Maguid, 2016).
13 De acuerdo a los registros de la Seguridad Social de 2007, entre los trabajadores extranjeros todos los porcentajes de autónomos eran muy bajos (comparados con la media del conjunto de la población, el 16,3%), excepto el de los chinos que era especialmente alto (28,8%). Por detrás de ese grupo, salvando el caso de los comunitarios (22,2%), eran los argentinos quienes tenían el porcentaje de trabajadores autónomos más alto (10%), seguido de los cubanos (7,1%) (Pajares, 2007).
14 Según el análisis de Reher et al. (2008), se puede concluir que en su conjunto la población inmigrante en España presentó una tendencia hacia la movilidad ascendente: disminuyó el peso de las personas que ocupaban posiciones de trabajadores no cualificados a la vez que se incrementó la participación en otras categorías, sobre todo en la de trabajadores cualificados. Cachón (2009) y Colectivo IOE & Fernández (2010) llegan a las mismas conclusiones.
15 De acuerdo a Colectivo IOE & Fernández (2010) entre los inmigrantes extranjeros que modificaron el vínculo laboral es mayor el porcentaje que pasó de asalariado temporal a fijo (33%) que el de quienes recorrieron el proceso inverso (4%).
16 Este proceso de contramovilidad ascendente, como lo denomina Cachón (2009: 244), se percibe en el conjunto de la inmigración extracomunitaria (Aysa-Lastra & Cachón, 2013; Miguélez et al., 2011).
17 Considerando el segmento primario compuesto por las categorías sociolaborales directivo, técnicos, administrativos, y el segmento secundario por las de trabajadores (manuales) cualificados y no cualificados. Otros estudios confirmaron esta pauta de movilidad para el conjunto de trabajadores extracomunitarios (Aysa-Lastra & Cachón, 2013).
18 El número de activos masculinos españoles disminuyó ligeramente en torno a un 5% entre 2007 y 2014, el de las activas españolas se incrementó de manera continua en un 11,5%
19 Entre los inmigrantes la evolución de la población activa tuvo dos fases: primero un aumento de la mano de obra (hasta el segundo trimestre de 2009 en el caso de los hombres y hasta el segundo trimestre de 2011 en el de las mujeres) y luego una disminución progresiva del conjunto de la población activa que dura hasta la actualidad, sobre todo jóvenes. Entre 2008 y 2013 los jóvenes de 16 a 34 años perdieron casi 650 mil activos (un retroceso cercano al 32% de sus efectivos), mientras que el mejor comportamiento del empleo de los mayores de 35 años se tradujo en un aumento de 411 mil nuevos activos en el mismo período (Esteban, 2015a).
20 Se trata de observación participante y entrevistas semiestructuradas a inmigrantes argentinos arribados a partir de 2000 realizadas en Barcelona (en 2009 y 2010) y en Valencia (2013 – 2014).