Rescatando al Departamento de Educación. Artículo de Peter McLaren y traducción de Laura Proasi. Praxis educativa, Vol. 29, N°3 septiembre - diciembre 2025. E-ISSN 2313-934X. pp.1-12.

https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2025-290308


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ARTÍCULOS

Rescatando al Departamento de Educación

Saving the Department of Education

Resgatando o Departamento de Educação


Peter McLaren

Universidad de California, Los Ángeles, Estados Unidos.  

peter.mclaren1@gmail.com

ORCID 0000-0002-2473-5461

Laura Proasi

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

lauraproasi@gmail.com

ORCID 0000-0002-5172-1057 

Recibido: 2025-05-15 | Revisado: 2025-08-17 | Aceptado: 2025-08-20


Resumen

El propósito del artículo es exponer algunos problemas graves con los planes que tiene el gobierno de Trump en relación con el desmantelamiento del Departamento de Educación bajo la mirada vigilante del Proyecto 2025, un plan de acción para una reimaginación radical de gobierno basada en ideas tan peligrosas como destructivas. Esta es una obsesión de larga data y darle forma sería similar a prender fuego los fundamentos de la educación estadounidense y dejaría cicatrices en los estudiantes, en las escuelas y en el alma misma del aprendizaje. ¿El gobierno tendrá éxito finalmente en derrumbar al Departamento de Educación? ¿Cuál será el lugar de la resistencia?

Palabras claves: Departamento de Educación, educación pública, ideología, adoctrinamiento.

Abstract

The purpose of this article is to expose some serious problems with the Trump administration's plans to dismantle the Department of Education under the watchful eye of Project 2025, a blueprint for a radical reimagining of government based on ideas as dangerous as they are destructive. This is a long-standing obsession, and giving it shape would be akin to setting fire to the foundations of American education and would leave scars on students, schools, and the very soul of learning. Will the administration ultimately succeed in bringing down the Department of Education? What will be the locus of resistance?

Keywords: Department of Education, public education, ideology, indoctrination.

Resumo

O objetivo deste artigo é expor alguns problemas sérios com os planos do governo Trump de desmantelar o Departamento de Educação sob o olhar atento do Projeto 2025, um projeto para uma reformulação radical do governo com base em ideias tão perigosas quanto destrutivas. Esta é uma obsessão de longa data, e dar-lhe forma seria semelhante a atear fogo aos fundamentos da educação americana e deixaria cicatrizes nos alunos, nas escolas e na própria alma do aprendizado. Será que o governo conseguirá, em última análise, derrubar o Departamento de Educação? Qual será o foco da resistência?

Palavras-chave: Departamento de Educação, educação pública, ideologia, doutrinação.

Rescatando al Departamento de Educación

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Como defensor de la pedagogía crítica desde principios de 1980, he venido señalando serias cuestiones asociadas al Departamento de Educación.[1] https://www.laprogressive.com/education-reform/saving-the-department-of-education. No obstante, mi propósito en este artículo es exponer algunos problemas graves con los planes que tiene el gobierno de Trump con relación al desmantelamiento del Departamento de Educación bajo la mirada vigilante del Proyecto 2025, un plan de acción para una reimaginación radical de gobierno basada en ideas tan peligrosas como destructivas.

Sin embargo, nadie carga con una sombra tan oscura como la ofensiva implacable de desmantelamiento del Departamento de Educación. Cuestión que no es una mera ambición pasajera, es una obsesión de larga data; una obsesión que se ha enconado en los círculos conservadores desde 1979, año de la creación del Departamento, durante el gobierno de Jimmy Carter. Darle forma a esta idea sería parecido a prender fuego los fundamentos de la educación estadounidense, dejando atrás nada más que ruinas humeantes. Las consecuencias no serían más que catastróficas, una herida que dejaría cicatrices en los estudiantes, en las escuelas y en el alma misma del aprendizaje.

Para hacer desaparecer al Departamento de Educación, conjuntamente con las líneas que estructuran la visión de Trump y Musk sobre Estados Unidos, se intenta crear un futuro donde sean irreconocibles los ideales de oportunidad y justicia. Dejando en su funeral un terreno fértil para que la plutocracia pueda florecer favorablemente.

Así como un rey afila su espada para cortar los lazos con un pasado que considera indigno, Donald Trump ha puesto la mirada sobre el imponente alcázar del Departamento de Educación, bosquejando una orden ejecutiva que puede delinear su ruina derechista. La tinta aún no se ha secado, pero el decreto se mueve como un espectro a través de los corredores del poder, susurrando en voz baja entre aquellos que lo ven concretarse en términos tanto inevitables como catastróficos.

Lo que una vez fue la fortaleza de la supervisión federal, ahora se erige como un campo de batalla, con sus paredes marcadas para la destrucción. No es una escaramuza en esta batalla larga contra la educación pública. Es el decreto del verdugo; la última maniobra de un gobierno más desvergonzadamente autoritario que ningún otro. Un gobierno donde la élite dorada de Silicon Valley, conformada por aquellos detractores de la democracia en su estilo propio y único, levantan las banderas de una nueva plutocracia estadounidense.

Este es el segundo periodo Trumpista. El campo de batalla ya no es sólo la política —es el alma misma de la república—, donde las instituciones, que una vez pensamos que eran indestructibles, tiemblan bajo el peso de un líder empecinado con su destrucción.

De acuerdo con fuentes relacionadas con las intrigas del gobierno, la campaña de desmantelamiento del Departamento de Educación se desplegará como una tragedia en dos actos.

El primero, donde la Secretaría de Educación será elegida como la cirujana ejecutora, con la orden de tomar el bisturí de la acción para entrar en el nervio del Departamento, amputando su estructura pedazo por pedazo hasta que sólo quede un caparazón hueco. Segundo, con la carcasa debilitada, la administración convocará al Congreso para ejecutar el soplido final: una legislación diseñada para poner de rodillas a la institución.

Pero la historia viene siendo una guardiana inflexible; allí, de pie, observando las ruinas de ambiciones pasadas. Hay quienes intentaron cerrar el bastión de la educación pública y fallaron; sencillamente dándose cuenta de que la maquinaria del gobierno, aunque maltratada, no se doblega fácilmente frente a los antojos de un gobernante. En este momento, queda flotando la pregunta, pesada como un veredicto sin sentencia, de si el segundo mandato de Trump reescribirá la historia o si se anexará a los anales de los sueños autoritarios frustrados.

Se han desmoronado otros intentos anteriores de disolver o de fusionar el Departamento de Educación; sus ambiciones se han estrellado incluso cuando los vientos políticos parecían los indicados para tremenda transformación. La maquinaria de la reforma flaqueó; sus engranajes quedaron a la vista por el peso de la resistencia; sus diseños fueron desbaratados tanto externa como interiormente. Ahora, la pregunta que perdura es: ¿puede este gobierno tener éxito donde otros han flaqueado? Su destino incierto flota en el aire como una profecía, tambalea entre el terreno de la posibilidad y el de las promesas rotas —la consumación o su caída aún están por verse—.

El esfuerzo por borrar al Departamento de Educación no es un simple acto de gobierno, sino parte de un acto de destrucción más amplio. Recientemente, se ha puesto en situación de cese a decenas de empleados, vaya casualidad la implementación de una limpieza para depurar las agencias federales relacionadas con la diversidad, la igualdad, la inclusión y los programas de accesibilidad. El mensaje de este gobierno es claro: las corrientes de cambio no serán amables, ni escatimarán frente a quienes se atraviesen en su camino.

Para agregar un toque siniestro a la remodelación del paisaje educativo, nos encontramos con la sombra del Departamento de Eficiencia Gubernamental, una creación liderada por Elon Musk, cuya figura, presente en los pasillos del poder, da la sensación de que hubiera sido evocada por el genio oscuro de George Orwell. Musk, con su estilo de furor tecnocrático, simboliza el pilar de una ideología espeluznante —personaje que busca moldear la educación para convertirla en algo apenas reconocible de lo que es ahora—. Su visión se erige como un espectro apocalíptico, haciéndose eco de la paranoia de la Guerra Fría. Prometiendo un futuro donde la idea real de acceso igualitario por aprender es erosionada por las maquinaciones de un gobierno que está más interesado en el control que en el empoderamiento. En un sistema que alguna vez fue diseñado para asegurar la supervisión federal y el aprendizaje accesible para todos, hoy, el Departamento de Educación está siendo reinventado bajo el rótulo de la “eficiencia”, pero la lucha tiene más que ver con la ideología que con ella.

A puertas cerradas, la orden ejecutiva —su tinta es tan letal como el decreto de un rey— circula entre su núcleo más íntimo. Una orden judicial de muerte para una institución que, aun con sus tantos problemas, ha protegido a generaciones de estudiantes. Una vez que la pluma se estampe contra el papel, empezará el gran desmoronamiento.

La crítica lo ve como más que un pretexto velado —una cortina de humo para desmantelar protecciones de larga data, para redestribuir el poder e inclinar el modelo ideológico de la educación hacia la derecha—. Lo que una vez fue el vehículo para una democracia más profunda se está vaciando, su capacidad de nutrir al pensamiento crítico fue reemplazada por los algoritmos de una máquina pensada para producir mentes maleables y vulnerables al culto MAGA (Make America great again [Haz grande a los Estados Unidos otra vez]).

Para Trump, la educación pública ha venido siendo un campo de batalla ideológico —un lugar donde, desde su mirada, los estudiantes están sujetos a un sistema “dirigido por el gobierno” que los adoctrina en los valores liberales “woke”—. Sus palabras, como el grito desquiciado de un fanático, reflejan la creencia de que el sistema educativo no está simplemente roto, sino que lo han convertido en un arma opuesta a su visión sobre Estados Unidos. Proclamó en campaña: “Limpiaremos el pantano de la educación”, prometiendo terminar con el que él considera una fuerza incontrolable que moldea a la juventud de la nación de formas que amenazan sus ideales MAGA. Ahora, busca armar una agenda educativa construida en base al Proyecto 2025 —un proyecto que lleva como propósito reconstituir a las instituciones de la nación a semejanza de su ideología—; donde el poder está consolidado y la democracia, por sí misma, se encuentra subordinada a las demandas de una visión populista que valora la conformidad por sobre el pensamiento, la lealtad sobre la investigación.

Incluso, si se borra del mapa al Departamento de Educación, su legado no se va a hacer humo tan fácilmente. Las raíces de los programas de educación federal están muy arraigadas; se entrelazan con la historia de la nación mucho antes de que se estableciera oficialmente en 1979. Los fondos para los estudiantes de bajos recursos, las iniciativas de educación especial y los esfuerzos para garantizar el acceso igualitario a la escolaridad preceden a la conformación del Departamento. Aunque quizás desaparezca, las necesidades que el Departamento atiende —y las batallas que enfrenta desde su rol— van a sobrevivir entrelazadas en el tejido de la lucha de la democracia estadounidense.

No obstante, la historia es una adversaria inflexible. Repetidas veces el Congreso ha resistido como un guardián reticente, impidiendo que se destruya al Departamento sin una lucha previa. Cuando los presidentes han buscado recortar su presupuesto,[2] los legisladores le han dado marcha atrás, incrementando los fondos unas tres cuartas veces más. Aun, en la cara del primer mandato de Trump, cuando su gobierno intentó aniquilar los recursos del Departamento, el Congreso, con mayoría republicana, rechazó la directiva y, por el contrario, respaldó su presupuesto. El fantasma de victorias pasadas perduró recordándoles a aquellos que buscaban destruir el trabajo del Departamento, trabajo que la historia, a menudo, ha encontrado la forma de reescribir, sin importar cuán enérgicamente se presionó para hacerlo.

La pregunta ahora es si esta vez será diferente. ¿El Departamento de Educación como pilar de supervisión federal, durante más de cuatro décadas, se desmoronará bajo el peso del poder ejecutivo? ¿O, una vez más, la historia va a rechazar ser reescrita? Comenzó la batalla, pero el último capítulo permanece aún sin escribirse.

La ambición es grande, la ejecución despiadada. Miles de empleados del Departamento —muchos relacionados con la diversidad, la igualdad y los esfuerzos de inclusión— ya han sido arrojados a un limbo, puestos en licencia administrativa paga como primer paso para el despido de empleados estatales. El Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por ningún otro más que Elon Musk, un tecnócrata neofascista armando su propia línea de disrupciones, monitorea esta campaña de arrasamiento. Trump y Musk no buscan el desmantelamiento, sino más bien la disolución para no dejar ninguna huella de lo que fue la misión o el legado del Departamento.

En campaña, el grito de guerra de Trump[3] fue claro: “Vamos a drenar el pantano de la educación estatal para terminar con el abuso del cobro de impuestos para adoctrinar a la juventud estadounidense”. El Departamento de Educación, afirmaba Trump, es un instrumento de alineación federal con las ideologías que intenta erradicar el culto MAGA. Desde este punto de vista, la educación pública no es un derecho, sino un campo de batalla en la guerra contra la cultura —un frente donde la política debe ser reescrita, donde ciertos programas tienen que ser destruidos y la supervisión reducida a apenas nada—.

Si el Departamento colapsa, los programas que alguna vez acogió no van a desaparecer completamente. Como las ruinas que reutilizaron los conquistadores, algunos de esos programas serán destinados a otros espacios federales, reducidos a meros fragmentos de su antigua grandeza. Aquellos caudales de fondos que alguna vez abrevaron y nutrieron a los estudiantes de bajos recursos y a niños con discapacidades depredaron al Departamento —una infraestructura vieja metida en el corazón de la nación—. Su fundación penetra profundamente en el campo de la política estadounidense, permanece como una resiliente reliquia que incluso hasta a Trump le será difícil hacer desaparecer completamente.

A pesar de que quizás borren al Departamento del mapa, aquellos programas, como los monumentos que perduran, puede que continúen latiendo silenciosamente. Su influencia se sintió incluso en la ausencia de la institución que una vez les dio forma. Pero que, probablemente, el poder acceder a ellos se convierta en una pesadilla.

Como un río obstinado, la historia no se rendirá tan fácilmente. Ya repetidas veces, los esfuerzos para destruir al Departamento se han encontrado con una feroz resistencia. Así como cuando las olas golpean las piedras, cada intento de erosionar sus bases ha sido repelida por aquellos que lo defienden. Aun cuando otros gobiernos alentaron a recortar su presupuesto.

El Congreso se erigió como un guardián del pasado, no sólo para recomponer los fondos, sino para aumentarlos, fortaleciendo a la institución con una fuerza que sus atacantes no pudieron predecir. En la primera presidencia de Trump, cuando le dio al Congreso un hacha que, creía que pondría al Departamento de rodillas, la legislatura controlada por los republicanos rechazó seguir su liderazgo. Por el contrario, eligieron fortalecer a la institución que él creía que debilitaría; una resistencia sorprendente a los potenciales desmanteladores. Una reivindicación para aquellos pilares que aun golpeados no colapsarían tan fácilmente. Esta vez, las cosas serán diferentes.

Trump y Musk tienen un ejército de psicópatas a su disposición, traidores que no contentos con besar el anillo, sí lo están, en cambio, con besar el látigo. No hay nada más repugnante que ser testigo de cómo Trump maltrata a los políticos republicanos y después ellos lo adulan, babeando casi pidiéndole que los castigue otra vez.

Recuerden a la congresista Jackie Speier, que se destacó en el documento “Culto a la masacre: Un día en Jonestown”, donde advertía: “Yo estaba en la galería del Capitolio cuando se sucedieron los hechos del 6 de enero. Y pensé: ‘Ay, Dios mío. Sobreviví a las junglas de Guyana, y ahora voy a morir en este tabernáculo de la democracia’”. Dijo que Donald Trump tiene “todas las características” para ser el próximo Jim Jones.

Seth Abramovitch[4] escribió:

        

En un acto político en Las Vegas, el 9 de junio, Donald Trump señaló a uno de sus seguidores entre la multitud —un simpatizante de Trump particularmente apasionado— apodado “Front-Row Joe” (Joe de primera línea) que había asistido ya a más de 200 encuentros de este tipo. Trump le preguntó: “¿Sería un suicidio antes que asumiera Biden, ¿correcto?”. Tal pregunta llevó instantáneamente a recordar cuando el predicador reverendo Jim Jones coaccionó a 909 miembros de su Templo del Pueblo, reunidos en Guyana, a tomar una dosis letal de cianuro, con la que murieron todos el 18 de noviembre de 1978. (Hollywood reporter, 2024)

Existen muchas razones para preocuparse por el desmantelamiento del Departamento de Educación ejecutado por Trump y Musk. Reid Setzer[5] advierte que mientras que los programas de educación federales cuenten solo para una parte de todos los fondos, la influencia que tienen es monumental. Estos programas no son meros renglones en un presupuesto —son el alma de la oportunidad para millones—. Los artículos I, II, III y IV de la Ley de Éxito para Todos los Estudiantes (Every Student Succeeds Act o ESSA) sirven como cuerda salvavida para estudiantes de comunidades de bajos recursos, para los que aprenden inglés y para otros grupos marginalizados, asegurando que la educación sigue siendo más una promesa que un privilegio.

Desfinanciar o desmantelar estos programas sería como cortar esas cuerdas salvavidas, quitándole a los distritos con índices altos de pobreza sus recursos esenciales, ampliando el abismo entre los privilegiados y los olvidados, y empobreciendo el futuro de muchos niños. Sin supervisión estatal, las escuelas más vulnerables van a naufragar a la deriva en un sistema que favorece a aquellos con buen pasar y poder, profundizando las desigualdades que se supone sortearía la educación.

Setzer (2024) escribe:

Mientras que el monto de los fondos federales destinados para la educación P-12 es mucho menor que el que le otorgan los estados y las secciones, los programas federales incluyen a aquellos que son parte de ESSA, artículo I, II, III y IV; los cuales son todos vitales para financiar a los estudiantes de contextos de bajos recursos, capacitando a los educadores y aportando recursos para quienes aprenden inglés junto a otros estudiantes tradicionalmente abyectos. Si los conservadores triunfan en el desfinanciamiento; aniquilando totalmente a estos programas, como lo han hecho antes, las escuelas de los distritos con alto índice de pobreza quedarían vacias de millones de dólares, empobreciendo su habilidad para funcionar y para ayudar en la superación de las brechas de logros educativos que dejaría a millones de niños con grandes desventajas.

La Ley de Educación para Personas con Discapacidades (IDEA, por sus siglas en inglés) se erige como una fortaleza ante las oleadas de negligencia, asegurando que los estudiantes con discapacidades reciban el financiamiento adecuado que necesitan para progresar. A través de sus puertas, el Departamento de Educación canaliza 15 mil millones cada año, sosteniendo la promesa hecha ley —una promesa en términos de que ningún niño se dejará de lado—. Pero, con este desmoronamiento de sus bases, millones se encontrarán abandonados; sus servicios esenciales desaparecerán como un puente colapsando en medio de un abismo.

Las escuelas públicas, ya asfixiadas, apunta Setzer, sucumbirán ante el peso del desfinanciamiento, luchando para sostener su tarea con las manos vacías. Mientras tanto, las instituciones privadas, liberadas de las protecciones de IDEA, se harán más fuertes para excluir, pegándoles un portazo en las narices a aquellos que más ayuda necesitan.

El Proyecto 2025 pasará a supervisar cualquier otra cuestión, pero, detrás de sus vagas declaraciones, esconde una verdad escalofriante: sin la mano incondicional del gobierno federal para hacer cumplir estas protecciones, las familias quedarían deambulando en un escenario vacío de recursos reducidos y de opciones que ya se han esfumado. El futuro de los niños quedará a merced de un sistema indiferente.

Los datos recogidos en educación y en las auditorías a las escuelas sirven como faro en medio de una tormenta porque iluminan dónde es que tienen dificultad los estudiantes y aseguran que no se los deje a la deriva sin ser considerados. La eliminación gradual de la supervisión federal de los 13.000 distritos escolares sería como destruir ese faro, sumergiendo a lo más valioso de la nación —los niños— en una oscuridad absoluta.

La Oficina de Derechos Civiles (OCR-Office for Civil Rights) del Departamento de Educación será abolida, con ejecución de transferencia al Departamento de Justicia —una movida que no haría más que garantizar protecciones débiles—. En palabras de Setzer (2024):[6]

Abolir el Departamento de Educación significa además que su Oficina de Derechos Civiles (OCR) dejaría de existir. Las escuelas y nuestros colegas tienen que ser asistidos y tienen que ser considerados responsables en la creación de entornos de aprendizaje seguros y acogedores para todos los estudiantes. La OCR posee un rol esencial en las responsabilidades que tienen las escuelas y nuestros colegas cuando se violan los derechos civiles de los estudiantes en términos de discriminación por sexo, raza, origen, color de piel, y religión como lo establece el Artículo IX y el VI respectivamente.

Agregarle este trabajo al Departamento de Justicia y restringir la ejecución al sistema de la Corte como se referencia en el Proyecto 2025 reducirá las protecciones a los estudiantes, disminuirá el sentido de pertenencia, bajará las tasas de graduación, y dejará a las escuelas fuera de toda ayuda. (Edtrust, 2024)

Además, escribe Setzer, sin la infraestructura que brinda el Departamento de Educación, la subvención Pell (Pell Grants), los préstamos para estudiantes y la Solicitud Gratuita de Ayuda Federal para Estudiantes (FAFSA), que ayuda a millones a acceder a la educación secundaria, se fragmentaría entre las agencias mal preparadas para manejar esta complejidad. Eliminar el Departamento devastaría a las instituciones de educación superior y universidades históricamente negras (HBCUs), a las Instituciones al Servicio de Minorías (MSI), y a otras escuelas que dependen de la ayuda federal, perjudicando desproporcionadamente a comunidades consideradas abyectas. ¿Qué pasará con la ayuda a estudiantes de las comunidades originarias de Estados Unidos y con la ayuda financiera a las instituciones de educación superior y universidades pertenecientes a comunidades originarias y a otras instituciones de servicio a minorías?

Setzer advierte que el Departamento de Educación no es simplemente una cuerda salvavidas financiera, es el arquitecto de un sistema designado para proteger a los estudiantes de las fuerzas depredadoras del mercado de préstamos privados. Por medio de la supervisión de los préstamos federales para estudiantes, el Departamento asegura que las protecciones basadas en las compensaciones por ingresos y la Condonación de Préstamos por Servicio Público (PSLF) estén disponibles para aquellos que más las necesitan. Sin esta defensa, los estudiantes quedarían a la deriva en los mares despiadados de los prestamistas privados; para los cuales las tasas de interés se elevan rápidamente y los términos de las compensaciones los presionan tan fuertemente como una mordaza.

Sin la ayuda del Departamento, millones de solicitantes de préstamos perderán el acceso a una asistencia vital. Los llevaría a la ruina financiera haciendo de la educación superior un sueño inalcanzable para un sinnúmero de familias de clase trabajadora.

La promesa de la educación como una escalera para salir de la pobreza va a ser reemplazada por una realidad dura donde el precio del conocimiento se convierta en una barrera infranqueable. Además, afianzaría la desigualdad, destruyendo las esperanzas de las futuras generaciones.

Pero la historia viene siendo una guardiana inflexible; allí, de pie, observando las ruinas de ambiciones pasadas. Hay quienes intentaron cerrar el bastión de la educación pública y fallaron; sencillamente, dándose cuenta de que la maquinaria del gobierno, aunque maltratada, no se doblega fácilmente frente a los antojos de un gobernante.

En este momento, queda flotando la pregunta, pesada como un veredicto sin sentencia, si el segundo mandato de Trump reescribirá la historia o si se anexará a los anales de los sueños autoritarios frustrados. De acuerdo con Setzer, una encuesta realizada en 2023 mostró que el 65 % de los estadounidenses —incluyendo un 52 % de republicanos— apoyaba el aumento de los fondos federales para educación. Programas como la Subvención Pell y TRIO tuvieron un apoyo bipartidario. Y hay poco apetito político para deglutir el financiamiento educativo a nivel nacional. La visión del Proyecto 2025 no refleja la voluntad del pueblo; es una cruzada ideológica contra las mismísimas bases de la educación pública.

El Departamento de Educación es más que un constructo burocrático, es el baluarte contra la desigualdad, el arquitecto de la oportunidad, el guardián de millones de estudiantes ante el abismo de la negligencia. Es la mano que sostiene la balanza de la justicia en educación, asegurando que el aprendizaje no sea un privilegio para unos pocos, sino un derecho que debe cumplirse para todos.

El desmantelamiento sería un acto calculado de destrucción, echando por tierra décadas de progreso, como una polilla que va comiendo hilo a hilo, dejando retazos deshilachados de lo que una vez fue. Las escuelas se tambalearían, los educadores serían arrojados a la incertidumbre, y los niños que dependen realmente de su protección serían arrojados a un escenario fragmentado, donde la promesa de la educación no se establece por necesidad, sino por poder.

El gobierno de Trump debe rechazar este asalto insensato y pararse firme en su tarea de salvaguardar al Departamento de Educación. Abandonar esta lucha es abandonar los verdaderos principios de la democracia estadounidense. Al final, una nación que abandona a sus niños no sólo pierde el rumbo, se pierde a sí misma.

Golpea la tormenta. Comienza el asedio. Pero incluso si la fortaleza de la educación pública permanece en pie o se desploma queda un relato aún por escribir, ¿será reemplazada por escuelas privadas subvencionadas que lleven adelante un currículum nacionalista blanco? O más alineado con el apoyo de Elon Musk al partido de ultraderecha neonazi alemán, Alternativa para Alemania, el AfD; ¿se le dará rienda suelta al currículum de educación en casa al estilo de la red en línea infame que se utiliza en Ohio presumiendo tener 3000 suscriptores, que opera a través de una plataforma con mensajes del tipo de los de las redes sociales, donde se distribuyen planes de clase y recomendaciones curriculares[7] para niños en escuela primaria? Aquí, tenemos el primer mensaje de grupo: “Hemos luchado arduamente por darles educación en casa a nuestros niños”. En una publicación de diciembre se lee: “Sin educación en casa, a los niños, a nuestros niños, se los deja indefensos ante las escuelas y ante la escoria gay, afro, sionista que las dirige”. Otra publicación con una tarea titulada “Trabajo de copia sobre el Día de Acción de Gracias”[8] que mostraba páginas con frases manuscritas de Hitler. En enero, a medida que se aproximaba el Día de Martin Luther King Jr., una usuaria con el alias “La Sra. Saxon” publicó: “Depende de nosotros asegurar que nuestros niños lo conozcan por lo que fue realmente: un negro mentiroso, deshonesto e incitador de disturbios”. La “Sra. Saxon” continuó escribiendo en la publicación de enero: “Él es la cara de un movimiento que limpió étnicamente a los blancos de las zonas urbanas y precipitó el régimen antiblanco contra el que estamos peleando nosotros ahora para poder independizarnos”; “Tengan en cuenta que esta es una unidad de estudio para edades en escolaridad primaria”, escribió en negrita y subrayado.

Por tanto, la pregunta ahora flota en el aire como una profecía: ¿el gobierno de Trump tendrá éxito finalmente en derrumbar al Departamento de Educación? ¿O la resistencia se levantará, una vez más, desde las brasas de la academia, desde los maestros de primaria y desde las familias preocupadas por esta situación? ¿Surgirá una agenda woke de ultraderecha entre los seguidores de Elon Musk que llevará a Estados Unidos por el camino de la segregación racial sudafricana? ¿Se les enseñará a los niños a citar a su amado líder Donald Trump, quien se refiere a los inmigrantes como “plagas” que envenenan la sangre de nuestro país?

Ginger Gibson escribe:[9]

“Les permiten que entren a nuestro país, estimo que el número real es de 15, 16 millones de personas. Cuando esa gente entra, nosotros tenemos mucho más trabajo. Son los que están envenenando la sangre de nuestro país”. Esto fue lo que Trump le dijo a la multitud en un acto en New Hampshire. “Eso es lo que han hecho. Envenenan a las instituciones psiquiátricas y a las cárceles en todo el mundo, no sólo en Sudamérica, no sólo en tres o cuatro países, sino en todo el mundo. Vienen a nuestro país desde África, Asia, desde todo el mundo”.

Trump repite nuevamente el uso de “envenenamiento” en una publicación en su página Truth Social; escrita toda en mayúsculas: “la inmigración ilegal está envenenando la sangre de nuestra nación. Vienen desde las prisiones, desde instituciones psiquiátricas de todo el mundo”.

Hitler utilizó el término “septicemia” en su libro Mi Lucha, en el cual critica a la inmigración y a la mezcla de razas. “Todas las grandes culturas del pasado sucumbieron únicamente porque la raza original murió de septicemia”, escribió. (La Progressive, 2022)

¿Ustedes pueden imaginar una clase donde el maestro entre y empiece el día con la clase gritando al unísono el “Saludo a la victoria” (Seig Heil) a Elon Musk? Perdón, con un “saludo romano”. ¿Qué ocurre cuando la educación se utiliza como elemento de adoctrinamiento, y cuando las ideologías del odio se fomentan bajo el disfraz del aprendizaje? Los estadounidenses tienen que hacer algún tipo de introspección antes de permitir que se cierre el Departamento de Educación.

Origenes, técnica mixta. Adriana Chavarri


Notas


[1] https://www.laprogressive.com/education-reform/saving-the-department-of-education 

[2] https://edition.cnn.com/2025/02/04/politics/education-department-trump-executive-order/index.html

[3] https://edition.cnn.com/2025/02/04/politics/education-department-trump-executive-order/index.html

[4]https://www.hollywoodreporter.com/news/general-news/jackie-speier-jonestown-survivor-donald-trump-jim-jones-cult-   massacre-1235929255/

[5] https://edtrust.org/blog/why-we-need-the-department-of-education/

[6] https://edtrust.org/blog/why-we-need-the-department-of-education/

[7] https://edition.cnn.com/2023/02/02/us/ohio-investigating-white-supremacist-homeschooling-network/index.html

[8]  https://www.laprogressive.com/progressive-culture/10-thanksgiving-myths-we-believed

[9]  https://www.laprogressive.com/progressive-culture/10-thanksgiving-myths-we-believed