https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2022-260204

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

ARTÍCULOS

Los afectos en la investigación: devenires performáticos en la educación

The affections in the research: performatic becomings in education

Os afetos na  pesquisa: devires performáticos na educação


Francisco Ramallo

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

franarg@hotmail.com

ORCID 0000-0002-4611-3988

Luis Porta

Universidad Nacional de Mar del Plata.

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

(CONICET), Argentina

luporta@mdp.edu.ar

ORCID 0000-0002-5828-8743

Resumen: Como sensorial voz que confunde al sujeto soberano con las atmósferas de sus ambientes, el devenir erótico en la normatividad disciplinar de la investigación en educación performa cmo nos involucramos con nuestros deseos en una pesquisa. Epistémicamente, en este artículo, contrainterpretamos las riquezas eróticas autobiográficas desde el ejercicio narrativo de renunciar a la conciencia soberana de su enunciación. La desidentificación de quien investiga es valorada, para ello, como una expansión de las linealidades de la interpretación realista sobre los afectos.

Palabra clave: Autoetnografía; Afectos; Educación; Erótica; Investigación; Teoría queer.

Abstract: As a sensory voice that confuses the sovereign subject with the atmospheres of their environments, the erotic becoming in the disciplinary normativity of educational research, performs how we get involved in a research with our desires. Epistemically, in this article, we counter-interpret autobiographic erotic riches from the narrative exercise of renouncing the sovereign conscience of its enunciators. The de-identification of the researcher is valued, for this, as an expansion of the linearities of the realistic interpretation of the affects.

Keywords: Autoethnography;  Affects; Education; Erotica; Research; Queer theory.

Resumo: Como uma voz sensorial que confunde o sujeito soberano com seus ambientes, o devir erótico na normatividade disciplinar da pesquisa em educação, define como nos envolvemos com nossos desejos em uma pesquisa. Epistêmica mente, neste artigo, interpretamos de maneira contrária as riquezas eróticas autobiográficas a partir do exercício narrativo de renúncia à consciência soberana de seus enunciadores. A des-identificação do pesquisador é valorizada, por isso, como uma expansão das linearidades da interpretação realista dos afetos.

Palavras-chave: Autoetnografia; Afetos; Educação; Erótica; Pesquisa; Teoria querer.

Recibido: 2022-03- 03 | Revisado: 2022-04-16 | Aceptado: 2022 -04-23

Introducción

“El poder de nombrar que ha recaído en doctores y psicólogas, trabajadores sociales y académicos domina la autoridad de la investigación científica y lo une a un sistema de conocimiento que mantiene con fuerza la idea de que los expertos describen en lugar de inventar. Sin embargo, como sabemos tras observar la lenta implosión de sistemas aparentemente “naturales” de hace cien años, nombrar fija los cuerpos en el tiempo y el espacio en relación con las narrativas sociales preferidas de la diferencia”.

(Halberstam, 2011, p. 26)

Desamarrar la conciencia soberana del sujeto y su omnipresente autoarrogancia es la intención que nos animó a escribir este texto, en el que reconocemos el valor epistémico de la biografía respecto del estudio no normativo de los afectos en la educación.1 En nuestra comunidad el Grupo de Investigaciones en Educación y Estudios Culturales (GIEEC), la enunciación de una investigación y los registros autobiográficos respecto de las formas por las cuales nos afectamos con el conocimiento son una oportunidad para imbricar el saber producido en nuestra práctica académica y los enunciados pedagógicos con pretensión científica soberana. Entre la investigación narrativa y la pedagogía cuir,2 las políticas e identidades docentes, las prácticas memorables y las corporeidades que discutimos en nuestro proyecto de investigación, ponemos en cuestión una y otra vez el monopolio de la autoridad en la educación a partir de registros sobre las experiencias.3 Como aportes para redibujar los límites disciplinares, el reconocimiento de nuestro devenir performático interrumpe y desestabiliza la íntima dicotomía entre lo público y lo privado.

El devenir performático de una investigación no resalta únicamente una dimensión afectiva, sino que valora una posición epistémica respecto de la experiencia. Aquella que estimula a suspender la estable autoridad de su realismo epistémico, dado que la íntima experiencia del investigador se aboca en la erótica más que en la interpretación. Este desplazamiento de la hermenéutica en sus normalizados conocimientos ofrece formas más creativas de representar las realidades y las vidas posibles. En la medida que, suspendida la misiva a la arrogancia, el abuso de lo propio es oportunidad para nombrar experiencias que expanden el campo semántico en el que se inscriben los conocimientos de la educación.

Como una manera de restaurar el estudio no normativo de los afectos en la investigación en educación y asociarlos a la performatividad, elegimos desplazarnos del giro afectivo al devenir performático. Ese nombrar reivindica el carácter fluido y su débil arrogancia sobre la experiencia de investigar. El primer movimiento de este texto habita entonces un reconocimiento de la performatividad como categoría danzante en la investigación de la normatividad. El valor epistémico de la desidentificación de las autobiografías compone el segundo movimiento que articula las siguientes coreografías que trazamos para performar la investigación en educación.

Este devenir performático, más allá de la justificada prensa que goza en la academia a partir de textos como los de bell hooks, Audre Lodré, Susan Sontag, Gayle Rubin, Eve Kosofsky Sedgwick y Judith Butler y más al sur Larissa Pelúcio, Suely Rolnik y Val Flores, está estrechamente vinculado a las demandas sociales de profundizar una educación (sexual), atenta a la sensibilidad y l dolor social frente a las desigualdades sexogenéricas. De hecho, para la pedagoga argentina Val Flores (2017) la performatividad compone una política del movimiento del cuerpo, de las mutaciones del lenguaje, de los temblores de la acción política, de los desplazamientos del deseo, de las contingencias de los afectos, del erotismo que impulsa y excita los procesos de conocimiento y ubican la práctica teórica como práctica política tramada promiscuamente en los márgenes o en los intersticios del registro académico (Flores, 2017).

Investigar performativamente la normatividad de los afectos

El estudio de los afectos se tornó internacionalmente un emergente campo de indagación. En las últimas tres décadas las agendas del llamado giro afectivo colocaron una exhibición y tematización de la intimidad y del sentir en diferentes ámbitos de la vida pública. Asimismo, en particular, la investigación narrativa, las perspectivas descoloniales, los estudios de género, el feminismo y las teorías queer rápidamente problematizaron el rol que cumplen los afectos en la continuidad de las estructuras de poder vigente. Especialmente, en el dilucidar de las relaciones sociales que los circundan, asociaron a ellos un devenir erótico que cuestionó la normalización del intelectualismo, el romanticismo, el occidentalismo, el clasismo y el heterosexismo afectivo.

Si la investigación tiende a olvidar que somos de carne y hueso, entre la política y el sexo, las teorías cuir actúan como autorizaciones para que nuestros cuerpos, emociones e historias reviertan su invisibilidad en la investigación.4 Para Lorenzo Bernini (2018) las teorías cuir son ejercicios de ontología del yo, o más bien ejercicios ascéticos que tienen efectos transformadores sobre quines los practican. Y al mismo tiempo, sus efectos emergen de tales ejercicios De los puntos de fractura que se dan cuando sujetos y movimientos oponen resistencia al régimen de saber y de poder que define y gobierna su sexualidad, determinando en sí fallas y estrías a partir de las cuales esto se vuelve más fácilmente observable (Bernini, 2018 116) Entonces, estos ejercicios de ontología de la actualidad, actos de insubordinación y de desobediencia invitan a experimentar des-identificaciones y componer identidades precarias a partir de reconocimientos eróticos.

En tal sentido la composición de archivos afectivos que restituyen la experiencia vivida de la existencia cuir, en la especificidad de los vínculos y de las pasiones de los sujetos sexualmente minoritarios, ha sido clave para investigar la normatividad de los afectos en la educación. De hecho los archivos afectivos pueden alternarse, entrecruzarse en configuraciones inéditas o bien dejar espacio a otras teorías. Solo dependerá de las emergencias de la crítica del presente. Para Jack Halberstam (2011) si bien los estudios queer como cualquier otra área de estudio que asume unos principios, formas de historiografía y lugares de investigación tienen una tendencia a solidificarse en lo que Foucault llama una “ciencia” o un régimen de saber que depende por completo de narrativas racionales sobre emergencias y supresiones, actúan como un proyecto comprometido con restaurar al sujeto desviado en la historia y redimir al yo de su patologización asumiendo la incoherencia, la soledad, la derrota y la expresiones melancólicas de la individualidad que lo queer activa (Halberstam, 2011; 157).

Las particularidades de las teorías cuir para el estudio de los afectos apestó subjetividades intelectuales con marginalidades materiales y disidencias corporales que travistieron su poesía en un estímulo para perseguir el afecto más allá de las convenciones del pensamiento. En la necesidad de debatir sobre la textura por medio de los sentidos, Eve Kosofsky Sedgwick (2018) reivindica un pensamiento y una pedagogía no dualista que reconoce una condición material del tocar, que es siempre querer llegar a alguien, acariciar, levantar, conectar o envolver-nos. Entre la vergüenza, la mortalidad y el budismo, Sedgwick propone ampliar el sentido mismo del tacto físico y provocarnos a sentir el tacto más allá del enfoque dualista sobre la agencia y la pasividad que convirtió su discursividad. En tal sentido, desplaza los sistemas de inteligibilidad dicotómica de la emoción/razón para, en su lugar, priorizar la manera en que estas se mueven eróticamente entre los cuerpos, al percibir una intimidad entre el sentir y el tocar, demostrando cmo texturas y emociones “tocan la fibra” (Sedgwick, 2018). Su lectura de la erótica tiene una mayor libertad que las pulsiones con respecto a la temporalidad o al interés por algo. Para Sedgwick los afectos pueden estar ligados a las cosas, personas, ideas, sensaciones, relaciones, actividades, ambiciones, instituciones y cualquier otro tipo de cosas, incluidos otros afectos. Su especificidad, entonces, radica en que:

Si la textura y el afecto, el tocar y el sentir parecen formar parte de los mismo, no se debe a que compartan una especial exquisitez de escala, tal como la que necesariamente pediría una lectura detallada o una descripción densa. Lo que textura o afecto tienen en común es que a cualquier escala que los contemplemos, ambos son irreductiblemente fenomenológicos. Describirlos primordialmente en términos de estructura siempre comporta una falsa representación cualitativa. Prestar atención a la psicología y a la materialidad a nivel del afecto y de la textura es también adentrarse en un terreno conceptual que no está conformado ni por la falta, ni por las dualidades de sentido común del sujeto frente al objeto, ni de los medios frente a los fines (Sedgwick 2018 29)

Esta autoraconceptualiza la identidad de “la mirada baja y cabeza agachada” desde un interés político, que genera y legitima el lugar de lo identitario como génesis de la pulsión performativa. Con el argumento que, al menos para algunas personas, la vergüenza es sencillamente el rasgo estructurante de su identidad y como tal permanece en sus singulares posibilidades metamórficas. Luego de explorar la visibilidad y el espectáculo de la vergüenza, cobra relevancia la emergencia de la primera persona del singular, del indicativo o de la voz activa como interrogantes más que presupuestos de entrada para la performatividad cuir. Cuestiona, entonces, algunos presupuestos básicos que a grandes rasgos conforman los hábitos heurísticos y los procedimientos asertivos de la teoría de los afectos. Su lectura del trabajo del psicólogo estadounidense Silvan Tomkins y su crítica a la perspectiva representada por Ann Cvetkovich remarca la impugnación y la falta de claridad de su “infra-desarrollada afirmación en la que el afecto está construido discursivamente en lugar de ser natural, por lo que debería arrogarse el estatus de teoría”. En este sentido, laaexplica cmo en vez de resumir o abordar una teoría sobre el afecto estas proposiciones “teorizan el afecto”, lo pastorean y lo llevan hasta el corral donde se da por hecho que está contenido el corpus de la teoría.

Asimismo, la erótica es una oportunidad para indagar la normatividad de los afectos, dado que no olvida la negatividad de lo pervertido o de aquellos afectos que se asociaron a las comunidades eróticas disidentes. Tales como las pasiones tristes o los trastornos del deseo, los duelos y melancolías, los estados emocionales aversivos del malestar emocional como la paranoia, el nerviosismo, el miedo, el disgusto, la culpa o la ira sa agenda negativa de los afectos como práctica de desromantización de estudio desplazó la institucionalización de estas investigaciones a los límites de lo que aún no estamos viendo por la moralización, la romantización y el optimismo.

Para la estudiosa del trabajo sexual y de los límites morales políticos y económicos de las prácticas y comunidades sexuales disidentes Gayle Rubin, la erótica otorga a los afectos una interdependencia con la sexualidad y con el placer. De modo que su estudio de las subculturas y comunidades eróticas que han sido objeto de estigmatización, criminalización o patologización, además de caracterizar las jerarquías sexuales y las estratificaciones eróticas (Rubin, 2018) permiten una intervención epistemológica en la imperante negación y castigo por su interés y actividad, por lo que la antropóloga norteamericana propone pensar a la propia teoría como justicia erótica.

Si los registros sensoriales para Susan Sontag (2018) compensan la hipertrofia del intelecto, el acto consciente de la mente ilustra un código hermenéutico con ejércitos de intérpretes. Separar la forma del contenido es desterrar el sentido erótico, aquel límite trazado por universalización de la teoría griega del arte como mímesis o como imitación de la realidad. El haber descartado a la teoría del arte como representación de una realidad exterior y el inclinarse a favor de su expresión subjetiva colaboró en persistir esta separación fundamental de la teoría mimética. En la medida en que el contenido sigue estando en primer lugar, se supone que una obra de arte es su contenido. Ese abusar de la idea de “contenido” representa un proyecto perenne nunca consumado de interpretación. La intención de interpretar es lo que sustenta la arbitraria suposición de que existe realmente algo asimilable a la idea de contenido (Sontag, 2018). La interpretación supone a la experiencia sensorial de la obra de arte, dado que “interpretar es empobrecer y reducir el mundo, es convertir el mundo en este mundo y el mundo, nuestro mundo, está ya bastante reducido y empobrecido” (Sontag, 2018 38).

Si la excesiva atención al contenido provoca una arrogancia de la interpretación, la descripción más extensa y concienzuda de la forma la silenciará. La huida de la interpretación en su devenir erótico compone un vocabulario de la forma. Recuperar nuestros sentidos, aprender a ver más, a oír más y a sentir más. Mostrarnos cómo es lo que es, incluso qué es lo que es y no en demostrar qué significa (Sontag, 2018).  

También ese devenir erótico representa un recurso dentro de cada unx de nosotrxs, que está firmemente enraizado en el poder de nuestro sentir no expresado o no reconocido. Para Lorde (2016) la eliminación de lo erótico como fuente de poder e información en nuestras vidas es alentado como signo de la inferioridad femenina por los modelos afectivos patriarcales. Judith Butler (2005), también, ha sido otra de las que alentó la creatividad erótica en el estudio sobre los afectos, especialmente la definió como una posibilidad de resistir, que se inscrita en aquello que ha sido identificado como abyecto en la normalidad sexognrica. En efecto, según Butler (2005) es la perspectiva heterosexita la que oculta o niega la ocasión de placer que suponen los lugares abyectos. Esta perspectiva, dice Butler, indica abyección sin un giro erótico de la ley contra sí misma. Por lo tanto el giro erótico de la ley contra sí misma se cifra en una (re)significación de las posiciones consideras como abyectas. Allí donde se espera la uniformidad del sujeto donde se ordena la conformidad de su conducta podría producirse una repetición de la ley en forma de hipérbole o una rearticulación que funciona como un síntoma ético de lo político, cuyo sujeto descentrado está disponible para el deseo. Esta reinvidicación no habitó solo a las teorías queer y a los feminismos sino que también en las perspectivas locales, poscoloniales y descoloniales el andar erótico desaprendió su compresión asociada a la sexualidad individualizada y al realismo visual de occidente, procurando conocer los sentidos y el imaginario erótico de las comunidades subalternizadas (Ferrera Balanquet, 2015).

Ann Cvetovick (2018) identificó la rabia, la grosería, la ira, el rencor, la impaciencia, la vehemencia, la obsesión, la sinceridad, la franqueza, la implicación excesiva, la descortesía, la honestidad despiadada y la decepción en su archivo de los sentimientos. La lucha por el archivo es una lucha política, de supervivencia y de potencia. El que archiva tiene el poder, y el archivo a su vez realimenta ese poder, quién existe y quién no. Un archivo de sentimientos de abusos sexuales en la infancia y/o de la salida del armario como lesbiana construye una arquitectura que liga y reúne los traumas como espacios de posibilidad y visibilidad. Sexualidades poco convencionales, la diáspora, el activismo antisida, la inmigración de diferentes pueblos y razas a EEUU todo ello contado con valentía y sin pelos en la lengua. La heterosexualidad como régimen político se basa en ese poder de archivar y de no archivar. Las historias, vidas, traumas, duelos logros de bolleras, lesbianas, bi o trans se suelen borrar, omitir, ningunear, invisibilizar o prohibir. Entonces, aunque es cierto que el fracaso viene acompañado de afectos negativos, como la decepción, la desilusión y la desesperación, también nos da la oportunidad de utilizar estos afectos negativos para crear agujeros en la positividad tóxica de la vida contemporánea (Cvetovick, 201815).

Lauren Berlant (2020) también resaltó este devenir performático al afirmar que los afectos, entendidos como la capacidad de afectar y ser afectados, son instancias performativas y colectivas que resultan responsables de cuestionar una serie de binarismos como razón/emoción, interior/exterior, mente/cuerpo acción/pasión. Para esta crítica cultural norteamericana los afectos en tanto intensidades sensoriales remiten a una dimensión no fija, no estructurada, no coherente y no lingüística, dado que las emociones suponen la codificación en el lenguaje y la cultura de tales afectos (Berlant, 2020). De modo tal que los afectos representan una dimensión asociada a la experiencia corporal, sobre todo al encuentro entre cuerpos. El optimismo cruel como expresión afectiva del progreso o marca de la modernidad para Berlant (2020) se establece cuando eso mismo que deseamos obstaculiza nuestra prosperidad. Analizando la estética, la erótica y la política, remarca las consecuencias afectivas de la abyección cultural, la humillación, la enfermedad y la desesperanza política. Para Berlant “el optimismo no es el mapa de una patología, sino un tipo de relación social del que participan los apegos que organizan el presente” (Berlant, 2020 40).

Suely Rolnik (2019) al caracterizar el “inconsciente colonial-capitalista”, entendió al giro erótico como una reapropiación de los medios de reproducción del “saber-del-cuerpo”, de la sexualidad, de los afectos, del lenguaje, de la imaginación y del deseo. Frente al encierro y l exterminio de todos los cuerpos cuyos modos de conocimiento o afección desafiaban el orden disciplinario en la destrucción de los saberes populares, frente al beneficio de la capitalización científica y la captura de cuerpos humanos, la erótica permite una reapropiación de un impulso de creación. Diría, también, Enrique Dussel en 1978 que la moralidad de la praxis de la liberación pedagógica supone un tránsito erótico-pedagógico. En su erótica latinoamericana (Dussel, 1978) los afectos dejan lugar a la justicia cuando hay un cumplimiento pleno y orgásmico del deseo del otro.

Devenires performáticos de los afectos la investigación en educación

Las ignorancias contrainterpretadas eróticamente como efectos del conocimiento reconocen que todo conocimiento las produce y son oportunidades para resistir a la normatividad. Este sentido no asimilacionista es una ausencia que también ha sido una forma de resistencia a la producción del conocimiento clásico sobre los afectos. Por tanto contribuir a la construcción de nuevos discursos que revelen una creciente legitimidad por tales cuestiones restituye la intimidad entre la educación como vida pública. Valorar la ignorancia como forma y política de conocimiento. Especialmente en la educación la ignorancia siempre fue considerada como lo opuesto del conocimiento y por consiguiente repudiada sin embargo la ignorancia es ignorancia de un conocimiento, siendo efecto de un modo de conocer y no una ausencia de conocimiento por tanto más que carencia es resistencia (Britzman, 2016; Flores, 2017 Silva, 2000). Como explicitó Brtizman 2016) el binomio conocimiento/ignorancia como heterosexualidad/homosexualidad son pares que están íntimamente implicados. Dado que a su decir:

Todo conocimiento y toda ignorancia suponen una forma de violencia, una de las más difíciles de reconocer, la que hace del otrx una vida despreciable o inexistente. Porque somos heridas por un saber, un lenguaje, un modo de conocer, una manera de organizar los cuerpos y deseos que suprime y privatiza las expresiones no heteronormativas. Si una forma de vida transforma una forma de lenguaje y, recíprocamente, una forma de lenguaje transforma una forma de vida, estos tropismos escriturales son pequeñas conspiraciones sensibles, poéticas y políticas desde el sur decolonial para una urgente imaginación radical (Flores, 201712).

Bell hooks (2019) advirtió la necesidad de reunir la mente y el cuerpo en la pedagogía, para sentir y conocer el deseo. Aunque la dimensión sexual no debe ser negada, nos decía que debemos dejar de pensar estas fuerzas slo en estos términos y abrazar la fuerza motriz que nos impulsa a la autorealización. Por lo tanto, el giro erótico en la pedagogía puede explicar cómo conocemos aquello que conocemos. La erótica como límite, como ignorancia y como práctica de lectura también fue una categoría que Deborah Britzman (2016) no desestimó para proyectar una mirada no recta o hétero de la pedagogía. Según esta pedagoga canadiense la curiosidad, la sexualidad y la producción de placer permiten indagar cómo la educación se ha usado para sustentar desigualdades, normalizaciones y jerarquías sociales. Especialmente en la pedagogía el discurso teórico queer ha hecho del cuerpo una metáfora que lo aleja de su dimensión material y al erotismo por su tendencia “femenina” y por su asociación con lo “artístico”, lo comprendió como una desviación para reorientar el objetivo de la sexualidad (la procreación) hacia los terrenos de la imaginación y el puro goce sensual (Flores, 2017).

Este devenir performático en la investigación en educación en Argentina presenta múltiples aportes asociados a las contribuciones que buscaron redibujar los límites disciplinares desde una dimensión estética y ética (Frigerio y Diker, 2012) la construcción de autoridad, poder y saber en la pedagogía (Diker, 2007), la expansión de tramas que interrumpen y desestabilizan las fronteras del campo desde lo sensible y lo permeable (Porta y Grinberg, 2018), la reconstrucción de una agenda afectiva (Kaplan, 2018), la pedagogía como operatoria simbólica y cultural en tanto morada y ontología (Yuni y Urbano, 2018), las pedagogías silvestres que restauran el valor del placer de hacer experiencia, en el encantarse y seducirse recíprocamente por el aprendizaje (Antelo, 2015), los límites del pensamiento crítico en el terreno pedagógico asociados a la performatividad del lenguaje y la dimensión política y erótica en la que se enmarca como práctica social (Serra y Antelo, 2013) las relaciones entre pedagogía y soberbia entre las apelaciones eróticas y el sistema organizado de distribución de la superioridad (Diker, 2007).

Este devenir erótico indaga los modos de producción de conocimientos. La  y ausencia de afectos en la “teoría de los afectos” no es fruto de un descuido sino que por el contrario, constituye una decisión teórica: como si lo que se presenta no pudiera finalmente ser teoría si dejara un hueco definicional para las diferencias cualitativas entre los afectos (Sedgwick, 2018). Tal como diría Lauren Berlant (2020) los actos afectivos no pueden ser intencionales, a diferencia de las entidades políticas que pueden manipular posibilidades futuras de la conciencia.  La erótica se presenta entonces como una atmosfera afectiva en que los cuerpos se ocupa de valorizar sus entornos y reaccionar ante una política sensorial ingobernable del ser. Satura las performances corporales, íntimas y políticas de adaptación, interrogando “¿Cómo es posible que las huellas de lo afectivo en lo estético sirvan de evidencia de algo, más allá del mero registro del ingenio o la ideología escrituraria/lectora como tal? (Berlant, 2020 44).

En la emergente literatura sobre los afectos aún suele hacerse eco una ficción: uno puede hacer pensamiento sin emociones o sin cuerpo, sobre todo en las teorías cuir que rechazan el realismo epistémico a partir de los deseos. En la sombra del lugar romántico, moral y conservador, sistémico y planificador, normativo y tecnocrático, colonial y normalizador, la erótica alude a la necesidad territorializar los afectos desde el sur y la descolonización de nuestros cuerpos. En el abandono, siempre parcial, de la posición blanca, hegemónica y heterosexual que en la cultura civilizatoria reconoció insoslayables huellas de una intersecionalidad con la raza y etnia, género y sexo, clase y especie. La presencia de las pieles en los afectos al placer sexual y el derecho a la protección contra la violencia, como capacidades para subjetivar(nos) y no ser objeto del ajeno deseo de la normalidad.

La escritura performática deviene en reconocimiento de las órdenes conceptuales que se relacionan con el afecto, lo autobiográfico y el cuerpo. Si bien la inmersión creciente en la propia subjetividad es sin duda un signo de la época, adquiere sin embargo otras connotaciones cuando esa expresión subjetiva se articula de modo elíptico o declarado y hasta militante al horizonte problemático de lo colectivo. Los registros autoetnográficos son comunes y pueden definir los actos prácticos, forma y valores de la estética de la vida, asociados al retorno del sujeto en las ciencias sociales, desde un auge autobiográfico que valora lo íntimo y lo subjetivo. Los pequeños relatos y el cuidado de sí son imperativos de la conformación global de una sociedad afectiva en la que las redes sociales y los realities nos convierten en voyeuristas del “espacio biográfico”. A partir de este último concepto que Arfuch (2016) acuñó, se remarca el clima época de las confesiones en una expresión que trasciende los géneros discursivos clásicos (memorias, autobiografías, crónicas) y restaura una trama simbólica de (re)configuraciones de la subjetividad contemporánea.

La evanescencia de los límites entre lo público y lo privado conforman para Arfuch (2016) una “intimidad pública” que permite dar cuenta de fenómenos que se producen en un horizonte cultural y mediático. Los afectos por tanto no se comprenden como estados psicológicos sino como prácticas sociales y culturales inesperables de las sensaciones corporales y ligadas con el movimiento que son estimuladas en su reconocimiento por la visualización y emergencia del “giro afectivo”. La autobiografía produce sentidos sobre el espacio y las relaciones estudiantes. Confiere a la investigación un soporte teórico que ultrapas los límites de la metodología cualitativa. La autoetnografía puede ultrapasar el ideal académico-positivista de una supuesta neutralidad, una objetividad científica y un entendimiento particular acerca del otro. La autoetnografía confiere a quien investiga un carácter contrainterpretativo de los sentidos que los sujetos producen.

Performar la pedagogía con la investigación

La travesía de la noción de performatividad y sus reformulaciones en la contemporaneidad dan cuenta del paso de una teoría sobre un aspecto del lenguaje hasta entonces no tenido en cuenta los actos de habla no referenciales que hacen cosas a un modo de pensar el problema de la agencia intelectual. La apropiación específica que se hace desde los estudios cuir es fundamental para pensar cómo funcionan las normas sociales respecto de la relación entre la normatividad y la experiencia o que da cuenta de la función creadora del lenguaje y rompe con la noción de que el significado depende de la intención del hablante como posibilidad metodológica (y epistemológica) para pensar el cuerpo en movimiento. No es apenas una manifestación teatral o artística, sino que se lanza a percibirla como algo de lo cotidiano.

La performatividad nos localiza a nosotros mismos en nuestro texto, recalcando la crisis de representación que atraviesa al pensamiento científico respecto de su realismo epistémico y potenciando el interrogante ¿qué podemos hacer con las palabras? o ¿qué pueden hacer las palabras con nosotros?, dado que la erótica aparece como forma de develar aún más el carácter ficcional del conocimiento de las disciplinas científicas. La performatividad influye tanto en el conocimiento que se produce como en la manera en la que se produce, creando sentidos, interpretaciones y representaciones que introducen al investigador a lo más sensible de su yo. En tal sentido la performatividad pone en cuestión la idea de la escritura como culminación o presentación del desarrollo de un proceso de investigación y en palabras de Halberstam (2011) performa los caminos disciplinados de lo conocido y det la pérdida del pensamiento poco convencional y original.

Los afectos en la recuperación performática en la investigación cuestiona que exista una realidad o verdad única que puede ser triangulada, su autenticidad está en sus propias formas de conocimiento y en el con-mover de la consciencia de que no solo nos construimos culturalmente, dado que el cuerpo es el primer plano sobre los discursos que intervenimos. Si los afectos no se publican, la performatividad actúa como registro erótico de lo que está en acción y en la repetición. La performativa valida su autorización adquiriendo sentidos respecto de su contribución sustancial, su mérito estético, su reflexividad y su impacto en un territorio situado. Podría ser , entonces, con la metáfora del cristal que reemplaza al triangulo en la perspectiva que Richarson y St. Pierre (2017) reservan límite de lo que le otorga legitimidad al conocimiento. Ya que los cristales crecen, cambian y son alterados, son primas que reflejan externalidades y refractan dentro de sí mismos, diferentes colores, diseños y matrices que tienen más de tres lados. Con un cuaderno de campo o una ficción los investigadores contrainterpretan a medida que escriben, la escritura deviene en una manera de darle sentido al mundo indagado. Como una forma cristalina, como un montaje, o como una representación creativa alrededor de un tema central, podríamos decir que cada una de las metáforas trabaja para crear simultaneidad más que secuencialidad o linealidad. Lectores y audiencias son entonces invitados a explorar visiones del contexto que compiten para sumergirse con (nuevas) realidades a crear.

La performatividad como un terreno para la proyección erótica del cuerpo en la investigación cobró una importante significación en España a partir de lo que se suele denominar como “investigación basada en las artes”. La literatura, la fotografía, el dibujo, el cine, la poesía y el video son algunas de las formas que Fernando Hernández (2008) ubicó para vincular lo que se dice con el cómo se dice. El movimiento de investigación basado en las artes en inglés Arts based Research se inició como parte del giro narrativo en los años ochenta. Dewey, Bruner y Eisner son algunos de los nombres que se retoman para cuestionar las formas hegemónicas de investigación centradas en la aplicación de procedimientos que “hacen hablar” a la realidad utilizando procedimientos performativos. En contrapartida reivindican a la performatividad dado que llevan “el hacer” al campo de la investigación a partir de tres aspectos centrales utilizar elementos artísticos y estéticos generalmente no lingüísticos, buscar otras maneras de mirar y representar la experiencia y tratar de desvelar aquello de lo que no se habla (Ramallo y Porta, 2020).

Asimismo, en la acción artística y la relevancia del papel del cuerpo alimentan el reconocimiento de experiencias de educación en la investigación. La distancia entre el yo y el nosotros, la posibilidad de capturar lo inefable, la demanda de nuestra atención sensorial y las resonancias por medio de metáforas contrainterpretan la plasticidad de las metodologías como instrumentos de reivindicación social y explicación científica. Se potencia una experiencia vivida en primera persona, que emplea diferentes tipos de lenguajes e instrumentos creativos basados en las propias eróticas experimentadas.

Más que descubrir la performatividad moviliza una des-identificación con la pretensión de verdad, objetividad y neutralidad que la ciencia positivista, como conocimiento se ha autoarrogado en su potestad de nombrar a los otros tal como categóricamente lo rechaza Halberstam en la cita inicial a este texto. La erótica, intermediando intelecto y afecto, narra lo importante en las comunidades que habitamos. Como una forma de habitar lo que no está problematizando las fuentes textuales en que comúnmente se lo enmarca una posibilidad de movernos de la racionalidad del texto a nuestra afectada enunciación. La erótica convoca a performar a la pedagogía con investigación, desabrazar la técnica como espacio metodológico sobre todo experiencial de acciones para detener el tecnocrático conocimiento.

El trabajo con diferentes lenguajes performa el campo semántico de la investigación en educación, el carácter afectivo, corporal, sexual y espiritual para incluir otras prácticas académicas en la pedagogía. Para que el estudio de los afectos no sea textual, la performatividad recupera una condición erótica en la agenda de la educación. Procesos internos y autogestivos que nos valoran como investigación y no como investigador. Como técnicas imaginativas se corresponden con formas dinámicas de nuestra vida sensorial, asumiendo una ontología de la experiencia cuya epistemología permite la transcendencia de nosotros como objetos de sí mismos.

El cuerpo como territorio de experimentación y como archivo afectivo desde cual desprender la normatividad, contrainterpreta a los afectos como formas contradictorias y ambivalentes de pensamiento, dado que no pueden existir sin convenciones discursivas y sus propias estructuras de inteligibilidad. Las performatividad estimula a suspender la estable autoridad del realismo epistémico, dado que la íntima experiencia del investigador se aboca en la erótica más que en la interpretación. Este desplazamiento de la ofrece formas más creativas de representar las realidades y las vidas posibles en sus normalizados conocimientos. La intimidad del investigador como un espacio en la investigación en educación estimula pérdidas en la autoridad en el conocimiento. Suspende la misiva a la autoarrogancia en un abuso de lo propio que es oportunidad para nombrar nuestras experiencias íntimas y con ellas expandir el campo semántico en el que se inscribe la pedagogía.

“A.S.” Si hay mar ha vida, acrílico. Rosana Moreno

Bibliografía

  1. Antelo, E (2015) Las Pedagogías Silvestres. Los caminos de la formación. Arandu.
  2. Arfuch, L (2016) El giro afectivo: Emociones, subjetividad, política. DeSignis 24,245-254.
  3. Berlant, L (2020) Optimismo cruel. Caja Negra.
  4. Bernini, L (2018) Las teorías queer: una introducción. Egales.
  5. Britzman, D (2016) ¿Hay una pedagogía queer? O, no leas tan recto. Revista de Educación, 79, 13-34. 
  6. Butler, J (2005) Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Paidós.
  7. Cvetkovich, A (2018). Un archivo de sentimientos. Trauma, sexualidad y culturas públicas lesbianas. Edicions Bellaterra
  8. Diker, G (2007) Autoridad, poder y saber en el campo de la pedagogía. Revista Colombiana de Educación,52, 149-171
  9. Dussel, E (1978) Filosofía Ética Latinoamericana: De la erótica a la pedagogía de la liberación. Edicol. 
  10. Ferrera Balanquet, R (Comp.) (2015). Andar erótico decolonial: el desprendimiento. Ediciones del signo. 
  11. Flores, V (2017) Tropismos de la disidencia. Palinodia.
  12. Frigerio, G y Diker, G (2012) Educar: (sobre)impresiones estéticas. Del Estante Editorial.
  13. Halberstam, J (2011) El arte queer del fracaso. Egales. 
  14. hooks, b (2019) Ensinando a transgredir: a educação como prática da liberdade. Editora WMF Martins Fontes.
  15. Kaplan, K (2018). Emociones, sentimientos y afectos: Las marcas subjetivas de la educación. Miño y Dávila. 
  16. Lorde, A (2016). Lo erótico como poder y otros ensayos. Bocavulvaria Ediciones.
  17. Porta, L y Grinberg, S (2018) Manifestar(se). Once ejercicios de resistencia a favor de la educación. Praxis educativa, 222 14-19.  
  18. Ramallo, F y Porta, L (2020) (In)visibilidades afectivas: las metodologías artísticas en la investigación narrativa. Revista Teias 2162, 439-354.
  19. Richarson, L y St. Pierre (2017) La escritura: un método de investigación n Denzin Lincoln (Comp.) El arte y la práctica de la interpretación, la evaluación y la presentación (Volumen 5). Gedisa.
  20. Rolnik, S (2019) Esferas de la insurrección: apuntes para descolonizar el inconsciente. Tinta Limón. 
  21. Rubin, G (2018) En el crepúsculo del brillo: la teoría como justicia erótica. Bocabulvana ediciones. 
  22. Sedgwich, E. K. (2018) Tocar la fibra: Afecto, pedagogía, performatividad. Alpuerto.
  23. Serra, M y Antelo, E (2013) ¿Una pedagogía sin atributos? Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 77(27) 65-75  
  24. Silva, TT (2000) Pedagogia dos monstros. Os prazeres e os perigos da con-fusao de fronteiras. Auténtica.
  25. Sontag, S (2018) Contra la interpretación y otros ensayos. Debolsillo.
  26. Yuni, J y Urbano, C (2018) Resonancias y paradojas de la Educación: notas para hablar en nombre de ella. Praxis educativa, 222 74-92. 

Notas

1 El uso del masculino en el sujeto es aceptado como una práctica más de normalización en las revistas académicas científicas y anteponemos el deseo interespecista como rechazo a su singularidad. Asimismo, las palabras utilizadas con un ó reconocen un gesto nómada en el lenguaje desde el que proponemos valorar las constantes posibilidades de posicionar nuestra enunciación.

2 Como gesto respetuoso e irreverente optamos por nombrar a la teoría/pedagogía cuir desde su reconocido nombrar en el sur, aunque a lo largo del texto en algunas ocasiones respetamos su vocablo en inglés en consonancia con la enunciación original de sus autores.

3Proyecto de investigación “Formación del Profesorado X: Intimidad, afectaciones y performatividad en la construcción de la condición autobiográfica” (2022-2023), Grupo de Investigaciones en Educación y Estudios Culturales (GIEEC).

4 Elegimos la utilización cuir como universal de la teoría queer como gesto de re-sentir la colonialidad de sus saberes.