DOI: https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2020-240314
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RESEÑAS
Arte, Filosofía y Educación, Violeta Guyot, Lugar Editorial, 2017, 141 pp.
El texto reúne diversas reflexiones personales, propuestas de trabajo e intervenciones
realizadas a partir de la enseñanza de la Filosofía en las carreras de Psicología y Ciencias de la
Educación de la Universidad Nacional de San Luis.
La autora es profesora de Filosofía y, a partir de su trabajo con las nuevas generaciones,
activa un movimiento, un engranaje, un conjunto de interrogantes personales, como así también
compartidos con colegas, a partir de sortear diversos avatares en su trabajo docente en la
universidad pública.
La obra permite al lector conocer —desde el retorno a la democracia hasta el presente
cercano— cómo la autora elaboró diversos dispositivos de intervención en sus clases, con el fin de
favorecer el aprendizaje y el conocimiento de la filosofía, de igual forma que aprender a filosofar.
Para ello, se vale de variados recursos del mundo del arte, y es allí donde el cine y el teatro resultan
herramientas capaces de generar situaciones educativas donde el arte, la filosofía y la educación se
amalgaman y enriquecen los interrogantes y la construcción de sentido. El dispositivo cobra especial relevancia por su potencialidad para comprender la
época, la vida cotidiana, situaciones disruptivas, entre otras.
Gran parte de su tarea como profesora ha llevado a
Violeta a preguntarse por la práctica de la enseñanza de la
filosofía en carreras de humanidades y, valiéndose de la tradición
filosófica griega, recupera interrogantes que formulan diferentes
filósofos (Sócrates, Kant, Marcel, Sartre y el mismo Camus) que le
otorgaron valor al arte, en especial el teatro por su capacidad de
exhibir aspectos del universo de la vida privada, junto a un
escenario decorado que produce la emergencia de diversos
sentimientos y emociones.
Apolo y Dionisio, sus festividades y tragedias, permiten
que variados filósofos contemporáneos, como lo hace Nietzsche,
realicen tanto preguntas sobre el pasado como así también interrogantes actuales sin perder de
vista determinadas controversias acerca del compromiso con la transformación cultural de
intelectuales, pero también de profesoras/es y su trabajo de involucramiento con la tarea de la
reflexión filosófica. En esta clave, se ubica uno de los ejes de trabajo de Violeta, en las formas, en
cómo comunicar los diversos conocimientos filosóficos, la formación de un espíritu crítico frente a
la realidad sociocultural, la creación de las propias prácticas de creación y recreación del saber.
La autora confiesa el placer de haber vivido la experiencia educativa que logra vincular el
teatro con la filosofía desde los diversos proyectos de investigación y, sobre todo, en los talleres de
teatro de la UNSL. Tal como lo expresa:
Tal experiencia nos ha brindado la oportunidad de indagar los problemas específicos de enseñar filosofía de otro modo, rompiendo con algunos esquemas escolarizados y sin perder de vista el trabajo programático y riguroso sobre los textos filosóficos. También de concebir el valor de su enseñanza como un compromiso con el conocimiento y con los alumnos para realizar una experiencia de la filosofía como auténtico ejercicio intelectual. (p.27, 2017)
En uno de los capítulos, describe las experiencias personales vividas con las y los estudiantes. La autora lo puntualiza así:
El hecho teatral no está destinado solamente a despertar emociones de tipo catártico o a brindar un espacio para la contemplación desinteresada, ni para ejercer la acción demoledora de un análisis crítico, sino que en su totalidad produce un impacto en el conocimiento. (p.59, 2017)
Resulta potente la presentación de diferentes escenas “litófagas”, donde personajes
comunes de la vida cotidiana conversan sobre la década del 70 y 80, la muerte, la libertad, la música,
la identidad nacional, un tiempo donde poder ser, experiencias donde emana la impotencia, pero
también se presenta como otro tiempo, un tiempo para deconstruir y donde emerja una nueva
noción, el nosotros.
En otro capítulo, aborda el teatro de Luigi Pirandello, dramaturgo del siglo XX que lleva al
extremo la tensión entre teatro y vida, donde involucra el drama del autor teatral, el director y los
actores. Allí recupera la obra Seis personajes en búsqueda de autor, donde los personajes indagan
acerca del misterio de la creación estética, la imposibilidad de acceso a la verdad, el personaje
literario como una forma pura, aislado del devenir temporal, pero un ser con una verdad en sí
mismo.
En cuanto al cine, la película El nombre de la rosa, basada en la novela de Umberto Eco,
resulta otros de los insumos que le permite realizar articulaciones entre filosofía y pedagogía.
Situada en la época medieval, se trata de un film que favorece el acercamiento al exquisito mundo
medieval y contemporáneo. Aborda, además, la lucha de poder en la Europa del siglo XIV. Como lo
dice en el texto:“El Dogmatismo y el problema de la verdad, las formas de acceder al conocimiento
y a la salvación y las complicadas disputas teológicas entre los aristotélicos y los nuevos pensadores
constituyen la trama erudita de la novela” (p.29, 2017).La película también resulta una excusa,
donde se ensaya y aparece la noción del conocer y filosofar de otro modo, de manera que
estudiantes y profesoras/es puedan revisar las condiciones de producción de la época, los diversos
instrumentos construidos para acercarse al conocimiento del espacio y el tiempo, en fin, perseguir
la búsqueda de la verdad. Se recuperan en el texto conversaciones entre los frailes franciscanos y
los sacerdotes de una abadía que, a partir de un concilio, discuten acerca del futuro de la iglesia.
Violeta considera que el desplegar el arte cinematográfico en sus clases le permite poner
en cuestión la noción de temporalidad, al propiciar un dialogo entre filosofía y cine, aquí realza la
idea de novedad, motivo que convoca a la emoción, la percepción, al dejar huellas en la memoria a
las nuevas generaciones con las que se trabaja.
Al final del texto, aparece un epílogo escrito por Eduardo Peñaflor, quien recorre la obra de
la autora y recupera el trabajo docente de enseñar filosofía y hacer con la filosofía una forma de ver
la vida desde los grandes enigmas y preguntas que encierra.
Por último, y a nivel personal, quisiera decir que aquellas/os que fuimos sus primeros
estudiantes a mediados de la década del 80, en la UNSL, aún recodamos su calidez, el estilo ameno
de sus clases junto a Emilio Neme, siempre abiertas e interactivas, abriendo a preguntas y no
esperando siempre una o la repuesta correcta. Violeta Guyot ha dejado en muchos de nosotras/os
esas marcas significativas, esos recuerdos que aún perduran y, sobre todo, profundas enseñanzas
en nuestra historia personal y de formación de grado. Hoy y desde este lugar, deseo devolverle
algo… muchas gracias querida y recordada Profesora.
Juan Franco
ICEII-Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de La Pampa, Argentina
juanfranco@cpenet.com.ar
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