DOI: 10.19137/praxiseducativa-2020-240202
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
(Atribución - No Comercial - Compartir Igual) a menos que se indique lo contrario.
ARTÍCULO
La pandemia de Covid-19 está exponiendo la plaga del Neoliberalismo
The Covid-19 Pandemic Is Exposing the Plague of Neoliberalism
A pandemia de Covid-19 expõe do neoliberalismo
Henry Giroux 1
McMaster University Professor for Scholarship in the Public Interest
The Paulo Freire Distinguished Scholar in Critical Pedagogy
Dept. of English and Cultural Studies, McMaster University
Canadá
http://henryagiroux.com/
Laura Proasi, Traductora2
Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
lauraproasi@gmail.com
ORCID 0000-0002-5172-1057
Resumen: La pandemia actual de coronavirus es más que una crisis médica, es también una crisis política e ideológica. Una crisis que está fuertemente arraigada en años de negligencia de los gobiernos neoliberales que negaron la importancia de la salud pública y del bien común desfinanciando a las instituciones que los hicieron posible. Tenemos la oportunidad de reimaginar un mundo en el cual el futuro no imite a este presente neoliberal depredador. Debe ser un mundo que una las luchas por la justicia, la emancipación y la igualdad social. Es más urgente que nunca luchar por un mundo que imagine y actúe sobre las promesas utópicas de una sociedad socialista democrática. A pesar de la pandemia de COVID-19, las cuestiones de crítica, entendimiento y resistencia se elevan a una cuestión de vida o muerte. La resistencia es una necesidad urgente.
Palabras clave: crisis; neoliberalismo; COVID-19; resistencia; democracia.
Abstract: The current coronavirus pandemic is more than a medical crisis, it is also a political and ideological crisis. It is a crisis deeply rooted in years of neglect by neoliberal governments that denied the importance of public health and the public good while defunding the institutions that made them possible. We still have the opportunity to reimagine a world in which the future does not mimic the predatory neoliberal present. This should be a world that brings together the struggles for justice, emancipation and social equality. More urgent than ever is the need to struggle for a world that imagines and acts on the utopian promises of a just and democratic socialist society. In the face of the COVID-19 pandemic, matters of criticism, understanding and resistance are elevated into a matter of life or death. Resistance is a dire necessity.
Keywords: crisis; neoliberalismo; COVID-19; resistance; democracy.
Resumo: A atual pandemia de coronavírus é mais do que uma crise médica, é também uma crise política e ideológica. Uma crise fortemente enraizada em anos de negligência por governos neoliberais que negaram a importância da saúde pública e do bem comum, subfinanciando as instituições que o tornaram possível. Temos a oportunidade de voltar a imaginar um mundo em que o futuro não imite esse presente neoliberal predatório. Deve ser um mundo que une as lutas por justiça, emancipação e igualdade social. É mais urgente do que nunca lutar por um mundo que imagine e atue nas promessas utópicas de uma sociedade socialista democrata. Apesar da pandemia do COVID-19, questões de crítica, compreensão e resistência surgem para uma questão de vida ou morte. A resistência é uma necessidade urgente.
Palavras chave: crise; neoliberalismo; COVID-19; resistência; democracia.
La pandemia actual de coronavirus es más que una crisis médica, es también una crisis política e ideológica. Una crisis que está fuertemente arraigada en años de negligencia de los gobiernos neoliberales que negaron la importancia de la salud pública y del bien común desfinanciando a las instituciones que los hicieron posible. Al mismo tiempo, esta crisis no puede separarse de la crisis de las desigualdades masivas en términos de bienestar, ingreso y poder. Tampoco puede ser separada de la crisis de los valores democráticos, de la educación y de la destrucción ambiental.
La pandemia del coronavirus está profundamente interconectada con la politización del orden natural a través de los ataques destructivos realizados por la globalización neoliberal sobre el medioambiente (3). Además, no se puede desconectar del racismo como espectáculo, del ultranacionalismo, del sentimiento anti-inmigrante, y del fanatismo que ha dominado “el espíritu de época” nacional como medio para promover los temores compartidos más que las responsabilidades compartidas.
Una de las raíces de la plaga es la despolitización de la política, con lo cual queda claro que la educación es una herramienta central de la política y siempre juega un rol principal -de forma visible o solapada- en cualquier proyecto ideológico. Por caso, el principio pedagógico central del neoliberalismo viene sosteniéndose en que la responsabilidad individual es la única manera de abordar los problemas sociales y, consecuentemente, no hay necesidad de ocuparse de otras cuestiones sistémicas más amplias, ejercer el poder responsablemente o atender cuestiones de responsabilidad colectiva. Como política de contención, el neoliberalismo privatiza e individualiza los problemas sociales y, consecuentemente, no existe necesidad de, por ejemplo, de lavarse las manos como forma de contener la pandemia.
En este sentido, los críticos culturales Bram Ieven y Jan Overwijk plantean: “se busca contener cualquier política democrática real” (4); esto es como decir: una política basada en solidaridad colectiva e igualdad ya que la política democrática es una amenaza para el mercado. Asimismo, el neoliberalismo pone el énfasis en los valores comerciales más que en los valores democráticos; su virulenta ideología de extrema competitividad y egoísmo irracional, su falta de paciencia en cuestiones de ética, justica y verdad han socavado al pensamiento crítico y al poder de juicio informado.
Como lo señala Pankaj Mishra: “desde hace décadas, la desindustrialización, los empleos tercerizados, la automatización han privado a muchos trabajadores de seguridad y dignidad, llevando a los más perjudicados y vulnerables hasta la demagogia” (5).
Los estadounidenses viven en una época donde el neoliberalismo lleva a cabo una guerra contra lo público y la desigualdad se lanza de nuevo como una virtud. Esta época sostiene ideas de responsabilidad individualidad que rompe en mil pedazos, de manera devastadora, las solidaridares sociales.
Es un momento histórico que pone un extra sobre la competitividad y el individualismo desenfrenado, y le permite al mercado convertirse en patrón para estructurar todas las relaciones sociales. El contrato social ha sido todo menos eliminado mientras que las ideas de bien público, obligaciones sociales, y formas democráticas de solidaridad están siendo atacadas. Esta es la forma de un capitalismo gángster que habla solamente el lenguaje de las ganancias, base del mercado, la privatización y el intercambio comercial. Además legitima el lenguaje del aislamiento, las carencias, el sufrimiento humano y la muerte.
La sociedad estadounidense, destruida por décadas por leyes neoliberales, está plagada de una serie de crisis cuyas raíces más profundas han intensificado a la clase más desposeída y a la separación racial. Dicha separación es evidente en los millones de trabajadores a los que no se les otorgan licencias por enfermedad; millones que no tienen obra social, cientos de miles sin techo y el hecho que hasta el Boston Review menciona: “Uno de cada cinco estadounidenses no puede pagar el total de sus facturas mensuales, y el 40% no cuenta con los ahorros que se necesitan para cubrir un gasto inesperado de U$S400” (6).
El capitalismo neoliberal es la pandemia subyacente que alimenta la falta global de hospitales, insumos médicos, camas y suministros sólidos en previsión social con una indiferencia creciente hacia la vida humana.
Bajo estas circunstancias, la esfera social y sus interconexiones se han convertido tanto en objeto de explotación financiera como en un absoluto desprecio o ambos. Lo que se perdió en este discurso despolitizante del neoliberalismo y se dejó claro en la actual pandemia es que nuestras vidas están interconectadas para bien o para mal. Es evidente cierta ironía en el llamado que hace la Casa Blanca para acatar el distanciamiento social, no sólo como una medida de práctica médica para lentificar la diseminación del virus, sino que además tiene que ver con un espacio ideológico neoliberal de larga data que desprecia las conexiones sociales y los valores democráticos y promueve, en cambio, formas de muerte de la atomización social. Aquí es donde la crisis médica lleva la delantera dentro de una crisis política de larga duración. Esto también se conforma como el espacio donde los políticos han pasado a ser herramienta del neoliberalismo mientras la economía y los poderes del estado atacan y deterioran el bien común y la democracia en sí misma de manera inexorable.
La ironía se torna una irresponsabilidad moral y política cuando Trump presiona sobre el distanciamiento social, indicando además que él flexibilizará sus lineamientos, yendo en contra de los consejos de expertos en salud pública, en pos de poder reiniciar la economía.
En este contexto, las fuerzas políticas, económicas y sociales se han convertido en espacios desde donde, incesantemente, se combate cualquier vestigio de responsabilidad social, ética y política, haciéndose pasar por el nuevo sentido común. La política se ha convertido, a su vez, en una máquina de guerra que trabaja a destajo para que la gente se habitué al abismo del poder mientras arrasa con cualquier forma de disenso, resistencia y justicia social. Claro que, este es el contexto, un tanto más amplio, del neoliberalismo en donde opera la pandemia del coronavirus. La crisis financiera de 2008 hizo visible cómo la plaga del neoliberalismo ha hecho estragos, durante 40 años, sobre el bien común, ha impuesto la miseria y el sufrimiento en los pobres y otros considerados excedente, desechos y un peligro en sí mismos. Con la puesta en marcha de políticas de austeridad, la financiarización de la economía, la concentración del poder en pocas manos, el lenguaje de la limpieza racial y social, el neoliberalismo se ha transformado en forma de política fascista. Esta nueva forma política se caracteriza por todos los rasgos distintivos de la política de la desechabilidad, del destripamiento masivo del estado de bienestar, apoyando a los aparatos pedagógicos de la violencia como espectáculo, la intimidación y el estado de pánico.
Todas estas cuestiones convergen en el desprecio por lo social que expande el significado y las posibilidades propias del bien común, incluyendo la esfera crucial de la salud pública, y la idea más amplia de lo que plantea el filósofo político Michael Sandel que define como “vivir juntos en comunidad” (7) lo cual requiere solidaridad y sacrificio para poder tratar a la gente con compasión, humanidad y dignidad. Lo central para esta idea de bien común, plantea el académico Shai Lavi(8), es el movimiento de masas que pretende hacer confluir las luchas por la emancipación, la justicia económica, la política comunitaria establecida sobre la base de la igualdad humana.
La brutalidad de la pandemia del neoliberalismo se hizo evidente en el llamado de Trump del 24 de marzo 2020 a “reabrir la economía” en Pascuas. En aquel momento, quería llevar a los Estados Unidos rápidamente hacia el fin de las medidas de precaución como el distanciamiento social y así el virus siguiera su curso.
La lógica inicial de Trump para dicha acción reestableció el argumento de la derecha: “la cura es peor que la enfermedad”. Después de que se le informara que podrían morir 2.2 millones de personas como resultado de la reapertura de la economía tan tempranamente. Trump dijo: “La Casa Blanca mantendrá las reglas de distanciamiento social, al menos, durante todo abril”. (9) Anthony Fauci, el director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, ha planteado que el distanciamiento social es la herramienta más importante para contener el virus; aun así, Trump sigue rechazando dar la orden de “quedarse en casa” a nivel nacional. Especialmente en el momento en que siete estados no la tienen.
En conferencia de prensa, el día 4 de abril, Trump ha establecido que las cosas van a empeorar con el aumento de muchas más muertes. Aun así, luego, reiteró que quería ver al país nuevamente reabierto. Este tipo de acciones muestran un nivel de impacto de bajeza moral, dejando claro que Trump está más preocupado por su reelección, el comercio, el mercado de valores, que por las muertes resultantes.
Como lo plantean los periodistas de The Washington Post: “Trump ha estado viendo, desde hace mucho tiempo, al mercado de valores como un barómetro para sus propias esperanzas de reelección”. (10)
El mensaje no tan oculto y aterrador es que el oportunismo político, el impulso a las ganancias y la adhesión a la ideología neoliberal, por parte del gobierno de Trump, se ejerce sin ningún tipo de disculpas.
Trump parece sentir placer en despreciar a los expertos y sus experticias y sólo sigue el consejo de funcionarios de salud pública en medio de las advertencias más urgentes. Trump trata a la pandemia como una batalla partidaria, gobernadores denigrados que piden insumos desesperadamente, y él se rehúsa a implementar un abordaje nacional-federal coordinado para atender la crisis.
Sin evidencia de peso o prueba científica, Trump promociona medicación específica como tratamiento; proclamando falsamente que Estados Unidos “está cerca de lograr la vacuna” y, a menudo, confía en el consejo de los expertos de derecha que promueven las teorías de la conspiración.
Cuando se trata de la opción de salvar vidas o de salvar la economía, Trump parece estar más preocupado por el destino de Wall Street. Lo que es más aún, sus observaciones, confusas y contradictorias, están plagadas de exageraciones, falacias y sirven para confundir al público estadounidense con el propósito de causar una tristeza inimaginable conjuntamente con la posibilidad de que: “Decenas de miles, quizás cientos de miles, quizás millones de personas puedan enfermar y morir”. (11)
En esta instancia, la incompetencia pura se empareja con una aversión a la evidencia de expertos y científicos y llega al nivel de peligro público y de crisis catastrófica. A la luz de la diseminación de las muertes que se están dando, de las infecciones, y de la catástrofe de la falta de hospitales, “los expertos instaron a convocar un planeamiento a largo plazo” (12), estrategias, aumentos de testeos, y coordinación entre el gobierno federal y los estados. Muchos gobernadores se han quejado planteando que la falta de planes federales, por parte del gobierno, ha creado algo parecido al “Lejano Oeste”. Un “sistema atacado por la falta, las ineficiencias y el desorden”. (13)
La urgencia de las demandas se amplificaron por el hecho de que la Casa Blanca y los liderazgos a múltiples niveles “fallaron en otorgar” (14) la idea de urgencia e inmediatez en las primeras etapas de esta crisis inminente.
Un artículo en The Washignton Post planteó que Trump tardó 70 días en ser notificado sobre las graves implicancias de tratar al coronavirus “no como una amenaza distante o fiebre inofensiva, si no como una fuerza letal que ha flanqueado las defensas de Estados Unidos, y se preparó para matar a decenas de miles de ciudadanos”. (15)
Por supuesto, mucha gente que ha muerto y que morirá como resultado de esta política imprudente son y serán aquellos que han sido vistos tradicionalmente como desechables bajo el mandato del neoliberalismo. Esto incluye a los ancianos, a los desposeídos, a la gente de color pobre, a los inmigrantes indocumentados y a los discapacitados, por no mencionar a los trabajadores de la salud, en la primera línea de batalla, que sufren la falta del equipamiento que necesitan para protegerse cuando tratan a ancianos, a enfermos y a enfermos graves.
Hay mucho más por hacer aquí que la inmoralidad insensibilizada de un desinformado, un político célebre que está causando un caos y un innecesario sufrimiento humano en tiempos de crisis. Trump siempre ha tenido una aficción por la desconsideración y el ensimismamiento, y se regocija humillando a otros. Citando a Stephen Greenblatt, en un contexto diferente, sus palabras encajan perfectamente con Trump para quien “no es secreto su cinismo, su crueldad y la falta de lealtad; no se vislumbra nada redimible en él, y no existe razón para creer que pueda gobernar eficazmente al país” (16).
La crudeza de Trump, su mendacidad, su desprecio por la ciencia, sus reglas arbitrarias, lo han llevado a ignorar advertencias previas, por parte de expertos, sobre la posibilidad de una pandemia inminente.
La forma de ignorancia caprichosa y el descaro puro estuvo a la vista en su rechazo temprano y la falla colosal en movilizar el poder del gobierno federal para realizar más testeos y otorgar mascarillas mientras que, simultáneamente, debió asegurar que los hospitales y cuerpos médicos tuvieran suficientes camas, mascarillas, respiradores y otros equipos de protección personal para tratar a la gente infectada con el virus.
Ed Pilkington y Tom McCarthy informan en The Guardian que Trump no sólo minimizó la amenaza del virus, después que la Organización Mundial de la Salud contabilizara 282 casos confirmados en varios países para el 20 de enero, sus acciones quedaron “atrapadas en un caos y confusión”(17). En vez de actuar rápidamente para evitar una catástrofe de salud nacional, Trump dejó pasar seis semanas antes de que su gobierno tomara enserio la severidad de la amenaza y la necesidad de testeos masivos.
Pilkington cita a Jeremy Konyndyk, quien lideró la respuesta del gobierno de Estados Unidos entre 2013-2017 en relación a una serie de catástrofes internacionales. Dijo: “Estamos siendo testigos, en Estados Unidos, de uno de los grandes fracasos en gobierno y liderazgo básico en estos tiempos modernos”.
Trump tiene una aficción por convertir a la política en un espectáculo teatral y a éste en una forma de crueldad. En una muestra de mezquindad impactante, le ha dicho, públicamente al vicepresidente Mike Pence, que no respondiera llamadas (18) de aquellos gobernadores que no apreciaban los esfuerzos realizados para tratar la pandemia. Esto incluyó al gobernador de Washington, Jay Inslee y al gobernador de Michigan Gretchen Whitmer, ambos habían suplicado por la entrega de insumos críticos necesarios.
Además, como parte de un esfuerzo en curso para poder desligarse de culpa, Trump atacó e intentó humillar a periodistas que le hicieron preguntas nodales; llegó a decir que “los hospitales han despilfarrado las mascarillas y han acaparado respiradores, y esos estados ahora solicitan equipamiento que no necesitan”. Fue más allá todavía cuando sugirió que “las tantas mascarillas que dicen que necesitan se fueron por la puerta trasera”. (19)
Es difícil pasar por alto este tipo de crueldad convertida en arma, especialmente dadas las súplicas de los profesionales médicos que empezaron a aparecer en los medios pidiendo mascarillas, batas, respiradores y otros elementos cruciales para protección y equipamiento de emergencia para salvar vidas.
Hay mucho más trabajo por hacer en este punto que la implementación de una política de negación y solipsismo por parte de Trump; lo que Robert Jay Lifton llama “normalidad maliciosa”(20), la cual interpreto como conducta que revela violencia y se incita a sumarse a actos de crueldad que parecen provocar un inmenso placer.
Hemos visto el eco de esa crueldad en otras épocas con consecuencias que dieron como resultado la muerte de millones de personas, por caso: los linchamientos de negros en Estados Unidos y los actos genocidas de la Alemania Nazi.
La obsesión de Trump con la riqueza, la valoración de su gobierno, y su amor propio sin límites lo definen no sólo como un líder inepto, sino también como un farsante peligroso. Por ejemplo, en medio del aumento en el índice de muertes en Estados Unidos, Trump alardeó en una de sus apariciones en los medios (21) hablando de “las altas valoraciones en relación a las instrucciones dadas al comando especial, de la Casa Blanca, para enfrentar al coronavirus”. Esto es una forma de política teatral y pedagogía de la pandemia que convierte en un arma al índice creciente de muertes al servicio del entretenimiento.
La incompetencia de Trump acarrea resultados trágicos en términos de hospitales sobrepoblados, personal médico con falta de equipamiento que se está muriendo; y los gobernadores de los estados más afectados como Nueva York parecen estar enemistados con Trump; él siente alivio insultando a los gobernadores que lo han criticado por su falta de liderazgo más que por entregarles el equipamiento médico que tanto necesitan.
Trump y su gobierno no están solos en fomentar la necropolítica que celebra al capital por sobre las necesidades de la gente, la avaricia por sobre la compasión, la explotación por sobre la justicia y el miedo por sobre las responsabilidades compartidas.
¿De qué otra forma podemos explicarles a los seguidores de Trump en los medios, a los de las corporaciones y a la Casa Blanca que son quienes pelean por el racionamiento en el cuidado de emergencia, en base a la edad y discapacidad, para poder prevenir la imposición de presiones drásticas sobre los hospitales de la nación y sobre la economía de los Estados Unidos? ¿Cómo podemos explicarles, de otra forma, que mucho tiempo antes de esta crisis por la pandemia, como lo señala Naomi Klein (22), los apóstoles del neoliberalismo han atentado contra el desfinanciamiento de servicios como el cuidado de la salud, el agua potable, las escuelas públicas, los lugares de trabajo seguros, las pensiones y toda otra política pública de cuidado para los adultos mayores y los desamparados?.
Al mismo tiempo, se ha desatado una guerra que lidera el capitalismo depredador sobre “la idea de la esfera pública y el bien común”. Una consecuencia es que “los elementos vertebradores públicos de la sociedad -rutas, puentes, diques y sistemas de agua- van a caer en un estado de abandono que faltará solo un poco para llevarlos al punto límite. Cuando se recortan impuestos masivamente, te quedas sin dinero para poder gastar en otra cosa que no sea la policía, el ejército; y esto es lo que pasa”.
Lo que se viene revelando en esta crisis pandémica actual es que subyace la plaga del neoliberalismo que ha dominado la economía global durante los últimos 40 años; presumida, en franco aumento, como emblema de honor por políticos fascistas como Trump, el presidente brasileño Jair Bolsonaro, el primer ministro indio Marendra Modi, y otros.
La corrupción de la clase dirigente se percibe de inmediato en el paquete de rescate financiero como lo plantea Rob Urie, cantidades de “rescates para los Ricos, y el Virus para el resto” y argumenta: “En una economía donde los más ricos se llevan el 1% de todas las ganancias cuando los pobres y la clase trabajadora no ha recibido un aumento durante cuatro décadas, es el rico el que recoge los beneficios mientras que los trabajadores se enferman y mueren. Es el capitalismo financiero que viene siendo rescatado cuando debiera haberse asfixiado por su propio peso en el 2009”. (23)
Lo que se va dejando ver en esta pandemia inminente es, también, el resurgimiento flagrante de la política fascista con su historia de desigualdades, desechabilidad, crueldad absoluta y políticas retrógradas. Los rudimentos neoliberales actuales tienen una tradición de años en los Estados Unidos y han resurgido con aires de revancha en el gobierno de Trump.
El fascismo neoliberal muestra el resurgimiento del miedo que lleva el eco escalofriante de la limpieza racial y adhiere a la eugenesia que marcó las políticas de purificación del régimen hitleriano y estableció al campo de concentración como el extremo del fascismo. Esta fue, además, una política diseñada para reiniciar la economía en tiempos de crisis.
La otra plaga, entre otras tantas, es el aumento de los aparatos culturales de derecha como Foxs News y Breitbart Media. Esta es una plaga de ignorancia deliberada y de un analfabetismo cívico legitimado por el Estado.
Vivimos un tiempo de múltiples plagas que alimentan la epidemia actual del coronavirus tragándose la miseria económica que asesta al planeta; va dejando sufrimiento y muerte a medida que se va pasando por las sociedades con la velocidad de una tornado mortal. Esto incluye la plaga de la destrucción ecológica, la degradación de la cultura cívica, la posibilidad de una guerra nuclear, y la normalización de una cultura brutal de la crueldad.
Aún más, la plaga del neoliberalismo ha desplegado un ataque a escala completa sobre el estado de bienestar. Al hacerlo, ha desfinanciado y debilitado a aquellas instituciones como la educación y el sector de la salud pública. Además, ha quitado a una vasta mayoría de estadounidenses de las relaciones de poder y formas de gobierno que podrían actuar, crítica e inteligentemente, contra los desastres naturales, las pandemias, y un montón de otras crisis planetarias que no pueden ser atendidas por el mercado. En medio de esta pandemia, el veneno del poder de la clase dirigente está en el centro de la actual crisis política, ideológica y médica. Frank Rich lo explica correctamente cuando plantea:
“...la pandemia ha revelado, en términos particularmente crudos, que las desigualdades económicas extremas desenmascaradas por el colapso económico del 2008, permanecen sin resolver. La escena del Titanic se repite en tiempo real. Las celebridades son los ricos, en primer línea, para acceder a los botes salvavidas de los tests de coronavirus. Rupert Murdoch y su familia protegen su salud generando dinero a través de un imperio de medios que minimizó y disputó rotundamente la amenaza del coronavirus”. (24)
Mientras el virus se propaga desde sus actuales epicentros hacia el resto del país, la grotesca discrepancia entre las elites y los que no tienen nada hacen que Parasite se vea benévola como un capítulo de Modern Family.
Bajo estas circunstancias, el lenguaje en los altos niveles de poder y los aparatos culturales conservadores más poderosos opera en servicio de la negación, las mentiras y la violencia. Estos medios fomentan despiadadamente las teorías de la conspiración como declaración de que la pandemia es un producto de “El Estado Profundo” (como narrativa de credibilidad) diseñada para prevenir la reelección de Trump; un engaño creado por el Partido Demócrata; o un virus que no es menos peligroso que la gripe común. También han insistido incansablemente en que todos los problemas son una cuestión de responsabilidad individual para despolitizar lo público haciéndolo indiferente a la declaración neofascista de que el gobierno no tiene responsabilidad sobre el cuidado de sus ciudadanos o que la sociedad no debe estar organizada en torno al respeto mutuo, el cuidado, los derechos sociales y la igualdad económica.
La crisis actual es parte de una época definida por la catástrofe pedagógica de la indiferencia y por la lucha por algún sentido viable de responsabilidad moral. Esta es una época marcada por el desprecio hacia la debilidad, así como por el racismo descontrolado, la emoción por sobre la razón, el colapso de la cultura cívica, y la obsesión con la riqueza y el egoísmo.
Bajo estas circunstancias, estamos en medio no sólo de una crisis política, sino también de una crisis educativa en la cual las cuestiones de poder, gobierno, conocimiento y el desprecio por la verdad y la evidencia han causado estragos sobre la verdad, han amenazado a millones de personas y al planeta mismo. Es una política alimentada por la máquina de la desimaginación cuyos espacios políticos y culturales hacen a la verdad, a la justicia, a la ética, y por sobre todas ellas, los cuerpos que desaparecen en el abismo del autoritarismo.
Para terminar con la plaga, es crucial comprender las ideologías del fascismo neoliberal que no permite que la gente traduzca sus problemas privados en cuestiones sistémicas más amplias y luche pedagógicamente para convencer al pueblo que tiene que avanzar más allá de la cultura de la privatización y atomización que impulsa a una sociedad de consumo y refuerza una política de cuestiones individuales desacoplada de consideraciones más amplias. Esta crisis política sólo puede entenderse como crisis de totalidad social, en la cual una variedad de “males democráticos constituyen una faceta política específica de crisis general que se está tragando nuestro orden social en su totalidad”. (25)
Vivimos en un momento en el cual es más creíble aceptar que el capitalismo y la democracia no son la misma cosa, y que el extremo del capitalismo no es solo la desigualdad masiva y el sufrimiento humano, sino una máquina brutal de muerte en la cual la humanidad está a un paso de extinguirse.
Esto nos sugiere que las crisis pueden tener múltiples resultados en un contexto de aumento del autoritarismo y de la represión, por un lado; y, por otro, en el resurgimiento de los movimientos de resistencias en varios niveles dispuestos a luchar por una sociedad más justa e igualitaria; movimientos que rechazan lo que Brad Evans ha llamado “una época de exclusiones múltiples, terror masivo, expulsiones en aumento y de vaciamiento del estado social”.
La pandemia del coronavirus ha corrido la cortina para revelar el poder de un neoliberalismo brutal -y sus mercados financieros globales- en toda su crueldad. Es un sistema que no sólo ha erosionado los ideales democráticos de igualdad y soberanía popular, sino que también ha creado un contexto político y económico en el cual la pandemia inminente ejerce presión en los trabajadores de la salud y en los hospitales a los que les faltan respiradores y otros equipamientos esenciales para tratar a los pacientes y limitar el número de muertes causadas por el virus. Esto marca un momento, en la coyuntura histórica actual, en la cual el espacio entre el paso de un periodo y el comienzo de una nueva era le ofrece a la imaginación social y política la posibilidad de poner en marcha un movimiento global de democracia radical.
Esta pandemia viral actual no puede discutirse fuera de la crisis de la política y de la educación.
Lo que se necesita es un lenguaje nuevo para comprender la crisis pandémica actual. Un lenguaje que brinde una crítica sustancial al fascismo neoliberal con sus discursos de exclusión, explotación y pureza racial. Ese nuevo discurso debe también atender las causas subyacentes de pobreza, dominación de clase, destrucción ambiental, y resurgimiento del racismo, no como llamamiento a una reforma, sino como proyecto radical de reconstrucción basado en la creación de un nuevo orden político, económico y social. En palabras de Amartya Sen, tenemos que pensar en grande nuestra sociedad.
A pesar de la naturaleza demoledora de esta crisis actual, es necesario pensar más allá de estar aislado, de sentirse avasallado e incapaz.
No hay duda de que la crisis del COVID-19 probará los límites de la democracia en todo el mundo. Como hemos visto en varios países como Hungría, Egipto, las Filipinas, Tailandia e Israel, la crisis pandémica crea circunstancias extraordinarias de restricción de libertades civiles, libertad de expresión y derechos humanos mientras que intensifica las posibilidades de surgimiento del autoritarismo.
Al mismo tiempo, la magnitud de la crisis ofrece nuevas posibilidades en las cuales la gente pueda empezar a repensar qué clase de sociedad, de mundo y de futuro quiere habitar. Lo que no queremos hacer es volver a una idea de sistema porque la crisis actual tiene raíces políticas y económicas más profundas y demanda una reestructuración completa de la sociedad.
David Harvey está en lo cierto cuando plantea que “los problemas fundamentales son actualmente tan profundos que no hay dirección en la que podamos ir sin un movimiento anticapitalista fuerte”. (26)
A medida que la crisis pandémica empiece a esfumarse, tendremos que elegir entre una sociedad que atienda a las necesidades de las personas o en una en la cual la ética “de la sobrevivencia de los más aptos” se convierta en el único principio organizador de la sociedad.
Es momento de que surjan nuevas visiones, transcripciones públicas y narrativas pedagógicas sobre el significado de la política, de la solidaridad, de la resistencia masiva y de la democracia en sí misma.
Aún tenemos la oportunidad de reimaginar un mundo en el cual el futuro no imite a este presente neoliberal depredador. Debe ser un mundo que una las luchas por la justicia, la emancipación y la igualdad social. Es más urgente que nunca luchar por un mundo que imagine y actúe sobre las promesas utópicas de una sociedad socialista democrática.
A pesar de la pandemia de COVID-19, las cuestiones de crítica, entendimiento y resistencia se elevan a una cuestión de vida o muerte. La resistencia es una necesidad urgente.
Globalización, técnica mixta. Adriana Chavarri
Notas
1 Henry Giroux https://truthout.org/articles/the-covid-19-pandemic-is-exposing-the-plague-ofneoliberalism/ April 7, 2020
2 Especialista en Docencia Universitaria-UNMDP. Maestranda en Práctica Docente (UNR). Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Profesora Adjunta en la asignatura Problemática Educativa y Taller de Aprendizaje Científico y Académico. Departamento de Ciencias de la Educación. Facultad de Humanidades. UNMDP. Es miembro del Grupo de Investigaciones en Educación yEstudios Culturales (GIEEC) y de CIMED (Centro de Investigaciones Multidisciplinares en Educación). Secretaria de la Revista de Educación (UNMdP) Email: lauraproasi@gmail.com
3 https://www.eurozine.com/we-created-this-beast/
4 https://www.eurozine.com/we-created-this-beast/
5 https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2020-03-16/coronavirus-foreshadow-s-biggerdisruptions- in-future
6 https://bostonreview.net/class-inequality-science-nature/amy-kapczynski-gregg-gonsalves-aloneagainst- virus
7 https://www.nytimes.com/2020/03/24/opinion/covid-ethics-politics.html
8 https://fordham.universitypressscholarship.com/view/10.5422/fso/9780823230754.001.0001/upso-9780823230754-chapter-22
9 https://thehill.com/homenews/administration/490089-trump-says-social-distancing-guidelines-tocontinue-through-end-of
10 https://www.washingtonpost.com/politics/inside-trumps-risky-push-to-reopen-the-country-amid-thecoronavirus-crisis/2020/03/28/b87fff62-6ee2-11ea-a3ec-70d7479d83f0_story.html?utm_campaign=wp_evening_edition&utm_medium=email&utm_source=newsletter&wpisrc=nl_evening
11http://view.email.bostonglobe.com/?qs=76c8773b3c83e1ce3706b6e0cd228fbb42be7417c3e64dec72b8a6775015a964e483cdd599d0e4ca541070bc08ad8ed08fef4a6f627574934c2d2815e3c9ea62c1b6dd7a01b6696c3241 20d3b44768c1a386b19ca7a79c93
12 https://www.washingtonpost.com/health/2020/03/29/coronavirus-strategy-economyplan/?utm_source=quintype
13 https://www.washingtonpost.com/
14https://www.nytimes.com/2020/03/28/us/testing-coronavirus-pandemic.html
15 https://www.washingtonpost.com/national-security/2020/04/04/coronavirus-governmentdysfunction/?arc404=true
16 https://longreads.com/2018/07/18/the-tyrant-and-his-enablers/
17 https://www.theguardian.com/us-news/2020/mar/28/trump-coronavirus-politics-us-health-disaster
18 https://www.cnbc.com/2020/03/27/coronavirus-trump-told-pence-not-to-call-washington-michigangovernors.html
19 https://www.washingtonpost.com/politics/2020/03/29/trump-bizarrely-blames-hospitals-maskventilator-shortages/
20 https://thenewpress.com/books/losing-reality
21 https://edition.cnn.com/2020/03/29/media/donald-trump-tv-ratings-reliable-sources/index.html
22 https://naomiklein.org/no-is-not-enough/
23 https://www.counterpunch.org/2020/03/27/bailouts-for-the-rich-the-virus-for-the-rest-of-us/
24 https://nymag.com/intelligencer/2020/03/frank-rich-what-a-plague-reveals.html
25https://wcfia.harvard.edu/publications/centerpiece/fall2018/transcript_jodidi11-5-2018
26 https://www.jacobinmag.com/2016/07/david-harvey-neoliberalism-capitalism-labor-crisis-resistance/