http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2018-220303
ARTÍCULOS
On the crossing point between university and gender perspective: a provisory diagnosis in Bahía Blanca, Argentina
José Ignacio Larreche* y Sandro Emanuel Ulloa**
Resumen: La Universidad Nacional del Sur, fundada como universidad nacional en el año 1956, funciona en la ciudad de Bahía Blanca con una oferta educativa amplia estructurada por departamentos académicos. Ésta no cuenta con institutos ni grupos constituidos vinculados al género o la perspectiva de la diversidad. Las acciones relacionadas con dichas temáticas se producen de un modo apartado, no como espacios vinculantes a nivel institucional. A partir de dos incidentes críticos relacionados con trabajos de investigación, se analizarán las tramas de poder que se producen al interior de la universidad y cómo los mecanismos institucionales pueden viabilizar o no el desarrollo de investigaciones, acciones políticas y subjetividades vinculadas con los géneros y las sexualidades. El propósito perseguido es abordar las tensiones que se suscitan entre el adentro y el afuera de la matriz universitaria en dichos temas, en virtud de demostrar los intereses contrapuestos: temáticos, académicos, presupuestarios y políticos, al interior de esta unidad universitaria.
Palabras clave: Géneros y sexualidades; Incidentes críticos; Matriz universitaria; Bahía Blanca
Abstract: Universidad Nacional del Sur, founded in 1956 in the city of Bahía Blanca offers a broad educational options, structured in academic departments. Despite this, it does not have an institute or groups specialized in gender, or diversity perspective. The few actions related to these issues that occur, seem to do so outside, but not at the institutional level. According to two critical incidents, we will analyze how the power plots produced inside the university could make possible the research development, political actions and the presences of other gender subjectivities. The purpose is to address the tensions between inside and outside university core in relation to gender and sexualities issues, in order to show an interest struggle: thematic, academic, budgetary and political, within this university unit.
Key words: Gender and sexualities; Critic incidents; University field; Bahía Blanca
La ciudad de Bahía Blanca se caracteriza por ser el centro urbano más importante de la región del sudoeste de la provincia de Buenos Aires o de la sexta sección, en términos electorales (figura 1). Esta cualidad responde a su carácter nodal en la región donde actúa como proveedora de diversas funciones que la dotan de una cierta jerarquía en relación a otras localidades aledañas. Si bien las funciones más reconocidas y vastamente investigadas (Formiga, 1995; Urriza, 2003; Diez, 2010) han sido las económicas, por contar con un área portuaria que integra la ciudad en el escenario global (posee uno los puertos de aguas profundas más relevantes a escala nacional), deben señalarse otras que también son demandadas como, por ejemplo, las actividades deportivas, de servicios, compras, de salud y educativas. El foco de atención del presente trabajo se concentra en estas últimas y, particularmente, en una institución pública vinculada a la educación superior que ocupa un lugar destacado en el imaginario colectivo de sus habitantes: la Universidad Nacional del Sur (UNS).
Figura 1. Localización área de estudio
Fuente: Larreche en base a juntaelectoral.gov.ar, 2017.
La actual UNS se erigió como el Instituto
Tecnológico del Sur (ITS), creado el 9 de octubre
de 1946, a través de la Ley Provincial
N°5051, bajo la órbita de la Universidad Nacional
de la Plata. La inauguración oficial data
del 20 de febrero de 1948 a cargo del rector Dr.
López Francés, designado por el presidente
Perón. Luego de algunas marchas y retrocesos
en las gestiones, producto de la inestabilidad
política que atravesaba el territorio nacional,
finalmente una comisión asesora del Poder
Ejecutivo resolvió la creación de la Universidad
Nacional del Sur mediante el decreto-ley
Nro. 154, del 5 de enero de 1956. Siguiendo
un orden cronológico, la UNS fue la séptima
universidad nacional creada en el país, siendo
precedida por las de Córdoba (1613), Buenos
Aires (1821), La Plata (1890), Tucumán (1912),
Litoral (1919) y Cuyo (1939).
Asimismo, ésta consta de una estructura
particular en relación con la generalidad de
otras universidades a nivel nacional: su estructura
académica dividida en Departamentos, a
diferencia de las tradicionales Facultades. La
diferencia estriba en que éstos poseen una jerarquía
administrativa menor y permiten la flexibilidad
y transversalidad en el conocimiento,
tanto en el dictado de asignaturas como en la
elaboración de proyectos de investigación en
virtud de pregonar la interdisciplinariedad.
Esto posibilita que las unidades académicas no
deben crear para sus carreras las materias que
otras dictan para las suyas, permitiendo a los
estudiantes1 cursarlas conjuntamente.
Los primeros Departamentos creados
fueron los correspondientes a contabilidad,
economía, física, geología y geografía, matemática,
ingeniería, humanidades y química,
muchos de los cuales promedian los 60 años
de antigüedad. En la actualidad, la UNS cuenta
con 16 departamentos académicos cuyas sedes
han ido modificándose tanto en lo relativo a
la ubicación geográfica como a la comodidad
de sus instalaciones. Esto no es un dato menor
si se repasa la concepción de la división
departamental, que enriquece la idea de una comunidad universitaria pero que, por otro
lado, la segmenta desde las trayectorias de
sus estudiantes en tanto crean percepciones
de valoración disímiles de acuerdo cursen en
un campus u otro. El desplazamiento de los
nuevos sectores hacia zonas abiertas refleja el
arquetipo del campus universitario que auspician
las regiones inteligentes o tecnopolos,
apoyados en arquitecturas modernas; alejados
de la centralidad de la ciudad y con pocas conexiones
del transporte público hacia el resto
de la ciudad.
Nos parece un dato revelador que las carreras
se enaltezcan en función de sus fachadas
y esto se traduzca en una escala de valorizaciones
sobre los perfiles de las y los egresados.
Más aún, esta connotación deriva, de forma
imperceptible, en distintos matices de la realidad
académica: el grado de importancia de
ciertas investigaciones, la distribución del
presupuesto asignado a cada departamento y
en la viabilidad epistemológica-axiológica de
ciertos problemas de conocimiento por sobre
otros2.
La universidad, en tanto que institución
educativa puede definirse, según Fernández,
como: “... un objeto cultural que expresa cierta
cuota de poder social” (2013, p.17). En este
sentido, las instituciones tienden a conservar
y a reproducir un orden normativo pero, a su
vez y muchas veces, de modo contradictorio,
generan condiciones de contrahegemonía,
vanguardia y/o crítica social que posibilitan
la construcción de nuevos órdenes sociales. A
partir de esta premisa, y retomando los datos
de los movimientos feministas o de mujeres
dentro de las universidades argentinas, puede
pensarse que las universidades han sido espacios
de resguardo y activación de los derechos
de y para las mujeres; por lo que se podría
afirmar que a pesar de las tradiciones conservadoras,
las universidades han generado situaciones
de habitabilidad para las temáticas de
género3. Apelando a la historia, puede mencionarse
la lucha de las primeras egresadas de la
Universidad de Buenos Aires, su vínculo con
los movimientos socialistas y la creación de las
primeras agrupaciones feministas.
Esta característica, que han asumido las
universidades argentinas, claro está, no representa
un patrón generalizado, aunque pueden
encontrarse resquicios de esos atisbos en los
centros de estudio, formación e investigación
que muchas universidades han desarrollado
y reconstruido en la actualidad. Así, podría
pensarse que la universidad expresa su cuota
de poder a partir de la incorporación de las
mujeres en una práctica profesional fuera del
mundo familiar, introduciendo las temáticas
de los géneros como contenidos, cátedras y
objetos de estudio y, también, en la generación
de propuestas políticas a problemáticas específicas
como combatir la violencia de género,
por ejemplo, en el reciente contexto.
A partir de todo lo dicho, resta pensar
qué sucede en el contexto universitario local
y cómo los estudios en esta línea se concretizan.
Así, resulta importante destacar que los
géneros y las sexualidades se instituyen como
campos socialmente construidos y, desde
esta perspectiva, resulta necesario atender las
transformaciones de los discursos sobre dichas
prácticas en entornos de la enseñanza universitaria
(Ortega y Pecheny, 2010). El dominio que
ocupan estas temáticas en la estructura formal
de las universidades resulta regionalmente heterogéneo,
donde algunas instituciones asisten
a una permanente actualización de la realidad
social y su retroalimentación institucional, en
cambio otras asumen una reciente incorporación
de dichos contenidos. No obstante, en su
mayoría se evidencia una orientación deliberada
hacia el tratamiento de estas teorías, ímpetu
que responde al rebasamiento de las fuerzas
del contexto que se nos imponen.
En Argentina las universidades reúnen una
gran diversidad de tradiciones ideológicas, políticas
y epistemológicas. Conviene preguntarse
qué aspectos de la matriz universitaria de la
UNS convalidan este enfoque, partiendo de la
base que existe una cultura institucional predeterminada
y que como demostraron diversos
autores (Blanco, 2014; Ortega y Pecheny,
2010; Vázquez y Martínez, 2013), las perspectivas
de género no son fácilmente aceptadas
en el contexto universitario. Por otra parte,
quizá resulte interesante destacar la tensión
epistemológica y política que atraviesa a los
estudios de género y de las sexualidades en sí mismos, es decir, como campo de saber. Como
menciona Butler (1990), estas inquietudes y
compromisos surgen en la militancia y la preocupación
ciudadana y, sobre todo, en la lucha
política “de a pie” en las calles, para luego
trasladarse a espacios de investigación y construcción
de conocimiento. En efecto, se produce
una retroalimentación propositiva desde
lo que las academias estudian y legitiman y lo
que las personas luchan y construyen. En este
sentido, en el segundo prólogo al Género en
disputa la propia Butler hace referencia a estas
tensiones en relación a su propia historia como
profesora universitaria y militante lesbiana, y
deja entrever que muchas veces los activismos
recriminan a la universidad una posición indiferente,
dada su pretensión de construir saber
escindiéndose de las problemáticas sociales
concretas, a pesar de no haber sido formalizados
en estudios acreditados4.
Una de las primeras iniciativas que alentó
la casa de estudios de Bahía Blanca, la cual
reporta una consolidación desde el año 2012
en materia de género, es la Cátedra Abierta de
Violencia de Género. Se trata de un programa
que aglutina diversos temas bajo esta piedra angular:
la relación que tiene el ámbito laboral con
la dimensión de género, las políticas de salud y sexualidad, la cultura patriarcal y sus efectos en
la sociedad civil a través de los medios de comunicación,
incluyendo estadísticas y teorización
en torno a la violencia de género que nomina la
propuesta (figura 2). A su vez, el ciclo también
convoca a distintos investigadores que se han
especializado en género y/o trabajan en organismos
vinculados, como el caso del Observatorio
de Género de la Ciudad de Buenos Aires o redes
no gubernamentales como la Red de Mujeres de
América Latina y el Caribe, e invita al público
en general a concurrir dado que la propuesta es
impulsada por la red local de violencia de género
en conjunto con la Secretaría de Cultura y
Extensión de la UNS.
Figura 2. Cronograma de charlas Cátedra Abierta
Violencia de Género
Fuente: Secretaría de Cultura y Extensión, UNS, 2017.
Es notable la diversidad en los temas y el
auge de concurrentes que ha ganado esta iniciativa
año tras año, aunque se deben apuntar
dos observaciones. En primer lugar, se considera
que sigue siendo insuficiente, principalmente
con vistas a una profundización y seriedad
en la temática a largo plazo en el seno
de la “academia”; y, en segundo lugar, queda
comprobado que la oferta de disertaciones
en torno a las sexualidades no goza del mismo
desarrollo, cuestión que podría no ser
objetable si se piensa que la Cátedra pretende
atender a ciertas demandas sociales y políticas
en donde el abordaje de las diversidades y las
sexualidades no aparecen como prioritarios. A
continuación ahondaremos sobre dichas afirmaciones.
Pensar en acciones duraderas implicaría el
aprovechamiento de tales disertaciones para
su integración en la estructura formal universitaria,
es decir, como uno más de los saberes
científicos fundados en acreditaciones oficiales
que se despliegan. Esto no desmerece la iniciativa
mencionada, ya que sus efectos extensivos
se pueden observar en la posibilidad de que,
bajo este formato, se socaven viejas ideas y se
inspiren nuevas reflexiones pensando en futuros
especialistas y tomadores de decisiones
académicos, pero sí se debe asumir que ésta
emana por fuera de la oferta oficial, es decir,
en los márgenes del conocimiento reglado y
en sintonía con una secretaría que debe dar
respuesta a menesteres de la sociedad que no
son más que su fuente constitutiva y, en donde
el género, por lo que se evidencia diariamente,
no puede resultar neutral ni omitido5.
En la mayoría de los casos, el género y la
diversidad sexual quedan enmarcados en la
esfera del posgrado a partir de seminarios
presenciales específicos o diplomaturas virtuales
a modo de postítulos bajo el patrocinio
de áreas que, según Ortega y Pecheny (2010),
históricamente han propiciado pensamientos
creativos y radicales como las Humanidades,
Ciencias Sociales y, en menor medida, la Psicología.
Esto responde a que “las modalidades
de regulación de expresiones e identidades de
género y sexualidad en el espacio universitario
se producen en estrecha relación con las
particularidades institucionales de cada Facultad
y los repertorios culturales disponibles
en cada una de ellas” (Blanco, 2014, p.173). La
UNS se muestra con dificultades para adoptar
esta tendencia. Únicamente el Departamento
de Humanidades es el que posee dos apuestas
institucionalizadas; existe un solo proyecto de
investigación específico bajo la dirección de la
misma docente-investigadora que dicta el único
seminario de posgrado en esta línea6. Esta
carencia es relevante cuando se constata que
la población universitaria está compuesta por
25000 estudiantes de grado y 2000 estudiantes
de posgrado, aproximadamente7. Si verificamos
que recientemente algunos tesistas han
tomado al tema del género, las mujeres y las
diversidades como objetos de sus investigaciones
de grado y posgrado, el panorama resulta
desalentador8.
Retomando el organigrama de la UNS,
se puede señalar lo realizado por el departauna impronta patriarcal. Durante el 2017 se
impartió el Programa de Género, Igualdad y
Derecho que nucleó a referentes como Diana
Maffia y Patricia Gómez. No obstante, dicha
propuesta sigue estando circunscripta al exterior
de las aulas, donde aún no se evidencia el feedback deseado hacia los cronogramas de las
cátedras, por lo menos desde las declaraciones
de sus estudiantes.
En consecuencia, la falta de contenidos
sobre género y sexualidad en los troncos comunes
de las carreras es percibido como una
falencia por parte de las nuevas generaciones9 que organizados han promovido distintas actividades,
protagonizadas por los centros de
estudiantes que se apropian de esta laguna en
el conocimiento e intentan subsanarla de alguna
manera, no sólo promocionando charlasdebate,
ciclos de cine o realizando marcajes
en diferentes espacios de la sede que desandan
sino en la militancia, como afirmaba Butler;
se movilizan en manifestaciones no como una
forma de enriquecer la academia con el activismo,
sino de concebirlas dialécticamente en
su anidación.
Figura 3. Marcajes realizados por estudiantes del Departamento de Humanidades, UNS.
Fuente: Larreche, 2017.
Blanco sostiene que:
…la relación entre universidad y regulaciones sexo genéricas permite ser abordada a partir de múltiples entradas analíticas: currículos, programas y formatos institucionales (cátedras, institutos, grupos de estudio y materias electivas, entre otros) que indagan el género y las sexualidades como campo de conocimiento en el ámbito académico (2014, p172).
Como otra entrada analítica, también se puede agregar la experiencia de los autores de este trabajo y, a partir de algunos incidentes críticos, demostrar cómo los sujetos atraviesan las instituciones y sus paradigmas con distintas intensidades. En esta dirección, es preciso aclarar que se hará mención a dos momentos particulares de las trayectorias estudiantiles de los autores: el proceso de elaboración y defensa de la tesis de grado en Filosofía y la discusión suscitada en una comisión de posgrado en torno a un plan de trabajo como parte de la postulación al Doctorado en Geografía, respectivamente.
–Primer incidente crítico
Para comprender las tensiones que se producen
en el marco de la aceptación o el rechazo
de una potencial investigación en Geografía
Social que pone de relieve atributos sociosexuales,
primero debemos hacer referencia a
algunas tensiones internas de la propia ciencia
geográfica. Desde su surgimiento la Geografía
ha estado imbricada en las ciencias nomotéticas
(ciencias naturales) que entendían al espacio como un simple contenedor de procesos,
medible y cuantificable como sus principales
propiedades. Esta perspectiva sería criticada
posteriormente por geógrafos más humanistas
y radicales en la segunda mitad del siglo XX,
para llegar a definir un objeto de estudio propio
como el espacio geográfico, centrado en la
relación sociedad-naturaleza. A partir de esta
institucionalización, la Geografía se convierte
en una ciencia social a pesar de que los resabios
de objetividad y el imperativo de metodologías
cuantitativas parecen seguir presentes por lo menos en ciertas discusiones en el campo de la
investigación, desde un plano prioritario.
Este es el nudo del conflicto en la negociación
para obtener apoyos en un auditorio, al menos
en la UNS. En consecuencia, proponer un
proyecto alusivo al género y las sexualidades y su
correlato espacial, puede ser una decisión valiente,
a pesar de que compilados como el Tratado de
Geografía Humana (presentados en diversas cátedras
a lo largo de la carrera) reconoce y ratifica
que nuevas líneas de investigación, propias de
Geografías Posmodernas y críticas, son urgentes
de abordar 10. Entonces, al momento de evaluar
un trabajo con el enfoque mencionado, aparece
la tradición disciplinar, la heteronormatividad y
los atisbos de la descalificación.
La geografía es una ciencia social y, por lo
tanto, está en condiciones (y en obligación) de
poder decir algo en relación a la dimensión espacial
de las cuestiones de género y diversidad
sexual. A contrapelo, sus herencias ideológicas
la patentan como una “institución heterosexista”
(McNee, 1984) que se materializa en los
gestos o posicionamientos de ciertos colegas
al momento de ser interpelados por nociones
como “sexualidad” o “género” que, inconscientemente,
tocan fibras de socializaciones
culturales propias. En efecto, no es malo que
el tesista sea respaldado por una dirección
conjunta que conjugue la geografía y la antropología
pero los resquemores que supone
un “tema novedoso” para ciertas autoridades
puede representar otras inferencias, a pesar
de que los primeros aporte de la Geografía del
Género datan de 1980. Para contener la novedad
y encasillarla en los cánones vigentes, se
esgrime primero, la exotización científica que
se verbaliza con expresiones sutiles como “qué
tema extraño”, “qué fuerte” que culminan, en
segundo lugar, en reajustes de términos para
poder adoptar un título adecuado.
El caso proporciona un dato en sí mismo ya
que como postula Blanco “para analizar las normas
sexo genéricas en la universidad es necesario
atender a la vergüenza que produce el tema
de la sexualidad en este espacio e ir ubicando
el modo en que esta modula las interacciones
cotidianas…” (2014, p.182). Todas estas instancias
rebasan la mera aceptación o rechazo de un
proyecto (que en algunos casos significa acceso
a becas y fondos de investigación) o repensar
que estos tópicos ameritan el quehacer intrínseco
de la geografía como ciencia social. Aquí se
trata de detectar los efectos que para el investigador
se pueden combinar al afrontar esta evaluación:
“…el miedo a la mirada, la prudencia o
el llamarse a silencio frente a la opinión ajena”
(Elías, 2009) que promueven no sólo un tabú
cognitivo sino una tensión interpersonal, como
se verá en páginas posteriores.
Agüita sembrada, fotografía. Andrea Talone
–Segundo incidente crítico
Este incidente crítico se produce a partir
de la elaboración y defensa de la tesis para la
Licenciatura en Filosofía. En relación a este aspecto,
cabe destacar que las orientaciones de
formación para dicha carrera son: “Historia de
la filosofía”, “Lógica y filosofía de la ciencia” y “Filosofía teórico-práctica”. Así, como puede
verse, las temáticas interdisciplinarias de géneros,
sexualidades y/o educación, no tienen
un campo de formación específico, aunque de
modo general podrían encuadrarse dentro delúltimo eje. A este problema epistemológico se
suma otro que ya se ha relatado en este trabajo,
es decir, la falta de formación específica en la
temática dentro de la orientación, es decir, no
existen seminarios de grado o posgrado regulares
para esta temática, más allá del único seminario
de posgrado mencionado más arriba.
Por otra parte, es necesario destacar que
dentro del Departamento de Humanidades,
como en el resto de la UNS, no existía un área
o espacio de géneros y sexualidades formalizado
que produzca investigaciones, conocimiento
y/o formación académica, más allá de voluntades
individuales o apuestas aisladas. Esto
se agudiza si se piensa que el proceso de tesis
de la que se habla en este trabajo comienza en
el año 2002 y finaliza con la defensa de la tesis
de grado en el año 2012.
La tesis en cuestión se llamó “La teoría
queer y la formación docente en la provincia
de Buenos Aires”. Como se puede apreciar, este
trabajo se enmarca dentro de la Filosofía pero
en la perspectiva amplia que propone la interdisciplinariedad
del campo de los estudios de
género, sobre todo para las ciencias sociales. Al
momento de la elección del director de tesis,
la única persona del área y con la acreditación
necesaria exigida por la universidad manifestó aceptar la dirección sin conocer la temática y
sólo para “hacer el favor” de que el postulante
se recibiese. Luego de ello, en el momento de la
evaluación de la tesis, ésta fue juzgada por dos
personas del área de historia, explicitando que “no son feministas, ni se reconocen como tales
en sus estudios académicos”, por lo menos en
ese momento.
Por último, finalizada la exposición, el tesista
sufre una situación de incomodidad en el
espacio universitario que deslegitima su espacio
de trabajo e influencia en la temática específica,
a pesar de haber sido consultado como
“conocedor en el tema” en otras actividades
que el departamento académico ha generado,
como han sido jornadas y congresos o, incluso,
la redacción de políticas departamentales. En
esta situación se puede observar una descalificación
de los temas estudiados y del campo
específico epistemológico, considerándolos
como temas menores, que no requieren preocupación
académica, intelectual o institucional.
A su vez, las prácticas universitarias avalan
y defienden un orden presunto de poder
que debe ser conservado y, desde este espacio
y este orden, se posicionan y se legitiman los
roles de quienes dirigen y evalúan tesis dentro
del propio ámbito universitario. Debido a
ello, podría pensarse que la propia estructura
del conocimiento y su episteme construye
formas adecuadas (desde la hegemonía) en la
producción del conocimiento académico. De
esta manera, se rechazan y quedan por fuera la
posibilidad de producción que generan otras
epistemologías y corrientes filosóficas.
En este apartado se desea exponer qué lógica
se oculta cuando se perpetúa un tratamiento
de estos temas subsumidos en el ethos institucional
que, en su acción (omisión) despliega
una discriminación ante otras iniciativas académicas.
A partir de la oferta actual mencionada
(Cátedra Abierta de Violencia de Género)
es posible vislumbrar un pragmatismo que,
si bien es positivo, queda eclipsado por una
institucionalización secundaria12 (Ortega y Pecheny,
2010). Esto canaliza, desde el entender
de este trabajo, una visión instrumental de la
temática ya que todavía no se traduce en repercusiones
a nivel formativo, de grado o de
posgrado. En adición, la falta de financiación
y apoyo institucional deviene en un doble esfuerzo
para quienes deciden especializarse en
estas líneas. Pensamos que no siempre existen
dificultades en la construcción de conocimientos
de contenidos sociales angulosos, pero en
este caso, las reflexiones pueden ostentar una “función de espejo” dentro de la academia que
ponen en jaque la organización de ciertas disciplinas
o la misma política universitaria.
Más allá de algunos faros que empiezan a
reconocer la alteridad en espacios de informales
de la UNS como en la vertiente de extensión, es crucial seguir cuestionando el carácter
público de la universidad en términos de
significatividad epistemológica y relevancia
social, esto es revisar los alcances de lo público de la universidad pública. En este punto se
adhiere con Blanco (2014) que esgrime que en
la tradición argentina la universidad carga con
los sentidos de acceso irrestricto, gratuidad,
pluralidad y masividad que configuran el sentido
prístino de la educación pública, pero la
promesa de inclusión está aún pendiente respecto
de la atención al funcionamiento de las
regulaciones sexo-genéricas en la experiencia
estudiantil, a la que se puede agregar, también,
la docencia y la investigación, en condiciones
de proporcionar mecanismos de reactivación
de otros sentidos: aquello accesible a la mirada,
a los regímenes de visibilidad y a las alternativas
posibles.
Moreno comenta que:
Si bien se ha liberalizado el discurso social acerca de las sexualidades desde fines de la década de 1980, gays, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros, bisexuales e intersexuales experimentan limitaciones en el acceso a recursos valorados socialmente y, con frecuencia, también son objeto de represión por parte de la fuerza pública (2008, p.221).
En este sentido, podría pensarse que desde
el espacio de la universidad puede observarse
la limitación a los “recursos valorados socialmente” en la negación, obstrucción y deslegitimación
de las problemáticas de género y
sexualidades en el campo de la investigación
y la intelectualidad. Aquí también, parece necesario
rescatar la idea de “curriculum nulo” en relación a los géneros y las sexualidades,
cuando no se vuelven objeto de investigación
y análisis de ningún espacio formal. Retomando
los incidentes críticos antes mencionados,
puede agregarse que, por ejemplo, dentro de la
Licenciatura en Filosofía en la UNS, en ninguna
materia del plan de estudios se menciona,
aborda o plantea, al menos al modo de “vigilancia
epistemológica” (Chevallard, 1997) las
problemáticas de que ocupan a este trabajo,
a pesar que muchos de los contenidos específicos
de la carrera se “chocan” o se legitiman
en conceptos filosóficos; de esta manera puede
convalidarse lo que plantea Butler cuando
menciona que los estudios de género son, por
definición, filosóficos pero que La Filosofía se
escandaliza ante dicha temática. Quizá por ello,
la misma filósofa reconoce que: “... hay más de
dos versiones de la filosofía… La filosofía institucionalizada
hace ya tiempo que no va a la
par consigo misma, si alguna vez lo estuvo, y
su vida fuera de los límites de la filosofía puede
tomar varias formas. No obstante, de alguna
forma, cada una de ellas está perseguida, sino
acechada, por la otra” (2004, p.324). Lo mismo
acaece con la geografía tradicional (demográfica)
y las nuevas geografías sociales.
A partir de lo antes dicho y desde la experiencia
de los autores de este texto, parece necesario
rescatar una hipótesis que se desprende
de la “no presencia” de los temas de género y
de sexualidades en los campos del saber universitario
local. Esto es susceptible de revestir
una forma de homofobia subrepticia o heterosexismo
agudo que se legitima en el rigor que
supuestamente necesitan las investigaciones,
la formación académica y el trabajo intelectual
en el campo de los marcos universitarios.
En síntesis, retomando a Butler (1990), parece
necesario pensar que la presencia del género y
las sexualidades como temas de investigación
y “de academia” tienen que ver con sus autores,
como la propia autora lo menciona de sí misma:
“A pesar de la dislocación del sujeto que se
efectúa en el texto, detrás hay una persona…”
(1990, p.20). De esta manera, las resistencias a
las temáticas propuestas, también es un rechazo
a las personas que los estudian y, por ende,
a las condiciones personales que encarnan.
Esta situación también se replica cuando se
piensa la condición de “misoginia estructural”
que atraviesa la realidad latinoamericana, por
ejemplo (Segato, 2013).
–¿Un punto de inflexión?
Ciertos cambios o, mejor dicho, microcambios de índole cultural son lentos de advertir y, en ocasiones marcadamente más lentos si las instituciones modernas permean esas aceleraciones posmodernas. No obstante, conforme transcurrió un lapso de tiempo es posible divisar una gradual decantación, en el seno de la UNS, de un gran cúmulo de perplejidades que interactuaban más con el afuera, dilatándose en el adentro. Se cree que la decantación ocurre puntualmente en la segunda parte del 2017 cuando el Departamento de Humanidades invita a la especialista y feminista Vanesa Vázquez Laba para compartir una experiencia que se estaba llevando en la Universidad de San Martín (UNSAM): debatir un protocolo tendiente a prevenir la violencia de género13. Con un despliegue de dos días continuado con un taller incluido, se corroboró el interés que despertó este dispositivo que convocó a muchos de los investigadores inmiscuidos en el tema que habían estado diseminados. Las discusiones suscitadas y el gran contraste de la instancia local con muchas experienciasmodelo de otras universidades de la provincia en dichos asuntos14 tuvieron una repercusión positiva al movilizar a estos investigadores. Es así que desde agosto de 2017 funciona el Observatorio de Género y Sexualidades de la UNS y, un mes después se conformó el primer espacio institucional, es decir, legimitado: Grupo de Género y Feminismos. Aquí se vislumbra el funcionamiento departamental que no se había percatado en directivas anteriores ya que se trata de un grupo interdisciplinario (docentes e investigadores del área de historia, geografía, sociología, economía, salud, antropología) apoyados en un plano de investigación-acción.
Agua poco, el memorioso, fotografía. Andrea Talone
Cuando se indaga el cruce entre una universidad,
en este caso la Universidad Nacional
del Sur en Bahía Blanca y la perspectiva de género
que emana de la misma, en lo relativo a
sus diferentes ámbitos de acción, se presentan
desajustes. Las iniciativas de esta índole se concentran
en la esfera de la educación no formal,
a través de proyectos de extensión orientados
a la comunidad en general, haciendo eco de la
función pública de la Universidad. De forma
menos sistematizada pero igualmente valiosa,
los estudiantes del departamento de Humanidades
también han revitalizado el sentido
político de estas cuestiones en un planteo más
horizontal, territorial y visual. Pese a esto, los
formatos de educación formal se han mantenido
impolutos ante las contaminaciones del
contexto en materia de género y diversidad. La
carencia de transversalidad (desaprovechando
también la estructura departamental) que ostentan
las apuestas antes mencionadas en los
cronogramas, cursos, seminarios y clases de
las carreras que conforman el núcleo duro de
la “academia”, conduce a suponer un eventual
utilitarismo e institucionalización secundaria de estos temas-problemas. Por ende, se asiste a
una dicotomización de los ámbitos de acción y
de omisión, que se compartimentan en un por
fuera y por dentro de las acreditaciones y, por
ende, de la legitimidad científica.
A partir de dos experiencias se reparó en
cómo las disidencias temáticas y conceptuales
van siendo normalizadas para comprenderse
en intereses de acreditación universitaria,
prestigio epistemológico y funcionamiento del
engranaje del sistema universitario (no olvidemos
que es una institución moderna). Aún hoy,
quienes se dedican a los géneros y las sexualidades,
quienes hablan yuxtaponiendo lectura
y militancia resultan incómodos y van siendo
deslegimitados, al mismo tiempo que corridos
y reducidos de la escena universitaria.
Se puede pensar así, que se investiga desde
la hegemonía, es decir, a partir de la construcción
de saberes legítimos que han sido elaborados
para validar conocimientos, prácticas
sociales y culturales y, también, instituciones y
subjetividades. En este sentido, la producción
de conocimiento académico parte de lo hegemónico
y, a su vez, refuerza estas estructuras y
estas lógicas de hegemonía, al tiempo que genera
una expulsión de todo lo que queda por
fuera de ella. De esta manera, toda producción
no hegemónica no se establece, de por sí ni necesariamente,
como contrahegemónica, sino
que es rechazada y/o menospreciada cuestionándose
su rigurosidad científica, su fidelidad
académica e, incluso, su aporte a un campo de
conocimiento. Lo que queda por fuera es relegado
a un espacio marginal que se escapa de
las lógicas y los beneficios que la legitimación
académico-universitaria posibilita y determina.
El canon universitario, con su reforzamiento
de lo hegemónico, se posiciona desde
una moral-moralizante del conocimiento que
se sustenta en el patriarcado (como sistema
político y epistemológico), el heteronormativismo
y el falogocentrismo. Esta construcción
de moral separa de modo maniqueo las investigaciones,
los trabajos y las producciones
de conocimiento hegemónicas, de las que no
merecen ni siquiera ser contempladas, es decir,
aquellas que escapan a las estrictas construcciones
morales del canon hegemónico.
Cuando autoras como Morgade (2011)
mencionan que “toda educación es sexual”,
están haciendo referencia a que se transmiten
valores, certezas y normas de qué son los géneros,
las sexualidades y cómo ellas se vinculan
con la investigación, el trabajo universitario y
la condición de academia a la que se someten
los estudiantes.
En la última sección se señalan algunos
tímidos avances que se han producido muy
recientemente y que demuestran un funcionamiento
más próximo a la interdisciplinaridad
y el posicionamiento político (postulan de
forma separada el género de los feminismos)
como articulación institucionalizada, impulsada
por mujeres con perspectiva de género en
posiciones de poder. Por último, suscribimos
a la invitación que realiza Braidotti en torno a
la institucionalización de estos asuntos: “…la
mejor práctica de enseñanza consiste en dejar
abiertas las propias convicciones al escrutinio
crítico de las generaciones más jóvenes…los
intercambios intergeneracionales es esencial
para el objetivo de establecer una genealogía
de las teorías feministas” (2004, p.229) y, también queer.
Notas
* Universidad Nacional del Sur-CONICET | Argentina https://orcid.org/0000-0002-0949-505X. joseilarreche@gmail.com.
** Instituto Superior de Formación Docente N°3 y N°86 | Argentina https://orcid.org/0000-0003-4172-3937. sandroug@gmail.com.
1 La forma del plural masculino puede crear incomodidades o simplificar la problemática ya que se ejerce un borramiento de otras identidades de género y orientación sexual pero es una cuestión de practicidad y formato y no de posicionamiento político.
2 A su vez, debe tenerse en cuenta que estas valoraciones y representaciones se construyen a partir de las luchas que mantienen entre sí los distintos campos de la ciencia, más allá de las políticas y acciones universitarias e institucionales.
3 Para algunas referentes como Braidotti (2004) el género es una categoría en crisis para la teoría feminista al ser una noción vaga, de impropiedad teorética y amorfa en su naturaleza política. En este sentido, los sectores desde donde partió la crítica más pertinente han sido las teorías de la diferencia sexual; el de las teorías poscoloniales y las feministas negras y el de las pensadoras lesbianas.
4 Aquí, resulta necesario destacar que el problema mencionado sobrepasa los estudios de género y alude a la construcción de conocimiento en sí que las universidades realizan, en un marco de otras tensiones y otras dimensiones que resultan del financiamiento, el prestigio e, incluso, la utilidad del conocimiento.
5 Blanco (2014) expresa que las discusiones iniciadas en 2002 en torno al matrimonio entre personas del mismo sexo, la identidad de género, la trata de personas o la violencia de género, en el que se produjeron regulaciones jurídicas específicas, y que transcurrida más de una década, invitan a interrogar en el presente los alcances de estas transformaciones en los ámbitos cotidianos.
6 Historia oral, voces no hegemónicas e identidades, acreditado por el programa de incentivos hasta el 31/12/2017 y el curso de posgrado denominado Género y Diversidad: Género, sexo, “raza”, etnia y clase. Cruces y yuxtaposición, respectivamente.
7 Datos brindados por la Secretaría General de Relaciones Institucionales y Planeamiento (2015).
8 Vale recordar la posición de Bahía Blanca y la UNS como centro de influencia para estudiantes de la zona contigua que deciden migrar por motivos de formación y especialización.
9 “Generación” señala una serie de rasgos culturales e históricos que permiten recortar del conjunto de la sociedad a un grupo socializado bajo características comunes. Siguiendo a Carles Feixa, lo que diferencia a una generación de otra es, por un lado, una serie de factores históricos y estructurales y, por el otro, un sentimiento de “contemporaneidad” expresado por recuerdos en común, “acontecimientos de generación”, espacios comunes y auto calificaciones (Feixa, 1998: 52).
10 Ver Lindón, A. & Hiernaux, D. (2011) Los Giros de la Geografía Humana: Desafíos y horizontes. Editorial Anthropos.
11 Cfr. Fox Keller, E. (2000). Lenguaje y vida. Buenos Aires: Manantial.
12 La institucionalización existe pero es secundaria ya que el interés también lo es en un contexto donde otras necesidades del mercado son prioritarias (Ortega y Pecheny, 2010).
13 Durante este año el Departamento de Humanidades de la UNS invitó a la Dra. Vanesa Vázquez Laba para comentar e inspirar la experiencia de la aplicación del protocolo en la Universidad de San Martín (UNSAM).
14 Para citar distintos ejemplos, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) cuenta con el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG); la Universidad de San Martín (UNSAM) cuenta con una consejería dentro del Programa contra la Violencia de Género, que asesora y deriva estudiantes en casos de violencia o salud sexual; la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS) ofrece una diplomatura en Géneros, Políticas y Participación, entre otros.
Bibliografía
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12. Fox Keller, E. (2000). Lenguaje y vida. Buenos Aires: Manantial.
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Fecha de Recepción: 10 de febrero de 2018
Primera Evaluación: 20 de mayo de 2018
Segunda Evaluación: 13 de julio de 2018
Fecha de Aceptación: 13 de julio de 2018