DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2017-210208

RESEÑAS

 

Silvia Duschatzky. Política de la escucha en la escuela. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2017: 197 páginas.

 

En el presente libro, Duschatzky da continuidad a una línea de trabajo que sitúa los procesos de deconstrucción en el campo educativo. Desde este planteo, aborda y desarrolla diferentes constructos teóricos para ofertar nuevos ejercicios con el lenguaje, a partir de diversas formas proposicionales. De este modo, la autora apunta a hacer un trabajo con la economía discursiva. Lo expresa de la siguiente manera: “hay política de la escucha cada vez que nuestro pensamiento se hace y deshace, hay política de la escucha en la construcción de un entramando que trabaja en la lengua (escolar) tornándola menos escolar y volviendo más viva la escuela” (2017, p.22). Esta sentencia la lleva a sostener el principio que guía todo el texto. La política de la escucha es “extralegal” y, por eso, propone volver a mirar los hechos o bien, correr el velo sobre esa mirada que se hace habitualmente.


“Para el lado de Trenel”, técnica mixta. María José Pérez

En el primer capítulo del libro, denominado“Desbaratando el lenguaje escolar”, se desarrollan las afirmaciones anteriores. Se trata de un ejercicio de pensamiento que tiene como propósito la apuesta a salir/correrse de la escena escolar y regresar con otra mirada. La autora se pregunta sobre la capacidad y potencia de las afirmaciones para abrir un umbral de investigación. Sugiere abandonar un lenguaje que cristaliza los discursos escolares y propone al lector hacer hablar a la escuela (producir y escuchar otros lenguajes) y, a su vez, afirma que lo conocido no siempre resulta experimentable. Ante determinadas situaciones escolares, los sujetos se vuelven ignorantes. Esta es una experiencia potente que al mismo tiempo se vuelve una virtud, ya que encuentra desprevenido al sujeto y le permite abrir nuevas interrogaciones y afectaciones. Duschatzky se pregunta acerca de lo que encuentra un/a profesor/a en el aula y que, confrontado en esa escena, se abre a preguntas, o bien constata sus propias desilusiones. La autora redobla la apuesta y despliega otro interrogante, se pregunta si el/la docente es capaz de realizar otros movimientos, es decir, cambiar a una posición que permita la apertura de otro lenguaje, otro modo de estar con los problemas. Una suerte de movimiento donde se experimenta, según la autora, “el sentir-pensar de las mutaciones” (2017, p.28). Se deben suspender los juicios (pre-juicios) para que emerja la intuición, ya que se “navega mejor en un lenguaje minimalista, agujereado e inquietante” (2017, p.30). Esta situación permite, además, abrir a diversas formas de percibir, sentir, actuar, pensar, porque la escuela es un territorio en el que se pone a prueba lo común de la existencia. La escritura ocupa un lugar central, los/as profesores/as al escribir se tornan aprendices. La autora sugiere describir y pensar lo sensible de cada una de las escenas, al poner a trabajar el desconcierto sustraído de los poderes que los gobiernan. Duschatzky afirma que la escuela le saca el erotismo a las palabras, ya que se aleja de las preguntas primordiales sobre la condición humana acerca del atributo que nos hace misteriosos como especie: el lenguaje.
El segundo capítulo, “Cómo habitar el “desastre”, se trata de otra invitación, pero ahora a permanecer a un costado, de manera perpleja, fuera del plano representacional de la palabra y sus connotaciones negativas. La autora retoma el pensamiento de Maurice Blanchot (2010), quien recupera la noción de desastre y sostiene que el sujeto se enfrenta al siguiente dilema: o sigue pensando con las claves de un discurso moderno o bien, ante el desconcierto, procura condiciones afectivas que lo lleven a nuevos modos de pensamiento para habitar el desconcierto hallado. “La potencia del desastre es la potencia de la interrogación” (2017, p.56). La autora propone una interrogación en los modos de sentir, ver y comprender los diversos sucesos escolares grupales e individuales. Conversa con el colectivo docente “Ver qué onda”, se trata de un grupo de adultos/as conformados en un cuerpo, donde registran, comparten, circulan y hallan interlocutores en una conversación. Privilegian el trabajo con los fragmentos de diversas situaciones escolares, donde se echa a rodar la pregunta por la indeterminación de lo educativo. Recuperan las ideas de Baruch Spinoza y Gilles Deleuze y proponen el encuentro educativo no como un encuentro de persona a persona, sino de cuerpos sensibles que se vinculan en torno a problemas. Este punto de partida lleva a este colectivo docente a probar y experimentar lo incomprensible, a aquellos problemas que se condensan en la desorientación y en un mar de nuevas preguntas. “El encuentro sucede entre sensibilidades atraídas por probar lo que desconocen. El encuentro no se planifica, no se anticipa, sucede” (2017, p.60). Para finalizar el capítulo la autora se pregunta: ¿Con qué cuerpo habitamos el desconcierto?
El tercer capítulo, “Fuera del rol, en el medio de las cosas”, retoma aportes de Jacques Ranciere (2003) para indagar sobre la poderosa fuerza del lenguaje del rol (docente-alumno/a y otros). Se propone pensar al maestro, “efecto túnel”, que prueba siempre otra vía como efecto de advertir el agotamiento de un modo de enunciar los problemas, “imaginemos entonces que no sabemos lo que hace un maestro y por eso lo pensamos dibujando imágenes devenidas en un hacer, un intuir, un sentir que se interroga” (2017, p.71). Allí la autora sentencia que si no hay rol, entonces habría modos de estar (maestro). Posicionados desde este lugar, maestro/a, profesional, adulto/a, todos experimentan lo incómodo, lo difícil, lo que no anda, pero también,cómo saber intervenir en el momento justo. El efecto túnel, metáfora utilizada en la física cuántica, le permite a la autora explicar cómo, en determinadas escenas educativas actuales, la experiencia de mutación del cuerpo, las formas de afectar y ser afectados ofrecen un nuevo suelo para el despliegue de otros saberes, otros efectos, otros modos de vida, experiencias sensibles capaces de hacer mundo en los sujetos y las instituciones.
Para finalizar este apartado, Duschatzky, con la colaboración del sociólogo Leandro Barttolatta, describe y analiza diversas escenas de la película danesa “Class Enemy” (Bicek, 2013). Esta película aborda la vida escolar de un grupo de adolescentes donde circulan el aburrimiento, la apatía y el suicidio. Situaciones de incomodidad para adultos/as, pero que a la vez originan una potencia de preguntas que interpela a las diversas subjetividades escolares.
El capítulo cuatro, “Pensamiento mutante en la escuela”, es elaborado junto al investigador y ensayista Agustín Valle. Ambos autores inician el texto presentando diferentes situaciones donde explicitan las dispares condensaciones de significados que se construyen en las culturas escolares. Presentan el concepto animus, término que carece de nominación, “Donde el acto de nombrar importa tantísimo más que el nombre solidificado” (2017, p.97). Ubicados desde esta posición, proponen percibir la naturaleza mutante de lo sensible y los sentimientos que se involucran en diversas escenas. A partir de las ideas sobre la mutación, se recupera el relato de un director de escuela nocturna quien se sorprende con la presencia de un joven medicado y su desborde pulsional, a la par que vivencia variadas mutaciones sensibles en su subjetividad a partir del ejercicio de la escritura. Dicen los autores que fuera del rol, hay tareas, como por ejemplo, pensar qué figuras nominan y condensan significaciones. La cosa, según lo expresan Duschatzky y Valle, es encontrar un lenguaje que nomine, piense e interrogue sobre conceptualizaciones tales como nodo, galpón, no escolar, territorio, entre otras. La política de la escucha, en las instituciones escolares, pretende partir de esta deconstrucción para realizar un ejercicio de nominación que ayude a cambiar de posiciones y salir de cristalizaciones arraigadas en el entorno escolar.
En el quinto capítulo, “Nombrar lo común”, se retoman ideas trabajadas en otros libros de la autora, para seguir pensando a la escuela como un territorio que no es solo un espacio, sino un tiempo de rebelión, un camino que transcurre movido por problemas que piden ser investigados. Retoma la experiencia que realiza la escuela ETICA en la ciudad de Rosario. En esta escuela no hay directores, las decisiones institucionales se toman en asamblea y, además, es una institución que no ha obtenido el reconocimiento oficial. Lo interesante es que ni maestros ni estudiantes faltan a las clases. Entonces surge la pregunta ¿qué hace la escuela? Emerge una escuela que inventa el tiempo, que hace experiencia, trabaja con materias vivas que vibran, desde un modo de interrogación que esboza un sentir común que hace a una comunidad sin atributos, una comunidad por-venir. Se trata de una experiencia micropolítica que hace mundo. Cierra el capítulo retomando una conversación con los/as compañeros/as docentes de ETICA. En esta instancia, aparecen preguntas y reflexiones acerca de la experiencia en común, se piensa lo escolar desde estas coordenadas, las formas institucionales, las operatorias de producción subjetiva, el trabajo sobre los enigmas situacionales, la escucha de señales imprevistas, el trabajo en la atención en lo mutante, el modo de hacer la política. Esta forma de escritura se torna una instancia de ebullición que puede ser comprendida como un momento pleno de intuición.
En el capítulo sexto, “Hacerle algo a la lengua”, se abordan aquellos problemas que tensionan al lenguaje, al habla. Según Duschatzky, el lenguaje aparece adosado al cuerpo, se trata de un aparato fonador más que la voz, sin que se pierdan de vista las operaciones receptivas e inventivas que propician la interrogación. La trasmisión se conjuga a través de la conversación y los efectos que genera. Necesita pensarse como asunto político, donde se rozan las tensiones de un tiempo vivido y un tiempo corporizado. Ubicada en estas coordenadas, concibe al sujeto con una identidad inestable, con un cuerpo, sensibilidad e individuación inacabados, que se constituyen en un universo relacional. El intercambio que se produce siempre es trabajoso e incierto. Expresa la autora: “hay indicios, señales, fuerzas, sensibilidades, experiencias que se tornan materia de interrogación, y componentes que intervienen en las cualidades que se tornarán los intercambios” (2017, p.150). Además, la autora se pregunta acerca del maestro como figura de transmisión y asegura que hay materias de transmisión sin dueño y cualidades de intercambio que se arman a partir de ese “entre”. A esto se le agregan las relaciones que se establecen con el lenguaje, desde una actividad pensante y no como recurso comunicativo de códigos instituidos, sin que ello pierda el problema de la historicidad. Por último, concibe a la transmisión como aquella operación que transforma la relación con las cosas. Indaga acerca de la política de la escucha y la comprende como el sentido en el que se unifican oralidad y escritura. La autora destaca que el corpus construido a partir de los intercambios con los/as docentes, permite la aparición del método de escritura textual al que denomina método disonancia, in-comunicación y desplazamiento. En la operación disonancia, se trata de un decir que viene a desacomodar no sólo la estructura compacta, sino la presunción de un saber sobre lo que se escribe. Se trata de una idea que asoma como un pliegue no explícito en eso que se dice, la disonancia resuena, nunca resulta evidente. La incomunicación, por su parte, es ingresar a una caja de resonancias que abre un universo impensado y donde hay que correrse de la inercia comunicativa para encontrarse con eso que no se podía escuchar antes. La operación de desplazamiento consiste en hacer inagotable ese hacer algo con la lengua. Al escribir surge un plus que se convierte en material de escucha y de trabajo. Lo pensable aparece en la escritura como actividad que excede la mera transmisión de lo que se sabía que se pensaba.
Junto a la psicóloga Elina Aguirre, la profesora de Historia Clara Cardinal y la psicóloga Luciana Galende, realizan un ejercicio de deconstrucción de escenas escolares entre adolescentes y adultos/as en las instituciones educativas. El ejercicio de conversación, la escritura y reescritura permite vincular e ilustrar diferentes conceptos desarrollados en la obra como ánimus, afiliación, transmisión, entre otros.
El capítulo siete, denominado “La gestión de lo ínfimo”, se inicia retomando los aportes de Jorge Alemán (2013), quien analiza el contexto actual y al sujeto neoliberal siempre atrapado en el cruce del rendimiento económico y la competitividad personal. Es así que la autora presenta las últimas reflexiones sobre el lugar que ocupa la gestión y la operatoria de gestionar la vida cotidiana. Describe un sinfín de gestiones personales y grupales, sin perder de vista la presencia e importancia de la gestión en la escuela.

Dr. Juan Franco
Cátedra Psicología.
Departamento de Formación Docente.
Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam.
juanfranco@cpenet.com.ar

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