DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2017-210208
RESEÑAS
En el presente libro, Duschatzky da continuidad a una línea de trabajo que sitúa los procesos de deconstrucción en el campo educativo. Desde este planteo, aborda y desarrolla diferentes constructos teóricos para ofertar nuevos ejercicios con el lenguaje, a partir de diversas formas proposicionales. De este modo, la autora apunta a hacer un trabajo con la economía discursiva. Lo expresa de la siguiente manera: “hay política de la escucha cada vez que nuestro pensamiento se hace y deshace, hay política de la escucha en la construcción de un entramando que trabaja en la lengua (escolar) tornándola menos escolar y volviendo más viva la escuela” (2017, p.22). Esta sentencia la lleva a sostener el principio que guía todo el texto. La política de la escucha es “extralegal” y, por eso, propone volver a mirar los hechos o bien, correr el velo sobre esa mirada que se hace habitualmente.
“Para el lado de Trenel”, técnica mixta. María José Pérez
En el primer capítulo del libro, denominado“Desbaratando el lenguaje escolar”, se desarrollan
las afirmaciones anteriores. Se trata de un
ejercicio de pensamiento que tiene como propósito
la apuesta a salir/correrse de la escena
escolar y regresar con otra mirada. La autora se
pregunta sobre la capacidad y potencia de las
afirmaciones para abrir un umbral de investigación.
Sugiere abandonar un lenguaje que cristaliza
los discursos escolares y propone al lector
hacer hablar a la escuela (producir y escuchar
otros lenguajes) y, a su vez, afirma que lo conocido
no siempre resulta experimentable. Ante
determinadas situaciones escolares, los sujetos
se vuelven ignorantes. Esta es una experiencia
potente que al mismo tiempo se vuelve una virtud,
ya que encuentra desprevenido al sujeto y
le permite abrir nuevas interrogaciones y afectaciones.
Duschatzky se pregunta acerca de lo
que encuentra un/a profesor/a en el aula y que,
confrontado en esa escena, se abre a preguntas,
o bien constata sus propias desilusiones. La autora
redobla la apuesta y despliega otro interrogante,
se pregunta si el/la docente es capaz de
realizar otros movimientos, es decir, cambiar a
una posición que permita la apertura de otro
lenguaje, otro modo de estar con los problemas.
Una suerte de movimiento donde se experimenta,
según la autora, “el sentir-pensar de las
mutaciones” (2017, p.28). Se deben suspender
los juicios (pre-juicios) para que emerja la intuición,
ya que se “navega mejor
en un lenguaje minimalista,
agujereado e inquietante” (2017,
p.30). Esta situación permite,
además, abrir a diversas formas
de percibir, sentir, actuar, pensar,
porque la escuela es un territorio
en el que se pone a prueba
lo común de la existencia. La
escritura ocupa un lugar central,
los/as profesores/as al escribir se
tornan aprendices. La autora sugiere
describir y pensar lo sensible
de cada una de las escenas, al
poner a trabajar el desconcierto
sustraído de los poderes que los
gobiernan. Duschatzky afirma que la escuela le
saca el erotismo a las palabras, ya que se aleja de
las preguntas primordiales sobre la condición
humana acerca del atributo que nos hace misteriosos
como especie: el lenguaje.
El segundo capítulo, “Cómo habitar el “desastre”,
se trata de otra invitación, pero ahora a
permanecer a un costado, de manera perpleja,
fuera del plano representacional de la palabra
y sus connotaciones negativas. La autora
retoma el pensamiento de Maurice Blanchot
(2010), quien recupera la noción de desastre y
sostiene que el sujeto se enfrenta al siguiente
dilema: o sigue pensando con las claves de un
discurso moderno o bien, ante el desconcierto,
procura condiciones afectivas que lo lleven a
nuevos modos de pensamiento para habitar el desconcierto hallado. “La potencia del desastre
es la potencia de la interrogación” (2017,
p.56). La autora propone una interrogación
en los modos de sentir, ver y comprender los
diversos sucesos escolares grupales e individuales.
Conversa con el colectivo docente “Ver
qué onda”, se trata de un grupo de adultos/as
conformados en un cuerpo, donde registran,
comparten, circulan y hallan interlocutores en
una conversación. Privilegian el trabajo con los
fragmentos de diversas situaciones escolares,
donde se echa a rodar la pregunta por la
indeterminación de lo educativo. Recuperan
las ideas de Baruch Spinoza y Gilles Deleuze
y proponen el encuentro educativo no como
un encuentro de persona a persona, sino de
cuerpos sensibles que se vinculan en torno a
problemas. Este punto de partida lleva a este
colectivo docente a probar y experimentar lo
incomprensible, a aquellos problemas que se
condensan en la desorientación y en un mar de
nuevas preguntas. “El encuentro sucede entre
sensibilidades atraídas por probar lo que desconocen.
El encuentro no se planifica, no se
anticipa, sucede” (2017, p.60). Para finalizar el
capítulo la autora se pregunta: ¿Con qué cuerpo
habitamos el desconcierto?
El tercer capítulo, “Fuera del rol, en el medio
de las cosas”, retoma aportes de Jacques
Ranciere (2003) para indagar sobre la poderosa
fuerza del lenguaje del rol (docente-alumno/a
y otros). Se propone pensar al maestro, “efecto
túnel”, que prueba siempre otra vía como efecto
de advertir el agotamiento de un modo de
enunciar los problemas, “imaginemos entonces
que no sabemos lo que hace un maestro y
por eso lo pensamos dibujando imágenes devenidas
en un hacer, un intuir, un sentir que se
interroga” (2017, p.71). Allí la autora sentencia
que si no hay rol, entonces habría modos de
estar (maestro). Posicionados desde este lugar,
maestro/a, profesional, adulto/a, todos experimentan
lo incómodo, lo difícil, lo que no anda,
pero también,cómo saber intervenir en el momento
justo. El efecto túnel, metáfora utilizada
en la física cuántica, le permite a la autora explicar
cómo, en determinadas escenas educativas
actuales, la experiencia de mutación del
cuerpo, las formas de afectar y ser afectados
ofrecen un nuevo suelo para el despliegue de
otros saberes, otros efectos, otros modos de
vida, experiencias sensibles capaces de hacer
mundo en los sujetos y las instituciones.
Para finalizar este apartado, Duschatzky, con
la colaboración del sociólogo Leandro Barttolatta,
describe y analiza diversas escenas de la
película danesa “Class Enemy” (Bicek, 2013).
Esta película aborda la vida escolar de un grupo
de adolescentes donde circulan el aburrimiento,
la apatía y el suicidio. Situaciones de incomodidad
para adultos/as, pero que a la vez originan
una potencia de preguntas que interpela a las
diversas subjetividades escolares.
El capítulo cuatro, “Pensamiento mutante
en la escuela”, es elaborado junto al investigador
y ensayista Agustín Valle. Ambos autores inician
el texto presentando diferentes situaciones
donde explicitan las dispares condensaciones
de significados que se construyen en las culturas
escolares. Presentan el concepto animus,
término que carece de nominación, “Donde el
acto de nombrar importa tantísimo más que
el nombre solidificado” (2017, p.97). Ubicados
desde esta posición, proponen percibir la naturaleza
mutante de lo sensible y los sentimientos
que se involucran en diversas escenas. A partir
de las ideas sobre la mutación, se recupera el
relato de un director de escuela nocturna quien
se sorprende con la presencia de un joven medicado
y su desborde pulsional, a la par que
vivencia variadas mutaciones sensibles en su
subjetividad a partir del ejercicio de la escritura.
Dicen los autores que fuera del rol, hay tareas,
como por ejemplo, pensar qué figuras nominan
y condensan significaciones. La cosa, según lo
expresan Duschatzky y Valle, es encontrar un
lenguaje que nomine, piense e interrogue sobre
conceptualizaciones tales como nodo, galpón,
no escolar, territorio, entre otras. La política de
la escucha, en las instituciones escolares, pretende
partir de esta deconstrucción para realizar un
ejercicio de nominación que ayude a cambiar de
posiciones y salir de cristalizaciones arraigadas
en el entorno escolar.
En el quinto capítulo, “Nombrar lo común”,
se retoman ideas trabajadas en otros libros de la
autora, para seguir pensando a la escuela como
un territorio que no es solo un espacio, sino un
tiempo de rebelión, un camino que transcurre
movido por problemas que piden ser investigados.
Retoma la experiencia que realiza la escuela
ETICA en la ciudad de Rosario. En esta
escuela no hay directores, las decisiones institucionales
se toman en asamblea y, además, es
una institución que no ha obtenido el reconocimiento
oficial. Lo interesante es que ni maestros ni estudiantes faltan a las clases. Entonces surge
la pregunta ¿qué hace la escuela? Emerge una
escuela que inventa el tiempo, que hace experiencia,
trabaja con materias vivas que vibran,
desde un modo de interrogación que esboza un
sentir común que hace a una comunidad sin
atributos, una comunidad por-venir. Se trata de
una experiencia micropolítica que hace mundo.
Cierra el capítulo retomando una conversación
con los/as compañeros/as docentes de
ETICA. En esta instancia, aparecen preguntas y
reflexiones acerca de la experiencia en común,
se piensa lo escolar desde estas coordenadas, las
formas institucionales, las operatorias de producción
subjetiva, el trabajo sobre los enigmas
situacionales, la escucha de señales imprevistas,
el trabajo en la atención en lo mutante, el modo
de hacer la política. Esta forma de escritura se
torna una instancia de ebullición que puede ser
comprendida como un momento pleno de intuición.
En el capítulo sexto, “Hacerle algo a la lengua”,
se abordan aquellos problemas que tensionan
al lenguaje, al habla. Según Duschatzky,
el lenguaje aparece adosado al cuerpo, se trata
de un aparato fonador más que la voz, sin que
se pierdan de vista las operaciones receptivas e
inventivas que propician la interrogación. La
trasmisión se conjuga a través de la conversación
y los efectos que genera. Necesita pensarse
como asunto político, donde se rozan las tensiones
de un tiempo vivido y un tiempo corporizado.
Ubicada en estas coordenadas, concibe
al sujeto con una identidad inestable, con un
cuerpo, sensibilidad e individuación inacabados,
que se constituyen en un universo relacional.
El intercambio que se produce siempre
es trabajoso e incierto. Expresa la autora: “hay
indicios, señales, fuerzas, sensibilidades, experiencias
que se tornan materia de interrogación,
y componentes que intervienen en las
cualidades que se tornarán los intercambios” (2017, p.150). Además, la autora se pregunta
acerca del maestro como figura de transmisión
y asegura que hay materias de transmisión sin
dueño y cualidades de intercambio que se arman
a partir de ese “entre”. A esto se le agregan
las relaciones que se establecen con el lenguaje,
desde una actividad pensante y no como recurso
comunicativo de códigos instituidos, sin
que ello pierda el problema de la historicidad.
Por último, concibe a la transmisión como
aquella operación que transforma la relación
con las cosas. Indaga acerca de la política de la
escucha y la comprende como el sentido en el
que se unifican oralidad y escritura. La autora
destaca que el corpus construido a partir de
los intercambios con los/as docentes, permite
la aparición del método de escritura textual al
que denomina método disonancia, in-comunicación
y desplazamiento. En la operación
disonancia, se trata de un decir que viene a
desacomodar no sólo la estructura compacta,
sino la presunción de un saber sobre lo que se
escribe. Se trata de una idea que asoma como
un pliegue no explícito en eso que se dice, la
disonancia resuena, nunca resulta evidente.
La incomunicación, por su parte, es ingresar
a una caja de resonancias que abre un universo
impensado y donde hay que correrse de la
inercia comunicativa para encontrarse con eso
que no se podía escuchar antes. La operación
de desplazamiento consiste en hacer inagotable
ese hacer algo con la lengua. Al escribir
surge un plus que se convierte en material de
escucha y de trabajo. Lo pensable aparece en la
escritura como actividad que excede la mera
transmisión de lo que se sabía que se pensaba.
Junto a la psicóloga Elina Aguirre, la profesora
de Historia Clara Cardinal y la psicóloga
Luciana Galende, realizan un ejercicio de deconstrucción
de escenas escolares entre adolescentes
y adultos/as en las instituciones educativas.
El ejercicio de conversación, la escritura y
reescritura permite vincular e ilustrar diferentes
conceptos desarrollados en la obra como ánimus,
afiliación, transmisión, entre otros.
El capítulo siete, denominado “La gestión
de lo ínfimo”, se inicia retomando los aportes
de Jorge Alemán (2013), quien analiza el
contexto actual y al sujeto neoliberal siempre
atrapado en el cruce del rendimiento económico
y la competitividad personal. Es así que
la autora presenta las últimas reflexiones sobre
el lugar que ocupa la gestión y la operatoria de
gestionar la vida cotidiana. Describe un sinfín
de gestiones personales y grupales, sin perder
de vista la presencia e importancia de la gestión
en la escuela.
Dr. Juan Franco
Cátedra Psicología.
Departamento de Formación Docente.
Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam.
juanfranco@cpenet.com.ar
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