DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2017-210108
RESEÑAS
Esta obra escrita por Rebeca Anijovich y
Graciela Cappelletti consta de seis capítulos.
El contenido abordado hace referencia
tanto a los problemas de la evaluación
que resulta del trabajo en las aulas y el acompañamiento
a escuelas y docentes, como a los
aportes que brindan las investigaciones y los
especialistas. En este sentido, La evaluación
como oportunidad, es un texto que comparte
conocimientos y experiencias a través de las
voces y los diálogos que mantienen las autoras
con los docentes y los investigadores.
En la introducción, argumentan que durante
el trabajo de acompañamiento y formación
de docentes de distintos niveles del sistema
educativo, recuperan las nociones que
los profesores reconocen al aproximarse al
tema “la evaluación de los aprendizajes”, que
posteriormente problematizan a lo largo de
su libro.
Más tarde, expresan que la evaluación se
entrama necesariamente con la enseñanza y el curriculum, ya que en las decisiones que se
adoptan están presentes las concepciones sobre
qué y cómo enseñar.
El desarrollo de los diferentes capítulos
presenta temas, problemas e instrumentos que
permiten a los docentes interrogarse, reflexionar
e indagar en los dilemas de la evaluación
que impactan en la enseñanza y en los aprendizajes.
La propuesta es comprender la evaluación
en el contexto actual, en relación a la
diversidad de demandas de los actores involucrados
en los procesos de evaluación.
Expresan que evaluar es “una tarea ardua
que condensa sentidos construidos desde el
sistema educativo y que define la trayectoria
escolar de los estudiantes” (pág.10). Se trata de
una práctica que impacta en el sujeto, en la familia
y en la propia institución educativa.
En este libro, la evaluación es entendida
como una oportunidad, cuyo propósito es que“los alumnos pongan en juego
sus saberes, visibilicen sus logros
y aprendan a reconocer sus
fortalezas y debilidades como
estudiantes” (pág.13), es decir,
las dimensiones del proceso
de evaluación vinculada con la
idea de ayudar a los alumnos a
aprender y a reconocerse como
aprendices.
El primer capítulo, “La evaluación
en el escenario educativo”,
está organizado a partir de
interrogantes y preocupaciones
que orientan hacia la comprensión
de las relaciones entre enseñar, aprender
y evaluar, a fin de considerar el problema de la
calificación, como inherente a la evaluación de
los aprendizajes en el marco del sistema educativo.
Consideran de suma importancia analizar
el lugar privilegiado que ocupa la evaluación, y
al mismo tiempo, observar que se constituye
en el componente de los sistemas educativos
que ofrece mayor resistencia a los cambios.
Las propuestas compartidas por las autoras
presentan alternativas para ir más allá de
la calificación. Esto implica acompañar a los
estudiantes y sus aprendizajes con una variedad
de actividades desde nuevos formatos que
resulten significativos.
En su obra destacan la función pedagógica
de la evaluación, y la diferencian de la función
de certificación que se ha constituido en
el sentido de la evaluación. Señalan a modo
de reflexión “no se trata, o no solo se trata, de
acreditar conocimientos, sino también de promover
la toma de conciencia de los estudiantes
sobre su propio aprendizaje” (pág.23).
Este inicio convoca a los lectores a continuar
en la profundización de su reflexión sobre
la evaluación como proceso general, y en este
contexto, pensar en la relevancia de la evaluación
de los aprendizajes de los estudiantes, en
tanto las decisiones y las acciones favorezcan la
mejora de las producciones.
El segundo capítulo titulado “Los conocimientos
de los docentes y las prácticas de
evaluación”, invita a revisar las prácticas vigentes
en las instituciones escolares y aporta
elementos para reflexionar e introducir modificaciones
que las conviertan en instancias de
retroalimentación y dispositivos de mejora de
los aprendizajes. En este sentido, buscan ofrecer
conceptos y herramientas
que interpelen las concepciones
y creencias de los docentes
acerca de la evaluación, con la
intención de favorecer diálogos
e intercambios que vehiculicen
propuestas significativas
de evaluación.
El tercer capítulo, “Las
evidencias de aprendizajes”,
focaliza en la recolección de
información para fundamentar
los juicios y decisiones en
el proceso de evaluación, de
allí la importancia de las características
que debe poseer la información
para construir una evidencia de aprendizaje,
la planificación de su búsqueda y los criterios
para su análisis e interpretación. Además,
promueven un trabajo sobre su relevamiento
que muestre que los estudiantes ponen en
juego los aprendizajes alcanzados. El diseño
de situaciones de enseñanza supera la elaboración
de una prueba, ya que es necesario reflexionar
que se busca con la evaluación, que
es lo que se evalúa e identificar evidencias
desde la posición de docentes reflexivos, y así incrementar la comprensión acerca de los estudiantes,
su aprendizaje y la enseñanza.
En el cuarto capítulo, “Más allá de las
pruebas: la retroalimentación”, presentan reflexiones
sobre los procesos de diálogo con
los que se comunican los resultados de las evaluaciones “feedback”. Desde el enfoque
de la evaluación formativa, no se trata solo
de acreditar saberes de los estudiantes, sino
además de promover la toma conciencia del
propio proceso de aprendizaje y contribuir al
desarrollo de la autonomía.
Estas acciones conllevan el seguimiento
permanente de las tareas de los estudiantes y
a retroalimentaciones planificadas que impacten
en logros de aprendizajes. Para favorecer
las instancias de diálogo de un modo sistemático,
recomiendan la utilización de protocolos
que faciliten las devoluciones. Dichos instrumentos
colaboran en la organización de los
intercambios y focalizan en los desempeños y
las producciones.
Antes del inicio de los contenidos del
quinto capítulo “Transparentar y compartir:
las rúbricas”, se presenta el relato de una experiencia
docente de calificación en un examen
estandarizado, como estrategia de análisis
de los sistemas de calificación. En relación
a este tema, si bien abundan las controversias,
el interés se focaliza en el problema de la
falta de transparencia al momento de calificar.
Para superar la ausencia de claridad en la
definición de criterios de calificación, se propone
el uso de las rúbricas como asistentes
de la evaluación. La utilización de rúbricas
cumple con los propósitos de la evaluación
formativa, en tanto los estudiantes ejercitan
la autoevaluación y la coevaluación. Cuando
el aprendizaje es objeto de reflexión, los
estudiantes saben cuándo y cómo aprenden
y los docentes ayudan a desarrollar conocimientos
para mejorar los procesos de aprendizaje.
El trabajo compartido basado en la
transparencia y la comunicación, favorece
la comprensión profunda de los estudiantes
en la que la evaluación esté al servicio de los
aprendizajes.
Por último, en el sexto capítulo, “El diseño
de las evaluaciones auténticas”, se trata
una perspectiva de evaluación con participación
activa del estudiante, en la resolución
de problemas significativos y complejos, por
medio de tareas que pongan en juego sus
saberes previos, sus habilidades cognitivas
y metacognitivas, sus valores, sus actitudes
y sus intereses, en la integración de conocimientos
de diversas disciplinas, con la toma
de decisiones y reflexiones en su proceso de
aprendizaje. En relación a las características
de las pruebas auténticas, se trata de compartir
y consensuar con los estudiantes el significado
y sentido de lo auténtico, y a su vez
como comunicar los criterios de evaluación
y las expectativas de logro según lo planteado
con anterioridad. Los modelos de pruebas
auténticas para diferentes niveles resultan
inspiradores, aunque las autoras advierten
que no deberían ser las únicas,y que es necesario
que formen parte de un proceso que les
otorgue sentido.
En su epílogo, “Programar la evaluación”,
inician con una cita de Stobart (2010) que
sintetiza las propuestas y reflexiones compartidas
en este texto, con la certeza que
es necesario asumir el desafío de ayudar a
aprender en espacios de oportunidades “para
que los estudiantes muestren lo que saben,
sus aproximaciones al conocimiento y las
construcciones de saberes” (pág.139). Desde
una perspectiva filosófica, Brighouse (2009)
sostiene que es preciso formar “en habilidades
de pensamiento que permitan diferenciar
argumentos falaces de verdaderos, perspectivas
alternativas de un mismo saber y
evaluación critica” (pág.141), para contribuir
a los procesos de aprendizaje. Como cierre,
las autoras citan los aportes de Pruzzo de Di
Pego y Nosei( 2008) acerca de la vinculación
de la enseñanza con la evaluación y con el
aprendizaje.
Este libro es de la práctica y para la práctica,
según lo expresado en la introducción,
esto significa que al inicio del recorrido es
probable que el lector se pregunte si se puede
pensar en otros modos de evaluar, si es posible
hacerlo desde otros paradigmas, y a partir
de lo presentado en los diferentes capítulos,
las autoras sostienen que es una meta a alcanzar,
en tanto los docentes estén formados y
conozcan las diversas perspectivas, acompañados
por la institución en el marco del sistema
educativo.
Stella Maris Leduc
Universidad Nacional de La Pampa
Adjunta de la Cátedra Residencia
Docente
del Profesorado de Geografía –FCH– UNLPam.
Investigadora de la Facultad de
Ciencias Humanas, UNLPam.
leduc.stellamaris@gmail.com
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