DOI: https://dx.doi.org/10.19137/huellas-2025-2917


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ARTÍCULOS

Bardas Blancas: trashumancia, agencia y memoria.

Biografía de un territorio campesino

Bardas Blancas: transhumance, agency and memory. Biography of a rural territory

Bardas Blancas: transumância, agência e memória. Biografia de um território camponês

Oscar Soto[1]

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Universidad Nacional de Cuyo

sotooscarhumberto@gmail.com 

RECIBIDO 15-05-2025 / ACEPTADO 01-08-2025

Cita sugerida: Soto, O. (2025). Bardas Blancas: trashumancia, agencia y memoria. Biografía de un territorio campesino. Revista Huellas, Volumen 29, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas

Resumen

Este artículo reconstruye la historia territorial del paraje de Bardas Blancas, ubicado en el departamento de Malargüe, al sur de la provincia de Mendoza (Argentina), a partir de un enfoque etnográfico e histórico-geográfico. A través del trabajo de campo y del análisis comparativo de fuentes orales, registros locales y documentos históricos, se indaga cómo las familias campesinas e indígenas han configurado una territorialidad trashumante que desafía las narrativas oficiales sobre la marginalidad rural. La reconstrucción del proceso de ocupación y socialización del espacio permite analizar la persistencia de prácticas ganaderas puesteras en un contexto marcado por la aridez ambiental, la expansión extractiva y la escasa presencia estatal. Desde una perspectiva geográfica crítica, se argumenta que el territorio no es un mero soporte físico, sino una construcción social y simbólica en la que confluyen memoria, identidad y reproducción material. Bardas Blancas se presenta así, como un ejemplo de geografía vivida y resistida, donde los sentidos del lugar son disputados entre las promesas del desarrollo energético y las racionalidades de subsistencia campesina. El trabajo contribuye a los debates sobre ruralidad y territorialización, visibilizando formas locales de agencia y arraigo que persisten en los márgenes de los discursos estatales y productivistas.

Palabras clave: Malargüe; trashumancia; geografía crítica; campesinos; indígenas, territorialización

Abstract

This article reconstructs the territorial history of the Bardas Blancas area, located in the department of Malargüe, in the south of the province of Mendoza (Argentina), from an ethnographic and historical-geographical approach. Through fieldwork and comparative analysis of oral sources, local records and historical documents, it investigates how peasant and indigenous families have shaped a transhumant territoriality that challenges official narratives about rural marginality. The reconstruction of the space occupation and socialization process allows for an analysis of the persistence of pastoral livestock practices in a context marked by environmental aridity, extractive expansion and limited state presence. From a critical geography perspective, it is argued that territory is not merely a physical support but a social and symbolic construction in which memory, identity and material reproduction converge. Bardas Blancas is thus presented as an example of vivid and resisted geography, where the meanings of place are contested between the promises of energy development and the rationalities of peasant subsistence. The work contributes to debates on rurality and territorialization, highlighting local forms of agency and rootedness that persist on the margins of state and productivism discourses.

Keywords: Malargüe; transhumance; critical geography; peasants; indigenous peoples; territorialization

Resumo

Este artigo reconstrói a história territorial da região de Bardas Blancas, localizada no departamento de Malargüe, ao sul da província de Mendoza (Argentina), a partir de uma abordagem etnográfica e histórico-geográfica. Por meio do trabalho de campo e da análise comparativa de fontes orais, registros locais e documentos históricos, investiga-se como as famílias camponesas e indígenas configuraram uma territorialidade transumante que desafia as narrativas oficiais sobre a marginalidade rural. A reconstrução do processo de ocupação e socialização do espaço permite analisar a persistência das práticas pecuárias puesteras em um contexto marcado pela aridez ambiental, pela expansão extrativista e pela escassa presença estatal. A partir de uma perspectiva de geografia crítica, argumenta-se que o território não é um mero suporte físico, mas uma construção social e simbólica na qual confluem memória, identidade e reprodução material. Bardas Blancas se apresenta, assim, como um exemplo de geografia vivida e resistida, onde os sentidos do lugar são disputados entre as promessas do desenvolvimento energético e as racionalidades da subsistência camponesa. O trabalho contribui para os debates sobre ruralidade e territorialização, visibilizando formas locais de agência e enraizamento que persistem nas margens dos discursos estatais e produtivistas.

Palavras-chave: Malargüe; transumância; geografia crítica; camponeses; povos indígenas, territorialização

Introducción

Los aportes surgidos de los estudios geográficos críticos (Lindón y Hiernaux, 2010; Campos Couto, 2023; Graham y Gibson, 2016, López Sandoval, Robertsdotter y Paredes, 2017; Peake y Sheppard, 2014), al igual que el cruce entre la construcción histórica y las búsquedas etnográficas (Schwerin, 1978, Katzer et al., 2024), han producido una multiplicidad de enfoques para atender al problema del espacio y las acciones humanas. Auscultar el pasado e interrogar el presente de ciertos procesos sociohistóricos, ha forjado una clave de intelección tanto en la antropología como en la historia (Lorandi, 2012). Con base en este conjunto de miradas disciplinares, en este trabajo abordamos cómo las familias campesinas e indígenas de Bardas Blancas han configurado, a su manera, un ethos que da sentido a las prácticas y estrategias de reproducción de vida puesteras. Este artículo parte del supuesto de que, en la apropiación del espacio, en este paraje se construye una dialéctica material y simbólica: en la biografía colectiva de Bardas Blancas irrumpe con claridad el sentido territorial que las familias puesteras dan a sus espacios de socialización. Reconstruir estas dinámicas nos permite escribir una historia de subsistencia, al decir de Scott (2024, p. 17): “no como el desarrollo de la lógica lineal, sino como historias de búsquedas interminables”.

En el centro-oeste de Argentina, al sur de la provincia de Mendoza está situado el departamento de Malargüe. Su extenso territorio limita al norte con la ciudad de San Rafael, al este con la provincia de La Pampa, al sur con Neuquén y al oeste mantiene un vínculo histórico con la Republica de Chile. Allí, desperdigados al pie de la cordillera de Los Andes, se sitúan economías domésticas agro-pastoriles sobre las que descansan milenarias estrategias de subsistencias (Soto, 2024). Malargüe se divide en cuatro distritos: Malargüe ciudad, Río Barrancas, Agua Escondida y Río Grande. En este último distrito se sitúa el paraje de Bardas Blancas. Cada año, entre los meses de marzo y abril, los puesteros[2] que realizan la temporada de pasturas con sus animales a lo largo del macizo andino, regresan desde las veranadas a sus puestos. Estos crianceros de tipo campesino -no capitalizados en su inmensa mayoría (Cucullo y Murmis, 1980)- afrontan los meses ´normales´ cuidando sus cabras y chivos en el puesto de invernada. Esa contraposición puesto-montaña constriñe el modo en que se revela su espacialidad, su cultura, sus orígenes y, en buena parte, su futuro. Este trabajo se pregunta por las condiciones de permanencia de los pueblos rurales: ¿Cuál es el núcleo de articulación entre el espacio y la temporalidad rural que explican la pervivencia de un pueblo campesino? ¿Es posible encontrar en el reverso de la apropiación de un espacio considerado “marginal” una forma de permanencia campesina? A continuación, describimos la metodología utilizada para este trabajo, seguidamente recorremos, a partir de la voz de sus habitantes, la conformación territorial y las subjetividades productivas que estructuran el devenir de un pueblo que es la puerta de entrada al mundo trashumante de Cuyo, para finalmente resaltar un conector histórico con un itinerario de resistencias indígenas y campesinas.

Metodología: etnografías abigarradas para entender la ruralidad

Este trabajo se apoya en un enfoque etnográfico e histórico-geográfico que combina el uso de fuentes orales, documentales y cartográficas para reconstruir la trayectoria territorial del paraje de Bardas Blancas. El trabajo de campo se desarrolló de manera intermitente entre 2018 y 2023, bajo una lógica de investigación junto a familias trashumantes a la que hemos denominado “etnografías abigarradas” (Soto, 2024), Si bien este articulo recorre la historia del paraje más grande del Distrito Río Grande, nuestro trabajo de campo abarcó distintos recorridos por la cuenca baja del río Grande y sus afluentes, implicando zonas como Agua Botada, Las Loicas, Poti Malal, entre otros. Se realizaron entrevistas abiertas y en profundidad a 18 interlocutores —puesteros, crianceros, referentes institucionales e investigadores locales— seleccionados por su conocimiento situado del territorio y sus trayectorias familiares vinculadas a la trashumancia y la ocupación del espacio rural.

Las entrevistas se complementaron con caminatas acompañadas, observación participante en puestos y festividades locales, y el uso de fuentes secundarias provenientes del Archivo Histórico Municipal de Malargüe, registros de la Dirección de Ganadería de Mendoza, cartografía oficial del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y el Sistema de Información Ambiental y Territorial (SIAT), así como testimonios gráficos y fotográficos disponibles en colecciones locales. El cruce entre fuentes orales y registros escritos permitió establecer un diálogo entre la memoria viva de los actores y los procesos históricos de institucionalización del espacio, generando una lectura comparativa atenta a los desplazamientos en las formas de nombrar, habitar y significar el territorio.

Desde el punto de vista teórico-metodológico, el análisis incorpora elementos de la geografía crítica, en particular el estudio de la territorialización como proceso multidimensional, que articula prácticas materiales (ocupación del suelo, manejo del agua, movilidad ganadera) con significaciones simbólicas (toponimias, relatos, vínculos afectivos con el paisaje). Esta perspectiva permite abordar a Bardas Blancas como una configuración espacial activa, cuya construcción no puede entenderse sin considerar las agencias locales que históricamente han modelado sus geografías de vida.

Enfoque y miradas socioterritoriales

Este trabajo se inscribe en el campo de la geografía crítica, entendida como una perspectiva que interroga la producción del espacio no solo en términos físicos o técnicos, sino como resultado de relaciones sociales históricamente situadas. Tal como señalaba Yves Lacoste (1977), la geografía es un saber profundamente político, útil para la guerra, pero también —podríamos agregar— para resistencias cotidianas. Retomando este horizonte, la investigación aborda la territorialización rural como una construcción material y simbólica que emerge de la articulación entre prácticas campesinas, memorias subalternas y dinámicas de exclusión estructural. Desde esta mirada, el espacio no es una “caja vacía”, sino una categoría relacional, como plantea Milton Santos (2000), en la que confluyen sistemas de objetos y sistemas de acciones.

En esta línea, el concepto de territorio se trabaja en diálogo con las contribuciones de Rogério Haesbaert (2004; 2011), quien propone pensar los territorios como construcciones múltiples, superpuestas y en disputa, más allá de las fronteras estatales o administrativas. Existe una serie de trabajos históricos que han abordado las características económicas del departamento de Malargüe haciendo hincapié en las condiciones de “marginalidad” que describen al departamento y por lo tanto a sus parajes rurales, como el caso de Bardas Blancas (Cepparo, 2014; Zamorano, 2013). Retomando estos análisis, aquí se propone pensar más allá de los determinismos propios que pueden simbolizar una forma de exclusión propia del modelo agrario le destina al departamento, En todo caso, en regiones de ruralidad marginal como Malargüe, las territorialidades se definen por tramas de apropiación y pertenencia que no siempre son reconocidas por el aparato estatal. Siguiendo a Ana Clara Torres Ribeiro (2003), la geografía crítica latinoamericana debe atender a los modos en que las comunidades producen sentidos del lugar y construyen “geografías vividas” frente a las lógicas hegemónicas del capital y el Estado. El caso de Bardas Blancas permite abordar una territorialidad campesino-indígena que se sostiene a través del tiempo mediante prácticas de subsistencia como la trashumancia, cuya persistencia resignifica el vínculo con el paisaje y con la historia local.

Asimismo, el trabajo se nutre de aportes como los de María Eugenia Comerci (2010, 2012, 2022), quien ha analizado los procesos de apropiación del espacio en áreas rurales de La Pampa y destaca la necesidad de visibilizar las racionalidades territoriales que emergen desde los márgenes. Desde allí, este artículo propone una lectura del paraje de Bardas Blancas como una geografía de resistencia, en la que se entretejen biografías rurales, memorias territoriales y disputas por la legitimidad de habitar.

Malal Maya: un ecosistema puestero natural

La antesala a Bardas Blancas está cargada de tonos claros. Lo montañoso del paisaje es también vertiginoso en cuanto a la coloración de esos cerros rojizos que se ven pegados a la ruta, como custodiando al viajero. Sin embargo, allí la sequía habla por sí sola. No es muy difícil notarlo:

…acá se perdieron los potreros, ya no tenemos potrero por la sequía, nosotros teníamos el arroyo que venía de acá atrás, ahora el agua llega ahí y se queda ahí […] ya se borró la acequia, antes era todo verde aquí. Vos fijate esos árboles… por algo esos árboles están allá porque se regaban con una acequia, ¡no sabes cómo se han secado! (Puestera, 2021).

Desde el centro de Malargüe, al sur de Mendoza, a unos 70 kilómetros de la ciudad cabecera está ubicado ese histórico paraje que le pertenece al Distrito Río Grande. Cuatro localidades concentran la mayor parte de su población: además de Bardas Blancas, se encuentran Las Loicas, El Manzano y El Alambrado. Sobre la espacialidad del río Grande se superponen elementos andinos, surandinos, patagónicos y chilenos, tanto en la flora como en la fauna del lugar. En cada uno de estos espacios existen pequeños pueblos con presencia de centros de salud, escuelas, destacamento policial y delegación municipal. Por sus características climáticas y geomorfológicas, este lugar se presenta como una extensión patagónica en términos fito y zoo-geográficos. Como en el resto de la ruralidad malargüina, las prácticas productivas están íntimamente vinculadas a la ocupación del espacio físico.

Figura N° 1. Mapa de Malargüe: ubicación de Bardas Blancas

Fuente: Malargüe en Mapas: Ecosistemas Naturales, Municipalidad de Malargüe.

Pese a que un caudal de brazos de agua rodea estos surcos de puestos y arboledas, el paisaje navega la ambivalencia de lo frondoso y lo amenazado por las condiciones de aridez. Bardas Blancas concentra un número importante de familias que, casi sin excepciones, realiza trashumancia bordeando el río Grande con destino a los altos potreros cordilleranos, tal como lo cuenta un habitante de la zona:

Nuestra tarea es el arreo de animales, no se reduce a eso, pero sí puedo decirle que es uno de lo más fundamental que nos toca hacer. En el invierno también tenemos mucho laburo…. Toda la familia se dedica al cuidado de los animales, a mantener el puesto, lo mucho o poco que tenemos lo hemos hecho con mucho trabajo, desde los abuelos y más atrás… siempre trabajando para cuidar lo de uno… (Puestero, 2022).

Figura N° 2. Bardas Blancas, distrito Río Grande, Malargüe

Fuente: Elaborado por Julián Ramírez Guirao, sobre la base de SIAT e IGN.

El casco de paraje tiene unas ocho calles de tierra –dos de ellas asfaltadas-, una escuela y una sala de primeros auxilios, además de la delegación municipal y una iglesia. Se trata de uno de los parajes más gravitantes de Rio Grande. Desde allí nace la Ruta Nacional N°145 que conecta por el Paso Pehuenche[3] con el vecino país de Chile. Presenta un terreno seco con un promedio de 300 mm de precipitaciones anuales, aunque esto resulta cada vez más infrecuente, dado que se trata de una zona ecológica en la que se integran componentes bióticos y abióticos.

 El influjo del Anticiclón del Pacifico hace que los vientos en dirección suroeste sean de unos 8 km de velocidad, pero con mucha facilidad alcanzan los 100 km por hora; la sequedad del territorio le debe mucho a esto (Duran, 2000). Según Ricardo Capitanelli (1966) Bardas Blancas se asienta entre la región de ´Grandes Montañas´ y la ´Región de Payunia´, ambas dominadas por masas del Pacifico con precipitaciones y nieves invernales de fuerte intensidad. Salvo enero y febrero, es habitual que hiele en Bardas e incluso que caiga granizo en espacios de tiempo reducido.

Figura N° 3. El arreo o trashumancia

Fuente: Gentileza de Axel Vanstraelen, Malargüe.


El paisaje arbustivo y herbáceo estepario de Bardas Blancas está condicionado por las grandes amplitudes térmicas, los fríos y vientos que lo acaparan todo. Es a partir de esa dinámica territorial, que puede ser explicado el itinerario ecológico que connota la trashumancia: las plantas superpuestas, esclerófilas (vegetación adaptada a largos períodos de sequía y calor con hojas duras y entrenudos cortos) y sus formas pulvinadas (como cojines) responden al frío excesivo del clima; lo cual explica en buena manera la dificultad de la “edafogénesis” (la formación del suelo). Resulta significativa su configuración ecológica por la existencia de valles transversales y longitudinales por donde corren ríos y arroyos, propicios para que se alternen pastos duros que constituyen alimento vital para el ganado.

Sus antiguos pobladores mapuches y pehuenches denominaban en mapudungun a ese lugar como Malal (corral o bardas rocosas) Maya (color blanco). Los pehuenches habitaron allí desde las épocas de los caciques Lonquimay, Copahue, Gualquín, entre otros (Maza, 2021; Davies Lenoble, 2019; Roulet, 2013). Su territorio condensa un valle rodeado de montañas con fuerte actividad pastoril a unos 1450 metros sobre el nivel del mar. Del casi 90% de la población concentrada en el departamento, el distrito de Río Grande abarca un 4% del total restante de habitantes que se extiende por la ruralidad local, unas 1103 personas. Bardas Blancas ocupa un 30% de ese total como cabecera distrital, en tanto que Las Loicas, Poti Malal y Río Chico agrupan cerca del 13% ubicándose detrás del paraje El Manzano (Ramires, 2013). A partir del recorrido por este paraje, da la sensación de estar frente a un premioso ejemplo de lo que Tomasi (2010) denomina ´geografías del pastoreo´, en tanto allí supuran desplazamientos y formas de apropiación del espacio, tanto material como simbólicas.

Orígenes de una toponimia ancestral

El geógrafo brasilero Rogério Haesbaert (2011) elaboró una distinción entre espacio y territorio, por la cual propuso a éste último como el resultado de un proceso de territorialización sobre el espacio. Esta dinámica conlleva una doble acción de los grupos humanos, tanto de dominio (plano económico–político) como de apropiación (plano simbólico–cultural). Sobre ese antecedente nos parece interesante pensar desde territorialidades sociales y geográficas, el binomio relacional sociedad-naturaleza (Haesbaert, 2004), para comprender este paraje rural.

Bajo esa premisa indagamos en los orígenes de este territorio. Según nos cuenta Ernesto Ovando, historiador y activo defensor del paisaje natural y humano del sur provincial, “sobre ese espacio existió siempre una vega que se daba al margen del río para luego dar lugar al establecimiento de las primitivas familias”. El primer asentamiento ha sido de la familia de Pacifico Zúñiga, sus puestos estaban hacia adentro. Lo que se deduce de la cronología que hace Ernesto es que, antes no había gente en ese lugar porque era un “lugar de paso”. Los viajeros, visitantes y puesteros estaban conminados a pasar por las Chacras del río Grande[4]: “…a mediados del siglo XX el río se hacía ancho y había que tener una estrategia de vado para poder cruzar el río, esa era la razón por la cual la mayoría evitaba llegar a Bardas, porque se buscaba ese lugar más alto que era justo frente a las Chacras”. Ese paso permitía un mejor recorrido hacia El Manzano, luego, la senda siguiente llevaba hacia el Alambrado, el paraje consecutivo.

A este paraje rural también se le ha llamado el “país de los tábanos” por el tamaño de estos insectos, que en verano suelen incurrir con mayor frecuencia (Maza, 1990). Allí es factible encontrar acumulaciones de arena en sotaventos de arbustos producidos a raíz de los fuertes vientos, lo que llamativamente posibilita ciertos tramos de acumulación de humedad y reservas arbustivas. Asimismo, los cursos de agua, que se abren pasos en las cicatrices del macizo andino para fusionarse en el Grande, se suelen escurrir en frentes de cuestas y crestas dando forma a las ´cañadas´ tapizadas por sedimentos, como la cañada de Leiva y Los Enamorados. Es fácil detectar allí las surgentes de agua por la presencia de vegetación higrófila que dan forma a las vegas (Mikkan y Rodríguez, 1998).

¿Es posible reconstruir una territorialización del ´país de los tábanos´? Ernesto nos respondió lo siguiente:

El punto de inflexión en ese espacio geográfico es la construcción del puente del Río Grande. Antes del puente, Bardas Blancas no existía, no sé si se llamaba Bardas Blancas […] los viejos lo mencionan como el ranquil grande porque hay un arroyo allí que se llama el Ranquil, todavía está el cartel. Si vos lo ves en la imagen satelital vas a ver que es una ´vega´ grandota, a ese pasto de vega le llaman ´ranquil grande´. El arroyo viene encajonado, cruza por un costadito después se ensancha ahora todo eso está tapado por álamos, pero cuando ves la imagen te das cuenta… (Ernesto, 2023).

El río Grande está rodeado de serranías que acompañan el camino hasta llegar a Barrancas, el límite con Neuquén. Allí se amontonan cordones de sierras que corren a ambos márgenes, algunas que se recortan casi encima de la ruta, como ´a pique´, y otras que se pierden a lo lejos. Entre sus montes, con regularidad bullen algunos arroyos. Éstos, en su mayoría pasan sobre la margen derecha y esconden valles y brazos de agua que derivan en el Grande, como lo son El Manzano, el Lululen, Mütrenquel, Calmu-có, entre otros. En ese paisaje, es el puente el dispositivo que ayudó a consolidar ese lugar como espacio de habitabilidad permanente. La mayoría de las familias que empezaron a habitar Bardas Blancas se orientaron por hacer trashumancia hacia arriba, a lugares conocidos como la Sierra Azul y las nacientes del Poti-Malal. Sin embargo, el pueblo se erigió sobre una voluntad colectiva con base en un poblamiento gradual: “se empezó a poblar de poquito, por la escuela se fue formando el pueblo. Hoy es un pueblo de muchos habitantes… a los pueblos, siempre los arman la gente que vive ahí, no viene el municipio a armártelo…” (Puestero, 2023).

Entonces, con la llegada del puente que permitió un cruce directo a esta localidad, se modificó sustancialmente esa geografía marginal. Ernesto grafica esto con una anécdota:


…un poquito más arriba había un lugar que se llamaba Arroyo El Macho, unos 4 km como yendo hacia el Pehuenche… En El Macho, ahí al lado, la gente sigue diciéndole a un tramo del río el paso del látigo […] Ahí le decían el ´paso del látigo´ porque habían tirado un cable y desde ahí se cruzaban cosas de un lugar a otro donde está el puente del río Grande actual… unos 2 km frente a la Gotera, cuando allí estuvo la mina de carbón (la Mina Car) sus primeros intentos era cruzar con un cable el mineral por ahí porque es muy angosto, es profundo, pero es muy angosto… (Puestero, 2023).

El Grande se erige por la confluencia de los ríos Cobre y Tordillo, casi en el límite con el país trasandino al oeste. Ese torrente de unos 275 km de agua no se detiene sino hasta llegar al Atlántico, antes desemboca en la confluencia con el río Barrancas formando así el río Colorado en el límite con la provincia del Neuquén. De Bardas Blancas hacia arriba, el río se escurre por un fino diámetro de rocas volcánicas. Lo llamativo de las relaciones que tienen los hechos históricos en la conformación del paisaje es elocuente. Otra de nuestras entrevistadas cuenta que cuando se realiza el puente del río - “aproximadamente en 1940”, según sus conjeturas- inmediatamente después se establece un matadero allí justo donde hoy se encuentra la Hostería Ruca Mahuida[5] un lugar de hospedaje que es la residencia más vistosa desde la ruta cuando se arriba al paraje. En ese lugar se “carneaba carne” para abastecer al pueblo naciente venido de esas sierras escondidas, en las que hace no muchos años se enseñoreaban mapuches, puelches y pehuenches. El vínculo de esta parte del territorio malargüino ha tenido y conserva fluidez allende Los Andes. En la segunda mitad del siglo XIX, muchos de los grupos indígenas trashumantes, que antes se nombraban sí mismos reche “la gente auténtica”, comienzan a percibirse como formando parte de una entidad sociocultural específica, mapuche, por oposición a los huincas. Florencia Roulet (2023) argumenta que los “reche” eran designados por otros según su situación relativa: picunches eran las gentes del Norte, los huilliches las del Sur, los puelches las del Este y los moluches las del Oeste, de forma equivalente vale para esta parte de Malal-Hue, donde los pehuenches ocupaban gran parte de ese espacio.  Esa instalación tenía además una función vital, se trataba del abastecimiento de carne para el campamento de trabajadores de la Mina Car.[6] En la zona de Las Loicas, unos kilómetros hacia arriba siguiendo el Grande, en la década del ´40 empezaban las primeras exploraciones de petróleo y carbón de la empresa M.A.P.Y.C.S.A, germen de lo que luego sería el yacimiento carbonífero General San Martín, más conocido como Mina Car (Bianchi, 2004). Este emprendimiento tuvo una corta pero intensa actividad a las orillas del río Grande.

Figura N° 4. Principales sucesos en el paraje Recorrido histórico de Bardas Blancas (Distrito Río Grande) - visual selection

Fuente: elaboración propia.

Territorialización de un paraje trashumante

Con el empuje de la minería, y más adelante la actividad petrolera (Videla, 1984), la población de Bardas Blancas se fue acompasando a la hibridez de la actividad criancera y la incursión en otras dinámicas de empleo. Efectivamente, en un paraje de serranías ubicado al este, denominado Palau-Co[7], se concentró un polo importante de minas y yacimientos en el que subyacen facies continentales generadoras de hidrocarburos, ancladas en la roca madre lacustre que alimenta esa producción hasta el día de hoy. Bajo ese impulso en los años 1970 y 1971, Bardas Blancas se trasformó así en una base operativa de empresas, dando lugar posteriormente a transformaciones económicas y sociales a partir de la construcción del Pehuenche y el camino trazado por la ruta nacional Nº 224, que nace en esta localidad y sucumbe en el corredor internacional.

En los últimos años, el departamento de Malargüe, donde se encuentra Bardas Blancas ha ganado peso en las discusiones económicas locales, por la relevancia de los proyectos mineros incluidos en el proyecto Malargüe Distrito Minero Occidental (Chayle, 2024). El impacto tiene en la zona un potencial desequilibrio de las actividades tradicionales. La actividad trashumante, empero, no menguó. Pese al avance extractivista que se dio desde entonces en la zona (Soto, 2023) el último censo del año 2022, -a contramano de ciertos discursos descampesinistas-, resalta un crecimiento en la población de este territorio (Indec, 2022). Al menos según datos de la Dirección de Ganadería de la provincia de Mendoza es factible avizorar una persistencia familiar campesina que puede ser cuantificada por puestos en nuestra zona de estudio:


Cuadro N° 1. Puestos registrados por establecimientos en Bardas Blancas

Establecimiento

Cantidad de puestos

Agua Botada

21

Establecimiento Río Grande – Palauco

85

Las Chacras – Río Grande

119

Los Castaños

1

Pampa El Rodeo

3

Poti-Malal

44

Las Loicas – Rio Grande

60

Puesto Sánchez

4

Punta de la Barda

1

Vega Mirano

7

Total

345

Fuente: Elaboración propia con base en registros propios y de Dirección de Ganadería Mendoza - Delegación Malargüe.

Ese lugar de paso, ha sido levantado como un espacio de vida puestero ´por su propia gente´. En ese amplio distrito se han proyectado dos inversiones de gran envergadura económica. Por un lado, el cruce internacional prevé un mayor crecimiento de la actividad comercial, a partir de un conjunto de iniciativas logísticas que apuntan a una mejor infraestructura de transporte y de los servicios que solidifiquen la integración bilateral. La otra mega obra, hasta hace poco en agenda es la represa Portezuelo del Viento[8], que ha sido el ensayo no concretado de una central hidroeléctrica capaz de proveer energía en las inmediaciones (Llano, Sánchez y Campos, 2022).

Recorrer la biografía de Bardas Blancas permite comprender la agencia de las familias puesteras como una persistencia. En su memoria y relatos emerge una apropiación del espacio con una racionalidad territorial propia. Las estrategias para la reproducción social de grupos domésticos que son invisibilizados por las políticas públicas (Comerci, 2022) pueden explicar la contingencia de estos pueblos campesinos e indígenas desde los márgenes.

Si se tiene en cuenta que la “marginalidad” de este ámbito está inscripta en la contraposición del territorio periférico con relación al núcleo de producción más eficiente de la provincia (los oasis norte y sur)[9], es coherente que allí se lleve a cabo una tarea de sobrevivencia decididamente laboriosa y sacrificada. Al analizar la ganadería extensiva del suroeste malargüino, Gloria Zamorano (2013, p. 25) evoca la marginalidad a partir del concepto de ´sistema espacial´; entonces, de lo que se trata es de un “sistema espacial relativamente aislado del espacio que lo circunda, donde un grupo humano vive según una adaptación precaria a las condiciones biofísicas de su espacio”; sin embargo, a lo largo de este texto argumentamos que no es posible sostener enfoques deterministas sobre las condiciones de exclusión sobre territorialidades campesinas, como lo es Bardas Blancas. Antes bien resulta urgente comprender esos espacios como formas de resistencia campesina.

En las últimas décadas, el paraje de Bardas Blancas ha sido testigo de un proceso sostenido de avance extractivista que ha tensionado profundamente los modos de vida puesteros y la organización territorial tradicional. A partir de la expansión de proyectos mineros, hidrocarburíferos y, más recientemente, de iniciativas vinculadas al turismo de escala y al corredor bioceánico del Paso Pehuenche, el territorio trashumante comenzó a ser resignificado como espacio de valorización económica intensiva. Este desplazamiento en las lógicas de uso y apropiación del espacio ha implicado una creciente presión sobre las áreas de veranada, la fragmentación de circuitos ganaderos tradicionales y la pérdida de control comunitario sobre zonas de uso ancestral. A pesar de ello, las familias crianceras continúan ejerciendo formas de resistencia cotidiana, sostenidas en el trabajo con el ganado, el cuidado de los puestos y una memoria territorial que afirma el derecho a permanecer. Lejos de integrarse precariamente, Bardas Blancas representa hoy un espacio de disputa entre racionalidades extractivas que privilegian el rendimiento económico del subsuelo y formas de habitar ancladas en la trashumancia y su autonomía local.

Conclusiones

Más que una simple crónica de hechos o de paisajes, esta reconstrucción del paraje de Bardas Blancas permite interrogar los modos en que los territorios rurales son producidos y significados desde abajo, a partir de prácticas de subsistencia, memorias locales y relaciones espaciales históricas. En el entrelazamiento de caminos trashumantes, familias crianceras, infraestructuras de paso y estrategias estatales extractivistas, emerge una geografía social que desborda las lógicas hegemónicas del ordenamiento territorial. En ese sentido, Bardas Blancas no es sólo un punto marginal en el mapa provincial, sino un nodo de significados donde se condensan relaciones de arraigo, agencia campesina y disputa por el derecho a permanecer.

Este trabajo dialoga con debates nacionales en torno a la revalorización de la ruralidad como espacio político, no ya subordinado al avance del capital o al “progreso” extractivo, sino como locus de persistencias alternativas y de formas no hegemónicas de producción territorial. La historia del paraje nos confronta con la necesidad de desnaturalizar la categoría de “marginalidad” y comprenderla como efecto de jerarquías espaciales construidas, tal como ha sido señalado por diversas corrientes de la geografía crítica latinoamericana. En lugar de representar un rezago, los modos de vida puesteros y trashumantes constituyen racionalidades territoriales que han sabido adaptarse a condiciones de aridez, lejanía y exclusión institucional sin por ello renunciar a sus formas propias de habitar y producir.

Asimismo, la persistencia de estos entramados sociales nos recuerda que la ruralidad no es sólo un espacio de pasado, sino también de futuro: un futuro disputado, tensionado por las promesas del desarrollo logístico y energético, pero también afirmado en la memoria territorial y la acción cotidiana de quienes continúan “armando el pueblo” desde sus prácticas. Reconocer el valor epistémico de estas trayectorias rurales es un paso necesario para ampliar los marcos de la planificación territorial, la justicia espacial y la soberanía campesina en contextos periféricos como el sur mendocino.

A lo largo de este trabajo hemos reconstruido parte de la historia de un paraje campesino-indígena procurando conjugar una perspectiva histórica articulada a una mirada geográfica crítica. Retomar esta historia local, de biografías rurales invisibilizadas, ha contribuido a fortalecer nuestros supuestos iniciales: la ruralidad puestera se conforma a partir de relaciones y agencias materializadas en coyunturas espacio-temporales determinadas. Distinguir la significación de estos territorios campesinos e indígenas es una tarea histórico-geográfica central, dado que es preciso construir marcos y lenguajes comunes que permitan entender la dinámica de identidades arraigadas en el dominio del espacio, a lo largo del tiempo.

Precisamente, por esas circunstancias, es que resulta relevante desentrañar esta microhistoria popular de un pueblo condicionado por su ruralidad, atravesado a su vez por las promesas de progreso que lo circundan. Consideramos que el paraje de Bardas Blancas conserva esa imagen moldeada de antiguas prácticas de trabajo campesino. Ese territorio configura a los sujetos que lo habitan y a su vez es contorneado por esas agencias y ocupaciones humanas. Este paraje ha sido creado y transformado por ese vínculo de agencia rural-naturaleza. Entonces, resulta importante comprender que su paisaje de socialización puestera, anclado en prácticas de subsistencia trashumante, configura aún hoy una búsqueda interminable.

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Notas


[1] Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública, Magíster en Estudios Latinoamericanos y Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales - Universidad Nacional de Cuyo. Becario posdoctoral del CONICET y docente de las Cátedra ´Teoría Política´ (FCPyS-UNCuyo) y ´Derecho Político´ (Facultad de Derecho – UNCuyo). https://orcid.org/0000-0003-1059-3885

[2] Se denomina ´puestero/a´ al productor/ra ganadero que habita la ruralidad del sur de Mendoza y norpatagónica, su evocación remite a una ocupación ancestral del territorio, con irregular en la posesión efectiva de la tierra (Soto, 2021).

[3] Paso Pehuenche es el nombre que se la da a la vía de integración física entre la región del Maule (Chile) y la provincia de Mendoza (Argentina) en la latitud de 36° sur de Los Andes malargüino.

[4] Las Chacras de Río Grande representan la parte sur del territorio, que ofrecía mejor acceso para el cruce de animales.

[5] Mahuida en voz mapuche es montaña, sierra o cerro.

[6] Además de la Mina Car, dedicada a la asfaltita, la ocupación del espacio rural malargüino ha estado marcada por la actividad minera al menos entre los años 1940 y 1970. En ese periodo se incluye también a la Mina Ethel (magnesio) y la Mina Los Castaños (asfaltita).

[7] “Palau” en lengua mapuche-pehuenche significa color bayo o gateado y “co” es el termino para referirse a agua o arroyo. Para algunos nativos suele entenderse palau-co como ´ir al agua´.  Primitivamente el territorio de Palau-Co era la residencia de los caciques Maluhen y Sipugua; luego de la ´segunda expedición al desierto´, en ese lugar se instalarían los puestos de “Segundo Mansilla, casado con Custodia Prado; Teófilo Prado, casado con Domitila Mansilla, y Jose Ángel Mendoza, que se encontraba casado con Griselda Sánchez” (Maza, 1990, p. 202).

[8] Hasta finales del año 2023 la propuesta de la obra Portezuelo del Viento se mantuvo en pie. Se trató de una presa que pretendida ser la mayor obra de ingeniería civil de la historia de Mendoza, situada sobre el río Grande con vistas a abastecer de energía a 130.000 usuarios, cuatro veces más de lo que genera el dique Potrerillos.

[9] En el sur provincial se dio una dinámica que ha posibilitado la postergación de espacios intersticiales, que no responden a la funcionalidad del modelo del centro (Capellá Miternique, 2010).