DOI:http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2022-2622


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Cita sugerida: Nin, M. C. y Pérez, G. G. (2022). La diáspora armenia y su compromiso con la construcción de memoria. Conflicto de Artsaj (2020).  Revista Huellas, Volumen 26, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas

ARTÍCULOS

La diáspora armenia y su compromiso con la construcción de memoria. Conflicto de Artsaj (2020)[1]

Armenian diaspora and its commitment to the construction of memory. Artsakh Conflict (2020)

A diáspora armênia e seu compromisso com a construção da memória. O com flito de Artsaj (2020)

María Cristina Nin[2]

Universidad Nacional de La Pampa

ninmcristina@gmail.com

Gustavo Gastón Pérez[3]

Universidad Nacional de La Pampa

gustavoperez@humanas.unlpam.edu.ar

Resumen : En el año 2020 se desarrolló, en un área de encrucijada del espacio euroasiático, un conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Artsaj o Nagorno Karabaj, un espacio de población mayoritariamente armenia en territorio azerí. La disputa territorial interestatal no solo involucró a las dos repúblicas transcaucásicas, sino que también manifestó los intereses de las potencias de la región, Rusia y Turquía. El objetivo es analizar el rol de las diásporas armenias y sus manifestaciones en contra del conflicto bélico, en un marco de amenaza para la paz regional. Asimismo, indagar en el proceso histórico posibilita comprender la compleja trama territorial, los actores involucrados y los lazos que sostienen la identidad armenia. Este abordaje constituye un punto de partida para investigar la problemática y pensar su enseñanza tanto en el nivel universitario como en educación secundaria. Metodológicamente, se analizaron e interpretaron publicaciones de periódicos nacionales e internacionales en las que se visibilizaron sus movilizaciones, acciones y reclamos. A su vez, se consultaron las redes sociales de diferentes grupos diaspóricos en las que se expresaron los sentimientos de lucha por el reconocimiento del genocidio sufrido a principios del siglo XX y la resistencia ante el nuevo conflicto.

Palabras clave: Diásporas, Conflicto territorial, Armenia, Azerbaiyán, Artsaj/Nagorno Karabaj

Abstract : In 2020 an armed conflict between Armenia and Azerbaijan took place, in an intersection area of the Eurasian space, because of the settlement of Artsakh or Nagorno Karabakh, an area with a majority of Armenian population in the Azerbaijan territory. This interstate territorial controversy affected both Transcaucasian republics and also exposed the interests of the region powers, Russia and Turkey. The purpose of this work is to analyze the role of the Armenian diaspora and their position against the armed conflict, in a threatening context for the region peace. Besides, investigating the historical process allows for the understanding the complex territorial network, the actors involved in it and the bonds that support Armenian identity. This approach is a starting point to do some research on this conflict and to think about the ways to teach it both at a secondary and university level. From the methodological point of view, national and international newspaper articles were analyzed, in which claims, actions and manifestations were described. At the same time, different diasporic group social networks were reviewed to see how they struggled to raise awareness about the genocide at the beginning of the XX century and the resistance to the upcoming conflict.

Keywords: Diaspora, Territorial conflict, Armenia, Azerbaijan, Artsakh / Nagorno Karabakh

Resumo : No ano 2020 desenvolveu-se numa área de encruzilhada do espaço euroasiático um conflito armado entre a Armênia e Azerbaijão pelo encrave de Artsaj ou Nagorno Karabaj, um espaço de população, na sua maioria armênia, em território azerí.  A disputa territorial interestadual involucrou às duas repúblicas transcaucásias e também manifestou os interesses das potencias da região, a Rússia e a Turquia. O objetivo é analisar o papel das diásporas armênias e suas manifestações contra o conflito bélico, num contexto de ameaça da paz mundial. Também indagar a complexa trama territorial, os atores involucrados e os laços que sustentam a identidade armênia. Esta abordagem constitui um ponto de partida para investigar a problemática e pensar seu ensino tanto no nível universitário como no ensino médio. Metodologicamente, analisaram-se e interpretaram publicações de jornais nacionais e internacionais nos quais se visibilizaram suas mobilizações, ações e reclamos. Por sua vez, consultaram-se as redes sociais de diferentes grupos diásporos nos quais se expressaram os sentimentos de luta pelo reconhecimento do genocídio sofrido a começos do século XX e a resistência perante o novo conflito.  

Palavras-chave: Diásporas, Conflito territorial, Armênia, Azerbaiyán, Artsaj/Nagorno Karabaj

RECIBIDO 30-06-2022  ACEPTADO 05-08-2022

Introducción

Recordar el Genocidio Armenio constituye un ejercicio educativo de enorme valor. Por un lado, porque moviliza una memoria que establece puentes con otras injusticias, con otros dolores, con otras víctimas. Es posible pensarlo desde la denominada “memoria ejemplar”, aquella que, sin negar la singularidad de un suceso horroroso, lo recupera como manifestación de una categoría más general para comprender otras situaciones similares, tanto del pasado como del presente (Sileoni, 2015, p. 9).

En el año 2020, en un contexto marcado por la pandemia de COVID-19, se desató en Europa un conflicto armado entre las repúblicas de Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno Karabaj, denominación que sostienen los azeríes, o Artsaj, como nombran los armenios al enclave territorial. La histórica disputa, iniciada tras la disolución de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), sobre un territorio azerí con mayoría poblacional armenia, se reeditó entre los meses de septiembre y noviembre. A pesar del breve periodo de combates, su gravedad provocó tanto significativas consecuencias en la cantidad de fallecidos, heridos y en la población desplazada de su territorio como en el escenario geopolítico regional.

Los enfrentamientos armados constituyen situaciones conflictivas que afectan a las sociedades y a los grupos que las componen ante la incompatibilidad o contradicción manifiesta en la consecución de intereses u objetivos determinados (Méndez, 2011). El conflicto por el Alto Karabaj o Nagorno Karabaj manifiesta una disputa territorial concreta pero que también implica la intervención de otros factores analíticos para comprender la complejidad del enfrentamiento. Entre las dimensiones clave se conjugan factores externos como el orden geopolítico de la región, la posición geoestratégica del enclave, los intereses de las potencias regionales, y factores internos como los históricos, culturales, socio-económicos, políticos y ambientales.

La articulación de estas dimensiones posibilita abordar el conflicto armado en clave multicausal y multiescalar. El propósito de la ponencia plantea indagar en el rol de las diásporas en la visibilización de la guerra por Artsaj o Nagorno Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán. Para ello, el trabajo consta de dos partes. En la inicial, se recupera tanto la reciente contienda bélica como los antecedentes históricos de los antagonismos. Mientras que, en la segunda parte, se aborda puntualmente en la expresión y representación de las diásporas armenias por el mundo en clave testimonial ante el trauma que significó para el pueblo armenio el genocidio de 1915.

El pueblo armenio sufrió opresión, persecución, reclutamientos forzosos y deportaciones durante este proceso enmarcado temporalmente en la Primera Guerra Mundial y espacialmente en el Imperio Otomano. Ello confluyó en un genocidio que provocó la migración forzada de los sobrevivientes. Esta población conformó lo que se denomina diásporas armenias, distribuidas en los cinco continentes. Además de los impactos humanitarios, el territorio armenio sufrió una considerable disminución en su extensión. Como consecuencia derivada del proceso de reconfiguración espacial se manifestaron sucesivos conflictos territoriales con el Estado limítrofe de Azerbaiyán. Ante la posibilidad de que esta guerra se convierta en un nuevo episodio de matanzas y persecuciones, las diásporas armenias en diferentes latitudes se movilizaron y lograron la visibilización a nivel internacional de la crisis en Artsaj. 

Las diásporas, como un fenómeno social, se conforman como lugares comunitarios-identitarios, espacios interconectados a diferentes escalas, flujos de personas, bienes e ideas y la vinculación a un espacio territorial de la memoria. En un marco general las diásporas se caracterizan por tres elementos centrales: la conciencia, que implica la reivindicación de una identidad nacional; la existencia de una organización política, religiosa o cultural del grupo en dispersión, y la existencia de contactos de diversas formas, ya sean reales o imaginarias, con el territorio del país de origen.

Para abordar este aspecto, a partir de metodologías cualitativas, se analizaron e interpretaron publicaciones de periódicos nacionales e internacionales en las que se visibilizaron las movilizaciones, acciones y reclamos de las diásporas armenias. Asimismo, se consultaron las redes sociales de diferentes grupos diaspóricos en las cuales se expresan los sentimientos de lucha por el reconocimiento del genocidio sufrido a principios del siglo XX y la resistencia ante el nuevo conflicto.  

La reedición del conflicto armado

En el año 2020 se desarrollaron 34 conflictos armados según el Informe Alerta 2021[4] de la Escola de Cultura de Pau, dependiente de la Universitat Autónoma de Barcelona. Los enfrentamientos bélicos se distribuyeron espacialmente en África (15), Asia con excepción de Medio Oriente (9), Medio Oriente (6), Europa (3) y América (1).

Varios de esos conflictos se iniciaron muchos años atrás, incluso, durante el siglo XX. Otros comenzaron sus hostilidades en el presente siglo. Uno de los conflictos registrados en Europa durante 2020 fue precisamente el que mantuvieron Armenia y Azerbaiyán por la región llamada Nagorno Karabaj (Figura Nº 1), desde la perspectiva azerí, o Artsaj, denominación aplicada por los armenios. En realidad, este conflicto se mantiene latente desde la década del noventa si se considera la guerra que durante tres años llevaron adelante ambas repúblicas, luego de declaradas sus independencias tras la desintegración de la URSS en 1991 o, incluso, desde las últimas hostilidades en 2016.

Figura Nº 1: Localización de Nagorno-Karabaj

Fuente: https://www.telesurtv.net/imreporter/NAGORNO-KARABAJ---ARTZAJ--UNA-OCUPACION-DE-AZERBAIYAN-IGNORADA--20170718-0019.html 

El conflicto que tuvo como teatro de operaciones el enclave territorial se desarrolló entre los meses de septiembre y noviembre hasta que un compromiso alcanzado a instancias de la Federación Rusa puso fin a los enfrentamientos. Los combates se saldaron con fuertes impactos territoriales, políticos, económicos y sociales, 5000 fallecidos, y decenas de miles de personas desplazadas de manera forzada de sus hogares (Escola de Cultura de Pau, 2021). El acuerdo no involucró la dimensión nodal de la disputa, es decir, la definición del status de Nagorno Karabaj, pero sí implicó una redefinición de sus fronteras y esferas de influencia, con el corolario de la recuperación de territorios adyacentes al enclave por parte de la República de Azerbaiyán.

Antecedentes geohistóricos del conflicto

Como sostiene Méndez (2011), los conflictos se generan cuando se manifiestan contradicciones entre los intereses y objetivos de distintos grupos. Esos intereses contrapuestos se configuran en el orden de lo material, como el control de recursos estratégicos (tierra, hidrocarburos, minerales, agua), y/o en la esfera de lo inmaterial, vinculado a la reivindicación de una identidad cultural (lingüística, étnica, religiosa), persecuciones, luchas por gobiernos propios, entre otros factores.

En el abordaje de los conflictos armados, en particular, resulta necesario desde la perspectiva teórica-metodológica que propone el geógrafo español, un diagnóstico del conflicto que contemple cuatro aspectos: su localización (escalas), el origen y fases de desarrollo del conflicto, los actores intervinientes y sus estrategias, y las consecuencias y problemas derivados (Méndez, 2011). Asimismo, a partir de este abordaje geopolítico, plantea el análisis de factores tanto internos como externos para alcanzar una comprensión de la complejidad de los conflictos armados actuales. Entre los factores internos se encuentran los histórico-culturales (identidades culturales, relaciones interétnicas), los socio-económicos (crecimiento, desarrollo, desigualdades), la organización política (régimen político, grado de debilidad del Estado) y los recursos territoriales (fronteras, recursos naturales, población). Mientras que los factores externos refieren al orden geopolítico mundial, su posición en el mapa geopolítico internacional y los intereses e intervenciones de las potencias globales y regionales (Méndez, 2011). La fortaleza de esta propuesta radica en el abordaje de los conflictos armados desde la multiescalaridad y la multidimensionalidad. Ello posibilita un acercamiento profundo a las causas e impactos de los enfrentamientos a partir del abordaje de una multiplicidad de factores analíticos.

A partir de un breve análisis de la dimensión histórico-cultural se puede inferir que la región del Cáucaso se caracterizó por su posición geoestratégica como espacio de encrucijada imperial. Según el historiador Peyrat (2021), la conjunción de los imperios ruso, otomano y persa otorgaron al espacio caucásico una gran diversidad étnico cultural (Figura Nº 2). Sin embargo, en ese espacio “de pueblos abigarrados al sur del Gran Cáucaso, la fundación de Estados sobre una base étnico-religiosa hizo estallar el polvorín”, sobresalían hacia fines del siglo XIX tres grupos étnicos mayoritarios: armenios, georgianos y “tártaros azerbaiyanos, la apelación más corriente en esa época para designar a los turcófonos musulmanes (generalmente chiitas) de Transcaucasia” (Peyrat, 2021, s/p).

       

Figura Nº 2: Diversidad étnica de Transcaucasia

                Fuente: Cecil Marin, en Peyrat, 2021.

Tras la caída del imperio zarista, los tres nacientes Estados, Armenia, Georgia y Azerbaiyán manifestaron tensiones regionales preexistentes, incluso en Nagorno Karabaj. Sin embargo, la sovietización de las repúblicas caucásicas “no terminó con las tensiones interétnicas en los confines de las dos repúblicas. Elites bolcheviques azerbaiyanas y armenias se enfrentaron por el control de las regiones de Najicheván y Zangezur, cuyas poblaciones estaban entremezcladas, y del Karabaj, cuyas alturas estaban pobladas muy mayoritariamente por armenios” (Peyrat, 2021, s/p).

En el plano de los recursos territoriales, si bien la región de Armenia y Nagorno no se destacan por la presencia de hidrocarburos, el área que comprende el mar Caspio y sus adyacencias conforma uno de los yacimientos más ricos del mundo. En la cuenca del Caspio se construyó uno de los oleoductos más importantes en la dinámica global de la energía. A instancias de Estados Unidos, el BTC, siglas de Bakú (capital de Azerbaiyán), Tiflis (capital de Georgia) y Ceyhan (ciudad de Turquía) recorre más de 1.600 km de extensión desde la costa del Caspio azerí hasta el puerto turco del Mediterráneo, sitio desde el cual los buques petroleros distribuyen el crudo. En términos geopolíticos, este oleoducto evita los territorios de Rusia e Irán en el marco de las pujas energéticas por la producción, trasporte y distribución de hidrocarburos (Klare, 2003).

La importancia geoestratégica de Bakú en la geopolítica de la energía le otorgó ingresos extraordinarios, una parte de los cuales el gobierno central destinó para la ampliación de su presupuesto militar y su interés de recuperar los territorios en disputa. En los últimos años, el gobierno liderado por Aliyev adquirió armamento al Estado de Israel, cuyos intercambios incluyen petróleo azerí hacia Israel. Este tipo de alianza, como la establecida entre el país y Turquía le otorga a Azerbaiyán una clara fortaleza regional. Mientras tanto, Armenia conserva buenas relaciones geopolíticas con Rusia. El otro gran actor regional, Irán, posee un rol más expectante y ambiguo dado el complejo sistema de alianzas que se entreteje en el área estratégica del Cáucaso y el Caspio.

Si bien hay un amplio acuerdo en que el actual orden geopolítico global se caracteriza por su tendencia hacia el multipolarismo y el multilateralismo, aún se mantienen desequilibrios globales entre los diversos polos de poder. Según Merino (2016, p. 10) esta “multipolarización relativa” se traduce en una “puja de diversas cosmovisiones, crisis del orden mundial, transición histórica y crisis capitalista que expresan contradicciones estructurales (…) las tensiones se expresan en la multiplicación de escenarios bélicos, las guerras comerciales, la creciente carrera armamentística, las crisis migratorias y las disputas en los foros internacionales”. En este marco se avizora una consolidación del eje anglo-norteamericano, el liderazgo de China, el fortalecimiento de Rusia en su periferia, y la consolidación de potencias regionales (Turquía, Arabia Saudita, Irán, entre otras) que se expresan en su intervención directa o indirecta en los conflictos armados actuales.

Este contexto de multipolarismo establecido en los inicios del siglo XXI estuvo precedido por importantes cambios en el espacio euroasiático. El fin de la Guerra Fría en 1991, tras el colapso soviético y el paso de orden geopolítico mundial bipolar a un unipolarismo con Estados Unidos como polo de poder dominante, trajeron aparejado un número significativo de reordenamientos territoriales que se tradujeron en la proliferación de Estados. En el continente europeo, los casos de la URSS y de Yugoslavia fueron los más significativos. En particular, en Eurasia la desintegración de la Unión Soviética provocó la reorganización de 15 nuevos Estados, entre los que se contaba a la Federación Rusa como sucedánea natural de la URSS. Mientras tanto, en su periferia europea alcanzaron la independencia las tres naciones bálticas (Lituania, Letonia y Estonia) más Ucrania, Bielorrusia y Moldavia. Por su parte, en el Asia central se conformaron cinco repúblicas, Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán. En Transcaucasia, tanto Georgia, Armenia como Azerbaiyán también lograron su independencia tras la disolución soviética.

El proceso en la ex URSS no estuvo exento de conflictos. En este marco, tres de ellos fueron los más visibles: Chechenia, Moldavia y su conflicto con la autoproclamada República de Transdniéster y el enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán. Según Bartolomé (2001, p. 98), “los habitantes del enclave armenio de Nagorno-Karabaj se declararon autónomos de Azerbaiyán y manifestaron su voluntad de unirse a la vecina Armenia, dando lugar a un conflicto armado trilateral que muchos consideraron más atroz que el balcánico”. De acuerdo al autor, si bien el contexto de la post Guerra Fría se caracterizó por la proliferación de conflictos intraestatales (79 sobre 82 conflictos desde la caída del muro de Berlín), el caso del enclave karabají fue uno de los que presentó carácter interestatal junto a la denominada Guerra de Bosnia (Bartolomé, 2001).

Nagorno-Karabaj se autoproclamó como república de facto tras el conflicto armado desencadenado entre 1991 y 1994. La lucha desatada tras la disolución de la URSS comenzó, inicialmente, con un enfrentamiento interno entre

(…) milicias de autodefensa de la región y las fuerzas de seguridad de Azerbaiyán por la soberanía y control de Nagorno-Karabaj y progresivamente degeneró en una guerra interestatal entre esta y su vecina Armenia. El conflicto armado, que causó 20.000 muertos y 200.000 desplazados y que homogeneizó de forma forzosa la composición étnica de la población en ambos lados de la línea de alto el fuego, dio paso a una situación de conflicto no resuelto, con la cuestión del estatus de Nagorno-Karabaj y el retorno de la población como principales ejes de tensión, y con violaciones periódicas del alto el fuego (Escola de Cultura de Pau, 2021, p. 68-69).

Luego de la guerra, el conflicto tuvo en la década posterior intentos de alcanzar acuerdos de paz sin éxito. A partir del denominado Proceso de Praga (2004/05) se intentó establecer principios básicos como base para la discusión de acuerdos posteriores que incluirían aspectos como la retirada de Armenia de los territorios ocupados alrededor de Nagorno Karabaj, un status provisional para la región, derecho al retorno de la población desplazada, entre otros aspectos. “El estancamiento de las negociaciones desde 2010 y la fragilidad en torno a la línea de alto el fuego incrementaron las llamadas de alerta, en un contexto de carrera armamentística y retórica beligerante y en un escenario regional de disputas geoestratégicas” (Escola de Cultura de Pau, 2021, p. 97).

La carencia de acuerdos concretos provocó un mayor grado de tensión entre las partes involucradas. Esas presiones escalaron tanto en 2016, en combates que provocaron cientos de fallecidos en pocos días, como en escaramuzas a principios de 2020 que resultaron el prólogo a una mayor escalada de tensiones que derivó finalmente en el conflicto de finales de 2020.

El desarrollo del conflicto en 2020

En el marco de la pandemia de COVID-19, el Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterres, instó a las partes involucradas en conflictos armados alrededor del mundo a cesar las hostilidades y alcanzar un acuerdo de alto el fuego global con el objetivo de brindar asistencia humanitaria a las personas, sobre todo, a aquellos sectores más vulnerables como la población civil (ONU, 2020).

En ese sentido, el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano encargado de abordar las problemáticas vinculadas a la paz y seguridad internacionales acompañó su llamamiento. Sin embargo, en los hechos concretos y con excepciones puntuales, la mayoría de los conflictos no evidenciaron el cese de los combates. En efecto, la contienda en el territorio transcaucásico se desarrolló entre septiembre y noviembre en el marco de los esfuerzos planteados precisamente por la comunidad internacional para consolidar a la invocada tregua global.

El inicio de los combates comenzó en un marco de acusaciones mutuas entre Armenia y Azerbaiyán por las ofensivas desarrolladas por cada parte. Antes del inicio de la guerra en el mes de septiembre ya se habían producido enfrentamientos en una escalada que produjo varios decesos en la frontera armenio-azerí. El gobierno de Bakú, fortalecido en los últimos años a partir de una serie de alianzas militares y el incremento de sus gastos en armamento y tecnología militar, redituó a su favor la reedición del conflicto con una fuerte ofensiva sobre la denominada línea de contacto en las adyacencias del Alto Karabaj. Ante la escalada del conflicto, las fuerzas azeríes bombardearon la capital karabají, Stepanakert, y otras ciudades armenias, mientras que Armenia, por su parte, también atacó algunas localidades azeríes. En estos ataques, además de los daños causados a las infraestructuras, se contabilizaron civiles fallecidos y heridos.

En el plano internacional, si bien se reiteraron los llamados de un alto al fuego, la Turquía del presidente Erdogan, una de las potencias regionales y rival histórica de Armenia, intervino rápidamente en apoyo a Azerbaiyán demostrando los intereses geopolíticos turcos en el área. El apoyo diplomático y militar de Turquía fue un paso que reafirma la internacionalización del conflicto. Además, contó con “el involucramiento de combatientes yihadistas y grupos armados proturcos provenientes de Medio Oriente” (Markedonov, 2020, s/p).

El conflicto, en su etapa de evolución actual, finalizó tras el acuerdo trilateral promovido por Rusia con un saldo de más 5.000 fallecidos, decenas de miles de desplazados, fundamentalmente de la etnia armenia, y la redefinición territorial del enclave. Si bien el status de la región continúa irresuelto, con Artsaj/Nagorno Karabaj particionado, desde un punto de vista geopolítico, el conflicto resultó una derrota al interior de Armenia y un triunfo para los azeríes.

Del acuerdo alcanzado se advierte que Azerbaiyán recuperó las áreas adyacentes perdidas durante la primera guerra de los noventa y los territorios dentro del enclave que tomó por la fuerza durante la contienda. En concreto, el acuerdo que entró en vigencia en noviembre de 2020 contiene nueve puntos, entre los más significativos se desatacan:

(…) el alto el fuego y cese de hostilidades total, la división de Nagorno-Karabaj, el despliegue de fuerzas rusas de mantenimiento de la paz, el control de Azerbaiyán de todos los distritos adyacentes –excepto el corredor de Lachin, que conecta Nagorno-Karabaj y Armenia, que pasaba a ser controlado por las fuerzas rusas–, el retorno de la población desplazada a Nagorno-Karabaj y a áreas adyacentes (Escola de Cultura de Pau, 2021, p. 69).

Las consecuencias del conflicto fueron, además de las víctimas militares, aproximadamente 2700 por cada bando, 94 civiles azeríes y 54 civiles armenios, miles de heridos, graves daños a los servicios e infraestructura urbana. Por su parte, según Unicef, 130.000 armenios se desplazaron de manera forzada de sus hogares (Unicef, 2020). La organización internacional Amnistía Internacional también denunció la muerte de civiles por el uso indiscriminado de armamentos (Amnistía Internacional, 2021).

Las agresiones sobre la población constituyen una violación al derecho internacional humanitario. En este sentido, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, sostuvo días antes de la finalización de la guerra que promovería una investigación por supuestos crímenes de guerra sobre los ataques armados a zonas civiles (ONU, 2020).

Luego del conflicto, se desplegaron sobre el territorio tropas rusas como garantes del proceso de paz. Asimismo, el grupo de Minsk (Rusia, Estados Unidos y Francia) de la OSCE reconoció la labor rusa en el cese de las hostilidades, así como también llamó a emprender iniciativas para alcanzar una paz sostenible. A escala nacional, la guerra tuvo su impacto diferencial. Así como el presidente de Azerbaiyán consolidó su poder y su alianza con Turquía, en Armenia significó una grave crisis política interna para el primer ministro Pashinián, quien accediera al poder en 2018 luego de la llamada revolución de terciopelo. El mandatario logró resistir las protestas en el marco de la crisis social y política que aún continúa y que se saldó parcialmente con la renuncia de varios de sus ministros luego de la derrota.

Desde una perspectiva geopolítica, el conflicto visibilizó la cooperación estratégica y militar entre Azerbaiyán y Turquía, cuyo enemigo común es Armenia. A su vez, le posibilitó al presidente Erdogan una mayor presencia estratégica en un área de interés como Transcaucasia, histórico eje de influencia ruso. Por su parte, Rusia, intentó mantener la estabilidad regional, cuya periferia no ha estado exenta de conflictos en las últimas dos décadas como los casos de Ucrania y Georgia, más múltiples tensiones en varios territorios. Según el analista Ferré, “Rusia sacrificó en parte a Armenia que es un firme aliado y que depende militarmente de Moscú, haciendo una política inteligente para evitar que Azerbaiyán se entregara plenamente a Turquía” (Ferré, 2021, p. 197).

Rusia mantiene con Armenia un Tratado de Amistad y Cooperación (1997) que hubiera implicado la entrada rusa en el conflicto en el caso de que Azerbaiyán invadiera a Armenia. Claramente Rusia interpreta a Nagorno Karabaj como un territorio en disputa. Pero, por otro lado, su presencia desde el inicio del conflicto significó que su lugar no fuera ocupado íntegramente por Turquía.

El cese del conflicto mediante el acuerdo alcanzado por las partes y promocionado por el líder regional, Rusia, y el acompañamiento de ONU y otras potencias mundiales, lejos está de terminar. Solo sitúa al problema en un estado de latencia al no resolver de fondo el status del enclave territorial. Al mismo tiempo, visibiliza otros efectos que refieren a la reposición de una problemática humanitaria con una fuerte incidencia en el siglo XX. El genocidio armenio y las diásporas de la población armenia conforman aún un trauma por resolver, no solo para Europa sino también para el mundo entero. La reedición del conflicto que involucró a Armenia trajo nuevamente a la memoria las matanzas y persecuciones sufridas por los armenios durante el genocidio de 1915 en el contexto de la Primera Guerra Mundial y la intervención del Imperio Otomano en la contienda.

La consumación de una nueva guerra y la situación de los desplazados armenios durante el conflicto visibilizaron los reclamos de la comunidad armenia dispersa por el mundo, incluyendo en el análisis a un actor referencial para comprender las disputas en el espacio transcaucásico. Las diásporas en los distintos países revelaron una arista que aún no fue dirimida por la comunidad internacional: la negación que persiste en la actualidad al reconocimiento del genocidio armenio por parte de varios Estados, entre ellos Turquía, heredera del Imperio Otomano.

Las diásporas armenias y la visibilización del conflicto

A principios del siglo XX y en el contexto de la Primera Guerra Mundial, el gobierno ultranacionalista de los Jóvenes Turcos, reafirmó la esencia del imperio no sobre una base multiétnica como lo había proclamado en un principio, sino como la unión sagrada de la raza turca, el denominado panturquismo. Para la ideología panturquista los armenios constituían una barrera racial entre los turcos otomanos y los pueblos turcos del Cáucaso y Transcaucasia. En estas circunstancias se consideraba que la identidad turca corría peligro con la presencia de pueblos cristianos en su territorio. La población armenia, la minoría más importante, se distribuía por todo el territorio imperial, pero tenían asentamientos numerosos en el este y hacia la zona fronteriza con Rusia. Por esta razón se consideró que, si conseguían sus reivindicaciones independentistas, el proyecto de Estado turco no podría concretarse. El genocidio se transformó en la posibilidad de proyectar el Estado moderno turco. Para ello la turquificación de Anatolia fue el objetivo principal. La violencia extrema se implementó luego de un proceso planificado de segregación y asfixia económica a través de impuestos especiales y pérdida de derechos políticos (Bruneteau, 2009; Akçam, 2010; Feierstein, 2016).

Bruneau (2004) sostiene que la conformación de una diáspora involucra la dispersión geográfica de la población; la elección de un país de destino en relación a los vínculos con cadenas migratorias previas; la integración de las nuevas poblaciones en el país receptor con la conservación de una fuerte identidad del país de origen; la construcción de una vida asociativa que reproduce formas tradicionales comunitarias; la creación de instituciones en la nueva comunidad comprometidas con la reivindicación de una identidad étnica y nacional y la construcción de memoria, y una sólida red de intercambios entre los diferentes grupos dispersos con el país de origen y con los ubicados en otros territorios.

El pueblo armenio sufrió opresión, persecución, reclutamientos forzosos, deportaciones. Estas acciones confluyeron en un genocidio que provocó el desplazamiento forzado de los sobrevivientes. Esta población conformó lo que se denomina diásporas armenias y se encuentra distribuida en los cinco continentes. Además de las consecuencias humanitarias, el territorio armenio sufrió una considerable disminución en su extensión. Este proceso desembocó en sucesivos conflictos territoriales con Azerbaiyán, país limítrofe con quien mantuvo enfrentamientos bélicos. Ante la posibilidad de que el conflicto se convierta en un nuevo genocidio, la diáspora armenia en diferentes latitudes se movilizó y logró su visibilización a nivel internacional del conflicto armenio-azerbaiyano en el Alto Karabaj.

Las diásporas tienen su origen en un hecho traumático para un grupo. Ello implica conflictos graves que pueden entrañar persecuciones políticas, genocidios, expulsiones en masa y una decisión colectiva de preservar emblemas y símbolos identitarios como así también de referenciarse al territorio mítico. “El efecto de atracción de Armenia es, para la diáspora, muy reducido. Los armenios occidentales (los surgidos de Asia menor, que constituyen la gran mayoría de la diáspora) y los armenios orientales (de Rusia, Irán o Armenia) no hablan la misma lengua” (Perrier, 2012, p. 125). Sin embargo, armenios distribuidos en diferentes países del mundo (Figura Nº 3) forman una comunidad conectada por producciones académicas, diarios, blogs, redes sociales entre otros medios de comunicación.

Figura Nº 3: Población de origen armenio distribuida por el mundo

Fuente: Mourenza, 2015.

Según Brisa Varela, la particularidad de la diáspora está construida por “(…) las características traumáticas de su salida, la estructura territorial que adopta su inserción en el país receptor; el tipo de representación social construida y los lazos mantenidos con el “país de origen” les distingue de otro tipo de migraciones” (Varela, 2002, p. 60). De acuerdo con Perrier (2012), la diáspora de unos 7,5 millones de personas es consecuencia directa del genocidio. Después de 1915 miles de exiliados se refugiaron en Rusia y en Europa Oriental. En 1920 barcos de refugiados armenios llegaron a Marsella y se distribuyeron por Francia, Alemania e Italia.

Las familias más acomodadas consiguieron encontrar refugio en EE.UU. (1,2 millones, de los que la mayoría se sitúo en Los Ángeles, California) y en Canadá (50.000). Otros se establecieron en Oriente Medio, en las proximidades de los lugares de deportación: en Siria (200.000), en el Líbano (150.000 personas en torno a católicos de Antelias), donde se formaron minorías establecidas que participaban de la vida política. Otros se unieron a los armenios del norte de Irak (20.000) o de Jerusalén. Se formaron colonias más lejanas según las oportunidades de emigración en Argentina (130.000), en Australia (50.000), en Brasil (40.000), en la India (500 armenios en Chennai), en Venezuela (2500) y hasta en Indonesia (Perrier, 2012, p. 125).  

En la actualidad, Rusia alberga la comunidad más importante de todos los países que forman la diáspora con aproximadamente dos millones doscientos cincuenta mil personas. En Turquía viven aproximadamente dos millones de armenios y en Estados Unidos se encuentra la tercera comunidad en cantidad de población. Argentina cuenta con una diáspora de ciento treinta mil armenios aproximadamente.

Las comunidades armenias están dispersas en aproximadamente ochenta países, es decir que el 60% de la población armenia no habita su tierra natal. Se estima que seis millones de personas conforman la diáspora, de las cuales doscientos cincuenta mil residen en Sudamérica, mayoritariamente en Argentina, Uruguay y Brasil (Ministerio de Educación de la Nación, 2015). En Argentina, los armenios construyen la memoria de esa comunidad de diversas maneras. Una de ellas es recordando el genocidio con la instalación de memoriales o monumentos. Boulgourdjian (2013, 2017) la denomina, “la Gran Diáspora”, aquella que fue consecuencia de una dispersión forzada y definitiva de los sobrevivientes del Genocidio de 1915, la diferencia del desplazamiento previo considerado una diáspora de elites integrada por comerciantes, militares e intelectuales. En Rosario (Figura N° 4), con motivo del 102° aniversario del genocidio, se inauguró en 2017 el Memorial “No me olvides”.

Figura N° 4: Memorial del genocidio armenio en Rosario

Fuente://www.conclusion.com.ar/la-ciudad/102-aniversario-del-genocidio

armenio-se-inauguro-un-memorial-en-rosario/04/2017/

En Ereván, la capital de la República de Armenia, el monumento que recuerda a los mártires del genocidio se denomina Dzidzernagapert (Figura N° 5 y N° 6) que significa “la fortaleza de las golondrinas”.

Este lema es el elegido por la comisión de la Colectividad Armenia de Rosario en este año para recordar a las víctimas, visibilizar la causa y reflexionar sobre hechos repudiables para que no vuelvan a ocurrir. Las golondrinas, migran para sobrevivir, para buscar refugio y criar y proteger a su descendencia (Diario Armenia, 2018).


Figura N° 5. Imagen satelital del memorial del genocidio en Ereván, Armenia

Fuente: http://guiamenc.blogspot.com/2013/11/zoom-en-mapa-satelital-de-armenia.html

Figura N° 6: Memorial del genocidio en Ereván, Armenia

Fuente: http://ar.globedia.com/dzidzernagapert-monumento-memoria-vida

El monumento al genocidio armenio Dzidzernagapert fue creado en 1965 en el cincuentenario del genocidio, bajo presión de una comisión armenia en la Unión Soviética en memoria de 1.500.000 armenios masacrados durante el Imperio Otomano y la actual República de Turquía. La obra se terminó en 1967 por los arquitectos S. Kalashian y L. Mkrtchian. Es un complejo que posee un museo histórico. A un lado tiene un muro de 100 metros de basalto con el nombre de muchas de las ciudades y pueblos donde se produjeron las masacres. Hacia el otro costado se encuentra erguida la pirámide que representa dos porciones separadas: la más grande simboliza a la Armenia Histórica y la más pequeña a la nueva Armenia libre e independiente. El espacio vacío que las separa simboliza los mártires de la Nación Armenia. La pirámide está conformada por doce piedras de basalto formando un círculo. Cada piedra representa una de las doce provincias armenias dentro del Imperio Otomano. La posición inclinada de la piedra representa la figura de una madre armenia llorando por sus hijos muertos. Finalmente, la llama que surge en la parte central del interior del monumento representa a todos los mártires que eternamente estarán en el corazón de la historia armenia y jamás en el olvido de la Nación Armenia. La flor llamada “Nomeolvides” fue elegida como símbolo de las conmemoraciones del centenario del Genocidio Armenio (Figura N° 7).

Figura N° 7. “Nomeolvides”: símbolo del centenario del genocidio armenio

Fuente: Diario Armenia (30/8/21)

Según lo informó Vikén Sarkissian, jefe de los asesores del presidente armenio, la representación fue seleccionada entre decenas de propuestas recibidas por la comisión del 100° aniversario. Sarkissian agregó que “Nomeolvides” tiene el mismo significado en todos los idiomas y que el lema adoptado será: “Recuerdo y reclamo”. El centro representa las doce columnas de piedra del Monumento al Genocidio de Dzidzernagapert, mientras que los cinco pétalos invocan a los cinco continentes donde los armenios encontraron refugio después del genocidio, dando lugar a la gran diáspora armenia.

El reconocimiento del genocidio armenio en el mundo se concreta de manera lenta, solo veintitrés países de los que integran la ONU se pronunciaron reconociendo el genocidio. En el 2015, año en el que se conmemoró el centenario, los siguientes Estados habían legalizado el reconocimiento. En la Unión Europea: Alemania, Bélgica, Holanda, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Lituania, Polonia, Eslovaquia y Suecia. En el resto del mundo, Argentina, Canadá, Chile, Líbano, Rusia, Siria, Estados Unidos, Suiza, Uruguay, El Vaticano y Venezuela. En el año 2018, los Países Bajos se expresaron en el mismo sentido. El 29 de octubre de 2019 la Cámara de Representantes de Estados Unidos (cámara baja) aprobó una resolución que ratifica el reconocimiento de Estados Unidos al Genocidio Armenio, establece una política de conmemoración, rechaza el negacionismo y promueve su enseñanza, a partir de una campaña impulsada por el Consejo Nacional Armenio de Estados Unidos (Diario Armenia, 29/10/2019). El 24 de abril de 2021, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden reconoció públicamente el genocidio. En su discurso aludió a la intención de honrar la memoria y el dolor de los inmigrantes armenios que arribaron a EE.UU. tras las matanzas y de sus descendientes. Por otra parte, manifestó la necesidad de trabajar para renovar “nuestra determinación compartida de prevenir que ocurran atrocidades en el futuro, en cualquier lugar del mundo, y de potenciar la sanación y la reconciliación” (RTVE.es, 2021).

Los antecedentes del reconocimiento del genocidio armenio en Argentina datan de 1985 cuando en la Sesión del 17 de abril, la Cámara de Diputados de la República Argentina aprobó una declaración que expresa “(…) que vería con agrado que el poder Ejecutivo instrumente medidas necesarias ante la Organización de Naciones Unidas para la obtención del reconocimiento internacional del genocidio cometido contra el pueblo armenio” (Consejo Nacional Armenio de Sudamérica - s/f). El 1° de septiembre de 1987 el presidente de la Nación Raúl Alfonsín en un discurso público reconoció el Genocidio Armenio.

En 1995 se promueve la Ley Nº 24.559/95 que declaraba el 24 de abril “Día de Lucha y Repudio contra la Discriminación del Hombre por el Hombre” en homenaje a todos los seres humanos víctimas de la discriminación y la intolerancia. En los años que subsiguieron a este reconocimiento se produjo un retroceso debido a que se vetó la ley que había sido sancionada en el parlamento. Sin dudas, el contexto que propició la visibilización de los reclamos históricos de la comunidad armenia fueron las políticas implementadas a partir del año 2003 marcadas por la lucha por los derechos humanos y la incorporación a la agenda estatal la reivindicación de justicia.

En el año 2006, con motivo de la conmemoración del 91° Aniversario del Genocidio Armenio, se aprueba en ambas Cámaras del Congreso y el Poder Ejecutivo promulga la Ley Nacional Nº 26.199, publicada en el Boletín Oficial el 15 de enero de 2007. Esta ley proclama el 24 de abril como “Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos” en conmemoración del genocidio sufrido por el pueblo armenio con el propósito que ese hecho sea una lección sobre los pasos del presente y las metas de nuestro futuro.

En relación al conflicto ocurrido en el año 2020, las diásporas de armenios alrededor del mundo se hicieron oír mediante manifestaciones públicas de repudio ante la escalada bélica. Muchos conflictos internacionales tienen eco en Canadá debido a la inmigración proveniente de esos países. Ciudades de Argentina, Uruguay, España, Canadá, Estados Unidos, entre otros países fueron escenario de las reivindicaciones en favor de la paz de los ciudadanos de origen armenio (Figuras Nº 8 y 9).  

Figura Nº 8: Marcha de la comunidad armenia de Argentina - 10/10/20

Puede ser una imagen de una persona y de pie

Fuente: Diario Armenia (2020)

Figura Nº 9. Manifestación de armenios de Montreal "contra el terrorismo y las agresiones de Azerbaiyán"

https://www.rcinet.ca/es/wp-content/uploads/sites/4/2020/10/manif-nagorno-635x357.jpg

Fuente: Valencia (2020)

Las luchas por la memoria en relación al reconocimiento del genocidio armenio además de plasmarse en la construcción de monumentos, símbolos y manifestaciones, se expresan en diferentes ámbitos de la cultura. Es decir, los lugares de memoria presentan una dimensión múltiple. Entre otras expresiones artísticas, la música a través de canciones que conmemoran el genocidio y claman por la irrupción de nuevos crímenes se encargó de difundir sus sentimientos. La banda estadounidense de heavy metal “System of a Down” integrada por los músicos Shaco Odadjian, Daron Malakian, John Dolmayon, Serj Tankian, todos descendientes de armenios escribieron y musicalizaron dos canciones a raíz del resurgimiento de la disputa en Artsaj. Las letras de “Protect the Land[5]  hace referencia, en perspectiva comparada, a los ciudadanos armenios que defienden la tierra en la actualidad y durante la Primera Guerra Mundial y el Genocidio de 1915. Civiles, hombres, mujeres y niños y también soldados son los protagonistas de las luchas por defender la tierra, de la que muchos se vieron obligados a migrar.  Respecto a “Genocidal Humanoidz[6] refiere metafóricamente a los “diablos” y cómo los armenios nunca huyen ni se esconden de ellos, siendo estos diablos cualquier mal para el pueblo armenio. Con sus trabajos, la banda musical contribuye a crear conciencia sobre aspectos geopolíticos del pasado y del presente.

La dispersión de los armenios en el mundo conformó una comunidad diaspórica asociada a los relatos de los procesos migratorios y construyó un espacio diferente al del lugar de origen. En este contexto, el conflicto de 2020 unificó las acciones de los armenios en el mundo en un sentimiento de reivindicación de la nación armenia, la defensa de los principios de paz y el fortalecimiento de su identidad.

Conclusiones

En el conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave territorial de Nagorno Karabaj o Artsaj intervienen múltiples dimensiones analíticas. Esos factores internos y externos en articulación posibilitan abordar las contradicciones entre los objetivos de los grupos enfrentados. Asimismo, permiten comprender las fases por las que evolucionó, desde un conflicto interno en la etapa soviética, una segunda fase en la que se expresó una contienda interestatal, hasta la última guerra de 2020 que expresó la internacionalización de la disputa con la abierta intervención de Turquía en apoyo a Azerbaiyán, y el rol más diplomático y conciliador de la Federación de Rusia.

En un contexto global, donde el orden geopolítico internacional se caracteriza por su multipolaridad, las potencias regionales adquieren cada vez mayor injerencia en los conflictos armados territoriales, con el fin de reposicionarse en el mapa geoestratégico mundial y anteponer sus intereses. En este marco, se inscribe un conflicto que no ha terminado, sino que ha pausado las hostilidades hasta que una nueva crisis movilice a los Estados en un nuevo enfrentamiento.

La articulación de los acontecimientos mundiales y los ocurridos en la región construyeron una trama geopolítica de poderes desiguales que perjudicó a la identidad del pueblo armenio. En la madrugada del 24 de abril de 1915 comienza el proceso de genocidio con la detención y asesinato de intelectuales, religiosos, maestros, artistas, escritores. Este proceso es parte de lo que Varela (2009) denomina Aghed, la catástrofe o el desastre, que incluye las masacres previas a 1915, deportaciones masivas, asesinatos de mujeres y niños, así como el genocidio cultural. La población armenia fue la avasallada en este episodio dramático de la historia. La dispersión de ciudadanos armenios por diferentes latitudes y especialmente en Argentina, conformó una diáspora que asumió el compromiso de luchar para dar a conocer sus traumas y para escribir en las páginas de la historia del siglo XX su legado. Pensar en clave geohistórica el genocidio y las etapas sucesivas que sitúan a este proceso en el centro del reclamo por su reconocimiento a nivel mundial es una tarea que la investigación y la docencia tienen la responsabilidad de debatir.

De este modo, el rol de las diásporas armenias en el mundo y sus manifestaciones en contra del conflicto bélico en Artsaj resultó fundamental para visibilizar no solo un enfrentamiento que amenaza la paz en la región, sino que también rememora el trauma sufrido por la comunidad armenia durante la Primera Guerra Mundial. Recuperar las miradas y expresiones de las diásporas supone poner en juego las representaciones que realiza un grupo étnico-cultural en la construcción social de una identidad colectiva, aún en el exilio o distante del territorio estatal donde se manifiesta la consolidación de esa nacionalidad.

En este sentido, reconstruir el proceso histórico posibilita comprender la compleja trama territorial regional, los actores internacionales y locales involucrados y los lazos que sostienen la identidad armenia. Este abordaje constituye un punto de partida para investigar esta problemática territorial de escala global y pensar su enseñanza tanto en el nivel universitario como en la educación secundaria.

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Notas

[1] Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación: “Saberes geográficos emergentes y prácticas pedagógico-didácticas situadas: diálogos entre investigación y enseñanza”. Acreditado por Resolución Nº 301-22 del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa. Una versión preliminar fue presentada en las XXII Jornadas De Investigación y Enseñanza de la Geografía Departamento de Geografía Centro de Investigaciones Geográficas. UNLP (2021).

[2] Profesora e investigadora del Departamento y del Instituto de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas - UNLPam. Profesora Asociada en Didáctica de la Geografía, Geografía de Europa y Oceanía y Geografía de Asia y África. Temas de interés vinculados a la enseñanza de la Geografía y el abordaje de problemáticas territoriales en escala mundial. ORCID: 0000-0002-7707-4302

[3] Gustavo Gastón Pérez. Profesor e Investigador del Departamento y del Instituto de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas - UNLPam. Profesor Adjunto de Geografía Política y Económica y Jefe de Trabajos Prácticos de las cátedras Geografía de Asia y África y Geografía de Europa y Auxiliar en Geografía de La Pampa. ORCID: 0000-0001-9185-149X

[4] En el Informe, “se entiende por conflicto armado todo enfrentamiento protagonizado por grupos armados regulares o irregulares con objetivos percibidos como incompatibles en el que el uso continuado y organizado de la violencia: a) provoca un mínimo de 100 víctimas mortales en un año y/o un grave impacto en el territorio (destrucción de infraestructuras o de la naturaleza) y la seguridad humana (ej. población herida o desplazada, violencia sexual y de género, inseguridad alimentaria, impacto en la salud mental y en el tejido social o disrupción de los servicios básicos); b) pretende la consecución de objetivos diferenciables de los de la delincuencia común y normalmente vinculados a:

- demandas de autodeterminación y autogobierno, o aspiraciones identitarias;

- la oposición al sistema político, económico, social o ideológico de un Estado o a la política interna o internacional de un gobierno, lo que en ambos casos motiva la lucha para acceder o erosionar al poder;

- o al control de los recursos o del territorio.” (Escola de Cultura de Pau, 2021, p. 21).

[5] El video oficial se puede visualizar en: System of a Down - Protect The Land (Official Video).  https://www.youtube.com/watch?v=XqmknZNg1yw 

[6] System of A Down - Genocidal Humanoidz (Official Video).  https://www.youtube.com/watch?v=9VvmixeowNI&t=22s