DOI: http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2022-2617
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Cita sugerida: Alvaro, M. B., Higuera, L. A., Mascad, F. A. y Correa, G. (2022). Micropolíticas de la vida digna en territorios arrasados en la norpatagonia, Río Negro, Argentina. Revista Huellas, Volumen 26, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas
ARTÍCULOS
Micropolíticas de la vida digna en territorios arrasados en la norpatagonia, Río Negro, Argentina
Micropolitics of a dignified life in devastated territories of norpatagonia, Río Negro, Argentina
Micropolíticas de uma vida digna em territórios devastados na norpatagônia, Río Negro, Argentina
María Belén Alvaro[1]
Universidad Nacional del Comahue
Lorena Angélica Higuera[2]
Universidad Nacional del Comahue
higueralorenaangelica@gmail.com
Fara Ariadna Macsad[3]
Universidad Nacional del Comahue
Gabriela Correa[4]
Universidad Nacional del Comahue
Resumen : Este trabajo analítico se sitúa en lo que denominamos ‘territorios arrasados’. Buscamos producir saberes en relación con los procesos de subjetivación que imponen los regímenes de despojo (expropiatorios, extractivistas, otros) como tipo específico de ‘máquina social’ que otorga “reconocibilidad” a determinadas formas de vida. Nos importa conocer las definiciones de ‘vida digna’ que emergen de la experiencia territorial disidente a dichos ordenamientos, que disputa la distribución diferencial de la precariedad propia del marco extractivo hegemónico. Nos centramos en experiencias situadas en dos casos de territorios extractivos arrasados por la grilla del modelo hidrocarburífero no convencional (Allen) y territorios de la línea Sur rionegrina vinculados principalmente a la producción ovina (Sierra Colorada y Jacobacci), cuyo ordenamiento colonial persiste y profundiza sus impactos en las tramas comunitarias. Señalamos algunos marcajes territoriales que dan cuenta del devenir del ordenamiento y presentamos experiencias de singularización disidentes, como prácticas colectivas de producción de lo común y definiciones de vida digna (habitabilidad) que se van construyendo frente a ordenamientos de crisis, que invierten la relación entre norma y excepción.
Palabras clave: Territorios arrasados ; Micropolítica ; Subjetivación disidente ; Construcción de lo común
Abstract : This analytical work is located in the so called 'devastated territories'. We aim at producing knowledge in relation to the subjectivation processes imposed by dispossession regimes (confiscatory, extractivist, others) as a specific type of 'social machine' that grants "recognition" to certain forms of life. It is important for us to know the definitions of 'dignified life' that emerge from the dissident territorial experience of said systems, which disputes the differential distribution of precariousness typical of the hegemonic extractive framework. We focus on experiences located in two cases of extractive territories devastated by the grid of the non-conventional hydrocarbon model (Allen) and territories of the Southern Rio Negro line linked mainly to sheep production (Sierra Colorada and Jacobacci), whose colonial order persists and deepens its impacts on community networks. We point out some territorial markings that account for the future of the system and we present experiences of dissident singularization, such as collective practices of production of the common and definitions of decent life (inhabitability) that are being built in the face of crisis systems that reverse the relationship between norm and exception.
Keywords: Devastated territories ; Micropolitics ; Dissident subjectivation ; Construction of the common
Resumo : Este trabalho analítico está situado no que chamamos de 'territórios arrasados'. Buscamos produzir conhecimento em relação aos processos de subjetivação impostos pelos regimes de expropriação (expropriatórios, extrativistas, outros) como um tipo específico de 'máquina social' que confere "reconhecimento" a certas formas de vida. É importante conhecermos as definições de 'vida digna' que emergem da experiência territorial dissidente desses sistemas, que disputa a distribuição diferencial da precariedade típica do quadro extrativista hegemônico. Focalizamos experiências localizadas em dois casos de territórios extrativistas devastados pela malha do modelo hidrocarboneto não convencional (Allen) e territórios da linha sul de Rio Negro ligados principalmente à produção de ovinos (Serra Colorada e Jacobacci), cuja ordem colonial persiste e aprofunda seus impactos nas redes comunitárias. Apontamos algumas marcações territoriais que dão conta do futuro do sistema e apresentamos experiências de singularização dissidente, como práticas coletivas de produção do comum e definições de vida digna (habitabilidade) que vão se construindo diante de sistemas de crise, que invertem a relação entre norma e exceção.
Palavras-chave: Territórios devastados ; Micropolítica ; Subjetivação dissidente ; Construção do comum
RECIBIDO 30-06-2022 / ACEPTADO 08-08-2022
Fundamentación: los ordenamientos hegemónicos como política de Estado en territorios extractivos
Denominamos ordenamientos hegemónicos a los dispositivos maquínicos[5] que producen modos culturales de regular disposiciones afectivas y éticas a través de encuadres (marcos) (Butler, 2010). Los mismos, no sólo organizan una experiencia de reconocibilidad, sino que, también, generan ontologías específicas del sujeto (Deleuze y Guattari, 1985) que construyen “espacios de acontecimientos posibles[6], tipos predominantes de sujetos y de disciplinamiento de las potencias vitales” (Lazzarato, 2017, p. 8). No podemos referirnos a lo que es considerado vida por fuera de las operaciones de poder y los marcos que esas operaciones producen, se requiere hacer precisos los mecanismos específicos a través de los cuales se produce la vida “reconocida”. En tal sentido, el ordenamiento extractivo es un encuadre de violencia selectivo y diferencial, que reconoce algunas vidas desconociendo otras.
Hipotetizamos que sus trazos hegemónicos dibujan formas “legítimas” y homogeneizantes de organización de las fuerzas vivas; verdaderas políticas de la existencia (Lazzarato, 2017) vinculadas a la estabilidad y al orden en la producción social en determinados territorios, que trazan estrechos márgenes de habitabilidad y producción de tramas comunitarias. En relación con ello, planteamos como problema de investigación las experiencias micropolíticas de construcción de ‘lo común’ en territorios arrasados. Problematizamos los procesos de subjetivación disidentes/disonantes a dichos ordenamientos[7] desde tramas comunitarias, las textualidades que producen estas experiencias en disposiciones discursivas y no discursivas (Sztulwark, 2019) (prácticas escriturales, creativas, territoriales otras) y sus definiciones de habitabilidad para el potenciamiento de “la vida digna de ser vivida” (Butler, 2017, p.88).
Definida la micropolítica como prácticas moleculares de desestabilización de las formas dominantes de subjetivación desde la creatividad, la imaginación, el lenguaje y el deseo, entendemos con Butler (2010) que la vida excede siempre las condiciones normativas de su reconocibilidad y posee la potencialidad de derribar los marcos mismos que gobiernan la reconocibilidad relativa y diferencial de las vidas en cuestión. Por ello, nos importa conocer las definiciones de vida digna que emergen de la experiencia territorial y que disputan a la distribución diferencial de la precariedad del marco extractivo hegemónico.
Nos centramos en experiencias que, a decir de Sztulwark (2019, p.18), se caracterizan por su capacidad de elaborar estrategias que, frente a ordenamientos de crisis, invierten la relación entre norma y excepción. Experiencias (sostenidas o espontáneas) cuya praxis opera “como un laboratorio donde se está forjando otro tipo de lucha, inventando aperturas en el sistema de subjetividad dominante'' (Guattari y Rolnik, 2013, p. 70. A partir de una cartografía de la construcción de “lo común” en los márgenes experienciales de estos ordenamientos y sus dispositivos de subjetivación jerarquizantes es que surge una materialidad viva otra, antagonista y revitalizante de las fuerzas del saber de lo vivo que yace en memorias afectivas, latentes en las biografías individuales y colectivas, que insisten en interpelar y reactivarse en nuevos contextos, para la reproducción de la vida, a decir de Guattari y Rolnik (2013), en el terreno de la micropolítica.
Definimos lo común desde Navarro (2015), como todo aquello susceptible de ser generado a partir de formas de cooperación fundamentales, de procesos de resistencia y reapropiación de la riqueza social en tramas comunitarias que protegen y garantizan la reproducción de la vida. Lo común existe como negación del capital y su materialidad, a través de otros vínculos y relaciones humanas no plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del capital, entre los que podemos mencionar además de los bienes naturales: soberanía alimentaria, lazos territoriales, iniciativas productivas otras, expresiones artísticas y creativas. Al abordar los ordenamientos territoriales propios de los regímenes de despojo desde la grilla colonial género-raza-clase emerge la noción de despojos múltiples. Aquellos concebidos no únicamente como la desposesión de bienes o riquezas materiales, sino como abanico heterogéneo que se amplía a la expropiación de toda riqueza susceptible de ser producida en entramados comunitarios.
De cara a la organización del artículo, señalamos a continuación algunos marcajes territoriales que a nivel extensivo de datos secundarios dan cuenta del devenir del ordenamiento hegemónico extractivo, y las disputas que produce la construcción y definiciones de la vida digna singular en territorios arrasados, en la última década. Posteriormente, focalizamos el análisis en dos territorios específicos de norpatagonia Río Negro, Argentina. Presentamos dos experiencias colectivas como casos de estudio: territorios frutícolas tradicionales, ahora reordenados por la grilla del modelo hidrocarburífero no convencional (Allen) y territorios de la línea sur rionegrina vinculados principalmente a la producción ovina, cuyo ordenamiento colonial persiste y profundiza sus impactos en las tramas comunitarias en contextos de privatización de tierras fiscales y proyectos mineros metalíferos a gran escala cercanos a las poblaciones. Nos importa destacar de esas experiencias colectivas las prácticas de producción de lo común (textualidades) en la reproducción cotidiana de la vida, y las definiciones de vida digna (habitabilidad) que se van construyendo en relación a las mismas.
En palabras de Preciado (2019), esta es una apuesta por cartografiar una política de subjetivación disidente, permitiendo la reapropiación de la potencia vital de creación y el desarrollo del saber-del-cuerpo, el saber de nuestra condición de vivientes, el cuerpo vibrátil en territorios singulares. Una propuesta del cuerpo y los territorios concebidos como ‘entramados libidinales’ hechos de “afectos y perceptos, que escapan al ámbito de la conciencia individual” (Preciado, 2019, p.16). Desde esta perspectiva, no hay posibilidad de una transformación de las estructuras de gobierno de los cuerpos y la vida en los territorios sin la modificación de los dispositivos micropolíticos de producción de subjetividad.
La experiencia territorial: los casos en estudio
Svampa (2019) señala que los territorios extractivos suelen adoptar una configuración singular que se define por el potenciamiento de las problemáticas sociales ya existentes en la sociedad más amplia: disparidades salariales, precios altos, adicciones, aumento de la criminalidad en general y la trata de personas en particular. En consecuencia, también se acentúan y diversifican las formas de violencia colectiva. Así, la amplificación de estas cadenas de violencia encuentra un terreno fértil en contextos extractivos, en los cuales suelen expresarse a través de lo que refiere como “figuras extremas” (2019, p.73), esto es nuevas territorialidades criminales, en dinámicas sociales donde el Estado central se combina con el extractivismo depredador y la búsqueda de rentabilidad extraordinaria.
Svampa y Viale (2014) señalan cómo las tecnocracias, las burocracias especializadas, los planificadores del desarrollo, los gestores de los aparatos de Estado en alianza con corporaciones transnacionales se sirven de espacios reales que devienen instrumentales, espacio abstracto, metafórico, depurado de historias, sentidos, prácticas y vivencias; espacio imagen geométrico, cuantitativo que surge del “mal desarrollo”. Estas son algunas de las marcas de lo que denominamos ordenamiento hegemónico extractivista.
Entendemos que esto no se explica únicamente por la inserción de determinadas prácticas en los territorios, sino por las configuraciones subjetivas que éstas codifican. En sentido de Deleuze (1995), los dispositivos de poder no actúan ni por represión ni por ideología, sino que codifican y reterritorializan los puntos de disposición del deseo, en este caso los deseos que suscita el ordenamiento extractivo a través de dispositivos de producción de la subjetividad vertebrados por el consumo suntuoso, la violencia intersubjetiva para y con el medio.
Desde fines del siglo XX en norpatagonia acontecen importantes transformaciones territoriales vinculadas al desarrollo de estrategias de expansión y consolidación del ordenamiento extractivo. Dichas transformaciones se advierten en determinadas áreas que resultan atractivas a los impulsos modernizadores del capital con producciones discursivas de relevancia económica con el objetivo de regular la funcionalidad en los territorios para la reproducción y acumulación del capital. En este recorrido, recuperamos dos experiencias territoriales que fisuran estos ordenamientos territoriales hegemónicos. Dos experiencias micropolíticas de construcción de lo común que otorgan habitabilidad a determinadas vidas en territorio.
La primera de ellas se ubica geográficamente en la localidad de Allen, Río Negro (Figura N°1), ubicada a 16 km de la confluencia de los ríos Neuquén y Limay y forma parte de la región del Alto Valle del Río Negro, que se extiende a lo largo de unos 90 km en el norte de la Patagonia. El municipio tiene jurisdicción sobre un ejido con una superficie 12.826 hectáreas, 6.500 bajo cultivo; y es la sexta ciudad más poblada de la provincia, comprendiendo en su extensión poblados urbanos y periurbanos. Construida como territorio de la cuenca frutícola, la llegada del ferrocarril en la última década del siglo XIX de manos del capital inglés sentó las bases para una estrategia de colonización y (re)poblamiento a partir del genocidio practicado por el Estado nacional sobre los pueblos originarios de la región. El proceso de ordenamiento inicial se estructura en las primeras décadas del siglo XX sobre la base de la inmigración europea en pequeñas y medianas parcelas para la explotación agropecuaria, en un proceso de colonización que, tal como refiere Svampa (2013) fue de índole privada, con infraestructura pública.
Figura Nº 1. Mapa de localización: Allen, Río Negro, Argentina
Fuente: Juan Andrés Maure en base a datos obtenidos del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
La puesta en marcha de dispositivos locales vinculados al despliegue continental de un patrón colonial de poder comprende un proceso de despojo y jerarquización. En la tercera década del siglo XX se consolida la fruticultura como actividad económica principal y con ella una estructura territorial cuyo sujeto hegemónico es el productor familiar capitalizado –chacarero-. Desde la década del ’60 deviene un proceso de modernización concentrada, transnacionalizada y excluyente (Alvaro, 2013) en la organización de la cadena frutícola. Esto consolida un deterioro paulatino de la participación chacarera en el eslabón primario por expulsión de explotaciones (falta de acceso al crédito, endeudamiento con organismos privados y públicos, dificultades para el acceso a tecnología).
En la actualidad, el deterioro de la producción primaria frutícola se solapa con el impulso que el gobierno provincial rionegrino da a la extracción de gas tight[8], inaugurando la política de extracción de hidrocarburos no convencionales. Actualmente la localidad es señalada como “uno de los casos más emblemáticos que ilustra la avanzada petrolera en la Patagonia argentina” (Bertinat et al, 2014, p.151). En ella se explota uno de los cinco yacimientos de gas más grandes de Argentina y se produce el 20% del tight gas que genera la petrolera nacional en todo el país.
En 2013 el rechazo popular a la posibilidad de implementar la extracción no convencional en la localidad fue expresado por unanimidad en el Concejo Deliberante. Por unos días Allen logró ser un municipio libre de fracking mediante una estrategia discursiva democrática, sustentada en la soberanía del territorio y sus bienes comunes. No obstante, el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Río Negro ejerció su poder de veto, permitiendo el avance irrestricto de la actividad. La posibilidad de arrendamiento de chacras para la explotación hidrocarburífera intensiva, con un perfil más capitalista-rentista (Alvaro, 2018) imprime profundizaciones en la grilla colonial territorial. Entre 2009 y 2010 se inicia la explotación de pozos bajo la modalidad de contratos bianuales de servidumbre de renovación automática entre empresas privadas y el sector chacarero, para el acceso y uso de las parcelas, alcanzando en 2014 los 160 pozos.
Las prácticas divisorias hegemónicas (Foucault, 1988) que articula el ordenamiento frutícola estructura en el siglo XX una territorialidad (Haesbaert, 2013) con eje en la forma de vida rural, el núcleo doméstico y una figura central masculina propietaria de la parcela (Alvaro et al, 2018). La experiencia social hegemónica es la del sujeto europeo/europeizado, heterosexual, de clase propietaria, padre de familia que motoriza el progreso de la zona, héroe-pionero, presente en el imaginario de la historia oficial de la localidad.
Sobre la formulación androcéntrica ‘familiar’ hegemónica de la fruticultura se impone la figura de “petrolero”: aislada de su entorno vital, desanclada del ámbito reproductivo y cuya experiencia central es la de organizar y ejecutar el despojo para la generación de hidrocarburos, sin registro de impactos ambientales o sociales. Así, las tecnologías del extractivismo trazan efectos en la territorialidad. A partir de la (re)masculinización de los dispositivos arquitectónicos, los discursos disciplinares, los procesos de trabajo, la economía de los afectos y del deseo, ciertas voces se amplifican, ciertos cuerpos se visibilizan, ciertas posiciones se erigen como legítimas, y ciertas figuras monopolizan el discurso público. El tipo de experiencia social que privilegia es masculina, heterosexual, blanca, de clase media, con rasgos de apropiación violenta de la naturaleza (Alvaro, 2018) e hiperadaptada a los objetivos de productividad.
En este esquema las mujeres han sido integradas como sector subalternizado, tanto en las unidades domésticas campesinas y chacareras, donde las interseccionalidades de clase, etnia y género las sitúan en lugares subalternizados del entramado territorial. El usufructo de su trabajo de cuidados, afectivo y productivo es apropiado al interior de los núcleos domésticos.
La segunda experiencia, se ubica geográficamente en la línea sur rionegrina[9] (Figura N° 2), esta comprende el sur de la provincia de Río Negro, ocupando el 60 por ciento de su superficie. Está integrada por cinco departamentos (Valcheta, 9 de Julio, 25 de mayo, Ñorquinco y Pilcaniyeu) y abarca una extensa zonas de regiones eco-geográficas, destinadas a la producción ganadera extensiva ovina y en menor medida, caprina, con una organización social del trabajo predominantemente de base familiar. Escasamente poblada (alcanza los 34.000 habitantes según CNPHyV 2010), con población aglomerada en pueblos y parajes y, población muy diseminada en el resto de la región vinculadas por las vías del ferrocarril y la ruta provincial Nº 23. Como en el caso anterior, el proceso de incorporación del territorio norpatagónico por parte de la élite criolla para la construcción del Estado argentino, se hizo efectivo a finales del siglo XIX a costa del despojo a sociedades indígenas. En este caso, extensas superficies de tierras pasan a formar parte del patrimonio fiscal, iniciando un proceso de transferencia a particulares con un claro predominio de grandes estancias dedicadas a la producción de ganadería ovina con características extensivas, principalmente, y producción agraria. Se configura y consolida a lo largo del siglo XX una territorialidad europeizante basada en grandes propiedades (estancias) estrechamente ligadas a la presencia de capitales británicos. El asentamiento de la población es diseminado, localizado en estancias, puestos, pueblos rurales o aglomerados, parajes y posteriores comisiones de fomento.
Figura Nº 2. Mapa de localización: Línea Sur, Río Negro, Argentina
Fuente: Juan Andrés Maure en base a datos obtenidos del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
La base de la economía, ha sido y continúa siendo principalmente la ganadería ovina de características extensivas con escasa demanda de mano de obra en el desarrollo de la esquila, venta de la lana, y en menor medida de carne. En el presente siglo, hay signos de cambio en la situación fundiaria y de mayor vulnerabilidad en estas zonas de ocupación precaria como otras en el país, al iniciarse la privatización de tierras fiscales mayormente mediante programas de titularización. De este modo, se incorporan vastas zonas al mercado de tierras no sin tensión/resistencia por parte de organizaciones indígenas y de movimientos de productores pequeños. Al mismo tiempo, en algunos lugares de la Línea sur como, por ejemplo, en Maquinchao o en Ingeniero Jacobacci, existen litigios de tierra por acciones directas de campesinos indígenas, tierras que fueron cedidas por endeudamiento o abandono en épocas de crisis. Son identificadas por las organizaciones como “territorios en recuperación”. Perdura una situación de inestabilidad en torno al control real de la tierra, cuya distribución y tenencia son el reflejo de los conflictos y las transformaciones territoriales vigentes y a futuro (Higuera, 2016; Steimbreger e Higuera, 2016).
El avance del capital estaría asociado no solamente con la apropiación y disponibilidad de recursos naturales para la ampliación de la producción tradicional (ganadería extensiva), sino también, orientado a la re-mercantilización de la vida como un nuevo ciclo de acumulación por despojo, con la valorización de recursos paisajísticos con fines inmobiliarios vinculados a la actividad turística y el avance de los proyectos mineros metalíferos a gran escala (Proyecto Calcatreu) y la derogación en 2011 de la “ley provincial anticianuro”, impulsados por el Estado provincial y nacional. Estas formas renovadas de despojo ponen en crisis las formas de reproducción social de la vida y reavivan experiencias/luchas por el uso y acceso al agua y al suelo para la reproducción de la vida desde las tramas comunitarias locales.
Una consecuencia directa de este proceso es la ampliación de las fronteras (materiales y simbólicas) del capital con la reestructuración del acceso, dominio y uso del territorio. Se está en presencia de un proceso de reestructuración del espacio social que va desde la territorialización del capital (productivo y financiero) con desplazamientos de pequeños productores, cerramientos de campos y cursos de agua, aumento de las actividades de exploración y cateos vinculados a la minería hasta el entrelazamiento de entramados comunitarios a través de otros vínculos y relaciones humanas no plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del capital, que tienden a la autonomía por la vía de la reapropiación de las condiciones de autoorganización y autovalorización (Sztulwark, 2019) expresadas en: iniciativas asociativas y/o comunitarias, experiencias de economía solidaria, lazos territoriales, memorialización colectiva.
En un contexto de expansión del capital y de fuerte presión por la tierra nos interesa trabajar principalmente en las tramas de experiencias alternativas que tejen las mujeres hilanderas entre ellas, no necesariamente desde su alcance institucional sino principalmente desde sus alcances territoriales y prácticas colectivas como formas de resistencia a la expulsión.
En esta línea, el caso de las mujeres hilanderas de la meseta de Somuncura, constituye una experiencia colectiva disidente/disonante que expresa modos y entramados históricos de hacer posible la vida mediante la reactualización del saber de lo vivo, que involucra estrategias que se desarrollan en territorios y tiempos no necesariamente monetarizados y con un alcance productivo y territorial (del Moral Espín, 2013; Gutiérrez et al, 2015). Experiencias alternativas que registran una organización comunal/institucional por cooperativas y asociaciones rurales que data desde mediados de la década de los ochenta.
Relatos de la vida digna, una contraeconomía de los afectos
En las experiencias territoriales de subjetivación disidente analizamos la participación de las mujeres y otras corporalidades feminizadas en experiencias a nivel unidad doméstica y en el entramado comunitario para producir lo común.
Nos enmarcamos en las epistemologías feministas de la “objetividad situada” (Harding, 1995). Buscamos crear patrones de conocimiento distintos a los androcéntricos hegemónicos “desencarnados”, de herencia moderna a partir de la experiencia territorial. Las técnicas de construcción social del dato son entrevistas individuales con bajo nivel de estructuración[10] (Cruz, Reyes & Cornejo, 2012), talleres bajo la modalidad de la técnica de entrevistas grupales, ambas desde la co-construcción colectiva y participativa y la escucha etnográfica (Segato, 2010).
Construimos con ellas alianzas sintéticas (Butler et al, 2019) de corporalidades feminizadas y atravesadas por distintas interseccionalidades, donde los encuentros son un espacio para la voz propia en el intercambio. Lo hacemos desde una ontología corporal que forma comunidad con quienes allí habitan, no desde el borramiento de nuestras diferencias, sino desde su anudamiento y politización como fuerzas para la transformación (Lorde, 2008). Apuntamos a la construcción de nuevos sentidos acerca del extractivismo para hacer lugar, y potenciar la construcción de lo común, leyendo las formas de distribución de la vulnerabilidad como parte del sentido mismo de la construcción de resistencia política, como actuación encarnada (Alvaro, 2018).
Presentamos aquí un decir sobre el extractivismo que contiene una doble apuesta epistémica: por un lado, situarnos epistemológicamente desde el decir de quienes -por haber sido históricamente responsabilizadas de la reproducción social- poseen/mos un conocimiento vital y una memoria larga de las transformaciones a la reproducción de la vida que implica actualmente la matriz extractivista; por otro, registrar experiencias micropolíticas que se tejen en los territorios para hacer posible la vida.
Arribamos al análisis de las experiencias colectivas disidentes/disonantes respecto al ordenamiento hegemónico, a partir de las dimensiones prácticas de producción de lo común (textualidades) en la reproducción cotidiana de la vida; dispositivos micropolíticos de producción de subjetividad que reactualizan el saber de lo vivo a partir de las definiciones de vida digna (habitabilidad) singularizantes y compartidas que se tejen en los territorios.
Prácticas micropolíticas de producción de lo común
Allen
En un entramado histórico que valida unos cuerpos en tanto que censura el reconocimiento de otros, las manifestaciones que ocupan el espacio público, con cortes de rutas y caminos, constituyen micropolíticas de producción de lo común que enuncian la voluntad de no constituirse en vidas y territorios sacrificables. Esto habilita la gestión de estrategias que contrarresten despojos, desarrollando sensibilidades insurgentes que se expresan en la lucha de los cuerpos por hacerse presentes en las calles y la producción de entramados comunitarios. Emergen políticas de existencia disidentes –espontáneas y/o sostenidas- que posibilitan logros sustantivos en términos de retraso u obstaculización de las actividades extractivas a la vez que habilitan la descolonización de las subjetividades y los afectos e imprimen en sus relatos y en los territorios sus propias definiciones de vida digna.
En la calle ciega hicieron un corte, según la gente, yo no fui porque yo estoy en el merendero, yo voy a la mañana a vender tortas, pan, lo que haga en el día salgo a vender. Este año fue para el invierno que tomaron la calle ciega, había derramamiento de petróleo no sé qué es lo que había caído y bueno salió por la televisión por todos lados. En el último corte, se llegó a un acuerdo, lograron un termotanque para todo el barrio, un calefón para las familias, eh... y un calorama. O sea la cocina, el termotanque y el calorama que se lo tienen que dar a cada familia. (J, Referente merendero 1-12-16).
Hemos hecho cortes acá… con el tema de la petrolera, cuando llegaron acá, en la ruta cortamos… hace meses nomás… cortamos la ruta nomás, así que bueno… eso es todo el problema… hemos hecho marchas, hemos hecho cortes en todas las plantas, el barrio este con el otro barrio hemos estado unidos, hasta ahora, todavía estamos en la lucha. Como yo no tengo trabajo, y en la chacra ahora está re complicado, y con mi edad, no… no conseguís… yo trabajo de la cebolla, de la verdura… ahora, todo eso se perdió…. Si plantan, plantan poquito, tenés trabajo un día, dos días, tres días, y listo… y… esto es así… una vida muy dura, ahora se ha puesto peor, ahora se están perdiendo todas las chacras… (M, Vecina Costa Blanco, 23-07-17).
La mayoría en los barrios son mujeres. Somos mujeres las que más participamos en todo. (R, Vecina Calle 10, 18-3-17).
Las mujeres, de manera particular, son quienes por la vía de la reapropiación de las condiciones de autoorganización y autoreconocimiento organizan actividades comunitarias de reclamo por las nuevas condiciones de vida impuesta por la nueva dinámica productiva que compite con la actividad frutícola y transforma la vida cotidiana.
Línea Sur
La experiencia de autogestión de mujeres tejedoras e hilanderas; como forma de producción de lo común con presencia de vínculos comunitarios y/o asociativos, con relaciones de reciprocidad y de corresponsabilidad es narrada desde los modos en que se intenta sacar la vida adelante en un contexto de crisis, distinguiendo que el sostén del bienestar de sus hogares no depende exclusivamente de la situación de sus miembros en el mercado laboral sino de una compleja y diversa trama de estrategias que se desarrollan en espacios y tiempos no necesariamente monetarizados (del Moral Espín, 2013).
Lo importante de la cooperativa es la revalorización de la mujer. Dos artesanas que participan de la cooperativa son hoy comisionadas en sus parajes. Son mujeres que nunca habían salido de sus parajes pero la participación y organización en la cooperativa las fortalece, las empodera. La cooperativa te exige juntarte, reunirte, confianza en el otro, es un lugar distinto. (S, tejedora, Sierra Colorada, 2-12-2021).
Nos juntamos entre todas a lavar la lana. Nos juntamos dos veces por semana y lavamos y prensamos la lana y también charlamos de nuestras cosas. Trabajo en la cooperativa hace muchos años pero no tengo un trabajo fijo. Tengo huerta y también vendo cosas dulces.
Hay que hacerle notar al hombre que con el dinero podemos comprar una garrafa o comida y eso se lo tenemos que decir a los hombres. No son ellos los únicos que ayudan con la comida en la casa. Para muchas de nosotras el único ingreso es el de las artesanías. (A, hilandera, Paraje Comicó 3-12- 2021).
Son espacios comunes feminizados; en el sentido amplio de la responsabilidad misma de sostener la vida con la creación de prácticas distintas a las habituales como una forma alternativa de organizarse desde el punto de vista simbólico, cultural y socioeconómico. Se conforman modos singulares de organizar la reproducción social de la vida donde se vincula el saber hacer (tejer, hilar, coser) con la idea de obtener ingresos a partir de las tareas productivas cotidianas de las mujeres con rasgos campesinos que, de esta manera, se resisten a un modelo de desarrollo hegemónico.
Vida digna- Saber de lo vivo
Allen
A partir de la insistencia de sentidos “otros” en los relatos, en relación a las transformaciones en la economía de las prácticas para la construcción de la vida, las marcas en los cuerpos, y las experiencias donde la resistencia consiste en hacer frente al proceso de exclusión y segregación de la vida que se instala en los territorios “otros” del extractivismo, en “poner cuerpo” a costa de la intensificación del trabajo reproductivo. La responsabilidad ética ante la vida se resuelve colectivamente, haciendo frente a cuestiones de sanidad básicos como la disponibilidad de agua potable, pero no como mera agrupación de mujeres, sino como proceso de individuación alternativo al neoliberal (Sztulwark, 2019), del cual emerge la construcción de lo común en el marco de una economía afectiva que conecta afinidades políticas construyendo otros modos de vida.
Nosotros siempre vivíamos en la chacra, pero ahora como las chacras se están perdiendo… se está perdiendo el trabajo… Y, ahora que llegaron los de la petrolera, están contaminando todo, están rompiendo todos los asfaltos, están estropeando todo. Por ahí nos dejan sin agua, semanas enteras sin agua, nos vienen a dejar agua por bidones, un bidón de 5 litros para cada familia, ¿qué vamos a hacer con un solo bidón?… nos viene a dejar el municipio o si no la petrolera… Pero en invierno es todo un problema con el agua, no tenemos agua ni para lavar, para nada… Es un cambio muy grande desde que llegaron las torres acá. Lo que es allá cerca de la barda, ni hablar, viste que van a tirar todos los desechos para allá, y tienen una parte que es como tipo pared… pero eso ya está rebalsando y cuando llueve mucho eso se va corriendo todo para la barda, eso está contaminando todo, todo… y bueno… es todo un tema. (M, vecina, Costa Blanco, 23-07-17).
Yo, cuando conocí Allen, se podía disfrutar que los chacareros ponían verduras; tomate, lechuga, papa, cebolla de todo, lo que más tuvieran. Las chacras no se vendían; hoy por hoy, uno va por dentro de las chacras y lamentablemente se ven cuadros limpios porque se los vendieron a los petroleros y se deja de producir o sea. (J, Referente merendero 1-12-16).
El agua eh…. viene medio marrón, tenemos que empezar a comprar el agua, de hecho a las nenas no les podemos dar el agua de la canilla porque les hace mal. (J, Referente merendero 1-12-16).
La resistencia consiste en reconectar lo más posible con nuestra condición de viviente, activar nuestro saber de lo vivo, y que este saber es nuestra brújula. Ante los efectos destructivos del extractivismo en los cuerpos y territorios, inmediatamente se (re) inventan maneras de seguir, bajo otras formas; las experiencias de memorización colectiva, que en su esencia son un proceso continuo de registro colectivo para seguir perseverando. Como una fuerza de perseveración que define la vida digna.
Línea Sur
La grupalidad de tejedoras e hilanderas en los parajes rurales constituye una experiencia compartida, donde el saber hacer da forma a una red de apoyo mutuo que posibilita la producción de otras economías en relaciones de eco-interdependencia. Tal como sostiene Gutiérrez Aguilar la noción de entramados-comunitarios como “multiplicidad de mundos de la vida humana que pueblan y generan el mundo bajo pautas diversas de respeto, colaboración, dignidad, cariño y reciprocidad, no plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del capital aunque agredidos y agobiados por ellas” (2011, p.35), nos permite integrar las prácticas no mercantilizadas que forman parte de los hábitos alimenticios y económicos de las habitantes de estos territorios.
Aprendí a hilar a los 15 años y un poco después a tejer en telar. Y de mucho más grande a esquilar. Antes era muy difícil aprender a esquilar, se decía que eso era solo cosa de varones. El hilado se aprende mirando. Ahora los saberes se pierden por el poco contacto que se está teniendo con el campo. (A, referente comunal, Paraje Comincó 3-12-2021).
El saber hilar y tejer me sirvió para tener mi propio dinero y para poder darles algo a mis hijos. Ahora le enseño a mis hijos. Muchas de nosotras nos arreglamos solas. (H, hilandera, Los Menucos, 2021).
La noción de ‘un nosotras’ pensándose desde sus costumbres, habilidades, conocimientos tradicionales, etc., pone en el centro el saber colectivo cuya construcción no es posible comprender si no es reconociendo sus prácticas y saberes.
Cierres provisorios
Al inicio de este trabajo nos planteamos la tarea analítica de leer las experiencias micropolíticas de producción de lo común en territorios arrasados en la norpatagonia en la última década (2010-2020). Nos preguntamos con Pérez Orozco (2014), ¿Qué convierte una vida en significativa? ¿Qué hace que una vida sea vivible? Nos referimos al sostenimiento de las condiciones de posibilidad de vidas que merecen la pena ser vividas y sus múltiples y singulares definiciones desde procesos de subjetivación disidentes que desprograman y desbordan los estrechos regímenes de habitabilidad extractivos.
El ataque feroz de los regímenes de despojo a la disposición y producción de los bienes comunes (redes de intercambio, saberes, resistencias, memorias), implica el avasallamiento de las posibilidades presentes y potenciales de creación de mundos posibles. Ante ello, las experiencias aquí situadas responden fortaleciendo su propio entramado social, ejerciendo la memorialización en tanto reconstrucción genealógica del cuerpo político, que entreteje experiencias variadas en su intensidad y potencia ante las políticas de subjetivación hegemónicas.
A decir de Álvarez Leguizamón (2011), las formas de dominación neocoloniales del presente despliegan renovados dispositivos disciplinarios racistas y sexistas que reproducen y aumentan la pobreza por expropiación de medios subsistencia básicos para la vida como la tierra y el agua. Bienes elementales como el agua o la leña para generar calor se han vuelto accesibles exclusivamente vía mercado o por ocasional asistencia estatal, proceso que conlleva una vulneración de la autonomía económica y progresiva mercantilización de la satisfacción de necesidades básicas.
La sobrevivencia se juega en la producción de sentidos y singularizaciones que se libran en los intersticios entre el ámbito productivo y reproductivo y desde ahí se producen sentidos que ponen en cuestión la subjetivación hegemónica extractiva. La gestión colectiva y creativa del malestar para permitir la germinación de otros mundos (Preciado, 2019), a partir de los efectos de la alteridad (humana y no humana) autonomiza vías de cooperación y armado de mundos que no pueden ser comprendidas por la intolerancia del mando neoliberal (Sztulwark, 2019) “rompiendo así la pacata escena de lo instituido”. (Rolnik, 2019, p.54).
En estos espacios de experiencias organizativas identificamos tres rasgos distintivos: se amplía la noción de los procesos de aprovisionamiento social, se introducen las corporalidades feminizadas y sus saberes reproductivos como un elemento constitutivo de la vida, y la consolidación de saberes como proceso social (Higuera, 2016).
En otras palabras, el registro de los modos en que se construyen y se recupera el saber de lo vivo, forma parte de aquellas experiencias transformadoras y subversivas comprometidas con la reproducción social singular de la vida en territorios arrasados. Se crea y recrea una trama comunitaria con formas alternativas de re-existencia a la mercantilización desde el saber hacer, con el objetivo de obtener ingresos a partir de tareas productivas cotidianas (hilados, tejidos y artesanías, merenderos, quintas) en las cuales se fortalecen entramados comunitarios que disputan las lógicas de la acumulación del capital.
Las experiencias analizadas constituyen, entonces, reactualizaciones del saber de lo vivo que emergen desde las tramas comunitarias en tanto micropolítica del campo inmanente de la pulsión vital de un cuerpo social, hacia la creación de modos de existencia para aquello que pide paso (Rolnik, 2019). Cartografiar se vuelve una tarea creativa para la configuración de nuevos contornos de realidad singularizantes, de otros espacios de vida y de afecto posibles, en el seno mismo de las políticas de subjetivación hegemónicas.
Referencias bibliográficas
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[1] Doctora en Ciencias Sociales y Humanas, UNLu. Profesora Adjunta del Departamento de Cs Políticas y Sociales, UNCo. Directora del proyecto de investigación D-123: Cartografías de la construcción de ‘lo común’: experiencias micropolíticas en territorios arrasados.
[2] Doctoranda en Ciencias Humanas, UNCatamarca. Profesora Adjunta del Departamento de Geografía, UNCo. Co-directora del proyecto de investigación D-123: Cartografías de la construcción de ‘lo común’: experiencias micropolíticas en territorios arrasados.
[3] Licenciada en Sociología UNCo. Integrante del proyecto de investigación D-123: Cartografías de la construcción de ‘lo común’: experiencias micropolíticas en territorios arrasados.
[4]Estudiante avanzada de la Lic. en Sociología, UNCo. Integrante del proyecto de investigación D-123: Cartografías de la construcción de ‘lo común’: experiencias micropolíticas en territorios arrasados.
[5] “La máquina social, tiene como piezas a los hombres, incluso si se los considera con sus máquinas, y los integra, los interioriza en un modelo institucional a todos los niveles de la acción, de la transmisión y de la motricidad. También forma una memoria sin la cual no habría sinergia del hombre y de sus máquinas (técnicas). Estas, en efecto, no contienen las condiciones de reproducción de su proceso; remiten a máquinas sociales que las condicionan y las organizan, pero que también limitan o inhiben su desarrollo” (Deleuze y Guattari, 1973, p. 147).
[6] Este continuum está regido por una selva de leyes, normas, reglamentos que instauran una desmultiplicación de los tipos de contratos de trabajo, de los modos de inserción, de recalificación, de formación, de indemnización, de acceso mínimo a derechos (sociales). Este continuum, es necesario subrayarlo, es social, y no exclusivamente salarial. En realidad, este continuum es un conjunto de discontinuidades, de umbrales, de divisiones, de segmentos que las tecnologías de seguridad permiten gobernar como un todo, como una misma población. (...) Localizar las diferencias de status, ingresos, formación, garantías sociales, etc, y de hacer jugar eficazmente las desigualdades unas con otras. (...) el sistema de correlación entre los mecanismos jurídico-legales, los mecanismos disciplinarios y los mecanismos de seguridad (Lazaratto, 2017: p. 11 y 13).
[7] Entendemos por Ordenamientos hegemónicos al conjunto de dispositivos de subjetivación suscitados a partir de los modelos extractivos.
[8] La particularidad de los hidrocarburos no convencionales está dada porque el tight gas, el shale oil y el shale gas están incrustados en arenas compactas (tight) o en arcillas (shale) y es necesario realizar múltiples fracturas para obtener el recurso, a diferencia de lo que ocurre con la explotación convencional de hidrocarburos.
[9] Su nombre proviene de la línea de ferrocarril trazada entre 1910 y 1934 que une la cordillera con la zona atlántica.
[10] Para este trabajo se recuperan entrevistas realizadas en el mes de agosto de 2018 en dos barrios de la localidad de Allen. Las entrevistas se realizaron en el lugar de trabajo o de vida de las mujeres y se utilizó la misma guía de entrevista a todas. La muestra quedó compuesta por 10 entrevistas a referentes y 15 entrevistas a mujeres residentes rurales. Un trabajo que se combinó con un relevamiento extensivo mediante encuestas a dos barrios cercanos a las torres de perforación. Dicho relevamiento extensivo quedó compuesto por 27 hogares. Finalmente en 2021 realizamos ronda de entrevistas de bajo nivel de estructuración a 21 mujeres hilanderas y tejedoras en Sierra Colorada y de los parajes rurales de Comi-có y Prahuaniyeu.