http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2020-2422
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Cita sugerida: Larraza Azpiazu, M. (2020). ¿Turistas? de diáspora. Los jóvenes dantzaris argentinos y sus viajes a Euskal Herria Revista Huellas, Volumen 24, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas
ARTÍCULOS
¿Turistas? de diáspora. Los jóvenes dantzaris argentinos y sus viajes a Euskal Herria
Diaspora… tourists? Young Argentine dantzaris and their trips to Euskal Herria
Turistas? De diáspora. Os jovens dantzaris argentinos e suas viagens a Euskal Herria
Martina Larraza Azpiazu[1]
Universidad Nacional de La Plata
marti.larraza@gmail.com
Resumen: Los miembros de una diáspora se caracterizan por mantener fuertes lazos que los unen a su lugar de origen. Sus viajes al lugar de procedencia son una oportunidad inigualable que les permite establecer una conexión física y personal con el destino. Estos vínculos, junto con el íntimo conocimiento de la sociedad y la cultura del lugar de origen hacen que los viajeros se sientan “como en casa” al visitar el destino. Así, las visitas al lugar de origen de los miembros de una diáspora plantean grandes desafíos a nuestra forma de entender los viajes y el turismo, pues presentan una serie de particularidades que las diferencian considerablemente de los viajes de otros turistas internacionales no diaspóricos. En este marco, el presente estudio exhibe el caso de los jóvenes argentinos que practican danzas tradicionales vascas y sus visitas el País Vasco (Euskal Herria). Se analiza de qué manera los viajeros utilizan los viajes a Euskal Herria para conectar personalmente con su lugar de origen ancestral y se profundiza en el debate acerca de hasta qué punto son turistas los miembros de una diáspora que visitan su lugar de origen.
Palabras clave: Diáspora vasco-argentina; Turismo de diásporas; País Vasco
Abstract: Diaspora members maintain strong bonds with their homeland. Their trips to the ancestral land are a great opportunity to establish a physical and personal connection with their destination. These bonds, together with extensive knowledge as regards the society and culture of the homeland, make them “feel at home” whenever they visit their homeland. Thus, visits to diaspora members’ homeland represent great challenges related to the way we understand travel and tourism, since they imply special features that differentiate them from other non-diasporic international tourists’ trips. This research focuses on the visits to the Basque Country (Euskal Herria) of young argentine people who practice traditional basque dances. Analysis is carried out on the way these travellers connect with their ancestral place of origin through these trips to the Basque Country. The aim is to discuss up to what extent diaspora members who visit their place of origin can be considered tourists.
Key words: Basque-Argentine diaspora; Basque Country; Diaspora Tourism
Resumo: Os membros de uma diáspora, caracterizam-se por manter laços que os unem ao seu lugar de origem. Suas viagens ao lugar de procedência é uma oportunidade inigualável que lhes permite estabelecer uma conexão física e pessoal com o destino. Esses vínculos, junto com o intimo conhecimento da sociedade e a cultura do lugar de origem fazem que os viajantes se sintam “como em casa” ao visitar o destino. Desse modo, as visitas ao lugar de origem dos membros de uma diáspora expõem grandes desafios à forma de entender as viagens e o turismo pois apresentam uma série de particularidades que as diferenciam consideravelmente das viagens de outros turistas internacionais não diásporos. Neste contexto, o trabalho expõe o caso dos jovens argentinos que praticam danças tradicionais vascas e suas visitas ao País Vasco (Euskal Herria). Analisa-se de que forma os viajantes usam as viagens a Euskal Herria para se conectarem pessoalmente com seu lugar de origem ancestral e aprofunda-se o debate sobre até que ponto são turistas os membros de uma diáspora que visitam o seu lugar de origem.
Palavras-chave: Diáspora Vasco argentina; Turismo de diásporas; País Vasco
A través del tiempo y por diversas razones, una gran cantidad de comunidades de migrantes se diseminaron por mundo. Estos movimientos en algunos casos dieron lugar al surgimiento de diásporas. Los miembros de una comunidad diaspórica conservan fuertes lazos que los vinculan a su tierra de origen, los cuales se mantienen a través de múltiples generaciones, y suelen presentar grandes deseos de regresar a visitar su tierra ancestral (Coles y Timothy, 2004). De hecho, los viajes hacia el lugar de procedencia son una de las formas más habituales de preservar y reforzar los vínculos entre la diáspora y el lugar de origen (Coles y Timothy, 2004; Duval, 2004).
Tradicionalmente se relaciona al concepto de turismo con el hecho de viajar para ver a un “otro”, para experimentar lo diferente, lo extraño, de manera que ser turista implica consumir representaciones de un lugar sobre el cual no se tiene conocimiento (Wagner, 2008). En el caso de los individuos de diásporas visitando su lugar de origen, en cambio, la realidad es muy diferente: viajan a un sitio que conocen profundamente, son culturalmente muy cercanos a la comunidad local y alcanzan una conexión personal con el destino a través de sus viajes. Estas diferencias dieron lugar al surgimiento de un nuevo marco teórico bajo el cual estudiar estas visitas tan particulares: el turismo de diásporas (Coles y Timothy, 2004).
Con tal propósito, se analizan las motivaciones que los jóvenes tienen por visitar Euskal Herria, las actividades desarrolladas durante sus viajes, los sentimientos y sensaciones que surgen al estar en el País Vasco, y, principalmente, las estrategias que utilizan para lograr conectar personalmente con el destino. El objetivo último consiste en, a través del caso de estudio, ampliar el debate existente acerca de qué tipo de turista es un miembro de una diáspora que visita su lugar de procedencia.
Con el fin de evitar posibles confusiones, resulta pertinente aclarar que durante todo el estudio se considerará al País Vasco como el territorio formado por las siete provincias históricas vascas, tres de ellas actualmente asentadas en territorio francés: Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa,
formando el País Vasco Norte o Iparralde; y cuatro ubicadas en el Estado Español: Álava, Guipúzcoa, Vizcaya (conformando la Comunidad Autónoma del País Vasco) y Navarra (ver Figura 1). Dicho territorio queda perfectamente delimitado a través del uso del vocablo en euskera Euskal Herria¸ por lo que se utilizan indistintamente País Vasco y Euskal Herria.
Para la elaboración de este estudio se utilizó principalmente metodología de carácter cualitativo. Tras un exhaustivo análisis bibliográfico sobre diásporas, turismo de diásporas y la diáspora vasca presente en Argentina, se procedió al estudio de caso. La información que aquí se presenta fue extraída de una serie de 19 entrevistas personales basadas en un guion y un focus group en el cual intervinieron otras 7 personas. Los entrevistados fueron jóvenes argentinos que participan activamente de la diáspora vasca y que visitaron Euskal Herria al menos una vez[2].
En pocas palabras, una diáspora es un grupo de personas de un mismo origen que se encuentran esparcidas por el mundo pero unidas como comunidad a través de una cultura común. Debido a la gran cantidad de diásporas que existen en el mundo y las grandes diferencias entre unas y otras, fue una tarea prácticamente imposible para los estudiosos sobre el tema alcanzar una definición que sea universalmente válida. Sin embargo, sí existe consenso sobre muchas de las características que comparten estas comunidades.
En primer lugar, los individuos de una diáspora se organizan como comunidad y mantienen fuertes y estrechos lazos con el país de origen, los cuales puede ser materiales, sentimentales, virtuales o incluso percibidos o imaginarios (Coles y Timothy, 2004). Estas personas conservan una identidad colectiva en torno a su lugar de procedencia, comparten tradiciones, historias, mitos y memorias de un pasado común (Cohen, 1997; Shuval, 2000).
La identidad de una diáspora es híbrida (Coles y Timothy, 2004): quienes participan en una comunidad diaspórica se mueven entre dos regiones, se involucran en prácticas pluri-locales y sienten que forman parte de dos culturas al mismo tiempo, aquella del país de origen y aquella del país en el que residen (Duval, 2004).
Las diásporas persisten a través del tiempo, por lo que es habitual que los hijos, nietos y demás descendientes de los migrantes desarrollen una fuerte conexión con el lugar de procedencia de sus antepasados, incluso cuando nunca hayan estado físicamente allí (Huang, Haller y Ramshaw, 2013). Butler (2001) incluso sugiere que la persistencia de los vínculos entre la comunidad y el país de origen luego de múltiples generaciones es una condición necesaria para que una comunidad sea considerada diaspórica.
Como se puede apreciar, el concepto de diáspora involucra cuestiones de identidad, migración, memoria, sentido de pertenencia y origen familiar, entre muchas otras (Butler, 2001; Coles y Timothy, 2004; Nguyen y King, 2004; Roberts, 2012). Resulta claro, entonces, que las diásporas son entidades complejas y heterogéneas dentro de las cuales conviven individuos con diferentes experiencias de migración y distintos grados de vinculación con la comunidad (Coles y Timothy, 2004; Huang et al., 2013). De hecho, se constató que los individuos de la segunda generación (hijos de los migrantes) y generaciones posteriores tienen relaciones muy distintas con su lugar de procedencia ancestral que aquellas de los propios migrantes, puesto que todo lo que conocen de su tierra de origen lo aprenden por medio de fuentes secundarias, a través de lo que cuentan sus padres o abuelos, lo que investigan o de su propia experiencia en la comunidad diaspórica (Huang et al., 2013).
Los miembros de una diáspora tienen un íntimo conocimiento socio-cultural del país de origen, así como un gran afecto hacia el mismo y, generalmente, manifiestan deseos de regresar o visitarlo (Cohen, 1997; Coles y Timothy, 2004). Los sentimientos nostálgicos por la tierra de origen y las personas que allí quedaron y el deseo de fortalecer su identidad social y cultural son factores importantes que motivan los viajes de regreso, incluso para aquellos cuyos antepasados emigraron varias generaciones antes (Nguyen y King, 2004). De acuerdo a Santana Pinho (2008), junto con otros medios como la literatura, el cine o la televisión, el turismo es un canal de cada vez mayor importancia para la consumación del deseo de reconectar con la tierra de origen.
Los viajes en los que los miembros de una diáspora visitan su lugar de procedencia se enmarcan en la tipología turismo de diásporas (Coles y Timothy, 2004). Esta modalidad turística no es estacional y tiende a ser menos vulnerable a las fluctuaciones en la demanda debido a cambios en los gustos y preferencias de los turistas internacionales (Roberts, 2012; Scheyvens, 2007). Los viajes de los individuos diaspóricos a su lugar de origen suelen involucrar estadías más prolongadas en el destino con respecto a las estancias de otros turistas internacionales y presentan altas tasas de repetitividad de la visita (Huang, Haller y Ramshaw, 2013).
Las motivaciones que un miembro de una diáspora tiene para visitar el país de origen son múltiples y se combinan entre sí (Coles y Timothy, 2004). Suelen incluir motivos de ocio y vacaciones, el deseo de visitar a amigos y parientes, la búsqueda de los orígenes familiares, una búsqueda de lo similar y de un sentido de identificación. Roberts (2012) plantea que los individuos de diáspora viajan a su lugar de origen con el propósito principal de (re)conectarse con personas y lugares.
Los viajeros del turismo de diásporas son en cierto sentido turistas convencionales, ya que adhieren a la lógica de consumo turístico: visitan los principales atractivos, contemplan el pasaje, sacan fotos, compran souvenirs, etcétera (Coles y Timothy, 2004; Wagner, 2008). Sin embargo, también se distinguen de los turistas internacionales arquetípicos porque llevan a cabo actividades específicas de ese segmento como ir a visitar amigos y familiares, visitar la casa de sus antepasados y otros sitios con los que tienen grandes vínculos personales, o participar de eventos o dinámicas propias de la cultura local que no están disponibles en su lugar de residencia (Coles y Timothy, 2004; Wagner, 2008).
Mientras que los turistas convencionales poseen una conexión limitada con el destino y comienzan a desarrollar un vínculo hacia el mismo luego de reiteradas visitas, los turistas de diáspora se sienten estrechamente conectados con la sociedad y la cultura del destino incluso antes de la primera visita (Huang et al., 2013; Li y McKercher, 2016), pues, como se hizo referencia anteriormente, sostienen lazos de identidad, origen y familiaridad, así como un fuerte vínculo emocional con el sitio. Young Bae (2016) sostiene que las relaciones entre la comunidad local y los visitantes de la diáspora son muy diferentes a aquellas que se establecen con otros turistas no diaspóricos debido principalmente a que los miembros de la diáspora comparten un mismo contexto cultural con los anfitriones, hablan el mismo idioma y conocen su forma de ser, hábitos y costumbres.
Los turistas de diáspora suelen hospedarse en casas de sus amigos o familiares o, en ciertos casos, poseen una segunda residencia (Coles, Duval y Hall, 2005; Scheyvens, 2007). Por lo general, viajan independientemente y no suelen contratar intermediarios turísticos, ya que cuentan con el conocimiento del destino o con amigos y familiares allí que los ayudan a organizar el viaje (Coles y Timothy, 2004). De todos modos, es necesario mencionar que el incremento en los viajes de esta modalidad turística dio lugar al surgimiento de agencias de viajes especializadas que ofrecen productos y servicios enfocados exclusivamente a los visitantes de diáspora, por lo que algunos viajeros también optan por estas opciones más estructuradas (Coles y Timothy, 2004).
La medida en la que el viaje influye en el individuo diaspórico depende en gran parte de qué tan cercanos sean los lazos personales, grupales y espirituales que la persona tenga con el destino (Li y McKercher, 2016): los migrantes que regresan a su país de origen generalmente utilizan estos viajes como una manera de reconectar con la tierra y las personas que dejaron atrás al emigrar; los descendientes de los migrantes, aunque no tengan recuerdos propios sobre el lugar de origen puesto que nunca residieron allí, tienen la oportunidad de vivir, sentir y experimentar in situ la cultura a la que adscriben (Iorio y Corsale, 2013; Wagner, 2008). Las visitas al destino ayudan a los turistas de diáspora a reconstruir sus historias familiares y las historias de la comunidad diaspórica, les da sustento y las vuelve, de cierta manera, tangibles.
Con sus visitas, los turistas diaspóricos mantienen y robustecen los lazos transnacionales entre la diáspora y el lugar de origen, al tiempo que ratifican los valores y las normas culturales a las que adscriben como manera de reafirmar su identidad cultural y su sentido de pertenencia a la comunidad (Coles y Timothy, 2004; Duval, 2004; Scheyvens, 2007). Tal es así que tanto en el caso de los migrantes como en el de sus descendientes, es habitual que estos turistas reporten haberse sentido “como en casa” al visitar el destino (Duval, 2004; Wagner, 2008). En otras ocasiones, en cambio, pueden resultar experiencias incómodas o chocantes, especialmente cuando las imágenes previas que el turista tiene del destino discrepan con la realidad (Coles y Timothy, 2004).
Las características anteriormente descriptas llevan a reconocer que los comportamientos de viaje y los sentimientos hacia el destino de los miembros de una diáspora son considerablemente distintos a los de otros turistas no diaspóricos. Si bien los individuos de una diáspora encajan en la definición de turista de la OMT, pues están visitando un sitio que no es su residencia habitual, generalmente se oponen a ser etiquetados como tales (Roberts, 2012).
La diáspora vasca se encuentra conformada por todos los vascos que a raíz de diversos movimientos migratorios están esparcidos por todo el mundo y organizados institucionalmente (Arrondo, 2012). También incluye a los descendientes de los migrantes que tras múltiples generaciones sostienen activamente los vínculos con Euskal Herria desde el extranjero. En la actualidad el colectivo vasco fuera de Euskal Herria comprende unos 191 centros y asociaciones en 25 países, reuniendo a unos 36.000 miembros (Oregi, 2017). En el seno de la diáspora vasca coexisten instituciones exclusivamente navarras o de Iparralde, pero la mayoría reconocen y reivindican al País Vasco de los siete territorios históricos, Euskal Herria. Aun así, las relaciones con la diáspora varían notablemente según el territorio en cuestión, siendo la Comunidad Autónoma del País Vasco la que más se interesa por las relaciones con la diáspora.
Del conjunto de la diáspora vasca, la comunidad presente en Argentina es la más grande en términos cuantitativos, representando aproximadamente a la mitad de todo el colectivo vasco fuera de Euskal Herria (Arrondo, 2012), ya que abarca a unos 17.000 socios nucleados en unas 100 instituciones. El origen de la colectividad vasca en Argentina podría situarse en el año 1876, con la fundación del primer centro vasco del país. En ese entonces, los centros vascos funcionaban como sociedades de socorros mutuos y proveían ayuda y asistencia a los inmigrantes vascos que arribaban al país (Arrondo, 2012). Con el tiempo estas instituciones fueron evolucionando y adquiriendo un carácter más bien político y cultural hasta llegar a nuestros días (Torry, 2011). Actualmente, los centros vascos son lugares de difusión y preservación de la cultura vasca en los cuales se realizan numerosas actividades educativas y recreativas (Torry, 2011). Gran parte de los servicios que se ofrecen en los centros vascos se encuentran íntimamente ligados a la cultura vasca, como las danzas tradicionales, la práctica de pelota a paleta, el juego de mus, las clases de euskera y diversas charlas, películas o conferencias sobre temáticas vascas; pero también pueden encontrarse otras actividades que no están relacionadas con lo vasco como la práctica de diversos deportes (básquet, rugby, fútbol, etc.), la presencia de restaurantes, etc.
Por lo general, los vascos en Argentina manifiestan un gran sentimiento por la tierra y la cultura de sus antepasados y se sienten orgullosos de pertenecer a la comunidad. Torry (2011) sostiene que en la comunidad vasco-argentina se conserva un imaginario de Euskal Herria desfasado temporalmente, en el cual persisten las imágenes nostálgicas y folklóricas del País Vasco rural de antaño. La colectividad mantiene vivas las costumbres y tradiciones del pueblo vasco, aun estando a miles de kilómetros de Euskal Herria se celebran las principales festividades y se conmemoran fechas de relevancia para la comunidad.
Se estima que hay unos 2.000 socios jóvenes en los centros vascos argentinos (Velasco y Páez, 2003), de entre 15 y 35 años, la gran mayoría de los cuales concurren con frecuencia al centro. Estos jóvenes son en su mayoría hijos, nietos y bisnietos de los inmigrantes vascos, si bien también hay muchos otros que no tienen antepasados euskaldunes. Por lo general, asisten a la institución desde pequeños porque los llevaron sus padres o por sugerencia de algún amigo. Según García (2008), el centro vasco les da la oportunidad de experimentar “lo vasco” aquí y ahora, de verlo como algo cercano. Estas instituciones ocupan un importante espacio en el tiempo libre de los jóvenes y son percibidas como un espacio familiar cargado de sentido, un lugar de encuentro con amigos, una segunda casa (García, 2008; Velasco y Páez, 2003).
En cuanto a las actividades que realizan en el centro, la gran mayoría de los jóvenes prefieren la práctica de los bailes tradicionales vascos. Los dantzaris (bailarines) combinan esta actividad con otras ofrecidas por el centro vasco, y suelen estar muy involucrados en la organización de eventos, fiestas y proyectos de sus asociaciones. Se observa, asimismo, que hay una mayor participación de mujeres.
Según un estudio realizado por Velasco y Páez en 2003, el 25% de los jóvenes que participan de los centros vascos viajó a Euskal Herria con el propósito de visitar amigos y familiares, para participar del programa de formación de jóvenes Gaztemundu (una beca del Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca destinada a jóvenes de la diáspora para realizar cursos de formación en temáticas culturales vascas) o bien por motivos vacacionales.
Para el desarrollo de esta investigación se entrevistó a 26 jóvenes argentinos (18 mujeres y 8 varones) de entre 20 y 35 años que practican el baile tradicional vasco (dantzaris) y que viajaron en al menos una ocasión a Euskal Herria en los últimos 10 años. Los entrevistados pertenecen a los cuerpos de baile de Paraná, Villa María, Rosario, Chascomús, Bahía Blanca, Mar del Plata, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Necochea y La Plata. Se utilizarán pseudónimos para hacer referencia a los jóvenes que fueron consultados.
Todos los entrevistados manifestaron tener antepasados vascos y participar en su centro vasco desde pequeños. Si bien la danza es su principal actividad dentro del centro vasco, también participan de otras iniciativas como tomar clases de euskera, de algún instrumento musical o practicar pelota a paleta. Muestran, además, estar muy comprometidos con la institución y se implican en roles de responsabilidad: al menos 5 jóvenes dijeron haber sido directoras de alguno de los grupos de baile de su centro vasco, otros expresaron ser o haber sido parte de la comisión directiva y la mayoría colaboran con la organización de proyectos, fiestas y eventos de su entidad.
En lo que respecta a las visitas a Euskal Herria, estos 26 jóvenes realizaron un total de 50 viajes desde el 2010 a la fecha. Diez de los indagados estuvieron allí en una oportunidad, mientras que la mayoría (el 62%) fueron en múltiples ocasiones (ver Figura Nº 2). Se puede percibir que la repetitividad de la visita no es menor, especialmente teniendo en cuenta que los turistas investigados son jóvenes y los pasajes tienen alto costo. El 100% de los entrevistados manifestaron sus ansias de regresar a Euskal Herria, ya sea de vacaciones, para estudiar euskera, o para vivir por un tiempo.
Los viajeros dijeron haber ido a Euskal Herria con sus familias, otros con amigos de la diáspora y otros con su pareja. Quienes viajaron acompañados de otros miembros de la comunidad diaspórica subrayaron que les gustó vivir la experiencia con alguien que se siente de la misma manera, que comparte la cultura y que entiende el significado que tiene para ellos visitar el País Vasco. En este sentido, remarcaron que al estar en Euskal Herria disfrutan de una manera especial de ciertas cuestiones que tal vez a otra persona que no es de la diáspora le pasan desapercibidas. Muchos fueron los testimonios al respecto, uno que lo ilustra claramente es el de Isabel:
[…] escuchar un fandango y que se te mueva cada pelo de tu cuerpo es algo muy fuerte, que a alguien que no pertenece [a la diáspora] no le va a pasar y solo lo entiende alguien que forma parte de un centro vasco […], me parece que eso es único.
Con excepción de los períodos de ciclos de presentaciones de danza o los programas becados, la planificación previa del viaje fue mínima. Salvo en el caso de viajes colectivos como cuerpo de baile, los entrevistados no recurrieron a ninguna agencia de viajes o intermediario turístico para adquirir sus pasajes ni organizar su estadía. Si bien antes de viajar buscaban algo de información por internet, iban planeando su recorrido en el transcurso mismo del viaje con la ayuda de sus amigos o parientes que allí los recibían.
Se pueden identificar cuatro motivos principales que llevaron a estos jóvenes a visitar Euskal Herria: ir de vacaciones, participar del programa Gaztemundu, realizar un ciclo de presentaciones de danzas vascas o hacer un barnetegi (internado para el estudio de euskera).
La razón principal del viaje se combina con otras múltiples motivaciones que impulsan a los jóvenes a visitar Euskal Herria y que están íntimamente relacionadas con su identidad de diáspora. Generalmente, entre los motivos de visita se incluye el visitar amigos y familiares, ir a pasar Navidad, San Fermín u otras fechas y festividades importantes, o ir a conocer el sitio donde vivían sus antepasados.
Otros factores motivadores de gran importancia que surgieron en las entrevistas tenían que ver con la búsqueda de lo similar y de un sentido de identificación. Al viajar al País Vasco querían “conocer lo conocido”, es decir, vivir in situ las experiencias que tenían a raíz de su pertenencia a la diáspora, descubrir los lugares de los que hablaban los relatos de sus padres y abuelos. Buscaban experimentar el País Vasco en primera persona, conectar con Euskal Herria, sentirlo, hacerlo de cierta manera “más real”. Estas personas están inmersas en la cultura vasca desde hace años, experimentaron casi todos los aspectos de la misma, pero siempre desde lejos. Resulta lógico y natural, entonces, que deseen ir a visitar su tan querida tierra de origen. En este sentido, conocer el País Vasco era un sueño para la gran mayoría de los jóvenes entrevistados, un anhelo que tenían desde pequeños, que se alimentaba no solo en las historias de su familia sino también día a día en su participación cotidiana en el centro vasco. Tal como expuso Ana: “el País Vasco no es un lugar como cualquier otro, es EL lugar”.
Los individuos de la diáspora que viajan a Euskal Herria son turistas extranjeros que visitan otro país, un lugar en donde no residen habitualmente. Como tales, los jóvenes entrevistados llevaron a cabo actividades típicamente turísticas, como visitar las ciudades capitales, ir a los principales atractivos turísticos, sacar fotos y videos, ir a la playa, comprar souvenirs, así como otras compras no esenciales. Sin embargo, éstas no fueron las únicas actividades que realizaron y se observan numerosos aspectos que distinguen estos viajes de las visitas al País Vasco de otros turistas internacionales no diaspóricos.
En primer lugar, llama la atención la duración de la estadía de los jóvenes en Euskal Herria, que alcanza unos 22,6 días en promedio, siendo el viaje más corto de una semana y el más largo de 4 meses. Es notable la diferencia existente con respecto a la estancia promedio de los turistas internacionales en la Comunidad Autónoma Vasca (1,99 días) o en Navarra (2 días). No existen estadísticas oficiales para la zona de Iparralde ni para el conjunto de Euskal Herria. Aun así, puede advertirse una marcada diferencia.
En segundo lugar, otra diferencia que se destaca entre los viajes de estos jóvenes y las estancias de otros turistas internacionales no diaspóricos tiene que ver con el hospedaje elegido. Excepto los períodos en que los viajeros participaban del programa Gaztemundu o de un barnetegi, en donde el alojamiento estaba totalmente cubierto por sus becas, la enorme mayoría de los entrevistados se hospedaron en casas de sus amigos o familiares, sin realizar gasto alguno. Unos pocos incluyeron una o algunas noches en un hotel, hostel o airb&b, y otros tres mencionaron haberse quedado en una segunda residencia.
Por otro lado, muestran una enorme cercanía con la comunidad local, la cual se refleja en la magnitud de relaciones de amistad que tienen con vascos, en su conocimiento de la historia, costumbres y tradiciones, así como también en el hecho de estar informados sobre la actualidad de Euskal Herria. Hay que tener en cuenta que estos jóvenes están inmersos en la cultura vasca desde hace años: bailan los bailes tradicionales, escuchan música vasca, manejan vocabulario específico, algunos hablan euskera, lo que también demuestra que culturalmente están más próximos a la comunidad local que otros turistas internacionales.
De hecho, la consigna de “no sentirse turista” era una de las que más se reiteraba en las entrevistas. Si bien reconocían que estaban haciendo turismo, los jóvenes no lo sentían como tal y marcaban una y otra vez la diferencia entre lo que ellos hacen al visitar el País Vasco y lo que hacen otros turistas no diaspóricos. Según su visión, los demás turistas internacionales hacen un consumo superficial del destino, van “a sacar fotitos”, como manifestaron dos entrevistadas, y no generan un vínculo significante con el País Vasco. Ellos, por el contrario, tienen grandes lazos que los unen al destino, lo conocen desde antes y manifiestan un gran cariño hacia él. De este modo, no se sienten identificados con la figura del turista internacional convencional y se ubican a sí mismos en una postura antagónica. Esto se corresponde con lo planteado por Wagner (2008) al sugerir que los conceptos de diáspora y turismo pueden parecer antitéticos dado que los turistas no tienen un gran conocimiento del destino y lo consumen mediante representaciones, mientras que los miembros de una diáspora tienen un íntimo conocimiento cultural, así como profundas conexiones sentimentales que los mantienen unidos al destino. Por momentos, incluso, los viajeros buscaban deliberadamente salir del circuito turístico tradicional para vivir la “auténtica” realidad vasca.
En sus visitas al País Vasco, los jóvenes se involucraron en diversas dinámicas que les permitieron, de uno u otro modo, lograr lo que estaban buscando: conectar personalmente con Euskal Herria. Esta conexión se obtenía por medio de visita a sitios con algún significado particular, mediante la participación en actividades típicas de la cultura vasca o con el contacto estrecho con los locales. Resulta interesante comprobar que los momentos en los que los viajeros establecían una mayor conexión con el País Vasco se corresponden con los momentos más emotivos del viaje.
Gran parte de los entrevistados se ocuparon en la búsqueda de sus orígenes familiares, fueron en busca de documentación sobre su historia familiar, parientes lejanos o se acercaron al caserío o al pueblo donde vivían sus ancestros, todos sitios que representaban el escenario de las historias que sus abuelos les contaban. Las descripciones de estas experiencias están especialmente cargadas de sentimientos y emociones. Los orígenes familiares son un nexo de gran importancia con Euskal Herria, y tienen un gran valor en sus experiencias de viaje, como se puede ver en el testimonio de Isabel:
[En el País Vasco] todo está cargado de contenido y tiene que ver con la historia de tu familia […]. Fue una emoción increíble ir a los pueblos en los que habían nacido mis tatarabuelos y saber que habían estado ahí, en el mismo lugar en el que estaba yo
Estos jóvenes también se dirigieron a sitios que son importantes para la comunidad de la diáspora, ya sea desde el punto de vista histórico, como por ejemplo el Museo de la Paz de Guernica, o mitológico, como las Cuevas de Zugarramurdi. Desde el punto de vista simbólico, los jóvenes recalcaban que recorrieron los siete territorios históricos, lo cual puede entenderse como una manera de reconocer y reivindicar al País Vasco como todo Euskal Herria. También recalcaban el hecho de haber pasado parte de su estadía en pueblos pequeños, en el caserío rodeado de montes verdes, un paisaje típico y muy presente en el imaginario tradicional de la diáspora.
La participación en actividades propias de la cultura vasca fue otro de los medios más frecuentes que utilizaron para sentirse parte de la sociedad vasca. Ir de pintxopote, es decir, ir de bar en bar comiendo un pintxo (bocadillo) y tomando un pote (vaso de bebida), fue una de las más mencionadas. También se jactaban de haber ido a las herriko taberna-s (bares pro-independentistas), gaztetxe-s (centros culturales euskaldunes gestionados por y para jóvenes), haber participado de diferentes fiestas de pueblos y haber sido invitados a comer en los txokos o sociedades gastronómicas. Todas estas son cuestiones propias de la cultura y la sociedad vasca de las cuales, quizás exceptuando el popular pintxopote, los turistas internacionales no suelen participar. Estos jóvenes lo saben, y lo hacían saber en las entrevistas, marcando reiteradamente sus diferencias con “los turistas”.
Estar físicamente en Euskal Herria les dio la oportunidad de participar en eventos estrechamente vinculados a la cultura vasca, como la Korrika o el Kilometroak (eventos para promover el uso del euskera), el festival a favor de los presos políticos Hatortxu, o exhibiciones de bertsolaritza (versos recitados en euskera). Nuevamente, éstos son acontecimientos en los que muy raramente podría encontrarse a algún turista internacional.
Por último, pero no menos importante, las relaciones con los locales fueron otros de los mecanismos utilizados por los jóvenes para fortalecer su conexión con el País Vasco. Más de la mitad de los entrevistados visitaron parientes en Euskal Herria y absolutamente todos dijeron haber compartido momentos con amigos de allí. Los jóvenes se valieron de sus viajes al País Vasco para estrechar las relaciones con ellos, así como también para generar nuevos vínculos, fortaleciendo de esta manera las relaciones transnacionales entre la diáspora y Euskal Herria. Gracias a estas amistades pudieron, por ejemplo, participar de comidas en sociedades gastronómicas o ser parte del día de las cuadrillas en las fiestas del pueblo, en definitiva, “ser uno más”. Fueron varios los entrevistados que destacaron que las relaciones humanas son el vínculo que más los une al País Vasco.
En el marco de los acontecimientos mencionados surgían recurrentemente discursos de “sentirse como en casa”, “sentirse local”, “ser parte” o “ser uno más”. Su conocimiento sobre la cultura y la sociedad vasca es tal que no son ajenos, ni se sienten extraños al visitar el destino, sino que están en un ambiente cómodo y familiar, incluso cuando es su primera experiencia en el sitio. Pamela lo expresa claramente: “[En Euskal Herria] me sentía local, sentía que era como mi segunda casa. Estás cómodo porque compartís un montón de códigos de la cultura, valores, tradiciones, el estilo de vida”. Gran parte de los entrevistados mencionaron cuestiones similares, hacían referencia a que sentían que ya habían estado ahí, que estaban “conociendo un lugar que ya conocían”, porque sabían sobre su historia, habían visto miles de fotos y muchas otras personas les habían contado acerca del País Vasco. Expresaban que, a pesar de la distancia física entre Argentina y Euskal Herria y a pesar de haber nacido en Argentina y de no conocer el País Vasco con anterioridad, “estabas en casa de nuevo”, porque experimentaban, ahora en primera persona, todo lo que siempre vivieron desde pequeños en su centro vasco.
Las circunstancias relatadas en las que los jóvenes logran, de una u otra manera, conectar con el País Vasco tienen un denominador común que es la emoción que les provoca. Tanto al reconectar con su pasado familiar como al participar de la cultura vasca codo a codo con la comunidad local, los entrevistados manifestaron haber vivido momentos muy emocionantes. Las sensaciones que experimentan al visitar Euskal Herria son un diferencial de suma importancia en sus viajes con respecto a las visitas a otros sitios. Jorgelina decía al respecto: “Lo que más predomina mientras yo estoy en el País Vasco es la emoción, eso es inevitable”.
El hecho de ser turista suele estar relacionado con no poseer ningún vínculo o apego especial con el lugar que se visita y hacer un consumo rápido y somero del destino, por lo que las particularidades que presentan los viajes al lugar de origen de los miembros de una diáspora junto con el recurrente sentimiento de “estar en casa” plantean desafíos a la actual manera de entender los viajes y el turismo (Coles, Duval y Hall, 2005). Según Roberts (2012), la creciente circulación de personas diaspóricas y sus relaciones sociales y económicas tienen tales implicancias en el turismo que llegan al punto de cuestionar la propia definición de turista.
Varios estudiosos del turismo de diásporas han planteado debates similares en torno a qué tipo de turista es un miembro de una diáspora que visita su lugar de origen, y han ofrecido diferentes perspectivas. Scheyvens (2007) plantea que los comportamientos de los miembros de una diáspora al visitar su lugar de origen son más similares a las conductas de otros visitantes nacionales que de los turistas internacionales, por lo que sugiere que deberían considerarse una subcategoría de los turistas domésticos. Por su parte, Huang, Norman y Ramshaw (2013) consideran que la distinción entre turistas nacionales y turistas internacionales no es válida en este contexto y postulan que los turistas de diásporas no pertenecen ni a una ni a otra categoría, sino que se ubican en un lugar intermedio (“in-between”). Siguiendo su razonamiento, los turistas de diáspora son “mitad locales” dado que conocen íntimamente el destino, manifiestan un gran afecto hacia él, comparten un mismo contexto cultural e incluso pueden tener documentación oficial; y “mitad extranjeros”, ya que el destino no es su lugar de residencia habitual, quizás ni siquiera su lugar de nacimiento o un lugar de residencia anterior. Wagner (2008) prefiere definir a estas personas como “turistas en casa”. De acuerdo a la autora, estas personas experimentan un paradójico sentimiento de ser turistas en su propio país, ya que exhiben patrones de consumo que los ubican tanto “en casa”, al visitar amigos y familiares, hablar el idioma o dialecto específico y mostrar una gran cercanía con la comunidad local; como “turistas”, dado que también consumen espacios culturales y de ocio a los que adscriben los visitantes internacionales. Así, los visitantes diaspóricos se comportan al mismo tiempo como turistas y como locales al visitar el destino.
El caso de estudio presentado en este artículo se explica mejor considerando la última postura mencionada. Los jóvenes participantes de la investigación son argentinos, residen en un contexto socio-económico distinto al de los locales y no dejan de ser extranjeros visitando el País Vasco. Como tales, por momentos se comportan como turistas convencionales, visitando los principales atractivos y realizando consumos de ocio y compras no esenciales.
Sin embargo, se encuentran unidos al País Vasco por robustos lazos de origen e identidad, incluso antes de su primera visita. Este nexo viene dado por su historia familiar y, principalmente por su experiencia en la diáspora. Estos jóvenes participan en la comunidad diaspórica desde que tienen memoria, conocen al detalle las tradiciones vascas, bailan sus bailes, cantan sus canciones, comen sus comidas, practican sus deportes y algunos incluso saben euskera. Debido a ello, durante la mayor parte del tiempo en sus viajes a Euskal Herria se involucran en actividades específicas que les permiten conectar personalmente con su lugar de origen ancestral. Sus comportamientos de viaje están íntimamente asociados a la cultura y sociedad vasca y se autoperciben en una posición opuesta a la del arquetípico turista internacional que desconoce el destino y hace únicamente un consumo superficial del mismo. Se involucran de tal manera en la comunidad local que sienten que están en un ambiente cómodo y familiar, y señalan continuamente que a pesar de los más de 10.000 kilómetros recorridos están nuevamente “en casa”.
Referencias bibliográficas
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Notas
[1] Martina Larraza Azpiazu se graduó de Licenciada en Turismo por la Universidad Nacional de La Plata en 2019 con una tesis de grado acerca del turismo de diásporas en el País Vasco y desde entonces continúa investigando dicha temática. Actualmente participa del proyecto de investigación “Pensar el turismo desde la transdisciplinariedad. Aportes desde las ciencias sociales y humanas” de la misma casa de estudios.
[2] Estas entrevistas también fueron la base para la elaboración de la tesis de grado de Larraza Azpiazu (2019).
RECIBIDO: 29-06-2020
ACEPTADO: 30-07-2020