DOI: http://dx.doi.org/10.19137/els-2022-202002

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ARTÍCULOS

 

Experiencias de soledad en la socialización escolar

Experiences of loneliness in school socialization

 

Arevalos, Dario H.
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
dar.arevalos@gmail.com

Kaplan, Carina V.
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires / Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
kaplancarina@gmail.com

 

Resumen: La soledad como fuente del sufrimiento se ancla en las condiciones de vida de la modernidad y afecta de manera particular a las juventudes. Este artículo analiza las experiencias de soledad de estudiantes secundarios en el ámbito escolar. Los testimonios obtenidos en el marco de un estudio cualitativo nos permiten interpretar que las relaciones entre pares generacionales signadas por el desprecio y la indiferencia se tramitan a través de prácticas de aislamiento y de violencia contra el propio cuerpo. La falta de respeto representa un signo de humillación que establece límites a las posibilidades de reconocimiento mutuo. La pérdida de soportes emocionales que favorecen la producción de la autovalía social y escolar se encuentra en la base del sinsentido de la existencia.

Palabras clave: Educación secundaria; Socialización escolar; Estudiantes; Soledad; Aislamiento; Violencia personal.

Abstract: Loneliness as a source of suffering is anchored in the living conditions of modernity and affects young people in a particular way.  This article analyzes the experiences of loneliness of high school students in the school environment.  The testimonies obtained in the framework of a qualitative study allow us to interpret that the relationships between generational pairs marked by contempt and indifference are processed through practices of isolation and violence against one’s own body.  Lack of respect represents a sign of humiliation that sets limits to the possibilities of mutual recognition.  The loss of emotional supports that favor the production of social and school self-worth is at the base of the existence without meaning.

Keywords: Secondary education; School socialization; Students; Loneliness; Isolation; Violence against one’s own body.

Fecha de recepción: 06/09/2021/ Fecha de aceptación: 07/10/2021

 

Introducción

En el presente artículo nos proponemos interpretar las experiencias de soledad de jóvenes estudiantes como expresión del sufrimiento en el ámbito escolar. La dificultad de constituir lazos significativos bajo las condiciones de aislamiento de la modernidad afecta de manera particular a este grupo social. La pérdida de soportes emocionales se la experimenta como pérdida de sentido de la propia existencia.
Desarrollamos la categoría de soledad desde las contribuciones de autores clásicos y contemporáneos de la teoría social en el marco de una perspectiva más amplia sobre la construcción social de las emociones. Luego avanzamos en el análisis de testimonios de jóvenes de escuelas secundarias sobre las prácticas de aislamiento y de violencia contra el propio cuerpo.

La soledad como experiencia epocal

La soledad como categoría de análisis de la teoría social se ancla en las condiciones de existencia de la modernidad donde la experiencia subjetiva del sinsentido de la vida se pone en evidencia.
Marx (2012) describe a la sociedad capitalista del siglo XIX como semejante a un desierto poblado por fieras salvajes, donde se enaltece a todos aquellos individuos que soportan el dolor y las angustias que devienen de su vida privada independientemente de su pertenencia de clase y de género. Al examinar tres casos de suicidios de mujeres de la burguesía el autor caracteriza a las “sociedades habitadas por millones de almas que se encuentran en la más profunda soledad [al tiempo que están movilizadas] por el deseo inexorable de matarse sin que nadie pueda presentirlo” (p.71).
Por su parte, Durkheim (1997) sostiene que las corrientes sociales de depresión y de desencanto propias de la modernidad conducen a las personas a no encontrar el valor de su vida. Con este término se refiere a ciertos hechos exteriores que inciden sobre las conciencias individuales. Particularmente, cómo los sentimientos colectivos actúan como fuerza de coerción ya que producen la falsa ilusión de un sentir personal por fuera de la estructura social.
En la obra El suicidio. Estudio de sociología (2004), Durkheim afirma que son “las ideas, los sentimientos, en una palabra, las corrientes sociales las que impulsan con fuerza al suicidio a los habitantes” (p.115). Desde esta perspectiva, la muerte voluntaria, varía en razón inversa al grado de integración y de regulación de la sociedad de la que el individuo forma parte1.
Los sentimientos colectivos de depresión y de desencanto de una sociedad determinada influyen en la tristeza de todos aquellos que no han podido constituir lazos de solidaridad social. “Puesto que no emanan de ningún individuo en particular estas corrientes sociales expresan el estado de desintegración de la sociedad [al tiempo que traducen] el relajamiento de las bases sociales, una especie de astenia colectiva, de malestar” (p.281). En sociedades altamente individualizadas la crisis de cohesión y de moralidad favorece un tipo de muerte que puede ser interpretada como la expresión más cabal de la soledad humana. Se trata del suicidio egoísta que tiene lugar en comunidades caracterizadas por un profundo aislamiento emocional entre los individuos. La experiencia de soledad da cuenta de la complejidad de la constitución del lazo social en la vida moderna en donde toda actividad colectiva ha quedado desprovista de objeto y de significado.

Si el lazo que liga al hombre a la vida se afloja, es porque el nexo que le une a la sociedad se ha relajado. Los incidentes de la existencia privada, que parecen inspirar inmediatamente el suicidio y pasan por ser sus condiciones determinantes, en realidad no son más que causas excepcionales. Si el individuo cede al menor choque de las circunstancias es porque, en el estado en el que se encuentra, la sociedad le ha predispuesto al suicidio (Durkheim, 2004, p.282).

En la Soledad de los Moribundos (1989), Elias afirma que en la Edad Moderna el sentido de la vida se funda en la importancia que en el curso de su historia el individuo ha alcanzado para los demás. Sin embargo, el alto grado de individualización correspondiente a este estadio de civilización conduce a que las personas construyan una imagen distorsionada acerca de que existen con independencia del resto de la gente “como mónadas sin ventana alguna, como «sujetos» aislados, frente a los que se encuentra el resto del mundo” (p.39).
La sensación de que el interior del ser humano está separado de un mundo exterior no es algo dado por naturaleza, sino que traduce el incremento de la autorregulación individual a lo largo del desarrollo de una sociedad específica. Se corresponde con el orgullo de las personas por estar solas, por su independencia y por la capacidad para actuar por sí mismas. A su vez expresa la tendencia a sentir que el yo interior está vedado y que los demás se le oponen como algo externo y extraño. Toda esta gama de sensaciones tiene lugar junto a la impresión de no poder encontrar reconocimiento en la mirada de los otros. Es por ello que el individualismo moderno se traduce en formas específicas de realización y de malestar:

El desarrollo social hacia una elevada individualización del individuo abre a las personas particulares una vía hacia formas específicas de satisfacción y realización, y hacia formas específicas de insatisfacción y de vacío, hacia posibilidades específicas de alegría, dicha, bienestar y placer, y hacia posibilidades de dolor, desdicha, descontento y malestar, que no son menos específicas de su sociedad (Elias, 1990, p.102).

El aislamiento emocional como rasgo específico de las sociedades modernas estructura la falsa concepción de que nuestra existencia carece de significación al percibir que “estamos solos en la vida” (Elias, 1989, p.42). La “carencia de significaciones afectivas” produce un sinsentido y sentimiento de soledad (Elias, 1989, p.45). A este respecto, Elias sostiene que el ethos del homo clausus no es más que una ilusión existencial, en la medida que no existe un yo herméticamente cerrado o un universal derivado de él. El sentido entendido como una categoría social se funda a partir de una pluralidad de seres humanos vinculados entre sí por un cúmulo de cadenas invisibles que forman una urdimbre colectiva (Elias, 1990). Es por ello que las expresiones discursivas del lenguaje común tales como “vida llena de significado”, o como “llena de sentido”, “carente de sentido”, “vacía de sentido” se vinculan con “lo que una persona es para otras y de lo que hace por ellas” (Elias, 1989, p.40).
La profunda necesidad humana de constituir y sostener vínculos emocionales en la interacción social, a los que Elias (2008) denomina “valencias afectivas”, está en la base de la búsqueda de un equilibrio vital entre el yo-nosotros que sustenta el apego mutuo del individuo con su comunidad. La desaparición de las valencias fijadas en las relaciones de intersubjetividad estructura un malestar que tiene como fuente un sentimiento de soledad deshumanizante. Esta emotividad se experimenta cuando los deseos de amor dirigidos a los otros se han visto heridos y perturbados, frente a la amenaza de un posible abandono y ante la indiferencia de los demás al haberse roto todos los vínculos afectivos (Elias, 1989).
Bauman en su obra Modernidad líquida (2004) señala que en las sociedades contemporáneas se han licuado gran parte de los compromisos duraderos que conformaban las existencias humanas tales como el amor, el trabajo y el matrimonio. La metáfora de la liquidez describe a un contexto signado por la precariedad de los vínculos humanos donde el individuo solo puede confiar en sí mismo y está obligado a ponderar sus intereses individuales por encima de lo colectivo (Bauman, 2011b). Si el espíritu moderno nació bajo el signo de la búsqueda de una mayor y eternamente creciente felicidad, en la sociedad moderna líquida de consumidores cada miembro es instruido, formado y preparado para que consiga esta realización por medios y esfuerzos igualmente individuales (Bauman, 2007). El desplazamiento de la seguridad social hacia la seguridad física y psíquica vuelve vulnerable a nuestra existencia frente a un mundo cambiante e imprevisible. En este marco, “la posibilidad de quedarnos solos siempre resulta tenebrosa” (Bauman, 2011a, p.15). Más aún teniendo en cuenta que las exigencias de una sociedad profundamente individualizada está marcada por la dilapidación de las relaciones interpersonales, el cimiento mismo de la acción colectiva (Bauman, 2007).
Bauman afirma que existen “muchas razones para concebir a la soledad como una situación extremadamente incómoda, amenazadora y aterrorizante” (Bauman, 2011a, p.15). Debido al carácter efímero de los vínculos humanos los individuos se perciben siempre solos en el medio de la masa. Sensación que tiene lugar tanto en las relaciones cara a cara como en los que se tejen en la era digital. Las exigencias de la vida virtual, con su multiplicidad de formas existentes para establecer interacciones inmediatas y superficiales, impide que las personas puedan encontrar espacios de soledad fecundos con vistas al enriquecimiento personal. Se refiere con ello a “ese sublime estado en el que es posible «evocar pensamientos», sopesar, reflexionar, crear” (Bauman, 2011a, p.17).
El proceso de individualización y el consecuente aislamiento emocional entre las personas en las sociedades modernas nos conduce a interpretar al hecho de sentirnos en soledad como una condición deshumanizante.

Soledad en la condición estudiantil

La soledad afecta de manera particular a las juventudes cuyo período vital se caracteriza por la búsqueda de estima, respeto y reconocimiento en los vínculos intra e intergeneracionales para su constitución identitaria (Kaplan, 2011; Kaplan y Szapu, 2020; Kaplan y Arevalos, 2021).
Los testimonios juveniles que aquí se analizan fueron obtenidos en el marco de un estudio socioeducativo cualitativo de carácter exploratorio2 cuyo objetivo general ha sido comprender las experiencias emocionales sobre la muerte que construyen estudiantes de educación secundaria3. En este trabajo empírico se llevaron a cabo 40 entrevistas en profundidad a jóvenes que asisten a los últimos años de dos escuelas públicas de gestión estatal ubicadas en zonas urbanas periféricas de la Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Del análisis de las narrativas estudiantiles podemos interpretar dos modos en que se expresa la experiencia de soledad: a) prácticas de aislamiento; b) prácticas de violencia contra el propio cuerpo.

Prácticas de aislamiento

La escuela es un espacio público de socialización por excelencia donde conviven individuos de la misma generación que comparten experiencias, conforman amistades, grupos de afinidad, solidaridades y también relaciones conflictivas. En el tránsito por esta institución nos fabricamos una representación acerca de cuánto valemos para los demás y para nosotros mismos, en la medida que “la mirada del otro sobre uno está fuertemente investida. La mirada es una instancia que da valor o lo quita” (Kaplan, 2016, p.215).
El sentimiento de desprecio en la dinámica escolar puede conducir a que las y los jóvenes se refugien en el aislamiento con el objeto de proteger la propia integridad.

En la escuela prefiero andar sola. Porque me pone mal el rechazo […] Si no me hablan, no hablo. Una vez que te abrís, te discriminan o se burlan. Es así.

[Estudiante Mujer, 5to año]

He tenido compañeros que los han ninguneado4, que les han hecho cosas, no ha sido muy grave pero, en cierto punto, los hacían sentir mal. Tengo un compañero del que todavía se siguen burlando por su forma de ser y su manera de hablar. A mí me da lástima porque anda solo, se aísla. Yo no lo trato así, pero la mayoría lo discrimina. 

[Estudiante Varón, 6to año]

De acuerdo con Le Breton (2016) la soledad bajo la figura de la indiferencia constituye una de las formas contemporáneas de tramitar las presiones y obligaciones que supone vivir junto a los demás. Mediante esta renuncia temporal o permanente al mundo circundante los individuos buscan “deslizarse entre las mallas del tejido social y renacer en otro lugar bajo otra versión o borrarse en la discreción, la soledad, la ausencia” (p. 186). Se trata de dejar de estar implicado emocionalmente al transformar “el vínculo social en desierto, para comportarse en espectador indiferente que ya no puede ser afectado por nada” (p.23).
Los testimonios juveniles que refieren al hecho de “andar sola” o aislarse, dan cuenta de la auto-exclusión que tiene lugar en la dinámica escolar debido al “rechazo”, a las burlas y a la discriminación. Los juicios negativos por parte del grupo de pares estructuran la forma en que las y los jóvenes se auto-perciben en la trama social. El temor a no ser valorados y/o respetados establece límites a las posibilidades de reconocimiento mutuo y nos arroja a una profunda soledad. La falta de estima es un signo de humillación que está en la base de una “estimación inconsciente de carácter negativo sobre las posibilidades propias a partir de la imagen que percibimos que los demás tienen de nosotros” (Kaplan, 2018, p.122-123).
La dificultad de poder constituir relaciones sólidas y confiables en las instituciones escolares puede conducir a las y los jóvenes a la búsqueda de reconocimiento en ciertos ámbitos de socialización como las redes sociales. 

Entrevistada: Hay chicos de 14 o 15 años que necesitan que les den mucha importancia porque es la etapa más difícil para ellos y se pueden dejar guiar por cualquier cosa. Tengo compañeras que en la escuela hablaban poco, no se relacionaban con nadie […] Se metían en grupos de Facebook que eran súper suicidas y compartían esas cosas con otras chicas.
Entrevistador: ¿Vos decís que existe una relación entre el hecho de no relacionarse con nadie y lo que publican en las redes sociales?
Entrevistada: No te digo que todos hacen lo mismo. Lo de mis compañeras yo creo que es así. Como te decía, hay muchos chicos que se sienten solos en la vida, que nadie les da importancia, entonces se descargan en las redes o buscan conectarse con otros que pasan por lo mismo.

[Entrevista Mujer, 5to año]

El refugio en los espacios virtuales constituye un intento de soberanía sobre un universo donde se puede decidir interrumpir o continuar el contacto solo con encender o apagar una pantalla. Esta manera particular de establecer vínculos con los otros se opone al riesgo que suponen las relaciones basadas en el cara a cara. En consecuencia “ya no es necesario temer la soledad ni exponerse a las exigencias ajenas, a una exigencia de sacrificio o compromiso, de hacer algo que a uno no le apetece solo porque otros lo desean” (Bauman, 2011a:16).
La búsqueda de conexión con todos aquellos que “no se relacionan con nadie”, pone de manifiesto la imperiosa necesidad de este grupo social por conformar redes de identificación para evitar percibirse en soledad ante el propio sufrimiento. El intercambio remoto para contrarrestar el aislamiento experimentado en las relaciones interpersonales no siempre contribuye a elaborar los sentimientos ligados al malestar de vivir.

Hay gente que se siente sola, sobre todo los jóvenes. Porque pasan por momentos difíciles. Te sentís solo porque ya tus viejos no te dan la importancia que tenías antes cuando eras chiquito y estás como en el medio porque todavía no tenés tu propia familia. Hay un montón de páginas de internet donde se publican cosas terribles […] publicaciones de muchas chicas y chicos como yo que están avisando que se van a matar. También hay otras publicaciones de gente de mi edad que ya lo hizo y publica sus motivos, vos los lees y te ponés re mal.

[Estudiante mujer, 5to año]

La percepción de no sentirse reconocidos ocupa un lugar preeminente en los relatos de las y los estudiantes. La mirada valorativa de los pares generacionales resulta nodal, sobre todo, teniendo en cuenta que la juventud se encuentra en un momento vital donde “las viejas referencias de seguridad [propias de la socialización primaria] desaparecen, mientras que las nuevas no están instauradas” (Le Breton, 2011, p.39). La experiencia de soledad puede conducirlos a desestimar su participación en ciertos espacios sociales compartidos. Alejarse de los otros que resultaron significativos en algún momento de su experiencia escolar los conduce a cuestionar el sentido de la propia existencia.

Una vez estuve internada […] falté a clases como un mes más o menos. Cuando volví, me contaron que mis compañeros habían dicho que yo estaba internada por anorexia […] Y yo no estaba enferma de eso, sólo estaba internada por otro problema de salud. Encima lo relacionaron porque yo era más flaquita que ahora. Siempre están esos comentarios que te hacen sentir mal y te quitan hasta las ganas de vivir […] Yo me sentía disconforme con el tema de mis compañeros porque ya no sentía que podía contarles ciertas cosas y me sentía muy sola, también estaba pensando en cambiarme de colegio porque me sentía así o incluso dejar la escuela.

[Estudiante mujer, 6to año]

El relato estudiantil de perder “las ganas de vivir” puede ser interpretado a partir de la imbricación entre la idea anticipatoria de la propia muerte y la falta de reconocimiento.  Si las profundas relaciones de dependencia emocional se convierten en una necesidad vital, el sentimiento de soledad se encuentra en la base del miedo a no existir para los demás. Frente al debilitamiento de los vínculos de confianza la vida acontece desprovista de toda justificación dejando a las y los estudiantes abandonados a un presente que carece de sentido.

Prácticas de violencia contra el propio cuerpo

La dificultad de construir lazos afectivos significativos se expresa mediante ciertas prácticas de violencia contra sí mismo orientadas a restituir la falta de valor social dentro de lo colectivo. Para las juventudes el cuerpo es el “campo de batalla de la identidad” (Le Breton, 2011, p.47). Su materialidad se instituye como símbolo de soberanía ante un universo exterior que les resulta inaprehensible. El dolor controlado que se infligen es una forma de afrontar el sufrimiento que deviene de las tensiones de la vida social.
 De acuerdo con las narrativas estudiantiles, los cortes sobre la piel constituyen una forma de violencia que se caracteriza por producir una marca o una herida localizada fundamentalmente en la muñeca, los brazos, el abdomen y las piernas. Ante la pregunta acerca de cuáles son los motivos que los conducen a realizar esta práctica, el hecho de sentirse en soledad ante la falta de estima ocupa un lugar preeminente.

Mi compañera se corta por soledad, por no sentir afecto, por sentir que nadie la escucha. Es todo psicológico. Si te decís a vos misma que “nadie te quiere, nadie te quiere y nadie te quiere” tu cabeza se va a convencer de eso. Todo depende de vos. A mí me dijo que como ya el dolor lo tiene por dentro, eso no le dolía, lo hacía sin un por qué.

[Estudiante Mujer, 5to año]

Entrevistado: lo que me dijo ese pibe era porque te deja sacar el dolor que llevás por dentro. Vos le prestás atención a eso y te olvidás por un tiempo de lo otro que te hace mal. Para ellos es cortarse las venas para expresar un dolor.
Entrevistador: ¿Y cuáles serían esas cosas que a uno le pueden hacer mal?
Entrevistado: ¿En la escuela? El bullying, que te traten mal o lo otro: que nadie te hable, te de bola. Después hay otras cosas, si tenés problemas en tu casa o si tenías pareja y esa relación se terminó. Son muchas cosas.

[Estudiante varón, 5to año]

En estos relatos es posible interpretar el modo en que las y los jóvenes buscan producir un dolor físico que sustituya de manera temporal “lo otro que te hace mal”. Este hecho se pone en evidencia en la referencia de las y los entrevistada/os acerca de cómo el sufrimiento emocional “que se tiene por dentro ”se tramita mediante una herida autoinfligida. Consideramos que el dolor es una dimensión existencial de nuestra humanidad en la medida que supone una relación afectiva con las situaciones que vivenciamos “es siempre una cuestión de significación y de valor, una relación íntima con el sentido” en la que el individuo “está envuelto dentro de un sufrimiento que traduce la experiencia de vivirlo” (Le Breton, 2017, p. 9). Podemos afirmar que mediante los cortes sobre la piel el dolor vivido queda bajo el propio control al mantenerse dentro de los límites de lo tolerable para el sujeto que lo comete.
Resulta interesante recuperar el paralelismo que el entrevistado realiza entre las situaciones de maltrato en la dinámica escolar y la indiferencia percibida en el hecho de que “nadie te hable, te de bola” (sic). La violencia física o verbal como aquella mirada que nos conduce a una insondable soledad representa un signo de humillación que afecta a nuestra humanidad. De acuerdo con Honneth (2011) la capacidad de demostrar nuestro desprecio mediante el hecho de comportarnos como si la persona no estuviera presente físicamente en el mismo espacio temporal constituye un acto público performativo. En la medida que supone “gestos o modos de comportamiento que dejen claro que los demás no solo no son vistos accidentalmente, sino que no son vistos intencionalmente” (p.167).  La invisibilización, de este modo, no tiene que ver con no haber sido notados en nuestra presencia física, sino con la negación de la existencia en un sentido humano.   Siendo la contraparte del reconocimiento esta forma de relación social se funda en el menosprecio a la integridad, a la dignidad y a los derechos como persona (Honneth, 1997).

Entrevistado: Yo vengo de otro colegio, me cambié porque ahí la pasaba muy mal. Me sentía maltratado por todos, no solo por mis compañeros, sino por los preceptores y profesores, más que nada sentía que ya no le importaba a nadie. Encima en mi casa sentía que nadie me escuchaba. Mi hermano estaba en la suya. Y mi tía estaba laburando todo el día afuera porque es docente de otra escuela y no me sentía en confianza para decirle que la estaba pasando mal. Fue un momento horrible de mi vida, extrañaba a mi mamá que era el único apoyo que tenía. Me sentía muy solo. Como te dije no tenía ganas de estar más y por eso me quise cortar el cuello con un vidrio. Después de esa situación, mi tía se volvió más atenta, me cambió a esta escuela y ahora estoy más tranquilo. Tengo dos amigos acá.

[Estudiante varón, 5to año]

El sufrimiento vivido a partir de la sensación de “no[importarle] a nadie” es una forma de violencia que afecta al valor propio y puede dar lugar a ciertas prácticas de suicidio. En efecto, el ataque al propio cuerpo realizado por el estudiante remite a una fuerte percepción de haber sido despreciado, descalificado, de no haber sido reconocido, respetado (Wieviorka, 2001).

Entrevistado: Un compañero de la primaria se suicidó el año pasado. Hacía muchos años que no hablaba con él porque nos habíamos peleado, por pavadas, pero cuando sos chico te tomás las cosas de otra manera. Me enteré que falleció porque compartieron en facebook una publicación de él, lo compartió una amiga que teníamos en común. Era una publicación con una foto en la que se lo veía sonriente. En esa publicación se despedía de los amigos y de la familia. Pedía perdón, decía que iba a extrañar a todos. Quería dejar en público que se sentía solo, que estaba deprimido.
Entrevistador: ¿Y qué sentiste cuando te enteraste?
Entrevistado: Me puse a llorar. Yo no tenía problemas con él en la actualidad. Pero por cosas de la vida ya no lo veía. Solía estar acompañado de muchas personas que, según él, eran amigos. Sea como sea, vos podés sentirte solo igual si no te valoran. Seguro que algo de eso le pasaba a él.

[Estudiante varón, 6to año]

La experiencia de sentirse en soledad a pesar de “estar acompañado de muchas personas” o en la percepción de que “no te valoran” pueden conmover los cimientos que sostienen el deseo de seguir viviendo. Es por ello que ante la imposibilidad de dejar una firma que acredite el paso por el mundo, las juventudes desafían sus miedos existenciales haciéndoles frente y conciben a la posibilidad de morir como una puerta de salida ante un presente doliente. Es allí cuando sienten que la muerte ingresa “en el campo de su propia potencia y deja de ser una fuerza de destrucción que [los] sobrepasa” (Le Breton, 2011, p. 47).

Entrevistado: Muchos problemas debés pasar para intentar suicidarte, problemas con la familia o alguna situación como por ejemplo, no saber qué hacer ante el futuro, sentirte solo, sin el apoyo de los demás […] Creo que a ese punto se llega a partir del desinterés por mejorar, hay situaciones donde por ahí no los animan a seguir estudiando o a tener un buen empleo sino a conformarse con algo, pero veo que hay chicos que tienen la capacidad para seguir mejorando y que no la aprovechan.

[Estudiante varón, 6to año]

Para las y los jóvenes la existencia puede acontecer como carente de sentido ante la dificultad material y simbólica de “establecer objetivos para su propia vida y alcanzarlos, proponerse cometidos y cumplirlos” (Elias, 1989, p. 44). Tal como se observa en este testimonio, existe una concatenación de elementos que conducen a forzar el pasaje hacia la propia desaparición física: “tener problemas con la familia”, “no saber qué hacer ante el futuro”, o “sentirte solo, sin el apoyo de los demás”. Es entonces cuando ponen en juego el cuerpo para deshacerse del sufrimiento de una realidad que se les escapa constantemente.

Una reflexión final

Las prácticas de aislamiento y de violencia contra el propio cuerpo son manifestaciones de la soledad que atraviesa las biografías de las y los estudiantes. Las vivencias de sufrimiento interpelan a la escuela a elaborar las heridas subjetivas que tienen lugar ante la imposibilidad de sentirnos respetados, valorados y queridos.
Consideramos que, en tanto espacio público de socialización por excelencia, la institución escolar precisa asumir el posicionamiento ético y político de favorecer prácticas de reconocimiento, respeto mutuo, confianza y solidaridad. La promoción de los lazos afectivos intra e intergeneracionales constituye una tarea fundamental para contrarrestar la experiencia desubjetivante de sentirnos solos en la vida y crear un tejido existencial que de sentido a nuestro mundo.

Referencias bibliográficas

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2. Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.

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5. Bauman, Z. (2011b). Trabajo, Consumismo y nuevos pobres. Gedisa.

6. Durkheim, E. (1997). Las reglas del método sociológico y otros escritos sobre la filosofía de las ciencias sociales. Editorial Alianza.

7. Durkheim, E. (2004). El suicidio. Estudio de sociología. Losada.

8. Elias, N. (1989). La soledad de los moribundos. Fondo de Cultura Económica.

9. Elias, N. (1990). La sociedad de los individuos. Península.

10. Elias, N. (2008). Sociología Fundamental. Gedisa.

11. Honneth, A. (1997). La lucha por el reconocimiento. Por una gramática moral de los conflictos sociales. Crítica Grijalbo Mondadori.

12. Honneth, A. (2011). La sociedad del desprecio. Editorial Trott.

13. Kaplan, C. V. (2011). Jóvenes en turbulencia. Miradas críticas contra la criminalización de los estudiantes. Propuesta Educativa, (35), 95-103.

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15. Kaplan, C. V. (2018). La naturaleza afectiva del orden social. Una cuestión rezagada del campo de la sociología de la educación. Sudamérica, (9), 117-128.

16. Kaplan C.V. y Arevalos, D. H. (2021). La necesidad de soporte afectivo en jóvenes del sistema educativo. Revista de Educación FHUNMDPXII(22), 193-208. 

17. Kaplan, C. V. y Szapu, E. (2020). Conflictos, violencias y emociones en el ámbito educativo. CLACSO, Voces de la Educación, ENSV y Nosótrica Ediciones.

18. Le Breton, D. (2011). Conductas de Riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos del vivir. Topia.

19. Le Breton, D. (2016). Desaparecer de sí. Una tentación contemporánea. Siruela.

20. Le Breton, D. (2017). El cuerpo Herido. Identidades estalladas contemporáneas. Topia.

21. Marx, K. (2012). Acerca del suicidio. Las Cuarenta.

22. Wieviorka, M. (2001). La violencia: destrucción y constitución del sujeto. Espacio Abierto15(1-2), 337-347.

Notas

1 Durkheim (2004) establece cuatro tipos de suicidio cuyas causas son externas al individuo. Por un lado caracteriza a las muertes voluntarias relativas al modo en que la sociedad reglamenta la vida de las personas. Entre ellas se encuentran el suicidio anómico, llevado a cabo por todas aquellas personas que no han sabido aceptar los límites que la sociedad impone. Al aspirar a más de lo que pueden y deben hacer, caen en la desesperación que las conduce a quitarse la vida. Y el suicidio fatalista, escasamente desarrollado por el autor, que ocurre en sociedades de reglas rígidas en las cuales los individuos quieren escapar de la situación en la que se hallan. Un ejemplo de ello es un individuo que se quita la vida debido a las presiones de vivir en una situación esclavista. Por otro lado, caracteriza a las muertes voluntarias relativas al modo en cómo los individuos están integrados a la sociedad. Se refiere con ellas al suicidio altruista que tiene lugar cuando el sujeto está demasiado ligado a una comunidad determinada, por ejemplo, en el ejército. En el otro extremo, nos encontramos con el suicidio egoísta y es el que nos interesa abordar en este trabajo. La diferencia existente entre estos últimos es que, “el suicidio egoísta proviene de que los hombres no encuentran ningún sentido a la vida [mientras que en el suicidio altruista] este sentido les parece encontrarse más allá de la vida misma” (Durkheim, 2004, p.349). 

2 El trabajo empírico forma parte de la tesis doctoral: Emotividades sobre la muerte en el ámbito escolar. Un estudio socioeducativo sobre los sentidos que construyen jóvenes estudiantes de zonas urbanas periféricas (Arevalos, 2020a). Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/11881.

3 La estructura del sistema educativo argentino está conformada por cuatro niveles: la educación inicial, la educación primaria, la educación secundaria y la educación superior. Desde el año 2015 la escolaridad de carácter obligatorio está comprendida por las salas de 4 y 5 años del nivel inicial, 6 o 7 años de nivel primario (según jurisdicción) y 5 o 6 años de nivel secundario (según jurisdicción). En la Provincia de Buenos Aires el nivel secundario es de 6 años.

4 “Ningunear” es un término coloquial que se utiliza cuando una persona es ignorada o no es tomada en consideración.