DOI: https://doi.org/10.19137/cuadex-2024-08-0207
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DOSSIER
Jeremías Otero
Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, Universidad Nacional de La Plata
ORCID: https://orcid.org/0009-0005-6815-8714
Fecha de recepción: 03-07-2024
Fecha de aceptación: 27-08-2024
La extensión universitaria ha evolucionado hacia un modelo dialógico y participativo, incluyendo, entre otros aspectos, la importancia de los conocimientos y recursos locales. El proyecto de valorización del tomate platense se analiza con el fin de indagar cómo la extensión universitaria ha impactado en dimensiones intangibles (simbólicas y subjetivas) de una realidad específica. En particular, reflexionamos sobre un caso de intervención de la Universidad, en el que destacamos cómo se ha transformado la percepción del tomate platense como producto local, y la identidad de los/as productores/as participantes. Desarrollado en el cinturón verde de La Plata, Argentina, el proyecto tuvo dificultades para sobrellevar desafíos en la comercialización, lo que afecta la viabilidad económica de la propuesta y se mantiene como una producción marginal. Sin embargo, logró cambiar la percepción pública y otorgar legitimidad y reconocimiento a quienes lo producían.
Palabras clave: extensión universitaria; tomate platense; impacto intangible.
University extension has evolved towards a dialogic and participatory model, including, among other aspects, the importance of local knowledge and resources. The project to valorize the “tomate platense” is analysed in order to investigate how university extension has impacted intangible dimensions (symbolic and subjective) of a specific reality. In particular, we reflect on a case of university intervention, highlighting how the perception of the “tomate platense” as a local product has been transformed, and the identity of the participating producers. Developed in the green belt of La Plata, Argentina, the project faced difficulties in overcoming commercialization challenges, affecting the economic viability of the proposal and remaining a marginal production. However, it succeeded in changing public perception and granting legitimacy and recognition to those who produced it.
Keywords: university extension; tomato platense; intangible impact.
A extensão universitária evoluiu para um modelo dialógico e participativo, incluindo, entre outros aspectos, a importância dos conhecimentos e recursos locais. O projeto de valorização do tomate platense é analisado a fim de investigar como a extensão universitária impactou em dimensões intangíveis (simbólicas e subjetivas) de uma realidade específica. Em particular, refletimos sobre um caso de intervenção da Universidade, destacando como a percepção do tomate platense como produto local foi transformada, e a identidade dos/as produtores/as participantes. Desenvolvido no cinturão verde de La Plata, Argentina, o projeto teve dificuldades para superar desafios de comercialização, afetando a viabilidade econômica da proposta e permanecendo como uma produção marginal. No entanto, conseguiu mudar a percepção pública e conceder legitimidade e reconhecimento a quem o produzia.
Palavras-chave: extensão universitária; tomate platense; impacto intangível.
A lo largo de la historia, diferentes enfoques han prevalecido en el campo de la extensión universitaria (Tommasino y Cano, 2016). En sus inicios, en términos generales, predominó una mirada difusionista y transferencista, a partir de la cual se buscaba llevar los conocimientos de la universidad a otros sectores de la sociedad de manera unidireccional. Un cambio conceptual se produjo en la década de 1960 con las críticas y propuestas de Paulo Freire (1984), lo que dio lugar a un nuevo concepto dialógico de la extensión universitaria.
En este último sentido, la Red de Extensión Universitaria (REXUNI) del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) de Argentina define a la extensión como un espacio de cooperación entre la universidad y otros actores de la sociedad. A su vez, plantea que las acciones de extensión deben desarrollarse desde un enfoque interactivo, considerando los conocimientos científicos con los saberes, conocimientos y necesidades de la comunidad participante. La extensión contribuye a la generación y articulación de nuevos conocimientos y nuevas prácticas sociales, integrando las funciones de docencia e investigación, y debe aportar a la definición de la agenda de investigación y reflejarse en las prácticas curriculares (CIN-REXUNI, 2012; Tomatis, 2017).
La forma de evaluar el impacto de la extensión puede variar significativamente según se adopte uno u otro enfoque, ya que representan paradigmas distintos de entender y practicar la extensión.
Por ejemplo, si nos restringimos a la extensión orientada al medio agropecuario o rural (como es el caso que aquí analizaremos), desde un enfoque difusionista se considera que el conocimiento y las tecnologías se transfieren de manera lineal desde los expertos hacia los productores. Este enfoque mide el impacto principalmente en términos de adopción de las tecnologías y prácticas recomendadas. Según Rogers (1962), la difusión de innovaciones sigue una curva de adopción que va desde los innovadores hasta los rezagados, en un proceso unidireccional. El impacto se evalúa mediante indicadores cuantitativos, como el aumento en los rendimientos, la adopción de tecnologías específicas y la productividad agrícola. Por su parte, el éxito se mide por la cantidad de agricultores que adoptan las recomendaciones técnicas (Feder et al., 1985) así como por su capacidad para replicar los métodos y técnicas transferidas. En este enfoque la extensión es considerada un proceso en el que las innovaciones provienen de centros de investigación y universidades, y los agricultores son receptores pasivos de estas (Otero y Selis, 2019). La mejora en los resultados productivos es el principal indicador de impacto.
En contraste, el enfoque dialógico promueve la interacción y la co-creación del conocimiento entre técnicos y productores a través del diálogo y la interacción (Conti et al., 2023). El impacto en este enfoque se mide en términos de los procesos de aprendizaje. En ese sentido, además de indicadores cuantitativos, se utilizan otros de carácter cualitativo que capturan cambios en capacidades, habilidades, confianza, entre otros. La extensión se concibe como un proceso descentralizado y participativo, en el que las innovaciones surgen tanto de los conocimientos locales como de la ciencia formal. Los agricultores son actores en la identificación de problemas y la creación de soluciones. El éxito no solo se mide en términos de productividad, sino también en la mejora de la cohesión social, el fortalecimiento de redes comunitarias o la sostenibilidad ambiental (Leeuwis & Aarts, 2011).
En esta línea, en este trabajo nos concentraremos en el caso del proyecto de valorización del tomate platense para analizar formas intangibles en que las acciones de extensión universitaria impactan sobre los territorios y grupos sociales con los que se trabaja. Se explorará cómo la colaboración entre la universidad y productores/as ha transformado la percepción y valoración del producto local (tomate platense), así como la identidad y el reconocimiento social de los productores involucrados.
El artículo se estructura en diferentes secciones. Primero, se presentan antecedentes sobre la dimensión de “lo local” en el marco de las acciones de extensión. Luego, se explora la trayectoria del tomate platense, abordando su historia, desafíos y el proyecto de extensión. A continuación, se presenta el abordaje metodológico que incluye la experiencia personal en el proyecto, subrayando la implicancia de inmersión en el terreno de estudio. Luego se analiza, en particular, el impacto de la experiencia desde la perspectiva de los/as productores/as, utilizando conceptos teóricos para comprender el proceso de legitimación y reconocimiento en el contexto local. Finalmente, se presentan las conclusiones del trabajo.
Como se mencionó anteriormente, la extensión ha experimentado una evolución significativa a lo largo de su historia, desde sus inicios centrados en la transmisión unidireccional de conocimientos científicos hacia el resto de la población, hasta su actual enfoque, en el que, entre otros aspectos, se valoran los saberes locales. Este cambio de paradigma ha generado un interés creciente en comprender y aprovechar el potencial de lo local. En este sentido, surge la necesidad de definir qué se entiende por "lo local", por qué es importante valorizarlo y cómo se materializa esta valorización en las prácticas de extensión.
La noción de "lo local" es compleja y multifacética, involucra aspectos culturales, sociales, económicos y ambientales propios de un territorio específico. Según Chambers (1994), lo local se refiere a los conocimientos, recursos, instituciones y prácticas arraigadas en un lugar particular. Esta definición resalta la conexión íntima entre la identidad de un territorio y los conocimientos y recursos que lo sustentan, subrayando la importancia de reconocer y valorar estas particularidades.
Esta perspectiva se encuentra íntimamente relacionada con lo que muchos autores denominan desarrollo local o, más específicamente en el ámbito rural, desarrollo territorial rural (Sili, 2005) y presenta una concepción del desarrollo como algo generado a partir de las capacidades y recursos locales (Madoery, 2000).
Por otro lado, considerando que el desarrollo local rural suele tener como base de sustento una actividad productiva, es de extrañar que no suela plantearse en la bibliografía referente al tema cuáles son las características intrínsecas que deberían tener esas producciones para coadyuvar al desarrollo local (Paz, et al., 2006). En ese sentido, nuestro abordaje se basa en el concepto de producto agroalimentario local, definido como aquel producto que emerge del acervo de saberes y recursos que constituyen un sistema agroalimentario localizado (SIAL) (Muchnik & Sautier, 1998). Las características espaciales de los intercambios, la historia del producto y las condiciones naturales vinculan a estos alimentos con los espacios locales y permiten calificarlos como tales (Otero, 2015a).
En el ámbito del desarrollo rural, la valorización de lo local se justifica por varias razones: a) impulsa la autonomía y el empoderamiento de las comunidades al reconocer y aprovechar sus capacidades endógenas (Long, 2001); b) promueve la diversidad cultural y la conservación de prácticas tradicionales, contribuyendo así a la preservación del patrimonio cultural y ambiental (Pretty, 2003), y c) fortalece la resiliencia de los sistemas agrícolas al adaptar las tecnologías y prácticas a las condiciones específicas de cada contexto local (May et al., 2020).
Proyectos con esta orientación pueden implementarse a través de prácticas de extensión que reconozcan y promuevan los conocimientos y recursos endógenos. Estas prácticas pueden incluir la facilitación del intercambio de saberes entre extensionistas y agricultores, el apoyo a iniciativas basadas en recursos locales, como es el caso del tomate platense, y la promoción de sistemas agroecológicos adaptados a las condiciones locales.
En este contexto, el proyecto de valorización del tomate platense emerge como una experiencia representativa que ilustra los desafíos y oportunidades asociados con la valorización de lo local en la extensión. A través del análisis de este caso, podemos explorar qué impacto tiene esta valorización en los diferentes actores involucrados y qué lecciones podemos extraer para una comprensión más amplia de la extensión como herramienta de cambio.
Hacia fines de la década de 1990, docentes y estudiantes de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, comenzaron una iniciativa de extensión universitaria enfocada en un producto local: el tomate platense.
El espacio en el cual se desarrolló la propuesta es el cinturón verde platense, definido por el área de producción hortícola que rodea a la ciudad de La Plata, formada por los partidos de La Plata, Florencio Varela y Berazategui. Este se conformó hace más de 100 años como un centro importante de abastecimiento de hortalizas frescas de estación del área metropolitana de la ciudad de Buenos Aires, así como de otros centros de consumo del país. En su construcción, han dominado quinteros de origen europeo –mayoritariamente italianos y españoles–, que se instalaron en la región en las distintas olas inmigratorias hasta aproximadamente la década de 1950. El desarrollo de la horticultura en la zona ha tenido un carácter fundamentalmente comercial. Las técnicas de producción han combinado a través del tiempo, prácticas arraigadas en un saber-hacer local y técnicas difundidas desde organismos oficiales y privados de investigación y extensión (Garat y Otero, 2012).
Ha sido en ese contexto histórico y productivo en el que se surge el tomate platense, siendo un producto que domina la producción de tomate fresco en la región por aproximadamente 50 años. Las primeras semillas de lo que sería posteriormente el tomate platense llegan a la región en los años ‘30, desplazando otras variedades de tomate que se producían en la zona; este, a su vez, es desplazado por genética moderna en los ‘80, siguiendo precisamente la dinámica del sector.
Botánicamente hablando, el tomate –Solanum lycopersicum L.–, platense, posee frutos irregulares, fuertemente lobulados y predominantemente “chato”. Cotejado con los tomates “modernos”, es reconocido, fundamentalmente, por su sabor. Debido a determinados atributos del fruto y las características de su cultivo –y en comparación con los tomates modernos–, es valorizado por su sabor, aroma, rusticidad y la asociación implícita que el consumidor realiza entre su cultivo (“natural”), en contraposición con el tomate moderno (“industrial”).
Respecto de los productores, en los años que se corresponden con el presente trabajo, se contabilizaron no más de veinte, en su mayoría arrendatarios o pequeños propietarios, y entre 6 y 8 de ellos, a inicios de la década de 2000, conformaron el Grupo de Productores de Tomate Platense. Desde que se comenzó a trabajar, su cultivo nunca dejó de ser algo marginal en términos de su participación en el mercado local; de hecho, siempre se mantuvo en niveles de producción muy bajos. Esto se dio así por distintas razones, entre ellas, porque nunca resultó una alternativa económica convincente, ya que es muy difícil encontrar los canales de comercialización adecuados para ofrecer volúmenes significativos del producto hacia una estimada potencial demanda. Es por ello por lo que las condiciones económicas de los/as productores/as no han variado significativamente por cultivar esta variedad.
En cuanto al equipo técnico a cargo del proyecto, ha estado conformado por un docente-investigador y a lo largo de los años, de forma discontinua, contó con técnicos financiados por programas oficiales como Cambio Rural Bonaerense y Cambio Rural INTA, y también con estudiantes pasantes financiados por proyectos de extensión de la UNLP, becarias y becarios (FCAyF), y otros ad honorem. Además, a partir de vínculos que se establecieron con distintas instituciones, han formado parte de diversas acciones relacionadas con la propuesta, técnicos, docentes y estudiantes de otras facultades de la UNLP, del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires, del Ministerio de Agricultura de Nación, del INTA, entre otros.
El proyecto de extensión ha tenido algunas particularidades. En primer lugar, la propuesta técnica ha implicado, desde el punto de vista de la mayoría de los productores hortícolas y técnicos de la zona, ‘volver al pasado’, retomar el uso de una variedad de tomate que había sido superada por los avances científicos y tecnológicos. Por ello, quienes participaban en este proyecto podían ser calificados por otros como ‘románticos’, ‘locos’ o ‘hippies’. Todos estos términos, en cierto sentido despectivos, buscan desacreditar la propuesta como una alternativa productiva legítima, vinculada al desarrollo rural y sostenible económicamente.
En segundo lugar, la idea de volver a comer “tomates con gusto a tomate” ha tenido muy buena recepción por parte de las y los consumidores, de aquellos que adhieren a las críticas respecto del sabor perdido por este alimento en sus versiones modernas. Para ellos/as, el tomate platense, el tomate “de antes”, recuperaba algo añorado.
Finalmente, esta propuesta tuvo como sustento o apoyo conceptual las experiencias desarrolladas en Europa en torno a las denominaciones de origen y los productos típicos. Y esto funcionó ocasionalmente como una suerte de refugio académico, principalmente para los técnicos de la Facultad, ante las dudas o desacreditaciones de los actores vinculados con la horticultura local (Otero, 2015b).
La característica del abordaje metodológico se alinea con lo que Stake (1994) denomina un estudio de caso instrumental, ya que busca proporcionar una mejor comprensión de un tema. Elegimos esta estrategia metodológica porque, a través de la profundización, aspiramos a generar conocimientos relevantes para otras experiencias. El objetivo es comprender el significado de un hecho en su contexto y en su complejidad. Según Yacuzzi (2005), es especialmente válido cuando se presentan preguntas del tipo "cómo" o "por qué", cuando quien investiga tiene poco control sobre los acontecimientos y cuando el tema es contemporáneo.
La generación de la información correspondiente se basó fundamentalmente en la observación participante y en entrevistas semiestructuradas a productores/as hortícolas participantes del proyecto.
Sin embargo, a fin de contextualizar el trabajo de campo, a continuación, se relata en primera persona el vínculo personal con el caso analizado.
A partir de 2004 me integré al proyecto, inicialmente como una forma de militancia. Una forma de “luchar” contra el proceso modernizador que afectaba al agro en general y a la horticultura platense en particular, un proceso que percibía como injusto, excluyente y ambientalmente insustentable.
Durante mi participación, realicé visitas semanales a productores/as, recorriendo sus quintas ubicadas en diferentes localidades del área hortícola de La Plata (Gorina, Cnia. Urquiza, Etcheverry, Olmos, entre otras). Estas visitas incluían recorridas por los cultivos y largas conversaciones, en las que abordaba temas que iban desde la producción y venta del tomate platense (y otras hortalizas), hasta problemas más generales de la horticultura y cambios históricos de realidad productiva local.
Estas interacciones no solo fueron el inicio de mi práctica extensionista, sino que también revelaron tensiones y conflictos personales. Mi conocimiento limitado sobre horticultura y la idealización del tomate platense chocaban con la realidad práctica y las actitudes de los/las productores/as, lo que generaba contradicciones internas y desafíos en mi desempeño profesional.
Adicionalmente, realizamos reuniones mensuales, a veces en sus propias quintas y otras en un predio experimental perteneciente a la Facultad. En estas reuniones participaban los productores activos del grupo y el equipo de la Facultad. A su vez eran complementadas con encuentros semanales del equipo técnico para evaluar lo realizado y planificar nuevas actividades.
Este relato testimonial intenta explicitar cómo las condiciones del entorno de estudio y las relaciones personales establecidas con los sujetos de investigación influyeron en la interpretación de los datos y en la dinámica de la investigación. Este nivel de involucramiento permitió una comprensión profunda de las realidades y desafíos enfrentados por los/las productores/as, aunque también planteó desafíos en términos de objetividad y equilibrio en el análisis.
Reconocer y explicitar estas dinámicas personales dentro de un marco metodológico permite a lectores/as comprender mejor el contexto en el que se realizaron las observaciones, entrevistas y análisis, proporcionando una base para la interpretación de los resultados.
Además, también pensaba yo que al plantar esto yo… porque plantar esto, todo el mundo te decía “está loco, el tipo este está loco”. Entonces al tener al lado la Facultad, tenía como un marco legal, entre comillas, estaba legalizado el loco. Entendés, entonces… por ese lado también lo pensé. No es que un loco aislado planta porque… (Productor 1)
En el contexto delineado, el Productor 1 plantea que lo identifican como un individuo que desafía las convenciones establecidas en el ámbito hortícola, es un “loco” al optar por el cultivo del tomate platense, una variedad considerada obsoleta por la mayoría en el sector.
Por otro lado, la "legalización" del "loco" podría ser entendida como un proceso de legitimación social y simbólica. En este caso, la cercanía con la Facultad actúa como un respaldo institucional que confiere legitimidad a su elección y lo protege frente a posibles críticas y oposiciones del entorno. La Facultad es la que tiene el poder de proponer nuevos argumentos, nuevas razones. Frente al poder estructural (Wolf, 1990) de lo hegemónico, enfrenta su propio poder para legitimar esta alternativa.
Este proceso de legitimación se lleva a cabo en contraposición a la cultura dominante de la horticultura platense, que se caracteriza por su énfasis en la innovación constante y la adopción de tecnologías modernas. Al desviarse de las normas y expectativas del sector, la elección de producir tomate platense genera tensiones y desafíos. La legitimación de la alternativa asumida por productores/as y la Facultad puede entenderse como un acto de resistencia, siguiendo la perspectiva de Gramsci (1999), sobre la lucha por la hegemonía cultural.
Archetti (1992) plantea que, en toda interacción, el poder reside en la capacidad de unos u otros actores de imponer uno de los modelos como el “único”, porque es el más eficaz o el más verdadero. En el caso de horticultores/as de la zona, en el sistema de actores donde entran en juego, las posiciones dominantes las ocupan las empresas proveedoras de insumos y los grandes comercializadores. Directa o indirectamente establecen el “deber ser” respecto de la tecnología de producción y la calidad de las hortalizas. Y han tenido éxito en la construcción de un consenso: la última meta del poder (Archetti, 1992).
Por dónde va, y por lo… por lo… por lo mediático parece… un lado mediático que sirve también, suma, porque por mis propios medios yo no lo hubiera tenido.” “Una parte mediática que vos estando acá internado en la quinta no lo tenés. Tampoco por ahí lo buscás, pero no sos un croto… o sos un croto conocido, no anónimo, conocido. (Productor 2)
En este caso, la autonomía alcanzada por los/as productores/as, aunque limitada en términos económicos, puede ser vista como una forma de resistencia y empoderamiento, como lo sugiere Scott (2003) en su concepto de resistencia cotidiana. A través de su asociación con la Facultad y otros productores, han logrado reconocimiento y visibilidad para su iniciativa, transformándose de un "croto anónimo" a un "croto conocido" que produce algo valorado por la comunidad.
Al igual que los habitantes de las calles ciegas de Contralmirante Guerrico (Trpin, 2004), los productores se generaron un espacio de autonomía, como ideología y como práctica. Con “su” semilla, los bajos costos de producción, la venta en sus quintas y en los lugares de venta que genera el proyecto (la Fiesta, por ejemplo) pudieron construirse otro camino. Sin embargo, su mayor logro no fue ganar más dinero, sino encontrar reconocimiento, algo que en el contexto en el que estaban no lograban: en sus términos, eran anónimos.
Sigue ocupando la misma posición en la estructura socioeconómica, por eso sigue siendo un “croto”, pero ahora saben quién es. Y no solo eso, ahora produce algo que es reconocido y valorado por aquel que le compra, que, en promedio, suele pertenecer a una clase media profesional. La productora 3 también reivindica el mismo logro: ser conocidos, salir del anonimato. Son, según ella, una “marca registrada”.
Logramos ser conocidos. El grupo de tomate platense es como una marca registrada. Vos decís “soy del grupo de tomate platense” y ya la gente lo tomó en cuenta porque sabe que estás formando parte del grupo, y eso está bueno. (Productora 3)
El proyecto de valorización del tomate platense nos permite observar cómo se puede impactar en dimensiones intangibles de una realidad específica. A través de este caso, se destacan varios aspectos:
A pesar de los logros alcanzados, el proyecto ha enfrentado desafíos significativos, especialmente en términos de comercialización y viabilidad económica. La producción de tomate platense sigue siendo marginal y encontrar canales de comercialización adecuados sigue siendo un reto. Sin embargo, el impacto intangible del proyecto en términos de legitimidad y reconocimiento demuestra su valor y relevancia.
Esta legitimación ha sido un logro importante; sin embargo, estos avances simbólicos no han sido acompañados de mejoras materiales sustanciales. Este desequilibrio plantea preguntas sobre el impacto de nuestra práctica extensionista. ¿Estamos priorizando las transformaciones simbólicas a expensas de las mejoras materiales? ¿Cómo podemos asegurar que nuestras intervenciones aborden de manera integral tanto las necesidades subjetivas como las económicas?
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