DOI: https://doi.org/10.19137/cuadex-2024-08-0206


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DOSSIER

Cuestionar la desigualdad y evidenciar la agencia desde la extensión. La experiencia de la muestra fotográfica del cordón frutihortícola de General Pueyrredon, Buenos Aires, Argentina

Question inequality and demonstrate agency from extension. The experience of the photographic exhibition of the fruit and vegetable cord of General Pueyrredon, Buenos Aires, Argentina

Questionar a desigualdade e destacando a agência através da extensão. A experiência da exposição fotográfica do setor hortofrutícola de General Pueyrredon, Buenos Aires, Argentina

Guadalupe Blanco Rodríguez

Becaria CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata

guadalupeblancorodriguez@mdp.edu.ar

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5972-6365

Melisa Berardi

Becaria CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata

meliberardi@gmail.com.ar 

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6427-8341

Dulce Rueda

Becaria de investigación, Universidad Nacional de Mar del Plata

rueda.dulce.y@gmail.com.ar

ORCID: https://orcid.org/0009-0004-7200-9503 

Noemí Maldonado

Becaria de investigación, Universidad Nacional de Mar del Plata

maldonado_nm@yahoo.com.ar

ORCID: https://orcid.org/0009-0003-8772-9004 

Fecha de recepción: 12-04-2024

Fecha de aceptación: 03-07-2024

Resumen

A través de la experiencia de una muestra de extensión sobre el cinturón frutihortícola de General Pueyrredon, el artículo reflexiona, en primer lugar, en torno a la potencia de las imágenes y la fotografía como herramientas discursivas que permiten a trabajadoras y trabajadores mostrar sus experiencias desde sus propias perspectivas, cuestionando los estereotipos que circulan sobre ellas y ellos. En segundo lugar, explora lo que muestran esas imágenes: desigualdades en las que el género y el origen migratorio se vuelve un clivaje central en las experiencias de sujetos históricamente subalternizados, pero también situaciones en las que tienen autonomía y agencia para cuestionar esas desigualdades.

Palabras clave: agencia; cinturón frutihortícola; desigualdades; extensión crítica; muestra fotográfica.

Abstract

Through the experience of an extension exhibition on the fruit and vegetable belt of General Pueyrredon, the article reflects on the power of images and photography as discursive tools that allow workers to show their experiences from their own perspectives, questioning the stereotypes that circulate about them. Secondly, it explores about what these images show: inequalities in which gender and migratory origin become a central cleavage in the experiences of historically subalternised subjects, but also situations in which they have the autonomy and agency to question these inequalities.

Keywords: agency; fruit and vegetable belt; inequalities; critical extension; photo exhibition.

Resumo

Através da experiência de uma exposição de divulgação sobre a faixa de frutas e legumes de General Pueyrredon, o artigo reflete sobre o poder das imagens e da fotografia como ferramentas que permitem aos trabalhadores e trabalhadoras mostrar as suas experiências a partir das suas próprias perspectivas, questionando os estereótipos que circulam sobre eles. Em segundo lugar, explora o que estas imagens mostram: desigualdades em que o género e a origem migratória se tornam uma clivagem central nas experiências destes sujeitos historicamente subalternizados, mas também situações em que estes têm a autonomia e a agência para questionar estas desigualdades.

Palavras-chave: agência; cinto de frutas e legumes; desigualdades; extensão crítica; exposição fotográfica.

Introducción

En la actualidad, el cinturón frutihortícola de General Pueyrredon, Provincia de Buenos Aires, Argentina[1] es el segundo más grande del país en términos productivos, luego del que se encuentra en La Plata (Benencia, y Souza Casadinho, 2009). Tiene una extensión de 25 km cuadrados y bordea Mar del Plata. Lo conforman aproximadamente seiscientas quintas, principalmente de pequeña escala. La mayor parte de esos espacios productivos están ubicados en las localidades de Batán, Valle Hermoso, Laguna de los Padres y San Francisco y se puede acceder a ellas a través de las rutas 88 y 226. La Gloria de la Peregrina, La Polola, el Boquerón y Colonia Barragán son otras localidades que poseen quintas. En esta zona, los establecimientos tienen un promedio de siete hectáreas y son mayormente gestionadas a través de mano de obra familiar.[2]

Por su relevancia productiva, cultural y social[3], el cinturón frutihortícola y sus trabajadoras y trabajadores suelen ser objeto de atención e intervención de agentes estatales, investigadoras, investigadores y extensionistas de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Las propuestas que lo abordan son numerosas. Especialmente, se destacan proyectos de extensión sobre agroecología y soberanía alimentaria. Ahora bien, en los últimos años, el origen migratorio de la población que trabaja en el sector comenzó a ser relevante para los Centros de Extensión Universitaria (CEUS).[4] Específicamente, los CEUS de Batán y Zona Rural Oeste –que abarcan parte de la zona de influencia del cordón– expresaron en sus objetivos la necesidad de fortalecer las relaciones con la comunidad boliviana y diseñar proyectos de extensión que permitan un vínculo más fluido con esa población (INFORME CEUS, 2020).

Por ello, en 2019 y 2020 formamos parte del equipo de trabajo del proyecto de extensión “Violencia de género e interculturalidad: diseño de una campaña de visibilización y empoderamiento para problematizar las experiencias de las y los residentes de la localidad de Batán”[5], que surgió de la demanda por la apertura de una oficina de atención a las víctimas de violencia de género en esa localidad que, como explicamos, es una de las zonas más relevantes del cinturón frutihortícola. El proyecto de extensión tenía como finalidad problematizar la violencia de género en Batán de forma situada –es decir, teniendo en cuenta a la población específica que vive allí–, debido a que se encuentra asentada una gran población de migrantes, en especial personas provenientes de Chile y Bolivia. No obstante, a partir de encuentros con habitantes de esa localidad y con agentes de las instituciones estatales, identificamos dos situaciones. En primer lugar, que las personas tenían conocimiento sobre las desigualdades y violencias de género, aunque no tuvieran espacios de denuncia. En segundo lugar, notamos que las mujeres migrantes podían ser expuestas a situaciones de re-victimización cuando necesitaban realizar denuncias. Esto se debía a que las y los agentes atribuían los casos a la “cultura” de las y los migrantes, que entendían como conservadora, quitándole a esa violencia el carácter de problema social estructural –que se agravaba ante la falta de espacios de denuncia cercanos– y poniéndolo como una problemática particular de esa colectividad. Por esta razón, las mujeres podían sentirse juzgadas por su origen migratorio y evitaban acercarse a las instituciones, tanto para pedir ayuda como para denunciar. Por ello, el proyecto terminó enfocándose en el diseño de materiales que permitieran sensibilizar a las y los agentes estatales sobre la violencia de género en clave interseccional e intercultural.

A su vez, en el marco de ese proyecto, las personas migrantes que realizan trabajos en el cordón frutihortícola mostraron su disconformidad con las formas en que muchas veces se habla de ellas en las instituciones –más allá de la referencia a la violencia de género– y expresaron la necesidad de contar sus propios significados sobre su “cultura” y los trabajos que realizan en las quintas. Especialmente, cuestionaron que las personas que se acercaban a conocerlos lo hacían con algunos preconceptos: la existencia de situaciones extendidas de trabajo infantil entre niñas y niños de origen boliviano que habitan en el cinturón, la colectividad boliviana como foco de situaciones de trata laboral o la existencia de explotación entre “paisanos” fue lo más mencionado y cuestionado por las trabajadoras y trabajadores, que señalaron que existe una sobredimensión respecto de lo que sucede en realidad en sus espacios de trabajo.

En ese sentido, la posibilidad de contar sus experiencias de vida y trabajo se presentó como uno de los grandes reclamos de la colectividad boliviana en el Partido en general, y de quienes trabajaban en las quintas del cinturón frutihortícola en particular, que en el último tiempo también se han organizado en espacios políticos que visibilizan los trabajos que realizan y sus problemáticas. Por ello, como equipo de extensión y en articulación con las personas que trabajan en el cordón frutihortícola, diseñamos la actividad: “Muestra Fotográfica “Migraciones, género y generación en el cordón frutihortícola de General Pueyrredón””[6] que fue financiada por la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Mar del Plata en 2023. El objetivo fue visibilizar la presencia de las trabajadoras y trabajadores en el cinturón verde –y por ende en el Partido de General Pueyrredon– desde sus miradas, principalmente a través de imágenes. La particularidad reside en que tomamos una perspectiva interseccional. Como herramienta de análisis, la interseccionalidad permite observar la co-constitución de distintos clivajes de desigualdad que producen experiencias específicas para los sujetos y que pueden incidir en el acceso que tengan a la justicia, las instituciones o los derechos (Crenshaw Williams, 1989; AWID, 2004).

El foco puesto en la visibilización de estas desigualdades se sustenta en que nos posicionamos desde el modelo de extensión crítica que se propone, en primer lugar, trascender la formación exclusivamente técnica que sitúa a la universidad como “fábrica de profesionales” (Carlevaro, 2010 en Tommasino y Cano, 2016) y busca alcanzar procesos formativos integrales que generen estudiantes comprometidas y comprometidos con los procesos de transformación de las sociedades. En segundo lugar, en su dimensión política, propone contribuir a los procesos de organización y autonomía de los sectores populares subalternizados y aportar a la generación de procesos de poder popular. En ese sentido, busca distanciarse de un paradigma “extractivista” y discute con la idea de “saber válido” solo por la universidad, a partir de una perspectiva democrática que valoriza los saberes populares (Tommasino y Cano, 2016). A partir de esta definición, entendemos a la "extensión crítica" como un proceso educativo, en el sentido ya señalado, y también investigativo, en tanto contribuye a la producción de conocimiento nuevo a partir de vincular críticamente el saber académico con el saber popular. La colaboración entre actores universitarios y otros actores en un pie de igualdad a través del diálogo, la combinación de sus respectivos saberes y prioridad de los problemas de los sectores más postergados son muy importantes para la extensión crítica y tienen central relevancia en nuestra actividad.

La selección y provisión de imágenes que constituyó la muestra fotográfica fue realizada por las trabajadoras y trabajadores en el marco de encuentros con el equipo de extensión y la describiremos en profundidad a lo largo del artículo. Partimos de la idea de que los archivos, la forma en que se cuentan las historias a través de fotografías y fuentes debe servir para construir y mantener memoria de las comunidades y las colectividades de forma situada, es decir, de manera en que sus narraciones y voces sean protagonistas. Cuando las colectividades y comunidades toman un rol activo, las imágenes, la fotografía y otras fuentes operan como discursos visuales que sirven para construir un relato sobre sí mismos que retome sus experiencias. Esto es relevante no solo porque, como señalamos antes, permite discutir los estereotipos que les preocupaban, sino también porque nuestra labor en investigación nos condujo a reflexionar en torno a que, si bien existen diversos registros públicos de imágenes, cartas, noticias y otras fuentes que muestran la historia del Partido de General Pueyrredon y los trabajos que aquí se realizan, esos archivos no poseen demasiadas referencias al trabajo en el cordón frutihortícola. En efecto, la forma en que se construyeron los registros que cuentan la historia de General Pueyrredon –u otras localidades– contribuyen o no a la visibilización de ciertos actores y, por ende, de la visibilización o no de sus necesidades y las desigualdades que atraviesan. En ese sentido, la muestra fotográfica, a través de una actividad de extensión, resultó una herramienta valiosa no solo porque permitió recuperar y poner en escena pública los sentidos que las trabajadoras y trabajadores le otorgan a sus experiencias, sino porque también permitió cuestionar y repensar cómo se construye la historia de un lugar en base a los discursos visuales que se producen sobre ella en los archivos de referencia histórica.

En relación con todo lo anterior, el objetivo de este artículo es, a partir de algunas de esas imágenes, reflexionar en dos sentidos. En primer lugar, sobre la potencia de las imágenes y la fotografía como una herramienta discursiva para la extensión, que permite a sujetas y sujetos históricamente subalternizados mostrar sus experiencias desde sus propias perspectivas, cuestionando los estereotipos y prejuicios que circulan sobre ellas y ellos. En segundo lugar, sobre lo que muestran esas imágenes: situaciones de opresión y desigualdades en las cuales el género y el origen migratorio se vuelve un clivaje central en las experiencias de quienes trabajan, pero también situaciones en las cuales tienen autonomía y agencia[7] para cuestionar esas desigualdades. Las preguntas que guiarán el análisis son las siguientes: ¿Qué potencialidad tienen las imágenes para visibilizar las experiencias? ¿Cómo pueden mostrarse las desigualdades que atraviesan ciertas poblaciones a través de una muestra de extensión? ¿Cómo puede visibilizarse, del mismo modo, la agencia de los sujetos?

El artículo se estructura en dos apartados. En el primero presentamos las consideraciones teóricas-metodológicas del trabajo con fotografías. En el segundo, presentamos –del mismo modo que fueron divididas en las secciones de la muestra– algunas fotografías para analizar cómo permitieron visibilizar la agencia y las desigualdades que atraviesan estas trabajadoras y trabajadores.

Consideraciones teórico-metodológicas para pensar los discursos visuales

Desde el inicio del siglo XX, la imagen adquirió una gran importancia en la vida cotidiana de las personas (Ferro, 2005). Referentes de la sociología incorporaron la dimensión visual a sus propuestas teóricas y metodológicas. Bourdieu (2003) planteó que la fotografía cumple funciones específicas –como eternizar determinados acontecimientos– que son construidas en el marco de un contexto histórico-cultural. Consideró así a la fotografía como una práctica productora de sentidos, susceptibles del análisis sociológico. Por otra parte, Sztompka (2008) con su propuesta de la “tercera sociología”, propuso un retorno metodológico a lo real, lo concreto, lo que puede ser captado a través de la observación directa con el mirar de los ojos y con sus principales extensiones técnicas –como la fotografía y los medios de producción audiovisual–. Para el autor, así como también para Becker (1974), es importante que los científicos sociales se dediquen a la interpretación de las imágenes, y también incorporen la producción visual a los procesos de investigación. Esto requiere sustituir el mirar pasivo, en el cual los estímulos visuales no reciben atención, por el mirar intencional, para otorgarle a las imágenes la debida relevancia. Analizar el universo iconográfico permite a los científicos sociales “develar estructuras normativas y de distribución de la desigualdad, ocultas de la realidad social” (Sztompka, 2008, p. 28). Esta línea constituye una “sociología de lo visible”, que se orienta hacia una elaboración teórico-conceptual basada en el análisis de las representaciones y de los fenómenos visibles.

En la misma línea Alastuey (2011) planteó que una sociología que haga uso de la visualidad implícita, que añada lo visual como modo de representación, permite la apertura de un abanico de posibilidades. Uno de los ámbitos en los que puede desplegarse, es en una sociología de la cultura visual, que incorpore la perspectiva sociológica para comprender y explicar los fenómenos visuales situados en el universo iconográfico en el que se encuentran inmersos los actores.

En este sentido, consideramos que el análisis de las representaciones visuales permite no solo la descripción de los estereotipos visuales, sino fundamentalmente abordar los modos en que esas imágenes son operativas y constitutivas de modos de ser y sensibilidades (Torricella, 2009). En las investigaciones sociales se han utilizado imágenes con distintos sentidos y objetivos: como datos y como objetos de estudio. Aquí recuperamos la propuesta de Jelin (2012) e incorporamos las fotografías como una forma de discurso, una modalidad para narrar la construcción y el sentido que las personas les otorgan a sus prácticas. Entendemos que, si bien la reciente revolución tecnológica le ha concedido una gran relevancia a las imágenes, esto no sucede necesariamente en el campo de estudios de las ciencias sociales. Las manifestaciones discursivas de manera textual predominan por sobre los discursos visuales (Chaves, 2007). Sin embargo, en este trabajo, nos proponemos pensar a las imágenes y, particularmente, a la fotografía como un discurso que nos permite no solo el cuestionamiento de ciertos estereotipos asociados a las comunidades con las que trabajamos, sino también, como un discurso que les permite a las y los protagonistas resignificar sus propias vidas e historias (Rivera Cusicanqui, 2010; Caggiano, 2012).

Como mencionamos anteriormente, la selección y provisión de imágenes que constituyó la muestra fotográfica fue realizada por las trabajadoras y trabajadores. Esto supuso un esfuerzo de difusión y coordinación, ya que nos comunicamos, por un lado, con ellas y ellos y con integrantes de una organización rural. Por otro lado, elaboramos un flyer que difundimos a través de redes sociales. La convocatoria resultó satisfactoria, ya que recibimos alrededor de 250 fotos a través de WhatsApp y de manera personal. La mayoría de las personas nos explicó, a través de las conversaciones por la aplicación, cuándo se había tomado la foto, quiénes estaban y qué hacían. En algunos casos, estas conversaciones fueron presenciales, es decir, a partir del encuentro con trabajadoras y trabajadores, que nos mostraron parte de sus archivos personales. Asimismo, incluimos fotografías de producción propia, que tomamos en una serie de actividades realizadas por la organización rural, el 14 de septiembre de 2023, en una marcha y “verdurazo”. También, en el marco de la actividad del equipo de armado de la bio-fábrica y en una asamblea, un día después.

Realizamos encuentros previos con la Comisión de Género de la organización con el objetivo de planificar la muestra. También, para definir actividades y realizar una selección del material fotográfico y de los fragmentos de entrevistas y testimonios. Diseñamos y elaboramos un póster resumen de la muestra, y coordinamos con los CEUS e integrantes de la organización los lugares en General en los que presentamos el resultado final de la muestra itinerante.

Como mencionamos, al momento de armar una estructura de la muestra, las más de 250 fotografías que habíamos recibido se organizaron en cinco secciones. Finalmente, se compuso por 92 fotografías. El criterio de selección tuvo que ver con que las imágenes constituyan discursos visuales que le otorguen la misma relevancia a cada una de las reflexiones de las y los trabajadores que participaron de la muestra. Además, con la representatividad de las dimensiones y la calidad de las imágenes. La idea de las secciones tuvo que ver, por un lado, con crear un criterio que permitiera exhibirlas de forma ordenada; por el otro, poder armarla en un formato trasladable, ya que se trató de una muestra itinerante que recorrió varios puntos del partido de General Pueyrredon, en diferentes momentos y en el marco de distintas actividades. Antes de armar la muestra completa, llevamos una versión previa con algunas de las fotos a la Feria de Extensión 2023 de la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde probamos su recepción y el interés que generaba en la comunidad universitaria.

La muestra completa se armó por primera vez durante tres días en el marco del festival “24 horas de Cine Nacional”; por segunda vez, en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en el marco del festival “Estudiantes por la ESI”; por tercera vez en el Centro de Atención Primaria de Salud de la Ciudad de Batán, por cuarta vez en el Centro de Atención Primaria de Salud “La Peregrina”; por quinta vez en la Biblioteca Pública de Sierra de los Padres y, por sexta vez en la Facultad de Humanidades en el marco del evento de “Bienvenida a ingresantes”. Así, se logró que la muestra recorra las zonas más relevantes del cordón frutihortícola y también el centro de la ciudad. La elección de los lugares de exposición se vinculó a la posibilidad de visibilización, se buscaron lugares donde hubiera afluencia de personas. Por eso, en el área próxima al cordón se realizó en los Centros de Salud, ya que son instituciones donde circulan habitantes de la zona.

En esos espacios, personas de distintas edades se interesaron por las imágenes y los testimonios que visibilizó la muestra, lo que produjo que la información que mostraban las secciones se difundiera y tuviera repercusión en distintos medios gráficos locales.[8]  Además, participamos de varios programas radiales en los que dimos a conocer la actividad, y también información sobre el sector. Esto permitió poner al cordón frutihortícola en agenda desde las perspectivas de las trabajadoras y trabajadores, mientras que afianzó los lazos del equipo de extensión con algunas organizaciones rurales en el partido.

Así, a partir de la acción coordinada entre la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Mar del Plata y trabajadoras y trabajadores del cinturón frutihortícola, comenzamos a construir un archivo que registra y documenta la vida cotidiana en el cordón. Esta acción permite que quienes son protagonistas visibilicen sus historias, y que estas no sean solo contadas por otras personas. Asimismo, conduce a la construcción de la memoria de forma situada, que pone el foco en las propias experiencias y voces de las trabajadoras y trabajadores.

La construcción visual de la vida en el cordón frutihortícola

En este apartado, recuperaremos diez imágenes y el análisis que desarrollamos en cada sección. El objetivo reside en evidenciar cómo la muestra sirvió, por un lado, para visibilizar las desigualdades y problemáticas que enfrenta el sector y, por el otro, permitió mostrar la agencia y organización para demandar respuestas a sus problemáticas.

“Nosotros somos los que alimentamos a la población”[9]

Quienes trabajan en el cordón frutihortícola producen una diversidad de verduras, hortalizas, frutas y flores, pero también otros comestibles, como huevos o miel. En la actualidad, la producción puede ser a campo abierto y/o en invernaderos. Aunque es más costoso y requiere mayores inversiones, los invernaderos han ganado lugar en los últimos años porque permiten proteger las verduras cuando bajan las temperaturas.

La producción abastece al mercado local y, en temporada, también a lugares como Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Trelew, entre otros. En algunos casos, las y los trabajadores se han organizado para hacer llegar sus productos directamente a quienes los consumen.


Fuente: Álbum digital de un ex trabajador (Diego Serraga). Parque Palermo, 2019.

Fuente: Álbum digital de un extrabajador (Diego Serraga). Parque Palermo, 2019.

Fuente: Álbum digital de una trabajadora. Santa Paula, 2020.

En General Pueyrredon, la producción es mayormente familiar, es decir, quienes poseen la tierra, alquilan un campo o trabajan a porcentaje, suelen hacerlo con otras personas de su familia. Las personas que mandaron imágenes de sus productos explicaron que buscaban visibilizarlos en dos sentidos. Por un lado, para mostrar qué era lo que producían, en tanto creían que la gente suele no estar al tanto de qué producen y cómo. En ese sentido, pensaban que participar de la muestra les permitía dar visibilidad y valor a sus experiencias de trabajo familiar y a su producción. Por otro lado, creían que el cinturón furtihortícola –uno de los más relevantes del país– suele quedar invisibilizado, en relación con, por ejemplo, la pesca y el sector hotelero y gastronómico. Por ello, además de dar a conocer sus productos y trabajo, la experiencia de la muestra y la difusión y reproducción de imágenes como las que presentamos aquí, les permitían expresarse sobre su sector laboral que, creían, necesita ser considerado no solo por la ciudadanía en general sino también por quienes gobiernan. Así, la muestra les permitía visibilizar y poner en agenda pública un reclamo central: formar parte de los sectores objeto de políticas públicas que fomenten la producción.

“Desde que amanece hasta la tarde”[10]

Las quintas presentan particularidades que no tienen otros trabajos. Por un lado, los tiempos de ese trabajo, que al estar determinado por el tipo de producción que se realiza, puede no tener límites horarios establecidos de antemano.


Fuente: Álbum familiar de una ex trabajadora (Verónica Gareca). El Colmenar, 1986.

Por otro lado, la estacionalidad del trabajo, que produce una sobrecarga en determinados meses del año (verano), mientras que en otros se produce muy poco, o solo para autoabastecimiento. En estos casos, muchas de las mujeres que trabajan en el cinturón frutihortícola se emplean en otros rubros como la industria pesquera para complementar los ingresos de dinero de sus familias, mientras los varones se quedan en las quintas. Esto responde a que son ellos quienes suelen ser considerados como los responsables de la producción.

Si bien suele hablarse del trabajo de producción, las quintas son espacios donde ese trabajo se superpone con el trabajo doméstico y de cuidado (realizado en su gran medida por mujeres). Las labores son centralmente familiares y, por ello, hombres, mujeres, personas adultas, jóvenes, infancias participan de esos tres tipos de trabajos de diferentes formas y en distinta medida. Esto sucede porque, en general, las casas se encuentran dentro de los predios de las quintas, que es otra característica de este tipo de trabajo (Blanco Rodríguez, 2023).


Una persona con un caballo en un campo

Descripción generada automáticamente

Fuente: Silvana Lurato (Fotógrafa). San Carlos, 2016.

La superposición de espacios hace que esos trabajos, con lógicas difícilmente conciliables, se realicen en simultáneo y a través de diversas estrategias. Por ejemplo, las trabajadoras destacan que uno de los momentos más difíciles de sus trayectorias laborales sucede cuando sus hijas e hijos son pequeños, ya que deben cuidarlos en los surcos y mientras trabajan (Blanco Rodríguez, 2023). Ahora bien, cuando explican su maternidad, muchas veces eso se presenta como una ventaja: el trabajo en las quintas permite pasar más tiempo con ellas y ellos.

En esta sección, la intención de quienes participaron de la muestra fue la de visibilizar los trabajos que realizan y mostrar el valor que tienen todos los tipos de trabajo que permiten el funcionamiento de la quinta –productivo, pero también doméstico y de cuidado–. Además, estas fotografías ponen en agenda un tema que suele generar controversias cuando se discute el trabajo en los cinturones frutihortícolas: la presencia y las labores de las niñas, niños y jóvenes en el sector. Esto fue un eje central de la muestra, ya que las imágenes evidenciaron que las infancias y juventudes permanecen y circulan en los espacios de trabajo, pero no necesariamente porque se encuentren trabajando, sino porque las quinta son, además, sus hogares. Eso lleva a poner en tensión las ideas que sostienen que las niñas y niños solo se encuentran allí debido a situaciones extendidas de trabajo infantil. También, permite contraponer las imágenes que suelen aparecer en medios gráficos cuando se problematiza el trabajo infantil, donde las infancias se muestran a cargo de tareas pesadas, solos, sucios y descuidados (Rueda, 2022).

Como se ve, las actividades de las niñas y niños en las quintas son diversas y cotidianas: realizan algunas tareas, aprenden sobre el trabajo, pero también juegan y pasan el tiempo al cuidado de sus madres (Blanco Rodríguez, 2023). Por ello, en este punto, la muestra sirvió para presentar imágenes que matizan algunos de los principales estereotipos que las y los trabajadores creen que circulan sobre sus comunidades.

“La tierra para quien la trabaja”[11]

Muchos de las y los trabajadores del cordón frutihortícola se encuentran organizadas y organizados, principalmente en agrupaciones sociales rurales de distinta índole[12] (Sebaine y Ferrari, 2017; Vitacca, 2021). El sector tiene demandas históricas, como la posibilidad de que las familias productoras accedan a la tierra y, así, mejorar sus condiciones de trabajo y vivienda en un predio propio. Además, existen otras demandas como el acceso a insumos, semillas y elementos como el nylon o los postes, que muchas veces rigen sus precios en dólares y se vuelven difíciles de obtener para la agricultura familiar. En la actualidad, una de las estrategias que toman las organizaciones para disminuir costos y a la vez producir alimentos saludables es la de la transición a la agroecología. Para ello se forman en la temática y tienen distintos proyectos.


Un grupo de personas alrededor de una mesa con varios folletos

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Fuente: Producción propia. Mar del Plata, 2023.

En esta fotografía podemos observar las principales demandas del sector frutihortícola y de la agricultura familiar escritos en los carteles: “Somos la agricultura familiar necesitamos tierra para trabajar”, “La tierra para quien la trabaja”, etc. Cabe destacar que quienes levantan las pancartas y son protagonistas de esta fotografía son mujeres y, en su mayoría, jóvenes.

Al interior de las organizaciones hay otras áreas que atienden problemáticas específicas, como por ejemplo el área de género, que centra su atención en situaciones de violencia de género y otras cuestiones. La ruralidad[13] atraviesa todos los aspectos de la vida de las personas, entre ellos, las situaciones de violencia que pueden experimentar las mujeres. Estas situaciones suponen dificultades específicas, como la distancia e incluso el “aislamiento” de las instituciones que deben ayudar y garantizar la seguridad de las víctimas. A su vez, la situación migratoria de muchas de las mujeres que trabajan en el cordón también puede ser un factor de desigualdad, en tanto las mujeres señalan que, ante situaciones de violencia, pueden no contar con las redes familiares y de amistades que las ayudarían en su lugar de origen (Blanco Rodríguez y Berardi, 2024).

Ahora bien, la ruralidad que supone el trabajo también genera problemas en la vida cotidiana y sobre las que las organizaciones reclaman: mejoras en los caminos rurales para no quedar aislados cuando llueve o el acceso a espacios de cuidado cercanos a las quintas, son algunos que podemos mencionar. Muchas veces, estos se visibilizan a través de la realización de “verdurazos” en el espacio público.


Fuente: Producción propia. Mar del Plata, 2023.

En esta fotografía nuevamente identificamos a mujeres. Cabe destacar que, para ellas, la participación en el espacio público no es tan sencilla, debido a la demanda de fuerza de trabajo que implica este sector. Muchas veces, se torna imposible dejar la quinta o las tareas de cuidado para ejercer una participación política más activa.

Con todo, visibilizar imágenes que muestran la participación política en general, y de las mujeres en particular, fue relevante en al menos dos sentidos. El primero, es que permitió evidenciar la agencia y organización de las trabajadoras y trabajadores del sector, que se muestran activos en la construcción de demandas que pueden mejorar sus situaciones de vida y trabajo. El segundo, es que posibilitó advertir que las mujeres rurales migrantes, que muchas veces son construidas como sumisas y víctimas de violencia por parte de agentes estatales, tienen un rol central en estos procesos políticos en general, y en los que demandan derechos para las mujeres rurales en particular.

“Siempre salimos para sacar un poco la mente”[14]

Más allá de la gran demanda que suponen los trabajos que se realizan en las quintas, las trabajadoras y trabajadores tienen momentos de ocio y descanso. Ese tiempo, que en ocasiones se encuentra en medio de una larga jornada laboral, es aprovechado para “despejar la cabeza”, jugar al fútbol, hacer un asado, tomar algo, y conversar.

Fuente: Álbum familiar físico de una ex trabajadora (Verónica Gareca). La Serranita, 1995.

En esta fotografía podemos observar cinco varones en un momento de descanso, que implica conversar, beber cervezas, tal vez en mitad de la jornada laboral o al finalizarla. Esta imagen nos permite reflexionar acerca de la categoría de “trabajador explotado”, ya que, si bien como hemos mencionado, se trata de trabajos que duran largas jornadas y demandan una gran energía física, no es imposible encontrar momentos de ocio y disfrute. Es importante destacar, en esta línea, que en las fotografías que hemos recibido son los varones lo que se representan visualmente compartiendo momentos de este tipo, en la vida cotidiana. En otras ocasiones, visitan amistades, van a la playa, festejan cumpleaños y realizan otras festividades. La migración boliviana ha traído fiestas tradicionales que son recreadas aquí, como el Carnaval Chapaco. Las trabajadoras y trabajadores del cordón también celebran fiestas religiosas, como la festividad por la virgen de Chaguaya. Además, al interior de la familia, suelen festejar el martes de cha’lla, la Pachamama y Todos Santos, entre otras.

Fuente: Álbum personal de un ex trabajador (Carlos Rueda). Las Charitas, 2010.

En esta imagen podemos observar a una mujer trabajadora rural y de la comunidad boliviana en el marco del Carnaval Chapaco. La fotografía nos lleva a reflexionar acerca de que, si bien en las jornadas diarias las mujeres no poseen tiempos de ocio, debido a la demanda del trabajo de producción, el trabajo doméstico y el cuidado, sí participan de manera activa en fechas y eventos que consideran relevantes para su comunidad. Así, las imágenes que muestran momentos de ocio son importantes en dos sentidos. Por un lado, evidencian que, aunque los trabajos que se realizan en el cinturón frutihortícola pueden ser pesados y arduos, las trabajadoras y trabajadores tienen momentos de disfrute que permiten mostrar su agencia, cuestionar las ideas que los construyen como personas explotadas (o como suele decirse, “autoexplotados”) que trabajan de sol a sol (Rispoli et al., 2014). Por otro lado, también dejan entrever que el ocio y el disfrute pueden tomar distintas formas y momentos dependiendo del género de quienes trabajan, así como sucede con la distribución de los distintos tipos de labores que mostramos en la segunda sección.

“Estamos así vestidos porque hacíamos fiesta grande, debe ser que estamos por salir o que estamos sacándonos fotos”[15]

Las familias que viven y trabajan en el cordón guardan fotografías en sus álbumes personales desde hace décadas. El uso de ropa arreglada, los peinados y las poses dan cuenta de la construcción de imágenes que difieren de aquellas que buscan “reflejar” las acciones cotidianas. Por el contrario, estas fotografías se constituyen como una forma de representación y construcción de la identidad de las familias que habitan las quintas. En la fotografía que incluimos a continuación podemos observar a una familia que reside en la quinta, posando en su vehículo, un bien probablemente importante para sus integrantes.

Fuente: Álbum familiar de una ex trabajadora (Verónica Gareca). El Colmenar, 1986.

Quienes suelen encargarse de la conservación de estas imágenes son las mujeres. Esta acción se presenta como otra forma de cuidado, no solo de quienes integran la familia, sino también de sus memorias. Algunos eventos, como nacimientos, cumpleaños, festividades y visitas de otros familiares y amistades son momentos importantes que se conservan a lo largo del tiempo a través de esas fotografías. Lo mismo sucede con los primeros días de clases.

Fuente: Álbum familiar de una ex trabajadora (Verónica Gareca). El Colmenar, 1986.

Las escuelas y jardines de infantes son de las instituciones más relevantes para las personas que viven y trabajan en la zona del cordón, especialmente, porque son los lugares en los que más tiempo pasan las infancias por fuera de las quintas. En ese sentido, no solo son centrales para la educación, sino que también funcionan como los principales espacios de cuidado en los que las familias pueden apoyarse. Es por ello que no nos sorprende la gran cantidad de imágenes similares a esta que recibimos: niñas y niños con sus guardapolvos listos para su primer día de clases.

Reflexiones finales

En este artículo recuperamos la experiencia de una muestra de extensión sobre el cordón frutihortícola de General Pueyrredon para reflexionar sobre cómo la fotografía pueden ser una herramienta discursiva valiosa para que sectores históricamente subalternizados narren sus experiencias. A su vez, buscamos mostrar cómo en esos discursos visuales se pueden rastrear y visibilizar las desigualdades que sufren estas personas, así como sus estrategias y agencia para demandar mejoras para sus vidas y trabajos.

Siguiendo a Rivera Cusicanqui (2015), desde el comienzo, la muestra buscó contar las experiencias de vida de las trabajadoras y trabajadores a partir de sus propias voces, a través de los relatos y las fotografías, para pensar en la construcción de una historia que se narra a partir del encuentro, del diálogo entre nosotras como investigadoras y extensionistas y las y los protagonistas de aquellas vidas y, especialmente, de los aspectos de esas vidas que eligieron mostrar. Si bien se realizó una convocatoria para participar, todo lo dicho (a través de discursos escritos y visuales) fue decidido por quienes participaron de la actividad. Es por ello que, tanto la muestra, su sistematización y análisis en este trabajo pretendió poner el foco en las voces, preocupaciones y decisiones de las y los protagonistas y construir una memoria situada de sus experiencias de vida.

De esta manera, las fotografías que formaron parte de la muestra y, especialmente aquellas que incluimos en el cuerpo del artículo, se constituyen como un discurso que se propone cuestionar aquellos estereotipos asociados a las trabajadoras y trabajadores del cordón frutihortícola, sus vidas, sus preocupaciones, sus problemas y los modos en que los enfrentan. Permitieron, asimismo, dar cuenta de las desigualdades de género que, si bien permean la sociedad toda, en los contextos rurales se manifiesta de formas específicas; por ejemplo, la dificultad de las mujeres trabajadoras que además deben encargarse del trabajo doméstico y de cuidado, e incluso, en numerosas ocasiones, en simultáneo (Blanco Rodríguez, 2023). En ese sentido, y de acuerdo con Spivak (1998), la subalternidad y las dificultades de las y los sujetos subalternizados para tomar la voz no es una condición intrínseca de estas personas, sino que se construye en el contacto con las instituciones que les restringen esa voz.

Por último, la extensión crítica evidencia una democratización de saberes “populares” y de una relación directa sobre las problemáticas sociales de los territorios. En este caso, la actividad de extensión comenzó a gestarse a partir de una demanda de quienes trabajan en el cinturón frutihortícola, para enfatizar la importancia productiva del sector y su trabajo, las problemáticas de la producción y discutir con una serie de discursos que los estigmatizaban y los ponían como foco de “irregularidades”. Por ello, en una línea que buscaba vincular la integralidad de las prácticas de la universidad –la extensión, la investigación y la docencia–, la muestra se convirtió en el comienzo de un archivo de imágenes sobre este sector productivo que permite problematizar las formas en que se construyeron los archivos visuales históricos de la ciudad. Aunque en ellos hay mucho material sobre otros sectores –como la pesca o el turismo–, hasta el momento, las imágenes sobre el cinturón frutihortícola estaban, más bien, ausentes.

Referencias

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Notas

[1] Por ordenanza municipal N° 6324 del Partido de General Pueyrredon, se respeta la forma original del apellido Pueyrredon, por lo que, el nombre del municipio no lleva acento.

[2] Algunas de las integrantes del equipo de extensión investigan problemas vinculados al cinturón frutihortícola de General Pueyrredon. Para más información, puede consultarse Blanco Rodríguez (2023) y Blanco Rodríguez y Rueda (2022), otras analizan migraciones desde el interior del país hacia Mar del Plata y la Costa Atlántica Bonaerense. Puede verse: Maldonado (2023) y, otras, analizan la construcción de representaciones visuales y sus sentidos en relación con los activismos feministas y las intervenciones callejeras. Puede verse: Berardi (2023). La conjunción de nuestras líneas de investigaciones nos permitió abordar esta experiencia de extensión en su complejidad.

[3] Con relevancia cultural y social nos referimos a que el Cinturón Frutihortícola suele ser escenario de actividades como el Carnaval Chapaco y otras festividades de la Colectividad Boliviana. Además, tiene relevancia social en tanto posee espacios verdes y arroyos que son importantes para las personas y la fauna de la zona.

[4] Los Centros de Extensión Universitaria son ámbitos de articulación entre la universidad y la comunidad. Estos cumplen dos funciones relevantes, por un lado, articular actividades y proyectos de extensión con las demandas territoriales a fin de mejorar la calidad de vida de las y los vecinos. Por otro lado, difundir la oferta académica. En total existen 13 centros ubicados en diferentes barrios de la ciudad de Mar del Plata y ciudades aledañas en el área de influencia de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Colacci, Huergo y Zelaya Blanco, 2022).

[5] Es importante destacar que en la Universidad Nacional de Mar del Plata existe una distinción entre los proyectos de extensión y las actividades de extensión. Los proyectos tienen una duración de un año y reciben mayor financiamiento mientras que las actividades duran un cuatrimestre y reciben menos dinero. Este proyecto es un antecedente que nos llevó a diseñar la actividad específica de la muestra.

[6] El equipo de trabajo de la actividad de extensión estuvo compuesto por estudiantes, graduados y docentes del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. La actividad fue aprobada en la Resolución de Rectorado 1295/2023 de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

[7] Con la noción de agencia nos referimos a la capacidad de actuar e incluso resignificar determinadas situaciones que a primavera vista pueden ser consideradas como opresivas. De esta manera, la capacidad de agencia es contextual y se vincula con los sentidos que las personas les atribuyen a sus experiencias.

[8] Puede consultarse el Portal Universidad (2023) e Instagram Grupo Género (2023).

[9] Comunicación personal con Yanet, productora agroecológica e integrante de una organización rural. Septiembre de 2023.

[10] Comunicación personal con José, productor hortícola e integrante de una organización rural. Septiembre de 2023.

[11] Consigna de la marcha por el día de la agricultora y el agricultor. Septiembre de 2023.

[12] En General Pueyrredon se destacan las experiencias de la Asociación Agroecología en Movimiento; el Movimiento de Trabajadores Excluidos - Rama Rural; la Unión de Trabajadores de la Tierra; la Asociación Frutihortícola de Productores y Afines del Partido de General Pueyrredón; la Cooperativa de Horticultores de Mar del Plata; la Sociedad Rural de Mar del Plata y la Federación Rural para la Producción y el Arraigo. Para un análisis específico, puede verse Vitacca (2021).

[13] Utilizamos el concepto de ruralidad para mostrar que no solo nos referimos a un territorio o un espacio geográfico, sino que lo rural está atravesado por distintos procesos culturales, sociales y económicos que lo conforman. En ese sentido, la ruralidad puede construirse de distintas maneras y requiere ser analizada de forma situada. A su vez, el término de ruralidad permite referir a espacios rurales alejados de la ciudad, pero también a espacios periurbanos donde lo rural se encuentra con lo urbano en el margen de las grandes ciudades. Es decir, la ruralidad permite mostrar la diversidad de formas que puede tomar lo rural al evidenciar que se trata de espacios en constante transformación.

[14]Comunicación personal con Beatriz, productora agroecológica e integrante de una organización rural. Septiembre de 2023.

[15] Comunicación personal con Verónica, ex trabajadora hortícola. Septiembre de 2023.