Abdala, Paula E.
“La política pública para ser buena y de calidad necesita del territorio”. Entrevista a Bonicatto, María.
Cuadernos de extensión Universitaria de la UNLPam, Año 5, Nº 5, abril-diciembre 2021. Sección: Entrevistas, pp. 163-171
ISSN 2451-5930 e-ISSN 2718-7500. DOI: 10.19137/cuadex-2021-05-09
Entrevista a María Bonicatto
“La política pública para ser buena y de calidad necesita del territorio”
Paula E. Abdala
Universidad Nacional de La Plata
Profesora y Licenciada en Comunicación Social
Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP)
pauu.abdala@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8437-0751
Licenciada en Trabajo Social, Especialista en Docencia universitaria y Doctora en Trabajo Social. Es profesora de grado y posgrado.
En los últimos veinte años se ha especializado en planificación estratégica y gestión de organizaciones públicas. Ha desarrollado tareas de conducción, asistencia técnica y consultoría en los niveles municipal, provincial y nacional. Es autora y coautora de numerosos trabajos científicos sobre gestión, planificación y universidad. Durante una década estuvo a cargo de la Prosecretaría de Políticas Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es directora del equipo de investigación sobre Educación Formal Alternativa (EFA) y Prácticas Integrales, en el marco del Instituto de Estudios en Trabajo Social y Sociedad, Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata.
En esta entrevista se refiere al abordaje territorial de la universidad desde una perspectiva crítica, cómo opera la lógica del proyecto y cuál es la participación real de la comunidad. También opina en Cuadernos sobre la intervención de universitarios y universitarias en la co-gestión de las políticas públicas.
¿Cómo
se define desde la gestión un abordaje territorial?
Primero, sería interesante poder aclarar desde dónde nos paramos. Trabajamos
desde una concepción en la que entendemos que la gestión no solo es articular
recursos para lograr determinados resultados sino que la gestión tiene una
doble dimensión. En este sentido, retomamos a referentes como Magdalena Chiara y Mercedes Di Virgilio, quienes
sostienen que en el propio proceso se constituye demanda.
Esta idea de gestión nos parece muy interesante porque te saca de la idea que gestionamos lo que queremos, sino que te pone en diálogo rápidamente con un otro, con una otra, entendiendo que en los procesos de gestión no solo se articulan recursos, sino que se constituyen nuevos problemas y nuevas demandas que la población va manifestando. Desde esta perspectiva, el abordaje territorial tiene un soporte metodológico y conceptual que permite una dinámica de diálogo, de interacción, de registro del otro, de la otra.
Por lo tanto, el abordaje territorial tiene algunas características: tiene que ser siempre situado, o sea que el abordaje tiene que estar en función de la situación que te presenta el territorio; tiene que ser respetuoso de los actores y actoras, de la trama multiactoral que hay en el lugar; tiene que ser un abordaje que entienda que el que entra y sale es uno o una, y no el territorio.
En esta línea, nos valemos mucho la metáfora del tren, en la que un abordaje territorial es subir a un tren en movimiento y bajarse de un tren en movimiento, donde la centralidad es el proceso que marca el territorio.
En síntesis, la multiactoralidad, la situacionalidad, el intercambio y el proceso son las características que entendemos que tiene que tener un abordaje territorial.
Hablabas de actores sociales, de multiactores pero también cuando una va al territorio se relaciona con instituciones. Entonces, ¿cómo se construye, desde la universidad, el vínculo con las instituciones?
Nosotras cuando pensamos en el cómo se construye, en el marco de este proceso de gestión del cual yo participé en los últimos diez años desde la Universidad de La Plata, partimos de un diagnóstico que, justamente, era muy crítico sobre cómo la universidad se relacionaba con el territorio.
Este análisis nos permitió identificar que, en realidad, la lógica de proyectos muchas veces estaba más centrada en la coherencia interna del documento que se presentaba a una convocatoria que en la necesidad real de incidir en los problemas que tenía ese territorio o ese sector de la población.
Entonces, como partimos de este análisis crítico, quisimos generar un dispositivo que fuera muy respetuoso de la multiactoralidad y de las instituciones. Por eso, construimos una metodología que parte del diálogo con los actores y actoras del territorio ya sean instituciones formalizadas o no. En este sentido, entendemos que las redes, a veces, no tienen los mismos niveles de formalidad y para construir una agenda de problemas con ellos y ellas es tan importante una escuela, un centro de salud como un movimiento social, una vecina que tiene un comedor, o gente que hace muchos años que está en el barrio y es reconocida.
Esta agenda de problemas será lo que luego saquemos a convocatoria, no serán proyectos en los que los universitarios y las universitarias proponen y salen a buscar un aval sobre lo que queremos llevar adelante, sino que es al revés. Es decir, pusimos en el centro de la escena la construcción de problemas con ellos y ellas y a partir de eso invitamos a las diecisiete facultades, en el caso de La Plata, a que abordaran esa agenda de problemas con diferentes intervenciones. Así, las intervenciones que hacemos los universitarios y las universitarias en procesos co-gestionados con personas de la comunidad están muy atentas a esa construcción de agendas.
Nos ha costado mucho, como equipo de las diecisiete facultades, sostener esta propuesta de una práctica no invasiva y procesual, que es co-construida y que todo el tiempo está atenta a lo que el territorio te está marcando pero que también va volcando, del territorio, problematizaciones y procesos de construcción que se dan en ese marco y ya no en la universidad, sino en esta universidad co-construida con la comunidad.
Pensaba en dos cuestiones. Por un lado, ¿qué lugar ocupa la extensión en estos procesos que vos venís comentando? Y, por otro, ¿cómo la extensión influye en las políticas universitarias?
La extensión es la función, es el ámbito donde se sabe que no podemos formarnos en soledad, es el vínculo con el afuera. Este es el aporte estratégico que tiene la función de la extensión. Sin embargo, hay un pecado de origen en la extensión, por lo menos en la extensión de la Universidad de La Plata, que no hemos podido saldar institucionalmente.
Por momentos, la extensión se confunde con la solidaridad, con la importancia de reconocer a un otro u otra que necesita ser tocado con ese conocimiento que no tiene porque no es parte de la universidad. Este pecado de origen, que no nos hemos podido sacar de encima, hace que la extensión deje de tener esa importancia estratégica en el proceso de construcción de conocimiento y de formación deprofesionales, para convertirse en esto de “qué bueno ser solidario o solidaria”, “qué bueno es esto de ayudar a la gente”. Esta dicotomía que asume la extensión no la asumen la enseñanza y la investigación.
La extensión puede ser la punta de lanza, puede ser el área que más rápido reacciona ante problemas que atraviesan la agenda pública; somos quienes tenemos la porosidad mayor en términos de identificar nuevos conflictos, nuevos problemas, catástrofes, situaciones que requieran abordajes rápidos pero también pareciera ser, y tomo la metáfora del cuarto de escobas, donde va la gente con onda, copada, que tiene tiempo los sábados, que le gusta hacer cosas con la gente que tiene derechos vulnerados.
En cuanto a cómo influye la extensión en la creación de políticas universitarias, creo que la extensión avanza y retrocede todo el tiempo (en su influencia) porque no tiene la legitimidad que tiene la enseñanza y la investigación.
Cuando empieza la cuarentena, lo primero que se toma en La Plata como decisión es que las clases van a ser virtualizadas y la extensión se suspende por un tiempo indeterminado. En esta línea, no ha podido ser convertida en un eje estratégico para repensar el aula, los laboratorios, los procesos de gestión, de cómo formamos, de cómo investigamos y cómo gestionamos en la universidad pública.
Hay un punto que me interesa siempre remarcar y es el del por qué tenemos que poder dar un salto, en términos de lo que es la división de funciones porque nos hemos acostumbrado a que, por un lado, enseñamos; por otro lado, investigamos y por el otro, hacemos extensión. Pero, hasta que no rompamos esa fragmentación, nuestra especificidad va a ir y volver sin poder avanzar.
Por un lado, tenemos a la universidad con la función extensión yendo a los territorios y, por otro, a la multiactoralidad que vos mencionabas en los territorios y la demanda del territorio... Entonces, ¿qué lugar ocupan las políticas públicas en el territorio y con la universidad como en una tríada?
La idea de política pública es la responsabilidad que tiene el Estado en llevar adelante determinadas intervenciones sobre cuestiones socialmente problematizadas y esa responsabilidad estatal asume la importancia de la multiactoralidad.
La política pública para ser buena, factible, para que los diseños y la implementación sean de calidad necesita al territorio, a los sectores porque no lo podés hacer sin ellos y ellas.
Entonces, ¿qué lugar ocupa la universidad en la construcción de las políticas públicas? Es un lugar que va mutando y ¿por qué va mutando? Porque la universidad, en distintos momentos de la historia argentina, se consideró más o menos afuera o más o menos adentro de la agenda pública.
En esta línea, trabajamos la idea de la construcción de conocimiento en tiempo real porque la universidad ha estado mucho tiempo muy tranquila, produciendo conocimiento atemporalmente. Esto no tiene que ver solamente con la extensión pero sí con cómo la universidad se sitúa en esa agenda pública y cómo se compromete desde sus múltiples acciones de extensión, de investigación y de enseñanza.
La función que ocupa la universidad en el proceso de construcción de política pública es clave, siempre y cuando la universidad asuma la parte pública de las políticas y asuma que es parte de las herramientas que tiene el Estado, aún reconociendo la autonomía, para diseñar mejores políticas y para poder hacer esa triada entre la universidad, el territorio y la construcción de política pública.
La última pregunta tiene que ver con la gestión del territorio en esta época de pandemia. ¿Cuál es el impacto que ve? ¿Qué análisis puede hacer del proceso que estamos viviendo?
Yo creo que la pandemia tuvo efectos increíblemente positivos porque abrió el aula de una manera que nunca pensamos que iba a suceder. Si hay algo que los y las docentes teníamos como súper resguardado, bajo siete llaves, era qué ocurría dentro del aula y ahora estamos subidas a internet, grabadas, interpeladas por una lógica diferente.
Por esto, creo que es tan importante la formación de universitarios y universitarias que sean capaces de responder en el tiempo real, ellos y ellas fueron quienes tomaron una decisión: volver al origen más origen, porque somos una institución de enseñanza y no hubo posibilidad de que no aflorara este inconsciente institucional.
Salimos con tapabocas, como se podía, con las contradicciones: que si era barbijo, si no era barbijo, si era lavandina, si había distancia o no y todo esto porque había un compromiso con el territorio. No podíamos decir “no che, ahora saben que suspendemos todo porque nos vamos a dedicar solo a la enseñanza virtual”. En este proceso fuimos construyendo posibilidades a partir de las cuestiones que iban surgiendo en el territorio, porque lo primero que el territorio demandó fue lavandina, y luego, el poder llevar información buena, que los equipos llevaran distintas cartillas, que saliéramos y estuviéramos cerca de la gente.
Por otro lado, en este contexto, se nos quemaron las naves. Nos empezamos a preguntar cómo sostener el territorio sin cuerpo físico, ¿hay territorio sin cuerpo físico? ¿Es posible sostener el territorio por la virtualidad? Surgió, rápidamente, que hoy el estar conectados y conectadas es un derecho, nos dimos cuenta de que había una necesidad de conexión pero, también, había una sobresaturación de pedidos por parte del sistema educativo.
Y acá hubo una crisis en los equipos nuestros porque, ¿cómo hacemos para hacer cosas si se prioriza la escuela? Fue una devolución increíble, como universitarios y universitarias, sobre qué se podía, que no se podía, de qué era necesario, de qué no era necesario, de la tozudez y la necedad que tenemos, muchas veces, al decir “yo necesito que hagamos una reunión presencial porque sin eso no puedo llevar adelante mi proyecto”, cuando lo único que tenías que hacer era tratar de entender cómo se podía hacer para que fluyera de otra manera.
Nos vimos en la obligación, y empezamos a discutir lo importante que es que la gente de los barrios accediera a los datos, a los sitios que teníamos como estudiantes de la universidad, que no gastaban datos en función de los acuerdos con las empresas de telefonía celular.
Entonces, empezamos a interpelar nuestras intervenciones y avanzamos con la idea de armar una nueva agenda, “la agenda Covid” que ya no era una agenda territorial sino una agenda del territorio mezclado con el Covid.
Así, pudimos ir construyendo dispositivos que acompañaron a esta nueva situación: por un lado, apareció la página “PPS en Pandemia” (https://unlp.edu.ar/ppsenpandemia) de la Prosecretaría de Políticas Sociales, en la que los equipos empezaron a armar productos multimediales, diferentes dispositivos con los territorios donde los chicos y chicas eran protagonistas y también con las escuelas. Por otro, se elaboró “La Justa” que es una comercializadora de productos orgánicos del cordón frutihortícola de La Plata que los lleva a las casas de las personas. La pandemia, como ese vínculo con la realidad, nos permitió repensarnos, reactuar y readecuarnos.
Fecha de recepción: 08/05/2021
Fecha de aceptación: 24/05/2021