DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2022-260110

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RESEÑAS

Rodríguez, Gerardo Fabián (dir.). La Edad Media a través de los sentidos. Mar del Plata: Grupo de Investigación y Estudios Medievales (GIEM). Universidad de Mar del Plata, 2021, 375 págs. ISBN 978-987-544-977-0

La Edad Media a través de los sentidos, libro dirigido por Gerardo Fabián Rodríguez, se enfrenta al difícil desafío de aprehender las experiencias sensoriales percibidas en la época medieval. Se trata de uno de los resultados de las investigaciones del Grupo de Investigación y Estudios Medievales (GIEM) de la Universidad de Mar de Plata, Argentina, equipo que comenzó sus pesquisas con la exploración del sentido auditivo pero que, en su último proyecto –titulado La Edad Media a través de los sentidos (I)– amplió su campo de trabajo para abarcar a todos los sentidos del hombre medieval. El volumen consta de doce capítulos escritos en su mayoría en español –con la particularidad de que uno de ellos es una traducción desde el inglés–, aunque también encontramos uno en lengua francesa y otro, en italiana. Los autores provienen de diferentes casas de estudios ubicadas en varios puntos geográficos, tales como Argentina, Chile, Estados Unidos, España, Francia e Italia. Cada capítulo explica las percepciones sensoriales sentidas por alguna comunidad medieval, especialmente aquellas de la España bajomedieval.

Resulta de importancia la concepción cultural que el libro presenta sobre el concepto de “sentidos”. En efecto, tanto los estímulos como lo que se percibe de ellos están condicionados por la cultura en la que se inscribe el sujeto. Por ejemplo, están normados los tipos de textiles que cada estamento social puede utilizar, por lo que la vista y el tacto hallan cierta limitación y cierto permiso según la posición social del hombre. Asimismo, esta perspectiva en el enfoque del tema permite comprender la noción de “comunidad sensorial”, que hace referencia a un código compartido sobre las experiencias sensoriales. Esto justifica un análisis profundo y detallado, como el que ofrece el libro, de cómo aprecia cada comunidad los diferentes estímulos y qué interpretaciones y simbologías se asocian a cada percepción.  

Otra noción clave para el desarrollo y comprensión de la materia tratada es la de “marca sensorial”. Esta refiere a una huella sensitiva que se inscribe en un texto, es decir que constituye la herramienta con la que se puede conocer las percepciones de una comunidad. Y, en este punto, los investigadores del mundo sensible deben superar el escollo que representan las experiencias sensoriales, ya que son efímeras y, en muchos casos, inefables, por lo que no siempre es posible hallar un vasto registro documental de ellas y se hace necesario acudir a otras diferentes fuentes, como iconográficas o escultóricas.

Los capítulos estudian la importancia de lo sensorial en relación con las instituciones sociales medievales fundamentales: el reinado, la religión y la familia. Estas son condicionantes de las experiencias sensitivas de la comunidad y regulan –o intentan regular– las percepciones, ya sea para reprimirlas, persuadirlas o dirigir sus interpretaciones. Para la monarquía son importantes, por ejemplo, las fiestas en las que se hace uso de la experiencia sensorial para reforzar una cierta imagen: colores, aromas, decoración acompañan la entrada de los reyes a las ciudades, sólo por mencionar un caso analizado en el volumen. Por otro lado, la Iglesia se preocupa por guiar a los hombres y sus espíritus hacia el camino de Dios. Los sentidos pueden, como parte corporal del ser humano, conducirlo hacia el mal, pero también son capaces de hacerlo oír la Verdad de Dios y llegar a la Salvación. La familia es el primer espacio de socialización y el ámbito cotidiano, por lo que, de acuerdo con el tipo de casa, parentescos y estamentos, el sujeto se relaciona sensorialmente con el mundo y con los Otros. Como se desprende del análisis, la percepción de la pareja conceptual Nosotros-Otros se halla íntimamente relacionada con las percepciones que se forjan sobre uno mismo y sobre los otros grupos culturales que, en los contextos de que se ocupan los capítulos, pueden ser pensados en términos de Otros los musulmanes o los americanos frente a un Nosotros español católico.

Naturalmente, los sentidos no funcionan en soledad, sino que en muchas oportunidades surgen sinestesias, con lo cual la experiencia y su análisis se complejiza aún más. Como ejemplo podemos mencionar las telas que combinan su textura con su color, la imagen de un fuego con su calor, el paisaje de un campo de batalla con sus sonidos particulares, entre otros tantos.

Los autores del libro superan un sendero de desafíos y obstáculos: aprehenden lo inaprehensible y lo efímero de la experiencia sensitiva medieval, lo cual los conduce a un arduo trabajo de lectura e interpretación en busca de aquellas marcas sensoriales que les permitan conocer y comprender los modos de percibir de las comunidades medievales. Es así que, luego de la contribución de María José Ortúzar Escudero, “Asir lo intangible. Reflexiones sobre la historia de los sentidos”, que oficia de introducción al repasar las líneas de trabajo de la antropología sensorial y la historia de los sentidos, los capítulos se concentran en diversas fuentes, tanto en latín como en lenguas vernáculas.

Gerardo Fabián Rodríguez, en “La configuración de una comunidad sensorial carolingia”, analiza el Carmen XXV ad Carolum Regem de Teodulfo de Orleáns, la Gesta Karoli magni de Notker el Tartamudo, Las capitulaciones de Carlomagno, el poema Waltharius, las Gestas del emperador Ludovico de Thegan y la enciclopedia de Rábano Mauro, fuentes en las que reconoce las marcas emocionales y sensoriales que evocan lugares, hechos, personajes y objetos que se vuelven símbolos sociales del mundo medieval.

En poemas, tratados teológicos y de música, así como en piezas pictóricas y escultóricas, del siglo VI al XIII, Éric Palazzo se ocupa del concepto de energía ligado a la historia de la Salvación, término aquel no claramente definido en la Antigüedad Tardía y el Medioevo. El capítulo “Le souffle de Dieu. L’énergie dans la liturgie et l’art du Moyen Âge”, entonces, permite vincular la noción de energía con la naturaleza de Dios, especialmente con la imagen de la espiral que remite al viaje espiritual del hombre.

En “La sensología de la conciencia moral. Las voces éticas de Guilelmus Peraldus”, Richard Newhauser analiza la voz, en el marco de los estudios del sonido, junto al discurso y los imperativos éticos en la colección de sermones Summa de vitiis. El autor logra demostrar que la voz articulada y clara delinea un paisaje sonoro cuyo fin último es la educación moral.

La crónica y sus implicancias políticas poseen un régimen sensorial específico: a esta conclusión arriba Gisela Coronado Schwindt en su capítulo “Las marcas sensoriales en el discurso cronístico castellano: el caso de la Crónica del Halconero de Juan II”. En efecto, para la autora los sentidos, manifiestos en distintas imágenes de la fuente trabajada, contribuyen al fortalecimiento del poder real en tanto renuevan los vínculos entre el monarca y los súbditos.

Clara Bejarano Pellicer analiza en “La dimensión sensorial de la fiesta urbana renacentista en España” los estímulos sensoriales presentes en las fiestas públicas bajomedievales. La figura del rey también es central en este capítulo, pero más bien asociada con la ciudad y las fiestas religiosas, donde la vista resulta el sentido privilegiado según las fuentes consultadas.

El relato del martirio también es una fuente relevante para comprender el mundo de los sentidos en la Edad Media. Laura Carbó se ocupa en “Los XL Mártires de Sebaste: sensorialidad y redención” de diversas obras hagiográficas del siglo IV referidas a la tortura de cuarenta soldados romanos que no quisieron rendir culto al emperador. Los suplicios bajo los cuatro elementos naturales (aire, agua, fuego y tierra) exponen al tacto, a través de la piel, como el sentido que manifiesta el dolor, y a la voz, a través de la oración, como la vía de redención y acercamiento a Dios. La autora completa el análisis de la leyenda con el examen de registros iconográficos sobre el tema que van del siglo XI al XIII.

Visión y ceguera son los tópicos que estudia Emanuele Piazza en “Tra eresia e peccato: cecità e miracoli di guarigioni nei Libri Historiarum di Gregorio di Tours”, como metáforas de la aceptación de Dios Trino y Uno y su negación, confrontación dogmática entre católicos y arrianos de la tardía Antigüedad que es presentada en términos senso-simbólicos en la obra de Gregorio.

El mundo bajomedieval castellano tiene su lugar en el mapa sensorial que esboza el libro. Ciertamente, Federico J. Assís-González elige en “La señorialidad de la palaba y el silencio. Un abordaje sensorial del poder del discurso en don Juan Manuel (siglo XIV)” las plumas alfonsí y manuelina para dar cuenta de cómo la voz y el oído se relacionan con el saber, con la verdad y con el engaño, específicamente en el contexto de la clase señorial. El capítulo se sustenta, además, en todo un repertorio de fuentes bíblicas y teológicas que promueven un contrapunto con las obras de Alfonso el Sabio y don Juan Manuel.

La lucha contra el último reino musulmán en la península ibérica también ofrece elementos para el estudio de la representación de los sentidos. De ello se ocupa Martín F. Ríos Saloma en el capítulo “El imperio de los sentidos. Percepciones sensoriales en la guerra de Granada”. En la segunda parte de la Crónica de los Reyes Católicos, que narra  los hechos de la guerra de Granada, el autor entiende la palabra hablada y su escucha como un ejercicio del poder y un criterio para diferenciar cristianos de musulmanes. El sentido del olfato, por su parte, permite distinguir a vivos de muertos, definidos estos últimos por el hedor de los cadáveres.

El paisaje sensorial del éndon es abordado en distintas fuentes por Roberto J. González Zalacain en “Sentidos en la intimidad: aspectos sensoriales de la vida doméstica de las familias castellanas a fines de la Edad Media”. Los marcadores sensitivos registrados conciernen principalmente al olfato: el olor de los animales y las heces y la producción de alimentos, entre otros, son los datos que ofrece, por ejemplo, el Tratado sobre el vestir, calzar y comer de Hernando de Talavera en relación a los espacios íntimos.

Javier Chimondeguy, por último, en “Una comunidad sensorial. La Escuela de Salamanca a ambas orillas del Atlántico”, revisa la significación simbólica sobre los sentidos y su impacto en la representación de los indígenas en obras de varios autores de la Escuela de Salamanca como Montesinos, de las Casas y de Soto.  

Este breve repaso por las contribuciones que integran La Edad Media a través de los sentidos permite evidenciar que el estudio de los sentidos y su representación en el Medioevo significa un aporte metodológico y conceptual destacado para la aprehensión cultural del período. Los capítulos de este volumen demuestran que cada comunidad posee su paisaje sensorial específico, que la define y delimita en función de las distintas instituciones donde se despliega. También establecen una continuidad en los modos de percibir entre el mundo tardoantiguo, el medieval y el colonial, que se aprecia en ciertas categorías e imágenes que los atraviesan y perviven. Finalmente, dejan entrever que la configuración ideológica de los distintos géneros discursivos –que componen el ámbito de lo literario, lo histórico, lo normativo y lo religioso– no es ajena a la percepción sensorial e implica, en la mayoría de los casos, una relación tanto empírica como conceptual con una forma de vivir y expresar el mundo.

Por Mariana Alejandra Casado

IDEAE, UNLPam –

 mariana.casado@hotmail.com

ORCID: 0000-0002-1734-5553