DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2021-250105
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ARTÍCULOS
¿Una historia de los vencedores? Acerca de las grandes revueltas de esclavos de la República romana
Is a history written by the winners? About the great slave revolts in the Roman Republic
Fernando Martín Piantanida
[Conicet/ Universidad de Buenos Aires/
Universidad Nacional de Luján]
[fmpiantanida@uba.ar]
ORCID: 0000-0001-5254-4016
Palabras-clave: Fuentes; Guerras serviles; Clase dominante; Sectores subalternos
Abstract: In this text we address the problem of existing sources and their analysis methodologies for the study of the great slave revolts in the Roman Republic. Our aim is to elucidate the different types of available sources we have and their states of conservation; pointing out the difficulties and heuristic possibilities they present; and analyzing them from a historiographic point of view. Although most of them, and the literary ones in their totality, come from the citizen elite, and consequently they express the point of view of the winners, hostile to the servile revolt, and it imply partiality, distortion and concealment in the historical record, we argue that it is not convenient to exaggerate their bias as a limiting factor of the knowledge of the facts. On the one hand, it is possible to extract valuable information about the rebel slaves from the narrative sources; on the other hand, some material sources produced by the rebels are also preserved. All of which allows us to at least glimpse the vision of the vanquished.
Keywords: Sources; Servile wars; Ruling class; Subaltern groups
Recibido: 31-12-2020/ Evaluado: 15-03-2021/ Aceptado: 24-02-2021
Introducción
En una frase que se ha vuelto tópica el distinguido escritor George Orwell afirmó: “La historia la escriben los vencedores”1. Qué podemos decir para el caso de la historia de las tres grandes revueltas de esclavos de la República romana, de las cuales, las dos primeras sucedieron en Sicilia durante el siglo II a.C., y la última y más conocida por el público común, la liderada por Espartaco y que se desarrolló en la península itálica en el siguiente siglo. ¿La sentencia de Orwell es aplicable para el conocimiento de estos hechos? Más concretamente, ¿con qué fuentes y cómo los historiadores modernos construyen sus relatos de las grandes insurrecciones serviles del mundo antiguo?
En este texto abordamos la problemática de las fuentes existentes y sus metodologías de análisis para el estudio de las grandes revueltas de esclavos de la República romana. Nuestro objetivo consiste en dilucidar cuáles son los diferentes tipos de fuentes que disponemos y sus estados de conservación; señalar las dificultades y posibilidades heurísticas que presentan; y analizarlas desde un punto de vista historiográfico, es decir, precisar la relevancia que han tenido en las diferentes líneas de la investigación moderna. Si bien no pretendemos alcanzar la exhaustividad en el tratamiento de las fuentes, esperamos que el presente artículo sirva a modo de guía para el lector interesado en el conocimiento histórico de las guerras serviles tardorrepublicanas.
El principal problema que surge cuando los historiadores emprendemos el estudio de los sectores subalternos –incluyendo sus luchas, como en este caso– es, por un lado, el de las fuentes existentes, por el otro, el de su metodología de análisis2. En lo concerniente a las grandes revueltas de esclavos de la República romana, conservamos solo una porción de la producción literaria y material que los antiguos elaboraron3. Y, ante todo, debemos señalar que lamentablemente no disponemos de textos escritos por los mismos esclavos. Las fuentes literarias que conservamos fueron escritas por y para la élite ciudadana, es decir, el sector que podríamos considerar la clase dominante. Por consiguiente, ellas expresan el punto de vista de los amos, hostil a las revueltas de esclavos4, lo cual es cierto aun si el estoicismo se encuentre presente en las narrativas de algunos autores antiguos abogando por un trato justo a los esclavos5. Entonces, la distorsión, la parcialidad y el ocultamiento en el registro histórico deben ser tenidas en cuenta desde el principio6. Se trata de un factor muy importante para entender algunas limitaciones del conocimiento histórico moderno sobre las guerras serviles del mundo antiguo y algunos problemas historiográficos que de ello derivan, especialmente cuando se intenta esclarecer los objetivos y las ideologías de los esclavos rebeldes7. En este sentido, las fuentes literarias que conservamos de las guerras serviles se ajustan en gran medida al espíritu de la sentencia de Orwell y a la siguiente afirmación de Schiavone (2011: vii): “tutto quanto sappiamo di Spartaco lo dobbiamo a quel che hanno ricordato di lui i suoi mortali nemici”. Incluso algunos estudiosos creen que habría sucedido una falsificación histórica deliberada por parte de nuestras fuentes narrativas8. Por último, se añade otra dificultad, a saber, las principales narrativas que conservamos no son contemporáneas de los hechos que refieren y tampoco provienen de autores de primera mano, sino que tienen un carácter derivado, es decir, utilizan los trabajos de otros historiadores como sus fuentes9.
De todas maneras, sin hacer caso omiso de estas dificultades, en el presente artículo argumentaremos que no conviene exagerar el sesgo de nuestras fuentes como un factor limitante del conocimiento histórico moderno, no hasta el punto de que ello actúe como una imposibilidad absoluta para al menos vislumbrar la voz de lo vencidos. Pues mostraremos que, por una parte, si bien las fuentes literarias representan el punto de vista de la clase dominante, aun así, resulta posible extraer de ellas información valiosa sobre los esclavos rebeldes; por otra parte, también se conservan algunas fuentes materiales elaboradas por estos últimos.
Los tipos de fuentes y sus metodologías
Las fuentes existentes sobre las grandes revueltas de esclavos de la República romana pueden ser clasificadas de diferentes maneras. Nosotros proponemos dos criterios taxonómicos básicos y simultáneos: el primero, en función de quiénes las realizaron; el segundo, en base a sus tipos de soporte y características. A continuación, desarrollamos lo dicho.
El primer criterio apunta a distinguir si fueron elaboradas por los mismos esclavos rebeldes u otros sectores subalternos o, en cambio, por la clase dominante o sectores afines, puesto que esto tiene importantes consecuencias heurísticas. En efecto, mientras que, por un lado, las fuentes provenientes de los mismos rebeldes (lamentablemente constituyen una minoría absoluta y son únicamente materiales, a saber, monedas y proyectiles) nos permiten un conocimiento directo sobre determinados aspectos de sus luchas no mediado por el punto de vista de la clase dominante10; por el otro, las fuentes (la amplia mayoría) elaboradas por la élite ciudadana, hostil a la revuelta servil, pueden ser analizadas con las siguientes metodologías: extraer información fáctica; deducir la manera en la que la clase dominante representa la revuelta servil; e intentar reconstruir en alguna medida la voz de los vencidos a través de la visión de los vencedores, lo cual implica una forma de conocimiento indirecto, como una suerte de excavación que requiere identificar las tergiversaciones, juicios de valor peyorativos y ocultamientos11. A pesar de la complejidad inherente a esta tarea, veremos que aun así resulta posible inferir información valiosa de los rebeldes.
El segundo criterio consiste en clasificar las fuentes según sus soportes y características. De esta manera, podemos distinguir tres tipos diferentes de fuentes para el estudio de las grandes revueltas de esclavos de la República romana. En primer lugar, breves alusiones literarias que recuerdan o resumen las guerras serviles12. En segundo lugar, las fuentes arqueológicas, entre las cuales se encuentran: las numismáticas (las monedas acuñadas por el rey de la primera guerra servil y las monedas romanas que conmemoran la victoria de Manio Aquilio, el vencedor de la segunda); los proyectiles de, por un lado, los esclavos rebeldes de la segunda guerra servil, y, por el otro, de Lucio Calpurnio Pisón (cónsul enviado a suprimir la primera); el elogium de Polla; y un mural hallado en Pompeya sobre Espartaco. En tercer lugar, las principales narrativas de las guerras serviles escritas por los autores griegos Diodoro de Sicilia, Plutarco de Queronea y Apiano de Alejandría13. El primero de ellos, para el caso de las revueltas sicilianas. Los dos últimos, para la guerra de Espartaco14. A continuación, tratamos por separado a estos distintos tipos de fuentes en función de sus soportes y características, es decir, conforme a nuestro segundo criterio, y, al mismo tiempo, incorporamos, cuando resulte pertinente, comentarios metodológicos relativos al primer criterio.
Breves alusiones literarias que recuerdan o resumen las guerras serviles
Se trata de pequeñas referencias literarias que aluden o resumen las guerras serviles en obras cuyo principal interés es otro, es decir, que no tratan específicamente sobre estos acontecimientos, sino que los evocan al paso o de forma muy sintética, en algunos casos debido a su carácter fragmentario. Dichas referencias provienen de una diversidad de obras, muchas de las cuales fueron escritas por retóricos, compiladores y abreviadores15. Si bien en ocasiones proporcionan información relevante sobre algunos aspectos concretos, resultan de una utilidad claramente secundaria, aunque no por ello deben ser descuidadas.
Las fuentes arqueológicas
Se han descubierto distintos materiales sólidos que datan de o refieren a las guerras serviles tardorrepublicanas: monedas; proyectiles de plomo; una inscripción en piedra; y un mural en Pompeya. A continuación, tratamos por separado a cada una de estas fuentes arqueológicas.
En lo que concierne a las fuentes numismáticas, solo en el caso de la primera guerra servil siciliana disponemos de monedas elaboradas por los propios rebeldes. Se trata de cuatro emisiones monetarias de bronce (de las cuales contamos con al menos dieciséis ejemplares) acuñadas por el principal líder de la revuelta: un esclavo llamado Euno que cuando fue elegido rey tomó el nombre de Antíoco16. Estas series monetarias pueden ser datadas aproximadamente entre los años 138 y 131 a.C., y son identificadas por la leyenda βασιλέως Ἀντιόχου (“del rey Antíoco”). Ellas se diferencian por las distintas imágenes de dioses que representan. Su reconocimiento no es seguro en todos los casos, pero se cree que serían Zeus, Deméter, Heracles o Dioniso, y Ares17. Debe tenerse en cuenta la importancia que tenía la moneda en las antiguas ciudades griegas, esto es, además de su función económica era un símbolo de la autonomía política. El reino rebelde de Antíoco (Euno) manifiesta con sus emisiones monetarias su pretensión soberana en la isla; por otra parte, al elegir en ellas a dioses venerados por los siciliotas (los sicilianos de origen griego), pone en evidencia su intención de vincularse con la tradición local18, lo cual socava las interpretaciones modernas que resaltan el carácter sirio de la revuelta19.
La emisión más significativa, sobre la cual se ha enfocado la mayoría de los autores y cuya crítica es unánime en el reconocimiento de la deidad representada, es la que porta la efigie de Deméter de Enna. Existen al menos tres ejemplares de esta emisión20. Nosotros utilizamos en la figura 1 de nuestro trabajo el dibujo publicado por Robinson (1920: 175) del ejemplar perteneciente a la colección del Museo Británico N°1868,0730.156:
Fig. 1. Moneda del rey Antíoco (Euno) con la efigie de Deméter de Enna, Robinson (1920: 175).
Anv.: cabeza velada de Deméter perfil derecho con corona de espigas.
Rev.: espiga de trigo con leyenda a ambos lados BACI ANTIO.
Esta moneda de bronce, con un peso de 3,43 g, habría sido acuñada en Enna. Sobre el anverso, se encuentra la cabeza velada de Deméter en perfil derecho y con una corona de espigas de trigo. Sobre el reverso, la moneda porta una espiga de trigo y la inscripción a ambos lados ΒΑCΙ(ΛΕΩC) ΑΝΤΙΟ(ΧΟY), que podemos traducir como “[moneda] del rey Antíoco”. Esta serie monetaria es muy significativa puesto que, por un lado, forma parte de los pocos registros que siendo elaborados por los mismos esclavos rebeldes han llegado directamente hasta nosotros; por el otro, es portadora de la propaganda rebelde, es decir, de la manera en la que el rey Antíoco (Euno) deseaba ser visto. Por lo tanto, en base a ella los eruditos modernos han reconstruido el mensaje político del movimiento rebelde sin la mediación del punto de vista de la clase dominante: al representar a Deméter, diosa principal de la ciudad de Enna, divinidad de la tierra cultivada (entre cuyos atributos se hallaba la espiga) ampliamente venerada en la isla y un símbolo antirromano invocado durante la segunda guerra púnica, los rebeldes reproducen deliberadamente un motivo estándar de las monedas de Enna para buscar el apoyo de la población siciliota que veneraba a la diosa maternal, a quien Antíoco convirtió en patrona de su reino21.
No obstante, en lo concerniente al cotejo de esta serie monetaria con las fuentes narrativas (principalmente Diodoro) se observan divergencias historiográficas entre aquellos autores que interpretan dicha fuente numismática como un complemento del relato diodoreo22 y los que la consideran en contradicción con este último, centrado –según ellos– en los rasgos sirios del reino rebelde23. Nosotros creemos que, por un lado, la moneda con la efigie de Deméter no es contradictoria con la información provista por Diodoro, sino un valioso complemento, y, en este sentido, coincidimos en líneas generales con la interpretación de Sánchez León; por el otro, pese a su importancia, sobre todo para acceder directamente al mensaje político rebelde, pensamos que resulta imposible reconstruir toda la historia de la primera guerra servil única o fundamentalmente con monedas24.
Para la segunda guerra servil existen series monetarias que conmemoran la victoria de Aquilio. Disponemos de un ejemplar perteneciente a la Colección del Museo Británico N°R.8578, cuyo dibujo publicado por Babelon (1885: 213) constituye la figura 2 de nuestro trabajo. Esta moneda habría sido acuñada en Roma aproximadamente hacia el 71 a.C. por Manio Aquilio, uno de los responsables de fabricar monedas para el Estado romano y nieto del cónsul y procónsul homónimo que acabó con la segunda guerra servil siciliana.
Fig. 2. Moneda conmemorativa de la victoria de Manio Aquilio en la segunda guerra servil, Babelon (1885: 213).
Anv.: leyenda VIRTUS. III VIR, cabeza con casco perfil derecho.
Rev.: leyenda MV. AQVIL. NV. F. NV. N. SICIL., figura del cónsul y de Sicilia.
Evidentemente Manio Aquilio quería beneficiarse del logro de su abuelo, especialmente en el contexto de acuñación de este ejemplar (recientemente suprimida la peligrosa revuelta de los gladiadores). Se trata de una moneda de plata de 3,84 g. En el anverso, se lee la inscripción “Valor. Triunviro”; sobre el reverso, el nombre del acuñador “Manio Aquilio, hijo de Manio, nieto de Manio. Sicilia”. Esta fuente suele ser ignorada por los eruditos modernos en sus análisis de las guerras serviles, pero, a nuestro juicio, resulta muy interesante detenerse en cómo se representa una revuelta servil y la relación provincia-poder central. A saber, la provincia romana de Sicilia es personificada como una mujer que ha sido vejada, pues se halla de rodillas y semidesnuda, lo cual refiere implícita y peyorativamente a la revuelta servil que le ha causado ese daño. El poder central de Roma es encarnado en la figura de Aquilio, quien se encuentra de pie protegiendo a la mujer/provincia con su escudo y tomándola con su mano para levantarla25.
Por otro lado, se han descubierto en Sicilia numerosos ejemplares de una serie de fundiciones de plomo utilizadas como proyectiles (σφενδόναι) arrojados con resorteras por los bandos beligerantes durante las guerras serviles. Algunos de estos misiles de plomo poseen inscripciones haciendo referencia a los generales, a los dioses invocados para la victoria, o bien contienen algunas expresiones bromistas26.
Para el caso de la primera guerra servil no se dispone de proyectiles de plomo del ejército rebelde, sino solo ejemplares de las tropas romanas descubiertos en la zona de Enna y sus alrededores27. Entre estos se destacan, por una parte, un proyectil con la leyenda L. PISO L. F./ CO(N)S(UL), que referiría a Lucio Calpurnio Pisón Frugi, cónsul en el 133 a.C., el cual no logró suprimir la revuelta servil28. Por otra parte, un ejemplar con la inscripción LEN sobre un lado, adornado con la espina de un pez en el otro lado, que podría hacer referencia a “CorneliusLEN(TULUS)”, pretor en Sicilia, quien también fracasó en su lucha contra los esclavos rebeldes.
Para el caso de la segunda guerra servil se descubrieron proyectiles de plomo pertenecientes al ejército rebelde. Se distinguen entre estos un grupo caracterizado por la inscripción Νίκη o Νίκα, sobre un lado, y, generalmente sobre el otro, el nombre en genitivo de una divinidad (Ματέρος, ῾Ηρακλέος, Διός, Ἀρτέμιδος o Ἀθάνας) o de los líderes rebeldes Atenión (Ἀθηνίωνος) y Salvio con dos ejemplares (uno como Σώος y el otro como Τρύφωνος), a quien Diodoro llama Σάλουιος y señala que, al asumir como rey, recibe el nombre de Τρύφων29. Los proyectiles con los nombres de las divinidades mencionadas han sido hallados junto a los que llevan el de Atenión, razón por la cual todos ellos probablemente estén relacionados con las operaciones de guerrilla que él conducía. Los que llevan los nombres Σῶς y Τρύφων se refieren al otro dirigente de los esclavos. El valor de estas fuentes reside en que confirman los nombres de los líderes rebeldes provistos por la narrativa diodorea30.
Por otro lado, durante el Renacimiento se descubrió en la localidad italiana de Polla (en la antigua Lucania) una inscripción romana en piedra que celebra al constructor del camino que unía Capua con Rhegium. Se trata del elogium de Polla (CIL I2. 638). Este informa que su autor (muy probablemente un cónsul), cuando actuaba como pretor en Sicilia, devolvió 917 esclavos fugitivos a sus amos italianos. Además, dice que él fue el primero en tomar tierras de los pastores y dárselas a los agricultores. Finalmente, se indica que él construyó el foro y los edificios públicos del lugar. Pero falta la primera fila, donde se encontraba el nombre de su autor, el cual, en consecuencia, resulta desconocido para nosotros. Desde su descubrimiento hasta la actualidad los eruditos han esbozado distintas hipótesis sobre la autoría del elogium, de las cuales mencionamos las más importantes: desde el Renacimiento hasta c. el 1800 se creía que la inscripción refería a Manio Aquilio (cónsul en el 101 a.C.); posteriormente, Mommsen identificó al autor con Publio Popilio Lenas (cónsul en el 132 a.C.); luego Bracco argumentó por Tito Annio Lusco (cónsul en el 153 a.C.); después Wiseman (1964) sugirió a Tito Annio Rufo (cónsul en el 128 a.C.); y Verbrugghe (1973: 33) argumentó por Apio Claudio Pulcro (cónsul en el 143 a.C.)31.
La cuestión de la autoría del elogium de Polla es relevante para nuestros fines puesto que, según algunas argumentaciones, podría constituir una fuente para la primera guerra servil. En efecto, mientras que la hipótesis renacentista de Manio Aquilio relativa a la segunda revuelta servil siciliana ha sido dejada de lado por los eruditos modernos, tanto la argumentación de Mommsen como la de Wiseman apuntan a considerar que el elogium de Polla refiere a hechos vinculados con la primera guerra servil. A saber, por un lado, Mommsen sostiene que la inscripción alude a Popilio, quien habría sido pretor en Sicilia hacia el 135 a.C., por lo cual el historiador alemán pensó que la devolución de 917 esclavos habla de una acción tomada por Popilio contra el bandidismo de los esclavos, que constituye el preludio de la primera guerra servil; por el otro, Wiseman señala que Tito Annio Rufo podría haber sido pretor en Sicilia durante o inmediatamente después de la primera guerra servil y el elogium de Polla haría referencia a su intervención en ese contexto. Es en función de ello que algunos editores modernos clasifican al elogium de Polla entre las fuentes de la primera guerra servil32.
No es nuestra intención en el presente trabajo resolver la secular discusión sobre la autoría del elogium de Polla. Simplemente nos interesa señalar dos reparos para su utilización como fuente de la primera guerra servil: en primer lugar, no es absolutamente seguro que el elogium de Polla refiera a la primera guerra servil o al bandidismo que la precedió, no obstante, es cuanto menos una posibilidad, y, en nuestra opinión, la más plausible; en segundo lugar, las dudas no solo conciernen a su autoría-datación, sino también a su contenido, pues no resulta claro si los esclavos capturados en Sicilia eran de propietarios italianos que residían en la isla o bien en la península itálica33. En este último caso los esclavos se habrían fugado de Italia y viajado a Sicilia, donde fueron capturados por el pretor.
Con respecto a la rebelión de Espartaco, hasta el momento prácticamente no se han descubierto fuentes arqueológicas. Una de las excepciones la constituye una pintura encontrada en 1927 sobre la pared de una casa de Pompeya atribuida a M. Fabio Amando y catalogada como casa del sacerdos Amandus (I.7.7). Este mural constituye la figura 3 de nuestro trabajo.
Fig. 3. Fresco pompeyano sobre Espartaco, Cooley y Cooley (2014: 33).
Se trata de un grafito en mal estado de conservación, hallado debajo de sucesivas capas de pintura. El contexto del hallazgo y el uso de la lengua osca (hablada por los nativos pompeyanos) permite datarlo entre los años 100 y 70 a.C. Está compuesto de dos escenas. La de la derecha representa la persecución de un jinete a otro. Frente al perseguido aparece un personaje con una trompeta y una máscara de oso –quizás también con piel de ese animal–, que ha sido interpretado como un músico. Hay además inscripciones en osco que se leen de derecha a izquierda. Sobre el jinete perseguido dice SPARTAKS (“Espartaco”), quien parece ser alcanzado en su muslo derecho por la lanza del jinete perseguidor; sobre este último dice PHILI ... ANS, que ha sido reconstruido por Maiuri34 como PHILI[CS POMPAI]ANS, y que se puede traducir como “Félix Pompeyano”, “Félix de Pompeya” o “el pompeyano afortunado”35. Por otra parte, en la escena izquierda, distanciada de la anterior, se encuentran dos hombres luchando que podrían ser soldados, o, más probablemente, gladiadores, y a su izquierda hay una pequeña estructura rectangular que tal vez sea un altar. Esta escena quizás no tenga relación directa con la escena de la derecha, pudiendo pertenecer a una pintura distinta. Varias cuestiones resultan inciertas: ¿el fresco pompeyano realmente refiere al Espartaco que condujo la tercera guerra servil?; si tal es el caso, ¿qué momento de su vida o lucha se representa?; ¿la escena de la derecha y de la izquierda están relacionadas?; ¿se trata de gladiadores o de soldados en combate?
Las interpretaciones de los eruditos modernos han sido diversas. La diferencia fundamental reside entre quienes consideran que la pintura refiere a Espartaco, en virtud del nombre escrito en osco (Spartaks) y de la proximidad espacial de Pompeya con el lugar donde comenzó la rebelión de los gladiadores (el ludus de Capua y el Vesubio); y quienes piensan que no. Pero, a su vez, existen otras divergencias.
Mišulin interpretó que el mural pompeyano no solo habla de Espartaco, sino también de su muerte y de su asesino. A saber, el historiador soviético entendía que la pintura refiere a la batalla final en la cual muere Espartaco, y confirmaría la narración de Apiano (Guerras Civiles 1.120), según la cual comenzó la contienda a caballo (la escena derecha) y murió de rodillas en la escena izquierda, en manos de Félix de Pompeya, a quien Mišulin le adjudicó la categoría de centurión romano36. En cambio, otros autores creen que el mural refiere simplemente a algún tipo de combate gladiatorio y a un gladiador llamado Espartaco, pero sin relación con el líder de la tercera guerra servil37.
Por su parte, Posadas, en un estudio reciente, sostiene que la traducción de la inscripción osca es “Espartaco - afortunado Cosinio” y que la pintura se relaciona con un episodio concreto de la revuelta de los gladiadores, a saber, la persecución de Espartaco al pretor Cosinio en el 73 a.C. relatada por Plutarco (Vidas Paralelas: Craso 9.5-6). Según Posadas, la importancia del mural estriba en lo siguiente: confirma la versión de Salustio-Plutarco; nos permite conocer las armas de Espartaco (escudo circular y lanza); y, debido al idioma empleado en sus inscripciones, constituye una prueba de que los samnitas y oscos “estaban en minoría en la ciudad y apoyaban a Espartaco en su lucha contra Roma”38.
Como podrá notarse, son diversas las posibilidades interpretativas en torno al mural pompeyano, las cuales tienen sus consecuencias para nuestro primer criterio taxonómico. En efecto, si siguiéramos, por ejemplo, la interpretación de Mišulin, podríamos suscribir esta fuente a la clase dominante; en cambio, conforme a la interpretación de Posadas, podríamos atribuir su autoría a sectores subalternos (samnitas y oscos), que no son los propios esclavos rebeldes, pero simpatizarían con ellos. Nos resulta interesante añadir a esta discusión la siguiente reflexión de Strauss (2012: 252):
el fresco ofrece una instantánea del mito que se transforma en historia. Spartaks es Espartaco como era recordado por una parte del público (…) Espartaco era más grande que en la realidad; fue cualquier cosa que la gente hiciera de él.
Dicho de otro modo, creemos que el mural pompeyano podría representar la mitificación de Espartaco por parte de algunos sectores subalternos de la sociedad pompeyana. No obstante, cualquiera sea el caso, si bien la pintura no carece de importancia, su identificación con Espartaco es solo una posibilidad, y, si esto es correcto, se trataría de una fuente secundaria y complementaria de la información procedente de las narrativas.
Las principales narrativas de las guerras serviles
Las principales narraciones de las grandes insurrecciones serviles provienen de los autores griegos Diodoro de Sicilia, Plutarco de Queronea y Apiano de Alejandría. Estas fuentes, en virtud de la cantidad de información y de la secuencia de los hechos que nos brindan, son claramente las más importantes. De esta manera algunos eruditos modernos señalan que nuestro corpus de las rebeliones populares en la Grecia helenística, incluyendo las guerras serviles, es esencialmente el provisto por la historiografía antigua39. Sin embargo, pese a su innegable centralidad, nos interesa resaltar, tal como se deduce de todo lo expuesto hasta aquí, que las narrativas no son las únicas fuentes que disponemos y creemos que soslayar al resto sería un error.
Como hemos señalado precedentemente, estos tres escritores antiguos no son contemporáneos de los acontecimientos que narran y sus textos tienen un carácter derivado, pues utilizan como fuentes los trabajos de otros historiadores. Las obras que narran las guerras serviles son las siguientes. Las dos revueltas sicilianas fueron relatadas por Diodoro de Sicilia (c. 90-c. 30 a.C.) en los libros XXXIV-XXXVI de su Biblioteca Histórica. La narrativa del bellum Spartacium se conserva principalmente a través de dos autores: por un lado, Plutarco de Queronea (c. 45-120 d.C.), en cuatro secciones (8-11) de la biografía de Marco Licinio Craso que escribió en su obra Vidas Paralelas; por otra parte, Apiano de Alejandría (c. 95-c. 165 d.C.), en cinco secciones (116-120) del libro I de las Guerras Civiles en Roma.
Con respecto a Diodoro de Sicilia, no tenemos mucha información sobre él. Como a menudo sucede con los autores de la Antigüedad, casi todo lo que sabemos proviene de sus propias declaraciones contenidas en su obra. Diodoro nació alrededor del 90 a.C., nativo de Agirio (la moderna Agira), su lengua materna era el griego, pero los contactos con los romanos en Sicilia le habían dado un profundo conocimiento del latín40. De este modo era capaz de utilizar los recursos tanto en latín como en griego de las bibliotecas de Roma, que, según él, constituía su principal lugar de estudio41. Diodoro nos dice que consagró treinta años a la composición de su historia y que viajó mucho por Europa y Asia con el fin de familiarizarse con los países y pueblos sobre los que escribía42.
La Biblioteca Histórica, compuesta en el siglo I a.C., no se conserva completa. Se trata de una historia universal escrita en griego que comportaba cuarenta libros, de los cuales veinticinco se encuentran perdidos, sobre todo los últimos veinte, donde el autor llegaba hasta la época contemporánea. Por consiguiente, los libros XXXIV-XXXVI, nuestra principal fuente para las revueltas serviles sicilianas, solo se conservan de manera fragmentaria a través de dos versiones bizantinas: un resumen del siglo IX hecho por el Patriarca de Constantinopla, Focio, incluido en su Biblioteca; y algunos fragmentos discontinuos reagrupados por temas en la colección del siglo X que ordenó escribir el emperador bizantino Constantino VII Porfirogéneta43. Esta última es una antología que compila pasajes de historiadores antiguos bajo cincuenta y tres rúbricas, de las cuales solamente nos han llegado cuatro.
Se debe tener en cuenta que el resumen de Focio y los Excerpta Constantiniana no son iguales, ya que ambos subrayan diferentes aspectos de los libros originales de Diodoro según los intereses de sus editores. Por lo cual es necesario trabajar paralelamente con ambas versiones. Varios fragmentos extendidos de los extractos de Constantino no tienen ninguna contrapartida en el resumen fociano. En los fragmentos equivalentes la versión de Focio está siempre más condensada que la de los extractos constantinianos, y, además, el texto fociano no es un resumen neutro. Los extractos constantinianos tampoco reproducen literalmente el original diodoreo, puesto que, este último habría sido de algún modo manipulado para ser recortado e incluido en la colección por temas44. Por otra parte, los Excerpta son abundantes para la primera insurrección, pero para la segunda son prácticamente inexistentes. Por lo tanto, las dos versiones bizantinas no constituyen simples copias del texto original de Diodoro45, aunque algunos estudios argumentan que ambas reproducen con relativa fidelidad su original46.
En lo concerniente al juicio de la crítica erudita moderna sobre la calidad de Diodoro como historiador, existen dos líneas interpretativas. Por un lado, una visión tradicional, cuyos hacedores fueron los filólogos alemanes decimonónicos, que consiste en considerar a Diodoro como un mero copista que reproducía acríticamente los trabajos de otros historiadores helenísticos más competentes que él. Entonces, conforme a esta perspectiva, el valor de Diodoro radica en las fuentes que utilizó, cuyas obras no han llegado hasta nosotros, pero podemos acceder a partes enteras de ellas mediante la copia servil que hizo el siciliano47. Por otro lado, desde fines del siglo XX se desarrolló una corriente revalorizadora o también llamada “revisionista”, según la cual Diodoro no se limitó a copiar sus fuentes sin ningún criterio, sino que modeló su obra conforme a determinados temas que hacen a su concepción de la historia, y él es responsable de mucho del material no narrativo, especialmente en los prefacios, aunque el grado de intervención activa que se le atribuye varía según los autores48. En consecuencia, la cuestión diodorea se encuentra en pleno debate en la actualidad.
Los historiadores modernos tradicionalmente han basado sus análisis de las guerras serviles sicilianas en la narrativa diodorea49. Sin embargo, algunos estudiosos, según los cuales estas revueltas no fueron “serviles” sino más bien levantamientos provinciales contra la dominación romana, han desacreditado por diferentes motivos la narrativa diodorea como fuente histórica50. Nosotros, por una parte, nos inscribimos en la línea interpretativa que rehabilita a Diodoro, pues creemos que compiló de forma crítica sus fuentes, es decir, conforme a sus propios intereses históricos, que expresan el pensamiento común de su época (fines del período helenístico), manifiesto especialmente en el rol de instructora moral que le atribuye a la historia; por otra, consideramos que Diodoro reproduciría fielmente la información de sus fuentes, parafraseándolas y sintetizándolas, y quizás agregando juicios moralizantes para instruir al lector, pero con una honesta vocación por la verdad histórica entendida como precisión narrativa51, lo cual nos permite utilizarlo como fuente, aunque no exenta de complejidades e incluso de anacronismos52.
Plutarco de Queronea escribió la gran obra Vidas Paralelas, cuyas secciones 8 a 11 de la biografía de Marco Licinio Craso constituyen una de las dos fuentes principales sobre la revuelta de Espartaco. Vidas Paralelas es un conjunto de ejemplos morales extraídos de la historia. El autor apunta a transmitir al público unos mensajes morales más que a realizar una investigación histórica profunda; la visión plutarquiana de la historia es la de una disciplina al servicio de la moral53. Aunque la autoridad de las fuentes es un aspecto importante para juzgar el comportamiento más o menos historiográfico con el cual Plutarco desarrolla su tarea de biógrafo, lo distintivo de la biografía plutarquiana es su intención moralizante recreando la individualidad de sus personajes54. Plutarco utiliza la comparación por pares de personajes seleccionados por él mismo. Hay algunas vidas que se han perdido, pero este no es el caso de la de Craso, que siendo uno de los políticos más importantes del siglo I a.C. acaparó la atención de Plutarco trazando su paralelo con Nicias. En este contexto se inserta su narración de la revuelta de los gladiadores.
El otro relato principal del levantamiento de Espartaco se encuentra en las secciones 116 a 120 del libro I de las Guerras Civiles en Roma, escrito por Apiano de Alejandría, un autor de cultura griega que vivió fundamentalmente durante la primera mitad del siglo II d.C.55 Él escribió en griego una Historia Romana, que, según Focio, comportaba veinticuatro libros, once de los cuales han llegado completos hasta nosotros. En relación con los otros libros, solo conservamos unos fragmentos citados en compilaciones bizantinas del siglo IX. La historia de Apiano tiene una originalidad, a saber, ella se organiza tanto geográfica como cronológicamente, contando la historia de Roma desde los orígenes hasta las conquistas de Trajano56. El objetivo fundamental de la obra es mostrar cómo se formó el Imperio romano a partir de las diferentes regiones que se integraron a su dominación después de la conquista. Apiano escribe la historia de estos países antes y después de la conquista romana. El criterio del trabajo histórico de Apiano es etnográfico. Él exalta la grandeza del imperialismo romano considerando que su dominio está fundado en la justicia57. El Leitmotiv de su historia fueron las guerras romanas, a las cuales el autor les consagra los diferentes libros. Así, por ejemplo, había un libro sobre las guerras contra Siria, hoy incompleto. Y como Roma sufrió guerras internas, Apiano escribió cinco libros que se ocupan de las Guerras Civiles, los cuales han llegado completos hasta nosotros, evocando el período de la crisis que comenzó a finales del siglo II a.C. con los hermanos Graco y termina con Augusto y la instauración del Principado. Con respecto al juicio de la crítica erudita sobre la calidad de Apiano como historiador, Gabba (1958: xvii) señala lo siguiente: “Appiano vale per le fonti che usa. In altri termini, la sua importanza come fonte storica è per noi grande (in certi casi, addirittura eccezionale), ma come storico è assai limitata”.
En lo que concierne a la determinación de las fuentes de nuestras principales fuentes narrativas, lo que en alemán se llama la Quellenforschung, constituye un problema muy complejo. Con respecto a Diodoro, desde comienzos del siglo XIX la crítica erudita ha sido casi unánime en señalar que la fuente que utilizó para su narrativa de las guerreas serviles sicilianas fueron las Historias de Posidonio de Apamea58; aunque también se han sugerido otros escritores como fuentes secundarias de Diodoro, por ejemplo, Cecilio de Caleacte, quien escribió un tratado sobre las revueltas de esclavos que no llegó hasta nosotros59. No obstante, desde hace algunas décadas se observa una tendencia creciente entre los especialistas a cuestionar la atribución del relato diodoreo de las guerras serviles sicilianas a Posidonio60. Siguiendo esta línea de pensamiento, creemos que probablemente Diodoro empleó varias fuentes y no existen razones contundentes para remitir la totalidad de su relato de las revueltas al filósofo sirio.
Con respecto a la fuente que emplearon Plutarco y Apiano para sus narrativas de la revuelta de los gladiadores, desde la edición de Maurenbrecher (1891-1893) de los fragmentos de las Historias de Salustio se ha formado un acuerdo entre los especialistas de la tradición del bellum Spartacium, a saber, que tanto Plutarco como Apiano utilizaron de un modo diferente una misma fuente, esto es, los libros III-IV de las Historias de Salustio61, de los cuales solo se conservan unos pocos fragmentos. Salustio, si bien reprueba la revuelta de los gladiadores, otorga un trato favorable a Espartaco62. Apiano y Plutarco manipularon conforme a sus distintos intereses y finalidades la narrativa de Salustio. De esta manera Levi explica las diferencias –que para él existen– entre los relatos de ambos autores: el estudioso italiano afirma que hay una diferencia muy significativa entre Plutarco y Apiano, pues mientras que según Plutarco y todos los autores que han utilizado como fuente a Tito Livio, el movimiento es típica y principalmente de esclavos; en cambio, según Apiano, la formación y el origen de la fuerza de Espartaco se deriva del enrolamiento de libres y de desertores más que de esclavos, y así el movimiento no es exclusivamente una revuelta servil como lo es para todas las otras fuentes63. Por otro lado, se suele distinguir la tradición proveniente de Salustio, cuyas derivaciones serían Plutarco y Apiano, benévola con Espartaco, de la tradición que tendría su origen en Livio, más peyorativa para con Espartaco y su movimiento, y cuyas derivaciones serían autores como Floro y Orosio64. Sin embargo, Stampacchia (1976), en un estudio sistemático de las fuentes relativas al bellum Spartacium, ha cuestionado la división tradicional en solo dos tradiciones, la de Livio y la de Salustio, pues junto a estas existirían otras independientes entre sí. Guarino, por su parte, niega la misma existencia de tradiciones debido a que considera que los autores antiguos solo refieren a un fondo común de noticias mal conocidas sobre la revuelta de los gladiadores a partir de las cuales ellos comenzaron la mitificación de Espartaco65.
No nos proponemos en el presente estudio adentrarnos en una revisión de las tradiciones de las fuentes del bellum Spartacium. Simplemente nos interese resaltar los siguientes puntos: por una parte, tanto Plutarco como Apiano, cuyas narrativas constituyen las principales fuentes escritas que han llegado hasta nosotros, derivarían sus escritos de las Historias de Salustio; por otra parte, los distintos autores antiguos que refieren a la revuelta de Espartaco en ocasiones se contradicen entre sí sobre determinados aspectos y no resulta sencillo conciliarlos66.
Por último, en cuanto a la metodología de análisis de estas fuentes narrativas que en mayor o menor medida expresan el punto de vista de la élite ciudadana, implicando distorsiones y ocultamientos en su registro de las luchas de los sectores subalternos, creemos que aun así resulta posible extraer de ellas información valiosa sobre los vencidos. A continuación, nos limitamos a señalar dos ejemplos posibles.
En primer lugar, en la narrativa diodorea de la primera guerra servil es manifiesto el desprecio de Diodoro para con Euno, a quien configura como un charlatán (τερατουργὸς/τερατείᾳ) cuando describe sus cualidades de mago y adivino67. Pero, aunque Diodoro las considerara un fraude (contándonos detalladamente cómo Euno mediante un truco lograba lanzar llamas por la boca para impresionar a sus espectadores)68, y haga juicios de valor peyorativos, o incluso se pueda interpretar que recurre a estereotipos negativos para su descripción, eso no implica que dichas cualidades no hayan existido. Es más, resulta posible inferir de su narrativa la importancia que ellas tuvieron para la construcción de su liderazgo y para el devenir de la revuelta servil69. En efecto, los esclavos recurrieron a Euno antes de comenzar la revuelta para saber si su plan contaba con la aprobación de los dioses70. De hecho, el elemento mágico-religioso deviene una constante de la personalidad de los tres líderes principales de las guerras serviles (Euno, Salvio y Espartaco)71.
En segundo lugar, como señala Doi (1988: 8-9), aunque nuestras fuentes literarias reprueben las revueltas serviles en ocasiones no dejan de mencionar los intentos de los esclavos rebeldes por limitar la violencia, los robos y la destrucción. Tal es el caso de Diodoro para la primera guerra servil cuando dice: “los [esclavos] rebeldes (…) se abstuvieron de dañar a cualquiera cuyo trabajo era la agricultura”72. En el mismo sentido, pero para la revuelta de los gladiadores, en un fragmento conservado de su narrativa, Salustio afirma que, en Forum Annii (Lucania), Espartaco prohibió el saqueo y la violencia, aunque no tuvo éxito debido a la desobediencia de sus seguidores73. Incluso si en este último caso el fragmento tuviese el propósito de resaltar los despiadados crímenes de los rebeldes y las deficiencias de Espartaco como líder, aun así, se indica dicha prohibición.
A los efectos de facilitar la comprensión de este procedimiento analítico indirecto que implica recabar información de los sectores subalternos desde la perspectiva de la clase dominante, y con el fin de propiciar su discusión, sugerimos la siguiente analogía en forma de pregunta: ¿acaso no resulta factible en la actualidad conocer aunque sea imperfecta y parcialmente una protesta social o un conflicto obrero a través del discurso de un periodista que le es hostil?
Conclusión
Conservamos solo una porción de la producción material y literaria que los antiguos elaboraron sobre las grandes revueltas de esclavos de la República romana. Ante todo, carecemos de una fuente escrita por los mismos rebeldes. Las fuentes que han llegado hasta nosotros poseen diferencias significativas que permiten clasificarlas de diversos modos. Hemos propuesto dos criterios taxonómicos básicos y simultáneos con sus respectivas posibilidades analíticas: por una parte, distinguir quiénes las elaboraron; por otra parte, diferenciarlas en función de sus tipos de soportes y características.
Las fuentes narrativas son las más importantes, aunque no las únicas, y portan en mayor o en menor medida la visión de los vencedores, esto es, fueron escritas por y para la élite ciudadana, hostil a la revuelta servil, lo cual dificulta en mucho dilucidar algunas cuestiones centrales tales como los objetivos y las ideologías de los rebeldes. De todas formas, como hemos visto, no conviene exagerar el sesgo de nuestras fuentes narrativas como factor limitante del conocimiento histórico, al menos no hasta el punto de considerarlo una imposibilidad absoluta para vislumbrar la voz de lo vencidos. Pues, por una parte, se conservan algunas fuentes materiales elaboradas por los esclavos rebeldes, las cuales nos transmiten directamente su propio mensaje y pueden ser entendidas como una ratificación y complemento importante de las narrativas. Por otra, incluso de estas últimas resulta factible extraer información valiosa sobre los rebeldes.
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Notas
1 Nuestra traducción, Orwell (1944, 4 de febrero): “History is written by the winners”. Sin embargo, él no fue el inventor de esta frase, que también se le atribuye a Winston Churchill, entre otros, pues mucho antes se registran varias expresiones similares en diferentes lenguas, aunque con un sentido más particular relativo a las historias escritas sobre determinados personajes o hechos. Véase e.g. De Saint-Priest (1842: 42), quien se refiere a la representación negativa de Brunegilda en las crónicas del siguiente modo: “l’histoire est juste peut-être, mais qu’on ne l’oublie pas, elle a été écrite par les vainqueurs”.
2 Tenti (2012: 318).
3 Entre las principales pérdidas de las que tenemos conocimiento podemos mencionar la narrativa completa de Posidonio, la de Salustio, la de Livio, los libros originales de Diodoro y la obra de Cecilio de Caleacte. La visión de este último habría sido muy interesante puesto que, como liberto, previamente había sido esclavo, siendo además nativo de Sicilia y de religión judía, aunque, no obstante, no necesariamente de ello se derivaría un sesgo favorable a los esclavos rebeldes; cfr. Green (1961: 25, n. 2).
4 Bradley (1998: 31-32).
5 E.g. en Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica 34/35.2.40. Sin embargo, su hostilidad a la revuelta servil es manifiesta cuando alude a ella en términos peyorativos tales como “el mal” (D.S. 34/35.2.20.1: τὸ κακόν) o cuando califica a su principal líder, el rey rebelde Euno-Antíoco, como un “cobarde” (D.S. 34/35.2.22: ἀνάνδρως/ δειλίαν). Sobre el estoicismo en Diodoro, véase Farrington 1947: 60-61, 68.
6 Sobre el desprecio y parcialidad de los autores antiguos para referirse a las revueltas serviles, véase e.g. Floro, Epítome de la Historia de Tito Livio 2.7-8; Orosio, Historias 5.6.6.
7 Para suplirlo, Bradley (1998) realiza un enfoque histórico comparativo estudiando las revueltas serviles del mundo antiguo a la luz de las sociedades cimarronas del Nuevo Mundo, sobre las cuales se dispone de mayor y más variada documentación. Creemos que esta metodología, también apoyada por otros autores, e.g. Doi (1988: 6), implica en alguna medida soslayar las importantes diferencias históricas de los contextos donde se desarrollaron las relaciones esclavistas de producción, trasladando caracteres de un período a otro, razón por la cual nosotros tenemos mayores reparos.
8 Esta es la postura de Manganaro (1967: 213) y de Guarino (1979: 57) con respecto al relato diodoreo de la primera guerra servil.
9 Dumont (1987: 198); Bradley (1998: 133).
10 En qué medida las fuentes elaboradas por los propios rebeldes contradicen o comparten la ideología dominante, así como la conveniencia para el mundo antiguo clásico de los planteos de los historiadores vinculados a los Subaltern Studies, constituyen cuestiones que trascienden los límites del presente estudio. Sobre los Subaltern Studies, cfr. e.g. Guha (2002).
11 Doi (1988: 6).
12 Cfr. Dumont (1987: 198-199), quien separa las alusiones literarias ocasionales en obras diversas de los relatos sintéticos provenientes de abreviadores de trabajos históricos.
13 Definimos a estas fuentes como las principales narrativas (para la primera guerra servil: Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica 34/35.2.1-48; 34/35.8-11; para la segunda: 36.1-11; para la guerra de Espartaco: Plutarco, Vidas Paralelas: Craso 8-11; Apiano, Guerras Civiles 116-121) en virtud de la mayor extensión de sus textos, motivo por el cual las desarrollaremos posteriormente. No obstante, no son las únicas fuentes narrativas, pues existen otras más breves, ya sea producto de una mayor síntesis de sus relatos o de una menor disponibilidad de fragmentos conservados. Desde luego, cualquier criterio clasificatorio que se adopte resulta discutible, pero, en base a dicha razón, consideramos conveniente categorizar como fuentes narrativas secundarias –aunque de ningún modo desdeñables– a las siguientes. Para la primera guerra servil siciliana: Orosio, Historias 5.6.3-6; 5.9.4-8; Floro, Epítome de la Historia de Tito Livio 2.7.1-8. Para la segunda guerra servil siciliana: Floro, Epítome de la Historia de Tito Livio 2.7.9-12; Dion Casio, Historia Romana 27, fr. 101 [93.1-3]; 104 [93.4]. Para el bellum Spartacium: Salustio, Historias 3, fr. 90-91; 94-99; 102; 106; 4, fr. 20-22; 32; 41; Floro, Epítome de la Historia de Tito Livio 2.8; Orosio, Historias 5.24.1-8; 5.24.18-19. Para un criterio diferente, véase e.g. Le Bohec (2016: 22-25), quien, en el caso de la guerra de los gladiadores, pone en una condición de igualdad la información provista por Salustio, Floro, Plutarco, Apiano y Orosio.
14 Holmes (1923: 386); Schiavone (2011: 113); Salles (2005: 7); cfr. Stampacchia (1976: 11).
15 Para la primera guerra servil siciliana: Estrabón, Geografía 6.2.6-7; Cicerón, Verrinas 2.4.50.112; Julio Obsecuente, Libro de los Prodigios 27; 27b; Livio, Períocas 56, 58-59; Posidonio, Historias FGH n. 87, fr. 7, citado en Ateneo, Banquete de los Eruditos 12.542b; Frontino, Estratagemas 4.1.26; Valerio Máximo, Hechos y Dichos Memorables 2.7.3; 2.7.9; 3.7.3; 4.3.10; 6.9.8; 9.12. ext. 1; Plutarco, Vidas Paralelas: Sila 36.4; Apiano, Guerras Civiles 1.9; San Agustín, La Ciudad de Dios 3.26; Para la segunda guerra servil siciliana: Ateneo, Banquete de los Eruditos 6.272d-f; Cicerón, Verrinas 2.2.54.136; 2.3.26.66; 2.3.54.125; 2.5.2.5; 2.5.3.7; 2.5.4.8; 2.5.4.10; 2.5.6.14; 2.5.47.124; Apiano, Guerras Mitridáticas 9.59; Guerras Ibéricas 16.99; Orosio, Historias 5.15.22. Para la guerra de los gladiadores: Julio César, Guerra de las Galias 1.40.5-6; Cicerón, Verrinas 2.5.1.1; 2.5.2.5; 2.5.6.14; 2.5.15.39-17.42; 2.5.62.161; 2.5.63.164; En Defensa de la Ley Manilia 28; 30; En Defensa de Publio Sestio 67; Contra Lucio Calpurnio Pisón 58; Ateneo, Banquete de los Eruditos 6.272f-273a; Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica 38/39.21.1; Livio, Períocas 95-97; Veleyo Patérculo, Historia Romana 2.30.5-6; Plinio el Viejo, Historia Natural 15.38.125; 33.14.49; Frontino, Estratagemas 1.5.20-22; 1.7.6; 2.4.7; 2.5.34; Tácito, Anales 3.73; 15.46; Apiano, Guerras Mitridáticas 16.109; San Agustín, La Ciudad de Dios 3.26; Varrón, citado en Carisio, Arte Gramática 1.133; Suetonio, Vidas de los Doce Césares: el Divino Augusto 3; 7; Lucio Ampelio, Memorial 41.1; 45.3; Aulo Gelio, Noches Áticas 5.6.23; Temistio, Discursos Políticos 7.86c-d-87a; Eutropio, Breviario 6.7.2; Pacato Drepanio, Panegírico a Teodosio 12.23; Amiano Marcelino, Historias 14.11.33; Claudiano, De la Guerra Goda 154-159; Sinesio de Cirene, Al Emperador: Sobre la Realeza 24a-c.
16 D.S. 34/35.2.24.
17 Véase Manganaro (1990: 417-419); (1982: 237-239); (1983: 405-406); Valverde (2020: 313-317). Excluimos de las monedas que con seguridad fueron acuñadas por Antíoco (Euno) las atribuciones inciertas entorno a emisiones de oro, como, por ejemplo, la hipótesis de Manganaro (1990: 417) sobre una moneda de oro de difícil datación (siglo III o II a.C.) con la leyenda ΦΙΛΙΠΗΙΟΝ, pues ella no posee ninguna inscripción que la identifique con el rey rebelde y su atribución a él constituye solo una posibilidad sugerida por el autor italiano.
18 Manganaro (1982: 239); (1983: 406)
19 Valverde (2020: 315).
20 Sánchez León (2004: 137).
21 Véase Manganaro (1967: 215); Verbrugghe (1974: 53); Sánchez León (2004: 137); Morton (2012: 36-37); cfr. Bradley (1998: 120); Shaw (2001: 84).
22 Véase e.g. Sánchez León (2002); (2004).
23 Véase e.g. Manganaro (1967: 216); Morton (2008: 99-100).
24 Cfr. Morton (2008); (2012).
25 Cfr. Babelon (1885: 213); Shaw (2001: 116).
26 Sobre los proyectiles de plomo de las guerras serviles sicilianas, véase Manganaro (1982: 240-243), cuyo análisis seguimos.
27 Yavetz (1991: 44); Shaw (2001: 105-106).
28 Esta fuente material se complementa con la información provista por las fuentes literarias, pues disponemos de referencias sobre tropas de honderos subordinados a Pisón, véase Valerio Máximo, Hechos y Dichos Memorables 2.7.9.
29 D.S. 36.7.1.
31 Sobre las distintas hipótesis en torno a la autoría del elogium de Polla, véase Verbrugghe (1973: 25-26); Bernard, Damon y Grey (2014: 954, n. 2). 32 E.g. Yavetz (1991: 43-44). 33 Esta última es la interpretación de Verbrugghe (1973: 26, 29-30), quien argumenta contra la utilización del elogium de Polla como fuente de la primera guerra servil. 34 Citado en Stampacchia (1976: 121). 35 Véase Shaw (2001:15); Strauss (2012: 250-251); Posadas (2015: 45-46). 36 Mišulin (1952: 82-83); cfr. Guarino (1979: 88-89), quien no cree que Félix de Pompeya haya sido el asesino de Espartaco. 37 Véase e.g. Kolendo (1980); Beard (2008: 44); Pesando (2018: 113). 38 Posadas (2015: 48). 39 Tal es la postura de Martínez Lacy (1995: 6). 40 D.S. 1.4.4. 41 D.S. 1.4.2-4. 42 D.S. 1.4.1. 43 Sobre las versiones bizantinas de la narrativa diodorea de las guerras serviles sicilianas, véase Bradley (1998: 133-136); Dumont (1987: 200-203); Finley (1986: 145); Martínez Lacy (1995: 102-106); Sánchez León (2002: 217); Urbainczyk (2008: 81-90); Wiedeman (2005: 192-193). 44 Dumont (1987: 201-203). 45 Martínez Lacy (1995: 103). 46 Véase e.g. Botteri (1992: 30-34). 47 Véase e.g. Volquardsen (1868); Schwartz (1903); Wilamowitz-Moellendorff (1907); Stylianou (1998: 49-50). 48 Véase e.g. Sacks (1990); Chamoux (1990); Corsaro (1998); Green (2006); Rathmann (2016); Muntz (2017). 49 Véase e.g. Wallon (1847: 286-287, 299-319); La Lumia (1872); Mišulin (1952: 33-50); Pareti (1953: 292-305, 478-488); Vogt (1974: 39-92); Brisson (2015: 55-77, 159-176); Green (1961); Finley (1986: 143-153); Bradley (1983) y (1998: 46-82); Martínez Lacy (1995: 100-130); Urbainczyk (2008); Schiavone (2011: 53-61). 50 Véase e.g. Manganaro (1967); (1980); (1982) y (1983); Verbrugghe (1972); (1973); (1974) y (1975); Guarino (1979); Levi (1980); Rubinsohn (1982); Morton (2008) y (2012). 51 D.S. 13.90.6-7. 52 E.g. D.S. 34/35.2.3=34/35.2.31, cuando Diodoro afirma que, en el contexto del bandidismo que precedió al estallido de la primera guerra servil, los caballeros romanos actuaban como jueces en las cortes por concusión a los gobernadores provinciales salientes, lo cual no podía suceder antes de la Lex de repetundis de Cayo Graco. 53 Martínez Lacy (1995: 104); Pérez Jiménez (1985: 71). 54 Pérez Jiménez (1985: 85). 55 Sobre Apiano y su obra, véase el estudio introductorio de Gabba (1958: vi-xlii). 56 Martínez Lacy (1995: 104); Torrens (1993: 9). 57 Gabba (1958: xiv-xvi). 58 Véase e.g. Jacoby, FGH n. 87, fr. 108-114; Pareti (1919-20); (1927: 46); (1953: 292-293, 478); Canfora (1999: 9, 13, 23). 59 Véase e.g. Ciaceri (1907: 11); Giacobbe (1925); Rizzo (1976). 60 Véase Botteri y Raskolnikoff (1979: 138-144); Dumont (1987: 205-211); Goukowsky (2014: x-xx). 61 Levi (1972: 171); Strauss (2012: 23); cfr. Le Bohec (2016: 23); Schiavone (2011: 113-114). 62 Sánchez León (1991: 50). 63 Levi (1972: 173). 64 Véase Guarino (1979: 22); Schiavone (2011: 113). 65 Guarino (1979: 22-24). 66 Le Bohec (2016: 22). 67 D.S. 34/35.2.5; 34/35.2.8. Según Dumont (1987: 202), es sobre todo el resumen fociano el que enfatiza este aspecto. 68 D.S. 34/35.2.6-7; también Floro 2.7.5-6. 69 De este modo generalmente lo han interpretado los estudiosos modernos, véase e.g. Green (1961: 21); Vogt (1974: 66-67); Bradley (1998: 55-57); Urbainczyk (2008: 52); en contra de esta metodología, véase Morton (2013). 70 D.S. 34/35.2.10. 71 Al respecto, coincidimos con el siguiente juicio de Dumont (1987: 261): “En règle générale, dans l'antiquité, la communication entre les dirigeants et les masses se fait par médiation de la religion”. 72 Nuestra traducción, D.S. 34/35.2.48: οἱ μὲν ἀποστάται (…) τῶν τε πρὸς τὴν γεωργίαν ὡρμηκότων ἀπείχοντο. 73 Salustio, Historias 3, fr. 98.