DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2017-2202011
RESEÑAS
Laham Cohen, Rodrigo
The Jews in Late Antiquity,
Arc Humanities Press, Leeds, 2018, 106 págs.
ISBN 9781942401650,
eISBN (PDF) 9781942401667,
eISBN (EPUB) 9781942401674
por Paola Druille
[CONICET-IDEAE, UNLPam - paodruille@gmail.com]
The Jews in Late Antiquity es un
libro de suma utilidad para conocer
la historia de los judíos en
el período tardoantiguo y proyectar la
evolución de las distintas comunidades
en una época posterior. Distinta
a otras ediciones que cuentan la historia
del pueblo judío en un espacio
temporal similar al abordado por
Laham Cohen, su obra no aburre al
lector. Muy por el contrario, el autor
–Doctor en Historia, Investigador del
IMHICIHU-CONICET, y Profesor
de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) y de la Universidad Nacional
de San Martín (UNSAM)– evita el
estilo detallado y enciclopédico que
durante años canonizó la historia de
la diáspora judía en libros extensos, y
hasta confesionales, que tornaron casi
imposible el abordaje de los acontecimientos
que pertenecieron al pasado
del pueblo de Israel; en su lugar, The
Jews in Late Antiquity es un texto breve
que, lejos de carecer de rigor científico,
contiene de manera explícita,
ordenada y sistemática información
histórica e historiográfica vinculada
con los aspectos fundamentales de la
vida de los judíos en las regiones de
Italia, África del Norte (Egipto), Galia,
España, Tierra de Israel y Babilonia.
Sin perder de vista los elementos
comunes entre las comunidades de la
diáspora, el autor sintetiza y se focaliza
en los eventos y documentos centrales
que muestran el desarrollo de
uno y otro sector geográfico en una
época precisa, pero no libre de debate.
Consciente de las discusiones académicas
en torno a la delimitación de
los siglos incluidos en una categoría
temporal como “late antiquity”, Laham
Cohen se adelanta a las posibles
críticas y la define con simples palabras:
“The most common criterion for late antiquity is to take the Crisis of the
Third Century (ca. 235– 284) in the
Roman Empire as a starting point and
the rise of Islam as the final event (ca.
seventh century)” (p. 3, nota 2). Por
supuesto que el estudio de la diáspora
en un corte temporal tan amplio y
repartido en siete regiones diferentes
puede resultar ambicioso y de limitada
profundización de análisis. Laham
Cohen no lo niega y, al final del libro,
entiende que sus comentaristas pueden
reprenderlo. Por eso asume que
su objetivo fue elaborar un “snapshot”
(p. 87) de las comunidades judías en
la Antigüedad tardía. Justamente el
alcance de las regiones estudiadas y
la reconstrucción de la vida judía a
través del condensado examen de las
evidencias actualmente disponibles
–edificios, artefactos, inscripciones
y textos judíos y no judíos–, permite
que el autor elabore una investigación
lo más completa posible del judaísmo
en un período donde los grupos
en cuestión dejaron nulos o escasos
rastros que faciliten una mejor aproximación
a su evolución. Su obra incluye
un sustancioso entramado de
fuentes primarias con una muy actualizada
bibliografía crítica, además de
vocabulario técnico específico que, en
ocasiones, recupera términos hebreos.
El libro se abre con un índice de
contenidos que divide la obra en ocho
capítulos, antecedidos por una introducción
y sucedidos por un epílogo
que clausura la edición. En la introducción
(pp. 1-3), el autor hace una
presentación general del contenido
de su publicación, y señala su posición
con respecto al doble enfoque
teórico que ha impactado en la historiografía
judía: a) aquel que destaca
no solo una historia de segregación,
persecución y masacres, sino también
de interacción y convivencia entre las
comunidades judías de la diáspora, y
b) aquel que construye una “rosy picture”
(p. 1) de la vida judía durante la
Antigüedad tardía y la Edad Media
temprana. Laham Cohen se ubica en
un lugar intermedio. Afirma que cada
comunidad judía debe ser analizada
en su contexto específico. En este
sentido, sin descartar la posibilidad
de hacer generalizaciones y de identificar
patrones comunes, el autor presenta
su libro como la historia de los
judíos en la Antigüedad tardía, centrada
en las diferencias locales y temporales
y en un período comprendido
entre los siglos III y VII d.C.
En el capítulo 1 (pp. 4-12), Laham
Cohen se focaliza en el problema
de las fuentes. Desde las primeras
líneas asume que la reconstrucción
de la vida judía en el pasado debe
implicar el análisis de fuentes escritas
y arqueológicas. En relación con
las fuentes escritas, reconoce que, si
bien los textos judíos son esenciales
para entender las dinámicas intracomunales,
estas voces no siempre
han sobrevivido. Incluso en regiones
donde hubo una abundante producción
de escritos rabínicos, tales documentos
son problemáticos porque incluyen
tradiciones orales, y presentan
sus contenidos de manera ahistórica,
performativa y legal. Por esta razón,
el autor decide recurrir a restos arqueológicos,
epigrafía, artefactos y
textos paganos y cristianos que iluminan el vínculo inter-comunitario,
e incluso aspectos de las costumbres
judías. Aunque tampoco estas fuentes
están exentas de problemas. La literatura
cristiana conservada es principalmente
aquella reunida bajo la denominación
“Christian adversus Iudaeos”
(p. 7), mientras que los registros
epigráficos y arqueológicos son
difíciles de identificar y datar. Pero,
más allá de estos obstáculos, Laham
Cohen defiende que solo el estudio
en conjunto de las fuentes existentes
permite una íntegra reconstrucción
del período analizado.
El núcleo principal de la obra, por
su parte, contiene los siete capítulos
que presentan toda la riqueza del material
relacionado con las comunidades
judías de la diáspora según cada
región de pertenencia, junto con los
diversos enfoques y debates afrontados
por Laham Cohen. Este recorrido
comienza en Italia, cuya historia ocupa
el capítulo 2 (pp. 13-24). Según el
autor, seis catacumbas judías (siglos
II-V), más de seiscientos epitafios y
antiguas sinagogas fueron ubicadas
en esta región. El lenguaje que predomina
en las inscripciones es el griego,
aunque ya en el siglo IX, cuando el
proceso de rabinización y hebraización
originado en la Tierra de Israel
estaba extendido, los judíos usaron el
hebreo en sus epigrafías. En cuanto
a la iconografía, los símbolos judíos
aparecen en las catacumbas –“menorah,
etrog and shofar” (p. 16)–, mientras
que distintas imágenes neutrales
fueron descubiertas en otras catatumbas
y sarcófagos. Sin embargo, los
judíos no estuvieron libres de marginación
oficial y cristiana. Según Laham
Cohen, el Codex Theodosianus
(438 d.C.) y los textos de los Padres
de la Iglesia –Ambrosio de Milán (ca.
340-397), Gaudencio de Brescia (ca.
410), Cromacio de Aquilea (ca. 407),
Máximo de Turín (ca. 380-423) y, especialmente,
Gregorio el Grande (ca.
540-604)–, muestran la regulación
oficial, y la interacción entre judíos y
no judíos. La literatura pagana también
aporta datos sustantivos.
El capítulo 3 (pp. 25-32) está dedicado
a la región de África del Norte,
aunque excluye a Egipto, que será
analizado en el capítulo 6, como lo
aclara el mismo autor (p. 25). Laham
Cohen destaca en esta región la sinagoga
Naro, y el material epigráfico datado
entre los siglos II y IV y escrito
en latín, griego y, en menor medida,
hebreo. Como en Italia, el autor observa
una clara romanización de la
población judía y su adaptación al
medio local, y una literatura no judía
–Tertuliano (ca. 160-220) y Agustín
de Hipona (345-430 d.C.)– que reproduce
la retórica adversus Iudaeos.
Al mismo tiempo recomienda la Novella
37 de Africana Ecclesia de época
bizantina como lectura indispensable
para conocer la conversión de las sinagogas
de África.
El capítulo 4 (pp. 33-41) está destinado
a Galia. Laham Cohen asegura
que, en esta región, se encontraron
solo tres lámparas decoradas con menoroth e igual número de inscripciones.
Una de ellas, la más significativa,
es un epitafio referido a la región
occidental de Gallia Narbonensis,
bajo control visigodo. El resto de las referencias consultadas por el autor
procede de fuentes cristianas. Hilario
de Poitiers (ca. 310-367), Próspero
de Aquitania (ca. 390-463), Ravennius
(ca. 461), Sidonio Apolinar (ca. 430-489) y Cesáreo de Arlés (ca. 470-542) transmiten información sobre
los judíos; sin embargo admite que
un material decisivo para estudiar su
situación en Galia es el conjunto de
cánones de los Concilios celebrados
en territorio galo, que incorporan
nuevas prohibiciones destinadas a
limitar el contacto intracomunitario.
Hacia el final del capítulo, el autor resalta
la conversión forzada de los judíos
de Clermont-Ferrand (576 d.C.),
narrado por un carmen de Venantius
Fortunatus (ca. 530-600) y por el Libri
historiarum de Gregorio de Tours
(ca. 538-594), como el evento más conocido
de la región.
El capítulo 5 (pp. 42-51), por su
parte, contiene información sobre los
judíos de España. El autor encuentra
un panorama similar al detectado
en los casos anteriores: pocas inscripciones,
y solo una de ellas escrita
después de la conversión forzada
decretada por el rey de los visigodos,
Sisebuto (ca. 565-621). Según Laham
Cohen, esta conversión ocurrida entre
los años 612 y 616 y mencionada
en el Cuarto Concilio de Toledo (633
d.C.) y en los textos de Isidoro de Sevilla,
puso en peligro la continuidad
del judaísmo hispano. En relación
con la arqueología, el autor refiere a
un edificio encontrado en Elche, en
tanto que entre las fuentes cristianas
analiza con mayor detenimiento los
textos de Gregorio de Elvira (siglo
IV) y Julián de Toledo (ca. 642-690).
También comenta la conversión violenta
de la comunidad judía de Mahón
(ca. 418), relatado por la Epistula
Severi (siglo V) de Severus de Menorca.
Otros documentos consultados
por Laham Cohen son legales, como
la Lex Visigothorum y los Concilios,
cuyos cánones expresan la permanente
incidencia del poder oficial en
las actividades judías.
Como se anticipó más arriba,
el capítulo 6 (pp. 52-59) está íntegramente
destinado a los judíos en
Egipto, en especial a la comunidad de
Alejandría, considerado por el autor
como el asentamiento de la diáspora
más importante de la región. Observa
que varios textos de la Antigüedad
informan sobre la existencia de judíos
en la ciudad portuaria y en todo Egipto,
aunque el número de fuentes disminuye
en la Antigüedad tardía. Laham
Cohen atribuye esta reducción
a tres hechos bisagra: a) el pogrom
alejandrino del año 38 d.C., b) la aniquilación
de los judíos (115-117 d.C.)
durante el Imperio de Trajano, y c) la
expulsión de Alejandría del año 415
d.C. ordenada por el obispo Cirilo.
Distintas fuentes epigráficas y papirológicas
con grafía aramea, griega y
hebrea relatan estos eventos y contextualizan
en gran medida el dramático
estado de la colectividad judía. El vacío
dejado por la ausencia de ruinas
de edificios, catatumbas o cementerios
también es indicio de la violencia
oficial. Solo la supervivencia de amuletos
judíos y cristianos denotan que
hubo vida judía en un espacio cultural
compartido, como igualmente se deriva de los textos cristianos de Orígenes
(185-254 d.C.), y del responsable
de la expulsión de la comunidad
alejandrina de los años 414-415, Cirilo
(ca. 370-444).
La historia de los judíos en la tierra
de Israel es analizada por Laham
Cohen en el capítulo 7 (pp. 60-74).
Si bien el autor reconoce que es imposible
resumir la historia tardoantigua
de este pueblo, presenta una
visión general que ayuda a conocer
esta comunidad. Entre los eventos
históricos, recuerda la rebelión judía
liderada por Bar Kokhba y la victoria
romana (132 d.C.), que significó un
duro golpe para las comunidades judías
en Palestina. También menciona
el traslado del centro de la vida judía
de Judea a Galilea. Con respecto a
las fuentes rabínicas, el autor remite
a tres textos clave: a) la Mishná (siglo
III), b) la Tosefta (ca. siglo III), y c) el
Talmud Yerushalmi (ca. siglos IV-V).
Mientras que acerca de la legislación
oficial, nota una creciente segregación
de los judíos después del Codex
Theodosianus, que se profundizó luego
de la aplicación del Código Justiniano
(ca. 529- 534). En cuanto a los
registros arqueológicos y epigráficos,
aprecia que la gran mayoría de las
sinagogas se encontraron en Galilea
(siglos IV y VIII), por lo que confirma
que esa región fue el asentamiento
judío más importante en la Antigüedad
tardía. Respecto a la literatura no
judía, las obras de Jerónimo (ca. 340-420), Libanio (ca. 314-394) y Aurelio
Víctor (ca. 320-390) confieren datos
sobre la situación histórica de los judíos
en tierra israelita. Laham Cohen
trata, por último, sobre la figura del
patriarca judío, cuyo cargo habría
permanecido activo hasta el siglo V.
El capítulo 8 (pp. 75-86) es el último
capítulo de la obra y está ocupado
por el examen de los judíos de Babilonia.
Laham Cohen asegura que no
se encontraron ruinas judías importantes
en esta región. Sin embargo,
resalta el hallazgo de sellos y cuencos
de encantamiento, que contienen escritos
en hebreo, arameo, mandaico
y siríaco, y representan iconografía
judía y persa. A partir de este descubrimiento
plurilingüístico, el autor
deduce que ciertos artefactos, como
los cuencos, no eran exclusivos de los
judíos, sino que eran “inter-confessional
material” (p. 78). Otras pruebas
son cristianas y están contenidas en
los textos de Afraates (ca. 280-345)
y Narsai (ca. 399-502). Dentro de la
literatura rabínica, Bavli es el texto rabínico
distinguido por Laham Cohen
por su valor legal, histórico y geográfico
y, en especial, porque expone datos
sobre la relación entre los rabinos
y el gobierno sasánida. Finalmente,
rescata la figura del Exilarca, un cargo
similar al del Patriarca en la Tierra de
Israel.
El libro cierra con un epílogo (pp.
87-89), donde el autor recupera las
ideas principales de cada capítulo, y
vuelve sobre un interrogante ya planteado
en la introducción de la obra:
“Was there a common Judaism in late
antiquity?” (p. 88). Su respuesta no es
concluyente. Antes bien, sostiene que
hay algunos patrones derivados de los
motivos artísticos y de los fenómenos
de rabinización y hebraización son susceptibles de comparación, pero
reafirma la tesis que atraviesa todo su
libro: una y otra comunidad merecen
un análisis por separado y enfocado
en las particularidades socio-políticas
y religiosas de sus regiones de
pertenencia.
En las páginas restantes, el libro
agrega un apartado titulado “Further
Reading” (pp. 90-93), que es una utilísima
lista de bibliografía muy actualizada,
mencionada o citada durante
el desarrollo del libro, dividida en las
regiones analizadas. Esta selección
antecede a la sección propiamente
bibliográfica (pp. 94-106), que enumera
los títulos de las publicaciones
empleadas por Laham Cohen en el
proceso de redacción de su obra y, especialmente,
en las sustanciosas notas
ubicadas al final de los capítulos.
Tales notas condensan investigaciones
y controversias historiográficas
de importancia capital para los estudios
judíos tardoantiguos.
Finalmente, The Jews in Late Antiquity puede considerarse sin duda
como uno de los estudios más sintéticos
y completos sobre los judíos de
la Antigüedad tardía. Pese a la concentración
de una enorme cantidad
de información en un breve espacio,
consideramos que la centralidad que
Laham Cohen asigna a la historia de
cada comunidad de la diáspora y la
lograda integración de materiales de
diversa procedencia no solo debe ser
objeto de discusión entre los especialistas,
sino que funciona como puntapié
inicial para ahondar en problemáticas
escasamente debatidas por los
prestigiosos autores contemporáneos.
Su lectura, por lo tanto, es imprescindible
tanto para los historiadores
versados en historia judía, como para
el público en general, pues es un documento
fundamental para recuperar
el pasado de una de las colectividades
más importantes de la cultura occidental.