DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2017-2202010

RESEÑAS

 

Franco Durán, María Jesús
El mito de Atalanta e Hipómenes: fuentes grecolatinas y su pervivencia en la literatura española,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2016, 347 págs. ISBN 978-84-00-10079-7, e-ISBN 978-84-00-10080-3

 

por Marta Alesso
[IDEAE, UNLPam – alessomarta@gmail.com]

La tesis doctoral de María Jesús Franco Durán versó sobre la pervivencia del mito de Atalanta e Hipómenes en la literatura española. Fruto de este ingente trabajo fue la publicación de La Atalanta de Gaspar de Ovando –una edición anotada de la comedia compuesta en 1615 por un ignoto autor granadino–, notable aportación a los estudios sobre la tradición mitográfica en España, que vio la luz gracias a la editorial alemana Reinchenberger de Kassel. Quienes conocíamos la exhaustiva recopilación que había realizado la autora de fuentes literarias del mito, griegas y latinas por un lado y en obras españolas por otro, lamentábamos que no se hubiera publicado todavía todo ese material en un corpus al que pudiéramos acceder, disfrutar y eventualmente utilizar en otras investigaciones. Hace dos años se subsanó esta circunstancia porque el Consejo Superior de Investigaciones Científicas decidió financiar la difusión de los resultados de aquella tarea monumental.
El mito de Atalanta está hoy más vigente que nunca. Condenada a morir por no haber nacido varón, fue abandonada en el monte Partenio y amamantada por una osa que le salvó la vida. La heroína es el símbolo de la fortaleza femenina, que gracias a su fuerza de voluntad y a sus denodanos esfuerzos por sobrevivir en un mundo masculino, destaca en las actividades propias de los hombres hasta que de nuevo es admitida en la casa de su padre. Es la única mujer que participa en el viaje de los Argonautas y en la cacería del jabalí de Calidón, expediciones en las que demuestra su valentía. No pierde por ello su capacidad de enamorarse, que trata de inhibir para que no se cumpla el terrible oráculo que predijo que el día en que se casara sería convertida en animal. Impuso entonces la condición para cualquier aspirante a ser su esposo de que debía vencerla en una carrera, situación de imposible cumplimiento, pues aunque Atalanta concediera ventaja inicial a sus pretendientes ella siempre los derrotaba y terminaba dándoles muerte. Inevitable fue que apareciera quien le ganara el corazón y obtuviera la victoria por su astucia y no por la velocidad de sus pies. El atractivo joven se llamaba Hipómenes y consultó a Afrodita antes de correr, la diosa le dio tres manzanas de oro que fue arrojando cada vez que Atalanta quisiera adelantarse en la carrera. Ella se entretenía admirando y recogiendo cada manzana e Hipómenes logra así llegar antes a la meta y obtener a la muchacha en matrimonio. La pareja no pudo contener su amor y entró en el templo de Cibeles, donde tuvieron relaciones. La diosa de la tierra consideró este acto un sacrilegio y transformó a los amantes en dos leones. Después de la metamorfosis los unció a su propio carro y allí permanecen condenados hasta hoy, tal como los vemos representados en la fuente de Cibeles del Paseo del Prado de Madrid.
La primera parte del libro está dedicada a las fuentes mitográficas antiguas (pp. 21-61) y a las medievales y modernas (pp. 61-102). En la segunda, aparecen por orden cronológico obras y autores que recrean el mito en obras escritas en lengua española, desde la Edad Media hasta la actualidad (pp. 103-318). Cierra el volumen un Apéndice (pp. 319-328) con la edición de tres textos inéditos hasta el momento: la Fábula de Atalanta y la Fábula de Adonis, poemas anónimos ambos, y la Favula de Hipomenes i Atalanta de Francisco Nieto de Molina, composiciones todas cuyos manuscritos se pueden localizar en la Biblioteca Nacional de Madrid.
El extenso recorrido por las letras españolas de la segunda parte lleva desde la General Estoria de Alfonso el Sabio hasta una novela corta de José Manuel Laffón ubicada en la época de la dictadura de Franco. Pasa por Marqués de Santillana, la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, las Rimas de Lope de Vega, el mito de Atalanta en Góngora, una composición de Tirso de Molina, un romance de Valentín de Céspedes, unas églogas de José Antonio Porcel y hasta un Diálogo de Rubén Darío, entre muchas otras figuras señeras de la literatura en nuestra lengua romance.
Por una cuestión de espacio y también por interés personal, me voy a referir casi exclusivamente a las fuentes de la Antigüedad clásica. Las fuentes grecolatinas son las que dan la posibilidad de establecer una composición lo más completa posible de la fábula. Es interesante detectar las variantes que ofrecen los distintos autores, para arribar a una síntesis y obtener un relato ensamblado y coherente.
Es sorprendente descubrir que en los primeros registros hay dos Atalantas. Una estaría relacionada con el ciclo arcadio y según esta versión sería hija de Íaso y de Climene. Se trata de la mujer cazadora y arquera, participante en la expedición de los Argonautas, en la cacería del jabalí de Calidón y amada por Meleagro (no por Hipómenes). Otra Atalanta estaría en relación con las leyendas beocias, sería hija de Esqueneo, invencible corredora y obstinada virgen, hasta el momento del famoso certamen pedestre con Hipómenes –o Milanión– en el que la heroína pierde la competición y más adelante la virginidad. No obstante, la mayoría de las fuentes mitográficas posteriores señalan la existencia de una sola Atalanta y entienden la duplicidad como una confusión que deviene de las variantes, sobre todo genealógicas.
En muchas versiones antiguas, Atalanta es sacerdotisa de Ártemis y la acompaña en sus cacerías (pp. 24-26). Ambas permanecen vírgenes, eternamente jóvenes y son el prototipo de la doncella agreste y solitaria, ya que prefieren ocupar su tiempo en los montes y selvas alejadas tanto de los hombres como de los dioses. Así se describe a Atalanta en el Himno a Ártemis de Calímaco, en el escolio al v. 572 de Los siete contra Tebas de Esquilo y en el v. 151 de Fenicias de Eurípides.
La exposición al nacer y amamantamiento por una fiera (pp. 26-28) está referida por Apolodoro (3.9.2) y por Eliano (13.1). Abandonada por su padre, quien deseaba un hijo varón, fue amamantada por una osa hasta que la recogieron unos cazadores. El oso es el animal que representa a Ártemis y es la forma que a veces adopta en sus apariciones. No es extraño, por tanto, que sea una osa la que amamanta a Atalanta y con ello le salva la vida. Existen numerosos ejemplos de recién nacidos que después de ser abandonados por sus padres son alimentados por un animal: también una osa alimentó a Paris durante cinco días (Apolodoro 3.12.5) y otros animales intervienen en la crianza de los niños: una cabra nutrió a Asclepio (Himno homérico a Asclepio; Higino, Fábula 202); una cierva a Télefo, hijo de Auge y Heracles después de haber sido expuesto en el monte Partenio (Apolodoro 2.7.4); Eolo y Beoto, fueron alimentados por una vaca (Higino, Fábula 157; Estrabón 5.265); Meliteo, hijo de la ninfa Otreis y de Zeus fue criado por unas abejas (Antonino Liberal, Met. 13); Neleo y Pelias, por una yegua (Eliano 12.42) y hay muchos ejemplos de niños amamantados por lobas: Rómulo y Remo y otros gemelos, como Parrasio y Licasto y los que destronaron a Tarquecio, rey de Alba.
Que Atalanta participó en la expedición de los Argonautas está registrado por Apolodoro (1.9.16) y Diodoro Sículo (4.41.3) y que fue partícipe en la cacería del jabalí de Calidón está dicho por Sófocles en su Meleagro (obra perdida), si bien interviniendo de manera tangencial. En el Meleagro de Eurípides, la presencia de Atalanta es una pieza fundamental de la tragedia y su participación en la cacería tiene gran importancia, por lo que esta obra se convirtió en modelo para el tratamiento del mito en otros autores.
El amor de Meleagro por la heroína (pp. 32-34) –a pesar de que estaba casado con Cleopatra– está reflejado en los comentarios de Eustacio a la Ilíada de Homero (a 1.544). Ovidio (Metamorfosis 8.324-328) afirma que Meleagro se enamora de Atalanta nada más verla y desea ser su esposo. Le ofrece la cabeza del jabalí y ella se muestra complacida por el obsequio. El resto de los cazadores se ofende (8.430) y la amenazan con violencia, quitándole los despojos de la fiera. La ira de los tíos de Meleagro, que querían para sí el trofeo, es la razón por la que el héroe los mata.
Para algunos mitógrafos la unión amorosa entre Atalanta y Meleagro se consumó y de esta unión nació un hijo, Partenopeo (pp. 34-40), quien más tarde participó en la expedición de los Siete contra Tebas. Estacio, en su Tebaida (4.256-258) dice que Atalanta procuró impedir que su hijo se marchara a la expedición contra Tebas. El bello joven quería ir a la guerra porque tenía afán de grandeza y aspiraba a la fama (4.258-261). Atalanta convenció a su hijo de que abandonara la guerra, le confesó que estaba predestinado a morir entre la confusión de los escuadrones (4.318- 326). Y en efecto, igualmente, Partenopeo recibió una flecha que le quitó la vida (9.878).
Sobre Atalanta obstinadamente virgen, Franco Durán afirma (p. 40) que no hay ningún motivo sobre esta decisión en Hesíodo (frag. 73) donde Atalanta se niega a mantener relaciones con los hombres. En el escolio a v. 532 de Siete contra Tebas de Esquilo conserva su virginidad, pero solo hasta concebir a Partenopeo. Teognis (vv. 1289-1292) dice que Atalanta abandona la casa de su padre para huir del matrimonio y se instala en el bosque sin aludir a ninguna razón. Apolodoro (3.9.2) e Higino (Fábula 185) también presentan una Atalanta virgen. Ovidio (Metamorfosis 10.565 ss.), en cambio, habla de un oráculo que la previno en contra del matrimonio, aunque no le servió de nada querer evitarlo y sucumbió de igual modo. Ovidio (Metamorfosis 10.569) es también quien escribe cuál es la condición que Atalanta impone en la carrera.
Ovidio es indudablemente el mitógrafo más seguido por escritores posteriores en los detalles de la historia. Franco Durán dedica un extenso apartado al mito de Atalanta en Ovidio (pp. 51-61), el poeta de la Antigüedad que más pervivencia ha tenido en las letras españolas. La versión más difundida sobre Atalanta en la historia de la literatura es la que está recreada en las Metamorfosis. En el libro 8 (vv. 261-546) se narra desde la cacería del jabalí de Calidón hasta la metamorfosis de las Meleágrides. El jabalí había sido enviado por Diana por haber sido olvidada en las libaciones de agradecimiento a los dioses por un año de abundancia en las cosechas. Multitud de valientes héroes, entre ellos Meleagro, acuden para dar muerte a la fiera. Atalanta es la única mujer participante y la primera que hiere al cerdo salvaje. Meleagro es quien lo mata definitivamente y decide entregar a Atalanta el lomo y la cabeza del animal con el propósito de compartir su gloria. Los tíos de Meleagro, Plexipo y Toxeo, le arrebatan ese presente con brusquedad y Meleagro les quita la vida. Cuando su madre Altea se entera de la muerte de sus hermanos arroja un tizón al fuego guardado desde al nacimiento de su hijo y Meleagro sucumbe al mismo tiempo que el tizón se quema en la hoguera.
Atalanta reaparece en el libro 10 (vv. 560-707) de Metamorfosis. Aquí, Ovidio no relaciona en ningún momento la Atalanta que participara en la cacería del jabalí de Calidón con la Atalanta que se enfrenta a la carrera con Hipómenes, como si no se tratara del mismo personaje. La historia, en esta ocasión, está contada por Venus a Adonis: tiene el propósito de advertir al amante sobre los peligros que le depararán los bosques y las fieras salvajes si no utiliza la prudencia. El relato es el siguiente: Atalanta, heroína de gran belleza, es una invencible corredora a quien un oráculo le advierte que cualquier unión amorosa le significará la muerte. La joven vive solitaria en medio de las intrincadas selvas pero no puede ahuyentar a la multitud de pretendientes. Confiada en sus facultades, reta a los pretendientes a una carrera pedestre: los vencidos obtendrán la muerte pero el vencedor recibirá como recompensa el matrimonio. Son muchos los que se presentan al certamen y van sucumbiendo cuando Atalanta los vence. Un beocio, Hipómenes, también se enamora de ella y desea probar suerte. Esta vez, la muchacha también se siente enamorada. En la Atalanta de Ovidio está presente el conflicto interno de la heroína, entre la aceptación del amor y el oráculo nefasto, la muchacha lo expresa largamente mediante un monólogo. Cuando la habitual carrera va a comenzar, Hipómenes invoca a Venus, quien, conmovida, le ofrece tres manzanas de oro de su Jardín en la isla de Chipre. Deberá tirarlas de manera intermitente a lo largo de la carrera con el propósito de que Atalanta se detenga a recogerlas. Hipómenes logra la victoria y con ella la boda con Atalanta. Pero el héroe, entusiasmado con su galardón, se olvida de ofrecer a Venus el homenaje del incienso como prueba de agradecimiento. Cuando la pareja pasa junto a un templo de la diosa, esta les provoca un incontrolable deseo amoroso y los amantes se unen en una cueva cercana a un lugar dedicado a la diosa Cibeles. Tal era la pasión, según Ovidio, que hasta las imágenes del templo tuvieron que girar la cabeza para no asistir a semejante espectáculo erótico. Cibeles decide castigarlos por el sacrilegio y los metamorfosea en leones. La historia de Venus y Adonis está relacionada estrechamente con esta, el desgraciado final prepara el escenario para el suceso de la muerte del infeliz Adonis y su posterior metamorfosis.
Luego del análisis de las fuentes grecolatinas, Franco Durán incursiona en una serie de manuales mitográficos que proliferan a partir de la Edad Media. Estas compilaciones de mitología clásica contemplan el mito de Atalanta e Hipómenes de una u otra manera. Partimos así de Adolfo de Orleans, nos zambullimos en las interpretaciones morales de L’Ovide Moralisé, nos sumergimos en las Genealogie deorum Gentilium de Boccaccio y arribamos al puerto del Theatro de los Dioses de la Gentilidad del Padre Fray Baltasar de Vitoria. Ha resultado un viaje apasionante.
Esta síntesis no da cuenta cabal del monumental trabajo sobre las fuentes que ha realizado María Jesús Franco Durán. Si bien fui testigo directa de esta recopilación, no deja de asombrarme aún hoy la cantidad de información –insuperable– que hay en estas páginas sobre el mito de Atalanta e Hipómenes. La búsqueda de los datos se realizó en distintas bibliotecas de Alemania y España, catálogo por catálogo, libro por libro, índice tras índice. Y no solo constan en el libro las fuentes y las consecuentes reflexiones de la autora, sino que hay también una verdadera pesquisa de representaciones en las artes plásticas: pinturas, esculturas y dibujos sobre el tema, diseminados por todos los museos de Europa, figuran con su título y ubicación y constituyen una verdadera fiesta para los sentidos y la imaginación.