DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2018-220207
ARTÍCULOS
Tantum bonam clausulam inpone: suicidio, escritura y (auto)ejemplaridad en Sen., Ep. 77
Tantum bonam clausulam inpone: suicide, writing, and (self)exemplarity in Sen., Ep.77
Soledad Correa
[Conicet - Universidad de Buenos Aires]
[soledad.correa@conicet.gov.ar]
Resumen: Partiendo del supuesto de que, en sus Epistulae, Séneca se apropia activamente del discurso ejemplar, nos proponemos analizar los vínculos entre suicidio, escritura y (auto)ejemplaridad en la Epistulae 77. Nuestra hipótesis es que, a través de la escritura de esta carta, el ego epistolar busca dirigir la atención del lector hacia lo que él considera que debe ser una muerte ejemplar, con vistas a que este modelo perviva en la memoria de la audiencia y así proyecte su propia ejemplaridad hacia el porvenir.
Palabras clave: Séneca; Epistulae; Suicidio; Escritura; (Auto)ejemplaridad
Abstract: Assuming that in his Epistulae Seneca actively appropriates the discourse of exemplarity, we intend to analyze the connections between suicide, writing, and (self)exemplarity in Ep. 77. Our hypothesis is that, through writing this letter, the epistolary ego tries to direct the reader’s attention towards his ideal of an exemplary death, with the aim that this model lasts in the audience’s memory, and thus casts his own exemplarity into the future.
Key words: Seneca; Epistulae; Suicide; Writing; (Self)exemplarity
En general, los estudiosos
están de acuerdo
en datar las 124 Epistulae
morales1 de Séneca
que han llegado hasta
nosotros (en 20 libros)
en el período comprendido
entre el ocaso de su influencia
en la corte de Nerón en el año 62 (o
63) y su muerte, en el año 65 d. C2.
La colección está dirigida en su totalidad
a un único destinatario, Lucilio,
un miembro del orden ecuestre a quien Séneca dedicó también De
prouidentia y Naturales Quaestiones.
Ciertamente, encontramos correspondencias
generales entre los temas
abordados por las Epistulae y el retrato
del retiro y muerte de Séneca que
nos presenta Tácito en los libros 14
y 15 de sus Annales3. Con todo, tales
resonancias bien podrían tener que
ver con el intento del historiador de
caracterizar a Séneca de acuerdo con
la imagen de sí que éste proyecta en
su epistolario. Y esta imagen se distingue
precisamente por la voluntad
expresa de apartarse del mundo, de
su contexto histórico y confinarse en
un “universo cerrado” (Squillante,
2003). En este sentido, Séneca redefine
el género epistolar en expresa
contraposición al modelo de la carta
ciceroniana4, a la que caracteriza
como una suerte de boletín sobre
asuntos comerciales y políticos5, y alinea sus epístolas exclusivamente con
la vida filosófica. Incluso aceptando la
posibilidad de que se trate de cartas
ficticias6, compuestas para ser publicadas
y dirigidas a una suerte de alter
ego7, la colección epistolar senecana
resulta notable por su silencio8 respecto
del contexto socio-histórico en
el que se inscribe y por suprimir todo
lo que su autor experimentó durante
los años que estuvo en la cima del poder
político9. No obstante, las Epistulae Morales son la obra más fecunda
en detalles autobiográficos de todo
el corpus senecano, pues existe una
suerte de imperativo genérico para la
carta y es que ésta debe dejar entrever
el ethos del escritor10. Sin embargo,
en la colección epistolar senecana lo
anecdótico y lo biográfico –sea que se
trate de la propia vida del escritor o
de sucesos de la vida del destinatario
o de otros amici11– sólo irrumpen, según
veremos, a condición de que sean
ejemplares12.
Las frecuentes referencias al suicidio13
y los exempla que Séneca proCoincidipone
de esta práctica son un aspecto
de sus textos que ha perturbado y
fascinado a varios lectores14. Una vía posible para explicar esta recurrencia
es recordar que, bajo el principado, a
medida que los aristócratas romanos
se vieron excluidos de poder adquirir
fama cívica u obtener gloria militar,
la muerte como proceso pareció
convertirse en una nueva arena para
el ejercicio de una uirtus cuasi marcial
(Edwards, 2007: 7). De acuerdo
con Habinek (2000: 288), como resultado
de la influencia de la filosofía
helenística, mientras que las connotaciones
militares de uirtus se fueron
debilitando, sus valencias éticas se
ampliaron y profundizaron. Así, en
Séneca, la resistencia frente los reveses
de la Fortuna y, en particular, el
modo en que cada individuo enfrenta
su propia muerte se convertirán en
las situaciones prototípicas donde la
uirtus puede ponerse en práctica y a
prueba.
De manera general, las descripciones
de muertes autoinfligidas presentes
en los textos latinos invitan al
lector a visualizar la escena y al sujeto
moribundo, envuelto en un acto final
de autopresentación15, que apunta
a preservar una imagen ejemplar de
quien muere. En la colección epistolar
senecana, el ego epistolar se presenta consistentemente abocado a la tarea
de reflexionar sobre su propia mortalidad16
y, a menudo, esta indagación
se da en el marco del relato de agonías
prolongadas o muertes autoinfligidas
y las condiciones que hacen que estas
últimas resulten moralmente deseables.
De acuerdo con esto, partiendo
del supuesto de que en sus Epistulae
Séneca se apropia activamente del
discurso ejemplar, práctica cultural
clave para la construcción de la memoria
en Roma (Roller, 2018), nos
proponemos aquí analizar los vínculos
entre suicidio, escritura y (auto)
ejemplaridad en la Ep. 77. Nuestra
hipótesis es que, a través de la escritura
de esta carta, el ego epistolar busca
dirigir la atención del lector hacia
lo que él considera que debe ser una
muerte ejemplar, con vistas a que este
modelo perviva en la memoria de la
audiencia y así proyecte su propia
ejemplaridad hacia el porvenir17. De
hecho, esta relación con la posteridad a través de la escritura se construye
desde el inicio mismo de la colección
–concebida para ser publicada, como
sabemos–, cuando el ego epistolar
enfatiza su alejamiento de los asuntos
públicos con el fin de poder ser útil a
muchos18.
La Ep. 77 comienza por presentar
un retrato del ego epistolar que,
luego de destacar su desapego frente
a los asuntos corrientes de la vida y
su inmunidad frente a los vaivenes de
la fortuna, introduce la idea de que la
vida no es un camino que necesite ser recorrido hasta el final (§§1-4). Para
ilustrar este punto, el ego epistolar
ofrece a la consideración de Lucilio
una breve narración (fabella, §§5-10)
sobre la muerte voluntaria (mors…
uoluntaria, §7) de Tulio Marcelino19.
Concluida la parte anecdótica y hasta
el cierre de la carta (§§11-20), el ego
epistolar exhortará vívidamente a Lucilio
(y al lector) a aceptar la muerte
como uno de los deberes de la vida.
Los dos párrafos iniciales, que describen
la llegada de las naves mensajeras
procedentes de Alejandría,
permiten introducir la problemática
fundamental de la carta, que es la
meditación del ego epistolar sobre la
muerte20:
In hoc omnium discursu properantium ad litus magnam ex pigritia mea sensi uoluptatem, quod epistulas meorum accepturus non properaui scire quis illic esset rerum mearum status, quid adferrent: olim iam nec perit quicquam mihi nec adquiritur. Hoc, etiam si senex non essem, fuerat sentiendum, nunc uero multo magis: quantulumcumque haberem, tamen plus iam mihi superesset uiatici quam uiae, praesertim cum eam uiam simus ingressi quam peragere non est necesse21.
Nótese el contraste que aquí se
establece entre el ego epistolar y la
multitud que se agolpa en el puerto
para recibir noticias, enfatizado por
el empleo del mismo verbo propero
con valencias opuestas (omnium
properantium / non properaui). Esto
refuerza la imagen de distancia del
vulgo22 que el ego epistolar ha ido
construyendo de sí mismo desde el
comienzo de la colección23. Adviértase,
asimismo, que el ego epistolar
señala que este desapego de los asuntos
mundanos le produce uoluptas,
mismo término que, según veremos,
utilizará T. Marcelino para describir
lo que experimenta en sus momentos
finales24, con lo cual comienza a trazar
un paralelo entre su propia experiencia
y la de este personaje. Por otra
parte, aquí, al igual que en otras cartas,
se encuentra exacerbado el rasgo
‘senectus’25, que lo coloca en una posición
de observador autorizado para
pronunciarse sobre el tema central de
la carta. Este rasgo, según veremos, al
igual que la enfermedad, serán otros
elementos en común entre el ego
epistolar y Marcelino.
De manera consistente con esta
caracterización, a continuación el
ego epistolar procede a plantear indirectamente
el tema de la muerte
voluntaria (uoluntaria mors), caro
a la particular apropiación senecana
del estoicismo romano, en tanto
la aceptación del deber de morir (ex
uitae officiis, §19) constituye un gesto
decisivo a la hora de demostrar que el
temor a la muerte, uno de los principales
obstáculos para la posesión de
una mente equilibrada (aequabilitas),
ha sido vencido. Este tema es ilustrado
con la analogía que el ego epistolar
traza entre el viaje literal de los barcos
que se acercan al puerto y el viaje de
la vida, cuya inicial similitud deviene
inmediatamente contraste, en tanto la vida constituye un camino que no es
necesario recorrer hasta el final:
Iter inperfectum erit si in media parte aut citra petitum locum steteris: uita non est inperfecta si honesta est; ubicumque desines, si bene desines, tota est26.
Si bien aquí se prefigura otra importante analogía que el ego trazará, según veremos, en el final de la carta, entre la vida y la escena (§20), este pasaje pone el énfasis en la dimensión cualitativa antes que cuantitativa de la duración de la vida27. Seguidamente, como principal modo de argumentación, el ego epistolar ofrece a la consideración de Lucilio una breve narración (fabella) sobre la muerte voluntaria (mors… uoluntaria, §7) de Tulio Marcelino, a quien el ego epistolar asignará estatuto ejemplar (§10)28:
Tullius Marcellinus, quem optime noueras, adulescens quietus et cito senex, morbo et non insanabili correptus sed longo et molesto et multa imperante, coepit deliberare de morte. Conuocauit complures amicos. Unusquisque aut, quia timidus erat, id illi suadebat quod sibi suasisset, aut, quia adulator et blandus, id consilium dabat quod deliberanti gratius fore suspicabatur29.
Como es típico en varios textos
latinos, la muerte es aquí presentada
como un espectáculo edificante que
constituye un acto social de comunicación
con los vivos (Edwards,
2007: 5)30. Es importante señalar que,
si bien en esta carta, al igual que en
la Ep.30, que presenta la agonía prolongada de Aufidio Baso31, el ego
epistolar se configura como observador/
evaluador de las actuaciones de
los demás, aquí no nos indica si fue
testigo directo de la muerte de Tulio
Marcelino o si se trata de una historia
que le refirieron. El empleo del término fabella parece sugerir lo segundo32.
Frente a la influencia externa evidentemente
negativa de los amici de
T. Marcelino, cuya filiación filosófica
al no especificarse se colige que es
nula, se destaca el papel central que
en esta fabella se le asigna a “nuestro
amigo estoico” (amicus noster Stoicus,
§6), presentado en términos extremadamente elogiosos por el ego epistolar
(homo egregius…uir fortis ac strenuus,
§6), quien aparece como el único que
exhorta a Marcelino a despreciar la
vida. De esta manera, el ego epistolar
nos ofrece el discurso directo de este
último y le hace pronunciar palabras
cuya tónica no es muy diferente, según
advertiremos, de las que vierte él
mismo en la exhortación que ocupa
el resto de la carta (§§10-20):
‘noli, mi Marcelline, torqueri tamquam de re magna deliberes. Non est res magna uiuere: omnes serui tui uiuunt, omnia animalia: magnum est honeste mori, prudenter, fortiter. Cogita quamdiu iam idem facias: cibus, somnus, libido –per hunc circulum curritur; mori uelle non tantum prudens aut fortis aut miser, etiam fastidiosus potest’33.
Aquí podemos ver cómo, en su exhortación, este filósofo estoico utiliza la metáfora a la manera senecana, es decir, como un instrumento para ayudar a T. Marcelino a alcanzar la visión correcta de las cosas (estar vivo en realidad es algo que compartimos con criaturas de baja condición), a fin de “traducirlas” y verlas como lo que “en realidad” son (la muerte no es algo negativo, sino una oportunidad para mostrar elevadas cualidades)34. Su discurso directo se cierra enfatizando la insignificancia de la vida en sí misma y el hecho de que en ella las mismas cosas ocurren una y otra vez hasta el fastidium. Aquí podemos ver un eco de la Ep.24.26, en la que el ego epistolar fustiga a aquellos fastidiosi a los que el taedium uitae empuja al suicidio35. El argumento según el cual la vida con el paso del tiempo produce hartazgo será utilizado también por el ego epistolar más adelante en esta misma carta36. De esta manera, los consejos dirigidos a Lucilio (y al lector) no emanan de un solo magister, sino de un par de adeptos a la filosofía estoica, dos magistri que articulan una sola voz. Esta estrategia apunta a reforzar la auctoritas de las afirmaciones vertidas, lo que nos permite deducir la importancia que el ego epistolar asigna a este tema. A continuación, se destaca el papel de director que este Stoicus amicus desempeña en la puesta en acto (y en escena) del suicidio de T. Marcelino:
Non opus erat suasore illi sed adiutore: serui parere nolebant. Primum detraxit illis metum et indicauit tunc familiam periculum adire cum incertum esset an mors domini uoluntaria fuisset; alioqui tam mali exempli esse occidere dominum quam prohibere. Deinde ipsum Marcellinum admonuit non esse inhumanum, quemadmodum cena peracta reliquiae circumstantibus diuidantur, sic peracta uita aliquid porrigi iis qui totius uitae ministri fuissent. Erat Marcellinus facilis animi et liberalis etiam cum de suo fieret; minutas itaque summulas distribuit flentibus seruis et illos ultro consolatus est37.
Según se advierte, para que T. Marcelino mantenga su estatuto como exemplum no debe requerir de exhortación sino de ayuda. Vemos también cómo el Stoicus amicus establece una suerte de protocolo o etiqueta para el trance final de Marcelino, que, como ya adelantamos, configura al suicidio como un acto social de comunicación con los vivos cuya característica central es su carácter edificante (exempli). Asimismo, se trae a colación el popular cliché filosófico de la vida como un banquete38, es decir, con un proceso estructurado con una conclusión inevitable. Hasta aquí podemos notar que esta fabella actualiza todos los lugares comunes presentes en las narraciones de suicidios en época imperial39, esto es, el carácter teatral y social (hay presencia de amici, intentos de disuasión), la ostensible calma de la víctima (Marcelino muestra una total ausencia de temor a la hora de hacer frente a la muerte e incluso está dispuesto a consolar a quienes lo rodean) y, por último, el matiz filosófico, dado por la presencia del Stoicus amicus que, como director de facto de esta fabella, suministra el guion que Marcelino debe actuar en su trance final:
Non fuit illi opus ferro, non sanguine: triduo abstinuit et in ipso cubiculo poni tabernaculum iussit. Solium deinde inlatum est, in quo diu iacuit et calda subinde suffusa paulatim defecit, ut aiebat, non sine quadam uoluptate, quam adferre solet lenis dissolutio non inexperta nobis, quos aliquando liquit animus40.
La mención de la espada a través de una sinécdoque (ferro) evoca la muerte de Catón, cuyo suicidio a fines del período republicano llegó a convertirse en el arquetipo de la muerte romana. Su acto de autodestrucción –doloroso, sangriento, infligido con una espada– pasó a ser una fuente de inspiración o punto de comparación para otros miembros de la aristocracia41. Sin embargo, aquí la alusión al exemplum de Catón solo sirve para resaltar, por contraste, la ejemplaridad de la muerte incruenta (non sanguine) de Marcelino. Su disposición serena, combinada con la prolongada resolución (diu) que requiere la muerte por inedia, a la que se añade el decorum por haber elegido un tipo de muerte ajustada a sus circunstancias42, colaboran en el mismo sentido. Además, como ya adelantamos, es digno de nota el hecho de que el ego epistolar destaca que la muerte de Marcelino se dio incluso con placer (uoluptas), en un ligero desfallecimiento (lenis dissolutio) que el propio ego epistolar afirma conocer bien (non inexperta nobis)43. Como ya adelantamos, la enfermedad y el envejecimiento prematuro (morbo; cito senex, §5) permiten considerar a Marcelino como una suerte de doble textual del ego epistolar. En el cierre de esta fabella, el ego epistolar vuelve a resaltar su ejemplaridad:
In fabellam excessi non ingratam tibi; exitum enim amici tui cognosces non difficilem nec miserum. Quamuis enim mortem sibi consciuerit, tamen mollissime excessit et uita elapsus est. Sed ne inutilis quidem haec fabella fuerit; saepe enim talia exempla necessitas exigit. Saepe debemus mori nec uolumus, morimur nec uolumus44.
Como puede advertirse, otro elemento
en común entre el ego epistolar
y Marcelino es la apelación al
discurso consolatorio45. Es decir, al
final de la fabella constatamos que la
perspectiva del ego epistolar es doble,
pues no sólo posee puntos de contacto
con el Stoicus amicus, que oficia
de dramaturgo de la uoluntaria mors de Marcelino, sino también con el
propio actor de la fabella-exemplum,
todo lo cual contribuye a encarecer su auctoritas a la hora de pronunciarse
sobre este tema.
A modo de recapitulación, es importante
precisar que al referir esta fabella el ego epistolar se apropia de
las cuatro operaciones –a la vez secuenciales
y cíclicas–, que, según
Roller (2018: 1-31), caracterizan al
discurso de la ejemplaridad romana,
esto es, (1) acción, (2) evaluación, (3)
conmemoración y (4) establecimiento
de una norma o modelo que invite
a realizar nuevas acciones moralmente
valiosas en el futuro. En efecto, el
hecho de que, según propusimos, esta fabella sea la reconstrucción de una
historia que le refirieron encarece su
importancia, ya que implícitamente
se nos sugiere que ha sido doblemente
rescatada del olvido. Asimismo, al
volver a referir este relato el ego epistolar lo reevalúa y elige sus propios
énfasis. Así, vimos cómo se construye
en el texto no como un mero testigo
ocular, cuyo punto de vista quedaría
limitado a las apariencias, sino que
desdobla su perspectiva a fin de proyectarse
en los dos personajes principales
de este relato, esto es, T. Marcelino
y el Stoicus amicus, lo que le
permite apropiarse de las operaciones
(1) y (2). Por otra parte, el ego epistolar
convierte su reevaluación en una
conmemoración textual de la muerte
ejemplar de Marcelino (3), que establece
una norma o modelo de lo que
una buena muerte debe ser (4). Constituye
un signo de los tiempos y una
diferencia importante entre los contextos
republicano (el modelo de Roller
se apoya fundamentalmente en
la obra de Livio) e imperial este énfasis
en la muerte como el locus de la
ejemplaridad y la imitación. Lo que es
posible realizar en términos ejemplares
se circunscribe ahora a contextos
privados (in ipso cubiculo, §9), autocentrados,
y especialmente a la forma
en que es posible abandonar la vida46.
La exhortación del ego epistolar,
cuyo eje vertebrador es la necesidad
de aceptar que uno de los deberes de
la vida es también el de morir (§19),
se desarrolla entre los párrafos 10 a
19, hasta que en el final de la carta se
retoma la idea de la fabella a partir de
la analogía uita/fabula:
Quomodo fabula, sic uita: non quam diu, sed quam bene acta sit, refert. Nihil ad rem pertinet quo loco desinas. Quocumque uoles desine: tantum bonam clausulam inpone. Vale47.
La importancia de la noción ética
y estética del “buen final” no es presentada
aquí en un mero nivel teórico,
sino que el lector ha asistido a una obra
breve (fabella)48 en el marco de esta
misma carta, que ha ilustrado lo que es
un buen final, protagonizada por Marcelino
y dirigida por el Stoicus amicus.
Ahora bien, como apunta Wilson
(2004: 97), la implícita poética senecana
que aquí se sugiere está a contramano
de lo planteado por Aristóteles
en Poetica, 1450b 23-27. En efecto, a
diferencia de Aristóteles, el ego epistolar
propone aquí que lo que importa
en una pieza no es que represente una
única acción completa sino que cada
parte de ella sea bien representada,
desestimando la extensión o unidad
de la totalidad. Y, de manera más importante,
rechaza la noción de unidad dramática, en tanto de acuerdo con el
planteo que hace aquí el ego epistolar
no hay necesidad de que exista un comienzo,
medio y fin, ya que, como se
afirmó al inicio de la carta, cualquier
momento es bueno para terminar, sea
que se trate de una obra literaria o de la
vida, a condición de que uno realice un
gesto de cierre que resulte apropiado49.
Más aun, el ego procede a poner en
acto su posición teórica sobre el cierre
y para probar que éste está siempre a
mano inmediatamente a continuación
cierra la carta (Vale). Con esto, se establecen
relaciones intratextuales con
otros pasajes del epistolario, donde es
recurrente la idea de que el cierre de la
carta permite ensayar el cierre o final
de la vida y, así, quien sabe cerrar una
carta sabrá poner fin a su vida. Es decir,
se traza una continuidad entre vida
y escritura, con lo cual se sugiere que
mientras haya escritura habrá vida50. De hecho, como observa Mazzoli
(1989: 1850), el cierre de la colección
epistolar senecana en algún momento
luego del perdido libro vigesimosegundo
citado por Aulo Gelio (NA 12.2)
debe de haberse producido como resultado
de la muerte de Séneca. O por
lo menos esta es la impresión que Séneca
contribuyó a forjar con su analogía
entre la continuidad de la escritura
y la continuidad de su vida.
La confrontación con la muerte
constituye una prueba definitiva del
progreso que cada uno ha hecho en
el camino hacia la sapientia, de allí
la importancia que este tema tiene a
lo largo de la colección. Hemos visto
cómo, al narrar la historia de Marcelino,
Séneca se apropia de las cuatro
operaciones que caracterizan al discurso
de la ejemplaridad en Roma.
Ahora bien, Roller (2018) señala
que una de las características definitorias
de la ejemplaridad romana es el
hecho de que el agente aspira, al imitar
exempla anteriores, a convertirse
en exemplum él mismo51. A nuestro
juicio, la manera en que Séneca consigue
cerrar el círculo de la ejemplaridad
se resuelve únicamente en un nivel
textual. En efecto, Séneca no puede
escribir su propia muerte ejemplar,
solo puede dejar un registro textual
de lo que él considera que una muerte
modélica debe ser y esperar que
otros (Tácito)52 la escriban tomando en cuenta el modelo que Séneca ha
construido. Según hemos visto, la
escritura de esta carta le permite proyectarse
no sólo como el actor ejemplar,
sino también como su director/
evaluador y, por lo tanto, constituye al
mismo tiempo una suerte de ensayo
textual de su propia muerte, enfatizado
por el hecho de que escribir cartas
lo ha preparado para terminar (textos
= la vida) en el momento oportuno53.
Es decir, la escritura de las Epistulae
permite que el ego epistolar pueda
ofrecer al lector simulacros de cierre
en el marco de un texto que se define
por la repetición (una carta sigue a la
otra), pero que, a diferencia de lo que
ocurriría con otro género (por ejemplo,
una tragedia) puede terminar en
cualquier momento. Ahora bien, el
ego epistolar logra con la escritura de
esta carta dirigir la atención del lector
hacia su propia ejemplaridad, no sólo
por saber explotar estas características
formales del género para meditar
sobre su propia mortalidad, sino también
por haberse proyectado a sí mismo
en lo que constituye un registro
textual de una muerte modélica. De
esta manera, sometiéndose a la lógica
retrospectiva-prospectiva del exemplum,
que liga descripción a prescripción,
el ego epistolar asegura la
continuidad entre pasado y futuro, y,
en la evocación textual de una muerte ejemplar como la de Marcelino, él
mismo proyecta su propia ejemplaridad
hacia el porvenir.
Notas
1 Sobre las cartas de Séneca en general, cfr. Faider (1921); Cancik (1967); Russell (1974); Cugusi (1983: 195-206); Hachman (1995); Schönegg (1999); Wilson (1987, 2001); Henderson (2004); Inwood (2007: 133-148). El término epistulae morales probablemente pertenece al propio Séneca, cfr. Cugusi (1983: 196), quien cita, a su vez, el testimonio de Aulo Gelio (NA praef. 9.12.23).
2 Cfr. Griffin (1992: 353), quien opta por la cronología reducida (año 63) y Mazzoli (1989).
3 Cfr., especialmente, Schönegg (1999: 25-26, n.30; 27, n. 35) y Abel (1985).
4 Si bien Séneca compara sus cartas a Lucilio con las cartas que Cicerón dirige a Ático (Sen., Ep.21.4-5), Cicerón funciona sobre todo como un anti-modelo. Cfr., en este sentido, Lana (1991: 260-61); Cugusi (1983: 201-205).
5 Cfr. Ep. 118.1-2. Séneca, en la elección del género carta, subvierte las expectativas de lectura que la retórica epistolar ciceroniana había contribuido a forjar al hacer colisionar forma y función, en tanto la carta era un género tradicionalmente utilizado para llevar adelante y sostener las relaciones interpersonales a distancia en época republicana, es decir, la forma “carta” estaba asociada a esa particular función. En cambio, nuestro autor utilizará el género epistolar como un instrumento para hacer filosofía y promover la auto-reflexión. Cfr., en este sentido, Wilcox (2012: 117).
6 No tenemos detalles sobre el grado de ficcionalidad del epistolario ni sobre la forma en que las cartas circularon por primera vez. A propósito de la ficcionalidad de la colección, cfr. Griffin (21992: 416-19) y Abel (1981). Para la opinión según la cual las cartas son una edición pulida de cartas genuinas, cfr. Lana (1991); Cugusi (1983: 202). La división en libros se remonta a la Antigüedad (cfr. NA 12.2.2-13), pero la bifurcación de la colección en Epp.1-88 y 89-124 es medieval, cfr. Reynolds (1965: 17). Como advierte Inwood (2007: 134), la probable pérdida de cartas entre las Epp. 88 y 89 hace que el actual estado de la correspondencia se considere mutilado.
7 Lucilio es caracterizado como alguien ligeramente más joven que Séneca, en proceso de retirarse de la vida política, cultor entusiasta la de filosofía, escritor de libros y cartas, y lector de los mismos textos que Séneca. Algunos estudiosos consideran que se trata de una ficción creada por Séneca a partir de un juego con su propio praenomen, Lucius (e.g., Wilson, 2015: 151, n.5).
8 Para un excelente análisis del alcance político de este silencio en las Epistulae, cfr. Wilson (2015). Coincidimos con Veyne (2003: 162) en que el hecho de que borrar la política de los textos puede ser considerado en sí mismo como un acto político. Cfr., asimismo, Gunderson (2015: 8).
9 Con todo, Gibson (2012) muestra muy bien que, aplicada a los epistolarios antiguos, la expectativa moderna de que una colección de cartas personales refleje una narrativa histórica o biográfica está mal orientada.
10 Cfr. Muñoz Martín (1985: 88). En el De elocutione (227), obra atribuida erróneamente a Demetrio de Falero, se menciona también esta característica de la carta. Sobre este tratado, cfr. Malherbe (1988).
11 Para hechos de la vida de Lucilio, cfr. Sen., Ep.28 y 47; para episodios de la vida de otros amici, cfr., e.g., Sen., Ep. 27.5; 30; 55.2-7; 101.
12 En esto se opone explícitamente a Cicerón, cfr. Sen., Ep.118.1-2. Como apunta Griffin (21992: 5), “(…) he is more concerned to offer the public examples of the moral preacher, the pedagogue, the struggling student, the zealous convert, than to portray his real relationship with his addressee Lucilius, or record his own moods”.
13 Es importante aclarar que no hay una palabra en latín para referirse al suicidio y, por lo tanto, a la hora de dar cuenta de la realidad de darse muerte a sí mismos los romanos empleaban la frase uoluntaria mors (Griffin, 1986). Así y todo, los suicidios en Roma tenían un carácter teatral y social, lo que marca un fuerte contraste con el típico suicidio de las sociedades modernas, esto es, un acto solitario que expresa desesperación o miseria (Griffin, 1986). Coincidimos con Hill (2004: 11) en que el término “suicidio” puede conservarse a condición de que se aclare que “(…) in the Roman context the word is used to refer not just to self-inflicted deaths, but, more broadly, to deaths with honor implications in general”.
14 Cfr. Griffin (21992: 367-388). Evenepoel (2004: 217): “No other Stoic before Seneca devoted comparable attention to the problem of self-killing. What is more, of all Greek and Roman philosophers Seneca was the one who concerned himself most intensively with this question. Some have even spoken of an obsession and have called him ‘the pre-eminent philosopher of suicide’”. Hill (2004: 146): “It is no exaggeration (…) to assert that Seneca is obsessed with suicide. Reference to the act recurs with an almost monotonous regularity in both his philosophical and dramatic works”. Según Griffin (21992: 384), esta insistencia “(…) need(s) to be seen as part of his project to overcome the fear of death”. Cfr. Sen., Ep.70, carta en la que se discute sistemáticamente el tema del suicidio (su análisis excede los límites de este trabajo y, por ende, será objeto de un estudio posterior). Recordemos que el estoicismo de época imperial, al menos tal y como Séneca lo presenta, parece respaldar e incluso alentar el suicido en ciertas circunstancias. En Séneca la muerte se asocia con el concepto de libertas, que implica una total independencia de la persona de todas las pasiones y de todos los deseos equivocados (Bobzien, 1998: 339). Esta relación entre mors y libertas es desarrollada en la Ep.26: ‘meditare mortem’; qui hoc dicit, meditari libertatem iubet (26.10). Si bien el suicidio es caracterizado varias veces en la obra senecana como libertatis uia (e.g., Ep.70.14), en tanto en ocasiones se ofrece como posibilidad de escapar de situaciones de opresión, Séneca no alienta al suicidio en cualquier circunstancia e incluso lo desaconseja completamente en otras (Sen., Ep. 78.1-2: aliquando enim et uiuere fortiter facere est). A diferencia de su sobrino Lucano, para quien la muerte es la expresión suprema de la virtud y el principal camino hacia la libertad, Séneca siempre pone el foco (incluso en las tragedias) en el suicidio como resultado de una decisión o cálculo racional (Griffin, 21992: 367, n. 3).
15 Cfr., por ejemplo, Sen., Ep.24.6-8, donde se evoca el suicidio de Catón el Joven. Para las connotaciones políticas de esta muerte, cfr. Edwards (2007: 114-116) y Ker (2009: 78-85).
16 La muerte constituye un tema predominante en un número significativo de cartas. De hecho, la primera carta de la colección, de valor programático, enfatiza la necesidad de comprender la muerte no como una experiencia lejana, sino como un hecho cotidiano (se cotidie mori, Sen., Ep.1.2). Luego, la Ep.4.3 afirma que es imposible tener una mente serena a menos que se logre despreciar la muerte. La Ep.12.6 sostiene que jóvenes y viejos deben contemplar la posibilidad de la muerte y cartas subsiguientes desarrollan este tema detalladamente.
17 Nussbaum ha caracterizado la colección epistolar senecana como “one long rich exemplum” (1994: 430). Cfr., asimismo, Mayer (2008). Cfr. Ker (2009: 152): “Seneca (…) uses the epistolary series to play out the end stages of his life and the beginnings of a posthumous identity”.
18 Cfr., e.g., ut prodesse pluribus possem (Ep.8.1); posterorum negotium ago (Ep. 8.2); habebo apud posteros gratiam (Ep. 21.5). En un sentido, podemos pensar que el retiro desde el que escribe estas cartas coloca a Séneca en una situación muy semejante a su exilio (41-49 d.C.), en el que mantuvo una presencia pública escribiendo diversas obras, que si bien en ocasiones estaban dirigidas a individuos específicos, en realidad buscaban ser leídas por un público más amplio. Cfr., en este sentido, Habinek (2000: 286-287): “Today we are inclined to see the circulation of a written text as loosening the connection between author and reader, as situating the work in a more or less anonymous marketplace of ideas. But in the Roman world, especially in the early empire, where the circulation of texts seems to have increased and widened in parallel with the physical mobility and circulation of elite readers, writing paradoxically sought to draw the reader closer to the figure of the author. (…) we might imagine it (…) if we (…) recall that reading in the Roman world, especially the reading of literature, is by and large a process of performance of the authorial persona. Young boys are taught to make the text of Vergil or Terence or Cicero their own by punctuating, glossing, interpreting, all with an eye toward reperformance, what we may call recitation, in front of teachers, classmates, and sometimes a wider audience”.
19 Se trata de un personaje desconocido, a quien Boella (1975: 80, n.23) identifica con el mencionado en la Ep.29.1-8.
20 El texto utilizado es el de la edición de L.D. Reynolds (1965). Las traducciones son propias.
21 Sen., Ep.77.3: “En medio de esta carrera de todos los que se apresuraban hacia la costa sentí gran placer por mi indolencia, puesto que, habiendo de recibir cartas de los míos, no me apresuré por saber cuál era allí el estado de mis asuntos, ni qué noticias me traían. Hace ya tiempo que no pierdo ni gano nada. Este sentimiento habría de tenerlo, aunque no fuese un anciano, pero ahora con mucho más razón: por poco que tuviera, con todo, me quedaría ya más viático que camino, principalmente cuando estamos embarcados en un camino que no es necesario recorrer hasta el final”.
22 Cfr. Sen., Ep.8.2: secessi non tantum ab hominibus sed a rebus, et in primis a meis rebus: posterorum negotium ago.
23 A su vez, esta imagen del ego epistolar nos recuerda el topos lucreciano que pone el foco en la contemplación de la tormenta desde un lugar seguro (Lucr. 2.7-13). Al igual que en Lucrecio, puede pensarse que aquí la inicial distancia horizontal entre actores y espectador deviene distancia vertical, en la medida en que el ego epistolar contempla desde lo alto de su serenidad a los pobre mortales: cfr. Berno (2015: 109).
24 Cfr. Sen., Ep.77.9: (…) calda subinde suffusa paulatim defecit, ut aiebat, non sine quadam uoluptate (…). En su sentido filosófico estricto, el término uoluptas designa una pasión y es objeto de crítica en diversas cartas, en tanto se utiliza para referirse al placer estético desprovisto de una dimensión ética: e.g., uitium esse uoluptatem credimus (Sen., Ep. 59.1); relinque corporis atque animi uoluptates, molliunt et eneruant (Ep. 84.11). Sin embargo, aquí, como en otras ocasiones, no está empleado con valor negativo, cfr. Borgo (1998, s.u. uoluptas).
25 Vale recordar que en las Epistulae este rasgo es construido como una suerte de atributo de quien escribe, que, por añadidura, remite al nombre propio del sujeto empírico “Séneca”. Cfr., en este sentido, Ker (2009). Para otra carta donde este rasgo es especialmente conspicuo, cfr. Sen., Ep. 12.
26 Sen., Ep.77.4: “Un itinerario quedará incompleto si uno se detiene a mitad del recorrido, o antes del término fijado; la vida no queda incompleta cuando es honesta. En el punto en que uno termine, si termina bien, queda consumada”.
27 Cfr., asimismo, Sen., Ep.70.5.
28 La eficacia de los exempla para la parénesis filosófica es destacada desde las primeras cartas de la colección (Sen., Ep.6.5: longum iter est per praecepta, breue et efficax per exempla), en tanto éstos, incluso cuando son evocados verbalmente, tienen un impacto visual, apelan a nuestros ojos. Cfr., en este sentido, Langlands (2014: 234): “(…) exempla are themselves a means of reifying abstract values, and of bridging the gap between the abstract and the real, between the moral generalisation and the life of the individual”. A diferencia de lo que ocurre en las tragedias y en sus otras obras en prosa, en las Epistulae, a excepción de las Ep. 24 y 71, Séneca hace poco uso de exempla históricos y trae a colación exempla recientes (Hill, 2004: 156; Mayer, 2008: 367-368). Esto puede tener como objeto mostrar no sólo que los exempla no son piezas de museo (cfr. Sen., Ep.98.13, donde el ego epistolar se exhorta a sí mismo y a su destinatario a convertirse en exempla), sino que incluso en ocasiones los modelos más efectivos pueden ser los que se encuentran en la propia comunidad, ya que éstos pueden ser observados y admirados en persona.
29 Sen., Ep.77.5: “Tulio Marcelino, a quien conociste muy bien, joven tranquilo, envejecido prematuramente, tras ser atacado por una enfermedad ciertamente no incurable, pero larga, molesta y que exigía mucha atención, comenzó a deliberar sobre la muerte. Reunió numerosos amigos. De éstos, unos, puesto que eran tímidos, le aconsejaban aquello que se hubieran aconsejado a sí mismos; otros, por aduladores y lisonjeros, le aconsejaban aquello que sospechaban sería más grato a sus deliberaciones”.
30 Cfr. Edwards (2007: 144): “Dying, for Roman writers, is (…) not a private act but one which should properly take place in front of an audience”.
31 Es interesante la comparación con esta carta en tanto en la Ep.30 el ego epistolar alaba al anciano Baso por enfrentar con coraje su deterioro físico sin recurrir al suicidio, mientras que en la presente carta sostiene que la decisión del adulescens Marcelino, aquejado por una enfermedad severa pero no incurable, fue la correcta. Creemos que esto puede explicarse, en primer lugar, porque Aufidio Baso es presentado como un epicúreo (cfr. Sen., Ep.30.14) y, como sabemos, el suicidio es condenado por Epicuro (cfr., e.g., Epicur., CM, 126-127). Además, conviene recordar que, en la Ep.70.11, el ego epistolar señala que no es posible expedirse de manera universal respecto de si la muerte debe ser anticipada o aguardada. Por lo demás, estas diferencias ponen en evidencia que la flexibilidad o variabilidad situacional es una característica central del uso de exempla entre los romanos (Langlands, 2011). Evidentemente, en el caso particular de Tulio Marcelino, el hecho de que su enfermedad no fuera incurable pero le reclamara un exceso de atención (multa imperante) pone en peligro su habilidad para vivir de acuerdo con la naturaleza y hace que el suicidio resulte ser el curso de acción apropiado.
32 Cfr. OLD, s.u.1 fabella “A story, tale, anecdote (…)”.
33 Sen., Ep.77.6: “No te atormentes, querido Marcelino, como si deliberaras sobre un gran asunto. No es una gran cosa estar vivo: todos tus esclavos, todos los animales viven. Lo importante es morir con honestidad, con prudencia, con fortaleza. Piensa cuánto hace ya que estás haciendo lo mismo: la comida, el sueño, el placer sexual –uno se mueve en ese círculo. El deseo de morir no sólo puede afectar al prudente, al valeroso, o al desdichado, sino también al hastiado de la vida”.
34 Para un estudio de los usos pedagógicos de la metáfora en Séneca, cfr. Bartsch (2009). Para otro pasaje de esta misma carta en el que el ego epistolar hace un uso semejante de la metáfora, cfr., e.g., Ep.77.15, donde la vida es traducida como esclavitud y la muerte como la única forma asequible de libertas: nam uita, si moriendi uirtus abest, seruitus est.
35 Como apunta Hill (2004: 158), “Seneca stands among the first authors in the West to devote any considerable degree of attention to emotions such as boredom, melancholy, and depression, conditions not immediately identifiable as passions, but possessing the capacity to pervade and warp emotional cognitions”. La imagen del aburrido aristócrata que cambia de lugar sin encontrar nunca satisfacción nos recuerda la descripción que hace Lucrecio del hombre que intenta en vano huir del timor mortis (Lucr. 3.1060-1067).
36 Cfr. Ecquid habes propter quod expectes? Voluptates ipsas quae te morantur ac retinent consumpsisti: nulla tibi noua est, nulla non iam odiosa ipsa satietate (Ep.77.16).
37 Sen., Ep.77.7-8: “No tenía necesidad (T. Marcelino) de alguien que lo exhortara, sino de alguien que lo ayudara: los esclavos no querían obedecer. En primer lugar, (el estoico) les quitó el miedo y dictaminó que hay peligro para la servidumbre sólo cuando no está claro que la muerte del señor haya sido voluntaria; que, por otra parte, sería un mal ejemplo tanto matar al dueño como impedirle matarse. Luego recordó al propio Marcelino que sería de buena educación si, como sucede al terminar la cena, que se reparten los restos entre los que están sentados alrededor de la mesa, así, al terminar la vida, ofreciese algo a aquellos que habían sido servidores suyos de toda la vida. Era Marcelino de espíritu complaciente y generoso, aun cuando se trataba de sus propios bienes; por consiguiente, distribuyó pequeñas cantidades a sus afligidos siervos y además los consoló”.
38 Cfr., e.g., Lucr. 3.931-939 y Hor., Serm. 1. 118-119. La imagen del banquete es evocada también en Sen., Ep. 30.12. Para la compleja relación entre la muerte y los conuiuia, cfr. Edwards (2007: 161-178).
39 Cfr. Griffin (1986).
40 Sen., Ep.77.9: “No tuvo necesidad ni de espada, ni de sangre: se abstuvo de alimento durante tres días y en su propio dormitorio ordenó colocar un dosel. Luego se introdujo en él una bañera, en la que yació largo tiempo; por efecto del agua caliente vertida sin interrupción fue debilitándose poco a poco, según decía, no sin cierto placer, como el que suele producir un leve desfallecimiento, no desconocido para mí, puesto que alguna vez mi espíritu se consumió en tales desmayos”.
41 La versión más detallada de su muerte nos la proporciona Plutarco (Cato minor 66-70), quien escribió su biografía en griego más de un siglo después de la muerte de Catón.
42 Como es sabido, los romanos otorgaban una importancia notable al medio elegido para darse muerte. De acuerdo con esto, dejarse morir de hambre parece haberse considerado especialmente apropiado para enfermos y ancianos (Edwards, 2007: 104). Cfr. van Hooff (1990: 33): “Old men are in the first place distinguished by the method of fasting to death. (…) Inedia is a method which gives proof of determination and perseverance (…)”.
43 Cfr. Sen., Ep. 54.1-2, donde el ego epistolar se refiere a sus ataques de asma, a los que designa como suspiria.
44 Sen., Ep.77.10: “Me he alargado en un relato que no va a desagradarte; pues conocerás que el final de tu amigo no fue difícil ni penoso. En efecto, aunque decidió para sí mismo la muerte, sin embargo, del modo más suave salió y escapó de la vida. Pero tampoco este relato habrá sido sin provecho. A menudo la necesidad exige tales ejemplos. A menudo debemos morir y no queremos, morimos y no queremos”.
45 A propósito de esta consolatio, cfr. Sen., Ep.101.12-14, donde se caracteriza a la muerte como (…) in malis optimum, supliciis finem, es decir, como un don de la naturaleza para aliviar las fatigas de la vida.
46 Cfr. Habinek (2000: 300): “In his life’s work, Seneca provided a model for resolving (…) social and psychological contradictions, preaching a manly but not military philosophy, acquiring power and wealth through cultural authority rather than force, managing an empire through clemency, staging power rather than performing on stage, dying in a dignified, memorable way (…). Like his predecessor Cicero, whose life also ended badly, a harbinger of more widespread slaughter, Seneca too became an exemplum. As such, he advertised and authorized a set of practices essential for social, and perhaps, psychic survival”.
47 Sen., Ep.77.20: “Como una obra teatral, así es la vida: importa no el tiempo, sino el acierto con que se ha representado. No atañe a la cuestión el lugar en que termines. Termina donde te plazca, tan solo prepara un buen final. Adiós”.
48 Cfr. OLD, s.u.2 fabella “A play, drama”.
49 Cfr. Aygon (2016: 58-59): “Mais Sénèque ne fait-il pas ici preuve d’incohérence en envisageant qu’un acteur décide, à la place du dramaturge, du sort d’un personnage et de l’intrigue? Sans doute que non, car il pensé plutôt à un spectacle de mime (…). En effet, dans un mime, l’acteur peut improviser (…). La comparaison avec un mime qui improvise le dénouement révèle combien Sénèque est attaché à l’idée de liberté, liberté dans l’exécution d’un role, et liberté dans la choix de la mort, si nécessaire. Les images théâtrales ne l’entraînent pas au-delà de ce qu’il pensé, bien au contraire, il exploite lucidement leur richesse et leur pertinence pour exprimer sa conception du fonctionnement du sujet, dans sa complexité, en s’appuyant sur l’expérience de son lecteur”.
50 Cfr., e.g., et quomodo finem inponere uitae poterit qui epistulae non potest? Vale ergo: quod libentius quam mortes meras lecturus es. Vale (Ep. 58.37) y hoc animo tibi hanc epistulam scribo, tamquam me cum maxime scribentem mors euocatura sit (Ep.61.2).
51 Cfr., asimismo, Gavoille (2017: 283-300).
52 En sus Annales (15.60-4) el historiador ofrece una descripción detallada de las últimas horas del filósofo.
53 Cfr. Edwards (2007: 152): “There is a sense (…) in which action can be thought to have meaning only insofar as it is conceived of as spectacle. (…) the self-dramatisation involved in seeing oneself as an actor with an audience ‘entails the admission that life has meaning only as a performance, as an aesthetic experience’”.
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Recibido: 25-10-2018
Evaluado: 07-11-2018
Aceptado: 08-11-2018