DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2018-220206

ARTÍCULOS

La biología judeo-helenista en un tratado gnóstico

Jewish-Hellenistic biology in a gnostic treatise

 

Juan Carlos Alby
[Universidad Católica de Santa Fe
Universidad Nacional del Litoral]
[jcalby@hotmail.com]

 

Resumen: El tratado gnóstico Sobre el origen del mundo narra que las potencias del Arconte modelaron a Adán pero fracasaron en el intento de imprimirle forma humana. El cuerpo quedó sin alma y abandonado durante cuarenta días hasta que Sophía Zoé infundió su aliento en su interior. El tratado recoge la tradición de Jubileos y su cronología para el ingreso de Adán y Eva en el Paraíso: cuarenta y ochenta días, respectivamente. Se advierten en el trasfondo del relato un precepto mosaico sobre la presentación de la mujer en el Templo y la biología del judaísmo helénico que encontramos en Filón.

Palabras clave: Adán; Eva; Gnósticos; Jubileos; Filón de Alejandría

Abstract: The gnostic treatise on the Origin of the World narrates that the powers of the Archon shaped Adam but failed in the attempt to impress him with human form. The body was left soulless and abandoned for forty days until Sophia Zoe sent her breath into Adam. The treaty includes the Jubilee tradition and its chronology for the entry of Adam and Eve into Paradise: forty and eighty days, respectively. A mosaic precept about the presentation of the woman in the Temple and the biology of Hellenic Judaism found in Philo can be seen in the background of the story.

Keywords: Adam; Eve; Gnostics; Jubilee; Philo of Alexandria

 

Entre los textos gnósticos de Nag Hammadi descubiertos en 1945, llama la atención un escrito sin título que ocupa el quinto lugar del Códice II. Como rasgo a destacar de este tratado escrito en copto sahídico literario con algunas contaminaciones del dialecto subacmímico, merece mencionarse el carácter unitario del texto griego subyacente a las versiones coptas, lo que hace suponer que proviene de un único autor. Por las características del relato, se le otorgó más tarde el nombre de Sobre el origen del mundo.
En cuanto al autor, se trata de un gnóstico con evidente impronta valentiniana, si bien la variedad de influencias culturales que denota no permiten identificarlo con una corriente gnóstica en particular. De la lectura del tratado se desprende que su autor estuvo versado en el género helenístico del tratado doctrinal y manejó un conjunto de fuentes que remontan a la mitología griega, la magia, la astrología e incluso al maniqueísmo.
Para el presente trabajo nos interesa señalar dos influencias que, si bien no están explícitas, se deducen de la lectura del pasaje que narra la introducción de Adán en el paraíso. Por un lado, la tradición judaica atestiguada en un apócrifo del Antiguo Testamento y arraigada en la Ley de Moisés. Por otra parte, la biología del judaísmo helenista que se encontraba vigente al tiempo de la redacción del tratado, probablemente las postrimerías del siglo III, siempre y cuando las alusiones al maniqueísmo procedan del autor original1.
El pasaje en cuestión dice lo siguiente:

 

Cuando (los arcontes) hubieron terminado a Adán, (el príncipe) lo colocó en una vasija, pues había tomado la forma de un aborto carente de espíritu. A causa de esto, cuando el arconte se acordó de la palabra de Pistis, temió que el hombre verdadero penetrara en su creatura y se constituyera en señor (del arconte). Por esta razón, dejó a su creatura cuarenta días sin alma, y se retiró abandonándolo. Pero al cabo de (en estos)2 cuarenta días 3, Sofía Zoé insufló su aliento en Adán, que no tenía alma, y este comenzó a moverse sobre la tierra, aunque no podía tenerse en pie. Entonces, cuando llegaron los siete arcontes y lo vieron, se trastornaron muchísimo. Se le acercaron y se apoderaron de él. Entonces (el príncipe) dijo al aliento que estaba en él: ‘¿Quién eres y desde dónde has venido acá?’. Él respondió y dijo: ‘Es por la potencia del hombre por lo que yo vine, para la destrucción de vuestra obra’. Una vez que los arcontes hubieron oído todo esto, glorificaron (¿al príncipe?) pues había hecho cesar su miedo y su inquietud. Entonces llamaron a aquel día ‘reposo’, pues habían descansado de un trabajo. Y cuando vieron que Adán no podía tenerse en pie, se alegraron, lo tomaron, lo pusieron en el paraíso y se remontaron a sus cielos4.

La vasija a la que el texto alude es el polvo de la tierra, en referencia a Gn 2, 7. Más adelante, el tratado afirma que esto aconteció en el octavo día, es decir, la jornada siguiente al día de reposo5. Los siete arcontes son las potencias de Ialdabaoth que modelaron el cuerpo de Adán con el propósito de que, al imprimirle la forma humana, el Hombre de Luz descendiera hacia él. Pero, para decepción de ellos, el Ánthropos divino no descendió.
El Apócrifo de Juan, por su parte, dice en comentario a Gn 2,7, que las potencias abandonaron al hombre inmóvil por “largo tiempo” sin referencia explícita al número de días: “Habían colaborado todos, ángeles y demonios, para poner a punto el cuerpo psíquico. Pero toda su obra permaneció inerte e inmóvil durante largo tiempo”6.
La “Hipóstasis de los arcontes” afirma lo propio, pero con la expresión “muchos días”. Un agente individual entre los arcontes, probablemente Ialdabaoth7, sopló en el hombre y le infundió su naturaleza psíquica: “Y sopló en su rostro; entonces el hombre pasó a ser psíquico sobre la tierra por muchos días y ellos no dieron ponerlo de pie a causa de su impotencia”8.
Según Sobre el origen del mundo, ante el fracaso que implicaba que el cuerpo careciera de alma, Ialdabaoth lo abandonó durante cuarenta días. Interesa descubrir por qué el abandono de Adán duró cuarenta días. ¿Qué misterio encierra esa cifra que refiere a los primeros días de Adán con una existencia a la manera de un aborto? Para responder a esta pregunta, en primer lugar intentaremos demostrar la presencia implícita en el texto de la tradición judía apócrifa y, posteriormente, la de la medicina judeohelenista, en el caso particular de su embriología.

La tradición hebrea

El único texto de la tradición judía que menciona con precisión los cuarenta días de Adán a partir de su plasis es una de las más importantes obras pseudo-epigráficas del Antiguo Testamento, conocida como Libro de los Jubileos. Se trata de un comentario haggádico del Génesis perteneciente al género de los midrashim que debe su nombre al énfasis que pone el autor en expresar los acontecimientos cosmogónicos y los que le siguen en la era de los Patriarcas, en términos de semanas, septenarios y jubileos, semanas de días, semanas de años y semanas de semanas de años. Entre los distintos nombres que ha recibido, se registran los de “Pequeña Génesis” (Λεπτή Γένεσις, Λεπτογένεσις, τὰ λεπτὰ Γένεσις, Μικρογένεσις), “Apocalipsis de Adán”, “Testamento de Moisés”, “Libro de las hijas de Adán” y el de la versión etiópica, Mäṣḥafä Kufale, “Libro de la distribución de los días de la Ley…”, tal vez su título original9.
El tema de los primeros días de Adán aparece en las siguientes líneas:

 

Cuando Adán hubo pasado cuarenta días en la tierra donde fue creado, lo llevamos al Jardín del Edén, para que lo labrara y guardara, y a su mujer, a los ochenta días, tras los cuales entró en el Jardín del Edén. Por esto se escribió un mandamiento en las tablas celestiales sobre la parturienta: ‘Si da a luz un varón, permanecerá en su impureza una semana, los siete días primeros, y treinta y tres días luego en sangre de purificación, sin tocar nada sagrado, ni entrar en el templo, hasta que se cumplan estos días por varón. Y por hembra, permanecerá en su impureza dos semanas, los catorce primeros días y sesenta y seis días luego en sangre de purificación, siendo el total ochenta días’. Tras cumplir estos ochenta días la hicimos entrar en el Jardín del Edén, pues es más santo que toda la tierra, y todos los árboles en él plantados son santos. Por eso se fijó a la que pare varón y hembra su norma de estos días: ‘No toque nada sagrado ni entre en el templo hasta cumplirse estos días por el varón y por la hembra’. Esta ley y revelación que fue escrita a los hijos de Israel, guárdenla perpetuamente10.

Se reflejan aquí las leyes de Lv 12, 1 - 5 acerca de la impureza:

 

Una mujer que concibe y da a luz un hijo será impura siete días; como en los de su impureza menstrual será impura. Al octavo día se circuncidará al niño. La parturienta se quedará en casa purificándose de su sangre treinta y tres días más, sin tocar ninguna cosa sagrada ni penetrar en el santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. Más si da a luz una hija, será impura dos semanas, como en su menstruación, y permanecerá en casa sesenta y seis días más, purificándose de su sangre.

Resulta evidente que la cronología de Jubileos se basa en la ley de Moisés, si bien la intención del autor anónimo es transmitir la idea de que la legislación se basa en el orden en que fueron presentados Adán y Eva en el paraíso, que es figura del templo.
Adán fue creado en la primera semana y Eva le fue presentada en la segunda. De acuerdo a esto, la purificación de un varón será de siete días y la de la mujer, de catorce, es decir, dos veces siete, según un cómputo semanal que supone un mes de veintiocho días, correspondiente al ciclo lunar. Por otra parte, la referencia a las “tablas celestiales” se inscribe en la tradición judía que reconoce diversas clases de tablas. Por un lado, la del Decálogo que se menciona en Ex 34, 1; por otro, la de los preceptos particulares, como el que nos ocupa y que podemos encontrar a lo largo de todo el libro de Jubileos; en tercer lugar, las que contienen por escrito las acciones de todos los miembros de la especie humana antes de que sucedan11; finalmente, aquellas en que se escriben, una vez sucedidas, las malas obras12. En la versión etiópica del Libro de Adán y Eva aparece una noticia semejante. Adán ofrece un sacrificio por Caín a los cuarenta días de nacido y otro por su hermana Luva a los ochenta días. Hace lo propio por Abel y su hermana Aklemia13. Esta tradición se ha proyectado sobre ciertos cronógrafos como Michaelis Glycae y George Syncellos. Este último escribe hacia el 800 un tratado denominado Cronographia en el que hace referencia a una Vida de Adán en la que figuran los números de los días en que recibieron nombres los animales y fue hecha la mujer, así como el día en que entró el propio Adán en el paraíso y le fue prohibido por Dios comer del árbol. También el día en que entró Eva así como la fecha en que aconteció la transgresión. Luego, introduce un fragmento que contiene detalles cosmológicos:

 

El día 93 de la creación, en la segunda luz de la semana 14, hacia el solsticio de verano, estando el sol con la luna bajo [el signo de] Cáncer, el 25 de junio, primero del mes Epifi; Eva, la compañera de Adán, fue introducida por Dios en el paraíso el día 80 de su propia creación. Adán la recibió y llamó Eva, que quiere decir Vida (ζωή). Por eso ordenó Dios mediante Moisés en el Levítico, en atención a los días que estuvieron ambos aparte fuera del paraíso, luego de formados, que la mujer fuese inmunda a raíz del parto de un varón durante 40 días, mientras en el de una hembra lo fuese 80 días. Adán, en efecto, fue introducido en el paraíso en el día 40 de su formación. De ahí que los recién nacidos (varones) son presentados en el templo el día 40 según la Ley. En el caso de una hembra, la madre es impura hasta el día 80, por haber tenido lugar en el día 80 la entrada de Eva en el paraíso, y por lo impuro de la hembra en comparación con el varón […] Estas cosas las señalamos en compendio a título de erudición, sacándolas de la llamada Vida de Adán14.

La Vida de Adán a la que alude Syncellos es tal vez una parte del Libro de los Jubileos, como la reflejada en el escrito siríaco Nombres de las esposas de los Patriarcas15. Como señala Orbe16, estas noticias denunciadas por Syncellos no aparecen en las Vidas apócrifas de Adán que han llegado hasta nosotros, a saber, griega, latina, eslava y armenia, pero reaparecen más tarde en el testimonio del cronógrafo siciliano Michaelis Glycae en sus Annales escritos hacia 1150 y que pretenden abarcar el período transcurrido entre la creación del mundo y la muerte de Alexo Commeno acaecida en 1118. En las siguientes líneas hay una referencia concreta a la “Pequeña Génesis” o Libro de los Jubileos:

 

Por otro lado, la llamada ‘Pequeña Génesis’ –ignoro quién y cómo la escribió– dice que a los 40 días entró Adán en el paraíso; Eva, en cambio, a los 80. Y por eso, según ese número de días son presentados en el Templo el varón y la hembra; por analogía con Adán y Eva. Pero déjala [a la ‘Pequeña Génesis’]17.

Esta tradición cronográfica parece haber llegado hasta Glycae a través de un misterioso Pirrón18 a quien menciona en el libro I de su obra:

 

Queriendo Dios honrar al hombre, planta primero un paraíso en el cual coloca luego a Adán. Aunque Pirrón, el cronógrafo dice que Adán entro en el paraíso a los 40 días. Mas no veo yo dónde estuvo antes Adán, los 40 días que pasó fuera del paraíso19.

A esta tradición judía hay que agregar la influencia de la medicina helénica sobre los escritores de la antigüedad tardía que abordaron el tema del ingreso de Adán en el Jardín del Edén.

La tradición médica del judaísmo helenista

Filón de Alejandría, testigo privilegiado de esta tradición, devela el misterio de las cifras 40 y 80 invocando la aritmología pitagórica en la descripción que hace de las medidas de las telas del santuario:

 

La recubrió también con telas multicolores hermosísimas, usando tejidos de color violeta, púrpura, escarlata y de lino. Porque justamente con estos materiales mencionados confeccionó diez columnas, como las llama la escritura sagrada, cada una de veintiocho codos de longitud, extendiéndose en su ancha hasta cuatro codos, para que contuvieran la década, la plenitud y la tétrada, que es la sustancia de la década y el veintiocho, número perfecto por ser igual a sus partes, y el cuarenta, el más prolífero para los vivientes, ya que en ese tiempo, se dice, se termina de modelar el hombre en el taller de la naturaleza20.

El judío alejandrino vuelve sobre este punto en las Cuestiones en Génesis al escribir sobre las razones por las cuales el diluvio duró cuarenta días y un igual número de noches (Gn 7, 4):

 

Como estas premisas fueron establecidas por primera vez, digo que la palabra de la que ahora se habla no ha sido empleada incorrectamente, ya que implica cuarenta días y cuarenta noches; pero también se usa para sugerir un número doble determinado para la generación de la humanidad, a saber, cuarenta y ochenta, como han sugerido muchos expertos en medicina; pero está especialmente descrito en la ley sagrada, que fue para ellos también el primer principio de la ciencia natural. […] porque el principio de la procreación es la perseverancia de la semilla en las diferentes partes; pero era necesario honrar a la criatura masculina con luz pura, que no conoce la sombra; pero la mujer tenía una mezcla en su cuerpo de noche y oscuridad. Por lo tanto, en la creación del mundo entero, el exceso del número masculino o desigual, al estar compuesto de unidad, se convierte en el padre de los números cuadrados; pero la mujer que es un número desigual, compuesto de dualidad, se convierte en el padre de otros números largos. Además, el cuadrado es esplendor y luz que se combinan juntos por la igualdad de los lados; pero los otros números que son largos necesariamente exhiben la noche y la oscuridad en razón de su desigualdad, ya que lo que está en exceso arroja una sombra sobre lo que yace debajo del exceso21.

En su comentario a Gn 2, 21-22, Filón se pregunta cuál es la costilla que Dios tomó del hombre para formar a la mujer y, luego de responder que algunos piensan que la costilla significa valor y vigor, agrega:

 

Según lo que dice el legislador, la mujer fue hecha del costado del hombre, insinuando así que la mujer es la mitad del cuerpo del hombre. De esto también tenemos evidencia en la constitución del cuerpo del varón, sus partes comunes, movimientos, facultades, vigor y excelencia mentales. Todas estas cosas son vistas como en doble proporción. Puesto que la constitución del varón es más perfecta y doble que la de la mujer, requiere sólo la mitad del tiempo, aproximadamente cuarenta días. Por otro lado la mujer, imperfecta y, si puedo llamarlo así, la mitad del hombre, necesita para su formación el doble de aquella cantidad de días, es decir, cerca de ochenta. De modo que en la duplicación del tiempo respecto de la naturaleza del varón se produce un cambio acorde con la particularidad de la mujer. Cuando la naturaleza y cuerpo de algo es en doble proporción, como en el caso del varón, entonces la formación de lo otro (la mujer) es la mitad de su medida. Pero cuando la naturaleza del cuerpo y la constitución de algo es en media proporción, como en el caso de la mujer, entonces el modelado y la forma de lo otro es en doble medida22.

Más adelante, Filón reafirma lo que la medicina de su época establece acerca del tiempo que lleva la generación de un ser humano: “Los médicos dicen que la generación del ser viviente se completa en cuarenta días, durante los cuales la semilla depositada en el útero materno es conformada, especialmente cuando el feto es masculino”23.
Si bien el Génesis Rabbah no alude a la medicina ni a la cantidad de días en que se forman los fetos masculinos y femeninos, presenta una sugestiva tradición que refiere a la duplicación de la consonante hebrea yod en ocasión del relato de la creación del hombre, en lugar de una sola yod (wa-yiser), como presenta Gn 2, 19 en relación con los animales:

 

“Y formó (wa-yyiser). [Así escrito indica] dos formaciones, la de Adán y la de Eva. [Otra explicación]: hay un período de formación [del feto] de nueve meses y un período de formación de siete meses”24.

Esta sección del comentario midrásico se ocupa de brindar las distintas explicaciones por las cuales se utilizan dos yods ( יי ) en vez de una, y estas varían proponiendo dos formaciones en el sentido de una procedencia de seres celestiales y otra desde seres terrenales, otras dos formaciones en el sentido del bien y el mal, o una en este mundo y otra en el mundo futuro, pero ninguna de estas interpretaciones recala en la duplicación de los días en la generación de los fetos masculino y femenino.
La medicina hipocrática, por su parte, afirma que los trazos distintivos del varón en el feto ocurren a los treinta días y, en el caso de la mujer, en cuarenta y dos:

 

“Ya el feto está formado; y a ello la niña llega en cuarenta y dos días como máximo y el niño en treinta. Normalmente se completa la diferenciación en este período de tiempo, poco más o menos. Después del parto los loquios (se refiere al flujo uterino que se produce después del parto durante dos o tres semanas) duran normalmente cuarenta y dos días en el caso de una niña; es el tiempo más largo y completo e, incluso, no habría peligro en que durasen veinticinco días. En el caso de un varón, los loquios duran treinta; es el tiempo más largo y completo, y no habría peligro tampoco si durasen veinte”25.

También Aristóteles dice que el sexo femenino necesita más tiempo que el masculino para completar su diferenciación:

 

Por esta misma causa (su debilidad) también, las hembras no alcanzan igual desarrollo que los machos [en las mujeres]: pues en el interior de la madre la hembra tarda más tiempo que el macho en diferenciarse; en cambio, después del nacimiento, todo llega antes en las hembras que en los machos, por ejemplo, la pubertad, la madurez y la vejez26.

En la misma línea, el autor hipocrático aporta las causas que, según él, hacen que el embrión de la mujer se complete más tarde:

 

La razón de que el embrión femenino se solidifique más tarde es que el germen de la mujer es más débil y más húmedo que el del varón; y es necesario según ese razonamiento que el embrión femenino se solidifique más tarde que el masculino y, por esta misma razón, los loquios duran más tiempo en el caso de una niña que en el de un niño27.

Más adelante, el tratado insiste en la diferencia de fortaleza entre el varón y la mujer: “El niño se mueve antes porque es más fuerte que la niña; también se solidifica antes porque el varón procede de un embrión más fuerte y más denso que el de la mujer”28.
Aristóteles, influido por Hipócrates29 establece algunos indicios para reconocer en una mujer embarazada si el embrión es masculino a los cuarenta días de la concepción; en cambio, si es femenino, a los noventa:

 

Ahora bien, en los embriones de sexo masculino, su movimiento se nota más de ordinario hacia la derecha alrededor de los cuarenta días. Y cuando se trata del embrión femenino, a la izquierda y en torno a los noventa días. Sin embargo, el fenómeno está lejos de ser infalible: pues en muchas mujeres encintas de una hija, el movimiento se produce del lado derecho, y a la izquierda para las que llevan un hijo30.

Con ciertas variaciones, tanto la medicina griega como la tradición judía coinciden en una diferencia de tiempo entre las configuraciones intrauterinas del varón y de la mujer.
En el caso del judaísmo, las cifras de cuarenta días para el varón y de ochenta para la mujer encuentran su sustento en la legislación mosaica tocante a la presentación en el Templo según Lv 12, 2-5.
Tertuliano, luego de afirmar que en la configuración de los orígenes es creado antes el macho y posteriormente la hembra, concluye que el feto es humano cuando recibe la forma del alma, para lo cual apela a la ley del talión:

 

Por consiguiente, el feto uterino es un hombre desde que su forma ha quedado acabada. De hecho también la ley de Moisés condena a la pena del talión al reo de un aborto31, porque se trata ya de un hombre, porque se le atribuye ya un estado de vida y muerte, porque también, es inscrito ya en el destino32, aunque, viviendo todavía en la madre, comparta muchísimo la suerte con ella33.

En los capítulos XXXVI, XXV y XXVI del mismo libro, Tertuliano sostiene la formación simultánea del cuerpo y del alma. En el pasaje citado, en cambio, el africano se inclina por la hipótesis de que en el embrión, el alma experimenta un crecimiento gradual de sus potencialidades34.
Esta antigua tradición se proyectará sobre el derecho judío medieval, como puede apreciarse en el Shul’hán ‘Aruj compuesto por Yosef Caro sobre la estructura de su comentario llamado Beit Yosef, al tratado legal del Rab Ya’akov ben Asher (1269-c. 1343) Arba ‘a Turim35. El Shul’hán ‘Aruj codifica una resolución de Maimónides según la cual en el caso de un padre agonizante, el feto sí es capaz de adquirir posesiones por vía de herencia aun cuando no sea todavía hábil para tomar posesión del objeto36. El tratado jurídico agrega a esta resolución que, aun en este caso particular en que el padre moribundo hace adquirir al feto posesiones antes de que nazca, puede proceder de este modo siempre y cuando su esposa estuviera embarazada. Aquí, la mayoría de los comentadores de esta ley consideran el embarazo a partir del cuadragésimo día de la fecundación37. Asimismo, si una mujer tiene un aborto antes del cuadragésimo día de la fecundación, no es considerado el embarazo y por lo tanto no hay lugar para la aplicación de la ley de impureza como tampoco para el entierro del material expulsado38.

Consideraciones finales

En base a los tres tratados gnósticos mencionados en los que se destaca la inercia del primer hombre abandonado por las potencias luego de su inmediata plasmación, es posible concluir que no es casual que los mismos pertenezcan al mismo Códice II de Nag Hammadi. Sus autores coinciden en el abandono del hombre plasmado por el Demiurgo Ialdabaoth, pero sólo el redactor de Sobre el origen del mundo arriesga una cifra al afirmar que fueron cuarenta los días del desamparo de Adán. Esto hace pensar que el autor leyó el libro de los Jubileos y que conocía muy bien, tanto la tradición judaica como la medicina de su época desplegada en textos del judaísmo helenista. No resulta sorprendente este tipo de conocimiento médico en los gnósticos, como lo demuestran el lenguaje de la embriología de la escuela metódica de medicina en la Paráfrasis de Sem39 y el uso de las teorías sobre la generación humana vigentes en el siglo II que subyacen al mito de la caída de Sophía40.
Si aceptamos la traducción de Orbe “en estos días”41 en vez de “al cabo de los cuarenta días”, entonces según Sobre el origen del mundo, Pístis Sophía no respetó el interregno de cuarenta días, se acercó a Adán antes de que este plazo se cumpliera y sopló en él el aliento de vida, pues el hombre postrado carecía de alma, y lo elevó a la categoría de pneumático por encima de su origen psíquico. Adán fue exaltado al Paraíso en esta condición superior y Sabiduría aparece como una suerte de transgresora avant la lettre de la futura ley de Moisés que exigía la presentación del varón en el Templo recién a los cuarenta días de nacido. De este modo, el autor del tratado pretende insinuar la pertenencia de Sophía a una economía más elevada que la del Creador y Legislador de este mundo.
La Mishná contiene una serie de prescripciones para los días de espera para la purificación en los casos más variados de aborto, siempre con referencia al cuadragésimo día.

 

Si una mujer aborta al cuadragésimo día (de la concepción), no debe temer por el niño. Si aborta en el día cuadragésimo primero, ha de esperar como para un varón y para una mujer y ha de considerarse menstruante. R. Ismael dice: Si aborta en el día cuadragésimo primero, ha de esperar como para un varón y se ha de considerar como menstruante; si aborta en el día octogésimo primero, ha de esperar como para varón y como para mujer y se ha de considerar como menstruante, ya que la formación del varón se completa a los cuarenta y un días y la de la mujer a los ochenta y uno. Los sabios, en cambio, sostienen que no hay diferencia en la formación del varón y de la mujer, ambos se terminan de formar a los cuarenta y un días42.

Se advierte aquí que algunos sabios no coinciden con que la mujer se forme en el vientre materno a los ochenta y un días y anulan toda diferencia con respecto a los tiempos de configuración del embrión masculino.
La importancia de la anticipación por parte de los gnósticos en cuanto a estas consideraciones acerca del momento en que el varón y la mujer –cuyas imágenes arquetípicas son Adán y Eva– se terminan de configurar en el vientre materno, se comprueba en el estatuto que le fue otorgado al embrión humano después de los cuarenta días de gestación en el derecho judío medieval.

Notas

1 Cfr. Montserrat Torrents (Introducción, traducción y notas), en Piñero, Montserrat Torrents y García Bazán (2000: 391-392).

2 Según la traducción de Antonio Orbe, en “Los primeros 40 días de Adán” (1965: 96-103).

3 La preposición puede funcionar como preposición de tiempo en este contexto y traducirse como “en”, “durante” (Cfr. Torallas Tovar 2001: 146). Esto lleva a Orbe a traducir “en estos días”, es decir, antes de que se cumplieran los 40 días, lo que tiene consecuencias importantes en la interpretación, como se verá más adelante. La versión inglesa traduce: on the fortieth day. Cfr. McConkey Robisnon (2000: 65). La versión alemana, por su parte, traduce: Am viersziegsten Tag. Cfr. Schenke, Bethge,& Kaiser (2001: 254).

4 “Sobre el origen del mundo” (NHC II 5), 115, 2-19, en Piñero, Montserrat Torrents & García Bazán (2000: 408).

5 Cfr. “Sobre el origen del mundo” 117, 34. 410.

6 Montserrat Torrents (Introd., trad. y notas), Apocryphon Iohannis 19, 11, en Piñero, Montserrat Torrents& García Bazán (2000: 249).

7 Cfr. el pasaje paralelo de S. Ireneo: “Entonces Ialdabaoth para reunirlos y convencerlos, les dijo: ‘Venid, hagamos un hombre a imagen’. Las seis potencias escucharon esa invitación, y la Madre les suministró una imagen del Hombre para de este modo vaciarles de la primera potencia. Entonces se reunieron y confeccionaron un hombre inmenso en altura y longitud. Pero como únicamente se arrastraba serpenteando, lo llevaron a su padre”, Adversus haereses (Adv. haer.) I, 30, 6, en Rousseau & Doutreleau (1979: 371ss.).

8 Montserrat Torrents (Introducción, traducción y notas). La Hipóstasis de los arcontes 88, 5, en Piñero, Montserrat Torrents & García Bazán (2000: 379).

9 Cfr. Diez Macho (1983: 67-68).

10 Corriente y Piñero (trad.). Libro de los Jubileos 3, 9-13, traducción de la versión etiópica, en Diez Macho (1983: 88).

11 Cfr. Libro 1 de Henoc (etiópico) 81, 1-2: “Mira, Henoc, las tablas celestiales y lee lo que está escrito en ellas, entérate de cada cosa. Miré las tablas celestiales, leí todo lo escrito y supe todo; y leí el libro de todas las acciones de los hombres y todos los seres carnales que hay sobre la tierra, hasta la eternidad”. Corriente & Piñero (trad.) en Diez Macho (1984: 106).

12 Cfr. Jub 30, 20: “Nosotros recordamos la justicia que obró tal hombre en su vida, en todos los momentos del año: hasta mil generaciones la registran, alcanzándole a él y a su linaje tras él, pues fue inscripto como amigo y justo en las tablas del cielo”. Corriente & Piñero (trad.) en Diez Macho (1983: 152).

13 Cfr. Orbe (1965: 100).

14 Seguimos la traducción que hace Antonio Orbe en el citado artículo (1965: 98). Cfr. la noticia sobre la Cronographia de George Syncellos en Pellicer de Ossau i Tovar, J. (1675: 16).

15 Cfr. Diez Macho (1983: 68 n. 3).

16 Cfr. Orbe (1965: 98).

17 Glycae, M., Annales III, 18-23: “ἡ δὲ λεγομένη Λεπτή Γένεσις , οὐκ οἰδ’ ὅθεν συγγραφεῖσα καὶ ὅπως, φησὶν ὅτι μεθ’ ἡμέρας μ’ εἰσῆθεν ὁ Ἀδὰμ εἰς τὸν παράδεισον, ἡ δὲ Εὐα μεθ’ ἡμέρας π’, καὶ τούτον χάπιν ἐν ἡμέρας τοσαὐταῖς προσάγονται τῷ ναῷ τὸ τε ἄρρεν καὶ τὸ θῆλυ, ἀναλόγως τάχα τῷ Ἀδάμ καὶ τῇ Εὐα. ἀλλ’ ἄφες αὐτήν”. En Bekkerius (1836: 392).

18 Sobre la mención a Pirrón hecha siglos antes por Anastasio Sinaíta, quien es testigo de esta tradición sobre los días de Adán y Eva por la línea eclesiástica, cfr. Orbe (1965: 97).

19 Glycae, M., Annales I, 11-15: “βουλόμενος ὁ θεὸς τιμῆσαι τὸν ἄνθρωπον, φυτεύει παραδείσον πρότερον, καὶ οὕτω τίθεσιν αὐτόν ἐν αὐτῷ, εἰ καὶ Πύρρων ὁ Χρονόγραφος μεθ’ ἡμέρας τεσσαράκοντα τὸν Ἀδὰμ εἰσελθεῖν ἐν τῷ παραδείσῳ φησίν. ἀλλ’ οὐκ οἶδα ποῦ διέτριβε πρότερον ὁ Ἀδάμ, ἔχω τοῦ παραδείσου τεσσαράκοντα διάγων ἡμέρας.”. En Bekkerius (1836: 156).

20 Filón de Alejandría, Vida de Moisés (De vita Mosis) II, 84: καὶ τεσσαρακοντάδα τὴν ζῳογονιμωτάτην, ἐν ἧ διαπλάττεσθαί φασιν ἄνθρωπον ἐν τῷ τῆς φὺσεως ἐργατηρίῳ. Martín (trad.) en Martín (ed.) (2009: 106).

21 Filón de Alejandría, Cuestiones en Génesis II, 14. Marcus (trad.) (1953: 90-91).

22 Filón de Alejandría, Cuestiones en Génesis I, 25. Marcus (1953: 15).

23 Filón de Alejandría, Cuestiones en Génesis IV, 154. Marcus (1953: 438).

24 Vegas Montaner (2009: 175).

25 Hipócrates, Sobre la naturaleza del niño (Perí phýsios paidíou) 18, 1-8. Rodríguez Blanco (trad.) (2003: 267).

26 Aristóteles, Reproducción de los animales IV, 6, 775a10. Sánchez (trad.) (1994: 273).

27 Hipócrates, Perí phýsios paidíou 18, 75-81. Rodríguez Blanco (2003: 270).

28 Hipócrates, Perí phýsios paidíou 21, 7-10. Rodríguez Blanco (2003: 274).

29 Hipócrates, Aforismos V, 48: “El embrión masculino está en la parte derecha, el femenino más bien en la izquierda”. García Gual, C. (introd. general). (2007: 374).

30 Aristóteles, Investigación sobre los animales VII, 583b5. Palli Bonet, J. (trad.) (1992: 391-392).

31 Ex 21, 22: “Si en el curso de una riña, alguien golpea a una mujer encinta, provocándole el aborto pero sin causarle otros daños, el culpable deberá indemnizar con lo que le pida el marido de la mujer y lo que determinen los jueces. Pero si se produjeran otros daños, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida”. Cfr. Lv 24, 17-20 y Dt 19, 21, tomado del Código de Hammurabi y de las leyes asirias.

32 El tratado De fato es una de las dieciséis obras perdidas de Tertuliano.

33 Tertuliano, De anima XXXVII, 2. Vicastillo (trad.) (2001: 263).

34 Cfr. Tertuliano, De anima XXXVII, 5: “Hace poco [en el capítulo XXVII] hemos defendido la unión de la carne y el alma a partir de la unión de las semillas mismas hasta la conclusión del modelado [del embrión]; del mismo modo, ahora y a partir del nacimiento, defendemos, primero de todo, que ambas crecen simultáneamente, pero de manera diversa según la condición de cada una: la carne en tamaño, el alma en inteligencia, la carne en la forma, el alma en la sensibilidad. Por lo demás, hay que negar que el alma crezca en su sustancia, para que no se siga que también decrece en ella, y así se crea que también ha de morir; sino que es su fuerza –en la que se guardan sembradas todas sus propiedades naturales– la que se desarrolla poco a poco con la carne, salvado el tamaño de la sustancia con el que, desde el origen, ha sido infundida”. Vicastillo (2001: 267).

35 Cfr. Szlajen (2008: 86, n. 76).

36 Cfr. Maimónides, Mishné Torá, “Leyes de Ventas” (Sefer Kinyan, Mechirah) XXII, 10: “Del mismo modo que una persona no puede transferir la propiedad de un artículo que aún no ha existido, tampoco puede transferir la propiedad de un artículo a alguien que no ha existido. Incluso se considera que un feto es alguien que no ha llegado a existir, y por lo tanto, cuando una persona desea dotar a un feto con un artículo, la transacción no es vinculante. Sin embargo, si el feto es el hijo de la persona, la transacción es vinculante. El razonamiento es que una persona siente una gran cercanía a su hijo”. Touger (1998: 452).

37 Cfr. Szlajen (2008: 94).

38 Cfr. Szlajen (2008: 114).

39 Para este tema, cfr. García Bazán (2007: 229-243).

40 Cfr. S. Ireneo, Adv. haer. I, 2, 3-4. Rousseau & Doutreleau (1979: 41-43).

41 Ver nota 3.

42 Mishná, Orden sexto: Menstruante (Nidá) 3, 7. Del Valle (trad.). (2011: 1025).

 

Ediciones y traducciones

1. Bekkerius, I. (ed.) (1836). Glycae, M. Annales. Bonnae: Weberi. Disponible en: http://www.documentacatholicaomnia.eu/20vs/203_CSHB/1828-1897,_CSHB,_24_Michael_Glycas_Annales_[Bekkeri_Editio],_GR.pdf.

2. Corriente, F. y Piñero, A. (trads.) (1983). “Libro de los Jubileos” en Diez Macho, A. (ed.). Apócrifos del Antiguo Testamento II. Madrid: Cristiandad.

3. Corriente, F. y Piñero, A. (trads.) (1984). “Libro 1 de Henoc” (versión etiópica) en Diez Macho, A. (ed.). Apócrifos del Antiguo Testamento IV: Ciclo de Henoc. Madrid: Cristiandad.

4. Del Valle, C. (ed.). (22011 [11997]). La Misná. Salamanca: Sígueme.

5. García Gual, C. (Introducción general), Lara Nava, M., García Gual, C., López Férez, J. A., Cabellos Álvarez, B., Estéban, A. y García Novo, E. (2007). Hipócrates. Tratados. Madrid: Gredos.

6. Marcus, R. (trad.). (1953). Philo. Supplement I. Questions and Answers on Genesis. Cambridge- Massachusets/London: Harvard University Press/ Heinemann.

7. Martín, J. P. (trad.) (2009). “Vida de Moisés II” en Martín. J. P. (ed.). Filón de Alejandría. Obras completas V. Madrid: Trotta.

8. Mcconkey Robinson, J. (ed.). (2000). The Coptic Gnostic Library. A Complete Edition of the Nag Hammadi Codices. Vol. II. Leiden-Boston-Köln, Brill.

9. Montserrat Torrents, J. (Introducción, traducción y notas). “Sobre el origen del mundo”. “Apócrifo de Juan”. “La Hipóstasis de los Arcontes” en Montserrat Torrents, j., Piñero, a., García Bazán, f. (22000 [11997]). Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I: Tratados filosóficos y cosmológicos. Madrid: Trotta.

10. Palli Bonet, J. (trad. y notas). García Gual, C. (Introducción general) (1992). Aristóteles. Investigación sobre los animales. Madrid: Gredos.

11. Rodríguez Blanco, M. E. (Introducción, traducción y notas) (2003). “Sobre la naturaleza del niño” en Tratados hipocráticos VIII. Madrid: Gredos.

12. Rousseau, A., Doutreleau, L. (1979). Irénée de Lyon. Adversus haereses I. SC (264). Livre I. Tome II. Paris: Cerf.

13. Sánchez, E. (introducción, traducción y notas) (1994). Aristóteles. Reproducción de los animales. Madrid: Gredos.

14. Schenke, H.-G., Bethge, H.-B., Kaiser, U. U. (2001). Nag Hammadi Deutsch. Band 1, NHC I, 1– V,1. Berlin-New York: Walter de Gruyter.

15. Touger, E. (trad.) (1998). Rambam. Mishné Torá (Hebrew-English). New York: Moznaim Publications. Disponible en: https://www.chabad.org/library/article_cdo/aid/682956/jewish/Mishneh-Torah.htm.

16. Vicastillo, S. (Introducción, traducción y notas) (2001). Tertuliano. El alma. Edición bilingüe. Fuentes Patrísticas 29. Madrid: Ciudad Nueva.

Bibliografía citada

17. García Bazán, F. (2007). “La exégesis gnóstica de las ‘túnicas de carne’ en la Paráfrasis de Sem (NHC VII, 5-6) y la embriología de la escuela metódica de medicina”. En Augustinianum XLVII (II); 229-243.

18. Orbe, A. “Los primeros 40 días de Adán” (1965). En Gregorianum, Vol. 46/1; 96-103.

19. Pellicer de Ossau i Tovar, J. (1675). El Syncello de la Iglesia Patriarcal de Constantinopla desagraviado: el sacro texto del Génesis. Valencia: Benito Macé. Disponible en https://books.google.com.ar.

20. Szlajen, F. (2008). Filosofía judía y aborto. Buenos Aires: Acervo cultural.

21. Torallas Tovar, s. (2001). Gramática del copto sahídico. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones científicas.

22. Vegas Montaner, L. (2009). Génesis Rabbah I (Génesis 1-11). Comentario midrásico al libro del Génesis. Estella (Navarra): Verbo Divino (Biblioteca Midrásica).

Recibido: 04-10-2018
Evaluado: 28-10-2018
Aceptado: 30-10-2018