DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2017-210203
ARTÍCULOS
El uso de los discursos falsos. Una justificación platónica en Filón de Alejandría (República 376-414 y Sobre la inmutabilidad de Dios 51-69)
The use of false discourses. A Plato’s justification in Philo of Alexandria (Republic 376-414 and Quod Deus sit inmutabilis 51-69)
Carolina Delgado
[Universidad Nacional de General Sarmiento - Conicet]
[cdelgado@ungs.edu.ar]
Resumen: En este trabajo se defiende la tesis de que Filón de Alejandría habría adoptado un argumento platónico concerniente al valor positivo de los discursos falsos. En efecto, la idea filoniana de que ciertos relatos pueden constituir una ‘falsedad beneficiosa’ (Deus 64) recoge –como se intenta mostrar aquí– el famoso tópico de la ‘mentira noble’ procedente de Platón (R. 414). A partir del examen de los textos pertinentes, se arriba a la conclusión de que, según el alejandrino –y en continuidad con Platón–, algunos relatos falsos pueden desempeñar una función de reenvío a contenidos verdaderos.
Palabras clave: Mentira noble; Mito; Antropomorfismo; Interpretación; Falsedad
Abstract: This study supports the thesis that Philo of Alexandria would have adopted a Platonic argument related to the positive value of false discourses. Indeed, the Philonic idea that certain narratives can be a “beneficial falsehood” (Deus 64) reissues –as this study tries to show– the famous concept of “noble lie”, coming from Plato (R. 414). Based on the analysis of the pertinent texts, this study concludes that, according to the Alexandrian –like Plato–, some false narratives can play a role, referring to true contents.
Keywords: Noble lie; Myth; Anthropomorphism; Interpretation; Falsehood
La comparecencia del pensamiento platónico en la obra de Filón de Alejandría constituye un hecho fuera de duda. Son varias las áreas temáticas en las que se advierte que el alejandrino ha recurrido a tesis y a argumentaciones platónicas con el fin de resolver problemas filosóficos propios; y son abundantes también los estudios en el ámbito de la investigación filoniana dedicados a determinar esta peculiar apropiación.
Es emblemático, en este sentido, el caso de la presencia del Timeo platónico en la cosmología filoniana, tal como ha sido mostrado por Runia en su monumental trabajo de 1986 y, luego, en su comentario al tratado La creación del mundo según Moisés (= Opif.) aparecido
en 20011. En el campo de la psicología,
el alejandrino ha apelado también a
la filosofía platónica. En esta línea, cabe
mencionar como ejemplo su adopción
de la idea de la tripartición del alma y
las ilustraciones del carro alado o del
ascenso del alma tomadas del Fedro2.
Como ha sido recientemente evidenciado
por Runia (2016), también el
Fedón juega un papel considerable en
la psicología filoniana; imágenes tales
como las de ‘prisión’ o ‘ropaje’ para
referirse al cuerpo, o la de ‘esclavitud’ para representar la relación existente
entre alma y cuerpo son algunos de losítems que corroboran el conocimiento
y empleo del Fedón por parte del alejandrino3.
En el área de la ontología y
dialéctica filonianas, el Sofista platónico
ocupa también un lugar como ha
sido reflejado por Martín (1991).
Junto con las temáticas cosmológica,
psicológica, ontológica, otra faceta
del pensamiento platónico que ha
atraído el interés del alejandrino es el
relativo a su reflexión sobre cuestiones
concernientes a la literatura. Por un
lado, se puede señalar aquí la adopción
filoniana del motivo del entusiasmo
poético. En efecto, el alejandrino, haciendo un uso considerable del Ión platónico,
se valió del motivo de la inspiración
divina para dar cuenta del singular
origen de su texto y de la hermenéutica,
también especial, que este exige para
la comprensión de su auténtico significado.
Por otro lado, es de destacar su
adopción del esquema evaluativo con
que Platón examina al mito, ya que Filón
encuentra atractiva esa postura a
los fines de realizar su propia crítica a
la representación pagana de Dios. Por
citar un ejemplo, leemos en Spec. 1.
28 que “todos aquellos dioses que han
forjado los inventores de mitos” constituyen
nada menos que ídolos; por lo
cual los relatos mitológicos suponen
un peligro para la salud del alma en la
medida en que, con su poético poder
seductor, contaminan a sus oyentes con
falsas opiniones sobre Dios4. El peligro
que comporta el mito es, pues, serio;
y, en tal medida, la censura que el alejandrino
impone a los relatos literarios
tiene carácter definitivo5.
Dicho esto, hay que indicar que,
según admite Filón, en ciertas
ocasiones los libros santos
incluyen, sin embargo, pasajes que
presentan ciertas semejanzas con los
relatos mitológicos de la literatura
griega. Un caso, citado por él mismo
(Conf. 4-5), es el de la similitud entre
el relato homérico sobre los hijos de
Aloes y la narración mosaica sobre la
confusión de las lenguas; en ellos tanto
Moisés como Homero se refieren a
la construcción de una vía que elevaría
a los hombres hasta el cielo6.
Entre otras, también en estas
oportunidades, es decir, en los casos
en que algún pasaje o sección de los
libros santos presenta un parecido
con los relatos mitológicos, el alejandrino
considera que el intérprete debe
ejercitar la lectura alegórica como el
método hermenéutico que conduciría
a averiguar el sentido correcto del
texto. Se trata de practicar en él una
suerte de terapia rastreando un significado
alternativo al que la letra parece
decir en su nivel más inmediato.
Solo una terapia de esa índole, aboga
Filón, puede proporcionar el significado
genuino de lo que el texto dice; y
solo una terapia de esa índole conduce,
en otras palabras, a una interpretación
viable de los libros santos.
En cambio, mantenerse anclado
en la letra cuando el texto, en realidad,
pide una lectura diferente, significa –advierte el alejandrino– poner en pie
de igualdad a la sagrada escritura con
la mitología pagana. En última instancia
es la lectura alegórica la que salva
al texto sagrado de un desvío en su
comprensión, desvío que haría incurrir
en el error de tomar por mitológicos
determinados pasajes de ese texto
que, en realidad, no lo son. Dicho de
otra manera, la apariencia de mitológico
que pueda envolver a un relato del
texto sagrado es desactivada mediante
la interpretación alegórica; interpretación
que devela la verdad oculta bajo
la apariencia de falsedad de una narración
consignada en la escritura. Filón
trabaja (Opif. 1-2), de hecho, con el
principio programático de que Moisés
no usa en absoluto mitos.
Ante una postura de carácter tan
taxativo como esta, resulta sorprendente
encontrar una indicación
en sentido –al menos, inicialmente– diverso. Me refiero al relato
sobre la cólera de Dios que presenta
un escenario llamativo7. En primer
lugar, porque, debido a la representación
antropomórfica de Dios, ese
relato exhibe claramente rasgos que
lo asemejan a los mitos. En segundo
lugar, porque el alejandrino, aun
siendo un relato de autoría mosaica,
lo califica de falso. Y, en tercer lugar,
porque consigna expresamente que, a
pesar de ser falso, sería legítimo utilizarlo
como tal; esto queda justificado,
además, aduciendo el beneficio
que comportaría a sus destinatarios.
Como es evidente, se está aquí ante
un panorama nada usual en el tratamiento
interpretativo de Filón.
En el relato de Moisés se cuenta
que Dios, al percatarse de las maldades
de los hombres, se habría encolerizado
con ellos y habría decidido
echarlos de la tierra. Pero –señala el
alejandrino– estas son afirmaciones
que comprometen nada menos que
la índole inmutable de la naturaleza
divina; y, por ello, dedica buena parte
del tratado a resolver las dificultades
hermenéuticas que plantean estas palabras
del pasaje.
Con el propósito de alcanzar la interpretación
adecuada, Filón comenta
el texto ofreciendo una sofisticada
argumentación; argumentación cuyos
pasos lógicos conviene aquí reconstruir.
El razonamiento tiene lugar en
dos grandes momentos. El primero se
dirige a explicar por qué Dios no cambia
y por qué el texto sagrado, a pesar
de lo que parece, no está atribuyendo
a Dios, en realidad, ninguna mutabilidad.
El segundo momento se centra
en la consideración de porqué Moisés
habla de la cólera de Dios, si –según
se muestra en el primer momento argumentativo– Dios no puede cambiar
y, por tanto, no es susceptible de afecciones
emocionales. Detallemos aquí el procedimiento argumentativo del
primer momento8.
En el relato mosaico se dicen tres
cosas respecto de Dios: en primer lugar,
que en un momento se dio cuenta
de que los hombres planeaban maldades
de continuo; en segundo lugar,
que decidió borrar a los hombres de la
tierra; y, en tercer lugar, que se encolerizó por haberlos creado. Decir que
Dios ‘se dio cuenta’ de algo equivale
a decir que antes lo ignoraba, lo cual
implica suponer que hay en Él un antes
y un después, es decir, un pasaje, y
en particular un pasaje que va del estado
de ignorancia al de conocimiento.
Decir que Dios ‘decidió’ significa
pensar que en Él hay un cambio de
plan y, por consiguiente, un pasaje de
algo previsto a algo no previsto. Referirse
a Dios como alguien que se ‘encoleriza’ supone atribuirle cambios de ánimo, esto es, el pasaje de un antes
en calma a un después de ira. Como
es evidente, así leído, el texto le atribuiría
a Dios una sujeción al tiempo
y, por ende, negaría su naturaleza inmutable.
Ahora bien, –explica Filón– Dios
no está sujeto ni a un antes ni a un
después, puesto que Él es el creador
mismo del tiempo; en consecuencia,
no sólo no se encuentra sometido a éste, sino que incluso lo domina y
conoce perfectamente el pasado y el
futuro (§ 31-33).
A partir de tales consideraciones –sugiere– el lector del texto ha de
apercibirse de que, a diferencia de lo
que éste parecía inicialmente decir,
aquí no se afirma que Dios se haya
percatado de un hecho antes desconocido,
haya modificado una decisión
mal tomada o haya cambiado
emocionalmente. Por consiguiente,
hay que explorar un significado alternativo
al que inicialmente parece
ofrecer el texto. Para descubrir ese
significado, Filón propone el siguiente
argumento.
Dios sabía ya desde el principio
de qué clase había creado al hombre
(§ 49-50). Entre las características del
ser humano –señala el alejandrino– se cuentan la libertad, la voluntad,
la razón que le permite distinguir lo
bueno de lo malo, la capacidad de deliberar
y de elegir un curso de acción.
Dotado de las condiciones para elegir
lo mejor, es obligación del hombre rechazar
lo peor. Ahora bien, dado que
es libre, el ser humano es también responsable
de la conducta asumida en
cada caso y, por tanto, susceptible de
premio y castigo. De aquí se sigue que
el alma del hombre pueda ser objeto,
caso de incurrir en un acto malo, de
castigo divino (§ 49). En este contexto,
la representación de Dios encolerizado, “blandiendo espada y usando
proyectiles y fuego destructor” (§ 60)
busca significar una realidad diferente
a la que ilustra la imagen; específicamente,
quiere figurar la realidad de
la punición que eventualmente pueden
merecer los actos de los hombres
y sancionar Dios.
En síntesis, la interpretación del
pasaje se despliega siguiendo dos líneas
argumentativas. La primera se
apoya en un dato filosófico que se
toma como completamente fuera de
duda, a saber, que la naturaleza divina
es inmutable. Operando con este
principio, Filón descarta cualquier
lectura del texto que se aparte del
mismo. En tal medida, la lectura literal
del texto ha de ser abandonada. La
segunda línea argumentativa se desarrolla
a partir de otras tesis filosóficas,
a saber, las relativas a la naturaleza
humana (el ser humano es racional,
libre y responsable); estas tesis sugieren
una explicación viable del relato:
la cólera de Dios es una imagen
para representar la posibilidad de que Él inflija un castigo al ser humano.
Como resultado, se puede decir que
el nivel literal de la narración reenvía
a otro nivel, uno no-literal, en el que
se encuentra el genuino sentido del
pasaje. Ese sentido genuino alberga
ciertos contenidos doctrinales verdaderos
(i) acerca del hombre, a saber,
que éste se sujeto moral, y (ii) acerca
de Dios, a saber, que es Creador del
tiempo, providente y dispensador de
justicia.
Recapitulando el recorrido argumentativo,
queda reflejado el siguiente
esquema hermenéutico. En
primer lugar, Filón trabaja aquí bajo
el supuesto de que en el relato hay un
deslindamiento de niveles de sentido,
es decir, un nivel literal y otro no-literal.
En segundo lugar, Filón determina
que el nivel literal no comporta el
sentido genuino del relato, dado que
para referirse a Dios se emplea en él
un lenguaje antropomórfico que contradice
un dato filosófico fundamental,
la inmutabilidad de la naturaleza
divina. En tercer lugar, Filón recurre
a otras tesis filosóficas que se muestran
como claves interpretativas válidas
para hacer sentido adecuado del
pasaje. La tesis de que el hombre es
sujeto moral implica la posibilidad de
castigo, y la justicia divina involucra
la posibilidad de infligir castigo. La
representación de Dios encolerizado
es la representación imaginaria de estas
posibilidades. En otras palabras,
Filón está interpretando el nivel literal
como un nivel que no contiene en
sí el significado verdadero del texto,
sino el que reenvía a otro nivel, un
segundo significado, en el que se contienen
esta vez sí los conceptos verdaderos
albergados en el relato.
Si uno, con mirada retrospectiva,
atiende a este panorama, no encuentra
aquí muchas diferencias con la
práctica interpretativa habitual de Filón.
Lo desconcertante reside en otro
punto, ya que lo extraño es ver que Filón
propone mantener una narración
falsa como tal, esto es, sin alegorizarla,
y declarar que, haciéndolo así, esa narración
procurará un beneficio a sus
destinatarios. Esta propuesta tiene
toda la apariencia de contradecir la
teoría y práctica hermenéutica característica
del alejandrino. En este punto
es donde vemos que Filón recurre
a la idea platónica de ‘mentira noble’.
Analizar ese tópico en su original nos
permitirá, por un lado, identificar la
procedencia de esta propuesta filoniana
y, por otro lado, especificar el sentido
preciso en el que el alejandrino,
siguiendo a Platón, califica de falso a
su relato. La justificación filoniana del
empleo de discursos falsos es, como
veremos, una apropiación peculiar del
argumento diseñado ya por Platón.
La idea de ‘falsedad beneficiosa’ no es, sin embargo, de procedencia
filoniana. Más conocida bajo
la denominación de ‘mentira noble’, la
tesis relativa a que ciertas narraciones,
que constituyen una falsedad, quedan,
sin embargo, legitimadas en virtud de
su objetivo es, como se sabe, de cuño
platónico. Se trata de un tópico cuya
aparición tiene lugar en una sección
que inicia en R. 382 y culmina en 414
cuando se planea difundir un antiguo
mito fenicio, una ‘mentira’, que sería ‘noble’ por la utilidad que comportaría
a la hora de conseguir ciertos fines
políticos9.
Ese relato ofrece una versión de
cómo habría tenido lugar la fundación
de Tebas10. Los ciudadanos de Tebas
habrían sido, en verdad, concebidos,
moldeados y dados a luz ya adultos
con todas sus armas y demás enseres
por la tierra, madre por igual de todos.
Por eso, serían todos hermanos
entre sí y tendrían en común el deber
de cuidar y defender el territorio de su
ciudad. El dios, sin embargo, habría
introducido en la creación de los individuos
mezclas de distintos metales.
En quienes debían ocuparse de gobernar
introdujo oro; en sus auxiliares,
plata; en los que habían de ser los distintos
tipos de artesanos puso hierro
y bronce. Los guardianes habrían de
atender a que cada individuo ejerza
efectivamente la función para la que
su propia constitución lo ha dotado.
Sócrates invoca el relato fenicio
con el objetivo noble de reforzar la
convicción de que en el Estado todos
los ciudadanos poseen, por un lado,
una igualdad radical y que, por otro,
serán llamados a desempeñar en ese
Estado una diversidad de funciones,
las cuales guardan entre sí una relación
de solidaridad y complemen
tariedad. Ésta es, pues, una ‘mentira
noble’; ‘mentira’ porque la fundación
del Estado no ha tenido lugar del
modo narrado, y ‘noble’ por el carácter
beneficioso de su finalidad.
Con vistas a precisar esta idea, es
conveniente examinar las referencias
específicas a la noción de ψεῦδος que
Platón introduce en el contexto más
amplio de este relato11. De entre esas
referencias iremos extrayendo una serie
de datos relativos específicamente
a qué significa ψεῦδος cuando es aplicado
a los relatos12.
Antes de introducir la propuesta
de usar falsedades nobles, Platón había
ofrecido ya una argumentación
relativa a la falsedad.
Como acabo de indicar, cuando
Sócrates hace mención de su propuesta –i.e. puede ser útil emplear
un relato como el mito fenicio–,
denomina a esa propuesta ‘mentira
noble’ y dice de ella que es una de
las falsedades beneficiosas de las que
habló previamente. En efecto, con
anterioridad había distinguido tres
tipos de falsedades que en su momento
calificó como de ‘beneficiosas’ y ‘útiles’. El primero de estos tres
tipos consiste en decir una falsedad
cuando se trata con enemigos; el segundo,
cuando se trata con amigos
que, en estado de locura u otro tipo
de insania, pretenden hacer a otros
o hacerse a sí mismos algún mal; y,
el tercero, cuando, por desconocer la
verdad acerca de los hechos del pasado,
se componen al respecto relatos
literarios (ἐν ταῖς μυθολογίαις,
382a) en los que se busca asemejar
lo más posible ψεῦδος a la verdad.
La ‘mentira noble’ es una falsedad
de este tercer género ya que, como
ella, constituye también un relato
mitológico. Decimos, entonces, que
la ‘mentira noble’ no es una falsedad
sin más, sino que consiste en un tipo
específico de ella, a saber, la que es
propia de relatos de carácter mitológico.
Esta especificación se torna
relevante porque descarta otro tipo
de falsedad –una que, dice Sócrates,
es realmente una falsedad-, a saber,
la ignorancia que afecta a la disposición
cognitiva del sujeto (382b). ¿Dónde reside, pues, la falsedad de
los relatos? Y responde Sócrates que
solo en las palabras (ψεῦδος expresado ἐν τοῖς λόγοις, 382c).
Resumiendo, Platón indica que la ‘mentira noble’ es una falsedad relativa
a los relatos mitológicos y que ella
no es realmente falsa sino que reside
solamente en el nivel discursivo, no en
su contenido. Este panorama condice
con y completa otras indicaciones
previas que Platón había introducido
acerca de qué se debe entender cuando
califica de falso a un discurso mítico.
Me refiero a la sección 376-379.
En esta sección Platón consigna una
referencia al valor típico de los mitos
en términos de verdad-falsedad.
Si los discursos en general –afirma– pueden ser clasificados en dos
géneros mayores, a saber, los discursos
verdaderos y los que son falsos
(376e), los relatos mitológicos caen
específicamente dentro del gran grupo
de discursos falsos. La falsedad es,
pues, la evaluación que, según Platón,
corresponde indiscutiblemente
a los mitos. Ahora bien, –advierte
asimismo– esa falsedad no es una
falsedad sin más, pura, pues los mitos “son en general falsos, (ψεῦδος),
aunque también haya en ellos algo de
verdad (ἀληθῆ)” (377a)13. Tal como
hizo en el caso de la ‘falsedad beneficiosa’,
tampoco aquí califica a los
relatos mitológicos de falsos sin otra
matización; al contrario, vemos que
Platón introduce una cláusula para
indicar que en este ámbito nos encontramos
ante un peculiar concepto
de falsedad. Así como hizo al describir
el tipo de ‘falsedad beneficiosa’ de
los relatos mitológicos, también aquí se refiere Platón a que ella reside en
el nivel discursivo y no en el de los
contenidos. En efecto, junto con la
crítica a determinados mitos que son
completamente inadecuados, Platón
propone usar otros en los que la narración
puede ser falsa, pero reenviar,
sin embargo, a un contenido verdadero.
De esta manera –se sugiere en este
contexto– el beneficio no se restringe únicamente al objetivo útil que persigue
el uso del relato, sino que, antes
de esa función pragmática, el relato es
beneficioso porque contiene y comunica
un núcleo doctrinal verdadero.
Un análisis más detallado de esta
sección permite recoger los indicios
textuales en los que se apoya esta lectura. Apuntemos esos datos.
Ante todo, se observa que, al hacer
su evaluación de la verdad o falsedad
de los mitos y al hacer su propia
propuesta de usar algunos, Platón
los está analizando bajo un supuesto
básico, a saber, que es posible que los
relatos mitológicos cuenten no sólo
con un sentido exclusivamente literal
o puramente narrativo, sino que
puedan también hacer alusión a otros
contenidos. En otras palabras, el filósofo
evalúa los relatos suponiendo en
ellos un eventual deslindamiento de
niveles. En este sentido hay que invocar
la diferenciación que hace entre
los contenidos doctrinales de un
relato y las versiones narrativas que
pueden ofrecerse de él14.
En segundo lugar, se advierte que
los contenidos doctrinales pueden ser
verdaderos o falsos (377b). En tercer
lugar, se indica que las versiones narrativas
comunican esos contenidos
doctrinales con una fuerza poética tal
que logran imprimirlos en las mentes
de sus destinatarios como una suerte
de sello (377b). En tal medida, los
contenidos doctrinales pueden instalarse
como auténticas convicciones.
Por consiguiente, se decide examinar
los mitos para identificar si contienen
o no núcleos verdaderos, de manera
de evitar la difusión de convicciones
erróneas (377b)15. En este caso el
daño, es evidente.
En cuarto lugar, se comprueba en
esta sección que, según Platón, si se
usaran narraciones que, aun siendo
falsas a nivel literal, transmitieran
convicciones verdaderas, estaríamos
ante relatos mitológicos, en cierto
sentido, falsos, pero beneficiosos porque,
en cierto sentido, esto es, en el
nivel no-literal, serían verdaderos
(378e).
La evaluación platónica de los
relatos involucra, como se ve, la
evaluación de dos niveles distintos
de sentido, siendo el decisivo para
su aceptación y para su calificación
de ‘beneficioso’ el valor del sentido
no-literal, esto es, que sus contenidos
doctrinales sean verdaderos. Es
desde este ángulo específico que, según
Platón, la falsedad de los relatos
puede comportar, en ocasiones bien
determinadas, un peculiar valor positivo.
Retornemos al alejandrino y a su
tratamiento del relato sobre la
cólera divina. Según dejamos
apuntado antes, llama la atención
que –a diferencia de lo que suele ser
su práctica habitual– Filón justifique
el empleo del relato falso también en
cuanto tal, es decir, en su nivel de falsedad.
Es que –explica Filón– Moisés
busca con su libro el beneficio de todos
y, dado que algunos, por falta de
capacidad o por falencias en la educación
temprana, necesitan monitores,
el legislador ha decidido emplear
imágenes que presentan a Dios bajo
formas que, en realidad, no le pertenecen.
Es lo que sucede en el caso
de este relato y, por ello, ha de ser
tomado por una de τὰ ψευδῆ,δι’ὤν ὠφελεθήσονται (§ 64). Con estas palabras –precisa el alejandrino– el legislador “ofrece una lección de carácter admonitorio para los que de otro
modo no serían capaces de adquirir
la sensatez”17.
Con la cita expresa de τὰ ψευδῆ, δι’ ὤν ὠφελεθήσονται, Filón conecta
su propia justificación del empleo
de este relato con la justificación ya
provista por Platón en el contexto de
su ‘mentira noble’. Como se ha podido
constatar anteriormente, el tratamiento
que el alejandrino hace de
la falsedad del relato refleja una importante
similitud con el tratamiento
platónico de la falsedad de los relatos
mitológicos. Al igual que Platón, también él considera que esta falsedad no
es una falsedad pura, sino una que
involucra en sí elementos de verdad
y entiende que esos elementos son,
como lo lee en el tratamiento platónico,
los contenidos doctrinales que
tal relato comunica. Al igual que en el
esquema platónico, Filón opera también
aquí con un deslindamiento de
niveles de significación, niveles a los
que corresponde una calificación en
términos de verdad-falsedad propia a
cada uno. Y, como Platón, considera
que el nivel decisivo para obtener el
significado genuino de los relatos es
el no-literal; de lo cual se sigue que
este nivel no-literal –en Filón definido
más específicamente como nivel
alegórico– es el decisivo también a la
hora de evaluar la índole verdadera o
falsa del mismo. Filón emplaza, pues,
su propio tratamiento de la narración
sobre la cólera de Dios en continuidad
con el tratamiento platónico de
los relatos que funcionan como falsedades
beneficiosas.
Pero la apropiación del alejandrino
no es una réplica del esquema hermenéutico
de Platón. Filón introduce
dos reglas interpretativas que llama “normas capitales superiores” (τὰ ἀνωτάτω κεφαλαία, Deus 53) y que,
según él, rigen el modo correcto de
hablar sobre Dios y, por consiguiente,
su correcta interpretación. De estas
dos normas capitales, la segunda es
una innovación filoniana18.
“Dios no es como un hombre” (Deus 53; tomado de Nm 23, 19) es la
norma que orienta la producción de
los discursos cuya verdad está firmemente
garantizada (§ 53). Esta opera
allí donde los destinatarios del discurso
son capaces de “tener familiaridad
con las naturalezas inteligibles
e incorpóreas” (§ 55); al usar el lenguaje
para referirse a Dios, ellos “no
comparan al Que es con forma alguna
de las cosas creadas” (§ 55), sino que “admiten la sola imagen según el ser
sin atribuirle formas” (§ 55), es decir,
no se valen nunca de expresiones antropomórficas
para hablar del Existente.
Por el contrario, hablan de Dios
sobre la base de un conocimiento
filosófico del mismo; conocimiento
que mantiene como indiscutible, por
ejemplo, la tesis de que la naturaleza
divina es inmutable. La segunda norma,
según la cual cabe hablar también
válidamente de Dios, indica que Él “es como el hombre” (§ 54, tomado
de Dt 8,5) y justifica que se hable de
Dios con un lenguaje antropomórfico.
Es con arreglo a esta segunda norma,
dice Filón, que Moisés presenta,
por ejemplo, “a la Causa profiriendo
amenazas, manifestando indignación
e ira implacable, usando, además, armas
invencibles en sus asaltos contra
los inicuos” (§ 68)19.
No es necesario advertir que, así formuladas, estas dos normas hermenéuticas
quedan comprometidas
en una palmaria contradicción. Ahora
bien, la relación de esos principios
entre sí no es, según el alejandrino, de
llana simetría. Filón deja claro que,
aun cuando hay “dos normas capitales
superiores relativas a la Causa” (§ 53), sólo “la primera recibe la garantía
de la verdad más firme” (§ 54). Así, el
alejandrino determina con claridad
la preeminencia de la primera, y lo
hace, por ejemplo, en Sacr. 94 donde
la califica como “el principio que vale” (τὸν ἄξιον τοῦ θεοῦ κεφάλαιον),
mientras que hablar de Dios como
si fuera un hombre nunca provee el
sentido dominante del texto; todo lo
contrario, “utilizar en sentido propio
(κυριολογεῖται) «como un hombre» para Dios” es “una aplicación inapropiada
de los términos” (Sacr. 101)20.
Las dos normas hermenéuticas se articulan,
pues, de manera tal que no
se excluyen mutuamente, esto es, no
anula una a la otra como lo hacen las
afirmaciones contradictorias, sino
que operan de manera subordinada,
siendo la segunda reguladora de
la producción de discursos que son subsidiarios de los que produce la
primera21.
Conforme a este escenario, hay
que entender que, según Filón, los relatos
que presentan a Dios como a un
hombre y que no reciben “la garantía
de la verdad más firme” sino que
son falsos, no resultan, sin embargo,
puramente falsos, sino que presentan
también elementos de verdad, según
advirtió también Platón. Añadido a
esto, hay que entender además que el
lenguaje antropomórfico usado para
referirse a Dios es falso sólo en su
nivel literal de significación, pero no
necesariamente en el no-literal; y es
en este en el que se pueden albergar
los contenidos verdaderos. En tal medida,
i.e. en la medida en que las expresiones
antropomórficas acerca de
Dios no suministran el sentido dominante
de lo que Moisés narra, y dado
que esas expresiones son las literales
del texto, su significado correcto es
distinto del provisto por la letra de
la narración. La referencia a la cólera
no sólo no es una atribución genuina
de pasiones humanas a Dios, sino
que tampoco puede ser leída válidamente
como tal; en otras palabras, si
bien el relato es válido, pues es válido
bajo ciertas condiciones representar
a Dios “como un hombre”, el dar por
verdadero al sentido literal en cuanto
literal genera un malentendido que
constituye un fracaso en la práctica
de la interpretación.
En el libro sagrado, naturalmente
siempre verdadero, el relato de la
cólera de Dios cubre los requisitos
establecidos en el esquema teórico de
Platón, es decir, que los contenidos
doctrinales sean siempre verdaderos,
y que la falsedad resida únicamente
en la letra de la narración. Esos contenidos
doctrinales, como se indicó en el acápite II, fueron expuestos en
términos filosóficos y constituyen las
siguientes tesis. En primer lugar, la
tesis relativa a la naturaleza divina: (i)
Dios no cambia, sino que domina el
tiempo, (ii) Dios dispone de las potencias
de pensamiento y reflexión,
(iii) Dios conoce desde el principio
de qué índole creó al hombre. De
estos tres aspectos se sigue que Dios
desde siempre supo que los hombres
podrían pergeñar males, esto es, no
lo advirtió en un momento posterior,
por lo que el pasaje de Gn 6,5-7 no
puede ser comprendido si se lo toma
a pie juntillas. En segundo lugar, encontramos
las tesis relativas a la naturaleza
humana: (i) el hombre tiene inteligencia
y, por tanto, puede conocer
el bien y al mal, (ii) el hombre no está sujeto a la necesidad, sino que dispone
de libre albedrío; en consecuencia,
(iii) el hombre puede deliberar y, además,
decidir voluntariamente, de lo
cual se sigue que (iv) sus acciones son
pasibles de castigo, caso de adoptar
una línea de conducta contraria a la
recta razón. El relato de la cólera y del
consiguiente castigo divino se orienta
precisamente a representar estos
contenidos filosóficos mediante una
narración que haga llegar tales contenidos
en forma de creencias fundamentales
a aquellos que no están
en condiciones de recibirlas filosóficamente
expuestas. La inmutabilidad
divina queda, pues, resguardada, según
Filón, en el lenguaje de Moisés; lo único que sucede es que este se ha visto
obligado, con atención a la mayoría
de los destinatarios, a emplear un
lenguaje aleccionador que asimila a
Dios a los modos de actuar exclusivamente
propios de los hombres. Pero,
en ninguno de los dos casos -sostiene
Filón- Moisés ha hablado impropiamente
de Dios, sino que ha empleado
las dos normas capitales que guían el
lenguaje sobre la Causa.
Filón ha intentado justificar la
presencia, en los libros santos,
de relatos en los que se habla de
Dios mediante expresiones antropomórficas,
expresiones que inducen a
asimilar tales relatos a narraciones de
tipo mitológico. En algunos estudios
especializados, se ha querido ver en
esto el eventual reconocimiento por
parte del alejandrino de la presencia
del mito en la escritura, específicamente
de un mito ‘paidéutico’22. El
análisis de la idea de falsedad beneficiosa
examinada en conexión con
su tratamiento de origen –el platónico– proporciona, a mi modo de
ver, algunos indicios que pueden ser
fructíferos a la hora de examinar una
interpretación de este tipo.
Si los resultados aquí alcanzados
son correctos, habría que pensar que,
para el alejandrino como para Platón,
la validez de usar una falsedad en los
relatos no pasa exclusivamente porque
ella desempeñe un rol conveniente en
el nivel puramente pragmático, es decir,
en la medida en que resulta útil
para persuadir a otros de un contenido.
Lo que vuelve beneficioso usar esa
falsedad es, más bien, aprovechar, antes
que ese rol pragmático, la función
teórica que ella puede desempeñar
en la medida en que logra remitir al
conocimiento de núcleos de significación
verdaderos. El uso filoniano del
tópico de la falsedad beneficiosa tal
como fue ideada por Platón hace pensar
que el relato de la cólera de Dios
quedaría legitimado en el contexto
de su práctica interpretativa habitual.
Quiero decir que, también en este
caso, Filón consideraría que el relato
es falso en su nivel inmediato de significación
y que, consiguientemente,
supondría que su genuino significado
ha de ser rastreado en otro nivel de
sentido, a saber, uno no-literal.
En este escenario, continuaría
siendo la lectura alegórica el modo
de acceso al contenido verdadero de
aquellos pasajes que presentan inconsistencias
-el antropomorfismo referido
a Dios- en su nivel literal. Por
este lado, tampoco admitiría Filón
la presencia de un mito en los libros
santos, ya que, siguiendo la idea platónica
de falsedad beneficiosa, las expresiones
falsas quedarían reducidas
a uno de los niveles de significación,
y particularmente al nivel no decisivo
en lo concerniente al valor de verdad
o falsedad de su contenido.
Notas
1 Las obras de Filón serán citadas según las abreviaturas canónicas establecidas por la revista The Studia Philonica Annual.
2 Al respecto vale la pena remitir también a los trabajos de Cover (2014), Vilari (2001), Méasson (1986).
3 Sobre la presencia del Fedón platónico en la psicología acuñada por Filón, puede verse también Yli-Karjanmaa (2015), estudio en el que se defiende la tesis de que el alejandrino habría adoptado de Platón la idea de la reencarnación del alma.
4 Me permito reenviar, en este contexto, a Delgado (2016a) donde he confrontado las secciones R. 377-379 y Spec. 1. 28-30 y he constatado un fuerte paralelismo entre el análisis filoniano del mito y el tratamiento platónico del mismo. Para la apropiación filoniana del Ión permítaseme también remitir a Delgado (2016b).
5 Antes de iniciar la exposición, quiero dejar indicado que las traducciones de los textos filonianos que usaré han sido tomadas, en todos los casos, de Martín, J.P. (ed.) (2009-2015). Obras completas de Filón de Alejandría, 5 vols. Madrid: Editorial Trotta = OCFA. He trabajado, al mismo tiempo, compulsándolas con la edición griega de Cohn-Wenland. En el caso de los pasajes de República, [R.] citaré la traducción de Eggers Lan. Para el texto griego he consultado la edición de Burnet.
6 Filón se refiere aquí a la sección 11. 305- 320 de Odisea. En el Hades –cabe recordar– Odiseo se encuentra, entre las mujeres que allí moran, con Ifimedea. Esta, esposa de Aloes, engendró de Poseidón dos hijos, Otón y Efialtes. En esos versos se dice que estos, llamados alóadas, fueron gigantes que, ya a los nueve años de edad, enfrentaron a los dioses y proyectaron colocar, para llegar al cielo, el monte Osa sobre el monte Olimpo y, a su vez, sobre el Osa, colocar el monte Pelión. El proyecto fue frustrado debido a que ambos gigantes murieron a manos de Apolo. Agradezco a Marta Alesso la indicación relativa a que los mitos sobre la guerra de los gigantes con los dioses no son propios de los poemas homéricos y que aquí residiría una de las razones para demostrar que estos versos son espurios e interpolados en épocas posteriores, provenientes de una gigantomaquia.
7 Ese relato figura en Gn 6, 5-7 y es comentado, como veremos a continuación, en Sobre la inmutabilidad de Dios = Deus.
8 El segundo momento será reconstruido en el acápite “Una falsedad beneficiosa: el relato de la cólera divina”.
9 Esta propuesta de Platón es, como se sabe, una de las ideas controvertidas del pensamiento político del filósofo. Ya Popper (1957: 59) acusó a Platón de diseñar con ella el uso de mentiras propagandísticas para los intereses del Estado. En esta línea, entre otros, también Annas (1981: 167) y Crossman (1963). Una revisión de la postura de Popper puede verse en Schofield (2006: 298). El famoso pasaje en que aparece la mención a la mentira útil dice:“¿Cómo podríamos inventar –pregunta Sócrates–, entre esas mentiras que se hacen necesarias (τῶν ψεῦδων τῶν ἐν δέοντι), a las que nos hemos referido antes, una mentira noble, con la que persuadiríamos a los gobernantes mismos y, si no, a los demás ciudadanos? (γενναῖόν τι)” (414b-c). Traducción de Eggers Lan.
10 El relato fenicio es un mito de autoctonía sobre la fundación de Tebas por parte de Cadmo, según el cual los tebanos habrían nacido de Gea. Este mito es invocado no sólo por Platón, sino ya antes –como muestra Vernant (1973: 36)– por Hesíodo, con el objetivo de explicar la división estructural y la complementariedad de los estatutos políticos con que se organiza una sociedad.
11 Quiero dejar indicado que he usado aquí la denominación habitual de este tópico como‘mentira noble’ que traduceτῶνψεῦδωντῶν ἐν δέοντι y γενναῖόν τι (414b-c), a pesar de ser una denominación discutible, para facilitarle al lector la identificación del tema del que aquí se trata. En efecto, el término ψεῦδος admite tanto el significado de ‘falsedad’ o ‘error’ como el de ‘mentira’ y también el de ‘ficción’. La ambivalencia del término griego ψεῦδος, que en general significa ‘falsedad’, reside en que ésta se concibe en ocasiones como una falsedad no intencionalmente pronunciada y, en tal medida, el significado del término se acerca al de ‘error’, mientras que, otras veces, se hace referencia con él a una falsedad pronunciada intencionalmente, esto es, a una ‘mentira’ (Liddell, Scott y Jones 1996). A mi modo de ver, en el contexto de esta sección la idea de Platón no es la de propalar una mentira sino, más bien, una falsedad. Sobre esta discusión puede verse Gastaldi (1998: 346).
12 Dreyer (1970) ha puesto en conexión Deus 51-69 con R. II-III pero no he encontrado en este estudio una identificación de la presencia del tópico de la ‘mentira noble’ en la referencia filoniana a la ‘falsedad noble’.
13 Traducción de Eggers Lan.
14 Como apoyo para esta identificación del deslindamiento de niveles es la referencia expresa ὑπόνοια (378d), esto es, a que habría un nivel profundo en los relatos. Para la equivalencia de ὑπόνοια y “alegoría”, véase Plutarco, De aud. poet. 19e: el vocablo ὑπόνοια se consideró ya en la Antigüedad sinónimo de alegoría, término que Platón no emplea nunca. A pesar de ello, se sabe que la práctica de la interpretación alegórica en tiempos del filósofo era muy común, por ejemplo, en la lectura de las obras de Homero.
15 La frecuencia con que aparece la idea deτύπος en esta sección evidencia que Platón centra su criba de la literatura en las creencias transmitidas por los relatos y que son inculcadas en sus jóvenes destinatarios como una impronta, mientras que las narraciones particulares que dan curso a esas creencias no son, de manera aislada, lo realmente decisivo en su crítica.
16 Entramos aquí en el segundo momento argumentativo, al que me referí en nota 9.
17 Deus 52. Traducción de José Pablo Martín (OCFA II: 285).
18 En una dirección diferente, puede verse Pépin (1976) quien defiende que estas dos normas son de procedencia estoica.
19 Traducción de José Pablo Martín (OCFA II: 288).
20 Traducción de Raquel Martín Hernández (OCFA II, 2010: 106).
21 Una lectura diferente en Kamesar (1998). Para el autor entre estas dos normas no se da una subordinación sino una mera yuxtaposición. Para otro análisis del uso exegético de estos dos principios, puede consultarse Novick (2009).
22 Una buena reconstrucción y discusión de las posturas existentes al respecto puede encontrarse en el estudio de Kamesar (1998).
Ediciones y traducciones
1. Burnet, J. (1900-7). Platonis opera, recognovit brevique adnotatione critica instruxit Ioannes Burnet, I-V, Oxford: Clarendon Press.
2. Cohn, L. - Wenland, P. (1896-1915). Philonis Alexandrini Opera quae supersunt. Vols. I-VII. Berolini.
3. Eggers Lan, C. (1992). Platón. Diálogos. IV. República. Madrid: Editorial Clásica Gredos.
4. Martín, J.P. (2009-2015). Obras completas de Filón de Alejandría, 5 vols. Madrid: Editorial Trotta = OCFA.
5. Morales Otal, C. - García López, J. (1992). Plutarco. Obras morales y de costumbres (Moralia) I. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos.
6. Runia, D. (2001). Philo of Alexandria On Creation of the Cosmos according to Moses. Translation and Commentary. Leiden: Brill.
Instrumenta Studiorum
7. Liddell, H.G., Scott, R. y Jones, H.S. (1996). Greek-English Lexicon, Oxford: Clarendon Press.
Bibliografía citada
8. Annas, J. (1981). An Introduction to Plato’s Republic, Oxford: Clarendon Press.
9. Boyancé, P. (1963). “Etudes Philoniennes”, REG 76, 64-110.
10. Cover, M. (2014). “The Sun and the Chariot: the Republic and the Phaedrus as Sources for Rival Platonic Paradigms of Psychic Vision in Philo’s Biblical Commentaries”. En The Studia Philonica Annual, 26, 151–167.
11. Crossman, R. (1963). Plato Today, Londres: Allen and Unwin.
12. Delgado, C. (2016a). “Una reminiscencia platónica en Filón de Alejandría (R. 2.377-9 en Spec. 1.28-30). En Exemplaria Classica Journal of Classical Philology, 20, 117-131.
13. Delgado, C. (2016b). “Ecos del Ión platónico en los escritos de Filón de Alejandría”. En Emerita, Revista de Lingüística y Filología Clásica, 84 (1), 73-97.
14. Dreyer, O. (1970). Untersuchungen zum Begriff des Gottgeziemenden in der Antike: mit besonderer Berücksichtigung Philon von Alexandrien. Hildesheim: Olms.
15. Gastaldi, S. (1998). “Paideia/mythologia”. En Veggetti, M. (1998). Platone. La Repubblica. vol. II, Napoli: Bibliopolis, 333–392.
16. Kamesar, A. (1998). “Philo, the Presence of ‘Paideutic’ Myth in the Pentateuch and the Principles or Kephalaia of Mosaic Discourse”. En The Studia Philonica Annual, 10, 34-66.
17. Kamesar, A. (2009). “Biblical interpretation in Philo”. En: The Cambridge Companion to Philo, Cambridge: Cambridge University Press.
18. Martín, J.P. (1991). “El Sofista de Platón y el platonismo de Filón de Alejandría”. En Méthexis, 4, 81-99.
19. Méasson, A. (1986). Du char ailé de Zeus à l’arche d’alliance, Images et mythes platoniciens chez Philon d’Alexandrie. Paris: Études augustiniennes.
20. Novick, T. (2009). “Perspective, Paideia, and Accomodation in Philo”. En Studia Philonica Annual, 21, 49-62.
21. Pépin, J. (1958). Mythe et allégorie: les origines grecques et les contestations judéo-chrétiennes. Paris: Aubier. coll. «Philosophie de l’Esprit».
22. Popper, K. (1957). La sociedad abierta y sus enemigos, trad. E. Loedel, Buenos Aires: Paidós.
23. Radice, R. - Runia, D. (1988). Philo of Alexandria. An annotated bibliography. 1937-1986. Leiden-Boston-Köln: Brill.
24. Runia, D. (1986). Philo of Alexandria and the Timaeus of Plato, Leiden - Boston - Köln: Brill.
25. Runia, D. (2016). “La recepción del Fedón de Platón en Filón de Alejandría”. En Circe. De clásicos y modernos, 20, 91- 112.
26. Schofield, M. (2006). Plato: Political Philosophy, Oxford/Nueva York: Oxford University Press.
27. Vernant, J.-P. (1973) Mito y pensamiento en la Grecia antigua, trad. J.D. López Bonillo, Barcelona: Ariel.
28. Villari, E. (2001). Il morso e il cavaliere. Una metafora della temperanza e del dominio di sé, Genova: Il melangolo.
29. Yli-Karjanmaa, S. (2015). Reincarnation in Philo of Alexandria. Studia Philonica Monographs 7. Atlanta: Society of Biblical Literature.
Recibido: 09-11-2017
Evaluado: 19-11-2017
Aceptado: 06-12-2017